jueves, 29 de enero de 2015

María Mendoza Michilot


“Los medios tendrían que pensar en el modelo de país que quieren ayudar a construir”



Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


La inteligente periodista, investigadora y catedrática María Mendoza Michilot (Lima, 1960) ha tenido el gran acierto de escribir una detallada y reflexiva historia del periodismo peruano de todo el siglo XX. Su magnífico libro -de dos tomos- 100 años de periodismo en el Perú (2013) debería ser una referencia obligada para todo estudiante de periodismo que quiera entender a cabalidad el devenir de su profesión.

Decía el notable historiador británico -pero nacido en Egipto- Eric Hobsbawm, en su clásica obra Historia del Siglo XX (1994), que “a medida que el historiador del siglo XX se aproxima al presente depende cada vez más de dos tipos de fuentes: la prensa diaria y las publicaciones y los informes periódicos, por un lado, y los estudios económicos y de otro tipo, las compilaciones estadísticas y otras publicaciones de los gobiernos nacionales y de las instituciones internacionales, por otro”. Salvando las distancias, Mendoza realiza una encomiable labor, similar a la de Hobsbawm, en favor de un mejor conocimiento de la historia de la prensa nacional, y sin ser historiadora de profesión. Aunque casi lo parece, dado su permanente y serio afán investigador.

Ella es licenciada en comunicaciones por la Universidad de Lima y magíster en periodismo digital por el Instituto Universitario de Posgrado de Madrid. Cursó la maestría en sociología, así como estudios de educación y responsabilidad social en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Desde hace dos décadas, es catedrática en la Universidad de Lima y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Trabajó, durante veintiséis años, como redactora, analista internacional y editorialista en el diario El Comercio. Asimismo, publicó Inicios del periodismo en el Perú: relaciones y noticiarios (1997), el cual fue comentado positivamente por el destacado historiador Teodoro Hampe Martínez en su texto Bibliotecas, imprentas y difusión de noticias en el Perú colonial. Además, ella participó en la redacción de la Enciclopedia temática del Perú (2004), que constaba de dieciséis tomos.

Dialogamos profundamente con esta respetada periodista sobre su muy valioso y analítico libro, donde aparecen constantemente las conflictivas relaciones entre periodistas, lectores y grupos de poder, así como del vertiginoso presente e inimaginable futuro tecnológico del periodismo.


Muchas gracias por esta oportunidad. Para mí, es un lujo poder entrevistarla.

Gracias, más bien, por la oportunidad.

Pocas veces uno puede entrevistar a sus maestros y más cuando uno ha llegado a admirar a estos maestros.
Gracias.

Decía Jorge Basadre que “el periodismo fue en el Perú, como en toda América, el instrumento único de gran comunicación de masas, a las que informó, educó, orientó y, en sucesivas ocasiones, movilizó y puso, a su modo, nuevas relaciones entre los individuos y las clases”. Este periodismo del siglo XX que usted ve en su libro, ¿qué nuevas relaciones pudo establecer o hacer notar en nuestra sociedad?
Muchas relaciones. Entender la historia del periodismo es pasar revista a la historia del país. El quehacer del periodismo, por definición, está muy ligado a la realidad. Teóricamente, se dice que el periodismo construye la realidad social. No nos entrega la realidad misma -porque sería imposible-. Nos da una versión de esta realidad. Desde este punto de vista, a lo largo de todo el siglo -como tú has señalado- destacan una serie de relaciones entre grupos, propietarios de medios. Se observa una serie de relaciones, por un lado, entre el periodismo y las casas editoras y los grupos que toman las decisiones en este país. Esa es una primera relación. No estamos descubriendo nada, pero se ratifica. Es una constante. Y, en segundo lugar, está la relación un poco más distante -parece mentira- entre el periodista y sus públicos objetivos. Los lectores, en sí. Entonces, esa es otra relación que parece como en la nebulosa a lo largo de la historia del periodismo. Por ejemplo, no hay un registro claro de cuáles eran los públicos objetivos de los medios. Entonces, cada vez que encontraba un dato en ese sentido, me parecía un hallazgo. Saber quiénes leían esas publicaciones. Por los contenidos de los diarios tú te das cuenta, más o menos, a quienes estaban dirigidos. Pero podríamos decir que hasta la década del 50 los diarios estaban escribiendo para el gran público. No escribían para los sectores que tomaban decisiones.

Para los grupos de poder.
Los grupos de poder, grupos de presión, grupos influyentes, como se les llama. ¿Y eso por qué sucedía? Porque la organización de la sociedad era esta, según la sociología. La sociedad civil recién organizada surge en la década del año 60, dice Sinesio López. Desde ese punto de vista, antes, si tú querías tener un interlocutor válido con tu público, tenías que hablar a la masa. Eso es un poco las relaciones que he visto y las periodicidades. A mediados de siglo, era un periodismo que daba información, comentaba la vida cultural, artística del país, la vida económica. El Comercio mismo nace como un medio comercial. Sobre todo a la mitad del siglo es cuando vemos la razón de ser del periodismo mismo. ¿A quién me dirijo? Al lector. Hay una mayor preocupación por pensar en quién me está leyendo. Me parece interesante.

Además que antes, a inicios del siglo XX, todavía no existían los estudios de mercado.
Exacto. En realidad, los niveles socioeconómicos, según (Alfredo) Torres, por ejemplo, son del 90. Medir las lectorías y todos los estudios de mercado con base en la categorización de niveles socioeconómicos es a partir de los 90, finales de los 80, acá, en el país. Desde ese punto de vista, antes el lector estaba ahí, era alguien amorfo, uno no sabía quién era. Eso ha sido una cosa pendiente que he encontrado ahí.

Benedict Anderson señalaba que “en sus inicios los periódicos, así como las novelas, fueron los primeros contribuyentes de la representación de esa ‘comunidad imaginada’ que es la idea de nación”.
Sí.

Nuestra idea de nación siempre ha sido polémica y difusa. ¿Cómo era esta ‘comunidad imaginada’ que teníamos?

