martes, 27 de diciembre de 2011

Danilo Arbilla



“La gente no entiende cuánto le están robando su derecho a saber lo que pasa”

Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

El periodista uruguayo Danilo Arbilla Frachia (Casupá, 1943) fue uno de los invitados de la 67 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), realizada en la capital peruana durante octubre último. En dicho evento ofreció una conferencia magistral sobre las pretensiones de las nuevas formas de autoritarismo populista en nuestro continente. También recibió el Premio Presidencial por su aporte a la SIP, en materia de defensa de la libertad de prensa. Al respecto, por haber sido presidente de la SIP -entre los años 2000 y 2001- y formar parte de su actual Consejo Consultivo, el siempre descarnado análisis de Arbilla sobre sucesos periodísticos o políticos en Latinoamérica es muy valioso.

Por otra parte, ha recibido en 1992 el premio María Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York -también obtuvieron este galardón el colombiano Gerardo Reyes, el mexicano Jesús Blancornelas, la cubana Yoani Sánchez, y los peruanos Gustavo Gorriti y Edmundo Cruz-; así como el Monseñor Leonidas Proaño de la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU) en 1997. Del mismo modo, este 2011 Arbilla ha sido distinguido como Ciudadano Ilustre de la Intendencia de Florida, en Uruguay. Aparte, otros cargos importantes que el entrevistado ha ocupado en su trayectoria profesional -de más de cuarenta años- son: director del semanario Búsqueda y director del Centro de Difusión e Información de la presidencia uruguaya entre 1972 y 1975. Además, ha sido corresponsal y columnista de importantes diarios en Argentina, Brasil, Colombia, México y Venezuela. Actualmente, es columnista de El Nuevo Herald (Estados Unidos) y La República (Perú).


Muchas gracias por la oportunidad. ¿Qué le ha parecido esta 67 Asamblea General de la SIP, en Lima?Usted me pregunta cómo ha sido esta asamblea: muy buena por cómo se ha trabajado, por la asistencia, porque la gente ha estado ahí, todos presentes. Ha sido mala por las noticias que se dieron en esta asamblea. Es que los enemigos de la libertad de prensa, los autoritarios, los neopopulistas, avanzan en todo su afán para que la gente no sepa qué es lo que hacen. Deben de hacer cosas muy malas que no quieren que se sepa. Ha sido una mala asamblea por las malas noticias. Además del asesinato de periodistas en el otro rubro, donde las bandas de delincuentes siguen asesinando periodistas.

Sobre todo en México.Y sobre todo en México. Y la impunidad sigue tan campante. Pero también ha sido buena porque estamos ahí para saberlo. Para, en función de eso, redoblar los esfuerzos, sacar las resoluciones para ir a protestar a todos los lugares donde hay que protestar. Es decir, para saber que el enemigo es duro, que el enemigo no afloja. En estos minutos que estamos hablando nos enteramos que en Venezuela -de los regímenes más fascistas que hay- el régimen de Chávez le aplica a Globovisión una multa de nueve millones (de bolívares. Unos 2,1 millones de dólares) porque informó sobre un motín en una cárcel y la acción policial. ¿Habrá cosa más importante, más obligadamente interesante para la sociedad? Pues ahí le aplican eso. Es, realmente, vergonzoso. No que lo haga Chávez, porque (él) hace esas cosas. Lo que es vergonzoso es que Chávez siga en la OEA como si (Venezuela) fuera una democracia.

Se burla de todo esto de la libertad de (prensa).Y ese es el tema que estamos teniendo en América, con respecto a la libertad de prensa. La SIP se reúne, sabe que hace su tarea, sabe que tiene que luchar y meter para adelante en eso.

Si bien tenemos estos dos ejemplos muy claros de México y Venezuela, que son los más graves en cuanto a abusos contra la libertad de prensa y expresión, ¿cree que de su periodo -en el que usted fue presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa- hasta ahora la libertad de prensa ha mejorado en nuestro continente?No. Ha retrocedido mucho y en forma preocupante. Es decir, el enemigo es mucho más efectivo, sutil, disimulado y, a veces, difícil. La gente no entiende cuánto le están robando su derecho a saber lo que pasa y dice: “Es contra los medios”. ¡No es contra los medios! ¡Es contra los medios y contra los periodistas! Porque si no hay medios tampoco van a estar los periodistas. Es contra la información que recibe la gente. Lo que no quieren es que la gente sepa. Quieren que la gente sepa solo lo que el Gobierno les quiere decir. Les reparte plata a algunos, les da equipos electrónicos, pero les miente.

Y, ahora, inclusive, el caso de Ecuador también se ha sumado (con la supuesta difamación hacia Rafael Correa por parte del diario) El Universo.Sí, el de Ecuador es otro caso flagrante. El de Correa es otro de los casos vergonzantes.

Cinco millones de dólares quiere él (de indemnización).Es una carrera que tiene en contra de Chávez. La diferencia es que Chávez maneja el dinero de Venezuela como él quiere. Correa se hace los juicios para él. Eso es vergonzoso. Es, realmente, una cosa inédita.

¿Se podría decir, inclusive, que estamos volviendo casi -si bien aún es distante la comparación- a los años setenta?En materia de restricciones a la libertad de prensa, de robarle el derecho a la gente a la información, sí. Los métodos aquellos eran más crueles, groseros, ordinarios: eran de asesinos. Estos no matan directamente, no torturan, no roban, no son corruptos. Es otra cosa, es cierto, pero van acosando, rodeando, hostigando con inspectores fiscales, inventan cosas. Lo grave de todo esto es que han destrozado el sistema democrático, el sistema republicano: ya no hay separación de poderes. Los jueces son meros ejecutores de la voluntad del mandamás y es vergonzoso. Estoy hablando de Venezuela, de lo que pasa en Nicaragua, lo que pasa en Bolivia, todo eso. Además, estamos en una situación tan siniestra que la ley está para aplicarse a los enemigos o a los independientes. A los amigos, la ley no se les aplica. Dicen: “¡Qué buena ley contra la corrupción!” Sí, pero solo se la aplican a unos, a los de un lado. Además, extreman la ley, interpretan, inventan delitos -como ocurre en Ecuador, Venezuela, Bolivia-. Es, realmente, una situación siniestra.


Uruguay y la libertad de prensa


¿Cuál es la situación de la libertad de prensa en Uruguay?En Uruguay, felizmente, todavía no hay síntomas de ese tipo. Pero aparecen algunas cosas, sobre todo eso de, por la vía fiscal, ir sancionando o estar tratando de amenazar a la prensa independiente.

Cuando asumió José Mujica el Gobierno en su país, ¿cuál ha sido su propuesta de diálogo con el periodismo?José Mujica se lleva muy bien con el periodismo. Lo que pasa es que Mujica preside el Uruguay, pero hay un partido ahí que es la conjunción de varios. Muchos de esos (son) de concepción marxista, que no la niegan, que la quieren aplicar. Entonces, con determinadas armas tratan de hacer totalitario el asunto. Y lo hacen por la vía (de) la fiscalización. Son grupos. Lo que pasa es que el presidente no es lo suficientemente fuerte. Es el presidente electo por un grupo donde hay un partido comunista, un partido socialista, que es programáticamente marxista, colgándose de los leninistas. Es marxista-leninista. Todo eso está. Hasta el mismo grupo de los Tupamaros está dividido. Mujica, dice que él es un socialista liberal y yo creo que sí, que es un socialista liberal y hasta con algo de anarquista, que puede intentar muchas cosas -y las intenta-, pero algunas las puede hacer y otras… Es notorio cuál era la posición de Mujica frente a muchas cosas, contrarias a las que hace después en el Gobierno. Ahí hay una nomenclatura de la cual él no es el dueño. Funciona la nomenclatura.

¿Se puede decir, por todos estos ejemplos que usted me ha dado, que políticamente Uruguay es un país dividido?No sé. Es un país que lo gobierna un partido, el más fuerte, que es el Frente Amplio. Que dentro de ese partido hay diferencias dentro de la nomenclatura. Siempre hay diferencias. Y que de muchas cosas pesan las visiones más totalitarias. Y no digo “totalitaria” peyorativamente (sino) “totalitaria” como era el sistema soviético. Predomina. Y, por otro lado, si tú le preguntas al presidente, tiene otra visión. Pero el presidente no siempre sale adelante con sus cosas.

La izquierda latinoamericana, que ahora está gobernando en varios países de América Latina, ¿tiene futuro, le ve mejor perspectiva que a los antiguos gobiernos de derecha?
En Latinoamérica van a haber cambios, están habiendo cambios. Porque la bonanza económica, todos los abusos que se hacen, el uso de las leyes a gusto y gana, el uso del dinero para conseguir votos y todo, da sus resultados, pero por un rato. Ya vemos que la oposición en Venezuela crece y quieren proscribir, hacer barbaridades, tratan de callar las cosas. (Daniel) Ortega va a ganar (en Nicaragua), pero todo en base a una maniobra terrible. Por supuesto, apoyada por el Departamento de Estado. Eso es gracioso: acá son un movimiento antiyanqui, pero todos tienen el gran apoyo del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

La ironía total.Sí, pero Ortega… Si (Arturo) Valenzuela fue su secretario (de Estado) adjunto latinoamericano, lo puso como ejemplo. Es decir, son todos amigos de Estados Unidos. Lula era amigo de Estados Unidos. Antes: ”Yankees, go home”, pero son los grandes amigos. No es Estados Unidos amigo de los países más democráticos. Este Estados Unidos sigue apoyando lo que siempre apoyó en América.

¿Y el periodismo a quién debe apoyar?El periodismo debe apoyar a la gente. Es decir, dándole información que sea su mejor forma de apoyo.


Que los políticos no encarcelen a los periodistas por informar


¿Qué opina acerca de estas penalizaciones a los delitos de prensa en el Perú?La gente tiene que entender que cuando se habla de despenalización nadie está pidiendo para los periodistas ni para los dueños de los medios que no se sometan a las leyes. Todo tiene que estar sometido a las leyes. Lo que no hay que hacer son leyes especiales para castigar y reducir el periodismo. Y mucho menos leyes para proteger a los funcionarios. Cuando uno pide que se despenalicen (los delitos de prensa) lo que uno pide es que no haya leyes escudo para los funcionarios que quieren ocultar lo que hacen. Hacen esas leyes escudo, esas leyes de desacato, de insulto, con la cual pueden meter presos a los periodistas cuando empiezan a informar lo que están haciendo mal. Es eso lo que se quiere. No despenalizar. Está mal planteado. Lo que se quiere es que los políticos, los funcionarios, los representantes, no se tapen la cara, no se oculten, no pongan muros para que uno no quiera saber lo que están haciendo. Entonces, cuando se dice despenalización, es decir: “No, señor. Lo que queremos es quitar esos muros que impiden que veamos lo que ustedes están haciendo. Ustedes lo hacen a través de penas especiales de prisión al que está hablando”. Ahora, si un periodista, un diario, la televisión o quien sea, se pasan, se meten en la vida privada de la gente común, que no tiene negocios con el Estado, que no recibe sueldos del Estado, que no vive del Estado, que es la gran mayoría, el pueblo, el que paga al Estado, el que pone impuestos; si un diario se mete, se pasa, hay que darle con todo el peso de la ley, con todas las penas que haya que darle.

Sin privilegios.Nadie pide que no haya penas para eso, al contrario. Me entusiasma que haya penas para eso, pero no para defender a los funcionarios. Es otra despenalización. Es decir, que los funcionarios no puedan meter presos a todo aquel que informa sobre lo que están haciendo.

Claro. Porque la sociedad tiene derecho a ser informada de lo que hacen.Es por cuanto eso: la sociedad tiene derecho a ser informada.

Le agradezco muchísimo la entrevista y espero que siga disfrutando su estadía.Muchas gracias. Estamos disfrutando.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Andrea Jeftanovic



“Somos lo que negamos todo el tiempo”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

La narrativa de la escritora, académica y socióloga Andrea Jeftanovic (Santiago, 1970) está marcada por una crítica ácida y constante hacia las relaciones familiares y de pareja. Y no por un afán intencionalmente pesimista respecto al ser humano sino porque éste siempre ha tenido un escondido lado oscuro. Jeftanovic, con valentía, intenta ver de cerca esa extensa zona de sombras. La autora chilena vino a Lima para presentar su libro de relatos No aceptes caramelos de extraños (2011) en la XXXII Feria del Libro Ricardo Palma, la más tradicional del Perú. En este conjunto bien trabajado de once cuentos podemos descubrir el profundo miedo de unos padres ante la posibilidad de perder a su hijo (Marejadas), los celos excesivos y aterradores de un niño ante su hermanita recién nacida (Primogénito), la incorporación de la infidelidad y la tecnología a la rutina de una pareja mayor aburrida de sí misma (Medio cuerpo afuera navegando por las ventanas), la inesperada relación que establecen la perturbada amante y la amable esposa de un hombre casado (Mañana saldremos en los titulares), o cómo la inestable vida de un hijo de guerrilleros chilenos termina pareciéndose a la de sus padres más de lo que alguna vez imaginó (La necesidad de ser hijo).

