jueves, 17 de octubre de 2024

Isaac León Frías


“Lo políticamente correcto se está convirtiendo 

en una especie de camisa de fuerza”

 

Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

 

Conversar sobre cine con Isaac León Frías (Lima, 1944), uno de los críticos e historiadores cinematográficos más emblemáticos del Perú, es un verdadero lujo. Él ha contribuido a formar a varias generaciones de cinéfilos y profesionales del cine desde su labor como docente en la Universidad de Lima, donde enseñó desde 1970 hasta 2014 y fue decano de la Facultad de Comunicación entre 1990 y 1996. Es Magíster en Periodismo y Comunicación Multimedia. También fue director de la Filmoteca de Lima entre 1986 y 2001. Fundó, en febrero de 1965, la legendaria revista “Hablemos de cine” (que se mantuvo durante dos décadas), junto con Juan Bullita, Federico de Cárdenas y Carlos Rodríguez Larraín. En 2015 fue reconocido como “Personalidad Meritoria de la Cultura” por el Ministerio de Cultura del Perú. Ese mismo año recibió un homenaje por parte del Festival de Cine de Lima. Mientras que en 2017 obtuvo, en México, el Premio Iberoamericano Fénix al trabajo crítico. Por otro lado, fue jurado en los festivales de San Sebastián, Guadalajara, Río de Janeiro, Mar del Plata, BAFICI, Valladolid y Lima. Asimismo, ha publicado numerosos libros, entre los que se encuentran “El cine de Jean-Luc Godard. Rupturas y aperturas” (el cual presentó este 2024 en el BAFICI de Argentina), “El cine de John Ford. La historia y la leyenda”, “El cine de Pasolini. En los extramuros de la historia”, “Del clasicismo a las modernidades. Estéticas en tensión en la historia del cine” (que presentó en el Festival de Mar del Plata en 2022, así como en la Cinemateca de Bogotá), “Desde la Ventana Indiscreta. Páginas de cine”, “Grandes ilusiones. De Eisenstein a la neo-comedia romántica”, “Tierras bravas. Cine peruano y latinoamericano”, “La revolución de Netflix en el cine y la televisión”, “Imitación de la vida. Crónicas de cine”, “El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta. Entre el mito político y la modernidad fílmica”, entre otros.

 

En la siguiente entrevista hablamos de muchos asuntos: su fuerte relación personal con el cine, de cómo su hija actriz se desarrolla ahora en la televisión, el teatro y el cine; de cómo el ejercer la crítica de cine puede alejar o quebrar amistades. También sobre su época en la revista “Hablemos de cine” (cuando sus integrantes sostuvieron una larga polémica con el director Armando Robles Godoy), de las satisfacciones que le ha brindado su labor de docente universitario, del influyente crítico de cine español Miguel Marías, de su numerosa producción de libros de cine, de su relación con críticos cinematográficos más jóvenes, de los premios que ha recibido por su importante trayectoria, así como de su gran y recordado amigo Federico de Cárdenas. Igualmente, de series de televisión con calidad cinematográfica (como “Twin Peaks”), de cómo el cine es considerado (por muchos) más un entretenimiento que algo cultural, de los escritores importantes que tuvieron una estrecha relación con el cine o acerca del trabajo fílmico de algunos destacados directores contemporáneos, entre otros temas.

 

Queda este profundo diálogo, como el testimonio de Isaac León Frías (conocido como “Chacho” por quienes lo aprecian, que son muchos, durante varias generaciones), que ha hecho del cine el leitmotiv de su vida y, mediante sus propias experiencias académicas y de crítica, enseña a las nuevas generaciones que el séptimo arte puede merecer dedicarle, con el mayor profesionalismo posible, la existencia entera.

 

Muchísimas gracias por esta oportunidad, Chacho. Para mí es un honor. Debido a toda tu producción (intelectual) de cine, podríamos hablar de mil cosas, pero quisiera empezar preguntándote: ¿cómo ha evolucionado ese amor por el cine que tú tenías cuando empezaste con la crítica de cine, en todas estas décadas de trabajo y de experiencia que tienes? ¿Es igual el amor que sientes por el cine ahora que en tu juventud o se ha incrementado?

Casi te diría que se ha incrementado, porque no ha habido resta o disminución del entusiasmo que sentía por el cine cuando tenía veinte años. En realidad, tengo que decirlo de manera lo más clara posible: yo creo que aquí hay un asunto que tiene un lado fuertemente adictivo. En el sentido de que, ver las películas, por ejemplo, me produce una ansiedad, me produce una especie de excitación y de temor a no poder verlas o llegar a tiempo. Eso que sentía de muchacho y que no ha cedido durante los años. Se ha mantenido esta inquietud, esta ansiedad, este deseo constante de ver películas y, de cierto modo, se ha incrementado. Es decir, estoy viendo más películas ahora que antes. También por un hecho: hasta antes de la pandemia, yo era muy resistente a ver películas en casa, en la Internet o en la televisión. Y lo que hacía era verlas por razones de clases, de artículos que tenía que escribir, de ensayos, entonces necesitaba revisar y, con frecuencia, no veía la película completa, la veía por partes, cosa que jamás he hecho en el cine. El cine es una experiencia, el cine en sala, para ir y ver la película completa. Y ahí no me muevo en todo el tiempo. En casa, en cambio, sí la veía en partes y alguna que otra veía completa, con mi familia, pero no mucho. Y también porque era programador, y sigo siendo, del festival de cine de la Católica. Eso sí me obligaba a ver algunas películas, pero fuera de eso no. Y como yo estaba en la Universidad de Lima y, además, sigo conectado, porque sigo publicando con la Universidad de Lima, veía películas de Netflix, por ejemplo, en la pantalla grande de la sala Ventana Indiscreta. Entonces, trataba de ver películas de streaming en pantalla de cine. Con la pandemia no me quedó más remedio que ver películas acá, en casa. Entonces, he estado viendo en una proporción mayor a lo que yo veía antes. Podía ver una película por día, más o menos. Veía alrededor de 350 películas al año, a veces un poco más, a veces un poquito menos, porque no había tantos estrenos, no había tantas proyecciones alternativas en salas como la Católica o la Ventana Indiscreta. Entonces, se ha incrementado, en ese sentido. Además, otra cosa: durante muchos años yo he sido profesor universitario y he tenido carga administrativa también. Incluso, una parte de mi vida he hecho cursos que eran directamente de cine, de sociología, que es lo que yo estudié en la universidad, y eso no me permitía todo el tiempo para ocuparme del cine. En cambio, en prácticamente ya diez años de mi salida de la universidad y aunque sigo dictando cursos de cine, ahora en la Escuela Peruana de la Industria Cinematográfica, la EPIC, ahora tengo mucho más tiempo para dedicarme a leer no solo de cine, aunque mayormente de cine, a ver películas y a escribir.