Yo estaba siguiendo ese tema ahora, justamente, y he encontrado que desde finales del siglo XIX, pero sobre todo a partir de la década del 30 (del siglo XX), comienza a hablarse en los periódicos de la ciudadanía. El tema de la nación es un debate antiguo y los sociólogos dicen que, en realidad, todavía no tenemos una idea de nación. Porque la idea de nación, entendida como la comunidad de ciudadanos iguales ante la ley, con derechos, deberes y una idea de nación, se está construyendo de a pocos. Hay un autor, un sociólogo importante en la (Universidad) Católica, Orlando Plaza, que analiza este tema y dice que esta idea de nación, de comunidad de ciudadanos -la ‘comunidad imaginada’ que habla Anderson-, se viene construyendo en el Perú de a pocos, con avances y retrocesos. Y tiene una clasificación bien bacán, porque dice que hay hitos en la historia del país que han permitido que esa idea de nación se vaya consolidando. Por ejemplo, tres momentos positivos para que la idea de la nación -que entendían como ciudadanía- se constituya más sólida son: el surgimiento de los partidos modernos -el APRA y el partido socialista, porque antes lo que teníamos eran partidos de cuadros-, el voto de la mujer en el año 56 y el voto de los analfabetos, con la Constituyente en el 78, 79, que se aprobó. Esos tres momentos han sido hitos importantes para que la gente, los peruanos, nos reconozcamos como ciudadanos y, por lo tanto, como miembros de una colectividad. Antes de decirte la parte negativa, estos tres momentos han tenido en los periódicos un correlato. No tanto como nosotros quisiéramos. La pregunta es: ¿hasta qué punto los periódicos han contribuido o están contribuyendo en nuestra idea de nación, en lo que somos? Por ejemplo, el surgimiento de los partidos fue manejado de manera relativa por los medios. El voto de la mujer no tuvo mayor difusión. El voto de los analfabetos sí. Es interesante ver cómo estos hitos, que la historia reconoce como positivos, tuvieron un correlato en los medios. ¿Y cuáles son los momentos negativos? Los que señala Plaza. La gente iba votando, iba reconociendo su derecho de sufragio, que estaba avanzando. ¿Qué se reconoce como retrocesos? El estallido del terrorismo y la medida que salió contra el estado del terrorismo. El gobierno de Fujimori hizo un modelo autocrático, muy corrupto. Entonces, esos dos momentos fueron retrocesos, dentro de este proceso. Lo interesante sería ver cuál ha sido la contribución de los medios de comunicación a esta idea. ¿Cuántos eran los medios y cuánto están haciendo, en relación a que los peruanos los reconozcamos como miembros de una colectividad en la que tenemos derechos y deberes por cumplir, en la que tenemos que aportar?

Y durante el siglo XIX el periódico no solo se había convertido en el primer instrumento de comunicación…
Sí.

…sino que, además, era el medio de “la nueva sensibilidad que se estaba gestando en Lima”, según Carmen Mc Evoy.
Sí.

En ese sentido, en el siglo XXI, ¿los periódicos: qué instrumentos son, cuáles son sus fines? ¿Son muy diversos a lo que eran en el siglo XIX?
Yo creo que va por el lado de las conexiones que hablábamos antes. El futuro de los periódicos está ligado al conocimiento de su público. Siempre he creído que un periódico se debe a sus lectores. Entonces, en la medida que el periódico, el medio de comunicación, en general, se juegue por eso que la gente quiere; en la medida que atendamos -como decía este comunicador (español) Carlos Soria-, nos pongamos en la cabeza del lector, el medio va a tener un mayor protagonismo. No solamente en las soluciones de los quehaceres, de los problemas de las personas en el día a día sino en el modelo de país que queremos tener. Ese es el aporte. A lo largo de la historia, eso siempre ha sido. Evidentemente, ahora hay muchos mecanismos para llevar comunicación. Las nuevas tecnologías te establecen nuevos canales de comunicación, pero el telón de fondo es el mismo: qué somos y a quién nos dirigimos, para qué. Desde ese punto de vista, los medios tendrían que pensar en el modelo de país que quieren ayudar a construir. Ese es un poco el reto. Sigue siendo el reto.

Mi repregunta sería: ¿(los medios de comunicación) realmente han tenido un modelo de país que han querido construir o se han guiado, más que nada, por estos grupos de poder?
Hay cosas bonitas a lo largo de la historia. En los años recientes, todo el trabajo del periodismo de investigación fue bueno. ¿Para qué? Para garantizar un país más limpio, más transparente, menos corrupto. Las prácticas autocráticas de los gobiernos, también, tuvieron algunos paladines del buen periodismo. En el libro están señalados. Antes del cincuenta, ¿qué podríamos señalar como resaltable? Las luchas sociales que se hicieron. Incluso, en regímenes cuestionados, como el periodo este del Gobierno militar. Por ejemplo, el voto de los analfabetos tuvo un gran debate en los medios, en aquellos años. Probablemente, porque había un factor ahí de Gobierno. Pero todo lo que han sido, a lo largo de la historia, las campañas periodísticas, son iniciativas que deberían ser más frecuentes. No todo ha sido negro en el periodismo. De alguna manera, también, el periodismo ha reflejado las incoherencias de su entorno. Cuando uno mira hacia atrás dice: “Caray, no todo fue negro”. Hubo cosas buenas que te dicen: “Por ahí deberíamos seguir caminando”. La campaña periodística, las luchas sociales, la defensa de los derechos de las minorías, son temas que están ahí, por tocarse.

Claro. Volviendo al orden cronológico, quería mencionar algunos hitos del periodismo que usted menciona en su libro de dos tomos. Muy sustancioso. Por ejemplo, de El Comercio: que fue el primer diario en incluir, el 31 de julio de 1898, una fotografía en la portada. Y ahí, con este hecho, aparecía el oficio del reportero gráfico.
Sí.

Y que El Comercio, también, había sido el diario que trajo la primera rotativa al país, que era de marca Marinoni, de origen francés. Imprimía 200 ejemplares por minuto, de cuatro hojas, y se estrenó el 19 de enero de 1902. El Comercio está muy ligado, siempre, a la modernidad…
Sí.

