lunes, 30 de abril de 2012

Willy Montero Moreno




“Nuestra idea siempre ha sido manejar el helado tradicional”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Tener más de sesenta años de vigencia en el mercado no es algo que muchas empresas en nuestro país puedan lograr. Heladería Palermo -que décadas atrás se llamaba Roma- sí puede enorgullecerse de ello. Esta tradicional y emblemática heladería de Jesús María, ubicada en la cuadra doce del jirón Huiracocha -muy cerca de la iglesia y el parque San José-, mantiene una clientela fiel que abarca varias generaciones de familias. Además, conserva ese entrañable aspecto de heladería de barrio que casi ya no existe en nuestra ciudad. Willy Montero Moreno, gerente de Heladería Palermo, nos cuenta en la siguiente entrevista la historia de su empresa, que es, en gran parte, su propia historia familiar.

Por cierto, una deliciosa recomendación para los amantes de los helados: cuando vayan al Palermo, prueben un Blue Moon con lúcuma. Sinceramente, se trata de un dulce y refrescante deleite para cualquier paladar. Querrán pedir muchos Blue Moon con lúcuma ni bien terminen el primero. Algo que podría volverse un vicio permanente. Están advertidos. Que lo disfruten.

¿Cómo empieza esta heladería tan tradicional de Jesús María?
La heladería empieza hace más de sesenta años. Más o menos, en el 52. Son 61 años trabajando. Empieza con un italiano, mi padrastro, que falleció hace años. Él empezó con la heladería Roma. De ahí estuvo acá, en Horacio Urteaga con Santa Cruz, donde está el edificio Palermo, el cine Palermo. Ahí también estaba la heladería Roma. Decían: “Vamos a Palermo”, en vez de decirle Roma. ¿Entiendes la figura? La heladería se llamaba Roma, pero iban al barrio de Palermo. “Oye, ¿vamos a comer un helado allá?”. Pero vamos a Palermo, al barrio. Entonces, comenzó a cambiar de Roma a Roma-Palermo. Y ya de allí, con el tiempo nos mudamos, vinimos para acá. Más o menos, en el 73, 74, y ya quedó como Palermo la heladería.

Antes estaba en Santa Beatriz, entonces.
Claro. Pero en sus primeros años. De ahí en Santa Cruz con Horacio Urteaga.

Ya en Jesús María.
En Jesús María. Más o menos, en el 70, y de ahí pasó para acá. Más o menos, 72, 73.

¿Por qué cree que ha mantenido la clientela y la fama de una heladería clásica?
Hasta ahora, nuestra idea siempre ha sido manejar el helado tradicional. Nuestra fórmula se mantiene durante el tiempo. Trabajamos con las mismas máquinas. Por eso, muchas veces, me dicen: “¿Por qué no abres otra heladería?”. No. Nuestras máquinas ya tienen cuarenta, cincuenta años. Este es un helado que se hace especialmente. Las máquinas modernas tienen otra tecnología y te hacen un helado diferente, te inyectan más aire. Pero nosotros hemos tratado de mantener, hasta donde hemos podido, la fórmula original. Yo voy a cumplir cincuenta años ya. En los setenta había una leche evaporada que se llamaba Bebé Holandés, no Bella Holandesa. Bella Holandesa salió hace poco. Bebé Holandés es una leche evaporada un poquito más chica que la que es ahora Gloria. Tú la veías, te la echabas y era cremita. Con eso hacíamos nuestra ensalada. Pero dejó de aparecer Bebé Holandés cuando apareció la Nestlé. Tuvimos que modificar. Ahí, quizás, se perdió un poquito el sabor original. Pero más por la materia prima que porque nosotros hayamos cambiado la fórmula. Y de ahí, ya con las nuevas tecnologías, corregimos algunas cositas para mantener el helado ligeramente más tiempo. Otra de nuestras magias es que producimos lo que vendemos. Yo no produzco para quince días: te produzco un sabor cada dos, tres días.

¿Cuántos sabores tiene el Palermo?
En lista, treinta y seis, pero podemos producir hasta cuarenta y ocho sabores de helado.

¿Cuál es la temporada alta?
A partir de diciembre, enero y febrero. Ya en marzo empiezan las clases, baja un poco. Ahora, aunque tú no creas, parece que hay gente, pero ya comienza a bajar. En el verano, enero y febrero, son épocas full. Viene el otoño: ya tenemos que poner una oferta porque nos vamos a dedicar al café, los sánguches, los dulces.

¿Y cuál ha sido el helado estrella?
¿De los de fruta? Fresa, lúcuma y maracuyá. De los de leche: chocolate, vainilla. Ahora estamos haciendo bastante el ron pasas, hemos traído una fórmula nueva. Esos son los reyes, los que yo tengo que producir diariamente. Hago un lote y al día siguiente tengo que volver a hacerlo.

Había escuchado que hace algunos años ustedes habían puesto una sucursal en Barranco. ¿Es cierto esto?
Hicimos un intento, sí, en la avenida Grau. Pusimos una (heladería) chiquita. Pero no porque no se vendiera el helado sino que la zona no era comercial. Era casi a media cuadra de Piérola. Donde está el Tejadita, los sánguches, a media cuadra. Llevábamos los helados para allá, pero no es lo mismo.

No le favorecía el local.
El local no era lo difícil. Tú vas a Barranco en estos días y ya en la mañana comienza a aparecer una neblina…

No dan ganas de comer helados.
Mi visión: hay sol, hay helados, entra gente. Si un día está nublado: bajan las ventas. La sensación térmica manda al cliente.