 

¿Y ahora ves más cine con tu familia que antes, en este tiempo que tienes?

Con mi esposa, que no es tan cinéfila como yo, veo con ella una cierta cantidad de películas, no todas. Hay películas que yo sé que no le van a gustar o que le cuestan más trabajo, entonces prefiero que se abstenga de verlas. Y con mis hijas también, especialmente con la menor, que es actriz. Está haciendo teatro, está también actuando para cine y televisión. Y le interesa mucho el cine. Incluso, con planes de dirigir cine, sí. Pero siempre es mayor la cantidad de películas que veo solo a las que veo acompañado, porque también tienen otras cosas, otras actividades.

 

Justo te iba a preguntar de tu hija Matilde. Si en algún momento le llega un protagónico a tu hija para una película y tú tienes que hacer una crítica sobre esa película, ¿crees que podrías ser objetivo, en ese momento, con una película que protagonizara tu hija?

Probablemente no. No es que sea tampoco neutro en mis juicios. Por ejemplo, ella está actuando, en este momento, en una novela que se llama “Papá en apuros” de Latina Televisión.

 

Canal 2.

Canal 2 y ella sabe. Yo la veo ocasionalmente. Como comento a veces aquí, en casa, cada vez que veo una parte de la novela: ya me conozco la historia completa. Porque esas historias vuelven sobre lo mismo y siendo ella consciente de las limitaciones que tiene esa obra, hace lo que puede. Pero yo le digo que allí el esfuerzo no es el que ella tiene cuando hacía teatro o cuando hace cine. Es decir, no dejo de ser objetivo, creo. O trato de ser objetivo a la hora de tener que darle mis observaciones. Y, a veces, puede ser con cierta dureza, en guiones, en cosas que escribe. Pero escribir o comentar en un medio público sí me produciría una cierta inhibición. Ahí preferiría no hacerlo, a la hora de que tenga por ahí que valorar la película. No voy a dejar de hacerlo, pero sí sería un problema.

 

Mejor que otro crítico lo hiciera.

Exactamente. A propósito, te cuento una anécdota.

 

Sí.

Emilio García Riera, que era un…

 

Crítico mexicano.

Un historiador, crítico de cine. Empezó como crítico de cine, después se volvió un historiador. Español de origen, pero vivió en México muchos años. Ha hecho diccionarios del cine mexicano.

 

Y sus hijas son poetas.

Las hijas son poetas.

 

Alicia y Ana.

En una ocasión, yo le pregunté… Ya él tendría cincuenta y tantos años. Había sido crítico desde muy joven. En esa época era sobre todo historiador. Falleció a los 71 años, de cáncer. Era muy fumador, era un hombre de un tabaquismo excesivo, lástima. De una inteligencia y talento... Tuve buena amistad con él. En una ocasión, le pregunté por las películas de uno u otro: “¿Qué tal las películas de Hermosillo, Alberto Isaac?”… Tú manejas mucha información, veo, sobre cine también… (Sobre Alberto Isaac), un director mexicano, que era muy amigo de él, me dijo: “Mira, esa es una de las razones por las que yo no estoy haciendo crítica de cine. Porque llegado un momento de mi vida, prefiero la amistad, prefiero mantener a los amigos, que perderlos por una crítica. Y cada película que hace Alberto me parece peor que la anterior”. Me dice: “Yo puedo decirle algunas cosas personalmente, pero poner eso por escrito es muy duro para el amigo”. Entonces, ocurre esto con la crítica de cine, la crítica literaria, cualquier otra.

 

La crítica de arte también.

La crítica de arte, en general.

 

Son muy sensibles los artistas.

Muy sensibles. Cuando hay relaciones de amistad de por medio… No sé si esto decírtelo, porque ha sido una conversación personal.

 

La situación, pero sin nombres, de repente.

Sí, de acuerdo. Un realizador amigo, me decía que sentía que habíamos sido muy duros con sus películas. Y tal vez una de las razones, le contestaba, ha sido para no evidenciar o no poner de manifiesto que hay una amistad de por medio, mantener una cierta distancia. Es difícil. Hay críticos, aquí y en todas partes, que... No tanto aquí, pero yo he escuchado en otras partes decir: “Prefiero no conocerlos, no tener amistad con ellos”. Pero en un medio como el literario o el cinematográfico, eso es muy difícil. Entonces, herir susceptibilidades siempre es riesgoso. Ahora, hay que correr el riesgo que a veces te trae y me ha traído a lo largo de mi vida, alejamientos…

 

¿Has perdido muchos amigos por hacer crítica?

Sí. He perdido.

 

En todo caso, ellos se han perdido de tu amistad.

No tanto amigos cercanos. Y todavía sigo manteniendo posiciones críticas con algunos y toleran. A algunos les cuesta. Ya no estoy haciendo crítica continua. Con otros lo que hay es: no me preguntan, yo no comento. También es muy revelador. Prefieren no preguntarme y yo tampoco hago un comentario. Te decía, más que amigos cercanos, sí algunos que no eran tan amigos, pero que se han sentido afectados, ofendidos o incomprendidos. Otros casos sí, lo reconozco, que hay gente que han sido muy tolerantes con mis críticas escritas o personales. Que las sigo haciendo cuando me piden opiniones. Entre ellos, algunos alumnos, por ejemplo. Todo depende del grado de ego. Depende de la vanidad de las personas. Algunos no toleran.

 

Tienen demasiado ego.

Otros tienen mayor capacidad de tolerancia.

 

Como crítico de cine, ¿cuál consideras que ha sido tu mejor momento?: ¿Conociendo a algún director, yendo a alguno de los festivales que has sido jurado, publicando alguno de tus libros? ¿Cuál consideras, como crítico, historiador de cine, tu mejor momento? ¿O todavía crees que ese mejor momento está por llegar?