Por otra parte, es autora de las novelas Geografía de la lengua (2007) y Escenario de guerra (2000. Tras leerla, uno se pregunta: ¿cuánto mal pueden hacerle los padres a los hijos cuando los primeros no han superado sus traumas más profundos? ¿Deberían ser padres personas que no pueden brindarle una vida normal y psicológicamente saludable a sus hijos?). Del mismo modo, ha publicado Conversaciones con Isidora Aguirre (2009), libro dedicado a una legendaria dramaturga chilena. Dentro de su producción literaria, Jeftanovic ha escrito, también, una crónica deliciosa y reflexiva sobre su estancia en una residencia de escritores en la ciudad natal de Miguel de Cervantes, la mítica Alcalá de Henares, como parte del libro Crónicas de oreja de vaca (2011, en coautoría con la boliviana Giovanna Rivero y el argentino Juan Terranova). Y, finalmente, publicó el libro de ensayos Hablan los hijos (2011), donde analiza la visión que se tiene de la infancia en distintos textos novelísticos y teatrales escritos por importantes autores iberoamericanos.

Gracias a su talento narrativo, Jeftanovic ha recibido varios reconocimientos: primer lugar en los Juegos Literarios Gabriela Mistral y el Premio Consejo Nacional de la Cultura y las Artes a la mejor obra editada. Asimismo, este 2011 ha sido jurado, en la categoría de Novela, del prestigioso Premio Literario Casa de las Américas, en Cuba. Además, varios de sus inquietantes relatos figuran en numerosas antologías internacionales desde 1999. El siguiente e intenso diálogo -no solamente literario- con tan interesante escritora chilena se realizó durante la soleada mañana del último y peruanísimo Día de la Canción Criolla.


Muchísimas gracias por la entrevista, Andrea.
Encantadísima.

Tú eres hija de padres europeos y de raíces judías. Esta condición tuya, ¿cómo ha influido para tu sentir como chilena? ¿Cómo te sientes chilena con esos antecedentes biográficos?
Yo me siento plenamente chilena porque nací allí, es el lugar donde me formé, he tenido mi educación y todo. Pero, de todos modos, tener padres inmigrantes de primera generación marca. Y no te quisiera hablar sobre los tatarabuelos que llegaron de no sé donde. Yo veía a mis papás hablando otro idioma, comiendo otra comida. Incluso, el mundo cultural: yo creo que no conocían ni literatura chilena. No porque la miraran en menos sino porque uno su lectura la hace en la infancia y adolescencia, y los libros en mi casa están la mayoría traducidos, otros están en lenguas que yo no podía leer, obviamente. Eso sí, había una diferencia. Yo me daba cuenta, respecto a mis compañeros de clase, que habían otras referencias. Ahora, no era la única hija de inmigrantes. Pero en Chile hay menos inmigrantes que en Perú. Acá, por ejemplo, tienen la comida chifa. Hay un sincretismo que en Chile no. Hay grupos de inmigrantes que no se han integrado y, en teoría, culturalmente uno los conoce, pero la inmigración en Chile puede ser un poco más conflictiva porque es un fenómeno más minoritario.

Son grupos aislados.
Sí. Y son migraciones muy recientes. Mis padres europeos llegaron en la época de la Segunda Guerra Mundial, en el cuarenta.

Escapando de la guerra.
Sí. Y eso que mi madre es judía, pero mi papá era ortodoxo ruso. Por eso, el que tuvo más problemas fue mi padre. Porque los nazis, también, atacaron a los serbios. Mi abuelo murió en un campo y nunca se supo nada de su destino. Esa historia, bastante universal, de barbarie (campos de concentración, fosas comunes, fusilamientos) nos condicionó de una forma determinada. Lo mismo ocurre con las familias víctimas de las dictaduras en toda Latinoamérica.

Tu madre es búlgara.
Sí. Fue, primero, una migración medio traumática. Confieso, personalmente, que los primeros años fueron bien complicados para mí, como tema de la identidad. Por dos cosas: una, internamente, en mi casa, había dos religiones. Eso es un lío. No me imponía mucho. De hecho, fui a un colegio laico, pero es complejo para un niño vivir eso. No éramos fanáticos para nada de ninguna religión, pero hacíamos las tres fiestas. Incluso, las católicas. En Chile hay muy poca comunidad judía, entonces, había mucho prejuicio. Yo me acuerdo, de chica, de cosas que me decían mis compañeras o bromas de los profesores. Uno no tiene las herramientas para manejarlas. Y, todavía, yo diría que no es una comunidad muy bien integrada. Hay mucho prejuicio hacia los judíos. Mucho. Confunden los judíos con el gobierno de Netanyahu: no tiene nada que ver una cosa con otra. Tampoco me gusta Hamas. Yo sí estoy a favor del Estado Palestino, estoy a favor que lo reconozcan en la ONU y, también, me parece justo que el Estado de Israel exista. Uno de mis anhelos más profundos es que haya dos pueblos con dos Estados que vivan en paz, con dignidad, sin miedo, con respeto. Hay víctimas y culpables en ambos lados. Son horribles las muertes por atentados o por operativos militares. No creo en la violencia ni en las guerras, sí en las mesas de negociación, en hacer todos los esfuerzos necesarios para lograr la paz.

De niña, entonces, también aprendiste otros idiomas.
No. Craso error de mis padres. Hablaban como en secreto.

No querían que heredaras esa lengua.
No.

Te anularon una parte de tu identidad, también, al no transmitirte esa lengua.
De hecho, tomé muy mayor clases de serbo-croata: es muy difícil de aprender, como el ruso. Aprendí algunas palabras. Mis abuelos del lado de mi mamá hablaban ladino, búlgaro, mi abuelo con los hermanos, porque el mayor aprendió. Hablaban ladino, eso es más comprensible porque es como una raíz del español. Pero era, en los dos casos, un idioma para los adultos: cuando hablaban en secreto, cuando hablaban en la mesa. Hablarían de dinero o problemas, nadie aprendió. Ni mis primos. Yo lo lamento, me hubiera encantado tener más idiomas. De hecho, hablo inglés.

Te amplía la visión del mundo, también.
¡Claro! Y después he ido a los lugares y no tengo los idiomas, los tengo mínimos. A mí me encantan los idiomas, pero aprendí muy tarde. Conozco lo típico: inglés de la escuela y de mi estadía en Estados Unidos. Estudié portugués bastante, algo de francés -que me sirve para leer lo básico-.

Entrevistaste a Lygia Fagundes en portugués.
Sí.

¿Sentiste que se te hizo fácil?
Quizá no hablo tan perfecto, pero tengo comprensión casi cabal.

Hay muy buenos autores en…
¡Ay, sí!

…portugués, pero no llegan acá, por el idioma mismo.
Por el idioma. Yo leo mucho a (Clarice) Lispector, que ya está traducida, a (Antonio) Lobo Antunes en portugués, a Lygia Fagundes Telles. Brasil es un país, una cultura y una literatura que me gusta mucho.


Los mundos íntimos son un pequeño laboratorio

La vez pasada (año 2005) viniste, también, a presentar otro libro: Escenario de guerra.
Sí.

Ahora vienes a presentar No aceptes caramelos de extraños. Leyendo el libro uno percibe, básicamente, los temas de familia, niñez o relaciones con personas cercanas como los ejes del libro. ¿Te parece que es un terreno poco explorado en la literatura latinoamericana o al contrario?
Ha sido bastante explorado. Yo digo de los chilenos que nos creemos “los griegos de Latinoamérica”, por la tendencia -como lo hizo la tragedia griega- de mirar la complejidad de las relaciones humanas, de esos vínculos. No es que crea que es la única faceta de las relaciones interpersonales, pero puse a los personajes en una situación límite para iluminar esas zonas que nos explican, en parte, eso insondable que también nos habita.

El miedo transcurre por el libro. Es un libro de miedo en las relaciones íntimas, de familia.
Ustedes tienen un autor que escribe bastante sobre temas de familia, que vive en Francia, muy simpático, mitad asiático: (Ricardo) Sumalavia.

Enseñó en la Católica, de Lima.
Sí. Ahora, yo creo que el tema de la familia es bien latinoamericano. Por supuesto, dentro de esto hay gran temática y matices, de cómo se trata y todo eso, pero es una cosa que me interesa. A veces, confieso que me gustaría escribir cosas con más mundo externo, pero no me resulta. Así que mejor hay que ser honestos con lo que uno maneja. Uno se pregunta ¿por qué incluyo tan poco la ciudad? O tienen (mis personajes literarios) la ciudad como un mundo -como dices tú- de miedo, también. Ellos están encerrados, tienen un poco de miedo. Hay un contrapunto del adentro y el afuera, complicado, una tensión. En mi primera novela, también, entro en el tema de familia. Primero, me interesa mucho, y uno tiene que ser fiel a su universo, a su imaginario. Me interesa mucho el trabajo psicológico, psíquico, de las emociones, lo que ocurre entre pocas personas, en estos vínculos tan intensos, primarios. Creo que es una especie de laboratorio porque yo tengo muchos intereses ciudadanos, sociales, políticos, pero al momento de escribir me doy cuenta que soy mucho más intimista. No significa que esté escindido un mundo del otro. Me da la impresión que estos mundos íntimos son como un pequeño laboratorio, un pequeño escenario de lo que está ocurriendo afuera. Y veo en ese contraste a autores que, de pronto, incluyen mucho más la calle, los bares, la ciudad o macroeventos políticos. Pero ahí depende un poco de la sintaxis, del mundo que uno esté generando. Me interesa mucho desplegar una sintaxis emocional de los afectos y de la memoria de las personas.

Y quizá por eso los cuentos son tan impactantes. Porque con poco material, con pocos personajes, hasta cierto punto minimalistas, el efecto es muy intenso. Hay un efecto de profundidad. (Cuando) te ves a ti misma como lectora de tus propios libros, dices: “Sí, realmente, eso está bien fuerte”.
Sí.

Poderoso, literariamente.
Sí. Me sucede eso y hasta me produce un poco de vergüenza. Pudor, sería la palabra más exacta. Y no por una cosa moralista. Por ejemplo, me lo han preguntado en estos días: me mata el cuento del hijo, el segundo cuento, porque me genera pudor. Es que yo lo trabajo en la ficción, pero la gente lo lleva a la realidad y uno, también, vive en la realidad, así que uno no puede estar en una burbuja. Yo tengo hijos.

Dos, ¿verdad?
Sí, dos hijos. Yo creo que lo peor que le puede pasar a un ser humano es que se le muera un hijo. Punto uno. Punto dos: me da mucho pudor si alguien que vivió eso, lamentablemente, la pérdida de un hijo, lee este cuento. Lo saqué de una entrevista. Tengo un poco de pudor de meterme en una historia que es tan terrible, difícil, y mucha gente me la critica. Me han criticado que es demasiado: es llevar una sensación, como ser humano, a un límite. Y me da mucho pudor. Porque tengo hijos, porque conozco a gente que le ha sucedido y no sé qué pensarían de eso. Pero esta intensidad que te comento, estos cuentos duros, no los hago planificadamente porque me interesa ser escandalosa o morbosa. Aparte, no son cuentos que uno podría tomar como terribles.

Escandalosos, no.
No son pornografía divertida. Varios de los cuentos son de cosas de la realidad, pero ficcionalizadas. Lo que sí, quise indagar, sin límites. Ahora, uno como lector y ciudadano, hay cosas que dice: “¡Ay!”. No puedo ni explicarlas. Ni siquiera sé por qué se me ocurrieron. Llevar a los personajes a situaciones límites en donde yo no tuviera concesión de explorar en ellos todo lo que les sucede. Ese cuento (Marejadas), confieso que lo escuché en una entrevista de televisión, a un señor, de un accidente automovilístico en que murieron cinco jóvenes. El hombre, muy acongojado, comentó que esa noche él con su esposa habían dormido en la cama del niño. Nada más. No dijeron que habían tenido relaciones. ¡Me tocó tan fuerte la imagen! Porque se les murió el hijo y van a su cama a sentir el olor de él y duermen juntos. Creo que a partir de eso lo tomé y en algún punto empecé esa relación de vida y muerte. Porque lo que están haciendo no es porque tengan una simple calentura, para nada. Ellos lo que están haciendo es la fantasía de poder procrear ese hijo que están perdiendo. Entonces, para mí, es muy humano.

Marejadas me parece un cuento extraordinario por todo lo que tú has descrito y, además, porque es para lectores atrevidos, no es para lectores que un día leen a Paulo Coelho y otro día dicen: “¡Voy a leer hoy a Andrea Jeftanovic!” No. Tienes que estar preparado para leer esos cuentos porque entras hasta en un terreno psicoanalítico. Lo que tú describes se ve bastante en psicoanálisis.
Claro.

De la relación…
Eros-Tánatos.

…entre la madre y el hijo. Hay una ligazón que no solamente es la de lo bonito sino que va, inclusive, hasta el hijo que es como un vampiro de su madre.
Sí. Una cosa de lactancia y todo.

Leí tu cuento y era muy retador. Es extraordinario porque das el antecedente de que los padres de este chico que se está muriendo no son cualquiera, hay un conocimiento previo. Hay una historia.
Claro.