Es muy emocional el cliente del helado.
Claro. Ahora el helado es un alimento, ya no es un dulce. Ya pasó a ser alimento.

Sobre todo en la década de los 60, 50, tuvieron bastante competencia. Había heladerías como Parisi, Speciale, Lamborghini, Alfa. ¿Cómo resistieron toda esa competencia durante décadas?
Te falta una: Taormina. Fue la primera en el Perú. No sé si has visto la raspadilla que dice Bebé Taormina: de ahí es. Esa fue la primera heladería, que ya no existe. Hace años desapareció.

¿En la década de los 50?
Claro. Fue la primerita. Después estuvo Parisi, Alfa, Dábory, Lamborghini. La primera Lamborghini, la que estaba en Larco. ¿Sabes qué? No es como las heladerías de ahora. En esa época, si tú ibas a Lamborghini -era con “gh”, no como ahora que es “gini”-, la que estaba en Larco, te manejaba dieciséis, dieciocho sabores. Dábory, también -que era de esa época-. La heladería en el Perú recién está creciendo. Tú te vas a Argentina y tienes una heladería como acá hay farmacias. Puedes encontrar cuatro o cinco heladerías en una cuadra. Y todas venden, hablando de heladerías artesanales. Porque si te pones a ver lo que es ahora (Helados) Ártika, D’onofrio, son heladerías de producciones industriales. Hasta la 4D, Laritza, somos heladerías pequeñas, en realidad. Dos, tres sucursales, producimos artesanalmente. No por volumen. Hay mercado para todos.

Y usted, de repente, ¿ha pensado promocionar más la heladería a través de Internet?
No tenemos página web, no tenemos nada. La verdad que, al ser un negocio familiar, siempre hay un encuentro de ideas. Yo tengo una idea, mi madre, de ochenta años, trata de frenarme un poco. “No, que ya me muero”, te dice, te sale con esas cosas, y mis hermanos para no dar la contra… Tenemos la idea de ampliar el negocio y poner una página web, hacer un video. Pero, realmente, por una visión familiar, a veces, se estanca un poco.

Hay que derivar a gente profesional, que no tenga que ver con la familia, para poder avanzar.
Sí, pero cada familia, tú sabes: es un mundo. Yo puedo traer una persona y se ponen renuentes. Es bien difícil. Aparte, son de la vieja escuela, ellos dicen: “Mi helado es bueno y vende. No tengo por qué hacer propaganda. Mi propaganda es mi helado”.

Esos eran otros tiempos. Ahora tienes que hacer propaganda.
Claro. Ahora tú tienes que llamar al cliente. Por más que tengas ventas, tú tienes que llamar al cliente.

Hasta por Facebook.
Claro.

Las empresas funcionan en Facebook. Abren páginas especiales.
El Internet es totalmente poderoso. Estamos planeando modificar esto para julio, agosto: entrar con todo a Internet. Tú sabes que ya se ve un poquito (señala con su mano izquierda las paredes y las vitrinas de su heladería)… Le falta un poquito de vida, de modernidad.

Es de los setenta (el diseño del local), más que nada.
Sí. Todavía nos mantenemos muy heladería de barrio, no una heladería sofisticada. Eso tiene su encanto, también. Tiene su magia, pero hay que saber compensar las dos cosas. Tú pruebas un helado de fruta de mi heladería y es el mismo que se ha hecho durante sesenta años.

A algunos clientes, había leído en Internet, les ha gustado el helado de camote y el de turrón.
El turrón es un clásico. El camote, mucha gente lo ve y no lo prueba, pero es rico. Hemos hecho helado de palta. Si nos ponemos a hablar de las frutas, hemos hecho aguaymanto, tumbo. Es como un platanito chiquito, pero en el interior es como la granadilla o el maracuyá. Es ácido, parece naranja. Desde que Gastón Acurio escribió sobre nosotros… Los ácidos, también, tienen bastante aceptación.

¿Las heladerías no van a Mistura?
No sé si habrán ido.

¿Le interesaría?
A mí, sí. De todas maneras. Estar en Mistura: indudablemente. Porque yo, por ejemplo, cada año saco un sabor nuevo, una cosa rara por ahí. Y si pega, pega. Antes saqué el Pisco Sour, ahora el Blue Moon, el Café Húngaro. Pero para ir a Mistura, iría con los clásicos: lúcuma, chirimoya. La chirimoya es una fruta bien delicada de hacerse porque se negrea al toque. Hay que utilizar cuchara de palo. Tienes que rociarla bien porque se agusana rápido, se oxida al toque. Para que el celulado salga blanquito tienes que congelarlo. Tiene toda una magia. Yo me encargo de todo eso.

Es un arte.
Claro.

¿Recuerda algunos personajes que hayan venido a su heladería, durante las décadas pasadas?
Un gran asiduo, en sus tiempos, me acuerdo, yo era chiquillo: Luis Alberto Sánchez. Y había un ministro de Justicia, en la época de Fujimori, creo que apellidaba (Fernando Vega) Santa Gadea. Él venía con sus guardaespaldas. Se venía todos los domingos. Se iba hasta Barranco, también. Yo estuve ahí un tiempo, me visitaba a cada rato. Después, bastantes actores. Mi esposa: ella te puede decir qué actores vienen. Una persona a la que siempre le han gustado mis helados y ha hecho comentarios: “Cara de Haba”.

Raúl Romero.
Raúl Romero. Hace poco estuvo. Vino con toda su gente. Yo, mayormente, no soy la cara visible. Paro escondido allá adentro, en el laboratorio.