Ya es difícil decirlo. Hay varios buenos momentos. Yo tengo, por supuesto, un recuerdo muy… no sé si feliz, no sería la palabra, porque no es tanto un estado de felicidad sino es un estado de satisfacción, de cierto grado de realización, de la época de “Hablemos de cine”, de los primeros años. Fueron muy duros, porque éramos muy contestatarios, muy críticos con el establishment, éramos muy atrevidos siendo muy jóvenes. Creíamos que a los veinte años estábamos renovando la crítica de cine en el Perú. Y tildábamos de ignorantes, de desconocedores, a buena parte de los que escribían. En algunos casos, yo creo, y esto con la perspectiva del tiempo, con ciertas razones fundadas y válidas, en otros tal vez con mayor injusticia. Hicimos una larga polémica con Robles Godoy, por ejemplo, en su época ya no de crítico sino de director, pero también luego de escritor. Y yo creo también, por supuesto, que hubo excesos. También de él, porque era muy boca suelta y un provocador. Pese a lo cual llegó a haber una relación amistosa con él. No éramos amigos íntimos, pero sí había una buena relación, muy cordial, que no llegó a eliminar por completo las diferencias que por ahí se mantuvieron y hubo encontrones. Pero esos tiempos, que era la pregunta tuya, fueron tiempos en los que sí sentí, y bastante, satisfacción. Luego, la tarea docente para mí también ha sido siempre muy estimulante, especialmente en los cursos de cine. No he sido un convertidor ni mis alumnos han sido conversos, pero vocaciones por el estudio del cine o por la cinefilia se han reforzado a través del tiempo y eso también, para mí, ha sido muy estimulante. Por supuesto, estos últimos años en que estoy produciendo libros como nunca en mi vida lo había hecho, y eso también puede ser algo que podemos comentar luego, me produce una satisfacción. Por supuesto, con la conciencia de que siempre la lectoría es limitada, es insuficiente, siempre será insuficiente. Los poetas dirán lo mismo. Y que puede haber algunos lectores fieles, algunos más interesados, pero siento que hay poca interlocución. No hay muchas personas, no hay muchos colegas, incluso, con los que uno pueda tener un diálogo mayor. Indudablemente que aquí, en nuestro medio, lo tengo también con algunos amigos de fuera, sobre todo en Argentina y Chile, aquí en el Perú el interlocutor mayor que tengo es Ricardo Bedoya. Como tú sabes, es dueño de una voracidad impresionante. Me gana viendo películas. Duerme poco, entonces dedica más horas. Yo soy dormilón… Dedica más horas a ver cine y tiene una información impresionante, como no lo tiene ninguno acá en el Perú. Y creo que muy pocos en América Latina. Conozco muy poca gente, de los que he conocido en mi vida, con la voracidad de Ricardo. De los que yo conozco, que son amigos cercanos, creo que hay uno solo que yo diría supera o gana a Ricardo, que es el español Miguel Marías, el hermano del escritor, el novelista…

 

Javier Marías.

De Javier Marías, claro. Y él, el hermano mayor, todavía está en actividad. Además, es colaborador regular de muchos de los libros que hemos publicado. Sobre Pasolini y Godard, por ejemplo, el año pasado, tienen artículos de él. Y el de Fellini también. Él colaboraba con “Hablemos de cine”. El mismo Ricardo reconoce que tiene que leer las críticas y las listas que hace Miguel Marías para descubrir películas que no conoce.

 

Miguel Marías es un sabueso.

Sí, es una cosa impresionante. Además, tú le pides su lista de diez mejores películas del año y te dice: “No puedo hacer una lista de 10 mejores películas del año”. Te hace una lista de 40 películas. “¿Hacer diez? No me cuadra la cifra” (dice Marías). Y así. Es de los que te hace listas de películas por año. Te puede hacer listas desde la época del cine silente, desde los años 10, los años 20, pero año por año. Tiene una erudición impresionante. Y de una capacidad de ver cine también absolutamente, para mí, casi inexplicable. Pero es uno de esos casos extremos. Creo que, entre nosotros, Ricardo es el summum.

 

Chacho, tú dices que no tienes, de repente, interlocutores que den la talla contigo. También podría ser, poniéndome en el caso de un crítico más joven, que muchos se sientan intimidados por el peso histórico que tienes tú como crítico. Dicen: “Tengo que conversar con Isaac León Frías y es un hombre con muchísima trayectoria, muchísima experiencia, muchísimos libros encima, ¿qué de nuevo le puedo decir que él no sepa?”. Imagino que hay un poquito de intimidación con las nuevas generaciones, de repente. Por eso no se atreven tanto a conversar contigo. Imagino que podría pasar algo así.

Algo de eso podría haber, pero no soy el tipo de persona, que lo pueden decir en general mis alumnos o gente cercana… No soy el tipo de persona que inhiba, porque tampoco me impongo. No soy categórico, concluyente. Y cada vez creo que lo soy menos. Antes podía ser, en mi juicio, más cortante. A veces, sobre algunas películas que no me gustan, puedo ser un poco lapidario, pero en general no. No tiendo a cerrar sino, más bien, abro la comunicación. Hay alguna gente que, creo yo, se siente muy libre de emitir opiniones y no inhibirse de decir lo que piensa cuando está conmigo. Tal vez yo mismo, tengo que decirte, no estoy propiciando, de manera suficiente, encuentros, espacios donde pueda hacer un intercambio mayor. No es que no tenga intercambio. Por ejemplo, con José Carlos Cabrejo. También José Carlos está muy ocupado. Ve mucho cine, dedica muchas horas a la enseñanza, escribe mucho, tiene muchas tareas. Entonces, tal vez falte eso, algunos mayores espacios de comunicación con gente más joven. Rosa, mi esposa, también me dice: “Podrías tener reuniones regulares con la gente”. No las tengo. En otros tiempos las tenía. Cuando hacíamos “Hablemos de cine” teníamos reuniones semanales religiosamente y nos pasábamos horas conversando de cine y películas. Siento que eso me falta ahora. Tal vez hay falta de esos espacios.

 

Me parece, y viéndolo desde mi generación, que muchos críticos de mi edad, que no pasen de los 45, de 30-40 años, no les interesa mucho la historia del cine. Es decir, solamente ven el cine de las últimas dos décadas. Si uno les pregunta del cine de los años sesenta del siglo pasado, no saben nada. Del cine latinoamericano de los 50, 40 no saben nada. Entonces, hay también una gran limitación por parte de ellos para poder abordar el cine moderno viéndolo con esta perspectiva histórica. Muchos críticos jóvenes están felices viendo todo lo que sale en Netflix y algunas películas comerciales o del cine independiente, pero de las últimas dos décadas. Más atrás, tienen un vacío gigante.