…y desde 1839 se ha mantenido. Con buenos y malos tiempos, pero se ha mantenido.
Sí.

Es un hito en la historia del país.
Es un hito en la historia del país y en América Latina es una de las empresas familiares que se ha mantenido, a lo largo del tiempo. Es una tendencia: los diarios más antiguos del continente son empresas familiares. Podemos repasarlas. El caso de El Comercio es ese. Se ha mantenido y, como tú señalas, una de las características de la empresa ha sido la innovación. Lo menciono en el libro cuando hablo que el sinónimo de El Comercio, a lo largo del tiempo, ha sido la innovación. Fue el primero en varias cosas y eso se ha mantenido. En gran parte del siglo XX fue el innovador, el que empezó todo, el que sentó una especie de ruta que otros medios siguieron.

Siguiendo el orden cronológico, durante el oncenio de Leguía hubo “asedios y atentados contra el periodismo opositor” y fue “un periodo nefasto para la libertad de expresión”. Se parece mucho a lo que hizo Fujimori muchas décadas después.
Sí.

Y, además, durante el oncenio de Leguía, también, se hostilizó a Luis Fernán Cisneros, el director de La Prensa. Se le acusó de conspirador y se le confinó en la isla San Lorenzo.
Sí.

Ya desde esas primeras épocas, el periodismo ocasionaba problemas a los gobiernos. Era temido.
Claro. Era el fiel de la balanza, por esto que mencionábamos antes: la relación con los gobiernos era muy estrecha. De apoyo al Gobierno o distanciamiento, de oposición. Repito lo que dice un trabajo de Pedro Planas. Él tiene un libro que se llama La República Autocrática (1994). Precisamente, usando la caracterización que hace Basadre de la república aristocrática de comienzos del siglo, él habla de una república autocrática. Pedro dice que el oncenio de Leguía fue una república autocrática, en la cual el Gobierno hizo y deshizo. Se iba por un tercer mandato. Se quedó dos periodos. Entre otros abusos, en relación a la independencia de los poderes, fue totalmente coactado el legislativo. Y, en el caso de la prensa, expropió, compró voluntades y sentó una de las prácticas más nefastas para el periodismo, que es la autocensura. Nadie quería ser víctima de lo que le había pasado a La Prensa. Hay un libro de Luis Alberto Sánchez que menciona que, a raíz de lo que hizo Leguía con La Prensa, El Comercio se mesuró en sus ataques. Hay varios editoriales en los cuales deja expresado su malestar en relación a lo que sucedía. Por eso viene el símil con Fujimori. En realidad, las semejanzas son múltiples. Aunque muchas personas establecen diferencias, también, hay varias coincidencias en relación a la forma de gobernar.

Claro. Además, Luis Fernán Cisneros fue el padre de Luis Jaime Cisneros Vizquerra.
Sí. Escritor y poeta.

Y tuvieron que irse del país.
Sí. Tuvieron… Y no cejaban en su esfuerzo. Sacaron un periodiquito pequeño, pero igual estaban en las sombras. Fue una época terrible. Leguía, incluso, trae a una persona de afuera para que dirija el periódico como él quería. Han sido unos parecidos increíbles con la historia reciente.

El fujimorismo.
Sí. Es increíble. Fue superviolento, porque un día la empresa era oposición y al día siguiente, cuando la expropian, cambia totalmente su discurso y se convierte en un diario oficialista.

Los vuelve diarios títeres.
Diarios títeres, diarios de propaganda, en realidad. De propaganda del gobierno de turno.

No eran periódicos sino, simplemente, propaganda oficial.
Como cualquier vocero legítimo dentro de un partido. Por ejemplo, yo tengo mi partido y saco mi órgano de difusión. Lo que pasa es que La Prensa tenía una historia y se convirtió en eso, en un vocero del régimen, desde que fue expropiado hasta el término de Leguía. Cuando cae Leguía, Sánchez Cerro la devuelve a sus propietarios, pero el diario había sido muy golpeado y tiene un periodo de cierre. Me parece que en el año 34 vuelve a reabrir. Fue fuerte.

Otro momento importante para el periodismo y para el mundo fue el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Durante esa época, en nuestro país solamente El Comercio, La Prensa y La Crónica podían informar a través de las agencias de noticias de una manera permanente.
(Asiente con la cabeza).

Y, también, desde diciembre de 1941 empezó a haber carestía de papel para elaborar estos diarios. Además, había falta de transporte para los barcos, que se estaban dedicando, más que nada, a las armas bélicas. Y las empresas editoras tuvieron que reducir el número de páginas y congelar el precio de sus publicaciones. Este momento de la Segunda Guerra Mundial, además de todo lo mencionado, ¿cómo afectó al desarrollo de la prensa? ¿Se estancó?
No, al contrario. Le puso un tema de interés. Probablemente, esos grandes eventos internacionales sacaban a la rutina de Lima de su día a día. Les hacía pensar y mirar, un poco, que más allá de las fronteras estaba pasando otra cosa. El Comercio, La Prensa y La Crónica son considerados, en el tiempo, los diarios de referencia, los más importantes, los de mayor antigüedad, los más influyentes. Justamente, estos tres diarios -como ha sucedido en diferentes países del mundo- son los más preocupados por fenómenos de esta naturaleza gravitante. Hablábamos que la prensa es cambio. En este caso, les cambiaron totalmente la agenda informativa. Por ejemplo, El Comercio y La Prensa, los dos, tenían edición de la mañana y la tarde. En la mañana salía información de los servicios cablegráficos. Ahí era el tema quién tenía el mejor servicio cablegráfico, la mejor agencia de noticias, para tener información más fresca. Fue una pugna entre ellos, a ver quién tenía la mayor información. Y la cobertura era inmensa. Ahora, no hay ningún periódico del tamaño de aquellos. Eran ediciones grandes, extensas. La contienda fue un gran tema. Todavía no se ha hecho un trabajo para ver cómo los diarios locales -dentro de la realidad tan pequeñita que era la del Perú- miraban esos fenómenos como lejanos. Está pendiente ahí un estudio para ver qué posición tomaron. De alguna manera, estos tres periódicos hicieron eco de la “propaganda blanca”. Todo el tema del lado de los aliados. Y, como me decía la vez pasada el profesor (Juan) Gargurevich, ahí hay un tema por ver qué pasó en la Guerra Fría. También es un aspecto. En el libro, menciono algunos titulares sobre cómo veían los periódicos estos fenómenos. Entonces, una primera conclusión, muy inicial, es que sí hicieron eco de la “propaganda blanca”, la propaganda de los aliados. Ahí hay un tema por seguir.