Han venido escritores, artistas, pintores. ¿Se acuerda de alguno? De repente, algún deportista.
Uno que murió hace tiempo: (Roberto) “Cucurucho” Rojas. Él era un asiduo al helado de café. Era de la selección de fútbol. Sí. Falleció un Año Nuevo en la Costa Verde (en un accidente automovilístico, en 1991). Era un asiduo, venía seguido. Otro de los clásicos de nosotros: el helado de café. Ahora, el helado de turrón también le gusta a la gente porque lleva frutas confitadas, pasas y maní tostadito, molido.

Parece choco-chip.
No, totalmente diferente. Acá hay algo bien raro porque al strattachela le dicen choco-chip, pero el strattachela es la vainilla con chispas de chocolate, por eso le dicen strattachela, otros le dicen choco-chip. Esas son las cositas de los clientes.

Finalmente, ¿cómo invitaría a los futuros clientes?
A los nuevos clientes, lo único es decirles que, la verdad: no hay pierde. Vienes acá y hay variedad de sabores, creatividad, frescura y bastante dulzura. Eso es lo más importante para los clientes.

Y un toque familiar de décadas.
Sí. Son sesenta años. Yo, treinta años ya dedicado a hacer helados, llevando cursos en Argentina, en el Perú. Venir a un lugar familiar, no a un lugar donde todo es plano: eso es lo más importante.

Muchísimas gracias por la entrevista.
No, gracias a ti por el interés.

domingo, 29 de abril de 2012

Luz Letts




Cuando uno pinta, cuenta una historia


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Luz Letts (Lima, 1961) es una de las mejores pintoras peruanas de las últimas décadas. Uno siente verdadero placer estético al apreciar sus magníficos cuadros Columpios (2009), Nudos (2009), El puente (2008), El juego de las sillas (2008), Cuento carnívoro (2007), Ruleta de las decisiones (2005), Mujer boa (2004), Los vigilantes (2001), Si naces para martillo del cielo te caen los clavos (1995) o La isla de las mujeres solas (1995). Su trabajo pictórico nos muestra un arte reflexivo, inteligente, creativo, de imágenes poderosas y lúdicas -pero nada inocentes- que se nos quedan grabadas en la memoria y nos hacen cuestionarnos a nosotros mismos como seres sociales. Nuestra talentosísima pintora ha expuesto numerosas veces en el Perú y el extranjero (Estados Unidos, Alemania, Francia, España, Canadá, México, Argentina, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, Chile, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Bolivia y Venezuela), en muestras individuales y colectivas. Asimismo, ganó la Segunda Bienal Nacional de Lima (2000), el Primer Premio de Pintura “Villa de Madrid”, en España (1998), y el Premio del Público al Mejor Artista Extranjero en el IV Salón del Dibujo Arawak de Santo Domingo, en República Dominicana (1996). Además, ha sido profesora en la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y es ilustradora de libros para niños y adultos, así como escritora. En esta última faceta, ha publicado el cuento Plantas artificiales en la revista española Eñe, y ha sido premiada en el concurso Copé de Cuento, El cuento de las 1000 palabras de la revista Caretas y el concurso internacional de cuentos Flora Tristán. En la siguiente entrevista, Letts nos deja ingresar a su mundo profesional y familiar con una mirada crítica e irónica, analizando los colores fundamentales de su vida.


Muchísimas gracias por la oportunidad. Es un gusto para mí poder entrevistarla.
Gracias a ti.

¿En qué momento de su trayectoria artística, de su desarrollo pictórico, se siente?
Siempre en el comienzo. Claro, ya tengo tiempo exponiendo y todo, pero cada vez que empiezo algo, es como si empezara de nuevo. Es más, hasta en la pintura física misma siempre hay algo nuevo que descubrir, en la técnica. Siempre estoy comenzando otra vez.

¿Todos los días pinta o es una periodicidad distinta?
No todos los días. Es como que se juntan ideas hasta que se te llena la cabeza y ya tienes que comenzar a pintar. Es tratar de desalojar un montón de cosas que tienes en la cabeza. La pintura sirve para eso. Pero es como que varias etapas. En realidad, no sé por qué exactamente vienen las ideas. Es algo más allá. No es “¡ay, me provoca comerme este helado!” o “me encanta jugar a…”. No. Es algo más allá. Es como una necesidad. Ahí parte la idea y, después, el hecho de pintar físicamente el cuadro, ya es el “vacilón”.

Por lo que me cuenta, para usted un cuadro siempre tiene un inicio mucho más conceptual que emocional.
Sí. Es la mezcla de las dos cosas. Porque el concepto siempre tiene que estar ligado a lo emocional. Lo que pasa es que lo que hago es como un collage de ideas. Y me baso en estos personajes casi anónimos para presentar una especie de metáfora.

El hecho de que en sus cuadros, en la mayoría, siempre el uso de la luz sea reducido, o que sus hombres y mujeres tengan rostros oscuros y casi indefinidos, es parte de ese concepto que usted quiere transmitir.
Sí.

El anonimato.
Es la intención del anonimato. A la vez, el no tener una cara definida: es un sujeto, simplemente.

¿Cuáles son las influencias que usted ha tenido para desarrollar su arte?
Todas. Como pasé por la Universidad Católica, las académicas son de ahí, pero influencias, por todas partes: televisión, cine, cómics, fotos, revistas, todo lo que ves. Uno es un hambriento de lo que ve. De ahí sacas. Es como si fueras una licuadora: metes un montón de imágenes y después aprietas. Sale tu mixto.