Sí. Incluso gente… Ahora que lo dices tú, algunos cinéfilos probados, que están en actividad, que están participando en festivales, participando en blogs, encuentras que han visto muy poco del cine clásico. Algunos, en su lista de mejores películas del año que se publica en “Páginas del diario de Satán”, sacan listas de grandes películas que han visto por primera vez y te encuentras con títulos de Chaplin, John Ford, conocidos, y que ellos recién los han visto. Y no es gente tan joven, es gente que está en sus 40 años. Y con los medios que hay ahora… En otros tiempos eso podía explicarse, porque no teníamos acá una cinemateca y había que ver lo que había en el mercado, lo que se conservaba en las distribuidoras. Es decir, efectivamente, hay eso. Pero hay también algunas excepciones. Por ejemplo, un escritor como José Carlos Yrigoyen, que está escribiendo de cine y que, además, lo he logrado reclutar. Porque escribió sobre Pasolini, que le apasiona como director, escritor, como figura. Luego escribió también un texto sobre Godard, que ya lo hemos publicado. Ha escrito uno sobre John Ford. No es su especialidad y ahí uno lo nota. No puede escribir sobre John Ford como escribe sobre Pasolini, pero ahí está. Vamos a escribir este año el libro sobre Scorsese y Bergman y también está él dispuesto a hacerlo. Pero hay también otro, este sí es muy cinéfilo, por supuesto: Carlos Torres Rotondo, que seguramente lo conoces, que sabe mucho sobre rock peruano, conoce muchísimo sobre el cine clásico. En el libro de Ford, he logrado incorporar a cuatro amigos de tiempo, amigos cinéfilos que no estaban escribiendo de cine. Uno de los cuales es Carlos. Ahora, por supuesto, va a escribir también sobre Scorsese, Bergman y está muy motivado. Otro es Alberto Servat, que fue periodista, crítico de cine, un hombre que tiene una gran cultura. Además, muy variada, porque le interesa el teatro, la música.

 

La moda también le interesa.

Sí. Él es el director de actividades culturales del Peruano Norteamericano. Carlos Torres y él son grandes conocedores del cine clásico. Otro es un amigo que es un ingeniero químico, pero que es un cinéfilo enorme. Además, un aficionado a la música, sobre todo del rock, un admirador de Bob Dylan, que se llama Rogelio Llanos.

 

Creo que he leído algo de él en una de las “Ventana Indiscreta”.

(Chacho asiente). En “Ventana Indiscreta”. Escribió sobre la película de Godard con los Rolling Stones. Es más de Rolling Stones que de Godard, pero él es otro. Y otro amigo es un abogado que conoce mucho el cine clásico. Rogelio ya no es cuarentón, él tiene más de sesenta años. Cuarentón todavía creo que es Carlos Torres, aunque ya debe estar por los cincuenta, o llegando. Cuarentón sí es José Carlos. Hay, pero no es la mayoría. Es cierto que hay ese desconocimiento. Se encuentra ahí una fisura con mucha gente de ahora. Esa puede ser una razón, sí.

 

Quería comentarte lo agradable que fue ver, porque está en YouTube, cuando te entregan en el año 2017, el premio al trabajo crítico, el Premio Fénix…

Ah, llegaste a verlo.

 

Sí. Y me dio mucho gusto que te lo entregó, además, Jorge Perugorría. ¡Qué coincidencia, además, que el apellido Perugorría tenga que ver con nuestro país! Este actor cubano, protagonista de “Fresa y chocolate”, nominado al Oscar, ganó el Goya y también el premio del jurado en la Berlinale. Para mí fue un enorme gusto ver que recibías un premio de un actor tan bueno y, además, en México, que es uno de los centros del cine latinoamericano históricamente. Tanto Argentina como México.

Sí.

 

¿Cómo te sentiste, más bien, cuando recibiste el premio de él?

Muy feliz y muy agradecido por esto. Me pareció un reconocimiento, una distinción muy importante. Creo que tanto el que el Ministerio de Cultura nos diera, porque fue a Federico y a mí, pero, individualmente, no en pareja, ese año, el reconocimiento como Personalidades Meritorias de la Cultura.

 

Federico de Cárdenas.

(Asiente). Federico de Cárdenas. Ese mismo año Federico y yo también habíamos obtenido el premio de la Católica, del Festival de Cine, que fue un reconocimiento por los cincuenta años. Y todo eso, en la perspectiva del tiempo, me alegra mucho más porque, como sabes, lamentablemente, Federico a los tres años de esos episodios falleció. Y creo que con eso se hizo mucha justicia con él, que era una personalidad muy poco apegada a los reconocimientos, muy poco dispuesta, con muy poca exhibición pública. Casi no participaba en mesas redondas, casi no hablaba en público. De joven lo hizo.

 

Pero tenía su columna en “La República”.

Sí, en “La República”. Durante 43 años mantuvo un espacio crítico, que era un bastión de la crítica. Pero yo comentaba en una nota que hice en el libro, que seleccioné textos de él, que se publicó como “El cine de los maestros” (2019), que publicó la Universidad Católica, que cuando le transmití… Porque yo fui el que le comenté primero: “Mira, nos han anunciado que va a haber este premio, primero de la Católica y el otro”, su respuesta fue como quien no se siente muy concernido. Aunque yo estaba seguro, y estoy seguro, que, en el fondo, eso le satisfacía, pero que jamás hubiera movido un pelo para lograr eso. Ese reconocimiento sí me resultó muy estimulante. Además, fui con Rosa y con las chicas. Recuerdo, incluso, terminé mencionando en esa brevísima… porque me cortaron el espacio, yo hubiera querido hablar más, pero me dijeron: “No, tienes que hablar dos minutos”.

 

Como en los Oscars.

Como en los Oscars. ¡No pude decir nada! Incluso, tuve que adelantarles qué cosa es lo que iba a decir. Porque me pedían que eso tenía que ponérselos por escrito. Entonces, no es la forma que uno quisiera para poder hacer un agradecimiento. Terminé con… A propósito de una comedia argentina muy reciente, que se titulaba “El fútbol o yo” (2017), entonces yo decía: “Quiero terminar mi intervención, diciéndoles que siempre estoy esperando que, en cualquier momento, mi esposa me haga una pregunta similar a la del título de la película argentina ‘El fútbol o yo’, que sea ‘El cine o yo’”. Ahora que lo dices, creo que me faltó, no se me ocurrió en ese momento, hacer una alusión al apellido de Jorge y decir que me alegraba que quien me entregara el premio fuera nada menos que Jorge Perugorría, cuyo apellido incluye, casi como una especie de prefijo, al Perú.

 

Medio peruano era, ja, ja…

Sí (sonríe). Tal vez sea motivo para decirlo en otra ocasión.

 

Y con motivo de ese premio, además, vi que te entrevistaron en la televisión mexicana.

Sí.

 

También está en YouTube.

Hay una entrevista en YouTube.

