miércoles, 14 de noviembre de 2012

Javier Ascue


“La estrella del periodismo dura un día y al siguiente se olvida”


Entrevista por Gianmarco Farfán Cerdán

Foto: Archivo El Comercio


Javier Ascue Sarmiento (Toraya, 29 de diciembre de 1944 - Tarma, 5 de noviembre de 2012) fue uno de los mejores periodistas del Perú. Acaba de irse a un mundo mejor, de manera inesperada, y ahora no podrá evitar que se hable de él y de su inagotable talento para ir tras una noticia. Y es que el apurimeño maestro Ascue -también conocido como “Taita”- siempre ponía la modestia delante de todo, no le gustaba ser el centro de atención de los demás. Carecía de vanidad, a diferencia de muchos colegas del gremio. A pesar de su inmensa humildad, con el paso de los años se convirtió en una leyenda viva del periodismo nacional.

Esta entrevista fue realizada el martes 30 de mayo de 2006, en las instalaciones de El Comercio, importante medio de comunicación al que entregó más de cuatro décadas de su intensa vida. Ascue fue testigo de muchos de los acontecimientos más importantes y trágicos de nuestra nación (como el terremoto de Yungay, en 1970) y del extranjero, cubrió la peor época del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, conoció el Perú profundo palmo a palmo, y se salvó de la muerte en más de una oportunidad (pudo ser el noveno periodista asesinado en la masacre de Uchuraccay, en 1983).

Asimismo, fue candidato al Pulitzer, promovido por la revista francesa París Match, por informes de niños esclavos en socavones mineros de Puno. Y en 2004, recibió del Congreso de la República un merecido reconocimiento por su trayectoria profesional. Sin embargo, lo que a él más le emocionaba era sentirse un hombre de prensa vigente que cumplía con su deber de informar, imparcialmente, hasta los hechos más terribles y dolorosos. Era un periodista puro, guerrero, de raza. Nunca le interesó estar detrás de un escritorio: él disfrutaba la adrenalina de buscar la noticia muy lejos de las salas de redacción, donde fuera. Pocas veces he conocido a un periodista tan mimetizado con su labor como don Javier. Quizá ahora esté preguntándole al mismo Dios, muy respetuosamente, si no hay alguna comisión periodística por realizar en ese lugar tan pacífico y perfecto al que ha llegado para quedarse.

Don Javier: ¿cuántos años en el periodismo?
Desde que me inicié en el periodismo serán cuarenta y dos, porque dos años antes de llegar a El Comercio -donde voy a cumplir cuarenta-, llegué a una revista como practicante. Una revista de la Universidad (Nacional) Mayor de San Marcos que se llamaba Horizontes Universitarios. Ahí me invitaron a hacer fotografía. El que me llevó para esa primera experiencia en esta hermosa carrera ha sido justamente Maynor Freyre, que era el director de la revista. Ahí me inicié.

Y durante esos cuarenta años, ¿qué es lo que más recuerda con cariño, que le ha dado esta carrera?
Vivir apasionadamente la profesión. Para mí, todos los días son muy buenos. Cuando uno quiere la profesión, la verdad… Todo lo que he hecho, para mí, es grato. Incluso, desde el momento en que tú como periodista -y como humano, sobre todo- sientes el frío, el calor, la pena, el terror, el miedo. Todo eso se convierte en una sola palabra, que se llama servicio. Y ese servicio significa ser periodista.

¿Su familia se ha acostumbrado a su ritmo de trabajo de periodista? El periodista no tiene hora para hacer muchas cosas.
Tú lo has dicho: no hay hora. Mi familia se ha acostumbrado. Al comienzo no. Pero, a través de los años, ya se ha acostumbrado. Para ellos es común que yo no esté en el seno familiar. Muchas veces, en el momento más grato -como el cumpleaños de tu hijo- o en el compartir las cosas hermosas que pasan en la niñez. O que (tu hijo) ha sufrido algo, le ha ido mal: no estar presente en esos momentos, como padre, es bien triste. Pero, al final, ellos entendieron que tenían un ser que es periodista. Que se debe, primero, a su trabajo. Entonces, en el periodismo -no sé si pasará con el resto-, primero es mi trabajo, sinceramente. Cumplir con la misión. Dejar para los siguientes días, tal vez, estar con la familia o disfrutar momentos como cualquier ciudadano.