¿Pero tiene algún pintor o pintora favorita?
Tengo muchos pintores favoritos. Cuando recién estaba estudiando lo que más me impresionaba era Francis Bacon, (Lucian) Freud. Siempre ese tipo de figurativo que va más allá de simplemente representar lo que ves. Siempre me ha jalado mucho.

Decía Fernando de Szyszlo que el arte, para él, era el encuentro visible entre lo sagrado y lo material. Para usted, ¿qué es el arte?
Para mí, el arte es algo que te lleva un poco más allá, que te cambia. Puede ser a peor, a mejor. Que te abre una ventana, sea en música, en cine. Hace que algo que estaba ahí, como en botón, se abra.

¿Hay algún cuadro que le haya cambiado la vida, suyo o de otro pintor?
Sí. Los de Francis Bacon me han cambiado la vida. Los de Velásquez, también. Miles… Los de (Francisco de) Zurbarán: pintura medio tétrica, española.

Casi gótica.
El Bosco. Todos esos cuadros me cambiaron la vida. Ahora, cuando los ves en fotos es una cosa, cuando los ves en persona, te cambian más la vida. Porque eso implica que te fuiste de viaje.

Ha tenido la suerte de verlos en museos.
Algunos, no todos.


La industria del arte en el Perú

Entrando al terreno local: decía Enrique Polanco que las galerías, actualmente, no se preocupaban tanto por la pintura con contenido. Inclusive, ahora estaban comidas por el mercado. ¿Usted está de acuerdo con esta afirmación?
Las galerías son sitios para vender arte. Es su función. Yo siempre he sido una persona bastante tímida, uno tiene que vivir de algo y tiene que vender sus cosas. Para mí, vender es casi… Me vuelvo un caracol (ríe). Entonces, la galería me parece un aliado para poder sacar mi arte. Pero el arte no solo está en galerías, está en la calle, en Internet. En todas partes. La galería tiene que vender si no, no existiría.

Es parte de la industria del arte.
Claro. No estoy en contra ni a favor. Para mí, es útil, porque yo no podría vender nada.

¿Cómo ve, al respecto, el arte peruano contemporáneo?
En el arte peruano contemporáneo lo bueno es que hay de todo. Yo veo bastantes cosas nuevas, se está oxigenando.

Las instalaciones, sobre todo.
Sí.

Que en los noventa no eran tan populares.
Sí. Claro que siempre somos el hijito de un arte mayor que se da en otras partes, pero, felizmente, eso con las comunicaciones ya se está nivelando. Cosas que se hacen acá son tan fuertes y buenas como las que se hacen en cualquier otro lado.

Cuando ha tenido la oportunidad de viajar a otros países y conocer a otros artistas, intercambiar experiencias, ¿ha sentido que los artistas peruanos están al nivel de los europeos o hay, todavía, alguna distancia que trabajar?
Hay de todo, como en todas partes. Depende a qué artistas conozcas. Lo que sí falta son más galerías, que traigan artistas de afuera, como que saquen artistas. Son muy pocas las galerías que hacen eso. Quizá una o dos. Intercambio: creo que eso nos falta bastante.


Letts y Tokeshi: armonizando vidas y colores

Usted está casada con otro pintor.
Sí.

Eduardo Tokeshi. Recuerdo que Fernando de Szyszlo decía que, casado con Blanca Varela, siempre la vida entre dos artistas era difícil. Porque los dos querían el espacio. Al final, uno de los dos terminaba haciendo primar su espacio sobre el otro, quitándole un poco el aire. En el espacio de ustedes, que son dos pintores reconocidos: ¿alguno de los dos se quita el aire o se llevan muy bien en el tema profesional?
Hay momentos. Ha habido etapas. No es tan fácil. Pero estamos tratando de, siempre, individualizarnos y respetar eso.

¿Cada uno tiene un taller dentro de la casa?
Al comienzo, cuando recién empezamos a vivir juntos, era un solo espacio. Ahora ya no. Sabiamente (sonríe) lo hemos separado.

Porque cada uno tiene su rutina.
Sí. Lo bueno es que tenemos universos creativos totalmente distintos. Y un respeto del uno por el otro bastante grande. Eso, de repente, ha hecho que podamos (convivir), pero no es fácil. Ahora está mejor el asunto.

¿Y alguno de sus tres hijos tiene el mismo interés por el arte que ustedes?
A los tres les gusta dibujar. Todo se recicla. Los vasos se vuelven soldados. Y, además, son bien musicales. Eso lo heredaron de Eduardo, porque de mí no. En la parte musical, yo soy nula.

¿Se ve usted en alguno de sus hijos, en la manera de acercarse al arte cuando usted era chica?
No, es otra cosa ahora. Porque de cuando yo era chica a ahora, han pasado cinco siglos (sonríe). ¡La tecnología! Además, mi papá es ingeniero y mi mamá ama de casa. Los dos eran bien manuales porque les gustaba hacer de todo, pero no había esa cosa de fantasía. Y ese es un problema, me parece. Al menos, en el colegio.

Y esto de las nuevas tecnologías, que los jóvenes de ahora tienen tan a la mano y manejan tan bien, ¿a usted cómo le ha afectado en su trabajo artístico?
¡Ah, es una maravilla! Porque yo tomo muchas fotos, como mi pintura es figurativa, para tener una biblioteca de imágenes. Y, ahora, con las fotos digitales, con Internet, te puedes buscar fotos de lo que quieras.

¿Contrata modelos o amigos?
Mi hermana, por ejemplo. O yo misma. O amigos. Siempre hay alguno que cae (sonríe). Hasta Eduardo ha posado.