 

Estuvo bonita, porque investigó de ti (el productor y director de cine Roberto Fiesco para su programa Cinema 20.1, donde entrevistó a grandes cineastas como Guillermo del Toro, Lucrecia Martel, Alejandro González Iñárritu, Carlos Saura, Barbet Schroeder, Miguel Littin, Arturo Ripstein y Jan Svankmajer).

Sí.

 

Se notaba profesional.

Muy profesional. Creo que es actor también. Una personalidad del mundo gay en México. Pero muy respetado. No es que sea tampoco un militante desaforado, pero sí es conocido.

 

Ahora sí quería pasar al fragmento del artículo “Godard: pistas para un itinerario creativo in-sólito” que escribiste en “Ventana indiscreta” número 29: “Godard siguió hasta el último tramo de su filmografía fiel a su línea de carrera: la del experimentador, la del explorador-visionario que se mete en una jungla (la de las imágenes y sonidos, la de los signos fílmicos) para intentar descubrir aquello que se encuentra fuera de las ortodoxias, de los conductos normales, de los caminos trazados”. Godard tuvo esta trascendencia enorme en la historia del cine. ¿Tú has visto, de repente, en los últimos años, algún cineasta que pueda tener a futuro, (y que sea) de las últimas dos décadas, esa trascendencia y ese impacto que tuvo Godard a partir de los años sesenta? ¿O todavía no ves a alguien que tenga ese aire renovador, ese ímpetu por cambiarlo todo, como lo tenía él?

No he encontrado todavía a ninguno de ese nivel, de la talla de Godard. Creo que todavía Godard sigue marcando una valla muy alta. Hay algunos que me parecen buenísimos. Algunos dentro de una narrativa menos disruptiva. Pienso, por ejemplo, en un director como el finlandés Aki Kaurismaki, cuya última película “Hojas de otoño”… “Fallen Leaves” (2023) es la traducción literal del título.

 

Que es “Hojas caídas”.

“Hojas caídas”, pero aquí se estrenó como “Hojas de otoño”, que es una película que, si puedes ver, te recomiendo.

 

La voy a ver.

Es una película realmente excepcional. Pero, te digo, dentro de una narrativa menos radical. Por supuesto, hay también en la película más de un homenaje a Godard. Además, es una película grandísima, en el sentido de lo hermosa que es. Es muy sencilla y la demostración de cómo con pocos elementos se puede hacer una película tan rica. También muy rica musicalmente y muy llena de referencias al cine. Entre otras, a Godard. Pero no tiene esa talla de explorador, vamos a decir, que tendría Godard. Hay algunos cineastas exploradores en la actualidad y creo que son muy valiosos. Por ejemplo, el tailandés Apichatpong Weerasethakul, un nombre tan difícilmente pronunciable. El español Albert Serra. Hay talentos latinoamericanos también, como los argentinos Lisandro Alonso y Lucrecia Martel. Y, en esa línea de apertura, Mariano Llinás. Pero no creo que se puedan comparar con la altura que consiguió Godard, con esa capacidad de abrir bosques.

 

Luego, también quería comentar de un artículo que leí en “La gran ilusión” número 5, de 1995, que justo (la revista) la ganó mi colegio, el Champagnat. La ganamos con un concurso que hicieron ustedes (para escolares) en la Universidad de Lima, y el premio era varios libros de “La gran ilusión”. Hubo como cinco o seis libros. Nos los repartimos. Éramos (varios) compañeros. Los libros, creo que quedaron dos para el colegio y los demás los repartimos entre nosotros. Justo un artículo tuyo, que es “Hacia la cine novela: La segunda patria”, decía: “La segunda patria es, también, la crónica de un desconcierto, de la confusión de una generación y una época. De los años de la prosperidad y el milagro alemán y también de los años del descontento, de la revuelta estudiantil y la crisis de los valores que impuso esa prosperidad material (…) hay al menos cinco o seis capítulos que alcanzan una categoría de obra maestra, coloca a su realizador, Edgar Reitz, entre los pocos nombres realmente importantes del cine alemán del presente y hace de La segunda patria uno de los acercamientos más legítimamente proustianos que se hayan conseguido en el arte de las imágenes en movimiento”. Mi pregunta era: esto que escribiste en 1995, hace 29 años, esta cine novela ahora se ve mucho más, gracias a nuevas tecnologías, a toda esta digitalización que ha abaratado los costos. Se ve mucho más este tipo de cine novela en los medios de comunicación. ¿Tú lo ves así?

Creo que sí. Efectivamente. Cuando iniciaste la referencia a esta crítica mía, a este comentario que hice sobre esta película, lo pensé inmediatamente, porque creo que sí hay un enganche con lo que se está haciendo ahora. Y es un tema sobre el cual me gustaría volver a escribir. Pero aquí sí veo yo un escollo: y es que casi no veo series de televisión. Porque, claro, ¡falta tiempo! ¿Cómo puedo ver series de televisión, si la cantidad de películas individuales es tan gigantesca? Entonces, me limito a ver algunas, vamos a decir muy claramente, “de autor”. Los “Twin Peaks” (tres temporadas: 1990, 1991 y 2017) de David Lynch. Ahora tengo pendiente una que se llama “Esterno Notte” (2022), “Exterior noche”, de Marco Bellocchio, el italiano que recomendaban muy entusiastamente José Carlos Cabrejo, Bedoya y otros. Entonces, son estos trabajos de gente más ligada al cine que también está haciendo experiencias de mayor duración, un poco de cine novela, pero veo muy poco. Por ejemplo, he visto fragmentos de “Breaking Bad” (2008-2013). Y de otras más, pero capítulos, fragmentos, no una serie completa. Ahí el sentido es la serie completa. Que yo sepa Bedoya no las ve, salvo las que sean “de autor”, pero creo que Cabrejo sí tiene mayor disposición o capacidad. No sé cómo hace. Algunos están trabajando más en eso. Hay incluso un profesor, cuarentón ya, de la Universidad de Lima, que es Giancarlo Cappello, que está escribiendo mucho sobre este tema. Creo que está convirtiéndose en uno de los especialistas en producción serial. Pero sí creo que el cine, en estos momentos, y gracias al streaming sobre todo -que proporciona el medio, la plataforma, en el sentido de la base, el soporte para hacerlo-, está desarrollando estas temporalidades que las salas de cine no permitían. Limitadamente, se hizo en las seriales, en otra época, pero ya luego el cine se diseñó para el producto serial, en el sentido de serie y continuidad. Se habla de la producción serial también como una producción repetitiva, una producción que vuelve sobre los mismos motivos. Hablo de la serie que continúa, los capítulos que continúan una historia, la historia que sea larga, como una novela. El cine no permite eso, más bien, tiende y aspira a la novedad. Incluso, cuando la novedad no es tal, o lo es en un sentido muy restringido. Las películas de la Marvel, por ejemplo. Pero se ofrece como que cada película tiene algo nuevo o distinto.