Sobre todo por un tema de afinidad ideológica.
Exacto. El Perú, sus sistemas políticos, abonaban por el lado de las democracias. Todo el resto aparecía como un mundo oscuro. Hay algunos titulares en los que se habla de la izquierda como fenómenos extraños, oscuros, inseguros, que atemorizan a la realidad nacional. Hay varios editoriales sobre eso en los años 30. Nuestra prensa ha sido de esa naturaleza. Más bien, los periódicos que se dedicaban fuera de lo que podríamos llamar “el sistema”, eran publicaciones que ahondaban en estos terrenos desconocidos. Eso se manejó siempre así, fuera de la gran prensa.

Otro hito importante era el del diario Última Hora. Que “empezó a circular el 13 de enero de 1950”. Que fue el primer diario sensacionalista del país.
Sí.

Y usaba la replana. O lo que es el slang, la jerga.
Exacto.

En conclusión, informaba entreteniendo. Última Hora fue un hito popular.
Un hito popular: así lo llama Gargurevich. Le llama “el primer diario popular”. Hoy lo llamaríamos, también, “diario popular”, porque todo lo que era prensa sensacionalista ha adquirido una nueva categoría. Se le conoce como popular, como representante de algunos sectores. Recuerdo que el primer diario popular, el diario que vino, un poco, a romper estas formas tradicionales de hacer periodismo fue La Crónica. También lo estudia Gargurevich. ¿Por qué? Por el lenguaje. Básicamente, el lenguaje era muy coloquial. El tema del aporte gráfico estaba muy asociado a lo popular. En lugar de textos largos, abundantes datos, todo se reducía a una foto. Otro recurso importante, característico de lo popular, era la caricatura. El diario popular tenía mucha ilustración, mucha caricatura, por lo cual te imaginas que era dirigido a un público que se estimaba que no leía mucho, que le iba a entrar más la información por los ojos. El caso de Última Hora es que desarrolla la foto grande, también. Es un gran tabloide. Desarrolla, sobre todo, el tema de los titulares y la jerga del momento. Esa jerga es la que lo distingue en los años 50 y lo hace popular, asequible, a un sector importante de la población.

¿Se puede decir que, también, empobrece el lenguaje o no?
Podría ser en la medida de que no daba cuenta del buen decir, pero, también, te reflejaba la forma de hablar de una parte de la población. En esa época se veía a esta replana como una cosa anecdótica. La replana era lo anecdótico, las formas coloquiales de hablar. Las personas no siempre hablan de una manera formal, tienen un discurso más coloquial. Este periódico entró hacia esa forma de hablar. Ahora, no establecieron una forma de titular que se repitiera, porque ellos fueron los únicos. Nadie más hizo eso. Quedó, prácticamente, como un modelo puesto ahí, pero no vino a homogeneizar todo el periodismo. ¿Todos comenzaron a hablar así? No. Yo lo veo más como la expresión de un segmento de la población.

Fue una isla, en verdad.
Fue una isla, sí.

Es innegable la relación del periodismo con la historia. Otro momento importantísimo y difícil del periodismo y de la historia nacional fue el Gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.
Sí.

Que se confiscan los medios de comunicación. Que no era el primer gobernante que los confisca, pero nuevamente se confisca.
Leguía expropia, porque sí le paga a la familia dueña del periódico, pero Velasco no. Velasco expropió, pero al final se convirtió en una confiscación. Fue una confiscación.

El 27 de julio de 1974, en la madrugada, se realiza la confiscación, y al día siguiente las Fuerzas Armadas dan a conocer su plan de gobierno, que es el Plan Inca, y “que, entre otros aspectos contenía políticas para garantizar la libertad de prensa”, lo cual fue una ironía absoluta.
Sí.

Una paradoja total. Una contradicción. Y, además, lo que me parece más llamativo y forzado es que estableció la necesidad de “peruanizar la prensa”.
Sí.

Estas cosas extrañas que tienen muchos gobiernos militares.
Que demostró que no era nada atinado. Pensar que El Comercio podía servir para las comunidades campesinas… Demostró que no era lo real, porque en la práctica hay hábitos de lectoría. ¿Dónde están los públicos objetivos? El Comercio era un periódico nacional en esa época y las comunidades campesinas no estaban en Lima. Ni siquiera por un factor de ubicación de públicos objetivos. Incluso, las personas que trabajaron en esa época consideran que fue un error. Lo interpretan como una medida extrema que no condujo a nada. Están en el libro unos documentos en los cuales se establece que, en realidad, la defensa de la libertad de expresión fue, más bien, retórica por parte del Gobierno. Porque, en realidad, desde el comienzo pensaron que iban a expropiar los medios. Entraron con esa idea, no expuesta desde el comienzo sino hacia el año 74, pero estaba ahí. Fue un error. Y demostró, como siempre, que cada vez que el Gobierno entra a los medios, con afanes de esta naturaleza, es un error. Del otro lado, pone algo que yo siempre considero que es lo recomendable frente a las faltas de la prensa, los vacíos, sus errores: lo más importante está en la autorregulación, en establecerse pautas concretas y, sobre todo, rendir cuentas de esa autorregulación. Me llama mucho la atención El País, por ejemplo, en España, en los libros de estilo de los periódicos. El de El País se vende. Tú vas a una librería y te compras el libro de estilo. Entonces, el ciudadano dice: “Ah, este periódico estoy leyendo, vamos a ver si está cumpliendo con la norma tal”. Voy al libro y no la está cumpliendo, entonces, tengo la opción de escribirle a mi periódico y decirle: “¿Sabe qué? No estoy de acuerdo. No está haciendo (lo que debería)”. Ha llegado a un nivel tal que le rinde cuentas a su lector. La idea de a quién me dirijo. Al final, es él, pues. Es esa persona que me lee todos los días, que se supone es a quien yo me debo. Por ahí va el tema, más que por medidas extremas orientadas a regular desde arriba la prensa.