Y desde ahí un lector avisado o prevenido ya no la puede tomar como algo sucio o, de repente, excesivo. Me pareció que estabas siendo hasta un (punto), de una manera muy arriesgada, romántica. Porque estás a punto de perder al hijo y, entonces, dices: “No, antes que lo perdamos, vamos a hacer nuevamente uno”. Es algo muy poético. Me pareció poético, dentro de lo terrible que era la anécdota en sí, la historia en sí. No es un cuento para lectores inocentes sino para lectores ya entrenados o prevenidos, que hayan leído algo de psicoanálisis.
Claro. Hay que ser más abiertos y ser capaces de aceptar el reto, también. Yo lo escribí con mucha angustia. Desde que tengo hijos me he llenado de miedos. Por supuesto que de miles de experiencias maravillosas que comienzan en el embarazo, sensaciones increíbles, pero nadie me dijo que me estaba jugando una relación humana tan atávica, tan intensa que, por eso mismo, te llena de angustias. Los hijos, también, son descarnados espejos de ti mismo: de tus limitaciones, de tu generosidad, de tu capacidad de sacrificio, de tu capital para enfrentar desafíos, conflictos, de tu poder de amar a otro. Además, para mí la maternidad fue una experiencia particularmente compleja porque mientras mis hijos nacían y crecían, mi padre se estaba muriendo. Pero no una muerte rápida, sino que estuvo gravemente enfermo por nueve años. Entonces, los embarazos y la lactancia, en vez de ser períodos de calma eran de locura, con visitas a urgencias médicas, cirugías, y yo corriendo entre ambos espacios -la vida, la vejez- y seres -bebés y ancianos-. Fue muy estresante emocional y económicamente, porque era hija única y, además, me peleaba con mi lado creativo, ese (que te dice) “escribe, escribe”. El balance, finalmente, es positivo. Acompañé a mi padre hasta su último minuto. Tengo dos hijos maravillosos y una pareja excepcional. Luego, en el plano profesional, cinco libros escritos. No sé cómo, en ese período, también acumulé viajes por invitaciones. Creo que en ese período envejecí mucho por dentro y, desde entonces, soy muy intolerante a la tontera, algo irritable, tal vez, algo seria. Es que si pienso qué ha sido mi vida desde el 2002 hasta ahora, esto tenía que tener un costo. Y, por supuesto, no tengo un solo peso ahorrado.

Me parece un cuento extraordinario.
Te agradezco tu lectura porque yo, desde ese lado, el de la creación, siento eso. Más bien, me desconcierta cuando la gente lo lee de otro modo. Como te comentaba, el Árbol genealógico es, también, un cuento que produce un poco de rechazo. Me extraña porque -creo que entiendes lo que te voy a comentar- yo lo veo como un cuento de desesperación, también. En este mundo agobiado, de casos de pederastas, es como la fantasía de crear un mundo nuevo. No son personajes de por sí perversos. No es lo que me interesa. Como que esa materia no me interesa. No un psicópata en serie, no hacer un violador, ni siquiera un pedófilo, sino todos los temas de las pulsiones. También es la cosa de que están tan solas: a nadie le importa que ellas existan o no en la ciudad. Y el miedo cuando ven estos casos que no tienen solución. Entonces, para mí es como un cuento político, contra los poderosos, contra todos los casos que uno ve de abuso de todo tipo. No solamente de abuso físico, sexual. Todo el tiempo estamos siendo abusados. Hasta en términos más abstractos: en los sistemas de salud, por el mercado, y todos los poderosos salen impunes. Un poco el fenómeno que hay hoy en día, de generar otra sociedad, más colaborativa, más solidaria, con un sentido de comunidad, de colectivo. No el de donde si yo tengo poder aniquilo a los otros y nada me pasa. Muchos de estos cuentos los escribí a partir de un caso, de uno de los tantos pederastas que hay en Chile y en el mundo. Investigué el juicio público en Chile. Fui leyendo en la prensa cómo él pensaba. Ni me imaginé los cuentos que escribí, soy muy lenta. Dictaron la sentencia de que había estado con una depresión. Tuvo muchos atenuantes, tuvo una sentencia ridícula: un año con cárcel domiciliaria.


Ambivalencias en nuestras pulsiones, deseos y relaciones

Cambiando del tema de los cuentos: tú eres admiradora de Diamela Eltit.
(Andrea asiente con la cabeza). Es una escritora poderosa. Y tuve el privilegio de asistir a su taller por tres años. Un espacio de rigor y estimulación intelectual increíble. Nos obligaba a buscar nuestro registro personal, la gente transmite muchos prejuicios sobre los talleres y sobre ella. Yo diría que para mí fue un espacio de formación de primer nivel, nos leíamos entre nosotros, a autores consagrados, a teóricos, intercambiábamos películas. Leíamos a Foucault, a Agamben, a Herta Müller, a Elizondo, Baron Biza, Agotha Kristof, cuando nadie los conocía en Chile. De ese grupo surgieron, al menos, ocho personas que estamos dedicadas a la escritura, de registros muy diversos. Si lo tengo que resumir, fue una experiencia estética y ética. En fin, el taller era tan bueno que ahora lo hace en la Universidad de New York.

Eltit había dicho que “la literatura, al igual que otras prácticas -porque no es la única, también hay otras- puede poner nuevos sujetos a través de este espacio oficial y bastante censado que es el libro (…) La literatura es un hecho público”. Tomando en consideración las palabras de Eltit, ¿qué es lo que tú quieres poner en el espacio público a través de tus cuentos o de tu literatura?
Más que sujetos nuevos, yo diría que los sujetos que somos todos, la complejidad de los sujetos. Quiero poner en el escenario, en el espacio público que, también, somos lo que negamos todo el tiempo. Somos sujetos sumamente complejos, ambivalentes. Nuestras pulsiones, nuestros deseos, nuestras relaciones humanas, están llenas de ambivalencias, contradicciones. Hay gente que está todo el tiempo bajo un discurso simplificado: que los seres humanos son buenos o malos, que hay que hacer A o B. Están llenos de categorías normativas de lo bueno y lo malo.

Casi como si fuéramos una película de Hollywood.
Exactamente. Y yo me rebelo frente a esa simplificación. No hay nada más complejo que el ser humano. Con todos esos discursos que hay sobre la maternidad: toda edulcorada. Por supuesto que yo tengo hijos, los amo, todo eso, pero cuando uno ve su relación con sus padres y, una vez que usted tiene hijos, su relación con sus hijos, ya no se atreve a mirar más allá. Han sido parte de la literatura desde siempre estos vínculos. Tienen muchos niveles, muchas gradaciones.

Mucho de agridulce, también.
¡Claro! Y eso me interesa explorarlo, ojalá, sin límites. Dentro de mis límites. Yo sé que uno puede llegar mucho más allá, pero todo el tiempo la oferta que tenemos de literatura, de televisión, nos trata como unos robots.

Quieres que se cuestionen.
Sí. Yo creo que hace bien cuestionarse eso. ¿Por qué una madre no puede sentir rechazo justo hacia un hijo, aunque sea un momento en la vida? Todos sabemos que tenemos amigos o familia que tiene hijos que no fueron deseados. Tenemos relaciones familiares, personales, bien conflictivas. Es mejor mirarlas que no atreverse y dejarlo de lado. Y creo, también, que la literatura tiene una libertad más alta o igual, como todas las artes. Explorar eso que, en realidad, es complejo de superar: hasta dónde pueden llegar tus emociones, tu psicología, tu cabeza, todo.

Además que las estadísticas mismas, tanto en el Perú como en Chile demuestran que hay mucho rechazo, lamentablemente, de muchos padres: no reconocen a sus hijos, los abandonan. Madres que lo hacen, en menor cantidad, pero también.
Hay infanticidio, hay femicidio, hay orfandad con padres vivos que circulan en la misma ciudad.

Exactamente. Explotación sexual de los niños…
(La autora asiente con la cabeza. Su rostro ha adquirido una enorme seriedad al tratar estos temas).

¿Estos temas que tocas en tu literatura están condicionados por tu profesión de socióloga? ¿Lo tienes claro o no es así?
Creo que sí. De un modo no tan claro, pero creo que sí. Es una carrera que me gustó mucho. La estudié completa. Trabajé, incluso. No es que yo cuando escriba tenga… Ya ni me acuerdo, confieso. Como me dediqué a la literatura hace tanto tiempo, no me acuerdo de Max Weber, ese de las teorías, pero sí hay un interés de mirar lo social. La sociología, de hecho, a veces, no me gustó. Miraba todo en un nivel macro, con grandes números, grandes estadísticas. Me interesa ver problemáticas sociales, pero en una microescala, esta cosa personal, íntima. Ese cruce entre lo biográfico y lo público, lo privado y lo público. Incluso, prefiriendo lo privado para, tal vez, iluminar lo público. Iluminar, por ejemplo, en lo público: ¿por qué hay casos de pederastia? ¿Por qué hay parejas que se matan -femicidio, homicidio-? Generalmente, el hombre (mata). Son cosas muy extremas.

Es una deconstrucción del tejido social.
Así es. Pienso que puedo ver en un nivel más pequeño -como una lupa o un microscopio- relaciones muy cercanas, padres e hijos, hermanos. Me interesa explorar toda esa cosa que la sociedad no te deja sentir. No te deja sentir celos, no te deja sentir antagonismo, porque es incorrecto. Creo que hay que integrarlos. El arte, en general -como el cine, el teatro, la narrativa- te permite explorar eso con mayor libertad. Hay un teórico chileno, Fernando Blanco, que dice, grosso modo, que la perversión política se trasladó a una perversión íntima. A mí me hace sentido.


Una excepcional mujer de teatro

Otro de los territorios culturales que te interesa mucho es el teatro. Inclusive has publicado un libro de conversaciones con Isidora Aguirre, que ha fallecido este año.
Sí.

Quería saber cómo había surgido este interés por esta autora que tiene más de treinta obras teatrales. Que es una fascinación, en verdad.
Sí.

Porque le has dedicado un libro.
Sí. Fascinante el proceso y, también, el conocerla. Fue, como suelen ocurrir las cosas: por azar. Justamente en este proyecto que tuve que hacer con Watanabe y Enrique Planas, yo tenía que hacer lo mismo en Chile, elegir para la escritora de Nicaragua, Eunice Shade, una artista chilena con trayectoria y pensé en Isidora Aguirre. No la conocía para nada. Tuve que llamar al Ministerio de Cultura, pedir el teléfono, que me lo dieron casi en secreto, y la llamé. “Mire, bla, bla, bla”, le conté la historia. Ya estaba mayor. “Ven a tomarte un café y vemos”. Y me dijo: “Ya”. Nunca había pensado hacer un libro con ella. Hicimos todo el intercambio cultural, y cuando la escuché hablar, yo dije: “Esto hay que registrarlo”. La fui a ver de nuevo, a tomar un café, y me hablaba de su experiencia de vida, en el teatro, artística, todo eso, y yo le dije en un momento: “¿Sabes qué? Te propongo que hagamos un libro. Es muy interesante toda tu vida, lo que has hecho, tus procesos creativos”. Además que era muy habladora, muy vital. Aparte, ella casi encarna la historia del teatro en Chile. Ella se inició cuando el teatro en Chile se profesionaliza, en los cuarenta, cincuenta. Murió en el 2011, con noventa años. Ella eligió el teatro y vivió todas las revoluciones. Fue muy amiga de Fidel Castro, de Ionesco, de Roque Dalton. Tenía una historia de vida genial y era divertidísima. Te matabas de la risa con ella. Era dulce con todos. Entonces, era fuera del estereotipo una mujer tan audaz: comunista, venía de la clase alta, muy solidaria. Una de las personas más excepcionales que he conocido. Congrega ser generosa, talentosa, con humor. Yo he llorado de la risa cuando la iba a entrevistar. Tiene cuatro hijos, veinte nietos, todo el mundo la adora. El personaje en sí era muy fascinante. Pero tenía una fascinación con un peso, que era haber escrito obras maravillosas, entrevistando, por ejemplo, a los papeleros, a los basureros. Un poco como la corriente fue en los sesenta, en un teatro más político, social. Era muy seguidora de Bertolt Brecht, pero lo adaptó a Chile. Después, (para hacer) una obra sobre los mapuches, se fue a vivir con los mapuches. Tenía un método de investigación. Junto con vivir con los personajes, junto con esa personalidad locuaz, era muy prolija y talentosa. También era novelista. Es un personaje increíble.

Ella, inclusive, te llegaba a editar lo que quería que se publique en el libro.
Demasiado. Porque, con ese perfil, créeme que era muy obstinada, con todo un poco. Mirando a la distancia, es un libro que me quedo un poco glorioso. Porque ella tenía una autoestima…

Muy alta.
…acorde con las circunstancias (sonríe). Y hubo peleas mínimas, porque nos llevábamos tan bien. Cuando uno se lleva bien con alguien puede tener diferencias. Estaba viva ella y eso era un corsé al asunto, una limitación. Tenía que respetarla. Imagínate, cómo no la voy a respetar. Si no la respeto a ella, a quién (sonríe). Era su vida, su historia, su trayectoria. Otra compañía muy buena montó una obra de teatro de ella, de hace cincuenta años, y se comenzó a hacer un documental.

¿De La pérgola de las flores (1960)?
No. Esa la montan siempre. Una que se llamaba Los que van quedando en el camino (1969). De una matanza campesina. Está tomada de una cosa del Ché Guevara que ella conocía. Entonces, los chicos del documental la semana pasada me decían que se sentían liberados que ahora no está Isidora. En términos de poder mirar el personaje con toda su complejidad.

Eso dicen, que no hay mejor autor (teatral) que el autor muerto.
Para mí, más allá de que no pude poner todo lo que quería, hay un ensamblaje muy interesante, porque es un libro que me dio mucho gusto escribir. Fue pregunta y respuesta, pero yo buscando materiales, crítica teatral. Todos los capítulos comienzo escribiendo lo que me pasaba a mí.