 

Scorsese decía que el cine de Marvel no es cine.

Exactamente, sí. Creo que un poco exageradamente. Ahí se puede caer en un purismo. Pero no hay duda de que el streaming está haciendo realidad, un poco, esta idea o hipótesis de la cine novela, el alargamiento de las historias.

 

Y en tu libro “Desde la ventana indiscreta. Páginas de cine” decías: “En las últimas décadas la mayor parte de los proyectos cinematográficos en América Latina se organizan de manera independiente, con realizadores-productores que se las ingenian para hacerse de los presupuestos necesarios, con las ayudas de los fondos o préstamos asignados por los Estados en condiciones casi siempre muy favorables”. Este artículo era del año 2012 y yo te quería preguntar si sientes que, doce años después, sigue siendo igual.

Yo creo que sí. Esa situación se mantiene todavía. Porque si tú quieres hacer una película en Perú, una película en la que puedas moverte con libertad, en la que puedas tú escoger lo que quieres hacer, no la vas a encontrar con un productor privado. No digo que sea imposible, puede hacerse, pero es muy problemático. En cambio, las ayudas, los fondos sí te van a permitir hacerlo. Eso se mantiene.

 

Estoy viendo que Ani Alva Helfer está produciendo una película por año casi y como está produciendo comedias -comercialmente, es lo que el espectador peruano busca más- y me parece que le resulta a ella, en un caso concreto, más sencillo conseguir esos fondos que, de repente, para películas más exigentes, cinéfilas o artísticas, sí es más difícil conseguir.

Claro, ella lo hace porque son películas con figuras conocidas, sus primeras actrices conocidas, películas con componentes atractivos para el público, que ni siquiera aquí hay que hacer muy creativamente eso. Sobre este punto también yo quisiera decir que no es que yo abogue por un cine exclusivamente minoritario o un cine de autor. Creo que el cine de género es importante en cualquier parte del mundo. Es importante por la posibilidad de tener una industria, por pequeña, limitada, reducida que sea. Porque en un país como el Perú no podemos pensar que va a ser un país industrial, en términos de cine. No tenemos el mercado, no tenemos las posibilidades de acceso a las distribuciones internacionales, que son fundamentales para eso.

 

Controlan todas las salas de cine casi.

Controlan las salas, controlan las cadenas de…

 

La distribución.

…la distribución de cines y la distribución del streaming. Son grandes cadenas, como Netflix y otras más, las que prácticamente tienen el poder de decidir qué cosa se puede ver y lo que no se ve. Entonces, las posibilidades son limitadas, pero creo que tendría que haber y debería haber, como en otra época, un cine de género popular. En una época, la del nuevo cine latinoamericano, ahora reconocemos, eran películas, no todas, muchas de ellas, que tenían, primero, un estándar de calidad técnico que muchas películas de ahora no tienen, si uno las coteja o compara. Había un núcleo de producción bastante solvente y una cierta creatividad en el manejo del humor, en el manejo del melodrama inclusive, que hace que sean películas que uno ve ahora y dice: “Esta película, tal cual, no se podría hacer ahora”. Pero ahí funciona. Incluso, te hace sentir parte de una época o te hace ubicarte en un momento en que esas películas lograban tener comunicación con el público. Uno quisiera poder ver, y se puede imaginar, por qué las obras de Shakespeare en su momento eran populares. Ahora no. Los tiempos cambiaron. Claro, la época hace mucho. La relación con la película que uno puede tener en su momento, no es la misma que puede tener después. Actúan otros factores, de nostalgia, de evocaciones. En fin, toda la cosa retro y lo que puede tener como elemento añadido. Pero volviendo a lo que te decía antes, creo que los géneros son absolutamente legítimos. He podido ver algunas películas argentinas o mexicanas, comedias o melodramas… Digo, ojalá se hicieran más de estas películas, que tal vez no fueron hechas como las de antes, que, en muchos casos, partían de una actitud o una disposición muy poco intelectual. Ahora, algunos de los que las hacen sí son intelectuales, y tratan de serlo legítimamente, de conectarse con un público mayor que ese público de festival más especializado. Entonces, es una necesidad. Creo que la comedia en el Perú no la está cubriendo. Son comedias muy estereotipadas, muy televisivas, muy de fórmula, muy apoyadas en los mismos diálogos. Se trabaja muy poco el humor visual, situaciones de sugerencias. Es como muy explícito, muy machacón, estereotipado. Creo que ahí hay un gran desafío para el cine peruano: el poder trabajar géneros. Por supuesto, el humor, el horror, el melodrama, las historias criminales. Todo el material de lo que en otra época se consideraba subliteratura o literatura popular y que se ha ido revalorando. Por lo menos, algunas de las vertientes de esas obras o de esa literatura, que todavía cuesta. Yo creo, por mi propia experiencia, de que todavía un sector de gente, hombres y mujeres, interesados muy seriamente por la cultura selecta: teatro, música clásica, danza, ópera, literatura, pintura, no tiene la apertura suficiente frente al cine. Creo que, para muchos, el cine, tal vez por su carácter comercial, por su dimensión de industria, sigue estando en un renglón inferior al del teatro o de la música. Ir a ver una película no es lo mismo que ir a ver un concierto. No es lo mismo que ir a ver una obra de teatro. Probablemente, porque no hay la cercanía ni la presencia física en el cine de los intérpretes, de los cantantes, danzantes, etcétera. Y, además, como que hay materiales, insumos, que son más bastos, gruesos, groseros que otros. Siguen funcionando esos estereotipos culturales.

 

Lo que has mencionado me parece importante, porque eso también se debería a que en el Perú hay muy poca educación hacia el cine como arte.

Sí.

 

Hay un entendimiento del cine como entretenimiento, pero no hay entendimiento del cine como arte. Justo yo estoy leyendo un libro de Vallejo, de crónicas, y César Vallejo, nuestro máximo poeta, mostraba un interés brutal sobre el cine. Tiene varias crónicas sobre el cine, analizándolo casi con pinzas.

Sí.

