sábado, 26 de junio de 2010

Estela Welldon



“Se empieza a reconocer mucho más la complejidad del ser femenino”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


En estos tiempos de cirugías estéticas, boom de gimnasios y vestir lo más fashion posible, las presiones sociales sobre las mujeres adolescentes, jóvenes y adultas se han incrementado. La reconocida psiquiatra argentina Estela Welldon (que radica en Londres desde hace más de cuarenta años) vino al Perú a fines de octubre para impartir el seminario El vínculo de madre e hija en la postmodernidad, sobre la –no en pocas ocasiones- conflictiva relación madre-hija en esta época donde la imagen y lo visual reinan sin discusión (por ejemplo, una adolescente discute constantemente en casa con su madre acerca de la ropa y el maquillaje). Muchas veces no tenemos idea de cuánto les cuesta psicológicamente a las mujeres responder al permanente abanico de exigencias sociales por alcanzar la perfección física, una buena maternidad y un óptimo desarrollo profesional. Estela V. Welldon es psiquiatra, psicoterapeuta psicoanalítica, especializada en psicoterapia dinámica de la desviación sexual y la criminalidad. Es miembro activo del Royal College of Psychiatrists, miembro Senior de la Asociación Británica de Psicoterapia y de la Confederación Británica de Psicoterapistas, consultora honoraria de las Tavistock-Portman Clinics de Londres, directora y fundadora de la Licenciatura en Psicoterapia Forense de la University College of London, y fundadora y presidenta honoraria vitalicia de la Asociación Internacional de Psicoterapia Forense. En 1997 fue nombrada Doctora Honoris Causa por la Oxford Brookes University. Tiene consulta privada en Londres y experiencia en la dirección de grupos de mujeres. Asimismo, es autora de los libros Madre, virgen, puta: la idealización y denigración de la maternidad (1988, publicación ya traducida a varios idiomas), Una guía practica a la psicoterapia forense (1997, como editora), e Ideas en Psicoanálisis: Sadomasoquismo (2002).


¿Cómo cree –parafraseando su libro- que le gusta verse a la mujer latinoamericana: como madre, como virgen? ¿Cuánto de cada una tiene la mujer latinoamericana?
No se puede hacer un porcentaje -desgraciadamente-, no se puede hacer un porcentaje de esto. Son cosas inconscientes que existen en todas nosotras, más o menos conscientemente estamos al tanto de las diferentes facetas de nuestra propia vida. Realmente ha sido absurdo pensar que la mujer lo único que tenía era envidia al pene, y haber visto a la mujer sin otro tipo de atributos. Las mujeres tenemos atributos psicobiológicos, emocionales -que son vastísimos-, entre los cuales estamos empezando a reconocernos y darnos cuenta de muchas cosas que pueden estar involucradas en todo esto. Ahora, por ejemplo, en las películas, en todas estas cosas se empieza a reconocer mucho más la complejidad del ser femenino. Yo estoy muy agradecida a Patricia Capellino, su asociación y equipo, que ofrecen un recurso muy nuevo, muy importante, para que los padres puedan tener un fórum para discutir sus propios problemas acerca de cómo se sienten para mantener una relación buena con sus hijos -especialmente las madres-. Y esto se ve muy ligado a que (Fernando) Maestre (quien la entrevistó en su programa Era Tabú) se da cuenta el otro día en la radio, que de las gentes que hablaban por teléfono, la mayoría eran mujeres con problemas inherentes a cómo habían sido tratadas por sus propias madres. Falta darle una escucha a la madre en los problemas que tiene con respecto a las necesidades de sus hijos, que a veces no se siente capaz de cumplir. Esto es lo que hace (el Centro) Oye papá Oye mamá, que está ofreciendo este tipo de ayuda excepcional. Creo que es esencial que se reproduzca, y estoy muy contenta de que esté pasando en Perú, porque está dando cabida a que las personas estén más atentas a este tipo de problemas.

Y este conflicto constante que existe entre madre-hija: ¿tiene algo que ver el hecho de que en Latinoamérica se le cargue a la mujer la responsabilidad de “tú eres la que vas a formar la familia, tú vas a ser la cabeza de la familia”? Si bien de la puerta de la casa para afuera es el padre el jefe de familia, de la puerta de la casa para adentro muchas veces es la madre. ¿Tiene esto que ver también con los roces entre madre e hija?
Sí. Creo que también aquí comienza la mujer a estar en el ámbito más político y social. El grueso de las mujeres está todavía en el poder doméstico y, como usted ha dicho, en la responsabilidad de criar a los hijos –especialmente a las hijas-. Hay más alarma, mucha más indignación y sorpresa cuando las niñas en su rebelión usan también la cosa sexual, de promiscuidad, para alarmar a sus padres. Esa es una medida que toman porque saben que siempre va a tener resultados positivos, en el sentido de que los padres se van a enojar.

Es una forma de llamar la atención.
Exacto. Pero no solamente llamar la atención y se acabó, sino llamar la atención de forma que haya una respuesta sensata y de larga duración a ese tipo de problemas. Que no se ocurra inmediatamente juzgar sino comprender lo que está pasando con esta niña. Creo que el padre tiene que tener muchas más responsabilidades. En Europa comienza a pasar ya: los padres hombres están ahora compartiendo mucho más todas las tareas con las madres, tienen tiempo para que después que haya nacido el niño, dedicárselo también. No solamente la madre tiene de seis a nueve meses (post parto), el padre tiene de tres semanas a tres meses para estar presente desde el nacimiento del niño hasta compartir las tareas rutinarias que involucran el niño recién nacido.

Usted como argentina seguramente ha leído el libro Abzurdah de Cielo Latini, una joven que sufrió de bulimia y anorexia, se autoinfligía castigos, intentó suicidarse después de un proceso depresivo -echándole la culpa al novio-, pero yo quería preguntarle si este caso -que seguramente representa a muchísimas chicas, que en Argentina vendió 260.000 libros-: ¿representa escondidamente el problema del conflicto madre-hija?
Exacto. Eso está muy bien descrito en mi libro (Madre, virgen, puta…) -que salió hace veinte años ya-: que todos los problemas inherentes al cuerpo femenino y las relaciones a la madre, si hay sentimientos muy negativos en ese vínculo, van a ser siempre representados en contra del propio cuerpo porque se asemeja al cuerpo de la madre.

¿Es una carga el cuerpo femenino para la mujer?
Sí. Es una carga que a veces es muy bienvenida y otras veces no. Por ejemplo: ¿por qué ahora está más actualizado el uso de las cirugías cosméticas? En Argentina, uno ve siempre una cara como clon, "clonificada" puede acaso ser el diagnóstico. ¿Quién ha sido el médico quirúrgico que ha hecho la operación?... ¿Por qué devaluar toda la cosa del envejecimiento en la mujer y por qué hacer que la mujer siempre pueda ser evaluada por sus atributos físicos de atracción y no por otras cosas que también puede hacer en forma muy sabia?

¿Qué es lo que deben hacer tanto la madre como la hija para evitar conflictos ante todas estas tentaciones contemporáneas, como el realce excesivo de la estética?
Las madres ahora casi exhiben a sus hijas como trofeos... Otro problema que está apareciendo también: que las mujeres ahora sienten casi el deber de tener hijos para cumplir todo lo que se espera de ellas, y que van a tener hijos que sean inteligentes, lindos. Entonces, se ve la anorexia en niñas muy jóvenes, muy chicas -siete u ocho años-, y las madres ya están comenzando a procesar cómo ellas se representan en el cuerpo de sus hijas. Esto es muy importante.

Se proyectan.
Se proyectan. Exacto, exacto. Es muy importante la función, por ejemplo, de otras entidades, como las pedagógicas -la escuela-. Los maestros tienen mucha importancia, en ese sentido, para poder evaluar a las niñas; no ya en la cosa física sino por sus procesos intelectuales -que hasta ahora les ha sido muy difícil poder demostrar-. Porque el hombre ha sido siempre más, en la situación de poder.

Es el dominante.
Sí. Potenciaban toda su cosa intelectual, y a las chicas se les dejaba casi sin acceso a una educación universitaria.

Muchas gracias por la entrevista, doctora.
Gracias.
















Nota: esta entrevista fue publicada en la revista digital Sociedad Latina en octubre de 2008.

martes, 22 de junio de 2010

Marcos Giralt Torrente





“La literatura es una reflexión acerca de la condición humana”

Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) ganó el prestigioso Premio Herralde en 1999 -donde uno de los jurados fue el hoy fallecido escritor de culto Roberto Bolaño, quien había ganado el Herralde el año anterior- por su celebrada primera novela París, obra que ha sido traducida al alemán, italiano, portugués, francés y griego. Giralt Torrente es un escritor que se toma la literatura muy en serio, aceptando sus pros y contras, con apasionamiento, pero sin romanticismos. Y no publica por publicar. Se toma su tiempo. Dos novelas -la segunda fue Los seres felices (2005)- y un par de libros de relatos -Entiéndame (1995) y Nada sucede solo (2000)- ya han salido de sus manos, consiguiendo muy buenas críticas. Además, lleva la literatura en la sangre: es nieto de Gonzalo Torrente Ballester, uno de los mejores escritores españoles de todo el siglo XX. Una visión muy realista de la vida, de las relaciones familiares, del mundo literario, y un sincero respeto por la literatura honesta se manifiestan en la siguiente entrevista.


Usted es filósofo de profesión (estudió en la Universidad Autónoma de Madrid): ¿cómo llegó a la literatura?No soy filósofo de profesión, estudié filosofía. Y estudié filosofía ni siquiera porque tuviera una gran vocación filosófica sino como una forma de completar mi formación humanística. Así como he leído siempre literatura e historia, filosofía no había leído -apenas- y pensé que si hacía una licenciatura en filosofía, por lo menos me obligarían a leer La crítica de la razón pura (obra de 1781, de Inmanuel Kant). Mi vocación literaria, sin embargo, sí es anterior. Yo quería estudiar filosofía queriendo ya ser escritor, aunque no había publicado nada, pero había pasado toda mi adolescencia escribiendo. Y fue después de pasar por la carrera y estudiar filosofía cuando me tomé un tiempo y escribí mi primer libro de cuentos.

Es filósofo y, también, literato.
Soy más bien literato. Y ahora, tras el aprendizaje universitario, soy, también, lector de filosofía, pero no se me ocurriría llamarme filósofo.

Usted realiza en España crítica literaria solamente sobre autores extranjeros, para evitarse problemas con sus colegas. ¿Nunca ha querido comentar algún libro español realmente, hacer una reseña, una crítica?
Sí. Alguna vez he querido, naturalmente, hacer alguna reseña de un libro hispanoamericano o español. Cuando un libro me ha gustado mucho, he echado de menos esa especie de ley autoimpuesta de no criticar libros escritos en mi propia lengua. De todas formas, las veces que he querido hacer una reseña han quedado compensadas por las muchas que he sentido alivio por no tener que hacer una reseña ante ciertos libros -incluso, de algunos amigos-. En El País (el diario más importante de España) no critico narrativa hispana, critico narrativa en otras lenguas; pero en otras revistas -no ahora, en las que he venido publicando a lo largo de los años- sí he hecho alguna crítica de narrativa hispanoamericana.

¿Qué le parece (Mario) Vargas Llosa como crítico literario?
Vargas Llosa me parece, indudablemente, un maestro novelista y, también, su visión sobre la literatura. Indudablemente, los libros de Vargas Llosa me interesan siempre, unos más y otros menos, pero no dejo de leerlos. Y, por supuesto, todos sus ensayos sobre literatura me parecen de una finura tremenda.

Ha escrito cuentos y sobre el género literario del cuento. ¿Qué le atrae de esta vertiente literaria?
He escrito cuentos y no casualmente. Mi primer libro fue de cuentos y fui durante mucho tiempo lector de cuentos. Todavía leo muchos, naturalmente, pero dada esa época de mi vida -la primera en que despertaba al gusto por la literatura-, leía fundamentalmente cuentos, y fue lógico que mi debut fuera en un libro de cuentos. ¿Qué me atrae del cuento? Por un lado, la humildad. Es decir, así como la novela es un género grandilocuente, ambicioso, que tiene la pretensión de abarcar todo un mundo y contenerlo, el cuento se conforma con ser una mera viñeta, un mero segmento de vida. La novela pretende abarcar toda la vida, el mundo en toda su complejidad, y el cuento es como mirar el mundo a través del ojo de una aguja. Sin embargo, cuando un cuento es bueno, tiene la misma profundidad en la reflexión acerca de la condición humana -que es, al fin y al cabo, sobre lo que trata la literatura- que una buena novela.

¿Qué tan importante fue para usted ganar el Premio Herralde de Novela en 1999 por París?
Para mi desarrollo personal, íntimo y literario no tuvo la mínima relevancia. Premió un poco mi vanidad -supongo durante los tres primeros días-, pero en cuanto me volví a sentar en el escritorio, volví a sentirme el mismo escritor inseguro que era antes de ganar el premio. Pero si no es por el Premio Herralde probablemente hoy tú y yo no estaríamos aquí sentados. No me habrían invitado al Perú esta vez ni tampoco la vez anterior que estuve. Ni tampoco habría ido a Venezuela, y tampoco tendría los lectores que tengo. No sería tan conocido como soy ahora. Fundamentalmente, lo que un premio te da es visión pública, relevancia, nada más.

¿Cuántas veces ya ha estado en el Perú?
Esta es la segunda. La anterior fue recién salida París, la novela del Premio Herralde que me dieron en 1999, y fue, creo recordar, en febrero del 2000.

