sábado, 28 de julio de 2012

Claudia Piñeiro


“Cada país tiene su propia violencia”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


La premiada escritora argentina Claudia Piñeiro (Gran Buenos Aires, 1960) es una de las invitadas más importantes que ha tenido esta XVII Feria Internacional del Libro de Lima. Sin embargo, la literatura no es su único interés, puesto que, también, es dramaturga, guionista de TV y contadora de profesión. Además, escribe la columna Los jueves de Claudia Piñeiro en el suplemento literario Télam. Igualmente, ha publicado las novelas Betibú, Las viudas de los jueves (Premio Clarín de Novela 2005. El jurado estuvo conformado por el Nobel 1998 José Saramago, Rosa Montero y Eduardo Belgrano Rawson. Además, la novela fue llevada al cine el año 2009 por el reconocido Marcelo Piñeyro), Las grietas de Jara (Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2010. Julia Solomonoff hará una versión cinematográfica), Elena sabe (Premio Liberatur 2010) y Tuya (finalista del Premio Planeta 2003). Asimismo, su novela El secreto de las rubias (inédita), de 1991, fue una de las diez finalistas del concurso La sonrisa vertical, de la editorial Tusquets. Ese mismo año tomó la crucial decisión de ser escritora, dejando de lado su cargo como gerente administrativa de una empresa. Por otra parte, su libro de relatos Serafín, el escritor y la bruja ha sido traducido a varios idiomas, y su novela para niños Un ladrón entre nosotros ganó el Premio Iberoamericano Fundalectura Norma 2005. Finalmente, en su veta teatral, su drama Un mismo árbol verde ha sido candidata a los premios Florencio Sánchez y María Guerrero, y ganó el premio ACE 2007. Madre de tres hijos y admiradora de Proust, Chéjov y Shakespeare, Piñeiro nos cuenta un poco de su vida y reflexiona sobre la exposición mediática que soporta el escritor del siglo XXI, También analiza la violencia y las crisis sociales y económicas que han generado obras literarias en América Latina, últimamente.

Muchas gracias por la oportunidad. Ricardo Piglia decía que había que inventar un nuevo género literario: la ficción paranoica, ya que en los policiales muchas veces se persiguen todos y todos son sospechosos. ¿Sus novelas están cerca de ese tipo de literatura?
Me interesa mucho la tesis esa de Piglia, de la ficción paranoica, en el sentido de que en un policial hay que siempre encontrar quién es el culpable. A veces, en la vida no sucede así. Y si no hay eso, todos tratamos de ponernos de acuerdo para marcar quién es y tranquilizarnos. Es interesante eso. Me gustó mucho cómo trabaja sobre esa misma tesis en esta última novela, Blanco nocturno, que tiene mucho de eso.

Varias de sus novelas han tenido como referentes casos policiales irresueltos en Argentina, que han tenido como víctimas, sobre todo, a mujeres de clase media o clase alta.
En realidad, cuando yo escribí Las viudas de los jueves mucha gente lo asoció con un crimen que se cometió (el caso García Belsunce): cuando la escribí todavía no se había cometido ese crimen. Escribí esa novela independientemente de un caso real. Es un caso que yo inventé para la novela, luego pasó que mataban a alguien. Ahora, cuando escribí Betibú sí habían pasado varios crímenes y me planteé directamente lo del policial a partir de esos casos reales porque, justamente, como con la primera de las novelas no era así, era como darle una vuelta de rosca a esta situación de que todo el mundo creía que me había basado en hechos reales. En esta sí me basé en algunos hechos reales. Por supuesto que todo es ficción, pero hay una base de casos reales que están mencionados en el libro inclusive.


Porque en definitiva, y por más que a una le pese, a toda mujer, en algún momento, le meten los cuernos. Es como la menopausia, puede tardar más o menos, pero ninguna se salva. Lo que pasa es que hay algunas que nunca se enteran. Y ésas la pasan mejor, porque para ellas la vida sigue igual. En cambio, las que nos enteramos empezamos a preguntarnos quién será ella, dónde fallamos, qué tenemos que hacer, si tenemos que perdonar o no, cómo cobrarles a ellos lo que nos hicieron, y para cuando el susodicho ya dejó a la otra, el enredo mental que nos armamos es tan grande que ya no podemos volver atrás. Hasta corremos el riesgo de terminar inventando una historia mucho más grave y rebuscada que la verdadera. Y yo no quería equivocarme como se equivocan tantas mujeres. Porque en definitiva, una mujer que dibujaba un corazón con rouge y firmaba "tuya" no podía ser alguien importante en la vida de Ernesto.