 

Y Javier Heraud quería ser cineasta. Y García Márquez estuvo haciendo guiones. Incluso, apareció en una película en México. Entonces, creo que hay mucho desconocimiento de que varios escritores importantes, querían aparecer en el cine, acercarse al cine, querían ser parte del cine, porque creo que entendían que el cine, me parece, no sé tú qué opinas, es el arte supremo. Es el único arte en el mundo donde todas las demás artes confluyen.

Claro.

 

Música, literatura, teatro… Todo confluye en el cine. Y creo que eso muchísima gente no lo entiende, quizá porque hay una sobreoferta de lo comercial.

Sí.

 

Y no hay este acercamiento más histórico, más técnico, que nos haría ver el cine como el arte que es. Que es una cosa impresionante, que ya tiene más de cien años.

Sí. Es cierto. Yo justamente estoy escribiendo un libro, ya lo tengo casi terminado, un libro individual, que es el periodo del cine latinoamericano que va del 70 al 2000. Justo estaba escribiendo un capítulo sobre la parte literaria. Sobre todo, del realismo mágico en el cine que, en general, no ha dado mucho fuego. (Chacho sale un momento de la sala y trae un libro de título interesante) Hay un libro que se llama “Los amores contrariados. García Márquez y el cine”. Estaba citando este libro, que ha sido publicado en Cuba por el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos).

 

¡Qué interesante!

Sí. Hace una revisión de todas las versiones, las adaptaciones cinematográficas de García Márquez que se han hecho.

 

¿Y de dónde es (la autora) María Lourdes Cortés? ¿De Cuba?

No, ella es costarricense. Es una historiadora, una profesora de literatura y cine. Acá (en el libro) se le ve más joven, pero ya yo diría que María Lourdes puede tener ahora unos sesenta años. Acá está más joven. Y es profesora en Costa Rica, ligada a Cuba, un poco en la órbita de la influencia cubana, especialista en el cine centroamericano y caribeño. Ha escrito mucho sobre esas cinematografías. Siempre le mando todo lo que escribo. Y es cierto, a Cortázar le gustaba mucho el cine. A Borges también. Sobre todo, de muy joven.

 

Incluso a Cortázar, (Michelangelo) Antonioni le pidió para hacer “Blow-Up” (1966) basándose en un cuento de él…

Ah, “Las babas del diablo”.

 

Pero Cortázar dice que lo que Antonioni hizo no tenía nada que ver con él. No quiso estar en el plató, porque él sentía que iba a intervenir mucho, iba a criticar y prefirió estar lejos.

Y a Carlos Fuentes le interesaba por supuesto también mucho, a Rulfo, a Vargas Llosa. Y a García Márquez es tal vez al que más, porque es como que inicialmente quiso hacer cine. De pronto, si las circunstancias se hubieran dado en su vida, tal vez hubiese derivado… ¿Sabes que tiene un hijo Rodrigo?

 

Sí, que es director de cine.

Que es director de cine. En Netflix está ahora esa película “Familia” (2023) de él, que es la primera película de Rodrigo García de ficción, hablada en castellano. Porque todo lo que ha hecho antes ha sido en Estados Unidos. Totalmente fuera de la literatura de su padre. Imagino que un hijo de García Márquez lo que menos querrá… Algunos tal vez lo que más querrán es parecerse al padre, pero otros…

 

No quieren.

No quieren, ¿no? Quieren tener su propia identidad.

 

Mucho peso encima, además. Un peso descomunal.

Imagínate, sí. Es un poco, probablemente, lo que ha pasado con Álvaro (Vargas Llosa) en relación a su padre. Hay padres que aplastan a los hijos.

 

Yo entrevisté a Juan Carlos Rulfo, hijo de Juan Rulfo, el escritor. Gran documentalista, pero no quería ser escritor. La sombra de su papá es inmensa. Carlos Fuentes consideraba a Juan Rulfo el mejor novelista que había habido en su país, el mejor escritor de México. Juan Carlos Rulfo tenía clarísimo que no iba a ser como su papá.

Que no iba a ser escritor, claro. Creo que ha acertado, en el sentido de que es uno de los mejores documentalistas, ahora, en México y América Latina.

 

Me decías que el interés de los escritores Cortázar, García Márquez…

Sí. Todos esos referentes y otros importantísimos. En España, por ejemplo, a Javier Marías, Pérez Reverte, Cercas, Juan Manuel de Prada, son los que les interesa mucho el cine y, además, en una perspectiva muy abierta, no culturalista. A pesar de eso, todavía el culturalismo sigue teniendo mucho peso. En el medio universitario, por ejemplo. Quiero decir, si tú convocas a profesores universitarios en las áreas de humanidades, a escoger, a ver una proyección de “8 1/2” (1963) o “El hombre que mató a Liberty Valance” (1962) de John Ford, van a escoger “8 1/2” abrumadoramente.

 

Sí.

Eso es lo que quería decirte. Que hay todavía un peso de una cierta tradición muy exigente, muy elitista, muy purista, muy de los valores culturales, como aquellos que están por encima de buena parte del cine. Quiero decir que el cine no logra acceder a ellos. Eso genera un desencuentro con una serie de expresiones. Está cambiando mucho. Las generaciones jóvenes ya no tienen esa misma mirada. Incluso, está cambiando, al extremo que hay sectores en los que ya los criterios de evaluación prácticamente se han diluido. Entonces, ya no es la mejor película, es la película que más me gusta. Ya no es la mejor novela, es la que me gusta, en la cual el criterio del gusto suprime o desplaza al criterio de la valoración o del juicio. Ahora está ocurriendo muchísimo.

 

Claro. Quería mencionar de tu libro “Del clasicismo a las modernidades. Estéticas en tensión en la historia del cine”, del año 2022, que decía en la página 398: “Sin olvidar otras influencias originadas en una década marcada por estímulos extracinematográficos muy eficaces: desde la guerra de Vietnam hasta las reivindicaciones y luchas políticas, pasando por el hard rock, el heavy metal, la psicodelia y la cultura del LSD y otras drogas alucinógenas. Ese mismo contexto sirve para ubicar el surgimiento de las nuevas corrientes del terror en Hollywood. La noche de los muertos vivientes es, sin duda, un título clave de fines de los años sesenta, seguido por varios otros, considerados paradigmáticos del género, como La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, 1972) de Wes Craven, La Matanza de Texas de Tobe Hooper o Carrie: extraño presentimiento de Brian de Palma. También el gran género criminal en las modalidades del thriller u otras como las que representa El padrino en la industria norteamericana son productos de esas nuevas condiciones y del aire de la época”. Tú crees que todo este contexto, esta explicación de esa época, de hace algunas décadas, ¿todavía tiene influencia en el cine de ahora? ¿O ya vemos este tipo de cine como algo anterior?

