miércoles, 10 de octubre de 2018

Víctor Delfín



“Comprometerse es casi una necesidad”

 
Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

Víctor Delfín (Piura, 1927) es uno de los artistas más importantes y premiados del Perú. Acaba de ser reconocido, en julio de este 2018, como Personalidad Meritoria de la Cultura por parte del Ministerio de Cultura. Este destacado pintor y escultor bellasartino, que tiene una lucidez y energía asombrosas para su edad, realizó su última muestra individual de arte “Del cerro San Cosme al puente Brooklyn” en el Centro Cultural Inca Garcilaso, hasta fines de enero del presente año.

Sus obras han sido expuestas en galerías y museos de Estados Unidos, Brasil, México, Colombia, Ecuador, República Dominicana y el Perú. También hay obras suyas en parques y estaciones de España, Chile y Ecuador. Y su impactante escultura “El beso” (1993), que está en el Parque del Amor de Miraflores, es una de las obras públicas de arte más famosas de todo Lima. Asimismo, ha recibido el Premio Nacional Fomento a la Cultura (1956), el Premio Nacional de Pintura Ignacio Merino (1959), el Premio Bienal Nacional de Artesanía Contemporánea (1967), la Medalla de la Orden Nacional al Mérito en el Grado de Oficial (2000, Ecuador), la Orden del Sol del Perú en el Grado de Comendador (2001), la Condecoración Bernardo O’Higgins (2002, Chile) y el Summa Cum Laude por la Fundación Sebastián A.C. (2016, México).

Esta extensa entrevista -sobre arte, política y su vida familiar- al maestro Delfín fue realizada en su casa taller de Barranco, a principios de año, cuando el presidente era Pedro Pablo Kuczynski, quien había indultado el 24 de diciembre de 2017 al corrupto expresidente Alberto Fujimori (que estaba condenado a 25 años de cárcel por las matanzas de Barrios Altos en 1991 y La Cantuta en 1992, así como por dos secuestros, a un periodista y un empresario, en 1992). La sociedad civil organizó marchas, donde la mayoría eran jóvenes, en las calles para protestar contra este indulto negociado por puros intereses políticos. En las siguientes líneas, Delfín critica duramente el nefasto accionar (desde hace años) de la familia Fujimori en la vida política nacional y, en general, de nuestros pésimos y no pocas veces delictivos representantes políticos. El renombrado artista empezó a acudir a las marchas cuando ocurrió la masacre de los nueve estudiantes y el profesor de La Cantuta por parte del grupo paramilitar Colina. Desde entonces es un acérrimo opositor del fujimorismo.

Muchísimas gracias por la oportunidad. Es un honor poder entrevistarlo. La exposición que ahorita está realizando en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega, si bien tiene obras del año pasado, tiene muchas que son antiguas, de los años noventa, ochenta. ¿Es una pequeña retrospectiva esta exposición?
No era la idea. Las ideas cambian, pues, porque el tiempo no es lineal. Hay un tema que me preocupa con los jóvenes, sobretodo: la idea de que si son pintores no pueden hacer escultura, si son pintores no pueden hacer artesanía, si son artesanos no pueden llegar a más. Si pueden ser diagramadores, no pueden hacer grafiti. ¿Qué es eso? No pueden hacer cerámica, no pueden hacer grabado. Ellos mismos se ponen grilletes o límites para realizar una obra. Y eso viene de las academias: que la especialidad en el grabado, especialidad en… ¡Tonterías! La creación es algo… A mí no me gusta hablar de arte. No use esa palabra delante de mí porque la detesto. ¡Creación! La creación es ilimitada. Ya he repetido mil veces que el ejemplo más claro y objetivo -y las obras están ahí- es la época del Renacimiento. Leonardo hacía de todo: retratos, pinturas, armas. Todo. Ofrecía al señor feudal: “¿Qué quiere que le haga? ¿Una pintura de su amada? ¿Una escultura ecuestre? ¿Un caballo? ¿Un puente? ¿Un arma para tirar un puente abajo?". Es decir, un menú bien amplio. Eran escultores, arquitectos y decoradores. Todo a la vez.