Fragmento de la novela Tuya, de Claudia Piñeiro.


Betibú empieza con un tono muy distinto a Tuya.
Claro. Sí.

Un tono totalmente distinto.
Totalmente distinto. Sí.

Tuya es un tono humorístico inclusive.
Es una novela que tiene más humor.

Desde la primera página.
Claro. Es la novela donde hay más humor, de las mías.


La violencia como generadora de literatura en América Latina

Usted, seguidora del género policial, ¿cómo ve el desarrollo de este género literario en América Latina?
Yo, la verdad es que no leo más policiales que otras cuestiones de literatura. A veces, en medio de esa literatura hay novelas policiales y otras que no. Las elijo porque me gustan los autores más que por otra cosa. Pero me parece que la literatura latinoamericana tiene que dar cuenta de mucha violencia que hubo, hay y seguirá habiendo, seguramente. Por eso en México se habla tanto de los cárteles de la droga y hay muchos escritores escribiendo como Elmer Mendoza y muchos otros, que se hacen cargo de esta situación que tiene más que ver con la violencia.

Las narconovelas.
Exactamente. Cada país tiene su propia violencia y me parece que el género policial se hace cargo de esa situación social y lo cuenta. Por eso, también, tiene tanto éxito y a la gente le interesa: porque siente que alguien pone en palabras lo que están viviendo, de alguna manera.

Claro. La crisis del año 2001 en Argentina promovió la aparición de muchas novelas en donde se manifestaba esta violencia de la sociedad.
Sí. Mi novela Las viudas de los jueves trata de la crisis del 2001. Se queda justo antes, pero lo que te cuenta es cómo vivieron esas familias acomodadas sin darse cuenta que eso iba hacia la crisis del 2001. Después surgieron muchas otras novelas sobre la crisis misma. Ahora sucede, por ejemplo, en España, que a veces te dicen: “Ay, pero esas novelas fueron premonitorias”. Y no es así. Hemos tenido crisis muchos años, cada tantos años vuelve una crisis, estábamos como entrenados en las crisis económicas.

Son cíclicas…
Sí.

…en Latinoamérica.
En España, en Europa, venían de una estabilidad de muchos años. Y eso fue como un sacudón: la caída del Estado de Bienestar.


El trabajo adicional de los escritores

¿Siente todavía que su vida cambió mucho después del año 2005, cuando ganó el Premio Clarín, o ya asumió totalmente la fama? ¿Ya no le afecta?
El tema de la exposición mediática para los escritores es complicado porque, en general, somos más bien solitarios. Durante mucho tiempo, uno no conocía la cara a los escritores. Pero te vas acostumbrando porque, además, hay una situación de tener que ir a promover los libros a distintos lugares. Hay mucha oposición del escritor. A veces, si no acompañás, si decís que no a todo, el libro no circula lo suficiente, no lo conocen los lectores. Es una pena porque el libro debería circular igual, sin que uno tenga que reforzar eso. Ha cambiado hacia ese lugar: las ferias, las notas en los diarios, y eso es como un trabajo adicional que tenemos los escritores, que no siempre nos gusta.

Su caso como escritora, me hace recordar mucho al de Elmer Mendoza, que también tenía otra profesión distinta, y habiéndose desarrollado en otra profesión -él era ingeniero electrónico-, deja (su trabajo).
Sí.

En su caso, usted es contadora.
Claro.

¿Cómo fue ese cambio?
La escritura estuvo siempre. Yo escribía desde muy chica, siempre. No pensaba que me iba a poder dedicar a la escritura porque no estaba dentro de mi cosmovisión. Mi familia es de clase media humilde, donde no hay ni escritores ni artistas ni nada que se le parezca. Entonces, no se me ocurría que yo podía ser escritora. Yo tenía que estudiar algo que me permitiera trabajar y luego escribir, si es que me quedaba tiempo libre. Asumir ese cambio me llevó un tiempo, pero no es que la escritora apareció de pronto a los treinta años sino que estuvo siempre, pero cumpliendo con sus otros deberes.

