domingo, 29 de septiembre de 2024

Teodoro Núñez Medina

 


“No hay una obra de arte que haya sido creada con alegría”

 

Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

 

Hay artistas que se identifican con la ciudad que habitan y le dedican sus pinturas, pero no solo en un tono de agradecimiento sino como una manifestación de la preocupación profunda que les genera el presente y el futuro de dicha ciudad. Teodoro Núñez Medina (1972) es uno de esos artistas. Y en nombre del afecto enorme que siente por Arequipa, expuso del 2 al 29 de agosto, la muestra “Fracturas urbanas” en la histórica Casa Museo José Carlos Mariátegui. Además, este artista tiene un inherente afán pedagógico, por lo que realizaba constantes visitas guiadas en el local de su exposición pictórica, durante las varias semanas que duró.

 

Por cierto, Teodoro Núñez Medina ha expuesto sus obras en Estados Unidos, Argentina, España, Bolivia y el Perú. Igualmente, en el año 2021 fue distinguido por el Gobierno Regional de Arequipa con la Marca Arequipa como ciudadano ilustre de la ciudad. Y en el año 2023 fue condecorado por la Embajada de Italia. Asimismo, fue director del Instituto Nacional de Cultura de Arequipa en los periodos 2003-2004 y 2006-2007, así como presidente del directorio de la Autoridad Autónoma del Colca y Anexos en el año 2005. Estudió pintura y escultura en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes, antropología en la Universidad Nacional de San Agustín, derecho y ciencias políticas en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, y administración de empresas en IPAE. Aparte, él proviene de una familia absolutamente cultural: su abuelo fue el célebre Teodoro Núñez Ureta (1912-1988, recibió la Orden del Sol del Perú en el grado de Gran Cruz en 1982) y su padre fue Teodoro Núñez Rebaza (1932-2015).

 

Mientras lo voy entrevistando, el pintor me lleva en un recorrido por la sala de arte de la Casa Museo José Carlos Mariátegui para explicarme, uno por uno, sus interesantes cuadros.

 

Mucho gusto de conocerlo. Lo felicito por su exposición acá, en la Casa Museo José Carlos Mariátegui. Quería que nos cuente cómo surge la idea inicial de esta exposición de arte abstracto.

“Fracturas Urbanas” nace a raíz de una fractura física. Tuve un accidente y me tuvieron que reconstruir el hombro. Y esa limitación física, después de 30 años de estar pintando en formatos grandes, me llevó a sentir una frustración muy fuerte. Estando en el hospital descubrí muchas fracturas emocionales en la gente, muchas fracturas sociales, económicas, mucha fractura política. Yo vengo de una ciudad que está caracterizada por su efervescencia, que es Arequipa. Empecé a descubrirla y a sentir esa fractura palpable, del día a día, en la enfermera, en el médico, en el paciente que estaba al lado, en el taxista que me llevaba. Entonces, te lleva a analizar, ya a mi edad, qué está pasando con nuestro país, qué está pasando con mi ciudad, qué está pasando en nuestras calles. Arequipa se ha fracturado en los últimos años. Desde arquitectónicamente hasta socialmente. Como ya no podía elaborar formatos grandes, al salir del hospital, me encuentro con una ciudad que es casi bizarra. La primera toma es en la puerta del hospital, que es este paisaje urbano al momento de salir, los postes y los cables, las marañas de cables que sangran, porque se supone que debe haber una comunicación, pero la gente ya no se comunica, ya no habla. Una fractura en el diálogo. Y eso te lleva a querer construir tu propio castillo, tu propio mundo. Pero el mundo siempre te aterriza, cruel y despiadadamente te vuelve a la vida. Y una de las cosas más crueles que encontré fue esto, era uno que compraba chatarra, madera, cosas viejas, pero comía una manzana el tipo. Sí, en todo ese caos, cómo puede haber algo de color, algo de vida, como una manzana. Este es un trabajo en espátula, prácticamente es la última lucha. Todos los días hay que luchar como si fuese por última vez.

 

Cada cuadro está inspirado en un hecho concreto.

En un hecho concreto. Entonces, esto me lleva a elaborar un bufón. Este bufón, que tiene tres brazos, porque yo soy el Toto tercero, pues me lleva a pintar la Arequipa fracturada. Esta primera toma es la plaza de armas, las dos torres, los arcos, pero llevados en un estilo más fuerte, más violento, más expresionista abstracto.