De su obra póstuma, Guerreros del Sur (2011), tú has hecho el prólogo.
Sí. De una novela que tiene una temática mapuche, pero del año 1600. Es una novela un poco histórica. Hice crítica de teatro mucho tiempo. Me gustaría hacer todas las semanas y no alcanzo. Me he dedicado más académicamente. Quizá yo te saco (una crítica teatral) dos veces al año, pero voy a ver mucho teatro. Yo era de esas críticas que no eran destructivas, como los críticos literarios: me metía en los juegos que proponía la obra. Hice hartas durante dos años: todas las semanas escribía y lo mandaba a todas partes. Yo estaba en un buen periódico, me tenían estimación. Después, con lo de Isidora, sobre todo el día que murió, me sentí tan emocionada que la gente hasta hoy: “Gracias por dejar el testimonio de ella”. Nadie lo había hecho. Fue una cosa que te da satisfacción.

Fuiste la única valiente. Dices que era una persona…
A la única que se le ocurrió. Sí.

…tan grande en nombre, que a veces intimidaba.
Claro. Y, también, si le caías mal, no había nada que hacer. Ella siempre ha tenido buenas relaciones. Yo fui sistemática, porque era muy dispersa y hablaba de mil cosas. Se ponía en un lugar muy glorioso y yo intentaba bajarla. Tuve suerte.

Fue una buena idea.
Sí.

Una frase de ella es: “Quería esta ciudad de Santiago y quiero a su gente, aunque sea con ese amor de los santiaguinos que todo lo critican”.
Sí.

¿Es cierto?
¿En Perú no son así?

También.
Yo creo que es bien latinoamericano que nos quejamos mucho de nosotros mismos. ¿Dices si comparto la cita de ella del modo de ser chileno?

De ser santiaguino, en este caso.
Santiaguino, sí. Ella, que ha vivido en mil partes -más aún con la condición política que hubo en Chile-, pasó toda la dictadura allá, tenía los medios para hacerlo. Yo tuve la oportunidad de quedarme en Estados Unidos y no me motivó para nada. Teniendo uno por ciento de posibilidades me gusta vivir en Chile, pero todo el día hablo, critico a Chile. No es una sociedad perfecta y hay muchas cosas que mejorar. Así que comparto ese sentimiento de amor-odio, de mucha crítica. Soy muy crítica de ser chilena. Y, al mismo tiempo, confieso que para vivir establemente no me imagino en otro lugar. Como que siento que hay un compromiso: quiero aportar un granito de arena como profesora, como escritora.


Darle dignidad a los jóvenes y sus sueños

Como académica, ¿qué te parece todo este fenómeno social, este problema de las huelgas estudiantiles en Santiago?
Me parece un movimiento necesario, urgente, interesantísimo. Aquí, los que somos de mi edad para adelante, no tenemos más que decir que somos testigos. Nos da, incluso, una mezcla de culpa y de vergüenza. Yo lo converso con amigos míos de otras generaciones: ¿cómo no hicimos nada? ¿Cómo no habíamos reclamado? ¿Cómo tan adormecidos con esto? Sentíamos la incomodidad, pero no habíamos podido canalizarla. Un poco por, quizá, apatía política. Yo admiro y apoyo este movimiento por varias cosas. Primero, lo que demanda me parece más que razonable. No me parece que sea algo ni idealista -como imposible- ni radical. Lo que están pidiendo es sumamente razonable. Por algo vivimos en sociedad. No para que cada uno esté preocupado de cómo sale a fin de mes. Tiene que haber un proyecto mayor y ahí la educación es algo importante. Que sea lo más democrática posible. Que todo el que quiera tenga la posibilidad de hacerlo. No es que yo crea que hay que ser experto y solamente intelectual, pero sin duda que la experiencia de estudiar, sea lo que sea, te dignifica, te abre mundo, te hace un ciudadano más reflexivo, más empático. Yo creo que es superpositivo. No tiene por qué ser filosofía. Denle dignidad a los jóvenes, que todos tenemos sueños. Denles las herramientas para que puedan ir un poco más allá. Porque con la secundaria es poco lo que pueden hacer. Terminan… ¿Cómo le llaman acá: secundaria?

Sí, secundaria.
Las posibilidades de trabajo, de mundo… Uno, cuando estudia en la universidad, tiene una adultez. Tiene gente a la que conoce que son de otros barrios. Una cosa interesante lo que sale de la universidad. No hay que ser intelectual sino que la experiencia de estudiar, para todo ciudadano, es muy útil.

Pero Piñera ya dijo que la educación la tiene que pagar alguien. Entonces, hay ese impase. No se ve con una pronta solución.
No.

Al menos por el momento. Y ya va más de medio año.
Claro. Cinco meses. Eso sí que no lo comparto: el que partió muy épico el movimiento, muy inspirador. El modo cómo ha incursionado es bien interesante. Ellos no tienen presidente, tienen voceros, todo lo consultan en asamblea: la forma del poder es distinta. Nos están enseñando a nosotros, que tenemos una cosa más jerárquica con el poder. Nosotros teníamos presidentes entre alumnos, ahora tienen representantes. Han sido muy creativos con las coreografías, las pancartas, una cuestión bien artística. Bien alucinante ver como a una ciudad tan lúgubre, Santiago, (le han hecho) una cosa más festiva. Pero toda esa maravilla se choca contra una pared, que es el gobierno de Piñera. Es un choque de paradigmas de comprensión del mundo. Ahora, confieso que mucha gente estamos entrando en la etapa pesimista. Porque no puedo creer que después de cinco meses no hay diálogo posible. Hablan otro idioma. Es muy decepcionante y estamos entrando en una fase de problemas. Por ejemplo, en las universidades como la mía, que es pública, pero se paga. Me refiero (a que) es pública, pero tiene tan poco apoyo del Estado… Los padres no han pagado las matrículas estos meses. Estamos en una universidad que tiene 160 años. Y, claro, es muy de izquierda. Es una universidad laica. Yo creo que el gobierno de Piñera no tiene ningún interés en salvarla. Así que es un escenario mucho más pesimista e incierto. Las universidades de regiones hace tiempo que entraron en el colapso. Me parece que eso es injusto. A las universidades públicas entra la gente con mejor puntaje y los profesores que tienen doctorado. Las privadas son menos exigentes, pero tú ves los campus, los recursos, las bibliotecas, los laboratorios…

Todo actualizado.
El mundo al revés. A los más talentosos los castigan. Es que son menos, porque es una cosa de lucro. Es algo que hay que cambiar ya. No puede ser. Ni en la educación ni en la salud debería existir eso.

En el Perú ocurre igual, también.
Pero me decían que en las públicas no se paga. Allá, la (pensión) más barata debe ser casi quinientos o cuatrocientos (dólares) al mes. Es mucho dinero en Chile. Y las privadas salen mil dólares al mes. ¡Es una locura! Y la gente pide mucho crédito, que lo gestiona la banca privada y tiene unos intereses... Esto empezó a colapsar porque la gente empezó a egresar debiendo una casa. Tú tienes veinticinco años y debes lo equivalente a lo que te cuesta una casa. Aparte, es un país que tiene dinero. Tomas un poco del cobre y pagas la educación. Hacer arancel diferenciado, que es lo más realista. Pasar de un día para otro a un sistema gratuito es difícil. Pero, al menos, un tema de arancel diferenciado, de becas. Apoyo y pienso eso. Muy interesante lo que han hecho ellos (los dirigentes estudiantiles chilenos), muy consensuado, muy claro con lo que exponen, muy preparado. ¡Cómo se han ganado el respeto de la sociedad, absolutamente! Tienen el ochenta por ciento de la aprobación ciudadana. O sea que supera izquierdas y derechas. Mi mamá, por ejemplo, es de derecha, empresaria, y está sumamente de acuerdo. Ella, de hecho, elige a la educación pública. Esto no es nuevo, esto es de hace treinta años. Mi padre, el padre de mi marido, que no tenían muchos recursos, estudiaron en la universidad pública sin pagar, tienen carrera y han podido un poco surgir en la vida.

Es que ahora la educación se ha monetarizado demasiado.
Demasiado.

Entraron esos empresarios que ven negocio…
En todas partes.

…donde sea y malograron todo.
Sí.

Eso, también, ocurrió en el Perú: hay muchísimas universidades privadas chicas y dan una educación malísima. Salen muchos dizque profesionales, pero no son muy buenos. Eso es lo malo de la educación privada, que para ganar plata: “Ya, vamos a crear…
No piden requisitos, sí.

…facultades de comunicación, de lo que sea”.
Lo que está de moda, sí.


Abordar los procesos creativos de los escritores

Este territorio casi periodístico de entrevistar a autores como (Pedro) Lemebel… Periodístico-literario…
Sí.

Como Watanabe…
Lygia Fagundes Telles…

Lygia Fagundes, Ricardo Piglia…
Isidora (Aguirre), todos esos, sí.

Isidora… Todas estas entrevistas: ¿te has sentido como periodista en algún momento o como una escritora que está entrevistando a otros escritores?
Las dos cosas. No estudié periodismo, así que no sé las técnicas. Más bien, hay un interés por lo creativo. De todas maneras, me interesa profundizar en la vida de otra persona. En todo sitio tiene un poco de interés la vida de los otros, porque siempre son materiales, preguntas. Me ha interesado abordar a un escritor y dar a conocer sus procesos creativos, ir reconstruyendo un poco lo que hizo en cada libro, cuál es su proyecto, su poética. Me parece superinteresante entrevistar a escritores. Así que ahí me siento emparentada contigo. Tengo en mente unos tres, cuatro escritores más. Me gustan los escritores mayores, gente con más trayectoria.

Más cosas que contar, también.
Sí. De pronto, siento que hay demasiada fascinación por los jóvenes y por la escritura, tanta cosa, como media de mercado. Quiénes son las nuevas revelaciones… Todas las listas tienen, incluso, esta cosa de las edades. Esto del Granta. Todos los rankings tienen edades. Me encantó la lista de Guadalajara porque incluye gente de todas las generaciones. Tienden más a jóvenes, pero no es excluyente. Los escritores mayores pasan (usualmente) a un segundo plano. No debería ser así.

Y es una lista bien democrática (son veinticinco escritores de quince países), porque uno dice: “Seguro va a haber diez mexicanos y diez argentinos”.
De Perú hay poco: un autor para la cantidad de autores que tiene, es ridículo. Y allí había tres de Ecuador. Debería haber más de Perú.

Debe ser, también, porque estaban buscando gente que no ha ganado todavía un premio grande, como Roncagliolo ya lo ganó. Que (no) tienen algún reconocimiento, como Iwasaki (ya lo tiene).
No hace falta que le den premio allí.

Por eso creo que a (Enrique) Planas lo han nombrado, porque de los que son peruanos y no tienen un nombre grande, él está ahí, en lista de espera para despegar (internacionalmente).
A veces, los escritores tienen muchos veladores de luces y uno ve la obra y dice: “¿Por qué es tan conocido?”

Sí, claro. O como Giovanna Rivero, que tiene una potencia literaria muy grande, no tiene grandes premios, pero es muy buena. Es mejor que muchos que han ganado premios.
En los premios uno ve cada cosa. En el tipo de libro que gana más los premios internacionales -los Planeta, los Alfaguara- hay un formato de novela que va a ganar y no siempre me parece que son los mejores textos. Finalmente, los mejores autores los conozco en lugares más recónditos.

Sean de editoriales independientes.
Sí. Muchos de las independientes. O de nombres que son menos conocidos, de pronto les descubro un libro (muy bueno). Me interesa registrar, desnudar el proceso creativo de un escritor, su mundo, su universo, su apuesta. He entrevistado a autores que me fascinan, los he estudiado mucho antes de entrevistarlos. Por eso me toma mucho tiempo. A mediano plazo, quiero a Margo Glantz -que me comentaste que la habías entrevistado-; a Luisa Futoransky, una poeta argentina que vive en Francia; a Juan Mayorga, que es un dramaturgo español. Al menos, esos tres nombres los tengo ahí. Estoy esperando que se me dé la posibilidad de un viaje para hacer las entrevistas.

Sobre todo coordinar con ellos.
Sí. Es una de las cosas que me propuse a mediano plazo, que me gustaría mucho. Y muchos más, pero esos son los que ya conozco y he leído bastante su obra.

Además, me parece excelente que estudies bastante de los escritores antes de entrevistarlos, porque es algo que no se hace, ahora, mucho. Inclusive, en las páginas culturales de diarios y revistas.
Es que no tienes tiempo. Es otro ritmo, también.

Sí, claro, pero...
Yo me tomo seis meses. ¡Imagínate!

Pero uno lee…
¡Un año!

…y dice: “Yo también lo puedo hacer en treinta, veinte minutos (buscando información del autor) en Internet”.
Claro. En Google. Pero las que estoy haciendo justamente son distintas por eso, porque hay una preparación, conoces al autor, es otra cosa. Te quería comentar que cuando comenzamos con el tema de mi escritura y todo eso, una cosa que me interesa, junto con lo que te comenté -la exploración psíquica, emocional-, es llevarla al lenguaje. Me interesa mucho la prosa poética. También ahí hay una intención de parte mía. Sé que trabajo temas duros, pero sé que si los hago con un lenguaje poético fluyen. Es una trampa. Lo he entendido un poco después. Me gusta mucho el trabajo plástico, las imágenes, las frases. Como que no me sale contar: “Periquito fue ayer al parque, se tomó un café y regresó”, sino que hay una cosa del espacio, de una dimensión medio temporal, de desplegar la emoción, descripción, imágenes plásticas. Entonces, si lo hago con prosa poética, tiene algo que descoloca, pero soy consciente que es doblemente violento. Tiene un contrapunto: que está utilizando un lenguaje bello, poético, más lírico, que tiene que ver con la psicología. Es parte del proyecto que me interesa desarrollar.