Para presentar el libro.
Para presentar el libro. Vine a un congreso organizado por la Universidad Católica de Lima, y a un diálogo en el centro cultural español con Alonso Cueto y Sergio Pitol acerca de la memoria de la literatura.

¿Siente que Los seres felices, su novela del 2005 -la segunda- es superior, literariamente, a París?Sí, sin duda. Es superior. Estoy muy orgulloso de París. Todavía hoy en día me parece -aunque está mal que yo lo diga- una buena primera novela, pero Los seres felices es más compleja, más redonda en su complejidad.

¿Qué busca Marcos Giralt Torrente al escribir literatura intimista: que lo conozcan los lectores o verse usted mismo en un espejo?
Todos los escritores escriben literatura intimista, escriban o no en primera persona o recurriendo a tercera. Además, lo que intentan siempre es buscarse en el espejo como hombres, como seres humanos. La literatura es una reflexión acerca de la condición humana, y el escritor, la condición humana que conoce mejor de todas es la suya propia. En definitiva, siempre escribe sobre sí mismo -en un sentido muy amplio, no quiero decir literal- o sobre cosas que le han contado o que él conoce más o menos, directa o indirectamente. ¿Qué busco escribiendo literatura intimista? Escribir sobre los conflictos que me importan en la vida, sobre las zonas de fricción, que me parecen señales que nos caracterizan. No sobre mi propia vida sino la de cualquiera.

Han pasado seis años entre la publicación de su primera y segunda novela, de 1999 al 2005, lo cual es sorprendente en estos tiempos de constante presión por publicar. ¿Se tomará su tiempo, también, para publicar la tercera?
Desgraciadamente, sí, tendré que tomarme mi tiempo. Porque la distancia entre París y Los seres felices fue un poco producto de las circunstancias. París me exigió mucha promoción, mucho viaje, quedé muy descolocado y cuando me di cuenta habían pasado dos años. Y luego, sí, soy lento, exigente, no escribo con facilidad ni rapidez. Y así, fácilmente, pasaron seis años. También porque cuando uno manda la novela a una editorial no te la publican al día siguiente. Y esta vez, vengo de atravesar una época muy mala, todavía no he arrancado a escribir porque mi padre murió recientemente tras una rara enfermedad y supongo que pasará tiempo. Espero que no seis años.

Los libros de cuentos no suelen venderse en España. ¿Qué tal le fue con sus dos libros de cuentos publicados: Entiéndame, en 1995, y Nada sucede solo, en 2000?
Sí, desgraciadamente, no se venden nada los libros de cuentos en España, y porque no se venden nada los editores tampoco los quieren. Y lo que es más desgraciado -aunque quizá lo más inexplicable de todo- es que ni siquiera la crítica, ni siquiera esa que se supone o se tiene a sí misma por más exigente, considera excesivamente el género cuento. Inexplicable, porque el cuento es un género tan importante o dúctil como la novela, para los fines que persigue. ¿Cómo me fue? Bastante bien, desde el momento en que me ocurrió algo insólito: siendo mi primer libro un libro de cuentos, fue aceptado y publicado por mi editorial Anagrama, lo cual ya es bastante -teniendo en cuenta todo lo que te he dicho, que los editores no suelen querer cuentos-.

¿Usted se considera de los escritores que se fijan más en el lenguaje o en la historia que plantean?
Me fijo en ambas. Para mí, están interconectadas. Cada historia tiene un lenguaje en el que será escrita y uno tiene que ser fiel a ese lenguaje. Hay historias que, supongo, te permiten un lenguaje con más florituras, más sofisticado; (hay) historias, por el contrario, que exigen un lenguaje menos sofisticado. En cualquier caso, son importantes ambas, para mí. Siempre tiene que haber un trabajo en la medida de la historia del lenguaje. Una novela pobremente escrita, por muy apasionante que sea la historia, me deja bastante insatisfecho. Y, al contrario, una novela en que el lenguaje sea maravilloso, pero la historia haga agua por todas partes, tampoco tiene mucho sentido.

Su abuelo Gonzalo Torrente Ballester tenía una frase: “Cuando hay dinero de por medio es muy difícil la libertad”. En el ámbito literario contemporáneo, ¿hay libertad creativa para los escritores que están sometidos a la presión de vender un número determinado de ejemplares en un determinado tiempo?
Libertad siempre hay, para todo el mundo. A condición de que esté dispuesto a encontrarla. Quiero decir, en España, durante mucho tiempo, en el franquismo -donde, como tú sabes, había censura; donde, como tú sabes, los libros antes de ser publicados tenían que pasar una censura- había ciertos escritores que no escribían porque decían que, como había censura, ya no escribían y estaban esperando que cayese la censura. O que tenían grandes novelas metidas en los cajones, que no publicaban por culpa de la censura. Acabó el franquismo, dejó de haber censura y esas novelas escondidas en los cajones no aparecieron. Y, sin embargo, se escribieron grandes novelas durante el franquismo por parte de escritores que fueron lo suficientemente talentosos como para sortear la censura. Lo mismo se puede aplicar al dinero: si es un condicionante y tú sabes que, felizmente, todavía hay editores literarios para los que la comercialidad o las muchas ventas no son la prioridad, habiendo este tipo de editores, pues la libertad está en ti, en saber renunciar a una serie de cosas. El que ha optado por una vocación tan dura como la literatura, no puede esperar que el dinero le llueva del cielo por escribir una novela. Ciertamente que es ingrato que, tras cuatro años de trabajo, te rechacen la novela o ni te la publiquen. Y que el escritor de al lado -que lo es mucho menos (que uno)- venda cien mil ejemplares más que tú, pero ese es el pacto. En una profesión tan dura como esta, no puedes desesperarte. Tienes que ser fiel a ti mismo y a la actividad de la literatura. Y si vende, muy bien, y si no, pues te jodiste, ja, ja, ja, ja…

Ja, ja… Javier Marías, con quien usted ha manifestado identificarse, dice que para él escribir una novela, aparte de muchas otras cosas, es, también, un largo estado de ánimo. ¿Le ocurre a usted algo similar?
Sí, completamente. El libro de cuentos te permite entrar y salir constantemente en la misma historia. Es decir, siguiendo con la metáfora de Javier Marías -"la novela es un estado de ánimo"-, el cuento son tantos estados de ánimo como cuentos tenga el libro -lo cual es más descansado, en cierto modo-. Las novelas que he escrito -si de alguna manera tuviera que definir mi estado-: he vivido dentro de ellas, dentro de la historia, para poder escribirlas. Es decir, toda mi vida giraba alrededor de eso. Independientemente de que estuviera escribiendo o no a cada momento del día. Desde la mañana era un acercarme e ir vistiéndome de esa novela. Lo cual puede ser doloroso -según como sea la novela- y, en cualquier caso, es muy desgastante.

¿Por qué ha habido un superávit de escritores de la generación del 90 -a la que usted pertenece- en España?
No lo sé, no tengo idea. Los escritores que salimos en los noventa, que habíamos nacido entre mediados de los sesenta y principios de los setenta, si uno se pone a contar, somos muchos. Ha habido antologías como Páginas amarillas de (la editorial) Lengua de Trapo, que nos reunió. Los escritores que han nacido después, entre mediados de los setenta y los ochenta, son muchos menos, se me ocurren muchísimos menos nombres. Y, realmente, no sé si es porque hay menos o porque los editores han perdido la curiosidad y los publican menos. Si es lo segundo, sería lamentable. Si es lo primero, las causas pueden ser muchas. Se me ocurre a lo mejor que, poco a poco, la literatura escrita va perdiendo su preeminencia como medio de expresión apetecido por jóvenes artistas y narradores -que se orientan a otros géneros más nuevos, como el cine o el videoarte-.

Hoy se escribe mucha literatura de entretenimiento -cambiando un poco de tema-. Sergio Pitol, uno de sus autores preferidos, autor de El mago de Viena (2005) y El arte de la fuga (1996), entre otros, decía que el problema de los autores que fabrican literatura de entretenimiento, es que se creen la publicidad y luego exigen ser tratados como eminencias. ¿Ha visto usted casos así, cercanos, dentro de su generación?
Como siempre, Sergio Pitol es la persona más sagaz que conozco, da en el clavo. A mí lo que me asombra de ciertos autores que ganan muchísimo dinero, que venden muchísimos libros a base de hacer una literatura de entretenimiento -que encuentro absolutamente respetable. Prefiero que la gente lea libros malos a que no lean. Y los libros de entretenimiento ni siquiera tienen por qué ser malos, puede haber buenos libros de entretenimiento-, lo que me sorprende de esos autores que rebajan sus exigencias creativas y hacen un tipo de libro de índole menor, es que, de repente, se convierten en celosos compulsivos de la reseñita que ha tenido el que ha vendido diez mil, y que a ellos que venden 300 mil el crítico no los celebra y aplaude en la misma medida que al que ha vendido diez mil. Cuando más generoso hay que ser es cuando te sonríe la fortuna. Al que vende 300 mil le sonríe la fortuna porque el dinero es fortuna, en el sentido de que lo que más necesita un escritor es tiempo para escribir, y el dinero paga el tiempo para escribir. Entonces, cuando tienes la suerte de vender muchísimo, que te preocupes de que al de al lado le han alabado más que a ti, cuando el de al lado a lo mejor tiene que escribir por las noches sentado en el retrete como (Vladimir) Nabokov, es lamentable. No me hagas decir nombres, pero se me ocurren bastantes, ja…

¿Es escaso el número de escritores que conjugan talento y ventas, como Arturo Pérez-Reverte, en España?
Últimamente, cada vez es más escaso. Sorprende cómo ha evolucionado el mercado en estos últimos años. Desde que yo aparecí como escritor hasta hoy día, ha sido poco tiempo el que ha transcurrido -doce años, más o menos-, y, sin embargo, ha cambiado radicalmente. Antes, por lo menos en España -no sé aquí, en Perú-, en las listas de libros más vendidos, generalmente, había dos o tres buenas novelas. Hoy en día coges la lista de libros más vendidos y es muy difícil encontrar una buena novela, a no ser que, de pronto, por pura inercia Vargas Llosa publique un libro, o Javier Marías. Pero más allá de esos grandes nombres que, por lo conocidos que son, inmediatamente son vendidos, es muy difícil que una buena novela traspase el umbral de las ventas reales. Eso es lo más sorprendente. Antes sí era posible conjugar las ventas con la calidad. Hoy en día, cada vez menos, desgraciadamente.


Mi abuelo Gonzalo

¿Cómo fue su relación con Gonzalo Torrente Ballester, qué le dejó de enseñanzas, tanto literaria como personalmente? Alguien que ha ganado el Premio Cervantes, que ha recibido tantos doctorados honoris causa y premios. ¿Cómo lo ha marcado a usted?
Aunque te extrañe -pero si te pones a pensar es lo más normal-, cuando yo pienso en Gonzalo Torrente Ballester no pienso en Torrente Ballester escritor, pienso en Torrente Ballester abuelo. Entonces, para mí, Gonzalo Torrente Ballester es mi abuelo. Luego, si me pongo a pensar, al cabo de un rato me doy cuenta de que, casualmente, también era escritor. Entonces, las enseñanzas fundamentales que me ha dado mi abuelo son de índole humana. Aunque, también, como en todas las familias, por mucho que quieras a tus padres, tus abuelos, por mucho que te quieran ellos a ti, y por muchas enseñanzas que recibas de tus mayores, hay terrenos de fricción. La cercanía con otro ser humano te hace darte cuenta de que ninguno es perfecto. Mi abuelo no era perfecto, como no lo soy yo y como no lo es nadie. Eso lo puedo ver, soy consciente de ello, porque es mi abuelo. Pero no cabe duda que aprendí mucho de él, aprendí mucho literariamente, me guió mucho en mis primeras lecturas. No tenemos nada que ver literariamente, pero su preferido después de El Quijote era el Tristram Shandy de Laurence Sterne, que, también, es el mío. Y siempre estaba un poco pendiente -sobre todo desde que supo que yo escribía- de hablarme de libros, de ilustrarme para evitar que cometiera ciertos errores. En la medida de sus posibilidades -porque ya era viejito-, estuvo muy pendiente de mi aprendizaje literario con una gran generosidad. Y humanamente aprendí sobre todo el humor, el relativismo acerca de los asuntos mundanos y el tratar de tomar las cosas con escepticismo, porque en el mundo estamos brevemente y no conviene amargarse en exceso por las cosas que suceden en él. Porque si no, cuanta más amargura, peor lo pasas.

Su abuelo fue uno de los mejores escritores españoles del siglo XX: ¿espera usted ser uno de los mejores escritores españoles del siglo XXI? ¿Le gustaría?
No aspiro a tanto y no me corresponde a mí decirlo. De todas formas, mi abuelo era una persona mucho más prolífica, con una concepción de la novela un poco decimonónica, en el sentido de abarcante de todo, muy total. Tenía una gran obra que no creo que yo llegue, numéricamente, a igualarla ni muchísimo menos. Yo me conformo con escribir un par de buenas novelas, siempre y cuando sean buenas de verdad.

Muchas gracias por la entrevista.
Gracias a ti.