¿Qué es lo que más disfruta, aparte del periodismo?
Vivir en un país tan hermoso como el nuestro. Es una maravilla nuestro país. Yo tengo la suerte de conocer casi pueblo por pueblo y, para mí, tener como patria el Perú, con todas sus necesidades, sus riquezas, es muy grande. Para mí, es una felicidad ser peruano. Y, sobre todo, la dicha de conocer casi pueblo por pueblo toda esta nación, de frontera a frontera.

¿Y por qué cree que si el Perú es tan hermoso la gente no lo sabe tratar tan bien? ¿Por qué hay tanta pobreza? ¿Eso se debe, más que nada, a un manejo del poder (político) equivocado?
Te lo digo porque tengo la oportunidad de trabajar en un medio de comunicación como El Comercio, que me ha dado la oportunidad de poder recorrer el país. Y no todos tenemos esa oportunidad. Deberían los próximos gobiernos incentivar, justamente desde la juventud, desde el colegio, el visitar nuestra patria. Y de acuerdo a eso, posiblemente, se llegue a querer (el Perú) como lo quiero yo. Hay dejadez en nuestros gobiernos, en el Estado. No tiene presencia en todas partes del Perú. Se le da prioridad solamente a las capitales de departamentos, provincias y algunos distritos, pero al resto no. Un ejemplo: como tú sabes -tú estás en el periódico (El Comercio) y lo has leído hace quince, veinte días-, la nación Q’ero es de unos campesinos descendientes de los incas. Salió en la primera página de El Comercio. ¿Quiénes son ellos? Viven en la cordillera de los Andes, en los macizos del Ausangate (un nevado considerado sagrado por la cosmovisión andina), en el Cusco. ¿Y cómo han llegado ellos ahí? Según la tradición que ellos dicen, se escaparon de los españoles cuando los querían coger para esclavizarlos en las minas, en el trabajo de la mita. Entonces, los nevados a 5 700 (msnm) que lograron cruzar, les han permitido no ser capturados por los españoles. La naturaleza los ha defendido hasta ahora. Y son comunidades donde viven con las mismas costumbres del imperio de los incas: con un consejo de ancianos, su administración es los cuatro suyos en cada una de sus comunidades, mantienen la ley inca que dice “ama sua -no seas ladrón-, ama quella -no seas ocioso-”, y toda esa sapiencia la mantienen y viven ahí. Para mí, ha sido un asombro, honestamente, que yo haya convivido con una de las comunidades, una de las más cercanas, a 5 700 (metros) sobre el nivel del mar, tres días. Como esas comunidades hay muchas. En la selva, muchas comunidades son totalmente desconocidas para el Estado, para los peruanos. Eso es un ejemplo de que hay dejadez de no integrarnos como peruanos. A través de los tantos años que estoy de periodista, ahora recién me doy cuenta que eso falta.

¿Esa es la mejor comisión (periodística) que ha tenido o cuál es la que más recuerda?
Hay muchas. Pero de las recientes, esa: el haber convivido con esos peruanos que están en las alturas. Pero las comisiones son muchas. No solamente aquí, en la Antártida, en otros países. En América ha sido, más que nada, siempre, problemas de conflictos, como la guerra de Nicaragua o el haber estado en Cuba. Pero, para mí, las noticias que he hecho del Perú son las mejores, las más grandes. Todas.