Inventores.
Inventor en el caso de él. Y buen cocinero, dicen. Eso es el ejemplo más extraordinario de libertad. Picasso también es otro de los grandes del siglo pasado, que hacía grabado. Incluso hizo una obra de teatro. Pintaba, hacía grabado, cerámicas. Todo. ¿A qué vienen esas limitaciones? Mi idea es demostrar que se pueden hacer cosas. Yo no soy Leonardo ni soy Picasso. Pero dentro de mis limitaciones puedo hacer de todo. Eso lo aprendí cuando salí de la escuela. Aunque el periodo de la escuela en que yo tuve la suerte, la oportunidad, el privilegio de estar, la pedagogía que recibíamos era tan amplia, que hasta nos enseñaron qué libro debíamos de leer, qué película teníamos que ver. Y nos introdujeron al buen cine de los grandes maestros de la época.

Una educación más integral.
Nos introdujeron a la literatura de la época, la poesía de la época. De modo que yo he leído de acuerdo a todo eso, aunque yo he sido un lector desde muy niño. Siempre me ha gustado vivir rodeado de libros. Entonces, cuando llegué me impresionó esa pluriculturalidad que tenían los profesores. Y (la) política, que también es otra cosa que la gente se resiste. No hay derecho que un maestro diga que no le interesa la política. Allí hay un almanaque (señala hacia una de las paredes de su taller) que me acaban de regalar, por suerte…

De dramaturgos.
…y me ha dado gusto ver ahí mencionado al dramaturgo Hernando Cortés.

Peruano.
Uno de los grandes dramaturgos del siglo pasado. Está junto a Brecht, junto a Tennessee Williams. Pero el detalle es este: que todos han incursionado en política de la manera más abierta. Bertolt Brecht, Darío Fo, todos ellos. Tienen una preocupación política.

Usted también.
¡Por supuesto! Que no me vengan a decir que la política no interesa. Si una persona esculpe tiene que interesarse por la política, como se interesa por la naturaleza, por la arqueología. ¡Por todo! Entonces, volviendo al rollo de la exposición, yo quería demostrar varias cosas, pero no te puedes tampoco imponer… Me dijeron: “Le vamos a poner un nombre…”, que me gustó, me pareció muy poético y listo. Pero no era la intención. Incluso, no mandé algunas cosas de artesanía que tenía, algunos grabados. Es así. Tampoco voy a quejarme, porque no es mi estilo. Al contrario, estoy muy feliz porque el montaje ha sido perfecto. Estoy contento porque se han dado el trabajo de mostrar bien las obras. No mucha cantidad. Lo suficiente para que vean la variedad que se puede mostrar.

En varios de sus cuadros uno puede percibir cierta influencia de los muralistas mexicanos. ¿A usted le interesa esa escuela?
Uno vive lleno de influencias. Acabo de hablar de Tennessee Williams, Faulkner, Picasso. También podría hablar de Gauguin, Van Gogh, Toulouse Lautrec. Los que, en cierto modo, nos han alimentado esta inquietud por la creación. Porque de eso se trata. Hay tanto referente en el universo plástico, cultural, teatral, musical, poético, que uno ve que la vida es una maravilla, pero se la echan a perder estos sinvergüenzas que se dedican a la política barata, la corrupción y el latrocinio. Que van directamente contra los intereses de los más necesitados. Y eso es lo que tiene que ser: una lucha constante de los que pensamos. No permitir que se siga abusando de los seres humanos y enriqueciéndose con patrañas y mentiras.

Claro. Don Víctor, ¿usted se considera un artista comprometido, así como Vargas Llosa es un escritor comprometido o no utilizaría ese adjetivo para definirse a sí mismo?
Pero es que comprometerse es casi una necesidad. No se necesita leer “El Libro Rojo” de Mao Tse Tung ni Lennin ni Marx para (que) cuando vean que están maltratando un niño, actuar. No se necesita tanta literatura ni tanto conocimiento. Es una cuestión, hasta cierto punto, de defensa propia. Cuando están maltratando un niño están maltratando mi infancia y la infancia de otros. No hay distinción política, social. Son los niños del mundo que hay que proteger. Los jóvenes del mundo, no importa lo que piensen, pueden pensar distinto a uno, pero son jóvenes y no hay derecho a quitarles las ilusiones. Para mí, los políticos peruanos del siglo pasado, casi todos, han sido sanguijuelas que han absorbido el élan vital, el compromiso social de los jóvenes. “Bueno -dicen-, ¡para qué me voy a meter en política!”. No es la salida, pero se les alienta. Estos valientes jóvenes que salieron a la marcha de hace tres o cuatro días para protestar porque estaban indignados…

Por el indulto…
…por el indulto.