Nota: esta entrevista fue publicada en marzo de 2008 en la revista digital Sociedad Latina.

martes, 15 de junio de 2010

Rafael Barajas Durán


“La caricatura fue como la punta de lanza de la libertad de imprenta en México”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

Conversar con Rafael Barajas Durán es aleccionador. No solamente se trata de uno de los maestros del humor gráfico político y social en toda América Latina, sino que también tiene una visión lúcida e inteligente sobre la realidad de su país y del resto de la región. Nacido en Ciudad de México en 1956, es conocido como “El Fisgón”, y lleva ya casi tres décadas haciendo punzantes caricaturas políticas en diarios, revistas y libros. Asimismo es arquitecto graduado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue caricaturista editorial de Unomásuno y La Jornada (diario del que fue uno de sus fundadores). Como reconocimiento a su prolífico y talentoso trabajo, ha recibido el Premio Manuel Buendía de Periodismo Joven (1987), el Premio Constantino Escalante (1996), y el Premio Nacional de Periodismo (1999). Ha publicado como ilustrador o autor (y co-autor) los libros Sobras escogidas (1986), Si ves pasar un cóndor (1987), Los días del sargento Mike Godness y del Cabo Chocorrol, Me lleva el TLC!: el tratado retratado (1993), El sexenio me da risa: la historieta no oficial (1994), El sexenio ya no me da risa: la tragicomedia del salinato (1995), Un país que no conoce su rostro está condenado a la caricatura (1995), Cruentos policíacos (1998), El sexenio me da pena (2000), y ese mismo año La historia de un país en caricatura. Caricatura mexicana de combate (1829-1872). Además de Hacia un despiporre global de excelencia y calidad: el imperio del Libre Comercio (2002), El sexenio se me hace chiquito (2003), en 2005 El país de “el Ahuizote”: la caricatura mexicana de oposición durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), La canallada del desafuero para principiantes (2005), Travesuritis aguda (2006), y en 2007 El país de “el Llorón de Icamole”: caricatura mexicana de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884). Igualmente, ha obtenido la prestigiosa Beca Guggenheim y ha ilustrado a diversos escritores reconocidos internacionalmente, como la brasileña Ana María Machado y el mexicano Francisco Hinojosa. Barajas explica en el siguiente diálogo –entre varios temas- cómo la caricatura política puede alcanzar una influencia política insospechada, hasta contribuir al tambaleo de un gobierno.

Usted es ilustrador de escritores como Francisco Hinojosa (uno de los más importantes escritores para niños) y Ana María Machado (ganadora el año 2000 del Premio Hans Christian Andersen, el Nobel de la literatura infantil).
Yo trabajo para la editorial del Fondo de Cultura Económica, y el Fondo me pidió que ilustrara textos de Hinojosa y Machado. Empecé a ilustrar textos de Hinojosa porque nos conocíamos desde hace tiempo, somos amigos, nos llevamos bien. Con Francisco tuve una suerte que creo es muy especial porque él escribe en caricatura, entonces a mí me resulta muy fácil trabajar sus libros. Te voy a contar una historia que me pasó con él. Él escribió un libro que se llama Amadís de anís, Amadís de codorniz (1999), yo lo ilustré. En el libro describe a un niño que tiene dientes de conejo, ojos almendrados, cara alargada, barba partida, etcétera, entonces ilustré el personaje y todo eso. Ya publicado el libro me presentó a su hijo que no vivía con él, y resultó que yo había dibujado a su hijo sin conocerlo. Esto básicamente te habla que Pancho es un muy buen escritor, me había descrito a su hijo sin que yo lo conociera. En ese sentido me sentí muy aliviado porque dije: “Bueno y que tal que describa a su hijo y yo le dibujo otra persona”. Entonces, nos entendemos muy bien en ese sentido y es muy divertido.

Y, ¿cómo es -cambiando un poco de tema- su trabajo en La Jornada?
Mi trabajo como caricaturista político empieza en 1981. Yo empecé a trabajar en el periódico Unomásuno como caricaturista editorial, y de ahí entré a trabajar a La Jornada cuando se fundó. Soy fundador de La Jornada. Todos los fundadores de La Jornada somos periodistas, éramos como 160 más o menos.

Además, usted es arquitecto.
No.

¿No?
Estudié arquitectura pero jamás pude construir nada. Soy un fracaso como arquitecto. La única obra en la que me metí parecía más una película de El Gordo y el Flaco que una obra de arquitectura seria (risas). ¡Es que era un lío! Dije: “Yo no sirvo para andarle dando órdenes a la gente”. Me retiré.

Pero ha mantenido el gusto por el trazo, eso sí.
Sí, el gusto por la arquitectura y todo eso. Pero fíjate, yo empecé a trabajar en Unomásuno en el tiempo de López Portillo, cuando el PRI todavía era todopoderoso, y después pasé a trabajar a La Jornada y, junto con Rius (seudónimo del caricaturista mexicano Eduardo del Río) y Helguera fundamos una revista que se llamaba El chahuiscle que después se transformó en otra revista llamada El chamuco donde ya colaborábamos Rius, Helguera, José Hernández y Patricio Ortiz. El chahuiscle es una plaga que cae en los cultivos. Entonces, empezamos a hacer El chahuiscle y después El chamuco. Y fíjate, estas revistas –este es un mérito del colectivo- sí han tenido un impacto en lo que es la libertad de imprenta en México, porque el discurso oficial manejaba la idea de que en México había total libertad de imprenta. Nosotros que trabajábamos en los medios sabíamos que no. De hecho sacamos esta revista para poder publicar las caricaturas e imágenes que a veces no nos publicaban en los medios normales. Entonces sacamos la revista con la siguiente tesis: que todo se podía publicar, pero que si era algo que podía provocar una demanda, una reacción agresiva por parte del gobierno, entonces era obligatorio publicarlo.

¿Era de publicación semanal?
Catorcenal.

Catorcenal.
Decidimos subirle el volumen, decidimos decir todo lo que siempre habíamos querido, subir la agresividad a la revista. Lo hicimos. Y nos fuimos a casa a esperar a que nos vinieran a detener: ¡y no pasó nada! Entonces le volvimos a subir el volumen. Nos pusimos más groseros y agresivos, y al cabo de un rato publicábamos todo lo que había que.

México es un país que tiene mucho material para escribir todos los días.
Aquí sí no sé cómo le hacen luego los caricaturistas de otros países porque no gozan de esa extraordinaria tecnología que se llama político mexicano. Porque el político mexicano verdaderamente es una fuente inagotable de material, ¿no? Es decir, tenemos gente que declara unas cosas que parecen fantásticas.

Están en otro planeta.
Mira, una de las columnas políticas más buscadas en México la escribe Carlos Monsiváis y es una columna política que consiste en lo siguiente: toma citas de los políticos y las comenta. Y la recopilación es un compendio de estupidez, cinismo, desfachatez, tontería, chabacanería, cursilería teórica, ignorancia. ¡Es fantástico! Los políticos dicen frases que son memorables, por ejemplo: a Ernesto Zedillo, el (ex) presidente, una vez se le acercó una señora pobre a pedirle limosna. Le dijo: “Lo siento señora, ¡no tengo cash!”. ¿Cómo puedes decir eso?... Vicente Fox es todavía peor porque a Fox se le acerca una señora y le dice: “Señor, no sé leer”. Le dijo: “Señora la felicito, así no se amargará el día leyendo periódicos”.

La prensa se le habrá ido encima.
Pero por supuesto, a la yugular, ja, ja…

Ja, ja…
Y estas cosas las tienes todos los días.

Le cuento que los políticos peruanos se parecen a los políticos mexicanos.
Nosotros sabemos quien fue Vladimiro Montesinos. Era fantástico, Montesinos era como…

Él nos hizo el favor de descubrir toda la basura que había.
Sí, pero todo lo que él era también era increíble.

Sí, era un personaje realmente repudiable.
Él nos hizo saber porque estaba de alguna manera en el centro.

Junto con su siamés Fujmori.
Sí, por supuesto.


Investigador de la historieta

Y ¿en qué año gana usted la Beca Guggenheim para poder desarrollar sus proyectos de historia?
Son proyectos de historia de la caricatura mexicana. Es un proyecto de investigación histórica. Yo empecé a hacer investigación básicamente porque nadie la estaba haciendo. Me parece que, en general, en América Latina tenemos un vacío de investigación.

¿En qué año fue?
La beca me la dan en el 2003-2004. Es una cosa increíble porque tenemos una riqueza cultural muy densa y no la hemos explotado mucho, no la hemos trabajado bien, entonces hay toda una serie de vetas históricas que no están estudiadas y que nos permitirían aprender mucho sobre nuestro pasado y presente.

¿Desde dónde empieza su investigación?
La investigación empieza desde los orígenes de la caricatura mexicana, en las postrimerías de la colonia, y en principio, quiero que la investigación llegue hasta el siglo XX…

Desde el siglo XVII más o menos.
Finales del siglo XVII, principios del siglo XVIII, y hasta ahora lo que tengo publicado son tres volúmenes: uno que va desde la colonia hasta 1872. Este es un período fantástico porque estudia una época en la que en México no se podía decir nada, no se podía publicar nada, desde que hay una censura muy estricta que ejerce la Santa Inquisición, hasta un momento en el que lo puedes decir todo. Mi segundo libro trata de un período histórico muy corto pero que es…

¿Cuál es el título general del libro?
El primer libro se llama La historia de un país en caricatura. El segundo libro se llama El país de “el Ahuizote”. Así se llamaba la revista. Me parece que el tema es apasionante porque trata de cómo una revista de caricaturas ayudó a derrocar un gobierno. Y es documentado. Se puede probar, no es una especulación, no estoy exagerando.

Es el único caso en toda Latinoamérica.
Creo que en el planeta, ja, es una cosa única, ¿no? Y sí contribuye de manera eficaz. No estoy diciendo que lo derroque, sino que contribuye.

El Ahuizote fue como el Washington Post de la caricatura.
Un poco más, fíjate. Porque era una revista de agitación política, el Washington Post no. Washington Post básicamente informó…

Watergate.
…y la revista organizaba. De hecho ayudaba a organizar golpes de Estado y apoyaba una revuelta activamente. Era una cosa muy seria. Un proyecto de periodismo muy beligerante. Y el tercer libro trata de El país de “el Llorón de Icamole”, también un período muy interesante -que es como la inversa del primer volumen- que estudia desde 1876 a 1885. En 1876 lo podías decir todo, en 1885 ya no podías decir nada: es la involución de la libertad de prensa en el país.

Y luego va a venir otro volumen para analizar ya los tiempos de la Revolución (Mexicana).
Estoy trabajando uno sobre El país del hijo de “el Ahuizote”, que son los precursores de la Revolución Mexicana y ya tengo entregado uno que creo va a ser el más polémico de todos porque es sobre la caricatura política de José Guadalupe (el famoso muralista Diego Rivera –esposo de Frida Kahlo- era su admirador). La conclusión de la investigación es un poco molesta para la historiografía mexicana porque demuestra que José Guadalupe Posada nunca fue un caricaturista revolucionario, fue siempre un agente leal a Porfirio Díaz (dos veces presidente de México, de 1877 a 1880 y de 1884 a 1911). Para mí fue una sorpresa: entré a la investigación tratando de demostrar, ratificar que Posada era un revolucionario, y tuve que concluir con pena que Posada era otro porfirista.

Y después de la Revolución Mexicana, si bien todavía no tiene material impreso o escrito ¿qué pasó con la caricatura mexicana?
Hay un período largo en el que la caricatura mexicana entra a una lógica sometida y muy cortesana. Luego hay un período, interesante también, que termina a principios del siglo último, en el cual vemos una generación de caricaturistas que busca efectivamente recuperar la libertad de imprenta. Es una caricatura que, curiosamente, se nutre de la tradición original de principios del siglo XIX, bien interesante. México tiene una tradición caricaturística muy rica. No solamente tiene grandes autores sino una tradición periodística importante, y los caricaturistas históricamente han tenido -en ciertos momentos específicos- una influencia política real.

En la actualidad ¿cuál es la principal preocupación para un caricaturista mexicano: el tema de la corrupción, el narcotráfico -que incluso ya ha provocado narcocorridos-?
Sí, claro, es lo mismo. Todos estos temas están vinculados en un gran tema, que es -sin lugar a dudas- la globalización y el cambio de paradigmas dentro del modelo político mexicano y latinoamericano. Es un hecho que la corrupción en América Latina es enorme. Eso en México es proverbial. Existe incluso una picaresca de la corrupción que se gestó durante el régimen priísta.


La política y la caricatura en México

¿Los setenta y un años del PRI (Partido Revolucionario Institucional) en el poder, produjeron un daño a la caricatura o fue mejor para ella?
Para nosotros es lo mejor que pudo haber pasado. Tenemos un material de trabajo fantástico (sonríe), pero obviamente tuvimos que pelear para abrir espacios, y esto fue una labor importante. Sí creo que la caricatura fue como la punta de lanza de la libertad de imprenta en México. Lo es en todos los países, de hecho. Es un género difícil de censurar porque es muy irracional. No se ciñe a las lógicas del resto de los géneros periodísticos… Una cosa, lo del PRI fue terrible, pero lo que tenemos ahora es aún peor que el PRI.

¿Aún peor?
Aún peor que el PRI.

¿A pesar que es un cambio de partido (el PAN, Partido Acción Nacional)?
Cambió el partido pero Felipe Calderón ha hecho lo posible por conservar las lógicas presidencialistas que manejó el PRI, y esto implica, entre otras cosas, el fraude electoral, el autoritarismo vertical, la voluntad de controlar la información. No está bien.