En cambio, ahora es su primera prioridad.
Sí. Por suerte, me puedo dedicar a eso y pude abandonar las otras cosas.

¿Cómo se ha sentido en esta feria del libro peruana? ¿Primera vez que viene al Perú?
No. Es como la cuarta o quinta vez que vengo y la verdad es que me gusta mucho. Me gusta mucho Lima, la feria esta muy linda. Había mucha gente en las charlas que estuve con mis compañeros. Totalmente agradables porque la gente participa, te pregunta, te das cuenta que leyeron tus libros. Es un intercambio que se puede dar ahora, también, mucho por las redes sociales.

En el Perú se sigue mucho a la literatura argentina.
Me imagino. Sí. Preguntan por muchos autores, así que se ve que hay una buena circulación.

Muchas gracias por la oportunidad.
De nada. Gracias a vos.

martes, 3 de julio de 2012

Jorge Carrión


“Me considero un escritor que, además, viaja”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Hijo de andaluces, Jorge Carrión (Tarragona, 1976) es un crítico literario y escritor al que no le gusta mucho que lo califiquen de cronista, aunque lo sea -y de los buenos-. Cree convencido que para hacer un buen trabajo de crónica de viajes uno debe estar atento a todo: la realidad, los libros (que incluyen poesía, cuento, novela, ensayo), las historietas, la música, el cine, Internet, y más. Todo puede incluirse en la crónica -un género que por naturaleza no discrimina nada-, pero hay que integrarlo con inteligencia y arte. Carrión vino a Lima hace poco, para ofrecer un taller de crónica de viajes y dar conferencias gracias al Centro Cultural de España. Doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ha publicado los libros de no ficción La piel de La Boca (2008) y Australia, un viaje (2008), el libro de artista GR-83 (2007), La brújula (2006) sobre crónicas de viaje, la novela corta Ene (2001), y la traducción de una famosa obra del siglo XIV del escritor catalán Bernat Metge: El sueño (2006). Asimismo, ha editado la antología de literatura joven Amor global y otras infamias (2003) y es co-director de la revista Quimera. También ha colaborado con revistas como Travesías, Etiqueta Negra, Punto de vista, Lateral, Señales, Brando y Letras Libres. Sus textos han sido antologados en Alemania, España, Cuba, Argentina y México.

Un cronista de viajes: ¿en qué consiste todo el background que debe tener para hacer esto que, a primera vista, es algo sencillo, pero, en verdad, es mucho más complejo de lo que el nombre pinta?
Yo estudié Humanidades, que en España es como la antigua Filosofía y Letras, es una carrera que habla de todo, pero de nada, y es cultura general. Creo que me fue muy bien para viajar esa visión. Me acuerdo que había una asignatura de Historia de África, una de Historia de la Ciencia, una de Psicología, aparte de las de Literatura, Arte y Filosofía. Esa visión como más amplia del mundo me fue muy bien para viajar. Lo que uno necesita para viajar es interés y cierta capacidad de absorción de la información. Si uno tiene eso, puede viajar.

¿Sentiste en algún momento que eras un periodista viajero o que eras un literato viajero?
Yo me considero un escritor. No sé tampoco exactamente qué es eso, pero desde siempre me considero un escritor y he hecho muchas cosas vinculadas con el periodismo, la gestión cultural, la docencia, la edición. Básicamente, me considero un escritor que, además, viaja.

¿Consideras que ahora -por la globalización- la crónica de viajes está en un boom o es una cosa separada, no tiene una correlación directa?
El boom, el auge del turismo como industria casi principal de nuestros días, ha hecho que todos los discursos vinculados con el turismo estén en auge: el televisivo, internáutico, escrito, fotográfico. Entonces, la crónica de viajes se engloba en eso. Pero la crónica en tanto literatura pone en crisis el discurso turístico. De modo que, si la producción periodística-turística está en auge, la crónica no debería estarlo, porque su condición es precisamente no ser moda sino ser un contradiscurso.