…a Fujimori.
Y por la trapacería de estas gentes. ¿Hasta cuándo vamos a vivir bajo el estigma de los Fujimori? Hoy día abro el periódico: que “Fujimori tiene tanto (de intención de voto)”… ¡Qué me interesa a mí eso! El titular del diario debe ser: “Se ha resuelto el problema de la escolaridad, el problema de la salud, el problema de los obreros”. Esos deberían ser los titulares. Ya lo dije una vez: esto no es un imperio del Sol Naciente, esto es una república. Ahora están jugando entre quién se queda (Keiko o Kenji), como si fuera esto una chacra, una hacienda de determinados individuos. Además que son corruptos por naturaleza. Son ladrones, sinvergüenzas, criminales. ¿Eso es lo que estamos soportando? ¿Hasta cuándo?

Lo que pasa es que el fujimorismo tiene comprado cierto sector de la prensa desde hace años.
Pero a mí me importan un pepino los venales. A mí me importan los que sufren esa venalidad. Ojalá les dé una peste a todos juntos y acabemos con eso.

Yo le mencionaba el tema del compromiso, en su caso como artista, porque a muchos políticos que usted ha mencionado, del siglo XX y ahora del siglo XXI, les interesa que los jóvenes estén desinformados. Ahora hay muchísima menos oferta cultural, educativa, en los medios de comunicación.
Por eso está ese aparatito…

Los celulares.
¡Los celulares! Es una enciclopedia. Ahí te enteras de todo. Y si no te publican en los periódicos, ahí te publican lo que tú piensas.

En las redes sociales.
¡Claro!

¿Usted las utiliza?
A cada rato. Y me parece excelente y me contestan. Me gusta tener cinco mil y más seguidores. A veces, no puedo porque hasta ponen límites en eso, pero, en fin. Siempre existe la ley de los contrarios. Todo es relativo, nada es absoluto. Dentro de esa relatividad nosotros podemos batallar sin perder el ánimo. Hay que dar la batalla. Hay que salir a la calle. No salir por nosotros. Yo he tenido una vida espléndida, tengo de todo, pero no me gusta el abuso, la injusticia, el desprecio por los demás. Eso es. Estamos viviendo la época del desprecio. Sale la señora (Mercedes) Aráoz a decir que tienen no sé cuántos millones para darles a los…

Deudos.
 …deudos. Eso no es digno de una persona que alguna vez estuvo en la universidad. Es decir, no hay delicadeza. Todo es brutal. Eso es falta de cultura cívica, falta de sensibilidad y viniendo de una mujer todavía es mucho más triste.

Y falta de empatía también.
¡Qué horror!

Terrible.
Y después, toda esa cantidad de sanguijuelas que están allí ganando un sueldo: no me preocupa que defiendan toda esa cobardía que hay. Dicen un día una cosa y mañana otra. Las encuestas: a mí no me ves ni censado en mi casa. En mi vida me han hecho una pregunta sobre el… Entonces, ¿de qué encuestas (hablan)? ¿Yo puedo creer en eso? Son como el SENAMHI, que dicen que va a salir el Sol y llueve ese día.

Es que su casa también es un castillo.
No, es un lugar donde pueden entrar todos. Usted no necesita pedir permiso a nadie. No hay un guardián en la puerta.

Hay unos perritos ahí en la puerta.
No, esos ya están viejos, ni siquiera muerden.

¿Son sus perros?
No son míos. Son de mi hija.

¿Dónde comienza su interés por los temas políticos? Usted ha hablado mucho de su padre Ruperto, que era un hombre inteligente, culto, que tenía muchas virtudes...
Estuvo en El Frontón preso dos años, en la época en que el aprismo era aprismo. En la época en que se luchaba por las ocho horas.