Si fue tan fraude por qué no lo sacaron del gobierno, si fue un fraude creo que por un punto porcentual.
Hubo fraude antes de la elección, durante el proceso electoral, el día de la votación y después. Es muy difícil sacar del gobierno a Calderón porque tiene el aparato del Estado. Es lo mismo que hacía el PRI. En México siempre tuvimos elecciones formales pero nunca elecciones reales. No hubo democracia. Este es uno de los grandes hallazgos, es el problema que hemos tenido. Entonces, Fox y Calderón siguieron con la misma lógica, el fraude electoral en México está más que documentado. Yo todavía no entiendo cómo hay gente como Enrique Krauze (premiado historiador, ensayista y editor mexicano) que se atreve a decir que López Obrador perdió las elecciones cuando se han ido recopilando pruebas que son contundentes. Incluso está la prueba confesional. Fox dijo: “Lopéz Obrador me ganó con lo del desafuero pero me desquité dieciocho meses después”. ¿Qué está diciendo? Quiere decir que se metió en las elecciones, y eso está prohibido por la ley en México. Fue una elección de Estado. Todos han ido confesando. De hecho, la confesión que más me gusta es la que da un consejero del Instituto Federal Electoral, que explica por qué se niega al recuento de votos en México con este argumento: “es que ¿qué tal que no ganó Calderón?”. Imagínate, eso quiere decir que ellos no tienen confianza en los resultados electorales. ¿Cómo puede un representante de un Instituto Electoral argumentar eso para no enseñarte las boletas? Esto quiere decir que ellos mismos no saben que hay en esas boletas.

¿Cuántas veces ha caricaturizado este tema del fraude de Fox? Muchas, seguro.
Todo el tiempo. El fraude de Fox y Calderón ha sido nuestro tema recurrente.

¿Esto lo lleva a escribir ese libro acerca de la globalización (Hacia un despiporre global de excelencia y calidad: el imperio del Libre Comercio)?
Este libro lo escribí antes. Lo que me parece es que los ejes dominantes de la economía latinoamericana, mexicana, se definen a través del consenso de Washington y tienen que ver con esta globalización de libre comercio que nos han impuesto y está destruyendo a los Estados nacionales.

Usted también ha escrito más libros. ¿Puede contarnos un poco más acerca de estos otros libros -algunos con títulos muy graciosos-?
Lo de El sexenio me da risa, El sexenio me da pena, todo eso, son básicamente recopilaciones de caricaturas publicadas en los diarios, que están expuestas a manera de un gran ensayo, un ensayo largo sobre los sexenios políticos: Salinas, Zedillo, Fox, y próximamente Calderón, ja.

La última pregunta: ¿cuál cree que sea el aporte de la caricatura para mantener la democracia o la libertad de expresión, no sólo en México sino en todo Latinoamérica?
Creo que la caricatura es básicamente un género irreverente y crítico por naturaleza. Caricatura viene del italiano “caricare” o exagerar, y el caricaturista exagera no sólo el rasgo físico sino el ético, moral. Entonces -como todo género crítico- contribuye a la ampliación de los márgenes de libertad de imprenta, y esto es mucho.

Muchas gracias por la entrevista, y esperamos que disfrute su estadía en el Perú.
Claro que sí. Ya la he disfrutado.




Nota: Esta entrevista fue publicada en octubre de 2008 en la revista digital Sociedad Latina.

lunes, 14 de junio de 2010

Anna Lavatelli



“Lo que tenemos más precioso, más importante en el mundo, son los chicos”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Nacida en 1953 en el pueblo de Cameri, en la región de Piamonte -donde nacieron grandes escritores italianos como Cesare Pavese o Primo Levi-, Anna Lavatelli es una autora reconocida de la literatura italiana infantil contemporánea. Estudió Filosofía en Milán, fue profesora de letras en escuelas, colabora con revistas especializadas para niños y jóvenes, y anima encuentros y representaciones teatrales en escuelas y bibliotecas. Ha ganado el prestigioso Premio Andersen (el Nobel de la literatura infantil) para inéditos en 1988, y el Premio Andersen como mejor autora en el 2005, así como también el Premio Pier Paolo Vergerio en 1998, el Premio Valtenesi en 2003 y el Premio Omodei Zorini el 2006. Algunas de sus obras son Paola no está loca (1994), Todos para una (1997), ¿Quién incendió la biblioteca? (2004), Bimbambel (2004), Quieroguerra y Buscopaz (2007). Casada con un peruano, madre de dos hijas y gran admiradora de Mario Vargas Llosa, esta estupenda escritora –a quien le encanta leerle sus historias a los niños y a quien también le hubiera gustado ser actriz- nos explica en la siguiente entrevista cómo es el mundo de la literatura infantil contemporánea y cómo lograr que los niños y jóvenes se acerquen adecuadamente al hermoso e infinito mundo de la lectura y se enamoren de los libros para siempre.

Érase una vez, en la siempre bella Italia, una famosa escritora para niños que amaba leerles maravillosas historias a los pequeños. Un día, ella se fue a Lima, la enorme capital del Perú, para…

Señora Lavatelli: ¿cómo fueron sus inicios en el mundo de la literatura infantil?
Me inicié con una cosa muy pequeña, un cuento que mandé a un concurso. En el concurso gané el primer premio. El premio no era dinero, no era un viaje a las Antillas, je, je, je, más bien era la publicación de un libro, y por ahí empecé.

¿En qué año fue?
Eso fue en 1986. Era una cosa muy pequeña, pero al final me fue muy útil porque ya después cuando llegó a Italia (la editorial) El barco de vapor, se juntó con una editorial italiana que se llamaba -y se llama todavía- Piemme, y fundaron El barco de vapor italiano -que se llama Battelo a vapore-, yo pude con mi primer librito en el bolsillo, mostrárselos, y mandé mi primera novela que es Paola no está loca, y de ahí empecé. Así que eso de promover a los jóvenes autores es muy importante porque a veces los editores no tienen interés en publicar un autor que todavía no sea distinguido en algo, ese es el problema de fondo.

¿Qué busca enseñarles a los niños a través de sus obras literarias?
Lo que me gustaría enseñarles -creo que la literatura juvenil en principio no tiene que enseñar nada, quiero decir nada de enseñanza escolar, y tampoco de moralejas-, una cosa que se les puede enseñar es la belleza de la literatura. Todos los autores contemporáneos -he conocido personas muy interesantes como (María) Cristina Ramos (autora argentina), a Jorge Eslava, Marita Troiano, autores (peruanos) que acá se conocen bien. Por mi cuenta he leído cuentos de (Hernán) Garrido Leca y Oscar Colchado-, todos estamos andando en la misma dirección, la de hacer que los niños se entretengan con cuentos, y lo que les queremos enseñar es eso: la maravilla de la literatura, y punto. Nada más que ello.

Y usted como escritora, ¿cuáles son sus lecturas preferidas, de qué se nutre para escribir?
Un escritor se abastece todos los días con lecturas ajenas. De ahí se empieza. No existe en el mundo un escritor que no sea también un lector. Inclusive más se lee de lo que se escribe. El punto más importante que subrayar es que un autor que escribe para niños no solamente lee libros para niños. Claro, tiene que leer libros para niños porque es importante estar al día con lo que pasa en el mundo -por ejemplo, no solamente autores italianos en mi caso, sino autores de todo el mundo. Y cuando uno tiene la oportunidad de hablar otros idiomas, mejor en su idioma original-.

¿Su preferido, algún autor?
Tengo un par de autores que son mis preferidos y han sido importantes en mi formación como escritora. Un escritor italiano que se llama Gianni Rodari (Piamonte, 1920-Roma, 1980), que ha cambiado para siempre la literatura italiana en el sentido de que no quería enseñarles la moral a los niños, sino hacerles aprender el amor a las palabras, contar historias que tuvieran como protagonistas a niños que resolvían sus problemas a solas. Es decir, no entraba nunca un adulto a corregirles, en el desarrollo mismo de la historia era el niño el que encontraba la salida o entendía dónde había fallado. Eso es lo que hizo Rodari. Además de despertar la fantasía e introducir la ironía en los cuentos para niños. Otro, es el escritor más malvado del mundo (sonríe) -que amo muchísimo-: Roald Dahl (Gales, 1916-Oxford, 1990). Ha sido un genio, porque él no ha tenido miedo a mostrar lo malo que son los adultos. Es un autor inglés que murió años atrás, un autor contemporáneo. Escribió para adultos algunas cosas muy bellas, y también para niños. Pero lo mejor que ha hecho es para niños. Recién salió una película que no sé si han pasado acá en el Perú, que es (Charlie y) La fábrica de chocolates.

Claro.
Es de él.

Hay quienes consideran que la literatura infantil no es tan importante como la que se escribe para adultos. ¿Qué opina usted sobre esto?
En absoluto, no estoy de acuerdo. El autor para niños, aparte de leer otros autores para niños, también lee literatura. Es una mentira o una falta de conocimiento de lo que es la literatura infantil y juvenil ahora en el mundo eso de pensar que sea algo que valga poco. Al contrario, por lo menos en mi caso creo inclusive que vale más, no solamente por el hecho que escribir para niños, muchachos, es un reto muy importante -porque lo que tenemos más precioso, más importante en el mundo son los chicos-: es su formación humana. Entonces, los que se dedican a esto a través de la belleza de las palabras, hacen un trabajo muy importante. Y diría que como hay mala literatura para adultos y hay buenísima, se da igual con los niños. En el mundo de los niños hay mala literatura, bastante basura, igual que en la literatura para adultos, pero tenemos muy buenos autores. En ese sentido, estamos en par.

¿Qué opina de J. K. Rowling?, ¿cree que debió hacer tantas versiones de Harry Potter?
Tal vez no. No me gustan mucho los seriales, tengo que ser sincera. Los libros seriales, al final un poco me aburren, porque llega un momento en que el cliché se repite un poco. No es que no me guste Harry Potter, lo encuentro inclusive una buena idea literaria, una novela que ha hecho una recuperación de los elementos más importantes que tenía la literatura juvenil a partir -por ejemplo- de la figura del huérfano, que es tan importante en toda la literatura de 1800, sobre todo en Inglaterra. Y la magia. Y el hecho de un niño que solo contra todos, sin tener padres, se enfrenta en esa lucha tan importante que es la del bien contra el mal. Esos son temas tópicos de la literatura en general y más aún de la literatura juvenil: eso ha sido lo bueno. Lo malo, en mi opinión, es alargar tanto. Un buen cuento, una buena novela, sólo necesita ser contada una vez.

¿Qué tan importante fue el escritor para niños Gianni Rodari, quien publicó sus dos primeros libros infantiles en 1950 -El libro de las retahílas- y en 1951 -Las aventuras de Cipollino-?
Realmente ha cambiado la forma de entender la literatura juvenil –en Italia, por lo menos-, inclusive creo también en el mundo, porque él ha sido y es uno de los autores italianos más traducidos en el extranjero. Fui a ver una exposición sobre libros de Gianni Rodari editados en el extranjero, en una exhibición en Italia: de Rusia, China, Japón, Estados Unidos, de todas partes del mundo. La cosa más importante es que ha dado a la literatura el primer empuje de cambio radical después de (Carlo) Collodi. Estoy segura que después de Collodi no hemos tenido un autor capaz de darle una nueva dirección a la literatura juvenil. Por ejemplo, ocupándose de temas que ahora están muy de moda y un poco explotados por la literatura juvenil –eso no es bueno-, como la paz, la amistad, la injusticia social, él contaba todo eso a través del humor, de cuentos que hacían reír los niños, que mostraban el absurdo de algunas cosas a través de cuentos divertidos y sin ponerle al final: “entonces hemos aprendido que…”. El niño solo empezaba a reflexionar sobre esos temas a través del esparcimiento, es lo bueno que tenía en su tiempo Collodi. Había entendido eso…

¿El autor de Pinocho, verdad?
Sí, el autor de Pinocho. Cuanto más el tema es delicado, fuerte, tanto mejor el humorismo logra proponer con fuerza el tema. Porque el humor es lo contrario de la moraleja.

¿Se considera usted una sucesora de Gianni Rodari?
Sí, me considero una sucesora de Gianni Rodari, aunque nunca se puede repetir el mismo camino. Pero sería imposible hoy día empezar a escribir libros para niños sin tener en cuenta la lección de Rodari y la de Roald Dahl. Lo que ha pasado con la literatura juvenil después de esos importantes autores –aunque tenemos varios que han marcado etapas importantes, por ejemplo Christine Nostlinger, austríaca, y Anne Fine, inglesa (autora de la novela Mrs. Doubtfire, llevada al cine y protagonizada por Robin Williams)-, los dos, Roald Dahl y Rodari han hecho llegar la literatura juvenil a la madurez. En ese sentido ya no se puede decir que es algo menos importante.

Usted recibió el premio Hans Christian Andersen, que es el Nobel de la literatura infantil, el mismo que Rodari obtuvo en 1970. ¿Qué significa este premio para usted, y que ha recibido su maestro?
Es un premio que de un lado te hace comprender que has llegado a un punto, algo has hecho en tu vida (sonríe) de lo que querías hacer. De otro lado, es una responsabilidad tremenda, porque de ahí para adelante, cuando me pongo a escribir, tengo un sentido de responsabilidad más. No es que me parezca que todos me están mirando, escuchando o leyendo mis libros, pero tengo mayor responsabilidad, tengo que seguir mereciendo este premio. Eso es. Va a ser una cosa de la que tengo también que hacerme cargo en el futuro.