Otro momento muy importante y triste es la matanza de Uchuraccay.
Sí.

Ocurre el 26 de enero del 83 en la tarde, cuando ocho periodistas y un guía fueron asesinados por comuneros en Uchuraccay. Eso es lo que se dice. Pero como usted menciona en la página 233 de su libro: “Hasta hoy, el caso Uchuraccay sigue siendo un misterio no resuelto y son múltiples las hipótesis sobre el crimen de los periodistas”. Sí.

Es un tema absolutamente controversial.
Sí. Hay un documento interesante, que está en Internet, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Atiende una queja de una de las familias, del reportero gráfico (Jorge) Sedano. Atiende la demanda en el sentido de que la familia no está de acuerdo con la versión que se dio. Le pide al Gobierno, me parece que es de (Alan) García, que informe. Y el Gobierno informa y señala lo que todos sabemos. Sin embargo, es un hecho doloroso. Tal vez lo más importante ahora sería aclararlo. Todavía hay muchas versiones, en realidad, sobre lo que pasó. Las mismas familias tienen sus propias dudas. Recientemente, José María Salcedo ha sacado un libro que retoma, que actualiza, su libro de hace varios años, Las tumbas de Uchuraccay (1984), en el cual recoge estas disquisiciones o puntos de vista en contra del tema. ¿Qué podría hacerse ahí? Aclararse, indagarse más, investigarse más de lo que se investigó. El informe de (Mario) Vargas Llosa es bien interesante, también, de leerlo, sobre el momento. Hubo algunas críticas de tipo sociológico, sobre cómo se presentaba a los campesinos. Pero, en el tiempo, volver a leer toda esa información podría ser beneficioso para que cerrara esa herida, porque sigue siendo una herida abierta la de Uchuraccay. Y con varios ángulos. La Comisión de la Verdad reitera la validez del Informe Vargas Llosa, pero recoge toda una serie de aspectos que no se conocían. También es un documento importante sobre el caso. Es decir, hay mucha información sobre un caso que, sin embargo, todavía sigue en la nebulosa para muchas personas. Lo más atinado sería revisar toda esa bibliografía que existe y responder a los requerimientos de los deudos.

Tal vez esa misma postergación de que se aclare el tema, a manera personal, me permite deducir que si hay muchas versiones, muchas cosas contrapuestas, será porque hay muchos implicados y muchos intereses de varias partes. Posiblemente, nunca se aclare porque están implicados muchos actores.
Podría ser. Siempre como que tenemos un poco de tiempo de enfrentar las situaciones. ¿Por qué dejar estas situaciones en la nebulosa? Tal vez sería interesante retomar y aclarar. Empezar una revisión, una especie de memoria de lo sucedido. A raíz del tema de la Comisión de la Verdad hemos demostrado que hay sectores en nuestro país que no les gusta revisar la historia, hacer memoria, cuando, probablemente, a través de esa revisión de esa memoria, de esa historia, se pueda dar el paso hacia la reconciliación que este país necesita. De todos sus estratos, de todas sus capas sociales. Este es un caso que merecería una revisión, una actualización, para cerrarlo y proseguir, en adelante, renovando compromisos del periodismo.

Justamente, sobre Uchuraccay, yo tuve la oportunidad de entrevistar a Javier Ascue. Me contó que él pudo ser el noveno asesinado en Uchuraccay.
Sí. Contaba esa historia.

Eso me parecía muy sintomático.
Sí. Es que la coyuntura era tal que cualquiera podría haber pasado una situación similar. Hubo varios elementos allí, que Javier los explica en su punto de vista. ¿Por qué no estuvo él en el grupo? Una serie de atenuantes, una serie de consideraciones se lo impidieron, pero es ahora difícil imaginar ese clima que vivía el país. De inseguridad total, de periodistas arriesgándose por conseguir la primicia, como siempre. Y, al mismo tiempo, de un país cuyos organismos, cuyos estamentos principales no reconocían bien el fenómeno que estaban enfrentando. No sabían a qué se enfrentaban. O no querían saberlo. No lo sé. Una situación increíble. Por todos lados hacía agua el fenómeno. Dentro de esa crisis se produce la muerte de los periodistas.

Así es. En el gobierno de Belaúnde todavía no habían identificado bien el tipo de enemigo que era: una guerra de guerrillas.
Eso sí. No se sabía a quién se eliminaba, pero en el gobierno de García, también, hubo una gran cantidad de personas fallecidas, y ahí ya se sabía, más o menos, a quién se enfrentaban. En el libro Sendero (1990), que es de (Gustavo) Gorriti, hay, en la primera parte del libro, una explicación de cómo algunos estamentos militares ya conocían quién era el enemigo. Y narra una anécdota de la liberación de Abimael Guzmán. Pero, en líneas generales, como dice la Comisión de la Verdad, había un gran desconocimiento de a quién se enfrentaba el país, quién era el enemigo.

Era un modelo asiático el de Sendero.
(Asiente con la cabeza). Algunos pensaron que era la iniciativa de un par de locos ahí. No era eso, tampoco.

Eran organizados.
Sí.

Demencialmente organizados.
(Su semblante se torna adusto). Demencialmente organizados.

Ahora quería pasar a este tema (que) sí conoce la mayoría de mi generación. Lo ha vivido en carne propia. Es el que tenemos más presente: la época del fujimontesinismo. Y que ahora los fujimoristas se encargan de decir que existe montesinismo y no fujimontesinismo. Sí, exacto.