Se siente esa energía poética en tus textos. Se nota que hay una intención. Obviamente, todo tu estilo es intencionalmente buscado, pero es distinto al de muchos otros escritores de cuentos. Es una mezcla de poesía con narrativa.
Sí. Yo leo mucha poesía. (Cuando) escribo los cuentos, las novelas, tomo apuntes de frases, solamente de frases. Entonces, me demoro siglos en escribir cada libro. Los cuentos me han tomado años. Me gusta que se despliegue la emoción y liberarme. Del personaje exploré todo lo que podía explorar, y con belleza. Que sean cosas terribles, pero con belleza.

La última pregunta: ¿podrías definirte con una sola palabra o una sola frase como escritora?
Justo la frase que te decía al comienzo: soy una autora que me interesa ahondar en las pulsiones, en las complejidades humanas, con poesía.

Muchas gracias por la entrevista.
No, de nada.

Que sigas disfrutando tu estadía en Lima.
Gracias.

Casi tres semanas después, el sábado 19 de noviembre, el suplemento literario y cultural Babelia del diario español El País, publicó Retratos autobiográficos y emociones literarias: una serie de opiniones de dieciséis buenos autores latinoamericanos sobre las claves de su escritura y la esencia de sus libros. Esto fue lo que Andrea reveló de sí y de su exigente trabajo con la palabra escrita: “Vengo de un país que ya no existe. Leer o escribir para saber si soy de aquí o de allá. Leer para ir en la dirección opuesta. Escribo leyendo en diagonal las noticias del periódico. Escribir para que en un punto mínimo mi biografía se cruce con la historia. La creatividad te desafía a ser otro enunciado. La literatura es un trabajo de orfebrería donde las costuras siempre quedan a la vista. Leer es recorrer un hilo, escribir es devanarlo. En la memoria las cosas ocurren por segunda vez. En la lectura por tercera. Escribo ensayando una sintaxis emocional. Encumbro imágenes como cometas. El mundo tiene algo de campo minado. El lenguaje puede ser una violencia sensual. Pienso mis libros como artefactos explosivos. Me guardo las esquirlas en el bolsillo”.

martes, 6 de diciembre de 2011

Juan Luis Cebrián




“La prensa forma parte del sistema”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944) es director fundador del prestigioso diario español El País y uno de los nombres más relevantes y premiados de la prensa en nuestro idioma, además de ser escritor y académico. Estuvo en Lima por pocos días como invitado especial del diario La República, que este 2011 cumple treinta años de fundación y, por ello, quiso traer a tan importante personalidad para celebrarlo.

Durante la tarde del lunes 28 de noviembre Cebrián ofreció la esperada conferencia magistral “La crisis europea y nuestro futuro económico” en el auditorio de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Los reconocidos periodistas peruanos César Hildebrandt, Augusto Álvarez Rodrich y Laura Puertas comentaron la conferencia, mientras que Gustavo Mohme Seminario, director de La República, fue el moderador. El autor de La red. Cómo cambiarán nuestras vidas los nuevos medios de comunicación (1998), ante un público mayoritariamente joven y muy atento a la profundidad de sus ideas, analizó la primera gran depresión económica europea ocurrida en 1873. Explicó que tanto en aquella crisis como en la de este 2011 hubo una burbuja inmobiliaria y cientos de miles de personas se quedaron sin trabajo. Asimismo, aseveró que ambas fueron crisis sistémicas -es decir, que fueron el efecto y no la causa de un cambio económico a nivel mundial- y se originaron por la estructura misma de la economía. Las dos condujeron a necesarios virajes en el paradigma económico seguido hasta ese entonces.

Al respecto, Cebrián señaló que ya en el siglo XVIII el filósofo y economista escocés Adam Smith, autor de La riqueza de las naciones (1776), pensaba que el capitalismo debía estar regulado. Sin embargo, en la Europa de hoy el Estado ha fallado en su función reguladora y esto ha contribuido de manera fundamental a la crisis financiera. La cual está impulsada, además, por el ineficiente rol de los bancos, los especuladores y los gobernantes. Por otra parte, liberó al mercado de responsabilidad ante la presente crisis y criticó los intentos europeos de proteccionismo estatal extremo -como el de Angela Merkel en Alemania-.

Acerca de los efectos de la crisis en España, el autor de Cartas a un joven periodista (1997) manifestó que el 40 % de los españoles menores de veinticinco años está sin empleo y -lo que es peor- sin visos de tener alguno durante los próximos cuatro o cinco años. Además, criticó que la burbuja financiera de hipotecas solventase a los partidos políticos españoles. Todo esto ha contribuido para que la democracia, que está basada en el Estado-Nación, siga perdiendo crédito entre los ciudadanos.

Tras culminar la conferencia en sí y ante las interrogantes y los comentarios de sus colegas peruanos sobre diversos aspectos de la economía y el periodismo en Europa, Cebrián realizó una seria autocrítica al gremio. Enfatizó que los periodistas usualmente decimos que representamos al pueblo, pero el movimiento 15-M (o de “los indignados”, el cual está inspirado, parcialmente, en el ensayo político ¡Indignaos! que el diplomático franco-alemán Stéphane Hessel publicó en 2010) de su país está claramente en contra de los banqueros, los políticos y los medios de comunicación. Esto indica que no somos tan representantes del pueblo como ingenuamente solemos creer. Aparte, mencionó alarmado el hecho de que en España cuatro mil periodistas hayan perdido sus puestos de trabajo en los últimos años, debido al avance de las nuevas tecnologías. No obstante, vaticinó con optimismo que “periodistas va a haber siempre”. Y, con evidente orgullo profesional, hizo hincapié en que “en El País las decisiones editoriales las toman los periodistas”, lo cual ha permitido que dicho diario mantenga un liderazgo duradero y una alta credibilidad ante los lectores españoles.

Tras esas magníficas dos horas escuchando y aprendiendo numerosos conceptos económicos y periodísticos del autor de La prensa y la calle. Escritos sobre periodismo (1980), pudimos acercarnos al gran hombre de prensa español y sostener con él un breve diálogo.

Mucho gusto. Muchas gracias por estar en Lima. Usted que ha empezado con el diario El País en el año setenta y seis, ¿cómo ha visto los cambios en el periodismo, en estos treinta años, en su país?
Yo creo que tenemos un periodismo mucho mejor que el que teníamos entonces. Tenemos ahora circunstancias más favorables a la libertad de expresión. Circunstancias institucionales y sociales. Los periodistas jóvenes están más preparados que lo (que) estábamos los de mi generación. Tienen más oportunidades de formarse. También oportunidades de viajar, de conocer al mundo. Más acceso, por así decirlo, y más capacidad de expresarse. Por lo tanto, yo creo que la evolución ha sido muy positiva.


Zonas tangenciales entre la política y la prensa

¿Cuán difícil es separar al poder político de la prensa?
La prensa forma parte del sistema. Es decir, hay cuarto estamento en la Revolución Francesa. Esto es algo que los periodistas muchas veces no comprenden. Lo que pasa es que son más bien un contrapoder que un poder. Y, por lo tanto, siempre hay zonas muy tangenciales entre el poder político y la prensa. A veces, demasiado tangenciales. A veces, (hay) demasiada imbricación de unos con otros, pero es obvio que hay una relación permanente entre fuerzas políticas y medios de comunicación. Porque, como digo, el sistema se ha construido así.


WikiLeaks: documentos robados, pero no secretos

¿Podríamos decir que WilkiLeaks es una nueva forma de periodismo?
WikiLeaks es una nueva y una vieja forma de periodismo. WikiLeaks es una cosa muy curiosa. En primer lugar, siempre en la deontología de los medios ha estado el no acudir a robar documentos. Es decir, el fin no justifica los medios. WikiLeaks son documentos robados. Por otra parte, tampoco es una vulneración de un secreto porque a los documentos de WikiLeaks tenían acceso 500 mil personas antes de que los publicáramos los periódicos. Y, por último, es curioso que WikiLeaks tuvo que acudir a la prensa tradicional -entre otros, El País- para analizar y poner en orden la enorme cantidad de información que había en aquellos 250 mil documentos que contenía ese primer disco de WikiLeaks. Entonces, sí hay una especie de nuevo periodismo basado en la existencia de redes informáticas que tienen toda la información y a la que tienen determinado acceso gentes con capacidad de hacerlo. Incluso, a veces, hackers o piratas que pueden hacerlo aunque no estén autorizados para ello.

¿El nivel de selección de esta información (que eran los 250 mil documentos de WikiLeaks) hace que sea un periodismo clásico?
Ellos acudieron al periodismo clásico, pero pueden evolucionar.

Muchas gracias.
Muchas gracias.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Eliseo Subiela



“A parte de mi generación la aniquilaron”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


El director de cine argentino Eliseo Subiela (Buenos Aires, 1944) baja tranquilamente por las escaleras del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), mientras conversa con un periodista. Al llegar al segundo piso dialoga unos minutos con Geraldine Chaplin, Bruno Barreto, Patricio Castilla, Jean-Christophe Berjon y Francisco Lombardi, quienes acaban de ver una película latinoamericana en la acogedora Sala Roja del mencionado centro cultural. Por la naturalidad con la cual aborda a estas cinco personalidades, se deduce que las conoce desde hace tiempo. Luego, prosigue su descenso calmado al primer piso -específicamente, hacia el Café de las Artes-, junto al joven hombre de prensa, platicando sobre diversos aspectos del fascinante séptimo arte.

Subiela estuvo en nuestra capital como invitado del XV Festival de Cine de Lima. Presentó Rehén de ilusiones (2010), su último largometraje. Otros títulos de su nutrida filmografía son: No mires para abajo (2008. Obtuvo premios en festivales de Montreal, Madrid, Guadalajara y Lleida), El resultado del amor (2006. Recibió dos premios en Huelva), El lado oscuro del corazón 2 (2001. Ganó tres premios en Huelva), Las aventuras de Dios (2000), Pequeños milagros (1997. Un premio en Túnez), Despabílate amor (1996. Premiada en Huelva, Friburgo y Lima), No te mueras sin decirme a dónde vas (1995. Mereció premios en Montreal, Sitges y La Habana), El lado oscuro del corazón (1992. Su film más reconocido, con triunfos en Montreal, Biarritz, Huelva, La Habana, Cartagena, Bérgamo, Sept-Iles y Gramado), Últimas imágenes del naufragio (1989. Reconocida en Montreal, Biarritz, Huelva, Cannes y La Habana), Hombre mirando al sudeste (1986. Consiguió premios en Toronto, San Sebastián, La Habana, Cartagena y Sao Paulo), La conquista del paraíso (1980), Sobre todas las estrellas (1965) y Un largo silencio (1963. Premiada en Viña del Mar). Asimismo, este importante cineasta bonaerense obtuvo la beca Guggenheim en 2005, ha sido profesor visitante en la Universidad de Stanford el año 2002, fue designado Miembro Honorario de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España en 1995, y reconocido como Chevalier dans l’ondre des Arts et des Lettres de la República Francesa en 1990. Además, dirige su propia Escuela Profesional de Cine y Artes Audiovisuales, fundada en 1994. En la siguiente entrevista podremos conocer matices humanos y profesionales del destacado realizador, quien alguna vez afirmó: “La realidad me resultaría insoportable si no fuera por el cine”.


Muchas gracias por la entrevista.
Gracias a ti.

Esas cartas de amor que le escribía a Susana (alumna del colegio de monjas Las Esclavas) cuando tenía doce años, ¿todavía las conserva? ¿Alguna le sirvió para las películas que hizo?
(Sonríe y mira sus propias manos que están sobre la pequeña mesa, como recordando) Me pareció que iba a ser un poco cursi la respuesta, pero te la voy a decir igual: todas son cartas de amor, mis películas. No a Susana. Pero son cartas de amor, sí.

Su familia, cuando usted era adolescente, por su afición, su pasión hacia los aviones, pensaba que usted iba a ser ingeniero aeronáutico.
Lo pensaba yo. Y mi familia, mi padre y mi madre, me ayudaron. Estaban atentos a mi vocación. Cuando dije que quería hacer cine me apoyaron. Mi padre fue el productor de mis primeros cortos. Tuve mucho apoyo. Por suerte, mi padre era un gallego romántico. No pretendía que su hijo fuera, como tantos inmigrantes, ni médico ni abogado. Así que le gustó cuando le dije que iba a hacer cine.

Su familia tiene antepasados judíos.
No.

Había leído que usted y otros compañeros suyos (que eran judíos), en el colegio primario donde estaban, tenían…
¡Qué gracioso! ¡Vos leíste eso! Mi familia era muy antiperonista. En la época cuando yo iba al colegio primario había educación religiosa obligatoria en los colegios -que había impuesto Perón-, y mis padres, como un gesto de rebeldía antiperonista, me hacían salir de la clase. Entonces, yo salía con mis compañeritos judíos, que eran los otros que salían de la clase.

En su página web lo había leído.
Claro, sí. Lo cuento en el blog.


Despabílate amor y Darío Grandinetti

Ahora, ha venido al Festival (de Cine de Lima), donde ganó el primer festival su película Despabílate amor.
Sí.