Ya que en su libro ¿Quién incendió la biblioteca? ha trabajado con el reconocido ilustrador Cecco Mariniello: ¿qué tan importantes son las ilustraciones en los libros para niños?
Son muy importantes. La mayor importancia de las ilustraciones en los libros para niños se ve en los libros para niños pequeños. Ahí, me atrevería a decir que las ilustraciones -hablamos de libros para niños que tengan tres, cuatro, cinco, seis, siete años- tienen más importancia que las palabras. Las palabras tienen que ser pocas, muy bien escogidas pero pocas, y las ilustraciones tienen que prevalecer. En cambio, ya cuando los niños son más grandes, la palabra se vuelve más importante. La contribución de la ilustración está, antes que todo, en ofrecer buena calidad, porque las ilustraciones en libros para niños tienen que ser no bonitas, sino maravillosas. De muy buena calidad, hechas por ilustradores que son también artistas. Eso primero. Y eso siempre, inclusive cuando el libro está dirigido a jóvenes. Segundo, tiene que intentar -por eso se necesitan artistas- no narrar lo que se encuentra al interior de la novela, la narración, sino tratar de ampliar lo que está contando la novela. Mostrar lo que el escritor no ha puesto dentro de sus palabras, el entorno, puede ser más amplio a veces. La ilustración va a ser como una narración que sigue el cuento, pero sin repetirlo. En eso se puede apreciar el artista más capaz. Y no es fácil.

Ahora que ha venido al Perú, ¿cómo ha visto la realidad de la literatura infantil peruana?
Tengo una idea más clara. Ha sido muy útil para mí el viaje. Aparte de estar feliz con la invitación por supuesto, ha sido una ocasión para conocer a los autores. En particular, vine con la idea de conocer mejor a los autores peruanos. Porque algo -por ejemplo- de los escritores argentinos se conoce en Italia porque se han traducido bastante, e inclusive se encuentran en editoriales españolas. Viajo de vez en cuando a España y puedo conseguir libros de autores argentinos. Me faltaban los peruanos. Y, hablando de lo que he conocido y leído, Jorge Eslava, Marita Troiano, Garrido Leca y Oscar Colchado me parece que están muy bien dentro de este mundo de la literatura juvenil contemporánea. Es decir, están concientes antes que todo -que es la cosa más importante- de escribir para niños. Están concientes que lo más importante es escribir cuentos bellos, una narración que sea atrapante, y nada, nada de moralejas.

En Argentina había una revista de literatura infantil llamada Cuatrogatos. ¿En Italia también existen revistas para niños?
Antes que todo la conozco. Cuatrogatos, la conozco porque hay varias revistas italianas que se ocupan de literatura infantil y juvenil, entre las cuales una de las más importantes se llama Andersen -¿el nombre justo, no?, para una revista que se ocupa de literatura para niños-, una revista mensual. Cada mes se ocupan de presentar revistas de todo el mundo, y una vez había un informe, una editorial sobre Cuatrogatos, así que fui a visitar el sitio web y descubrí un mundo muy interesante. Como servicio web, portales, Argentina tiene muchísimo. Inclusive muchas de las informaciones que he tenido sobre literatura peruana, antes de llegar, la tuve a través de portales argentinos. Y en Italia, por supuesto tenemos varias, hay una que se llama Pepe Verde –que sería Pimienta Verde-, hay otra que es Andersen, otra que se llama Ensayos de literatura juvenil. Ahora hay otras más pequeñas, pero lo mejor que tenemos en datos sobre literatura infantil y juvenil en Italia se llama Liber, que es un sitio curado (sic) por el Estado donde se puede -tiene también una revista en papel- consultar, no hay que pagar nada, está libre, y se encuentran todos los datos relativos al mercado editorial italiano, también todos los informes relativos a festivales, encuentros en bibliotecas y los eventos más importantes.

En Europa existen ferias internacionales de libros para niños, como la de Bologna (Italia). ¿El mercado literario infantil es tan grande en Europa, es tan grande la demanda?
Sí, es muy grande. Tal vez Italia sigue siendo hasta hoy un mercado menos vital que el resto de Europa, aparte de Portugal y Grecia, porque -por ejemplo- hace tiempo que España nos ha adelantado. Pero claro, si hacemos la confrontación con el Perú estamos más adelante, pero no logramos todavía salir de un porcentaje de lectores. Hay un mercado bien asentado, eso sí hay, y buenas inversiones: la prueba es que en los últimos siete, diez años han salido nuevas editoriales. Todos sabemos que nunca se va a formar una nueva editorial si no hay ganancia. Eso es una buena señal. En el resto de Europa las cosas van inclusive mejor, el mercado es muy rico, movido, interesante, y sobre todo tiene ingresos muy importantes.

Revisando títulos de libros para niños, he podido percatarme que el tema de las bibliotecas es muy utilizado por los autores de literatura infantil. María Fernanda Buhigas con Huelga en la biblioteca (1988), Ambrosio Borsani con Duelo en la biblioteca, Josteine Gaarder con La biblioteca mágica de Bibbi Bokken (2001), y usted, Anna Lavatelli con ¿Quién incendió la biblioteca?. Estos cuatro son sólo algunos ejemplos. ¿Por qué este énfasis con el tema “biblioteca” hacia los niños?
Porque la idea de fondo es hacerles descubrir lo mágico que es una biblioteca, y un cuento es la mejor forma para decirles que es un mundo realmente mágico, lleno de historias bellísimas. La misma biblioteca puede ser un edificio algo mágico en sí. Es el amor a los libros que hace que muchos escritores escriban cuentos sobre bibliotecarios y bibliotecas. Puede parecer al principio un tema que se agota muy rápido ¿no?, uno podría decir “voy a contar sobre una biblioteca”, y muy rápido se agotan los argumentos, las ideas: no, no es así. Fíjate que en Italia teníamos una colección -donde he publicado el libro ¿Quién incendió la biblioteca?- que solamente publicaba libros en torno a temas de bibliotecas, así que la obligación del escritor era escribir algo que tuviese al centro de su narración la biblioteca, y salieron un montón. La colección tuvo un gran éxito. Así que a veces lo que pasa es esto: hay bibliotecas que tratan de lanzar el fomento de la lectura, el amor al libro, y piensan que una buena herramienta puede ser un libro que presente el tema de la biblioteca en narrativa, en forma divertida, alegre, como un cuento cualquiera. Porque de ahí ellos pueden empezar el camino hacia el amor a los libros, es decir, preparar programas al interior de la biblioteca para que (los niños) aprendan a conocer tras los libros los varios argumentos que hay, y de ahí regresen a la biblioteca, que es lo que se quiere.

¿Alguno de los libros de Anna Lavatelli ya es material de lectura obligatoria en los colegios de Italia?
Suerte que no, ja, ja, ja, ja…

Ja, ja…
Suerte que no. Porque una de las cosas que yo siempre he rogado que no sucediera es justamente eso, que alguno de mis cuentos se volviera algo obligatorio. Y peor todavía que tuviese al final unas preguntitas de tarea.

“¿Qué comprendiste del cuento?”.
“¿Qué cosa quería enseñarte el autor?”, ay no, por favor, eso no. Lo que pasa es que en los colegios donde hay una biblioteca mis libros entran, pero a veces hago charlas con los profesores, las maestras, en las bibliotecas, en los mismos colegios y les digo: “no es posible pensar que en el fomento de la lectura solamente un libro pueda encontrar el favor de todos los chicos. Eso es imposible. Entonces, libro único, nunca”. Si tengo que enseñarles castellano, italiano, lo que sea, sí, un libro único necesito porque con éste voy a explicarle la gramática y todo lo que se necesita para hablar bien un idioma. Eso sí es imprescindible. Pero, si mi tarea, mi objetivo es el fomento de la lectura, entonces tenemos que operar de otra forma. Hay que hacer una pequeña biblioteca dentro del colegio o el aula donde los chicos están, presentar los libros de diferentes autores, o mis libros con diferentes títulos, para que cada uno de los niños pueda escoger el suyo. Es lo que hacemos nosotros que somos lectores. Un lector adulto formado, que ama la lectura ¿qué hace?: se forma su propia biblioteca. Entonces, es un tema eso, es muy importante lo que me preguntas. Y veo que las personas que están trabajando en ese tema lo han entendido muy bien. Quiero repetir la idea -y subrayar- que tenemos que separar las dos cosas: una es la enseñanza de un idioma, otra es encender el amor. Y el amor no se enciende con un libro único, no se enciende obligando a leer solamente una novela, y peor todavía obligando a hacer tareas. Tiene que ser una cosa libre. Tiene que empezar por el adulto que le lea algo en voz alta. El adulto, los padres de familia, maestros, profesores, tienen que mostrarse enamorados de la lectura, porque es así que funciona. De lo contrario, solamente le hacemos leer a fuerzas un cuento, le obligamos a dar respuestas, y al final, cuando el niño sale del colegio, ya no quiere leer porque el recuerdo de la lectura es solamente de tareas, trabajo.

De evaluación.
De evaluación. Tenemos que hacer lo contrario, dejarle buenos recuerdos de lectura.

¿Con qué obra de literatura infantil deberían empezar los padres a atraer a los niños al mundo de la lectura?
Es una pregunta difícil porque antes que todo habría que formar a los padres para que vayan a las bibliotecas, lleven a sus hijos a las bibliotecas, librerías, y no cometan el error más grave que se hace normalmente, que es leer a sus niños los libros que ellos soñaban cuando eran chicos, porque el mundo va cambiando. También la forma de narrar va cambiando y el libro que yo leía cuando tenía ocho, nueve años, ahora es un libro que puede ser interesante para jóvenes de doce, trece años, porque -por ejemplo, (el Nobel de Literatura de 1907, Rudyard) Kipling o (el escocés Robert Louis) Stevenson- son libros que nosotros leíamos de chicos, pero ahora lo leen los jóvenes porque la narración es con palabras antiguas, y antes hay que hacer etapas para llegar a esos libros. Entonces, lo bueno sería que los padres, profesores, se enteraran de lo que ofrece la literatura infantil de hoy, que lean y escojan, pero antes que lean lo que hay.

¿Cuál de las obras de Anna Lavatelli ha tenido mayor éxito entre los niños?
La obra que hasta ahora se ha vendido más y ha tenido inclusive éxito en el sentido de que ha sido muy apreciada por la crítica, se titula Todos para una, y la otra que está siguiendo el mismo éxito -salió hace muy poco, así que no ha tenido un éxito hasta ahora tan grande en términos de venta pero ya lo ha tenido en términos de crítica- se llama Bimbambel. Es un cuento para niños en que se habla de lo importante que es que un padre, una madre, se siente junto a su hijo y le cuente una historia. Es un cuento para niños pequeños, en el que un papá –he pensado en un padre, porque normalmente son las mamás. Hay que cambiar esa idea de que solamente mamá puede, también papá puede- le cuenta cuentos maravillosos a su hijo, y son las aventuras de su trabajo. Es un papá que viaja mucho alrededor del mundo, regresa a su casa y le cuenta lo que hace, pero no le cuenta lo real, le cuenta lo fantástico, y transforma su vida profesional en la de un héroe maravilloso que hace cosas increíbles, porque así pensamos que son nuestros padres: héroes, personas especiales.

¿Niños de qué edades son sus principales lectores?
Son muchachos de los ocho a los once. Por esa parte de los jóvenes escribí la mayoría de mis libros.

¿Por cuál de sus libros guarda un mayor afecto?
Todos los libros son como hijos, muy difícil escoger. A veces los niños me hacen la misma pregunta y les digo: es como si yo tuviera diez hijos y me preguntaran cuál es el que a mí más... Todos por supuesto. Pero hay uno que me parece ha sido más importante, se llama Cara de cerdo, es sobre el tema de lo que es la literatura juvenil: un niño hace una travesura y por su cuenta aprende que ha hecho una cosa mala, pero trata de solucionarla solo, sin ayuda de los adultos y con el concurso de la magia. Mejor dicho, él cree que es el concurso de la magia. En realidad, es el puro desarrollo de las cosas. Solamente que el niño confunde lo que le pasa por suerte con algo mágico. Y eso me salió muy bien (sonríe).

Qué bueno. Muchas gracias por la entrevista. Esperamos que venga en años venideros para que siga impartiendo lo que conoce, toda la trayectoria que tiene en el mundo de la literatura infantil, con los autores peruanos.
Claro. Mi esperanza ahora, la más grande que tengo es lograr algún libro mío traducido al castellano. Ese es mi reto. Espero que pase, porque con eso podría encontrar niños y leerle mis historias.

Muchas gracias.
A usted.
Nota: esta entrevista fue publicada en marzo de 2008 en la revista digital Sociedad Latina. Además, fue traducida al italiano y publicada en la página web de la escritora Anna Lavatelli, en la sección "Interviste, testi, conferenze...", bajo el título "Intervista in ocassione della Fiera del libro di Lima (2007)".

viernes, 11 de junio de 2010

Antón Castro


“La literatura la vivo como si fuera una forma más de respirar”



Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


El escritor y periodista español Antón Castro (La Coruña, 1959) vino a Lima para ofrecer una conferencia y un taller literario de varios días, invitado por el Centro Cultural de España. Tras su estadía en nuestro país se iría de inmediato a dar más talleres y conferencias a Buenos Aires, Argentina, y luego volvería muy brevemente a Lima. Castro ha publicado más de veinte obras, entre las que podemos mencionar El corazón desbordado (1990), Bestiario Aragonés (1991), Veneno en la boca (1994), Vidas de cine (2002) y libros para niños como Jorge y las sirenas (2009). Igualmente, ha dirigido el suplemento Artes y Letras en el periódico Heraldo de Aragón. Además, ha conducido diversos programas televisivos -actualmente trabaja en Aragón TV como presentador del programa Borradores, donde ha entrevistado a muchos importantes escritores y personajes del ámbito cultural de su país-. Por su trabajo cultural ha sido reconocido con el Premio de la Asociación de la Prensa de Aragón y también con el Premio de Periodismo Ciudad de Zaragoza. Por otra parte, Castro tiene un interesante blog epónimo desde el año 2005, el cual mantiene siempre actualizado. En la siguiente entrevista, el narrador ibérico nos cuenta sobre sus profundas motivaciones literarias y su labor como periodista cultural.