El cronista de viajes no puede ser un turista, no puede disfrutar tanto un viaje porque está en plan de análisis de todo lo que le rodea, todo lo que ve y todo lo que escucha. ¿Cómo hace para disfrutar de un viaje? ¿Es imposible disfrutar al cien por ciento cuando va en plan de “voy a hacer una crónica sobre este lugar”?
Es justo al revés. Todo depende de qué entiendas por “disfrutar”. No te puedes relajar, no puedes quizá descansar, pero “disfrutar” mucho, porque le sacas un rendimiento intelectual absoluto. Un día de playa y museos puede ser encantador y relajante, muy placentero si quieres, pero un día en que entrevistas a cuatro personas y te llevan a un barrio que no conocías que existía, y llegas a casa agotado, pero con cuatro apuntes y cuatro ideas, eso es mucho más. Puedo haber disfrutado mucho más, un disfrute intelectual. El viajero que está atento, trabajando, activo, saca un rendimiento mucho más grande de la realidad.

¿De qué lugar te ha gustado más escribir una crónica?
Creo que sobre Buenos Aires -que es mi último libro- porque era un reto escribir una crónica sobre la vida cotidiana en un lugar que no es el tuyo. Viví en La Boca unos meses y escribir un libro sobre un lugar en el cual solo has vivido vida cotidiana, no ha pasado nada excepcional, y que eso tuviera interés en sí mismo, era un reto. Entonces, La piel de La Boca, que es este libro pensado para lectores no solo españoles sino sobre todo argentinos, era el lugar que me ha provocado más placer. Además, es un libro que escribí después de haber intentado hacer un documental visual, que escribí a partir de imágenes y entrevistas filmadas. Es un libro mediatizado por la experiencia de la cámara de video. Eso me pareció muy interesante, me dio mucho placer. Primero, muchos dolores de cabeza para encontrar la forma, pero una vez que la encontré, mucho placer.

Muchas veces las crónicas suelen percibirse como finitas y cortas, destinadas para unas ocho, diez páginas, como podemos ver en Etiqueta Negra, por ejemplo. Cuando uno hace un libro de crónicas -como es tu caso- sobre Buenos Aires -y Australia, también-, ¿se acerca al ensayo quizá, un ensayo geográfico, un ensayo croniquero?
Hay un escritor español que se llama Eloy Fernández Porta que es muy buen teórico, y él llamó lo que yo hago “ensayo en movimiento”. Creo que es una buena definición. Porque yo he ensayado las tres distancias: la crónica breve -el relato-, la crónica intermedia que yo le llamo nouvelle -novela corta-, y la crónica larga que es el libro de Australia -que sería mi novela de no ficción-. En los tres hay ensayo. Porque el ensayismo, si uno recuerda los orígenes en (Michel de) Montaigne, tiene que ver con el movimiento de las ideas, con la divagación, y la divagación es textual, pero también física. Divagar es vagar. De modo que, recuperando esa idea de Montaigne, del ensayo como divagación y digresión, el viaje es muy digresivo y ensayístico. De modo que sí, es una forma óptima. Pero creo que ya hemos superado los géneros y que la crónica es ensayo, el ensayo es crónica, todo es novela aunque no tenga ficción.

Eres joven y, por lo tanto, estás muy ligado a la tecnología. ¿Cuáles son tus fuentes principales mediáticas, de información, para sostener tus crónicas?
Primero, la asociación directa a la realidad, la libreta de apuntes de lo que has visto. En segundo lugar, las lecturas que uno hace en el viaje: siempre se lleva tres, cuatro libros -vinculados a ese tema- que le pueden iluminar. Y después Internet. No solo Google Imágenes sino, también, Google Videos o YouTube. Muchas veces hay videos en Internet sobre un personaje, una situación o un paisaje que te pueden ayudar. Yo tengo una crónica breve sobre Marina d’Or, que es un macrohotel español, con una playa artificial muy mal hecha: descubrí cómo estaba de mal hecha esa playa porque había un video en YouTube que era de un nativo de allí que filmó la playa, y cuando llueve se desarma (estaba construida sobre un lecho pedregoso). Entonces, fue YouTube el que me dio la clave. Uno tiene que estar muy abierto a todo, y muy atento a ver de dónde puede venir la fuente. Estamos en un mundo sobresaturado de información y fuentes, y muchas son válidas o parcialmente aprovechables. Hay que estar alertas a ver de dónde viene el input.