¡Qué bueno! Su esposo: ¿alguna vez han tenido la tentación de hacer un cuadro o alguna exposición juntos?
Claro. Por eso seguimos juntos: porque no lo hemos hecho (ríe). Siempre nos proponen exponer juntos. Ni hablar. Solo una vez expusimos juntos, pero no acá, en Panamá. Fue una exposición a la que mandamos los cuadros, no fuimos (ríe). No es conveniente. Este es el primer año que vamos a exponer, acá, individuales. Siempre tratábamos de…

Que no sea el mismo año.
…que no sea el mismo año.

Para uno apoyar al otro.
Pero ya que es el 2012 vamos a cambiar.

Por el año maya.
(Ríe) Pues, ya.

¿Alguna vez se han sentido como competencia?
No. Yo respeto y admiro tanto el trabajo de Eduardo…

En el ambiente de los artistas hay mucho ego.
Claro.

Yo soy más que el otro y el otro es menos que yo.
Tenemos los egos tan inflados que solo rebotamos (ríe). Porque si uno tuviera el ego más chiquito que el otro, de repente, lo pincha (ríe). Parece que lo tenemos bien grande.


Sus cuadros: ironías de la vida moderna

Quería conversar con usted sobre algunos de sus cuadros que me habían llamado mucho la atención. Por ejemplo, Las dos guerras (2010-2011), que es sobre dos mujeres con ropa militar que se están apuntando mutuamente con metralletas. En el piso hay muchas mujeres chiquitas, cargando unas a otras. Uno no sabe si están heridas o muertas. ¿Esto es una metáfora de algo en especial?
Sí. De lo absurdo que es la guerra. Es un cuadro hecho para la muestra (Ejército Rosa. La feminización de lo marcial. 1992-2011). Era la mujer en las Fuerzas Armadas, pero yo lo vinculé más a lo que viene a ser la guerra, en la que quien paga la peor parte casi siempre es la mujer. Esa era la idea. Es tan absurda la guerra que, por todos lados, sales perdiendo.

Así es. Sobre su cuadro Mujeres Palmera (2008): en cuatro pequeñas islas, cercadas por espinas y rosales, hay ocho mujeres, dos por cada isla. Y, en cada isla, sostienen a un hombre en una hamaca. Lo que me llamaba más la atención del cuadro, aparte de todo el entorno, es que las mujeres tenían cuatro brazos por lado. Me preguntaba si esto era alguna referencia a Vishnú, que es un dios del hinduismo, el dios de la preservación y la bondad.
Esa imagen de ese dios es algo que siempre se te queda en la cabeza. Para mí, la representación es algo así como un juego, una sutil ironía. Para que cada uno la interprete. Y es bien loco porque, para mí, ese cuadro era esa idea de la mujer perfecta. Tiene independencia, pero a la vez, tiene que estar perfecta, sostener una casa. Es irónico. Acaba siendo presa de este ideal de mujer que, en realidad, es imposible.

Es por eso que necesita tantos brazos.
Por eso necesita tantos brazos. Y, en realidad, las rosas son espinas. Es como si fueran estas mallas que hay en los campos de concentración. Esas son las cosas que yo pongo, sin embargo, la gente tiene su versión. Para unos son adornos. Para otro es: “¡Ay, qué lindo!”.

Sobre el cuadro Las musas (2008): pequeñas sirenas en movimiento, donde parece que han empujado a un hombre al suelo o, también, podría ser -si uno “volara” un poco más- que lo estén empujando dentro del mar.
Has “volado” en lo correcto (ríe).

Esta idea de que las mujeres no se acercan al hombre: en sus cuadros, por lo general, no hay un contacto hombre-mujer sino un danzar juntos, pero manteniendo su espacio. ¿Es parte de eso Las musas o no? Como en Pesca artificial (2008), también: están cerca del hombre las mujeres, las sirenas, pero cerca, nada más. No se funden.
Yo siempre juego. En Las musas juego mucho con la imagen de estas sirenitas atractivas y lindas. Son como puntos de luz. Cuando viene la idea es como un golpe. Sin embargo, es…

Una revelación.
…una revelación favorable. Por eso se llama Las musas y es como que (el hombre) se ha caído a un mar o a un chapuzón. Las mujeres o casi todas las imágenes que uso son para jugar con las convenciones. En este de la Pesca (artificial): es lo que veo en Lima. Siempre he dicho que soy una pintora urbana y que son las ironías de que (la mujer) debe estar perfecta, debe tener competitividad y todo. Es jugar con darle la vuelta.

Tiene una denuncia social.
De repente, ver que es chistoso tratar de ser perfecto y buscar estas utopías. Tú abres una ventana y cada quien quiere ver su paisaje.

El humor es uno de los mejores ingredientes para el arte.
Para mí, es no solo para el arte.

Para la vida.
Sí. Me gusta el humor y, también, el reconocerse. Lo que decía: se prende el switch. Estaba ahí, pero no te habías topado con esa imagen. Eso es lo que más me gusta del arte: siempre te está sorprendiendo, siempre te voltea la página.

¿Cuáles son sus próximos proyectos o está trabajando en algo?
Tengo una exposición en julio. Una individual.

¿Se prepara con mucho tiempo?
Solía hacerlo (ríe). Esta está más en mi cabeza que en el cuadro en sí, todavía. Pero ahí va. El concepto, la idea, todo está bien ordenado. Hay fichero para cada cosa, pero el asunto material, todavía.

¿Seguirá siendo el protagonista (de sus cuadros) el hombre con camisa?
El hombre y la señora. La mujer, también. Con su vestido blanco y pelo negro. Lo mismo de siempre.