Antón, una frase tuya es que “a uno lo marcan los cuentos que lee”. ¿Cuál ha sido el primer cuento que te ha marcado, con cuál la literatura entró en tus venas?
Una de las primeras veces que tengo conciencia de leer un cuento creo que es un cuento que aparecía en nuestros manuales de literatura, cuando estudiábamos en educación general secundaria, que era Maese Pérez, el organista (1861) de Gustavo Adolfo Bécquer. Una historia realmente muy fantástica, a la vez de terror, a la vez de apariciones. Curiosamente ese cuento -a mí me gusta muchísimo el Bécquer narrador más que el Bécquer poeta- tiene mucho que ver con el mundo que me contaban en la infancia. Un mundo fantástico, de miedos, apariciones. Claro, eso no lo sabía en ese momento. Ni siquiera sabía que el mundo que me habían contado era ese, pero de repente vas avanzando en el tiempo, te vas dando cuenta, y dices: “Claro, esto es lo que me contaban”. Entonces, me pareció como si algo inconsciente que yo tenía dentro de mí, de repente apareciese en un cuento. Además, es un escritor que tiene una vida breve. En España es un escritor importantísimo porque es el emblema del romanticismo. Es como podría ser aquí (José) Santos Chocano.

Acá se le considera muy bien.
Exactamente. Es un hombre que además marca mucho la obra, por ejemplo, de Rubén Darío. Entonces, a mí aquel cuento me perturbó, me gustó muchísimo, y fue de las primeras veces que tuve la sensación de lo que era un cuento. Luego leí muchos cuentos. También hay otra cosa que me impresionó: recuerdo que en mi casa mis padres apenas leían, y de repente, en una oferta que salía del Círculo de Lectores, en una revista de las que yo leía, ofrecían un paquete de libros. Uno de los paquetes que ofrecían era Eugenio Sue, Madame Bovary (1857), Salambó (1862) de Flaubert, y me lo compré. La verdad es que leí con mucho placer todo aquello. Entonces, creo que la literatura empezó ahí y ya luego lo que empezó como un torrente fundamental fue la literatura latinoamericana. Sobre todo con Gabriel García Márquez. Leí Cien años de soledad (1967) y aquello me pareció como la explosión de lo que era la novela pero también lo que eran los cuentos. Porque Cien años de soledad es una novela muy unitaria, una novela cíclica, pero si te fijas está llena de personajes, y cada personaje tiene un montón de cuentos secundarios.

Aparte, es un gran cuentista García Márquez.
Por supuesto. A mí me impresionó muchísimo un libro que es Ojos de perro azul (1950). Aquel libro me reveló varias cosas: el mundo de William Faulkner, que él había asimilado con esa densidad, ese mundo de perturbación, esas pasiones telúricas. El mundo de Kafka, que ya estaba en varios cuentos. Y luego, me encantó su propio mundo, ese mundo del trópico. Siempre recuerdo uno de mis cuentos favoritos que era La siesta del martes -del libro Los funerales de la Mamá Grande (1962)-. De repente leo La siesta del martes y digo: “¡Qué maravilla!”.

Doce cuentos peregrinos (1992).
Ahí tenía cuentos preciosos. Uno de los cuentos peregrinos tenía piezas preciosas. Uno de los cuentos de Doce cuentos peregrinos primero apareció en un artículo (en 1976) en El País, se llamaba El rastro de tu sangre en la nieve. Era la historia de una mujer que se pinchaba con una especie de espina de una rosa y acabaría desangrándose.

Sí.
Nena Daconte creo que se llamaba la chica. Ahora hay un grupo de música en España que se llama Nena Daconte. Yo juraría que era una historia maravillosa, una historia de amor y desamor con ese fondo de nieve. Realmente García Márquez es un gran narrador, el hombre que construía todo un mundo, pero a la vez también tenía -como veías tú, por ejemplo, en sus libros previos- un proyecto en la cabeza que se llamaba La Casa, que luego le va a cambiar el título: Cien años de soledad. Pero hasta llegar ahí -que es un libro que escribe en un año y medio en México, encerrado en su casa- él va haciendo pasos: Ojos de perro azul, Los funerales de la Mamá Grande, todo ese mundo, e incluso La hojarasca (1955), La mala hora (1962), y todo ese mundo confluye en esa novela poderosa. Pero él va haciendo pequeños cuentos, pequeños fragmentos, y a mí eso de García Márquez me gusta mucho. Después de Bécquer, el paso siguiente que te descubre la literatura -para mí- con una potencia enorme, es García Márquez. Luego ya vienen escritores gallegos, muchos otros. Pero esos dos pasos son fundamentales. Y si quieres te cierro el ciclo de influjos: cuando descubro a (Federico) García Lorca. Sobre todo un libro que a mí me sorprendió, que se llamaba Romancero Gitano (1928). Es un libro de romances, en teoría. Pero son romances que mezclan, por una parte, el pozo popular, tradicional -lo que es el romancero hispanoamericano general- y la llegada de la poesía de vanguardia. Hace allí una fusión y tiene piezas preciosas. Y luego, en ese libro todos los romances son como historias llenas de magia, llenas de enigma. A veces no sabes lo que pasa, pero te seducen completamente, te subyugan porque tienen siempre una aureola mítica. Y eso es lo que le pasa a García Márquez, desde luego. Y también le pasa -en otro nivel- a Bécquer.

¿Te gusta leer cosas nuevas o releer clásicos?
Soy un escritor un poco clásico, si quieres un pequeño académico. No soy un escritor de rupturas. No. Soy un escritor que intenta afirmar un mundo. Me gusta descubrir todo el rato cosas. He llegado a Perú, y no sabía mucho quién era Nelly Fonseca, la descubrí, me puse a leerla como un loco. Hace años, no sabía mucho quién era Julio Ramón Ribeyro, hoy ya me voy de cabeza. No sabía mucho quién era Ciro Alegría, ¡bum!, allá me voy. No sabía mucho quién era John Fante, el maestro de Charles Bukowski, y allá me voy, porque me encanta. Es decir, me gusta siempre estar al tanto de lo que pasa. Ahora que he estado en Buenos Aires, pues he comprado lo que he podido. He estado buscando cosas y todo el rato quería saber lo que hacían los jóvenes, quiénes eran los autores importantes o escritores con personalidad. El mundo es ancho y ajeno, el mundo es inmenso, y la verdad es que lo mejor es descubrir cosas. Hay una serie de escritores que te conmueven, que son maravillosos, que te seducen siempre. Te seduce siempre Stendhal, Flaubert, Tolstoi en muchas cosas, Chéjov, algunos libros de Mario Vargas Llosa. Es tan bonito descubrir en cada lugar gente que escribe maravillosamente bien. Por ejemplo, me regalaron un libro que es una antología que ha hecho Eduardo Chirinos, que habéis publicado aquí. Es un libro -Rosa polipétala (2009)-, un título muy gracioso, y lo he estado leyendo. Descubrir cosas, encontrarme con escritores jóvenes, no jóvenes, me fascina.

Y en otro país tan lejano.
Eso ya me vuelve loco. Por ejemplo, soy muy aficionado a la fotografía. El otro día aquí estuve buscando a los fotógrafos peruanos. Ya sé que los grandes son Martín Chambi y los hermanos Vargas, pero a mí me interesan todos. En Argentina, una de las primeras cosas que he hecho es comprarme una historia general de la fotografía argentina. Lo que me interesa es hacer que el mundo sea cada vez más variado y rico. Porque el mundo es tan inagotable, ilimitado, infinito, que nunca lo puedes asumir ni asimilar por entero.

Para ti la literatura no es una manera de vivir el mundo sino una manera más de vivir el mundo.
Sí, por supuesto. La literatura para mí es muy importante, creo que soy un animal literario, tenga más o menos lectores, más o menos éxito. Creo que soy un enfermo de literatura, un letraherido -que dice a veces Vargas Llosa y que dice mucha gente-. Lo soy. Pero me interesa mucho la vida, los seres humanos. Es decir, la literatura es un elemento fundamental de la vida, pero no es el único. Me interesa el arte muchísimo, por ejemplo. Aquí he conocido algunos pintores peruanos, pero en Buenos Aires -que he tenido un poco más de tiempo- he descubierto a Antonio Berni, a los grandes ilustradores. Realmente me interesa mucho todo eso. Me gustaba Julio Ramón Ribeyro, por la visión que tenía del mundo, la capacidad de resumir las cosas en pocas frases. Esa relación que tenía como de tipo marginado, alguien que estaba fuera. El hombre escribía estupendamente bien, sabía crear personajes maravillosos. Y aquí hay otros muchos. Hoy, por ejemplo, he estado leyendo a Santos Chocano. Hay un personaje -que es un gran escritor también-, se llama Oswaldo Reynoso, también es de aquí…

En octubre no hay milagros (1966).
Exactamente, sí. También hablaban de otro libro suyo: ¿Los Inocentes (1961)?

También.
Ese tipo de cosas es un poco la manera cómo te mueves por el mundo.

Pero él (Reynoso) es el mejor escritor de los underground.
Exactamente, sí.

Y por eso hay un encontrón con el canon oficial de acá. Pero en verdad es mejor que muchos de los que están allí aceptados. Eso pasa en todos lados.
Cuando hablas del canon hablas de Bryce Echenique, Vargas Llosa, de todos estos…

Aunque Bryce Echenique -Antón, sé que lo admiras- acá en el Perú, después del problema que tuvo con los 32 plagios (ver la siguiente entrevista de Perú.21: http://peru21.pe/noticia/460221/alfredo-bryce-plagio-homenaje y esta nota de El Comercio: http://elcomercio.pe/noticia/460270/alfredo-bryce-echenique-plagio-homenaje) se vino…
Ha perdido.

…bastante abajo. Y es muy penoso para nosotros los peruanos.
Y para nosotros, también. Porque piensa que en España a Bryce Echenique lo queremos mucho. Es un hombre…

Ganó el Premio (Nacional) de Narrativa de España (en 1998, por Reo de nocturnidad).
Ha sido Premio Planeta (el año 2002, por El huerto de mi amada), es un hombre que en España se le quiere mucho. Ha vivido mucho en Barcelona, ha tenido muchísimos lectores. Me acuerdo en los años después del primer Boom -que nos llegó con Lezama Lima, Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Octavio Paz un poco; ese Boom que era Sábato, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, esos grandes autores del Boom- vino uno posterior, que eran los escritores que tenían una calidad enorme pero que eran como los hijos. Uno de ellos, desde luego: Bryce Echenique. Que no es mucho más joven que Vargas Llosa. Me parece que Vargas Llosa es del 36 y él es del 39. Pero es un escritor que nos marcó mucho, sobre todo a través de dos libros. Uno -su mejor libro para mí- que es Un mundo para Julius (1970), y otro La vida exagerada de Martín Romaña (1981). Fueron libros que en España se leían mucho por la visión que tenía, por el sentido del humor, cómo describía Lima, cómo describía la relación entre los seres humanos. Y ahora te puedo decir que una de las personas a quien ha plagiado por completo todo el texto -salvo dos palabras- es muy amigo mío, es un escritor gallego que se llama José María Pérez Álvarez.

¿Cuál texto ha plagiado?
Es un texto (titulado Las esquinas habitadas) que publicó en Jano (en marzo del año 2005), un texto además que he publicado en mi blog. Es un texto que tiene un folio y medio.

Bryce plagió a este señor.
Sí, entero. Le cogió el texto entero.

Si lo ha hecho con 32…
Con muchísima gente, sí. Lo sé, perfectamente. Le cogió el texto entero. Es decir, un texto literal en completo, y le cambió dos palabras. Es una cosa realmente tremenda, porque no es necesaria. Un hombre de su talento… Ahora yo -no quiero aquí meterme con él ni nada, sino al contrario, darle un punto de ternura- creo que esto que le está pasando es el relato de un hombre enfermo seguramente de alcoholismo. Es un hombre que ha perdido -para mí- el norte. No creo que sea un desalmado, que haga eso por pura perversidad -él no lo necesitaría, tiene talento para hacer otras muchas cosas-, pero yo creo que es el producto de alguien que de repente se abandona en algo, y además, padece una enfermedad que no sé si es exactamente descontrol, alcoholismo o algo así. La cosa va un poco por ahí. Incluso hay alguien que me ha dicho aquí que los plagios nacen de su enfermedad. Es un hombre que bebe mucho. Si puedo decir esto -dicho con la ternura debida-, tengo la sensación de que Alfredo Bryce Echenique ha perdido un poco el respeto a sí mismo. No sé si por dinero, creo que más bien deriva de una cuestión patológica, de una enfermedad. Yo escribí un artículo contra Bryce, de manera irónica, sobre este tema que te digo. José María Pérez Álvarez es autor de varias novelas. Una se llama Nembrot (2002). Es un escritor conocido, pero tampoco muy conocido. No es Juan Goytisolo. Has entrevistado tú a Juan Bonilla, tampoco es Juan Bonilla. Es un buen escritor pero no tiene esa proyección pública. Yo escribí un artículo diciendo que de repente –la ironía, entiéndeme- Bryce Echenique se había puesto generoso y cariñoso: le gustaba mucho ese autor y como veía que ese autor que era muy bueno no acababa de salir, lo había plagiado completo. Para que surgiese este follón (lío) y en este follón la gente conociese mejor a José María Pérez Álvarez. Lo escribí en un artículo, con un poco de ternura y de mala leche. Y sobre todo con la perplejidad de no entender por qué a un hombre sobrado de talento, trayectoria, libros, respeto internacional en el mundo de la literatura, le ocurre eso.