Lo cual me parece muy gracioso, por no llamarlo de otra manera. Usted menciona en su libro, en la página 335 (del segundo tomo), que durante esta década de Fujimori, “la prensa, la radio y la televisión fueron abordadas dentro de una estrategia de intervención conjunta y en tres campos definidos: (…) persecución y acciones legales contra periodistas adversarios y propietarios de medios; sobornos y corrupción de funcionarios de los medios de comunicación; y transmisión directa de propaganda a favor del gobierno, especialmente en la prensa chicha”. Y que “los medios proclives al régimen difundieron corporativamente la información oficial y obviaron -como si no hubiera sucedido- la que provenía de la oposición. En otras palabras, desinformaron por partida doble”. Del fujimorismo podemos decir muchísimas cosas, de manera negativa, sobre lo que le hizo al periodismo.
(Asiente con la cabeza).

Mi pregunta era si aún hoy, casi quince años después de que acabó este régimen autocrático, ¿todavía hay esa escuela, todavía sigue en algunos sectores del periodismo? Usted que ha sido parte, durante tantos años, de El Comercio.
Esa es la peor época que ha tenido la historia del periodismo. Nunca los fenómenos que se produjeron en esa época se repitieron en la historia del país. Podemos buscar símiles con el gobierno de Leguía, pero como dice Mirko Lauer, el factor de las nuevas tecnologías facilitó muchísimo que la propaganda fujimorista se extendiera no solamente en la prensa sino en los medios audiovisuales y electrónicos. Creo que fue la peor época y como fue la peor, a partir del año 2000 hubo una suerte de reflexión que yo pensé que había sido profunda, pero creo que no lo fue. Lo que pasa es que la historia del periodismo del nuevo siglo está por escribirse. Allí habría que ver cómo empezó el nuevo siglo en prensa. Ya llevamos catorce años. Yo percibí, por la práctica periodística, que después del gobierno de Fujimori hubo en muchos sectores de la prensa -sobre todo aquellos que no se la jugaron a favor de la democracia- una suerte de mea culpa. Entonces, en esta mea culpa dijeron nunca más vamos a someternos a un Gobierno, nunca más vamos a vender nuestras líneas editoriales, nunca más vamos a convertirnos en títeres -cajas de resonancia, previos pagos-. Todos los excesos que hubo en los 90.

En la salita del SIN.
En la salita del SIN.

Con Montesinos.
Exacto. Me pareció que, a fines de los 90, ya con el gobierno de transición (de Valentín Paniagua), sobre todo, hubo una suerte de reflexión en ese sentido. En cuanto vino todo el periodo este de los primeros años del gobierno de Toledo, en el que comenzaron a salir -que fueron, sobre todo, del gobierno de transición- todas las denuncias, la gente comenzó a ver lo que había sido aquello, las rumas de dinero en la salita del SIN, los procesos judiciales mismos. Los procesos judiciales a todos los actores involucrados permitieron ver cómo se manejó el tema de la prensa chicha. Unos delitos increíbles, apabullantes, inadmisibles, desde todo punto de vista. Entonces, hubo esa reflexión. Ahora, me parece que, en realidad, no fue tan profunda. Felizmente, en estos trece años, a partir del 2001, no hemos vuelto a tener un esquema parecido. A veces, pienso, cuando suceden estas cosas, que no hemos aprendido la lección. Esa es una cosa en la cual, otra vez, (hay que) mirar hacia atrás para dar un paso hacia adelante. Mirar qué hicimos en el pasado, que estuvo mal, para no repetir esos errores en el presente. Pero sí estoy casi segura que fue la peor época del siglo. Y hubo un montón de cosas en el siglo.

Usted, dentro de El Comercio, recuerda algún momento álgido, de los muchos que hubo, de los que haya pasado…
Justo en El Comercio.

…justamente en esta época del fujimontesinismo.
El autogolpe fue terrible. Fue en el 92, yo tenía siete años en el periódico, pero por primera vez percibí lo que era el peso del poder. El hecho de intervenir el periódico, de ponerte unas personas en las esquinas con las armas exhibidas. ¡¿Qué es eso?!

Militares.
Militares. Fue breve, pero fue. Periódicos como La República salieron en blanco. Fue espantoso, inadmisible. Eso no se puede hacer. Eso es trasgredir un derecho, una libertad fundamental: la libertad de prensa y de expresión. Y, luego, enterarte de todas las imposiciones: no publicar tales cosas, esto no me gusta, esto sí me gusta. Ese fue un momento terrible, que ha quedado en la historia como una de las manchas del fujimorismo. Otro momento que recuerdo fue el caso de la investigación que hizo el diario con Canal N, con el tema de la falsificación de firmas (de Perú 2000). Salió bien la denuncia. Hubo respaldo institucional. La Defensoría del Pueblo inició las investigaciones. Sin embargo, la respuesta del poder nuevamente fue la de no admitir que había habido un delito ahí. Yo recuerdo a algún ministro de ese Gobierno ir hasta la puerta del periódico con un séquito de periodistas -obviamente, de los medios que estaban sojuzgados-, a protestar en la puerta del periódico, a gritar. Un cinismo total. Hay un texto de Kapuscinski que dice Los cínicos no sirven para este oficio: en esa época vimos cinismo. El cínico está seguro que todo lo que hace está bien. Y en eso cree. Nosotros fuimos víctimas de ese cinismo.

¿Y pudo ver a políticos desfilar, también, por la sala de redacción o por la dirección del diario? El diario, después de los primeros años del Gobierno, se ubicó en la oposición. Y yo trabajé en redacción hasta el año 92, pero ya después pasé a editorial y no estuve en política nunca. No te podría decir si hubo políticos ahí, pero los que recuerdo que circulaban, que visitaban el diario, eran los de la oposición. (Fernando) Olivera, por ejemplo, era uno de los que visitaba el diario. No recuerdo mucho quién iba al diario. Es que no estaba en el área de política. No podría decirte quién fue o quién no.