Otra pasión: la literatura

Usted está escribiendo ahora algunos textos. ¿Podría contarnos un poco acerca de eso?
Sí. Yo siempre he escrito. Me gusta escribir cuentos, escribir cosas. Ahora, un amigo me dijo para escribir un cuento de terror: me gustó mucho.

¿Javier Arévalo?
Javier Arévalo.

Y esta experiencia de escribir, ¿desde cuándo empezó en usted? ¿A la par con la pintura?
A la par con la pintura. Es más, me acuerdo una vez que tuve un examen… Esos exámenes medio tétricos que hay en la carrera de artes, donde me dijeron: “¿Tú por qué no te vas a literatura?”.

¿Y lo pensó o no?
No. Ni se me pasó por la cabeza. Estaba bien convencida de que lo que quería era pintar. Pero cuando uno pinta, cuenta una historia, y cuando escribes, es como que describieras una escena. Son complementarios.

Y este texto de terror, ¿cómo se llama?
El asedio de las sombras.

También ha ilustrado muchos libros.
No un montón, pero sí he ilustrado libros para niños y, también, libros de texto. La ilustración me encanta. Me encanta hacerla, verla y coleccionarla.

Cuando ha ilustrado libros para niños, ¿se los mostraba antes a sus hijos para que los vieran, como una especie de jurado previo?
Tengo un libro, que todavía no está impreso, pero está ya escrito y dibujado. Es la historia de los tres (Elisa, Martín y Alina), de una anécdota que pasó. Pero el que me publicaron fue la historia de Martín. Entonces, las otras dos están esperando (ríe).

Celos de hijas.
Sí. Como que han tenido mucho que ver estos cuentos infantiles con los chiquitos. Han sido cuentos que uno les iba inventando. Esos que se han quedado por ahí, en los escritos.

Deben ser cuentos creativos, siendo para hijos de artistas.
Y son bien críticos, recontracríticos.

Muchísimas gracias, señora Letts.
Gracias a ti.

lunes, 16 de abril de 2012

Jorge "Pelo" Madueño


“La gente de hoy está más contaminada que la de mi generación”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Muchísimo talento y sensibilidad musical están presentes en cada disco que Jorge “Pelo” Madueño ha publicado. Sea con bandas o como solista. Este gran músico peruano acaba de sacar al mercado Nivel nacional (2012), su tercer disco solista. El exlíder de La Liga del Sueño ha logrado en esta placa canciones magníficas, como Halcón peregrino, Es por amor o Todo por ti, que llevan su indiscutible sello. También encontramos un fresco dueto con el emblemático cantautor español Mikel Erentxun -Las respuestas no están en el horizonte-.

Tras su estupendo segundo disco No te salves (2008) -que tenía joyas como Es hora, Redención o No hay estrellas en el mar- el exNarcosis ha demostrado con esta nueva producción, la cual presentará el viernes 20 de abril en la discoteca Vocé, una conmovedora emotividad puesta en cada tema y una creatividad inacabable. A Dios gracias, todavía quedan en el Perú artistas de verdad -esa especie en gravísimo peligro de extinción- como “Pelo” Madueño.


Muchísimas gracias. Es un gusto enorme. “Tengo la afición de tomar siempre un nuevo camino”. Esta parte de Halcón peregrino, ¿podría ser una definición de tu actitud dentro de la música?
Sí. Definitivamente, consciente o inconsciente, orgánica o pensada, siempre se da esa realidad para mí cada vez que estoy con un disco nuevo, con un camino nuevo en la música. Cada vez que he hecho algo que marque, de alguna manera, un paso -que normalmente se traduce en un disco-, siempre es un nuevo camino. Es curioso, se me ha ido dando así. Y, a estas alturas, creo entender por qué. Es, en parte, una búsqueda, pero en parte, también, unos resquicios de rebeldía.

Además, un halcón peregrino es el animal más rápido de la Tierra: puede ir a más de 300 kilómetros por hora en ataque.
Te aseguro que yo no soy el halcón, ja, ja, ja…

Te han hecho una mala fama, entonces.
Me han hecho una buena fama (sonríe). En eso estoy de acuerdo.

Este tema (Halcón peregrino), justamente de Nivel Nacional, me parece el mejor del disco. Es una fusión buenísima: ese inicio medio jazzeado, una parte de flamenco, una partecita de rock en guitarra y, al final, esos vientos que parecen de una canción reggae. ¿Cuánto tiempo te ha demorado elaborar un tema así?
No mucho tiempo, la verdad. Yo creo que esta canción reúne un montón mis mundos musicales. De manera inconsciente, también. En verdad, empezó construyéndose con tres acordes y la voz. De hecho, se separa un poco del resto del disco. Alguien ya me comentó que parece una canción de mi segundo disco y no de este, y puede tener razón.

Del No te salves.
Del No te salves. Porque es una canción que tiene mucha más profundidad, más mística.

Te transporta.
Sí. Y son características que tenía mucho mi disco anterior.

Más íntimo.
Sí. Y más profundo, místico, subjetivo, sugerido, más rico en matices, colores. Hay una densidad pictórica en el disco anterior, pero es parte de mí, también. A pesar de que el disco nuevo no va por ese camino, sí hay declaraciones como esta, de que quizás en un disco posterior pueda ir por ahí. Pero esta canción, sí, definitivamente, tiene eso, y a la gente que le gusta más ese tipo de música le engancha mucho. Tanto, que me hace pensar si me he equivocado al no seguir por el camino de No te salves. Pero es mi escape místico del disco.