¿Qué te causa temor en tu relación con la literatura? Esta relación -que se nota es muy intensa por la vasta memoria que tienes sobre libros, autores, épocas y corrientes literarias-: ¿te causa algo de reticencia o te entregas por completo?
No, yo me entrego por completo. Hay veces que la vivo como dices tú, con esta pasión, esta sinceridad apabullante, a veces casi avasalladora. A veces no sé muy bien dónde está la ficción y la realidad -me refiero en mi propia vida-. Entonces, la literatura la vivo como si fuera una forma más de respirar. Me confío mucho en la vida, la literatura y la gente. Dentro de esta pasión me entrego a la literatura también con un gran candor. Miedo no tengo a nada. Hoy, por ejemplo, me ha pasado una cosa muy curiosa: he inventado varios personajes -lógicamente en mis libros-, he creado un fotógrafo que su procedencia sería de un pueblecito de Teruel. El fotógrafo se llama Manuel Martín Mormeneo. Acabo de recibir una carta de una señora de Bahía Blanca, en Argentina, que se llama Isabel Mormeneo, y quiere saber si ese personaje que me he inventado es un antepasado suyo. Estas cosas me pasan constantemente en la literatura. Todo el mundo quiere saber si algunos personajes que invento y son de determinados lugares tienen que ver con antepasados suyos, si son reales. Pero en general, hombre, intento no molestar, no zaherir a nadie cuando se puede ver que alguien está ahí detrás. Intento no meterme con nadie porque creo que tampoco es necesario.

De repente esas personas que te piden datos de tus personajes ficticios -creyendo que son verdad- en el fondo quieren perennizarse a través de algo. Y ven que un escritor los puede perennizar con su apellido, su familia, con algo que se parezca a ellos.
Eso tiene razón. Me pasó por ejemplo cuando inventé un personaje que ahora aparece en todos mis libros -en Golpes de mar (2006), en Fotografìas veladas (2008), antes apareció en Album del solitario (1999), en Los seres imposibles (1998)- y lo creé en un libro que llevaba su nombre: El testamento de amor de Patricio Julve (1995). Te hablo de un fotógrafo ciego de un ojo, cojo de una pierna, se llama Patricio Julve, que tiene sus raíces también en un lugar de Aragón -aunque soy gallego llevo treinta años en Aragón-. Y entonces, recibí muchas llamadas. Mucha gente quería saber si ese personaje era su bisabuelo… Todo el mundo tenía un antepasado fotógrafo. Es una cosa que me deslumbraba. Y lo más gracioso que me pasó fue que un catedrático de universidad –cuando a partir de este libro, la historia de un fotógrafo, se habla de sus fotos- me preguntó que teníamos que hacerle una gran exposición antológica a ese fotógrafo porque teníamos que recuperar sus obras y presentarlo al público. Una cosa que me pareció muy bonita es cómo los personajes de ficción de repente se convierten en seres reales y cómo la gente -como dices tú- quiere tener un parentesco con ese elemento de ficción. Porque de alguna manera estos personajes acaban teniendo cierta inmortalidad a través de los textos. Una de las cosas que hace la literatura, en mayor o menor grado, con mayor o menor éxito, mayor o menor reconocimiento público, es conferir a los personajes cierta aureola de inmortalidad. Están ahí.

Mencionaste a Teruel (ciudad de Aragón). ¿De qué forma y por qué te había marcado Teruel?
Teruel es una provincia despoblada, que tiene todos los paisajes. No tiene mar pero tiene lagos, llano, serranía, alta montaña, páramos maravillosos. De entrada es una especie de mosaico de naturaleza muy variada. Allí llegaba el mar. Hubo dinosaurios en la zona de Teruel. Entonces, por distintas razones -básicamente porque soy marido de médico- durante quince años he estado viviendo en distintos lugares de Teruel. Primero viví en un lugar que se llama Camarena de la Sierra, una zona de alta montaña. Estamos hablando de 1500, 1600 metros, no estamos hablando de las montañas de los altiplanos del Perú. Era un lugar absolutamente paradisíaco. Un lugar frondoso que tenía pequeños ríos que atravesaban el paisaje. Vivir con la naturaleza, vivir con esa sensación de grandiosidad, que no es un Machu Picchu pero es grandioso a nuestra medida. Uno vive los paisajes que vive. Uno no vive en los Andes, no vive en la cordillera, vive otra cosa. De entrada, ese lugar me fascinó. Y me pasó una cosa muy bonita -que luego fue casi un método de trabajo-: mi mujer pasaba a consulta, yo estaba en casa cuidando a los niños que teníamos entonces, y la gente salía de la consulta y me venía a contar historias -como estamos tú y yo ahora aquí-, me contaban todo…

¿Era una costumbre en Teruel?
No. Es que mi mujer les dijo que su marido era periodista y escritor. Y que por qué no me venían a ver y contarme cosas. Entonces yo sacaba la cuaderna -como tú tienes ahora aquí- y empezaba a tomar historias. A veces me servía una frase: con una frase creaba un mundo. Y de esa estancia que fueron tres meses en tres años sucesivos –88, 89 y 90- yo escribí un libro que se llamaba Los pasajeros del estío (1990). Un libro muy especial, publicado en una editorial que se llama Olifante. Ahí nació la relación con un mundo muy sudamericano, porque a Teruel lo veía con esa textura sudamericana, esa envoltura mítica. Ese lugar que no sabes por qué hay tanto misterio, por qué la naturaleza es tan deslumbrante, por qué los personajes son tan extraños, y yo con eso hice mi primer libro. Luego nos fuimos a otro pueblo que se llama Cantavieja, que es una montaña impresionante, y ahí surgió El testamento de amor de Patricio Julve. En este caso ya no venía la gente a contarme historias. Era yo el que salía a las calles a hablar con la gente, a hacer un trabajo documental que luego llevaba a mi terreno. Hacía periodismo en el método de trabajo pero luego inventaba y creaba historias. Aunque algunas historias, la mayoría de gente me decía -cuando salió ese libro el año 95, que tuvo tres ediciones y publicó Destino-: ”es que tú has traído el mar a Teruel”. Porque como yo era gallego, yo al mar y tal. Teruel me marcó tremendamente porque es un lugar muy vinculado con la guerra civil, con distintos reyes medievales, con los maquis -esa gente resistente que cuando triunfa Franco se van al monte y hacen la guerra de guerrillas desde el monte-. Tenía un montón de cosas. Todo ese mundo me marca muchísimo, me gusta muchísimo y la verdad es que me dio todo. De niño me encantaba el paisaje con locura. Yo hacía dos cosas: me iba al bosque y me internaba a pasear solo, con un miedo infinito pero me apetecía hacer eso. Llevaba siempre una especie de amuleto. Luego en mi casa, cuando llovía, teníamos una especie de voladizo que nos cubría, y yo aplicaba el oído en la tierra, me quedaba allí tumbado, acurrucado como en posición fetal y escuchaba el estremecimiento de la tierra. Me quedaba ahí. Escuchaba el golpe de la lluvia contra el suelo, esa especie de golpe de tambor. Escuchaba -vamos a poner un poco de imaginación-…

Es una imagen bien cinematográfica.
…cómo se estremecía la tierra. Esto lo hacía yo cuatro o cinco veces al año como mínimo, porque me encantaba. De repente se pone a llover, se despiertan unos olores de borrasca, y yo me aplicaba ahí, me quedaba así acurrucadito, como si no hubiera nacido. Y escuchaba, veía, cómo caía la lluvia, escuchaba la música, para mí era una sensación maravillosa. Es decir, ahora, muchos años después me acuerdo de esa imagen como una que define mi amor a la naturaleza, mi búsqueda de captar el misterio, mi relación casi telúrica con la tierra, como superficie matricial, como matriz del mundo.


“…Avanzó hacia el interior de las rocas como si quisiera recorrer por última vez los escenarios de una pasión extinta ya, pero que no acababa de consumirse en su interior con calma y sin avivar el espanto de la decepción…”

De Golpes de Mar de Antón Castro


Hablaste de Golpes de mar que antes se llamaba Marinos y mujeres
Sí.

…y dijiste que era tu autobiografía como escritor, y que te costó más de veinte años terminarla, en tres versiones distintas. ¿Cómo se escribe un mismo libro tantos años? Uno a veces siente que pesa el libro porque lo tiene ahí…
Cuando digo que es mi autobiografía de escritor quiero decir que es el primer libro que escribo o empiezo a escribir -por lo menos en los primeros cuentos- y es el último libro ahora. Ya he publicado otro más, pero hasta el año 2006 es el libro que me acompaña siempre. Yo primero publico en el año 87 cuatro cuentos que se llamaban Mitologías -que era el germen de Golpes de mar-. Diez años después, en el año 97, en gallego esta vez, publico un libro que ya tenía once cuentos y se llamaba Vida y muerte de las ballenas. A esos cuatro cuentos iniciales yo le añadí otros siete. Y ahora, diez años después, el 2006-2007 publico Golpes de mar, la edición definitiva en castellano.

No va a haber una segunda edición definitiva.
Creo que no voy a ampliarlo más. Es decir, ya está redondeado el tema. Y entonces, ¿qué ocurre? Primero aparecen cuatro cuentos. En el segundo libro, en gallego, aparecen once. Cuatro y siete. Ahora aparecen dieciséis, pero he quitado algunos cuentos del libro segundo y he añadido otros cuentos nuevos. Es decir, es un libro que al principio escribí en gallego, lo traduje, lo publiqué en gallego, y finalmente he seguido trabajando ya en castellano y he completado Golpes de mar. ¿Por qué digo que es mi autobiografía de escritor? Porque es el libro que -de alguna manera- condensa mis obsesiones, mi mirada sobre el mar, los autores que me han gustado -y muchos están ahí presentes-. Es un libro de muchos homenajes, explica cómo un escritor que empieza con veinte años, veintidós, veintitrés, veinticinco, empieza a trabajar y va ampliando el mundo pero sigue siendo ese escritor siempre. Es un libro que me gusta mucho. No tiene nada que ver con mi autobiografía personal. Sólo hay un texto autobiográfico ahí, se llama Dos tardes con Beatriz de Sousa. Es mi libro que refleja más cómo soy yo. Cómo miro, cómo me interesan los personajes, el mundo del mar y el mundo irlandés, el amor, la muerte -casi como temor y mito-. Me parece que ese libro, si tuviéramos que hacer un autorretrato de Antón Castro como escritor, posiblemente sería el más perfecto. Aunque hay otro libro mío que me gusta mucho también, el último, Fotografías veladas. Otro libro mío que me encantaría regalar a todos los lectores -pero está agotado y la editorial no lo quiere reeditar- es el que más éxito ha tenido, se llama El testamento de amor de Patricio Julve: se inicia en 1835 y termina en 1996. Tiene como 160 años de historia, y son 160 años a través de distintos relatos, de un hilo conductor que sería ese fotógrafo Patricio Julve, a través de un paisaje muy teruelense, plenamente. Un paisaje montañoso, escarpado, fascinante, que se llama el Maestrazgo (una comarca histórica).

De Golpes de mar me llama mucho la atención que tiene un ritmo muy pausado y es muy poético. Por ratos hubiera sido un poema y por ratos una narración…
Sí.

…pero va combinado.
Eso es una cosa que hago siempre. Hay mucha gente que dice que mis textos son siempre muy poéticos. Yo escribo con esa naturalidad. Me interesa muchísimo el mundo de la poesía. De repente he empezado a escribir poesía de nuevo. Porque empecé escribiendo poesía de joven pero estuve como veinte años sin la poesía y ahora quiero hacer poesía. He escrito ya unos poemas. Pero hay una textura de la prosa que me gusta mucho. Intento que la carga poética no perturbe, que no moleste sino que dé matices nuevos. Para mí es muy importante en lo que hago la narratividad, la amenidad, el que te interesen unos personajes, lo que se cuenta, las situaciones, el color, el olor, el sabor. Y todo eso, ¿cómo lo doy? Primero, con un tratamiento especial del tiempo, que casi siempre en mis libros es muy intemporal -nunca sabes con certeza en qué momento están pasando las cosas-. Hombre, sabes que estamos en el siglo XX posiblemente pero no sabemos en qué nebulosa exacta está. Y me interesa mucho la poesía. Esas imágenes que de repente te abrazan, te envuelven, te crean un clima especial. Y sobre todo te meten en un lugar que estás cómodo, que estás bien. Mis textos son muy líricos, como dices; son reflexivos sin ser filosóficos, muy poéticos y narrativos. Yo no quiero que nadie se aburra nunca con mis textos.