¿Colecciona todos sus artículos desde que empezó su carrera?
Una parte nomás. Pero yo creo que tú los estás coleccionando (sonríe irónicamente).

¿Hay aún grandes periodistas en el Perú? Se dice que había (bastantes) hasta hace unas décadas y que ahora son muy pocos.
Sí. Hay que ser más modestos: el periodista no es grande ni chico. Si tú quieres la profesión, no puedes hacer esas diferencias. Yo siempre he dicho: “En el periodismo no hay estrellas”. La estrella del periodismo dura un día y al siguiente se olvida. Pero, sin embargo, hay colegas que cuando hacen una información de primera y es (algo) sonado, caminan como pavo real. A veces, yo les digo: “No lo hagas, porque eso te dura muy poco. A los dos días se olvidaron de ti”. El periodista siempre debe ser modesto. No debe ser sumamente orgulloso ni pedante porque ha hecho algo. Eso no funciona conmigo. Si has hecho algo muy lindo y ha trascendido las fronteras o ha servido para ayudar a una comunidad, una nación o una persona, eso debe servir solamente como una cosa interna, de sentirse bien. Es el mejor pago que puedes tener por tu trabajo: sentirte bien de que has hecho algo, pero no debes ser soberbio. No debe haber eso.

¿Y cuál es el momento más difícil que le ha tocado afrontar como periodista?
Varios. Haber estado en la guerra de Sendero (Luminoso) y haber casi presenciado la matanza de los ocho periodistas en Uchuraccay. Eso marcó mi destino y el camino de seguir el ejemplo de ellos, del sacrificio, sin pedir nada. Eso me marcó. Nunca lo olvido. Y tragedias que me ha tocado cubrir: terremotos, caídas de aviones. Ahora último, el volcán Ubinas (en Moquegua, que incrementó peligrosamente su actividad en 2006, provocando la evacuación de las poblaciones aledañas y la pérdida de ganados) y todo eso.

¿Lo de Uchuraccay le deja dormir?
Muchos años lo tengo. Siempre tengo presente eso.

¿Cree usted que Dios lo ha dejado acá por algo?
Sí, para seguir el camino a esos periodistas. Yo creo que Dios me tiene marcado el camino de servicio. Cada vez que inicio una misión -como ya tú sabes, dentro de poco debo estar saliendo de nuevo a la selva-, siempre me encomiendo a él. Porque él nos guía. Además, ¿qué es lo que hacemos nosotros? Un servicio. Hacerlo bien, con voluntad, cariño y responsabilidad, es lo mejor.

Entre el Javier Ascue que empezó y el de ahora: ¿cuál es la diferencia principal?
La experiencia que los años te dan. Como joven eres impetuoso, puedes hacer las cosas como tu juventud da. A esta edad, (la diferencia) del Javier Ascue que empezó a los diecisiete, dieciocho años, es la de haber asentado la personalidad, tener seriedad y ver las cosas en forma real y sin apasionamiento. Sobre todo, con mucha responsabilidad.

¿Qué le recomendaría a alguien que recién empieza en el periodismo? ¿Cómo debe llevar su carrera? ¿Cómo debe relacionarse con el poder, que lo va a tener muy cerca?
Si tú amas tu profesión, ese es tu secreto. Otros dicen: “Yo tengo que ir a trabajar porque, en fin…” y reniegan. Eso no. En el caso mío, cuando estoy de descanso, no sé qué hacer. Tu trabajo debe ser, primero, aparte de tu responsabilidad, una alegría. Saber qué es lo que estás haciendo. Ese es el secreto: quererlo. A veces, más que a una familia. La recomendación es esa: que te guste lo que estás haciendo. Y hazlo con responsabilidad, con seriedad, básicamente. Eso te va a abrir un buen camino. Y evitar la soberbia. Eso es malo.

Muchas gracias por la entrevista, don Javier. Y felicitaciones por…
Gracias.

…ser tan buen periodista.
Ya nos estaremos viendo.