Pero en su labor de editorialista ha tenido momentos muy políticos.
Sí. Me tocó vivir una época en la que el periódico estuvo en la oposición. Entonces, hubo coberturas muy interesantes. De defensa constitucional de los derechos. Probablemente, esos fueron los editoriales más interesantes que se hizo. Me tocó vivir esa época, felizmente (sonríe). Pero siempre nos va a quedar la idea de qué más debimos hacer para frenar a ese Gobierno antes de que se destapara todo lo que se destapó. La mejor lección que nos queda es trabajar para que no se vuelva a repetir aquello. ¡Jamás!

Seguramente usted, también, ha escuchado que El Comercio tenía la imagen de ser de derecha y estar cerca a Fujimori. Pero cuando (el 14 de setiembre del año 2000) sale el video por Canal N -que es del Grupo El Comercio-, el video de…
De Kouri.

Claro, de (Alberto) Kouri con (Vladimiro) Montesinos, entonces, eso limpia la imagen editorial.
Sí.

Esa imagen de que el periódico está cercano a Fujimori, cuando sale (el video) por Canal N, que es del mismo grupo, entonces ya uno dice: “Ah, no”.
En el libro menciono y cito a varios autores, en el sentido de que El Comercio -como otros periódicos- se quedó un poco en la tribuna mirando qué pasaba, en el primer gobierno de Fujimori, del 90 al 95. En esa etapa hay varios autores que coinciden en que el periódico estuvo en la tribuna, como otros diarios. Pero el tema de la falsificación de firmas fue (crucial), que fue antes de lo de Kouri. Fujimori comenzó a hacer campaña para la re-reelección mucho antes. Me parece que ya en el 97 el periódico como que gira su posición. Incluso, hubo una época en que fue acusado de estar en la izquierda -porque protestaba- por algunos sectores. Pero sí, hubo este periodo previo. Y el cambio se da cuando sucede el tema de canal 2, el retiro de la nacionalidad de (Baruch) Ivcher, el tema del Tribunal Constitucional, cuando sacan a los tres magistrados. El diario apoyó esa protesta popular que hubo. ¿Te acuerdas que salieron los universitarios? Salieron a la calle a protestar y se les sumaron ahí los gremios, recién. Ahí el periódico ya estaba en el otro lado. Fue antes de lo de Kouri. Porque lo de Kouri ya fue al final.

En el 2000.
Sí. Es más, la denuncia de la falsificación de firmas fue del periódico.

Se lo tenía que preguntar porque usted sabe que mientras más poderoso es uno -en este caso El Comercio, que es el diario más poderoso del país. Le guste o no a muchos-, está al centro, en el ojo de la tormenta.
Sí.

Siempre lo critican, haga lo que haga.
Sí. Durante el siglo XX El Comercio ha estado al centro, en una posición que fue interesante cuando había que defender derechos. Muchos periodistas que fueron maltratados o abusados en sus derechos, sojuzgados, amenazados, torturados, perseguidos…

Secuestrados.
…secuestrados, necesitaban el respaldo del gremio. Entonces, recuerdo que el diario, como tenía un rol muy protagónico en la Sociedad Interamericana de Prensa entonces, asumió muchos de estos procesos. Y los informes anuales de libertad de prensa que hacía llevaban esos casos. ¡Lo que pasaba en las provincias! En provincias era terrible. El caso de los periodistas de las radios de provincias: había una serie de abusos. Entonces, en el siglo XX, en este periodo creo que el diario cumplió una labor. A partir del 2000 ya es otra historia que habría que analizarla en detalle por los cambios que se han dado.

Después de esa época nefasta del fujimorismo, con su siamés Vladimiro Montesinos, vienen nuevos aires y surgen nuevos periódicos, tratando de renovar y recuperar los lectores perdidos.
Exacto.

En el año 2000 surge una nueva edición de Correo. La Razón en 2001, Perú.21 en 2002 y Tu Diario (en) 2002, también. Y el Trome en 2001.
Sí.

Los cuatro primeros para los sectores A y B. Y el Trome para C, D, E. Con esto se logra cierta recuperación de lectoría en cuanto a periódicos en Lima. Que eran los periódicos de cincuenta céntimos o los “serios baratos” y el periódico popular que era el Trome. Sí.

Vuelve el periodismo a tratar de limpiarse.
Sí.

¿Lo ha logrado, después de…?
¿Después de aquella década?

Aunque ya desapareció Tu Diario.
Sí, ya. Después de lo que pasó en el fujimorismo tenemos, todavía, tareas pendientes por hacer. No sé si me equivoqué, pero yo pensaba que después de los diez años de Fujimori el periodismo iba a demostrar que había aprendido la lección. ¿Qué cosas buenas han pasado desde entonces? Han surgido nuevas publicaciones para diferentes públicos. La prensa se ha tecnificado, vamos a decir, gracias a las nuevas tecnologías. Han surgido nuevos medios electrónicos. El periodismo de investigación ha bajado la guardia. Me da la impresión que, salvo algunas experiencias, no hay un periodismo de investigación.

Como IDL-Reporteros.
IDL-Reporteros, La República, (César) Hildebrandt. Eso debería ser más amplio. La participación en estas actividades de periodismo, vistas las amenazas que hay en el manejo del Estado y de la cosa pública, debería ser una actividad mucho más comprometida. Por eso, a veces, digo que no aprendimos la lección del decenio de Fujimori. Si bien ha habido una serie de adelantos y nuevas ofertas informativas interesantes, el periodismo tiene una deuda con el buen periodismo.

Es muy curioso que un periódico que surgió en el año 2001, en menos de diez años se volvió el diario más leído de todo Latinoamérica: el Trome.
El Trome.