Entrando a tu lado periodístico: cuando entrevistas a escritores – porque también entrevistas a gente de otros ámbitos de la cultura-, ¿has pensado que alguno de ellos te puede decir un secreto que tú no sabías o quisieras saber sobre literatura?
Mucha gente. Porque todos vivimos la literatura de manera especial, quiero decir que todos tenemos una pulsión íntima, reflexiva. Siempre hay mucha gente que te descubre cosas. Siempre aprendes. Incluso aprendes de escritores que tú sabes que son malos. Hay muchos escritores de éxito que son muy malos escritores, la relación con el lenguaje es muy mala. Son escritores que ni tienen un don poético, y sin embargo funcionan muy bien porque la gente busca en sus textos otra cosa. Busca entretenimiento fácil, fragmentos de historia, creaciones inmediatas. La verdad es que siempre me ha interesado mucho cómo los diferentes escritores van construyendo su mundo, qué es lo que les interesa. Hay escritores que te interesan mucho más. No es lo mismo entrevistar a Enrique Vila-Matas -que tiene una relación con la literatura increíble, llena de hechizos, de sortilegios, con una poderosa carga de azar- que entrevistar a escritores que no tienen un mundo literario. Son escritores que ven la literatura como instrumento para otra cosa. Me gustan más los escritores que tienen la enfermedad de la literatura, que tienen una relación muy especial, llena de recodos, secretos, laberintos, encrucijadas, con la literatura. Eso es lo que me gusta.

¿Entrevistar a Antonio Gamoneda también resultó igual de grato que entrevistar a Vila-Matas?
Sí. Es muy diferente. Hay como dos Gamonedas. La primera entrevista que le hice a Gamoneda no fue la que le hice en el año 2008 -coincidiendo con la Exposición Internacional de Zaragoza- sino que lo entrevisté por primera vez en el año 88, hace 21 años. Lo entrevisté en un viejo café de Zaragoza que está dentro de un restaurante donde va mucha gente. Es un lugar muy literario. Por allí ha pasado todo el mundo de la cultura, del arte, de las variedades. Todo el mundo ha pasado por allí. Lo entrevisté allí. Yo lo conocía, él acababa de publicar un libro que era como su antología poética total, se llamaba Edad (1987), por la que había recibido el Premio Nacional de la Crítica. Había sido una revelación que se conociera como un poeta de provincias y de repente sale con toda la fuerza del mundo. Un poeta de León, aunque él nació en Oviedo. Me perturbó mucho aquel hombre. Primero porque no era un poeta fácil, lo veías torturado. Era un poeta del conocimiento, del silencio, la muerte, de un paisaje desabrido, de nieve, un poeta del páramo. Estos poetas donde los elementos simbólicos son símbolos –valga la redundancia- de sentimientos del alma: la soledad, la pérdida.

Conceptuales.
Sí. Muy conceptuales. Él es un poeta que construye unas imágenes deslumbrantes, muy buenas, estupendas. Pero por otra parte es un poeta de todas estas cosas: soledad, vacío, pérdida, desamor, conocimiento, un poeta del hielo. Del hielo como elemento fundamental de la nieve, como elemento fundamental de desamparo en el mundo. Me sorprendió muchísimo aquello. Cuando lo he vuelto a entrevistar muchos años después, cuando ya era Premio Cervantes, él se acordaba. Nos hemos escrito muchas veces. Inclusive le he traducido algún poema al gallego. Es un hombre con su mundo, sigue un poco en sus trece. Me pasó una cosa muy curiosa cuando lo entrevisté esta vez. Él es un poeta que tenía una vena social, también. Leyó un poema sobre la memoria, sobre el rescate de la memoria en Galicia, en España, sobre los muertos -la gente que ha sido enterrada y no sabemos dónde-.

Por la guerra civil.
Por la guerra civil, sí. Y la verdad es que su poema fue impresionante. A la gente le impresionó. En España ha habido hace poco un debate, una especie de malentendido. Porque le preguntaron (a Gamoneda): “se muere Mario Benedetti”. Y entonces él dice -con muy buena educación- que es un poeta necesario, que su conciencia cívica ha sido muy importante, que es un hombre al que le tiene mucha admiración, pero que lo que él hace para él no es poesía, es otra cosa. Lo que vino a decir -más o menos- es que Mario Benedetti no era uno de sus poetas afines, él prefería otro tipo de poética. Le pasa a mucha gente. Mario Benedetti: hay gente que le gusta mucho y hay gente que no le gusta nada. Entonces, a raíz de eso ha sido muy insultado, muy vituperado…

Pero tiene unos poemas muy buenos, los últimos que escribía Benedetti…
Sí.

…no eran de “codo a codo”, eran mucho más elaborados.
No. Exactamente. No era aquello de “si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos…”. Eso sería lo que se ha llevado a la música…

A los colegios, también.
A los colegios, también. Hay una cosa que no le puedo negar a Mario Benedetti -me puede gustar más o menos-: es un hombre que manejaba el lenguaje muy bien, tenía una facilidad… Era un poeta que tiene capacidad de convertir la poesía en un instrumento, que la gente hace suyo y lo vive de manera especial.

Como Ernesto Cardenal, también.
Y Ernesto Cardenal. Sí. Es muy difícil hacer tuya la poesía de Antonio Gamoneda. Me refiero a hacer tuya en un sentido colectivo, popular, es otra cosa, es un poeta…

Es muy individual.
Muy individual. Es un poeta que te obliga a pensar, un poeta que muchas veces no entiendes lo que dice pero te gusta cómo lo dice, y eso te lleva a pensar, a indagar. Porque hay una cosa que también me gusta: esa poesía que tú no entiendes nada de lo que te cuentan.

Todo es pura metáfora.
Sí, que es pura metáfora, que es encadenamiento de imágenes, que es un poco el aroma del lenguaje. El lenguaje tiene aroma, sabor, un montón de cosas.

Leíste un texto tuyo (en el taller literario que ofreció en Lima), “Las cartas de mi padre”, y fue muy emotivo. Digamos que ese agradecimiento que le haces a tu padre y que te decidiste por la literatura cuando viste que tu madre estaba emocionada por uno de los textos que habías escrito: esas dos imágenes son tus pilares emocionales para la literatura.
Sí. Mi padre apenas sabía leer. Mi madre leyó poco -fue al colegio tres o cuatro meses-, pero esa primera imagen, que de repente nos cambiamos de pueblo y yo de repente me pongo a escribir en la mesa de la cocina y hago una narración contando cómo recordaba nuestra vida anterior, y se la leo y mi madre se pone a llorar, eso me pareció tremendo. Entonces, efectivamente, fue como una revelación. La literatura agita, excita, moviliza estos sentimientos tan profundos, esta emoción. Eso para mí fue como si hubiera descubierto la piedra filosofal. Fue muy importante porque en ese momento mi padre ya había vuelto a casa, pero cuando mi padre estaba en el extranjero -mi padre escribía muy mal y empezaba sus cartas así-: “Querida familia, espero que vuestra salud esté bien, quedando la mía bien, también”. Siempre empezaba así las cartas. Y a mí me llamaba el rey de la casa. Había un momento que contaba cómo le iba, si trabajaba de barrero de sábados, si había hecho tal jardín, tal otro, y al final preguntaba por el rey de la casa. Y el rey de la casa, el chico pequeño, era yo, que tenía entonces entre seis y diez años, en esa franja de edad. Para mí era muy emocionante. Mi padre: nunca le he oído una palabra de cariño. Por ejemplo, me ves que soy muy afectuoso con toda la gente, que le animo y tal: mi padre era todo lo contrario. No nos animaba nunca a nosotros, parecía como si fuéramos un poco extraños para él. Éramos sus hijos pero a la vez era como si no le hubieran enseñado cómo hay que ser cariñoso.

No había comunicación física.
Le costaba, le costaba. Porque mi padre se marchó de casa a los seis, siete, ocho años, a trabajar de criado. No había vivido ni con sus hermanos ni con sus padres. Y cuando vuelve a vivir con sus padres y hermanos es muy poquito tiempo: tiene 23 años. Quince años ausente de casa, y se casa. Realmente, lo que es el núcleo familiar no lo llega a tener. Sin embargo, una cosa que me impresionó mucho de él y que me ha pasado también, es que él tenía a su padre –que al final de su vida padeció un cáncer- y lo iba a ver todos los días. Y todos los días se sentaba al pie de su cama, le daba plátanos, hablaba con él, intentaba mantener una conversación. La imagen más poderosa que tengo de mi padre -al margen de las cartas, de ir con él alguna vez, que me llevaba de la mano- era ver cómo cuando mi abuelo tenía setenta años, se estaba muriendo, él iba todos los días. Salía del trabajo e iba diez, doce kilómetros en su bicicleta -o en lo que fuera- a verlo y estar con él. Fíjate hasta qué punto estaba poseído y perturbado (su abuelo) por su enfermedad que -nosotros vivíamos en un segundo piso- un día llamó, empezó a subir escaleras, llamó en el quinto, otro día llamó en el cuarto y otro día llamó a la peluquería. Le abrieron, no vio nada. Iba tan absorto en sus pensamientos que entró hasta donde estaban peinando a las mujeres y la peluquera, con mucha tranquilidad, le coge del hombro y le dice: “Señor Benito, me parece que usted se ha equivocado de casa, usted vive abajo”. Esas imágenes son muy importantes para mí. Ya sabes que los escritores -cuando antes me preguntabas si me habían revelado cosas- tienen una relación muy especial con la literatura. Hay gente que la literatura ha sido un exorcismo contra la pobreza, hay gente que ha sido una manera de escapar de malos momentos, ha sido una manera de sublimar el amor, y ha sido también -a veces- un refugio contra ti mismo, contra la parte más destructiva. La literatura en mí tiene muchos lugares, muchas esquinas. Dos fundamentales son estas que tú has avanzado: esa vez que escribo un texto y se lo leo a mi madre, y esas cartas de mi padre -que eran un folio por las dos caras escritas- que leíamos ante la ventana de la cocina. Me emocionaba tanto cuando mi madre leía las cartas en voz alta -casi a trompicones-, tanto que se me caían las lágrimas. Yo era un niño. Mi madre me veía y, ¿qué me decía?: “¿Qué te ha pasado, te ha caído una mota en un ojo?”. Y yo le digo: “Sí, mamá. Un mosquito se me ha caído en el ojo”. Porque no quería decirle que lloraba de la emoción de oír las cartas de mi padre, pero eso era lo que me pasaba.

La última pregunta: ¿qué te pareció esta experiencia por Sudamérica?
Sólo había estado una vez en Latinoamérica -el año 97 en La Habana- y ahora ha sido maravilloso. Voy a empezar por Perú, porque he estado en Lima -he hecho algunos pequeños viajes, pero básicamente he estado en Lima- y la verdad es que he entendido mejor muchas cosas. Los peruanos son gente más humilde, aparentemente, que también te da -desde el silencio, desde esa mirada profunda- un gran cariño. Es gente muy meticulosa, y me ha tratado todo el mundo maravillosamente bien. En términos de experiencia: preciosa. Los talleres: me lo he pasado muy bien. No porque yo pensara que acertábamos sino porque tenía la sensación de que la gente estaba muy a gusto, muy feliz. Un poco rompiendo lo que sé que a veces son los talleres literarios canónicos. Hicimos unos talleres muy constructivos, muy diferentes, donde la gente dio lo mejor de sí mismo, con una gran creación general, colectiva. Donde hicimos un viaje por la literatura de todos los tiempos, por todos los géneros, a través de los textos. Para mí eso fue maravilloso. Y luego, el encuentro con la gente en la conferencia fue muy bonito porque yo estaba muy pendiente de la gente -teníamos una hora y pico, nos hubiéramos quedado ahí hasta mañana- y se veía feliz. No veías a nadie que se durmiera -siempre hay alguien que se duerme-. Creo que fue muy bonito, muy emocionante, y veía que la gente disfrutaba. Para mí fue estupendo y la ciudad me encantó, me encanta. Y en Buenos Aires me la he pasado muy bien -aquí tuve tres intervenciones, en Buenos Aires cinco-. Primero, un encuentro con los editores, luego, una charla con la gente del Centro Gallego, dos talleres de televisión y una charla. Hubo menos gente en Buenos Aires, una ciudad mucho más complicada. Quizá los argentinos no tienen ese cariño hacia el extranjero que se muestra aquí en Perú. Aquí la gente, los periodistas, todo el mundo, es muy cariñosa. Los argentinos están muy contentos de haberse conocido y menos contentos de conocer al que viene. A mí me da igual, yo he sido muy feliz. En general, me han tratado muy bien, han sido muy cariñosos y ha sido una experiencia maravillosa. Son dos ciudades muy diferentes. Buenos Aires es una ciudad enorme, grandísima; esta es una ciudad más destartalada pero con muchísimas riquezas, un pasado fantástico y -sinceramente te lo digo- he sido muy feliz. Mi mujer dice que este es uno de los viajes de su vida, que se lo ha pasado muy bien, que nos hemos sentido muy queridos y que al estar aquí se han consumado muchos sueños, muchas imágenes que teníamos a través de la literatura, a través de personajes como Martín Chambi, que tanto me gusta.

Muchas gracias por la entrevista, Antón, y esperamos que puedas volver en alguna otra oportunidad al Perú.
Yo espero que pueda volver, que ya estén aquí mis libros y la gente me conozca un poquito más. Muchísimas gracias.

Gracias.


Nota: esta entrevista fue realizada en el año 2009.