¿Su papá era sindicalista?
En esa época pertenecían a un partido y se peleaban. Mi padre fue despedido de la compañía sin ningún beneficio por revoltoso, pero nunca se quejó. Y tampoco nos dijo, así, como a una secta: “Sean apristas”. Yo no soy aprista. Tenía una simpatía por ellos, por mi padre, pero la he perdido totalmente. No creo ya en esto. Me parecen tan embusteros como los otros. Tan cínicos y tan sectarios como los otros.

Usted debe haber ido a muchas marchas, me imagino.
Tengo 25 años marchando.

Desde el fujimorismo entonces.
Desde el maldito momento en el que desaparecen a los chicos de La Cantuta. Porque hay tantas tonterías que se dicen. Vamos a suponer que los muchachos no eran tan tranquilos…

Pero no era la forma de matarlos tampoco.
Nada explica por qué los mataron así.

Es un crimen.
Es un crimen. No es un error, pues, señor Kuczysnki. ¡No diga tonterías!

Eso no es un error. Para nada.
Ahora resulta que matar a un estudiante y desaparecerlo es un error. ¡¿Qué es eso?!

Puro cálculo político para decir eso.
Pero es mal cálculo, porque es estúpido eso. Nadie le cree.

Claro. Lo que pasa es que él quiere quedar bien con la familia Fujimori.
Que quede bien con su abuela, pero a nosotros no nos va a convencer.

Tiene razón. Volviendo al tema artístico, había escuchado…
Al tema de la creación.

Leslie Lee había dicho en un video que usted le daba un rostro al Perú a través de su arte. ¿Usted siente que ha podido reflejar esa multiculturalidad que somos gracias a todas sus obras de escultura, grabado, pintura? ¿Siente que ha podido lograrlo ya?
No logramos nada. Le cuento una anécdota de un pintor que yo amo tanto, que es Pierre Bonnard, uno de la escuela francesa, figurativista como yo: le habían comprado el cuadro, ya lo tenía en un museo y hacía más de veinte años que no veía el cuadro. Se va un día a la ciudad donde está su cuadro. ¿Y con qué va Bonnard a este cuadro? Con su maletita de pintura y un amigo. Y le dice al amigo: “Entretén al celador, al que cuida -un museo con poca concurrencia-, mientras yo hago lo que quiero hacer”. Mientras su amigo y colega artista lo entretenía, conversaba sobre arte con el guardián del museo, él se puso a retocar su cuadro que había dejado de pintar hacía veinte años. Nadie puede decir que ha llegado a la cúspide, porque si no se moriría el arte. Le digo cómo es el mecanismo: el mío. Yo empiezo un dibujito mientras estoy conversando por teléfono, incluso. Como pasa con mis ideas políticas: estoy conversando y están saliendo las ideas, las anoto y después las desarrollo. Es el embrión del asunto. Cojo ese dibujito y digo: “Caramba, ¿qué puede salir?”. Servir para algo: para una joya, un grabado, una escultura o una pintura. Esa es la génesis. Hago el segundo intento hasta que veo claramente que se presta para un grabado o una pintura o tal vez un mural. En ese espacio de tiempo en que la creación me asiste, yo tengo que ejecutar lo que tengo a mi mano. Porque si no tengo una gran tela no puedo hacer el mural en ese momento. No tengo el asistente para la soldadura y todo esto: no puedo hacerlo. Entonces, lo dibujo, lo pinto, hasta allí nomás llega. Pero ya cuando la idea crece más y más y hay una forzosa necesidad de ejecutar esa idea, ya uno manda a preparar la tela grande y todo lo demás porque ya se le ha hecho carne la idea. Es un proceso. En ese proceso, uno está imbuido de todo lo que ocurre en su espacio. No solo el frío, el calor, la lluvia, el verano, el invierno, sino lo que lee en los periódicos, lo que les molesta a los compatriotas. Todo eso es el germen. Ese es el rostro del Perú. Yo no soy francés ni alemán ni norteamericano ni inglés. He vivido muchos años en Estados Unidos, yendo y viniendo, pero soy un cholo del Perú. Tengo que expresarme como tal. Aunque me fuera a vivir a Francia cincuenta años, nunca absorberé la cultura francesa. Tendrían que pasar muchas generaciones. Tal vez mis hijos y mis nietos. Pero yo, esencialmente, soy un cholo del norte del Perú.