En todo caso, puede ser el germen, en esa onda, para el cuarto disco.
Está todo abierto. Es sofisticado el tema, ¿no?

Sí, bien sofisticado.
Creo que muestra, de manera natural, una sofisticación musical.

Sí.
En los timbres, en los toques de los instrumentos. Esta es una de las canciones en que yo toqué casi todo, menos los vientos, por supuesto.

Y esa parte que haces tu voz en sordina es (impactante). Te saca del cuadro.
Es el trash que me gusta tanto del nuevo folk.

También en este disco tienes un homenaje a Nino Bravo, que es la versión reggae de Un beso y una flor. ¿Ha sido una influencia para ti Nino Bravo o simplemente es que te gustaba el tema?
No, porque cronológicamente no llegó a influenciarme, pero son canciones que he oído toda mi vida. Y esta canción, en realidad, la empecé a tocar más que por mí, por lo que me daba la canción en el momento que volví a Perú, que siempre habla esta canción de ir de una tierra a otra.

“Al partir…”
“Al partir…” De dejar algo, renunciar, de tener el capítulo abierto por delante y de llevar, en esos idas y vueltas, la emoción y la herida abierta. Eso es lo que me gustó mucho de la canción. De hecho, me acompañó en los primeros meses, casi el primer año de volver aquí porque, además, la tocábamos: la metí a mi repertorio en vivo. Y el espíritu que me ha dado esa canción durante todo este tiempo ha hecho que calce muy bien con el disco. No hubo que pensar mucho para ver si la metíamos o no. Quien lo tuvo que pensar más fue la editorial y la gente de las autorizaciones pertinentes.

¿No tuviste ninguna reticencia? Porque siempre un tema de una voz tan extraordinaria como la de Nino (intimida)…
Yo creo que Nino, desde el más allá, movió los hilos. Porque sabe que detrás de una voz que no es como la suya -y quizás para él, ni técnicamente buena- hay un buen muchacho y bien intencionado.


La gente sí aprecia las propuestas con arte y contenido

Siempre hay un espacio para ti en Lima, si bien ya van dos años (desde) que has vuelto, o un poco más. ¿Por qué crees, básicamente, que se da todo este afecto? ¿A que fuiste parte de La Liga del Sueño, de Narcosis o, simplemente, a tu talento natural?
Yo creo que es una mezcla de todo. De alguna manera, los grupos en los que he estado y en los que la gente me ha reconocido han sido de dar mucha batalla, mucha lucha, buscarse un espacio. No hemos sido los músicos que salían de un formato de música radial o televisiva sino que hemos salido a la calle. La gente ha apreciado eso en el camino y, además, ha apreciado que músicos que están en la lucha todo el tiempo den buenas canciones, den propuestas con contenido, arte, atrevimiento.

No eran artistas prefabricados.
Que es diferente a un producto prefabricado. Eso, al final, a lo largo del tiempo y con mucha carretera, la gente lo valora. Yo me acuerdo, cuando volví el 2004 -después de estar cuatro años totalmente desconectado-, con un disco bajo el brazo, (que) la gente de La Liga del Sueño estaba ahí. Gente nueva, también, y decían: ¿Este quién es? Y me hacían el link con canciones de La Liga… Al final, lo que respetan y valoran, también, es la carrera. El tiempo y la obra. Ven que no eres flor de un día, que no es que te dormiste en una especie de éxito o meta trazada. No hay ninguna meta trazada, en realidad. La única es la de hoy ser, crear. Y esas son las cosas que, creo, me mantienen vivo en la gente. Curiosamente, mis últimos tres discos distan entre sí de cuatro años, por motivos de la vida. No lo quisiera así.

No lo has planificado.
No. Y ahora quiero editar con más frecuencia. Tiempo que estoy aquí, tengo mi estudio. Pienso que, de alguna manera, sí estoy en un punto de partida, porque volver a un país donde has estado fuera diez años te coloca frente a mucha gente que no sabe nada de ti. Eso, por un lado, es positivo, pero, por otro lado, no lo es. La gente de hoy está más contaminada que la de mi generación.

Sobre todo por esta moda del reggaetón.
Más que por modas musicales específicas, han crecido en otra realidad cultural: involutiva, cerrada, pobre, banal y hasta vulgar. Entonces, la minoría es menor que antes. En mi época, la minoría era grande.


Cuando un ídolo quiere tocar en tu nuevo disco

Tienes otro tema, también: Las respuestas no están en el horizonte, grabado con Mikel Erentxun. ¿Qué tal fue esa experiencia? Con alguien que, además, has tenido la suerte de conocer hace cinco años y has teloneado.
Cuando me dijo: “Pelo, yo quiero estar en tu disco aunque sea tocando la pandereta” (Madueño pone rostro de asombro). Claro, en ese momento estoy con él, somos dos patas, él está en la camioneta y yo, también. Volvemos de un concierto que hemos dado juntos. Pero ahí estamos iguales, a la misma altura. Pero luego dices: “¡Carajo!”. Es bien intenso. ¡Este tipo es el Bruce Springsteen español, pues! Este tío es la voz y el cantautor de rock que está vigente desde los años ochenta hasta el día de hoy.

Desde Duncan Dhu.
Desde Duncan Dhu. Prolífico, talentoso, elegante, cool. Me parece de puta madre. Yo, cuando sea grande, quiero ser como él, ja, ja…

Y, ahora, ¿podrán venir nuevos duetos con él?
No, yo no abuso. Acepto los regalos de la vida y la tierra, pero no abuso.