 

Permítame hacerle una observación. En su obra “El bufón” yo veo cierta influencia del abstracto de Fernando de Szyszlo.

Podría haber un poco de Szyszlo, aunque más lo han visto a Tola, por ejemplo. A Tola le gustaba hacer estas cosas caladas. Sí hay bastante influencia, porque casi todos los pintores peruanos estamos influenciados por tres cosas. Uno, la luz. Dos, la paleta cromática, que la tenemos muy similar. Nos gustan los rojos, los azules, los naranjas, los amarillos. Y tres, las vivencias que tenemos, nuestra sensibilidad nos lleva a entender y percibir el Perú casi en simultáneo, casi en un mismo idioma. Estamos entendiendo al país por nuestra propia sensibilidad, nuestra propia forma de ver el mundo, nuestra propia idiosincrasia provinciana o capitalina para enfrentar la realidad. Quise plasmar parte de los escenarios más representativos de Arequipa, que son plaza de armas, las procesiones, que es muy típico de Arequipa. Acá está descompuesta la torre de la Catedral, está fracturada. Pongo cuatro santos, porque para mí hay cuatro santos: el hambre, la guerra, la miseria y la enfermedad, que son los cuatro jinetes del Apocalipsis.

 

Su obra es “Viernes y vienes” (leo el título).

“Viernes y vienes” porque los viernes son las procesiones. Entonces, es un día de procesión. Si es que vas. Si no vas tú, no va a afectarle al mundo.

 

¿Todas sus obras las ha hecho especialmente para esta exposición?

Para esta muestra. Entonces, de nuevo, la falta de diálogo.

 

¿Todas son de este año?

Todas son 2024. Entonces, estos son dos edificios muy estilizados, muy violentos, porque ya las personas no conversan, conversan las masas arquitectónicas. Como ya no conversan las personas, se ponen a conversar los edificios. Entonces, son los diálogos fracturados, por eso se llama “Diálogos silenciosos”, porque los edificios no hablan, las personas tampoco, pero están. Esto es una esquinita en Santa Catalina que me gusta mucho, en Arequipa, que arriba hay un cafetín. Pero se demoraron mucho en ponerla en valor, por eso quise ponerle ese rojo de la sangre: ha sufrido, no se ha reconstruido.

 

Usted tiene bastante influencia, a simple vista, en algunos cuadros, del gris limeño.

Sí, del gris limeño, claro.

 

Porque el cielo de Arequipa es bien claro.

Es más azul. Pero es que, como te digo, Arequipa ya es gris. Tendrá el cielo azul, pero ya no es el alma de Arequipa azul.

 

¿O usted ha vivido acá, en Lima, un buen tiempo?

Sí, he vivido, he estudiado acá. Voy y vengo a cada rato. Pero veo a mi Arequipa cada vez más sola, más violenta.

 

“Historia de fe” (leo el título de otra obra del pintor).

“Historia de fe”, pero es violencia pura. Yo soy un poco anticlerical. Así que he tratado de asociar a la iglesia con la violencia que generó.

 

La mayoría de artistas son anticlericales.

Sí. Eso es verdad. Hace poco, por ejemplo, estaba hablando con mi hija Alejandra, y me dijo: “Papá, eso que ha pasado en París, que ha salido lo de ‘La última cena’”. Empezamos a analizarlo.

 

De la inauguración (de los Juegos Olímpicos).

Claro, de la inauguración. Y me dice: “Papá, pero no ha muerto nadie en París”. (Entonces, le responde): “Sí, no ha muerto nadie. Pero han muerto más de cien millones en los últimos dos mil años de la iglesia”. Esa diferencia.

 

(Y el artista sigue describiendo sus pinturas).

Estas son las montañas, pero las he querido… Si te das cuenta, parece un mar y parecen montañas. ¿Por qué? Porque encima de los volcanes de Arequipa encuentras caracoles y cosas marinas. Entonces, quería representar un poco que la montaña y el mar están unidos en algún momento y eso es una fractura.

 

“Viento en las montañas” (leo el título de otra de sus obras).

Te das cuenta, si lo ves un poco de lejos puede parecerte un mar, un rojo. Si lo ven un poco cerca es el Chachani, el Misti alejado y algunas montañas.

 

Yo lo veía como una montaña sangrante.

Sí, sangrante.

 

Dolorosa.