¿El Perú te provoca en algún momento para hacer una crónica?
Sí, sin duda. El tema es que yo me muevo por dos impulsos: uno, el del encargo. En ese sentido, he propuesto una semblanza, una entrevista a Antonio Cisneros: he leído su poesía y es poesía de viaje. Toda su vida viajó y toda la vida escribió sobre viajes. A ver si me la conceden, me la encargan, sino supongo que no la haré. Para mi obra personal he tomado apuntes para un libro que estoy dirigiendo hace años que se llama La vuelta al mundo, que son fragmentos de todo el mundo, y he tomado apuntes de Perú en Cuzco, Lima. Por ejemplo, voy a escribir sobre la librería El Virrey que me parece una librería muy interesante, pero particularmente no tengo ningún tema.


En Lima, para llegar al poeta Antonio Cisneros, hay que atravesar algunos estratos de leyenda (obviamente urbana). Que si es un hombre difícil, que si bebe demasiado, que si su genialidad, que si su egocentrismo. Así que cuando llamo a su puerta del barrio de Miraflores, a pocas calles del océano, estoy a la expectativa. Acabo de leer la nueva edición de su antología personal Propios como ajenos, cuyo prólogo finaliza así: “Ahora sobrevivo en Lima, con mi mujer, mis tres hijos y mis cinco nietos. El muchacho que fui se ha convertido en un viejo patriarca. Escribo poco, mantengo a duras penas mi tan poquita fe y temo cada día.” Me espero una casa llena de gente, pero no oigo ruido de fondo cuando me atiende la voz de la empleada: “Suba.” Es una edificación de tres plantas, unidas por la escalera que subo, siguiendo una voz masculina muy grave, que resuena desde lo alto: “Jordi, siéntate, ahora bajo.” No hay nietos de por medio: nada es más ajeno a este salón que la infancia y el movimiento (…).

Fragmento de Whisky con Cisneros, de Jorge Carrión. Publicado en el blog del autor español.


La juventud: ¿te parece que es la mejor época para ser un cronista, o te ves como un cronista a lo Kapuscinski? Hasta anciano siguió viajando por el mundo y escribiendo acerca de la realidad de todos los lugares.
Yo me veo escritor. Entonces, no sé que voy a hacer con esa escritura. Cronista es una palabra que no me interesa aplicarme a mí mismo, y como escritor sí me veo escritor de viajes o de movimiento toda la vida. No sé si me voy a cansar de viajar. De escribir, seguro que no. De viajar, creo que tampoco. A ver qué pasa.

Leyendo (tu texto) El grito se nota que hay partes poéticas que fluyen en ti. Cuando se acabe tu época de cronista -si bien no te gusta mucho esa palabra-, ¿piensas, de repente, dedicarte a la poesía? Porque ya siendo cronista eres un narrador, pero veo un aire poético fuerte y sólido, unas luces por ahí muy buenas.
Es que tengo un problema, a los veintipocos años leí muy en serio a Paul Celan, tanto la obra como la crítica sobre su obra, y creo que Celan llegó tan lejos, que yo no sé como ir más lejos. Leyendo la crónica, el viaje, se me ocurren caminos donde puedo avanzar. Leyendo poesía no se me ocurre por dónde. Entonces, eso me impide escribir poesía. No me siento poeta. Creo que es algo extremadamente difícil, al menos no he visto la forma por dónde yo podría aportar algo. Lo que sí me interesa mucho es la literatura como poesía, la ambición poética, simbólica del lenguaje, y en eso sí que trabajo. La verdad es que no me veo publicando poesía. Al revés, veo -si superamos definitivamente los géneros- que alguien entienda que un texto mío en prosa, una crónica, por ejemplo, es un poema. Pero no escribiendo poesía tal como se entiende, en verso.

Muchas gracias por la entrevista y que disfrutes tu estadía en el Perú.
Gracias a ti.

Nota: Esta entrevista fue publicada en setiembre de 2008 en la revista digital Sociedad Latina.