Yo creo que es otro contexto. Hay un contexto que se está viviendo, si trato de ubicarme en el paisaje norteamericano y, de paso, latinoamericano… Creo que está habiendo una época muy contradictoria, porque, por un lado, hay tendencias progresistas, en el sentido de aperturas a nuevas formas de entender la sociedad, entender las relaciones humanas, que ya no es la de los años sesenta, la bisagra de los setenta y los setenta. Es distinta, pero han recrudecido tendencias renovadoras muy fuertes también, excluyentes y cerradas. El mundo ha cambiado. El fenómeno migratorio está influyendo mucho. Tanto en Estados Unidos como en Europa. Las sociedades se dividen, en ese sentido, en fuerzas encontradas. Esta idea casi de la guerra cultural que se está levantando, de una o de otra forma, en un país o en otro. Cuando leo, por ejemplo, muchas cosas de acá del Perú, en las que se está convirtiendo al caviarismo en un gran frente cultural organizado frente a un sector, un segmento, que tiene ideas más tradicionales, más conservadoras. Una posición liberal, amplia, frente a posiciones conservadoras.

 

Por ejemplo, al documental de Javier Diez Canseco, a “Rojo profundo” (2023), le han dado con palo ahora último.

Sí.

 

Y creo que ha sido injusto.

Es injusto. A pesar de que creo que hay una… He visto la película, que creo que es interesante. Y tú la viste también, ¿no?

 

Sí. El documental.

Es una película muy ilustrativa. Sí. Es también, vamos a decir, muy partidaria. Yo hubiese incorporado, es una manera de verlo, otras miradas, otra visión desde el otro lado, darle…

 

Un poquito la voz del enemigo.

Sí.

 

Que hablara un poquito más.

Sí. Creo que la tendencia… Y esto, en personajes de izquierda o de derecha, tiende a ser encomiástica. También en todos los documentales biográficos, los documentales que se hacen sobre personajes en diferentes campos. Es como la versión oficial. Incluso, creo que en la película hay hasta algunos sesgos que son injustos con alguna gente muy cercana a Diez Canseco. Por ejemplo, le dan mucho peso a Hugo Blanco, que no era miembro de Vanguardia ni del Partido Socialista. Tenía otra posición. Pero es cierto que salta la gente cuando hay películas (de izquierda). Hay otra sobre Hugo Blanco que se hizo y que también, igualmente, protestaron. Y todo esto sirve de argumento para decir: “Bueno, la ley de cine está favoreciendo a estas tendencias”.

 

A los progres.

Sí. ¡Están dándole premios! Hay todo este sector. Es todo un problema y es una de las luchas que hay que tener aquí. Cuando converso con alguna gente que no piensa como yo, les digo: “Bueno, presenten proyectos”. Me parece legítimo que se hagan documentales sobre Riva Agüero o Víctor Andrés Belaúnde, figuras del conservadurismo que también tienen sus méritos. Tendríamos que ser demasiado ciegos a estas alturas o fanáticos. Creo que tú no lo eres.

 

No.

Y, afortunadamente, tampoco me siento yo así. Pero sí, hay mucha… Es una etapa. Eso se está viviendo también en Estados Unidos. Hay que reconocer que, desde el lado, vamos a decir, progresista, hay excesos. Y que el asunto de lo políticamente correcto se está convirtiendo en una especie de camisa de fuerza. Porque desde el lado de lo políticamente o progresistamente correcto, se configura también una suerte de neoinquisición. Aquí están los réprobos, aquí están los excluidos. Muy grave, muy serio.

 

Acá están los reaccionarios.

Sí, también. Pero un riesgo muy grande es eso. Puedes tú eliminar a alguien, porque en algún momento de su vida tuvo una conducta sexual cuestionable. Incluso, porque en algún momento plagió algún texto. No estoy favoreciendo ningún tipo de abuso ni de plagio, pero acá las cosas se están llevando a un extremo tal que preocupa.

 

Porque si no tendríamos que eliminar a la mitad de los artistas, pintores, actores de cine…

Exactamente.

 

Desde Picasso que pegaba a sus mujeres, Woody Allen que se metió con su hijastra. Entonces, hay tipos que moralmente eran unos monstruos, pero su producción artística es otra cosa.

Claro.

 

Pero hay mucha gente para la cual eso es difícil separar.

No pueden separarlo y eso es todo un problema.

 

Sobre todo, cuando tienes una formación católica. En mi caso, soy católico, del colegio Champagnat, y me cuesta separar eso, pero tengo que reconocer que Picasso hizo cosas muy innovadoras. Pero si me hubieran dicho: “Vas a almorzar con Picasso”, yo le digo: “No, gracias”. Porque creo que moralmente no vale la pena. Pero era un artistazo.

Claro. Exactamente. A mí también me pasa lo mismo. Hay ciertas figuras de las que yo digo: “No creo que pudiera ser amigo de él”. Humanamente, puedo no tener el aprecio, pero hay una obra que no se puede desconocer. Y es la obra que se separa del artista. Queda como un producto, sí, pero, al mismo tiempo, autónomo e independiente. Entonces, por allí hay un problema, que habría que verlo con mayor cuidado. Porque si no estamos llegando a una especie de neoconservadurismo excesivo y peligroso.

 

Muchísimas gracias por la entrevista. Ha sido un honor. Siempre he seguido lo que has escrito, desde que era adolescente. Es uno de los grandes días de mi vida, como amante del cine. Respeto mucho tu trayectoria. Espero que sigas produciendo muchos libros. También gracias por todos esos libros que estás produciendo ahora con muchísima mayor frecuencia que hace años. Son un aporte. Y eso tendríamos que hacer todos a los que nos interesa el cine en el Perú, en Latinoamérica: remar para el mismo lado. Ver que todo lo que escribamos, sea desde la crítica, artículos de cine o libros de cine, es un aporte para nuestra región. No vernos como enemigos y que tal me odia y le pongo la cruz. Al final, estamos educando a las nuevas generaciones para que se acerquen al cine, que es una cosa que puede transformar vidas, cuando son grandes películas. No todos tienen esa capacidad de entenderlo. Es un tema netamente técnico, profesional, como tú lo has demostrado durante décadas. Nuevamente, te agradezco. Un honor.

Gracias a ti, Gianmarco.

 

Y todo lo mejor para ti en el futuro.

Igual, de mi parte yo te agradezco la entrevista, agradezco tus palabras. Y aquí me tienes para cualquier nueva conversación. Sea para una entrevista o no. Ojalá podamos tenerlas más adelante.

 

Muchas gracias.

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