Dolorosa. Porque, te digo, esta muestra es fractura. La fractura es dolor. El dolor es crecimiento. No hay una obra de arte que haya sido creada con alegría. Casi todas las obras buenas tienen el dolor, la tristeza, la muerte, el abandono, tanto en la literatura como en la música, en el teatro. El dolor es un gran maestro, en otras palabras. Y terminamos con esta, que es una columna, que también está sangrando, abandonada.

 

“La última esquina” (leo el título de otra de sus obras).

Está quedándose sola, apuntalada por algunas cosas, pero su fin es inevitable, es caer y derrumbarse. Entonces, es la última columna fracturada.

 

¿Usted deja que las obras lo lleven o hace antes un bosquejo de la obra?

Mira, hay algunas que han nacido en bosquejo y hay otras que han aparecido y luego se han convertido, han ido hablando. Porque el proceso creativo es un proceso constante. No es que hoy día voy a pintar esto… Estás caminando y encuentras desde un plato de comida que te llama la atención, cómo lo presentan, cómo lo sirven, cómo te atendieron. O la comida es muy rica, pero el local es absolutamente bizarro. O el local es extremadamente elegante y la comida es una porquería. La comida y el café influyen mucho en mí. Yo bebo mucho café. Me encanta el café. Entonces, sentir los aromas, los fríos, la humedad, el calor, todo eso se va acumulando y ando lleno de papelitos, lleno de anotaciones. Muchos cuadros nacen primero en texto.

 

Tiene su cuaderno de artista.

Sí. Nacen en textos… En mis bitácoras de caminante. “Quiero que vaya esto acá, voy a usar tal color, tal…”. Los dejo en el estudio y empiezo a elaborar alguno que otro. Y, en este caso, ha sido relativamente fácil y rápida la ejecución por el tamaño, por más que es un tamaño pequeño. Mediano-pequeño, porque a mí me gusta hacer obras grandes. Me gusta hacer de dos metros, que es la nueva muestra que estoy preparando para el próximo año también acá, en Lima. Pero quería traer algo en el mes de Arequipa, porque agosto es el mes de Arequipa. Quería, desde Lima, decirle a Arequipa: “No se fracture”. Y evitemos que eso ocurra en todas las ciudades, que la gente deje de hablar, deje de confrontarse, deje de maravillarse con cosas sencillas, deje de sonreír. Porque puedes tener el cielo gris, pero el alma no la tengas gris. O puedes tener el cielo azul y el alma completamente gris. Entonces, el mío es un testimonio de cómo yo veo que se está cayendo la sociedad, mi sociedad. Tengo mucho miedo de lo que va a pasar dentro de dos años en política. Podría terminar de fracturarlo al país en tres bloques: en el sur, en el centro y en Lima. Entonces, duele ver a mi país así. No me gusta mucho analizar esta cosa, porque es la realidad que nos toca vivir. La realidad donde viven mis hijas, la realidad donde vive la gente que amo, la gente que extraño.

 

¿Y cómo han influido su padre y su abuelo en su arte?

En el caso de mi abuelo, la influencia fue muy clara en lo que es referente a paisajes. A mí me gusta mucho pintar paisajes, pero los hago por motivos míos. No suelo exponer arte realista, porque es el diálogo que tengo con mi familia.

 

Es un tema afectivo, emocional.

Muy afectivo. Podría llamar a lo abstracto más personal, ahí te comparto mi alma. De mi padre, (aprendí) el concepto “mural”, el concepto “vitrales”, el concepto “relieves”. Mi papá hacía relieves. A mí me gusta la madera. Mi papá hacía vitrales, a mí me gusta mucho la luz, me gusta mucho unos colores fuertes. La composición es un mix, parte de ellos. A mí me gusta mucho la composición de Tiziano, la luz de Tiziano. Me gusta mucho el arte italiano, me gusta el arte ruso, de mediados del siglo pasado, muy fuerte, muy violento, muy de masas grandes, de volumetría. Y el arte precolombino peruano. Para mí, los maestros del arte abstracto son los mantos Paracas, unos genios absolutos de la síntesis del color y del movimiento. Y la expresión de los Moches. El Perú tiene una galería impresionante en cada esquina, si lo sabes ver. Lo ideal sería que los niños, los jóvenes y los viejos también disfruten eso, disfruten sus museos, sus esquinas, sus barrios, sus cuentos, sus anécdotas, sus historias, sus comidas, antes que todo sea prohibido, todo haga mal. Así es que tienen que disfrutarlo un poco.

 

Sí, es cierto. Muchas gracias, señor Núñez, por la entrevista y muchos éxitos para sus próximas exposiciones.

Muchas gracias.

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