De Lobitos.
Me he criado en una compañía petrolera que es un enclave inglés. ¡Un enclave inglés! Y hay manías que he aprendido de esa historia. Ser puntual, por ejemplo. Ser ordenado. Cosas que se quedan de la infancia. Porque en la compañía había orden y puntualidad. Todo se manejaba de esa manera. Ahí no hay que “más tardecito” ni “nos vemos al mediodía”. No. Ni “en un ratito” tampoco. Eso no funciona.

La típica “un minutito”.
O “mañana”, no. No funciona. Así no funcionaba donde yo vivía.

Para terminar la entrevista, Enrique Galdos Rivas había dicho que usted “era un artista de una fuerza telúrica”. Yo le quería preguntar: ¿cuál es la primera motivación que usted siente en la mañana para tener esa energía a los noventa años? Es impresionante, realmente. Yo entro y lo veo trabajando ahí (de pie)…
No es tan nuevo esto. Nos retroalimenta. Ojalá todos hicieran lo mismo. La mayoría de artistas son longevos. Picasso murió cuando le dio la gana. El arquitecto famoso brasilero a los 105 años.

Niemeyer.
Claro, Niemeyer. Chaplin hasta que prácticamente se hartó de los Estados Unidos. Lo trataron mal. Se fue a Suiza y ya no pudo… Si no tal vez hubiera vivido más. En fin. Todos… Porque esto alimenta, es una energía, es una razón de existir. Yo me levanto con una idea de pintar, de escribir. Algo me motiva. No puedo quedarme mucho tiempo holgazaneando. No puedo. No debo. Porque el tiempo hay que emplearlo. En cuanto a lo telúrico, que es una palabra que no le gusta a Vargas Llosa… Yo lo respeto mucho a Mario Vargas Llosa. Al menos, hay muchas cosas en que concuerdo con él. Su disciplina, tiene coraje, el hecho de haberse inmiscuido en la política, demuestra que es un hombre que se motiva por la cuestión social. Para eso no se necesita ser de izquierda, de derecha, ni de un costado ni otro sino meterse, introducirse en el problema. ¡Todo se consigue con coraje! Los cobardes no tienen nada que ver aquí. Los pusilánimes tampoco. Esos son los encuestados (Delfín pone voz de resignación): “¡Ah, está bien! Ya, pues, qué vamos a hacer. Hay que reconciliarse”. ¡Qué manera de manejar las palabras! Reconciliarse es cuando a uno le dan las explicaciones debidas. En fin, muchas cosas. No me voy a reconciliar con los fujimoristas jamás.

Y un cobarde tampoco puede ser un creador.
Claro.

Ningún creador puede ser un cobarde.
De ninguna manera. Es una cuestión de coraje todo. En sí, las cosas con coraje. Ahí está Bertolt Brecht otra vez y está Tennessee Williams dentro de la cosa profunda del ser humano. Eso que se llama “telúrico” es interesarse. ¿Acaso Szyszlo no era un pintor telúrico? No entiendo la amistad con Vargas Llosa (se ríe contenidamente). Para telúricos es Szyszlo: parte de las cosas precolombinas. Lo hace muy bien, magnífico. Lo ha hecho muy bien. Entonces, yo no entiendo por qué le molesta tanto lo telúrico. Lo telúrico es ver nuestra historia. Rainer María Rilke decía: “Afortunadamente, tengo una patria”. Y añade, en algún momento, algo muy grave, muy duro: “Solamente los delincuentes, los criminales y los aventureros no tienen patria”. Pero los que amamos esto (señala el suelo con ambas manos) donde hemos nacido, este lugar hermosísimo que es el Perú, tenemos que defenderlo.

Cierto.
Porque, además, aquí me voy a morir. Y este quiero que sea el lugar donde yo no reniegue. A pesar de todo lo que ocurre, yo me siento muy bien aquí.

Le quiero agradecer mucho la entrevista y gracias por su arte -aunque no le gusta la palabra-, su creación, y por todo lo que usted ha defendido al país siempre, con su opinión y sus comentarios políticos.
Seguiremos haciéndolo.

Muchas gracias, don Víctor.
Es un deber moral.

Gracias.
A usted.