Le dan el (trofeo) Spondylus. ¿Cómo se siente en este retorno?
Primero, sorprendido, porque lo que en el resto de Latinoamérica ha pasado con El lado oscuro del corazón, aquí ha pasado con Despabílate amor. Es el único lugar donde la película ha tenido tanta repercusión, un impacto de este tipo. Yo no estaba enterado de eso, así que fue una sorpresa. Y lo que más me llama la atención: la repercusión de la película en gente muy joven, de veinticinco, treinta años. Porque en gente de mi edad, mayores, es comprensible (la aceptación), pero es una película que pega también en las nuevas generaciones, lo cual me llena de satisfacción, orgullo, me pone muy feliz. Así que estoy pipón. Ha sido un viaje maravilloso.

Justo usted mencionaba estas dos películas que tienen como protagonista a Darío Grandinetti: Despabílate amor y El lado oscuro del corazón. ¿Cómo comienza su relación con Darío en el cine?
Yo era medio escéptico, al principio, con Darío. Cuando aparece la idea de que Oliverio, el poeta de El lado oscuro… fuera Darío, yo tenía una imagen de Darío de actor más bien recio, tenía un prejuicio por lo que había visto hasta ese entonces. Desconfiaba en un comienzo. Ahora no hace falta que te aclare que cambié de idea y hoy no se me ocurre ningún otro actor que pudiera haber hecho el Oliverio que hizo Darío.


Un lenguaje poético: el cine

En su cine hay mucha poesía. Inclusive en El lado oscuro del corazón presenta a Mario Benedetti como uno de los personajes en el bar y recitando…
Sí.

…en alemán. ¿Cómo así entra la poesía en su vida y su cine? ¿Desde cuándo empieza esta relación tan fuerte?
En principio, yo creo que el cine es un lenguaje, esencialmente, poético. Más allá de la poesía literaria. Pero, además, me gusta escribir, me gusta mucho la literatura. No te diría que soy un escritor frustrado, porque escribo. Soy un músico frustrado, eso sí. Le doy mucha importancia a la palabra. Me gusta mucho la palabra, la literatura y el escribir. Fue un desafío. Ahora me siento muy orgulloso de haber hecho que toda una generación descubriera, de pronto, a Benedetti, a Girondo. Por haber contrabandeado poesía literaria en el cine.


Un pasado político del que falta hablar en Argentina

Y, también, ha tocado temas políticos, como se puede ver ahora en la película que ha traído, Rehén de ilusiones: la época militar.
Sí.

¿Es otra de sus obsesiones cinematográficas el tema político?
No, pero es, obviamente, algo muy importante que nos pasó y sobre lo cual tenemos mucho todavía que hablar. Yo no estoy de acuerdo cuando algunos que nos critican dicen: “El cine argentino abusa un poco del tema de la última dictadura y de los desaparecidos”. Yo creo que todavía no empezamos a hablar a fondo de ese pasado. De hecho, los españoles siguen hablando de la Guerra Civil, y en Europa de la Segunda Guerra (Mundial). No es una de mis obsesiones, pero es un tema importante que me duele. Creo que es importante la memoria.

Claro. Son demasiados muertos como para no hablar de ellos.
A parte de mi generación la aniquilaron. No es poca cosa.


Una revolución tecnológica en marcha

Usted está a favor de las nuevas tecnologías en el cine. ¿Le parece que el cine digital va a contribuir al progreso del cine o, todavía, no podemos afirmar qué va a pasar en el futuro?
Yo creo que ya está contribuyendo. La revolución tecnológica está en marcha. No se sabe en qué va a terminar, pero, de hecho, está produciendo fenómenos, a mi juicio, muy beneficiosos. Sobre todo para los jóvenes es más fácil filmar. Las limitaciones que algunos criticaban -que eran ciertas-, que tenía el video en las primeras etapas, hoy no las tenemos. Le podemos incorporar óptica fotográfica a las cámaras, antes no. Había que usar óptica de video y eso empobrecía un poco la cosa. Yo estoy fascinado. De hecho, la película que estoy haciendo ahora la estoy haciendo con una cámara fotográfica, una Canon 5D, y estoy fascinado con el resultado.


Una locura incurable

El primer cortometraje que hizo en el año 1963 (Un largo silencio) trataba sobre un hospital psiquiátrico…
Sí. Y la última, también.

Y en la última (Rehén de ilusiones), también, hay esa referencia.
Ja, ja, ja, ja… Cada veinticinco años vuelvo a ese hospital. Así que supongo, espero, que dentro de veinticinco me internen en ese hospital.

Ja, ja, ja, ja…
Loco, no importa, pero vivo (sonríe).

¿Por algún motivo le atrae este…?
Me atrae el tema de la locura por muchas razones. Más allá de lo que te pueda explicar, algo hay por lo cual vuelvo a ese lugar.

¿Hay que estar, como dicen algunos, un poco loco para hacer cine en Latinoamérica?
Eso, totalmente. De eso no quiero curarme. De esa locura no quiero curarme.


Godard, Fellini, Angelopoulos, Ford, Huston

¿Cuál es su escena favorita del cine?
¡Uy, no! Muchas. Alguna escena de Vivir su vida (1962) de Godard, una de las primeras películas que despertaron mi vocación. Alguna de La Strada (1954) de Fellini, escenas de películas de Tarkovski. Alguna escena de un director griego, Theo Angelopoulos, que me gusta mucho.

¿Algunas veces, cuando ha tenido algún impase creativo, ha recurrido a estos autores referentes, ha repasado sus películas?
Yo veo todos los fines de semana tres, cuatro películas. En general, son películas clásicas. Y es más, en general, son norteamericanas.

¿Es un fanático del Hollywood de las últimas décadas o de la época dorada?
En las últimas décadas, generalmente: basura. No. De la época de los grandes narradores: John Ford y (John) Huston, y tantos.

Pero ahora tenemos a Martin Scorsese.
Scorsese es un gran director, sí. Pero después hay grandes fabricantes de basura como Spielberg y Lucas que, a mi juicio, le han hecho mucho bien al negocio del cine, pero mal al cine.


El cine latinoamericano experimenta y arriesga

¿Cómo definiría el cine latinoamericano, actualmente?
Es un cine que tiene el gran valor de arrancar de la necesidad de expresión, no de ideas de producción. Es un cine que ha crecido mucho en los últimos años. Ha evolucionado notablemente y es mi cine. Yo soy parte de él.

¿Se puede hablar de que existe una identidad latinoamericana en nuestro cine, como ya hay una europea?
Me parece que sí, que es un cine de mucha búsqueda, de experimentación, de mucha libertad, a pesar de las dificultades económicas en medio de las cuales se hace. Me parece un cine con mucho riesgo creativo. Es un cine importante.

Quiero agradecerle su tiempo.
No, gracias a vos.

Que siga disfrutando Lima.
Nos vemos en la próxima película.

Gracias.

lunes, 24 de octubre de 2011

Margo Glantz




“Mientras no se me acabe la vida, seguiré trabajando”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


La gran escritora, ensayista, crítica literaria y académica mexicana Margo Glantz Shapiro (Ciudad de México, 1930) vino a Lima como invitada del Festival Eñe América, realizado en abril. Dueña de una magnífica trayectoria literaria y ensayística, entre sus numerosas obras tenemos: Las mil y una calorías (1978), Las genealogías (1981, Premio Magda Donato 1982), Síndrome de naufragios (1984, Premio Xavier Villaurrutia 1984), El rastro (2002, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2003 y finalista del XX Premio Herralde de Novela) y Saña (2006). Asimismo, ha obtenido las becas Rockefeller (1996) y Guggenheim (1998), el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 2004, la Medalla de Oro de Bellas Artes 2010, y el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2010 (antes llamado Juan Rulfo). Además, recibió doctorados Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México -donde enseña desde 1958- en 2011, la Universidad Autónoma de Nuevo León en 2010 y la Universidad Autónoma Metropolitana en 2005. Desde 1995 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, fue distinguida como Investigadora Emérita del Sistema Nacional de Investigadores en 2004, y ha sido profesora visitante en las universidades de Yale, Harvard, Princeton, Berlín, entre otras. Actualmente, es columnista del diario La Jornada. A la edad de Glantz, muchas personas solamente quieren sentarse en su sillón preferido de la casa a escuchar música de su juventud, sin que nadie los moleste durante el día. Pero ella no. Su admirable vitalidad y encomiable lucidez la impulsan a seguir escribiendo y publicando.

Es un gusto para mí poder entrevistarla. Quería empezar haciendo un resumen: ochenta años de edad, más de cuarenta obras publicadas. ¿Siente que ya ha publicado todo lo que quería, que ya ha escrito todo lo que deseaba?
No, todavía no. Todavía me falta, espero. Si me da tiempo, todavía tengo bastantes cosas que hacer.

Usted, sobre todo, empezó escribiendo ensayos.
Sí.

El año 64.
Un poquito antes, 63. Luego, mi primer libro de ficción, fue en 1977. Ya tenía yo cuarenta y siete años. Así que el primer libro importante que publiqué es en el 81, se llamaba Las genealogías.

Se lo dedicó a su padre, además.
A mis padres, sí.

Usted decía que, como empezó a escribir tarde, era una “joven promesa con arrugas”.
Sí.

¿Siente que ahora sigue siendo una “joven promesa con arrugas” o ya…?
(Sonríe) Creo que ya “joven promesa” sería un poco exagerado de mi parte decirlo. Sí pienso que, mientras no se me acabe la vida, seguiré trabajando. Ahorita estoy terminando un libro sobre la India. Este es un libro de viajes que formaba parte de un libro más extenso que decidí recortar y dedicarlo solamente a la India. Tengo ya escrito mucho material para un libro de viajes mucho más extenso, en cuanto termine este. Estoy un poco sobresaturada con el material. Llega un momento en que ya ni veo muy bien cómo terminarlo, porque lo he trabajado tanto que estoy deseando que se acabe cuanto antes para poder seguir con el siguiente.

¿Cuántos años ya tiene trabajando este material?
Estuve en la India en el invierno del 2004 y principios del 2005. De diciembre a enero, de 2004 a 2005. Luego, volví a la India en el 2008, y volví el año pasado. Entonces, el libro contaría las experiencias de esos tres viajes. Estoy a punto de terminarlo. Ya tiene muchas partes muy trabajadas, otras que son reiterativas, que tengo que eliminar. Porque se ha escrito muchísimo sobre la India. Un libro más sobre la India no tiene mucha importancia. Tiene que ser un libro que tenga algún punto de vista diferente de los demás. Lo tomo como una de las formas de la autobiografía. Este libro de viajes extenso que estoy preparando es el viaje como autobiografía. Como me he dedicado mucho a viajar, es uno de los aspectos importantes de mi biografía.

Desde que era pequeña, el viaje siempre ha sido parte de su familia.
Sí. Mi padre viajaba mucho y yo pensaba que algún día iba yo, también, a viajar. Porque lo íbamos a esperar al aeropuerto y me parecía una de las posibilidades más extraordinarias del mundo estar constantemente viajando. Empecé a viajar, en realidad, como a los veintitrés años. Y desde entonces no he parado. Así que llevo ya mucho tiempo.

¿Ha podido conocer el lugar donde se casaron sus padres, Odessa?
Conocí Odessa para terminar Las genealogías, que fue un libro que publiqué en el 81. Lo publiqué como este libro que estoy haciendo ahora: por entregas en los periódicos. Decidí que no podía terminarse, puesto que era un libro de biografía de mis padres y autobiografía mío, pero lo más importante era la vida de mis padres. No podía yo, de ninguna manera, terminarlo sin haber intentado, por lo menos, conocer el lugar de donde mis padres habían venido. Ahora, cuando llegué a Odessa estaba muy cambiada, porque llevaba muchísimos años que mis padres estaban en México. De cualquier manera, pude conocer a parientes muy cercanos: primos hermanos, hijos de hermanos de mi madre. Todavía había algunos monumentos en Odessa, los clásicos: la Ópera, los escalones que aparecen en El acorazado Potemkin de…

Eisenstein…
…Eisenstein. Es decir, algunas cosas todavía se mantenían del siglo XIX, del siglo XX. Así que conocí parte de lo que mi madre había conocido. Aunque el país había cambiado enormemente. Y mi padre había nacido en una ciudad, pero luego había vivido hasta los catorce, quince años, en un pueblito, un gueto, que había sido totalmente destruido por la revolución. Así que lo de mi padre no pude conocerlo porque ya no existía.


Entre Sor Juana y la Malinche

Aparte de la literatura de viajes usted ha indagado bastante, también, sobre la identidad mexicana, con personajes como Sor Juana Inés de la Cruz o la Malinche. México: ¿se constituye más de la influencia de Sor Juana Inés de la Cruz o de la Malinche?
Ambas han sido figuras esenciales de la historia y la literatura… La historia mexicana de la literatura, porque la Malinche forma parte de la literatura y la historia al mismo tiempo. Porque los cronistas de Indias hablan de la Malinche y los cronistas indígenas hablan de la Malinche. Entonces, forma parte de libros, por ejemplo, tan importantes -tanto para la historia como la literatura- como Bernal Díaz del Castillo, uno de los libros más bellos que se escribieron con la conquista. Ahí la Malinche, en toda la primera parte, antes de la conquista de Tenochtitlan, es fundamental. También aparece cuando Cortés se va a Las Higueras -se lleva a la Malinche como intérprete y la casa con un lugarteniente suyo: Juan Jaramillo-, aparece como figura estelar en muchísimos textos de la época. Ahora, la Malinche se vuelve un personaje esencial en la historia de México, en debates políticos muy importantes. Durante la colonia fue considerada como una figura regia, porque era venerada, porque se suponía que gracias a ella se había celebrado la conquista de México. Luego, cuando vino la independencia -se volvió a reivindicar el pasado indígena- la Malinche fue considerada como una traidora.