Que era un diario popular, menospreciado por mucha gente, pero más de (dos millones de lectores diarios tenía en el año 2013, según Kantar Media Research).
Sí, el Trome amerita un estudio serio de a quién nos dirigimos. Ayer justamente estaba viendo unas estadísticas de lectoría de periódicos y el Trome está dominando en todos los sectores. Salió dirigido a un público C, D y E, pero las cifras de lectoría en los sectores A y B no son desdeñables, superan el 50%. Entonces, el Trome es un producto exitoso para el Grupo El Comercio, pero como fenómeno social habría que analizar qué es lo que está pasando. ¿Qué significa que el país lea esos contenidos y los prefiera de manera prioritaria? ¿Cuáles son las características de nuestra sociedad? ¿Cuáles son sus demandas, qué cosa es lo que están esperando? ¿Qué necesitan? ¿Cuáles son las urgencias nacionales? Y viendo todo ese tema, ver dónde entramos los periodistas a tallar. Tengo entendido que hay gente de otros países que ha venido a evaluar por qué el Trome es un éxito. ¿Es una simple exposición de contenidos light, superficiales, que responden -a lo mejor- a determinadas necesidades básicas? ¿Es una estrategia de marketing exitosa? Han venido a averiguar qué es lo que está pasando. Como periodistas, tenemos que preguntarnos qué significa eso, qué clase de sociedad es la que nos devuelve el Trome con el periódico en primer lugar de lectoría.

Una posible deducción podría ser, acaso, que estamos ya en el reino de lo popular. Como dijo Vargas Llosa, somos la sociedad…
Del espectáculo.

…del espectáculo. Inclusive, lo podemos ver en la radio. Uno escucha las emisoras para jóvenes y no es que los periodistas estén tratando de hablar bien… Es más, ni siquiera son periodistas muchos, en los programas para jóvenes. Son muchachos que han salido de la televisión o, de alguna manera, han llegado a la radio -uno no sabe, a veces, cómo- y hablan igual a como se habla en la calle.
Exacto.

Hasta usan jergas, lisuras inclusive, a veces.
Sí.

Entonces, se ha bajado muchísimo el nivel. El periodista no es necesario ya…
Exacto.

…en los medios de comunicación. Al menos, en los que van dirigidos a los sectores (populares).
Sí. Lo que preocupa es que estamos muy tranquilos todos. No hay una (reflexión): “Oye, un ratito, ¿qué está pasando acá?”. ¿Hacia dónde va el fenómeno? ¿Qué tenemos que hacer los periodistas? Se supone que nosotros somos los que manejamos el lenguaje. Hay un periodismo ciudadano que es bueno, pero ¿qué más hay que hacer con eso? Hay países donde las nuevas tecnologías de la información están reorientándose en la solución de problemas sociales, de conflictos sociales. El periodismo ciudadano se mueve para contribuir a una serie de demandas. ¿Acá qué estamos haciendo? Como que estamos todos muy tranquilos: “¡Ah, qué bacán!”. A veces, pienso que estamos en un periodo, también, desde la tribuna, mirando todo desde arriba: “¡Mira lo que está pasando!”, pero ya por ahí hay algunos elementos de hartazgo. Hay gente que dice: “Ya me cansé del Twitter, del Facebook”. Todavía no hicimos todo lo que teníamos que hacer con el Twitter ni con el Facebook. Entonces, es un momento como para detenerse y decir: “La gente está hoy día con más acceso a la información, ¿dónde entramos a tallar nosotros como especialistas de la comunicación? ¿Cuál es nuestra labor, qué es lo que nos queda hacer? ¿Vamos a ser facilitadores, moderadores, vamos a seguir la corriente? ¿Qué vamos a hacer?”. Esa es una de las inquietudes que, probablemente, está en la mente de muchos jóvenes.

Sobre todo que ahora los jóvenes manejan sus celulares, que son pequeñas computadoras y hacen veinte cosas a la vez.
Exacto.

Lo que a nosotros nos costaba…
Sí (sonríe).

Solo agarras tu celular y haces de todo.
Pero te das cuenta todas las cosas que se pueden hacer, de manera planificada, con un pensamiento proactivo de las cosas. ¡Se puede hacer maravillas! Y contribuir a muchas cosas. A esa construcción de la realidad que comentábamos antes. Entonces, se requiere pararnos un ratito, hacer un stand by y decir: “A ver, ¿qué está pasando acá?”. Por ahí no hay nada, ahorita, que tú puedas decir: “¡Ay, qué bacán! ¡Esto es periodismo!”. Son muy pocos los casos y experiencias aisladas de trabajo que sí enorgullecen a la profesión.

Usted ha hecho una historia del siglo XX del periodismo peruano, lo cual me parece admirable, pero ¿cómo imagina usted el periodismo de acá a cincuenta años? Con lo que ha podido ver desde el avance de la tecnología en todo este siglo. Inclusive (usted) revisa, también, antecedentes del siglo XIX.
Sí.

En verdad, ha visto más de cien años.
Sí, un poquito (sonríe).

150 años, si no son 170.
Por ahí, sí.

Entonces, ¿cómo imagina usted el periodismo peruano, específicamente, de acá a unos cincuenta años? Yo lo quiero imaginar con esperanza. Ahora, te voy a confesar que cuando haces esta historia, lo que descubres son momentos cíclicos. Los fenómenos se repiten. Hemos hablado de dos periodos de gobierno muy parecidos. Prácticas cuestionables como el sensacionalismo y el amarillismo las hemos hecho desde antes del siglo XX. Campañas exitosas, positivas para el país, las hemos hecho desde comienzo de siglo y antes. Entonces, una de las cosas que más me impresionó de la historia del siglo XX es lo cíclico de los fenómenos. Volvemos a repetir sucesos con actores y situaciones diferentes, en contextos diferentes, pero con trasfondos similares. Si yo pensara de manera negativa, te diría que en los próximos cincuenta años vamos a tener lo mismo, pero con otros formatos, recursos, actores y otro contexto. Pero quiero pensar que las nuevas generaciones van a saber sopesar la importancia de la herramienta que tienen en la mano. El ABC del periodismo sigue siendo el mismo. Tenemos unas funciones cada vez más importantes en países como el nuestro. Y tenemos por delante a un lector, televidente, oyente o cibernauta que está ahí, mirándonos, esperando, a ver qué le decimos o qué hacemos con él. Espero que no repitamos los mismos problemas que hemos tenido en el siglo XX. Por eso te digo que lo miro con esperanza.

Muchísimas gracias por la entrevista. Para mí, ha sido un orgullo. Muchas gracias. Has hecho un comprimido de lo más importante. De verdad.

He intentado comprimir tanta información. Muchísimas gracias.
No, gracias a ti, Gianmarco.