Pero, también, has tenido otro regalo muy bueno: cuando grabaste con Joaquín Sabina (el tema Nuestro secreto para Ciudad Naufragio, su primer disco solista).
Por supuesto. Mira tú.

Está viniendo uno por disco: en el próximo, también, viene otro superstar.
Vamos a ver (sonríe).


La corrupción en la música peruana

El tema que está rotando ahora es Calavera Reggaetón. En el fondo, es la crítica a la corrupción política de nuestro país. ¿Pensaste hacer un tema en reggaetón para presentar o introducir el disco más fácilmente en las radios? ¿O, de verdad, tienes algún afecto musical por el reggaetón?
No tengo ningún afecto musical. Yo creo que el reggaetón es un estilo que no despierta afectos: despierta impulsos. Son lenguajes musicales que, quizá, en un inicio tenían cierta cosa positiva, pero hoy creo que le sacan cosas bastante animales, más que afectos. Pero no. ¡Qué va! Simplemente, esa palabra está ahí porque apareció cuando estaba haciendo la letra. Y porque la corrupción tiene este halo calavera, mortuorio, oscuro, perverso. El reggaetón también tiene ese halo. Por lo menos, como lo conozco yo. El perreo, la pumba-pumba y, sobre todo, los valores que te muestran los reggaetoneros: generalmente, son valores metálicos. Las cadenas…

El bling-bling.
La mafia, la corrupción. Creo que se llevaban muy bien esas dos fórmulas para poner nombre y apellido al personaje. Calavera reggaetón: la letra va a alguien específico. “No creas que tú lo tienes seguro, no…”: va a cualquiera, pero va a una persona específica. No creo que cambie nada esa canción, en verdad. Además, no es la letra que dice: “No a la corrupción”. No es tan fácil de descifrar, salvo por el mensaje que saqué de Anonymous. No es tan fácil de descifrar que va contra la corrupción. Yo le hice esa canción a una persona específica, que es de alguna institución que tiene que ver con la música y está muy corrupta en este país. Así es.

¿APDAYC (Asociación Peruana de Autores y Compositores)?
Prefiero no dar nombres. Simplemente, porque nuestro sistema legal es una mierda. Está mal y corrupto.

¿Te ha maltratado esa institución?
Yo hice esta canción a esa institución. No tengo ninguna intención de que sea una canción que represente la lucha anticorrupción. Además, no la hay. No hay ni habrá una lucha anticorrupción. En realidad, los únicos que le podemos dar a la lucha anticorrupción, somos la sociedad civil. No hay más. El fuero político, jamás. Ninguna institución se puede poner a luchar contra la corrupción porque está yendo contra el Estado que está corrupto. La sociedad civil es la única que puede rebelarse a la corrupción.

Y los músicos desde sus canciones pueden hacer muchísimo.
Los músicos y los artistas sí podemos hacer mucho, claro.

Cuando, en tu caso específico, en el 84 con Narcosis decías: “Destruir para…
“Para volver a construir”.

…para volver a construir”. O decías: “Sucio policía (verde, actúas por conveniencia…)”.
Claro. Ahora, no sé, pues. La sociedad civil está bien dormida. No sé qué tanto se pueda lograr con canciones así. En realidad, lo que he querido es joder un poco. Hay varias canciones en el disco que hablan un poco del entorno, de lo que encuentro aquí. Finalmente, la corrupción es algo por lo que me fui, también.

El año 2000 (en pleno régimen fujimontesinista).
Claro. Lo que pasa es que educarte en un sistema tan corrupto es educarte en la enfermedad. Para todos.

Hay otro tema que espero pronto le hagan un video, también. Del Nivel Nacional: Es por amor. Tiene mucha energía, es bien rock, aunque tiene letra romántica. Sigue este “Pelo” rockero de sus discos anteriores. ¿Habrá algún video pronto?
¿De Es por amor? De todas maneras. Porque, además, parece que lo vamos a utilizar como tema promocional, también. Como single. Estamos trabajando ya en el guión.


El padre que muchos músicos hubieran soñado tener

Antes de terminar, quería citar algo que tú habías dicho antes: “Quizás yo tuve un padre que muchos músicos hubieran querido”. ¿Crees que la influencia de tu padre ha sido absolutamente definitiva para ser el “Pelo” Madueño aún rebelde y con muchísimo talento que eres hoy?
Definitivamente. Hemos heredado, todos los hermanos, una musicalidad a la que no se le puede dar la espalda. No la podemos desconocer por más que quisiésemos. Eso viene de mi padre. Y, a su vez, viene de su madre. Eso por el lado de la sangre. Luego, mi padre, lo único que ha querido -sobre todo ya con años avanzados- es que sus hijos se dediquen a la música. De repente, cuando estábamos terminando el colegio no lo decía. Dejaba que cada uno busque qué es lo que quería. De hecho, no nos dijo nada. Ni hagan esto ni no lo hagan. Siempre hemos sido peces sueltos toda la vida. Por supuesto, muchísimos músicos que han tenido trabas familiares, hubiesen querido que sea su padre. Primero, porque los hubiese dejado hacer lo que quieren y, segundo, porque hubieran tenido maestro gratis, ja, ja, ja, ja...

Ja, ja, ja… Muchísimas gracias.
Muchísimas gracias a ti.

Muchos éxitos con tu disco. Nunca pierdas ese talento y esa honestidad tuya.
No. Posiblemente, me pueda convertir en un mentiroso y en un puto, pero el talento no lo voy a perder nunca, ja, ja...

Ja, ja… Gracias.
Gracias a ti.