Surgió el término “malinchismo” en honor a ella.
Malinchismo, sí. Todavía se usa muchísimo. La Malinche ha pasado por muchos avatares, por muchas vicisitudes, desde el punto de vista ideológico, de cómo se la ve. Y aparece en numerosísimos textos de teatro. Hay novelas sobre la Malinche. Y ha sido, también, protagónica en los movimientos chicanos en los Estados Unidos. Entonces, es un personaje realmente muy importante para la historia de México, para la literatura. Lo mismo Sor Juana Inés de la Cruz. Es, probablemente, una de las figuras más fundamentales de la literatura no solo de México sino de todos los siglos de oro. Es decir, fue la última gran figura de los siglos de oro. Con ella se clausuran los siglos de oro.

Era un prodigio, en verdad.
Un prodigio que supo asimilar la tradición de la lengua castellana de una manera extraordinaria. Ella podía escribir como Calderón de la Barca cuando hacía teatro y autos sacramentales, como Góngora con el Primero sueño, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa en El divino Narciso. Pero no solo se limitaba a tomar como fuentes a autores fundamentales de su época o un poquito anteriores a su época sino que los cambiaba, les daba un sentido totalmente propio. Se ve perfectamente la impronta de esos personajes señeros de la literatura de los siglos de oro, pero Sor Juana siempre le pone su propio sentido personal, su impronta, en lo que escribe. Es decir, hace un auto sacramental como El divino Narciso, en donde se nota que conoce, siente profundamente la poesía mística de San Juan, pero ella, al mismo tiempo, hace su propia poesía mística. Conoce muchísimo a Góngora, el tipo de métrica que utilizaba. Es buena en el hipérbaton que usaba Góngora, pero su Primero sueño es totalmente único. Porque Góngora se ocupa de cosas como el paisaje, el colorido de las cosas, la mitología griega -aunque, también, la utilice-, pero Sor Juana trabaja un tema que es, como decían sus contemporáneos, árido: un tema científico que no se prestaba para la poesía y, sin embargo, ella lo transforma en poesía. Había un contemporáneo de ella que se llama el padre Calleja, un jesuita, con el que se escribía. Cuando hace el obituario de Sor Juana en el tercer tomo de sus obras completas, sus obras reunidas, habla de que sí ha imitado a Góngora, pero lo ha sobrepasado en muchos sentidos, porque la materia de este poema de Sor Juana era un tema muy árido, y ella logra hacerlo verdaderamente florecer.

Además, era una intelectual en una época en que las mujeres no eran intelectuales.
Sí.

Eso es totalmente revolucionario.
Era una mujer muy completa porque no solo era una gran poeta… Era, fundamentalmente, una gran poeta, pero era, también, teóloga, filósofa, música, conocía perfectamente el arte de su tiempo. Y, por otro lado, hacía las labores propias de una mujer: bordaba y cocinaba maravillosamente bien. Era una mujer que funcionaba en todos los aspectos posibles de la vida, tanto de masculina como femenina, y siendo una monja muy devota. Ocupaba labores verdaderamente intensas de una monja. Es decir, todos los rezos y cosas que tenía que hacer. Aparte, podía escribir, bordar, pensar, y era una gran políglota. Sabía latín, nahuátl, portugués.

Usted ha escrito varios textos sobre Sor Juana Inés, pero la fascinación por el personaje y las aristas que tiene, ¿permitirían que siga escribiendo nuevos textos acerca de ella?
Me han pedido que haga cosas sobre Sor Juana y no me interesa ya, porque llega un momento en que quizá se sature uno. Creo que Sor Juana es un personaje inagotable y siempre que me vuelvo a poner a escribir sobre ella encuentro facetas que no había entendido o no había notado. Sí se puede seguir escribiendo sobre Sor Juana. Es inagotable. Constantemente hay nuevos escritores, investigadores, que siguen trabajando sobre ella. Últimamente, Sor Juana es una figura muy polémica porque ha habido, por lo menos, dos tendencias ideológicas. Por un lado, manejarla como una gran escritora y mujer que lo que más le interesaba era saber, y no ser santa. Y hay la corriente religiosa que pretende que Sor Juana era santa. Es una polémica que tiene que ver con un problema ideológico en el país. Es decir, ¿es o no Sor Juana una mujer que se dedicó a explorar la santidad como la mayor parte de las monjas de su tiempo o fue una mujer que lo que más le interesó fue conocer, saber? Yo creo que esa es la faceta esencial de Sor Juana. Que al final de su vida haya renunciado y se haya vuelto a convertir… Si es que realmente se volvió a convertir o la obligaron a convertirse, eso ya no me concierne. Lo que me importa es replantear el hecho de que Sor Juana no quiso ser santa y la Iglesia no puede recuperarla como santa. Fue una monja devota, muy religiosa, pero no una santa.

El teatro, también, es una parte importantísima de su trabajo intelectual. Inclusive, su segundo ensayo es de Tennessee Williams.
Hice una tesis sobre él. Me dediqué como quince años a dar clases de teatro, y cuando hice mi carrera en la Facultad de Filosofía hice la de Letras Modernas, pero, también, seguí la carrera de Letras Hispánicas y la de Teatro, que en aquella época era incipiente en la Facultad de Filosofía. Cuando me fui a Europa, trabajé muchísimo mi tesis sobre viajeros franceses en México. Pero me dediqué, también, a ver mucho teatro. Me doctoré en París y cuando regresé a México entré a la Facultad de Filosofía y Letras dando clases de teatro. Me dediqué, desde el año 59 al 69, a dar clases de teatro. Hacía yo crítica y reseña de teatro en los periódicos mexicanos. Después interrumpí esa faceta de mi trabajo y me dediqué a otras cosas.


El exotismo y lo real maravilloso en América

Y esta tesis que usted escribió, del exotismo francés sobre México, ¿de qué trataba?
Acaba de salir el tercer tomo de mis Obras Reunidas en el Fondo de Cultura Económica y allí incluyo una serie de textos que corresponden a mi tesis de doctorado, que nunca publiqué y que ahora publico en este libro. Por razones académicas y por consejo de los maestros que me iban a dirigir la tesis, decidí trabajar sobre los viajeros franceses que habían venido a México en un periodo muy determinado de la historia de México, que era de 1847 -la Guerra de Texas- a 1867 -la consumación de la intervención francesa en México-. Entonces, mi trabajo abarcaba un periodo de veinte años. Exploré en las bibliotecas de París y en los periódicos a aquellos que habían visitado México por razones comerciales, turísticas o políticas. Manejé un tema esencial, el del exotismo, que en el siglo XIX se cultivó mucho, en realidad. Desde el siglo XVI el tema del exotismo de América es fundamental y yo seguí ese cauce, pero me limité a trabajar esos veinte años de la historia de México. Después, publiqué un libro sobre viajeros extranjeros en México que abarcaba casi todo el siglo XIX.

¿Se puede decir que lo real maravilloso es una especie de hijo del exotismo, de la mirada exotista?
En algún nivel, claro que sí, evidentemente. Porque ya desde las crónicas de la conquista se advierte un elemento de lo real maravilloso. Definitivamente, todos los cronistas, a veces, tratan de explicar lo que es América y caen en lo real maravilloso, avant la lettre (antes de su reconocimiento oficial, científico o histórico).


Alfonso Reyes, Leopoldo Zea y Jorge Luis Borges

Usted ha tenido la suerte de ser alumna de muy renombrados catedráticos como Alfonso Reyes o Leopoldo Zea (o Rodolfo Usigli). ¿Qué recuerdos tiene de Alfonso Reyes? Alguien que Jorge Luis Borges…
Yo no fui alumna de ninguno de ellos. Conocí a Don Alfonso en el Colegio de México, pero lo conocí tangencialmente. Nunca hablé demasiado con él. Lo veía porque era el director del Colegio de México. Murió cuando yo era bastante joven. Lo que pasa es que cuando he trabajado literatura mexicana, uno de los temas que trabajé es Don Alfonso Reyes. El último trabajo que hice fue sobre las memorias de Don Alfonso, que se publicó hace como dos años en CD. Y trabajé, también, la Visión de Anáhuac y algunos de sus textos de temas cotidianos, como la cocina. Esos temas misceláneos trabajó muchísimo Don Alfonso y yo, también, me interesé en ellos. Pero, en realidad, directamente no tuve nada que ver con él.

Como en Internet aparece en casi todas sus biografías que fue alumna de…
De Alfonso Reyes.

De Alfonso Reyes y de Rodolfo Usigli.
A Zea lo conocí porque fue director de la Facultad de Filosofía y Letras, porque era una persona muy destacada. Mi primer marido era filósofo y había sido, no discípulo de Zea, porque no era tan…

Francisco López Cámara.
López Cámara, sí.

Pero, ¿a usted le parece que Alfonso Reyes -como decía Jorge Luis Borges- era el mejor prosista de la lengua española?
Esos calificativos me parecen extremos. Es decir, es uno de los grandes prosistas de la lengua española, definitivamente. Es un prosista muy clásico. Si uno quiere aprender a escribir español bien, pues le tiene que leer muchas veces. Sí creo que una de las figuras señeras sería Alfonso Reyes, como es Borges. Muchas veces, cuando tenía problemas para escribir me ponía yo con un libro de Borges, sobre todo para aprender a sintetizar. Porque Borges sintetiza extraordinariamente bien. La organización de la frase, el tipo de adjetivación, todo ese tipo de cosas me parecía muy interesante de manejar. Y Don Alfonso, también, es una prosa muy nítida, muy clásica. No se nota casi la prosa. Es decir, es un instrumento para expresar ideas, pero no es una prosa en donde hay un trabajo muy particular sino que es transparente. Es muy útil, muy importante el trabajarla.

¿Fue tan fuerte la oposición del movimiento indigenista en México que impidió que se postulara a Alfonso Reyes al Premio Nobel (de Literatura), como lo propuso Gabriela Mistral?
No conozco muy bien ese tema, pero me imagino que hubo lo que usted dice, una fuerte oposición. En realidad, Don Alfonso no se ocupó demasiado de temas indígenas.


Identificada con sus dos tradiciones

Por otra parte, fue directora del Instituto Cultural Mexicano Israelí. ¿Usted siente que sus grandes influencias son -obviamente- México y la cultura judía? ¿O se siente mucho más comprometida con México?
Me siento las dos cosas. Me identifico absolutamente con las dos ramas, los dos mundos que me tocaron por suerte. Nací en México, en una familia judía, con una tradición judía, en la que me parece importantísimo mantenerme. Me interesa muchísimo la literatura que se produjo, por ejemplo, en Europa, de escritores judíos. Me interesa muchísimo Kafka, Walter Benjamín, (Arthur) Schnitlzer, tantísimos otros escritores de esa época, (Philip) Roth, que son grandes escritores y han sido fundamentales en mi formación. Y, también, desde el punto de vista de la religión y la tradición judía, pues mi familia. Eso es muy importante. Pero no conozco mucho la Biblia, ni conozco bien el yiddish ni el hebreo. Es decir, mi formación es mixta, pero con una fuerte tendencia a lo mexicano. Me he dedicado en gran parte de mi vida a trabajar literatura mexicana, soy profesora de literatura mexicana, y muchos de mis textos tienen que ver con la literatura mexicana.

Y, también, con una fuerte formación europea.
Sí. Eso, también. Muchísimo. He trabajado muchísimo las literaturas occidentales, desde muy jovencita. Leí mucha literatura alemana, francesa, inglesa, norteamericana. Luego, más tarde, me interesó mucho la literatura japonesa. Es decir, me sigue interesando la literatura contemporánea y los autores de muy diversas procedencias.

Inclusive, usted lee a autores como Roberto Bolaño.
Sí, claro. Leo literatura latinoamericana. Me interesa muchísimo.

¿Cuál es el punto de partida para esta curiosidad inagotable que usted tiene acerca de la literatura? Sea la de hace siglos o la actual. ¿En qué piensa Margo Glantz cuando dice: “Quiero seguir escribiendo”?
Mi formación es esencialmente literaria. Empecé a leer desde muy niña, muy jovencita: nueve, diez años. Mi papá tenía muchos libros en casa y, para mí, una de las ocupaciones fundamentales fue leer, siempre, más que jugar con otros niños. Para mí lo más importante era la lectura. Y sigue siendo la lectura una de las cosas más importantes en mi vida. No puedo funcionar si no me llevo un libro de viaje. Los viajes no significan lo mismo si no tengo qué leer. Y, además, en mis libros de viajes hay siempre una intercalación de lo que leo. La lectura es una parte de mi biografía. Lo que estoy leyendo es autobiográfico, y eso va a canalizarse en mi escritura. Entonces, ni siquiera me pregunto ¿por qué? Pero ha sido siempre esencial.

¿Siempre compra libros en los países que visita?
Sí, siempre compro muchísimos libros. Lo cual ya voy a dejar de hacer porque tengo tantos que ya no sé qué hacer con ellos. Quiero empezar a deshacerme de libros, porque se vuelve una carga muy fuerte la biblioteca. Quiero reducirme en todos los aspectos. Una de las cosas que tengo que hacer ahora es donar libros porque ya no voy a poder leer tantos.

Van a haber muchas universidades interesadas, de hecho, en tener su biblioteca.
Voy a donarlo por partes. Porque muchas de las cosas que tengo están en varias bibliotecas. Las bibliotecas no pueden duplicar ni multiplicar el mismo tipo de libros, entonces, mejor que vayan a instituciones donde haga falta. Por ejemplo, regalar libros a las cárceles es muy importante, regalar libros a la provincia, a bibliotecas pequeñas o a universidades que empiezan, como la UACM -que es la Universidad (Autónoma) de la Ciudad de México-, que tiene una biblioteca todavía no muy bien constituida. Mis libros pueden formar parte de esos acervos más que de un acervo más definido, como el de Don Alfonso Reyes o el de José Luis Martínez, que se acaba de morir hace tres años y su biblioteca se entregó al Estado. Se construyó un espacio maravilloso para esa biblioteca que tenía más de cincuenta mil volúmenes. Creo que es la mejor biblioteca de literatura mexicana que existe en todas partes. Esa biblioteca sí merece tener un sitio muy particular, muy especial. No creo que la mía tenga esa calidad.


“La onda”: lenguaje desenfadado, coloquial y juvenil

Me llamaba la atención este libro de 1971 que usted había publicado, Onda y escritura, jóvenes de 20 a 33, porque dio nombre a una corriente literaria que se llamaba la “literatura de la onda”. ¿En qué consistía?
En un momento dado de la historia de la literatura mexicana hubo una especie de revolución de enfoque y de lenguaje, en lugar de tratar cierto tipo de temas que eran, fundamentalmente, los revolucionarios. Porque la literatura mexicana después de la revolución trató ese tema con una gran dedicación, y aparece lo que se llama la “novela de revolución”: Martín Luis Guzmán, Nellie Campobello, Rafael Felipe Muñoz, (Mariano) Azuela, evidentemente. Y, luego, hasta Carlos Fuentes y Rulfo. Todos ellos tenían que ver con la revolución mexicana. La revolución mexicana había (sido) tan importante en el país que toda la literatura estaba contaminada de ese tema.

Fue un punto de quiebre.
Sí, un punto de quiebre. “La onda” fue un punto de quiebre porque cambió totalmente el tipo de lenguaje. Se volvió un lenguaje coloquial en donde cabían expresiones vulgares, donde empezaron a aparecer palabras que estaban vetadas en el lenguaje clásico de la novela. Por ejemplo, Santa de (Federico) Gamboa, que es una novela de una prostituta, nunca dice la palabra “puta”. Es púdico. Es decir, es un lenguaje que elimina lo que parece indecente. Claro que en Carlos Fuentes aparecen ya palabras de lenguaje blasfemo, soez. Lo mismo, también, hay un estudio de El laberinto de la soledad de Octavio Paz en donde, justamente, una de las palabras más soeces, que era “chingada”, se vuelve el tema esencial del libro de Paz. Pero la forma de manejar el lenguaje es desenfadada y coloquial y, sobre todo, muy juvenil. Porque es la irrupción de los jóvenes como figuras fundamentales de la literatura. Esa irrupción es, también, la del lenguaje de los jóvenes en un nuevo tipo de lenguaje, y de temas muchísimo más, aparentemente, intrascendentes -como la relación con la sociedad, el problema del interés por el sexo-, de una manera mucho más esencial dentro del texto. En ese sentido, “la onda” fue muy importante porque, como usted dice, es un punto de quiebre. Llegó un momento en que “la onda” se volvió como receta. Era una forma muy fácil de manejar la literatura y muchísima gente pensaba que podía escribir novelas simplemente con utilizar el lenguaje coloquial. Ese tema ya no lo volví a trabajar. Fue importante en su momento, causó mucha polémica en los que formaban parte de esa corriente que llamé “la onda”. Se molestaron porque los etiqueté, pero creo que fue importante el ensayo sobre ese período. Ahora no me interesa más.


Nuevas tecnologías: hacia una novedosa manera de escribir

Ahora, en diversos países de Sudamérica están apareciendo obras literarias sobre el ciberlenguaje. Por ejemplo, en Ecuador tenemos Ondisplay 2.0, y en otros países, otros títulos.

No los conozco, todavía.

A lo que iba era: esta literatura del Internet, ¿es un mundo rico para explorar? Es muy coloquial, muy juvenil, muy soez por ratos. ¿Qué le parece a usted?
Es una revolución fundamental en todos los niveles: en la forma de comunicación, tanto el teléfono celular como el iPhone, el iPad, el BlackBerry, todo eso. Se vuelven esenciales para la nueva manera de escribir. Tiene que influir, definitivamente, en la nueva manera de escribir. Hasta en la ortografía. La ortografía va a cambiar. Es decir, hay una reducción de términos en el lenguaje que tiene que afectar necesariamente la forma de comunicarse. El Twitter, por ejemplo: uno tiene que reducirse a 140 caracteres. Si no lo hace, no funciona. Aunque mucha gente hace Twitter tras Twitter tras Twitter: acaban haciendo casi una novela. Pero la necesidad de reducir, sintetizar y expresar un pensamiento con la brevedad que el Twitter exige, cambia, también, la forma de pensar. Definitivamente.

¿Usted maneja Twitter, Blackberry o iPhone? Facebook tiene.
Twitter sí, Facebook no. Pero quizá voy a entrar a Facebook, también.

Hay una página de usted en Facebook.
¿Ah, sí?

Yo pensé que era suya.
No.

Entré ayer.
No la conozco.

Entré ayer y publicaba “este texto me gusta y este libro…” (como El Tirus-La Nueva Iliada de Emilio Carcaño Bringas). Pensé que era usted publicando en Facebook.
No. Llevo un mes trabajando el Twitter. Tengo muchos seguidores, como doscientos en menos de un mes, y me parece interesante. A veces, me parece muy curioso el fenómeno. Siento que puede prestarse a una banalidad excesiva y a un egotismo impresionante. Es decir, los problemas, los pensamientos más intrascendentes, aparentemente, que tiene una persona pueden vertirse en el Twitter, y la gente los sigue y comenta sobre ellos. A veces, se llega a una especie de cursilería y filosofía barata muy impresionante. Me parece, como fenómeno, muy interesante de reflexionar sobre él.

Estamos en una época de lo banal.
Sí. El ego, lo que cada persona siente, piensa, a cada instante aparece en el Twitter y se pregunta uno: “¿Y esto a dónde conduce?”. Tiene que conducir a algo esa conformación del modo de pensar, escribir, sentir, comunicarse. Tiene que cambiar totalmente. Está cambiando. Ya no es lo mismo. Los niños chiquitos, desde los cinco o seis años, pueden funcionar muy bien dentro del Internet. Mucho mejor que yo, que entré muy tarde. Mis hijas, por ejemplo, manejan el Internet o todo lo derivado de la comunicación que es cibernética. En veinte años ha cambiado totalmente la forma de enfrentarse al mundo. Justamente, por la rapidez con que las cosas se comunican.

Ya no hay profundización de ideas ni conceptos. A veces, eso genera un poco de insatisfacción. Al menos, en las personas que estamos acostumbradas a tratar de debatir ideas. Pero en Facebook, Twitter y blogs uno ve, a veces, argumentaciones que no requieren mayor análisis ni trabajo intelectual.
Con el tiempo se sedimentará eso y saldrá algo muy especial. Ya está saliendo, yo creo. La cosa es que hay mucha basura.

Demasiada.
Como todos entran en el Facebook, todos entran al Twitter, todos se pueden comunicar. En cualquier parte que uno esté, en el mundo, puede leer el Internet con el iPhone o el BlackBerry. Puede estar usted en la India y donde quiera: inmediatamente se sabe lo que está pasando. Hay una comunicación instantánea. Eso tiene que cambiar totalmente las cosas. Todavía no sabemos exactamente qué es lo que está pasando, pero está pasando algo muy importante.

¿Juega usted con sus nietos, entra en juegos de computadora?
Soy demasiado arcaica para mis nietos. No creo que ellos se interesen en absoluto en lo que hago y yo no los entiendo, todavía. Ellos están en Facebook, sobre todo mi nieta. Tiene diecisiete años y es eficiente en el manejo de Internet. Mi hija mayor y mi hija menor, también. ¡Mi yerno! Todos funcionan perfectamente bien en eso, yo no.

Sus hijas son Alina y Renata. ¿Alguien de su familia ha seguido la vena literaria de usted?
Mi hermana Susana está escribiendo una novela. Mi hija Alina escribe muy bien, pero en Facebook, ja, ja... Y Renata escribe bien, lo que pasa es que ella es restauradora y trabaja en restauración. Mi otra hija, realmente, escribe muy bien, pero se va desperdigando en la escritura. Es decir, no escribe con la intención de ser escritora, escribe porque necesita comunicarse. En ese sentido, le funciona muy bien el tipo de comunicación moderna. El Facebook es fundamental para ella. Se pasa el día entero en el Facebook.


La sombra de los padres brillantes

¿Podría deberse al temor de la sombra de Margo Glantz? Porque siempre los hijos de algún escritor reconocido tienen esa sombra…
Pues, sí.

…de superar a los padres.
Debe ser desagradable tener una mamá que, de alguna manera, destaca. Lo que voy a decir es muy terrible: probablemente, necesitan que me muera, pero no creo.

Ja, ja, ja, ja…
(Sonríe) No creo que les guste tampoco que me muera.

No creo.
Mi padre era poeta y, en una entrevista que me hicieron hace poco, me di cuenta que, en realidad, empecé a escribir muy tarde, de alguna forma, porque la figura de mi padre me imponía mucho. Mi padre había sido un poeta en ruso y en yiddish.

Su padre Jacobo.
Sí. Además, el yiddish como idioma fue asesinado con los judíos en Europa. Era el idioma de los judíos de la Europa Oriental. La mayor parte fueron asesinados, como seis millones.

El holocausto.
El holocausto. Ese idioma se acabó con los que lo hablaban, que murieron. Entonces, mi padre escribía en una lengua que estaba condenada a extinguirse y vivía en un país en donde esa lengua no tenía mucha importancia, donde la gente hablaba yiddish, pero no había imprentas. Había periódicos en yiddish, pero eran muy locales. Estaba vinculado con los periódicos y las publicaciones en yiddish en Nueva York, que eran muy importantes. Conocía a los grandes escritores judíos, poetas y novelistas importantes. Había un gran periódico yiddish y había imprentas en Nueva York, pero se fueron muriendo con el tiempo. Mi padre era un gran escritor, pero no trascendió mas que en una comunidad muy reducida. Sin embargo, era una figura que me impuso mucho. Mi tercer libro, Las genealogías, salió cuando mi padre casi estaba a punto de morir. Murió un mes después. Así que, de alguna forma, me costaba mucho trabajo escribir porque estaba la figura de mi padre.

¿Y qué le dijo su padre cuando leyó (Las) genealogías?
Mi padre leyó (Las) genealogías en el periódico, pues yo lo publiqué como folletín. Es decir, lo publicaba en mi columna semanal en el Unomásuno. No solo eso sino que Las genealogías era un libro en donde yo hacía entrevistas con mis padres, las grababa, las transcribía y las publicaba en el periódico. Luego, cuando decidí hacer el libro -me lo pidieron, les interesaba a los editores lo que yo escribía en el periódico- decidí reestructurarlo, pero utilicé mucho material para el periódico. Mi padre leyó las entregas en el periódico y se interesaba porque él participó en eso. Mi madre también participó porque yo grababa en la casa de mis padres las entrevistas que aparecían en el periódico. Mi padre estaba muy satisfecho y contento de que yo me ocupara de ellos de esa manera, de que escribiera sus memorias a través de mi propia visión. Porque cuando publiqué el libro mi padre estaba muy enfermo y muchas cosas ya no las entendía, porque tuvo arterioesclerosis. Al final de su vida ya no entendía muy bien. Creo que cuando se presentó el libro mi padre lloraba. No era tan viejo, tenía ochenta años. Ahora yo soy más vieja que él, pero le entró una especie de sentimentalismo que les entra, a veces, a los viejos que están enfermos. Sentimentalismo final frente a un texto donde él y mi madre eran figuras esenciales.

De ese año 1978 cuando usted publica Las mil y una calorías, que sacó por su cuenta porque no conseguía un editor, hasta el presente, que acaba de recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances el año pasado, ¿cuánto ha cambiado, evolucionado, como escritora?
No sé. Yo nunca me he creído demasiado, nunca he entendido muy bien mi carrera literaria. Siempre supe que quería escribir y que iba a escribir algún día. De repente, eso se materializó. Y ya gané un premio como el de Literatura en Lenguas Romances en la Feria de Guadalajara, el premio que se llamó (Juan) Rulfo hasta hace poco, un premio muy importante en América Latina, lo cual me pareció extraordinario. Es una gran alegría para mí, un gran honor, pero se fue dando poco a poco, con un trabajo constante. Al principio, la gente no me consideraba escritora porque era académica, profesora universitaria, publicaba textos críticos, que eran como poco dignos de la escritura de ficción. Se pensaba que ese tipo de textos -que a mí me parecen muy creativos- no eran creativos. Poco a poco, de una manera imperceptible, fui ganando un lugar en las letras mexicanas, hasta que me dieron el premio.

Nunca imaginó llegar hasta ese lugar tan alto.
Sé que trabajé mucho, que he sido muy consistente en mi labor, que no he cejado, que estoy constantemente sobre el trabajo, la lectura, la escritura, la enseñanza. Que es una vocación que tengo desde muy niña, que nunca he dejado, que siempre he perseguido, y que, de repente, da frutos. También me dieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y he tenido premios como el Villaurrutia, la beca Guggenheim. La beca Guggenheim la pedí como diez veces y nunca me la dieron, hasta que me la dieron, y con ella, en cierta medida, escribí El rastro, que ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y fue finalista en Anagrama.

Muchas gracias por la entrevista.
Muchas gracias a usted.