lunes, 27 de septiembre de 2010

Maria Alzira Brum




“Tu vitalidad está en reconstruirte”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

La escritora brasileña Maria Alzira Brum Lemos (Sao Paulo, 1963) resulta una persona agradable apenas uno la conoce. Y no es solamente por la fama de gente alegre que poseen los brasileños. No. Es carisma natural. Ella vino al Perú como invitada de la FIL LIMA 2010, donde ofreció una conferencia, participó de una mesa redonda trinacional y presentó su segunda publicación narrativa: Novela Suvenir (2010). Brum es doctora en Comunicación y Semiótica por la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo. La literatura y su trabajo como traductora ocupan mayormente sus días. Vive un poco en todas partes, entre el país de la samba y el resto de Latinoamérica. Su novela anterior –que también presentó en Lima el año pasado-, La orden secreta de los ornitorrincos (2009), recibió muy buenas críticas. Además, ella ha escrito ensayos sobre cultura y mestizaje en O doctor e o jagunco (2000), y la biografía Alejaidinho: homem barroco, artista brasileiro (2008). Textos literarios suyos figuran en antologías de su país y del extranjero. Igualmente, ha publicado ficciones en revistas impresas y electrónicas de Argentina, Portugal, México y Nicaragua.

Novela Suvenir –una mezcla de relato de viaje e investigación sobre el acto o efecto de la locura- cautiva por su capacidad de sorprendernos en cada página. No sabemos de qué nos hablará en la siguiente. Ni lo intuimos. Los Que Nunca, los Colibríes, los Gobdas, los Buitrones, los Limaches, los Niños Santos, la Escritora Extranjera, los Espíritus Animales o la Señora M., nos llevan a través de un viaje literario experimental por el caluroso Veracruz. Y durante ese recorrido aparece -fantasmal y profundo- Julio Cortázar, quien sabía bien que sobre la telaraña diaria de la vida somos arañas y moscas a la vez. Fluyen muy rápido estas páginas. Novela Suvenir condensa una fusión de vera arte y vera cruz.

Ahora, la narradora nos detalla las distintas facetas e intereses que abarcan su viajera vida con mucha reflexión y sentido de la realidad.


Mucho gusto de estar aquí con usted.
Mucho gusto. Buenas tardes.

Quería empezar con una partecita de su Novela Suvenir: Tao cedo anoiteceu. Son cada vez más cortas las novelas latinoamericanas, y la música popular brasileña ya no es lo que era, mezclada con rimas malas y canciones sentimentales. El camión se aleja, las palabras de las novelas y de las canciones se alejan, se alejan recuerdos y anhelos. Todo es extraño, ajeno, extranjero. Foreign cor, foreign luz, foreign flor, flor de fotografía. Este fragmento de su novela que mezcla pequeñas reflexiones sobre música, literatura, sobre -ligeramente- filosofía, ¿es una muestra de esta reflexión general que es Novela Suvenir sobre su estadía en México, sobre la vida misma?
Sí. Y es más bien un fragmento de la novela. Todo fragmento solo tiene sentido en la lectura en su conexión con otro fragmento. Entonces, no es una reflexión absoluta. No creo tanto en reflexiones absolutas sino que es una parte de estas vivencias, un momento de estas vivencias, un momento de la novela, y es un momento de reflexión sometida a la prueba del conjunto de la novela. Y de la lectura del otro, cómo el otro lo lee.

Esta frase Tao cedo anoiteceu es parte de una canción de Flavio de Carvalho, que fue nominado al Premio Nobel de Literatura en el año 1939. ¿A usted le gusta mucho hacer referencias literarias, jugar con la tradición literaria de su país?
Sí. Hago muchos juegos. Hay muchas capas dentro de esta novela. Sobre todo tiene muchas referencias. Por ejemplo, hay un juego hasta con Clarice Lispector, que no está muy visible. Pero sí, en la medida de lo posible hago referencias, incluso a autores no muy conocidos. No debes dejar de recordar que la novela se escribió con fragmentos de textos que estaban en la computadora. Esa es la idea. En el título de la novela mezclo portugués con español, pero al final tú no sabes quién la escribió. Si se escribió desde el portugués -citando cosas- revisando el español o al revés.

Es una novela híbrida, porque ha sido escrita en México, usted es brasileña y está publicada en México y en Lima.
Sí, y se escribió en español.

¿Es verdad que inicialmente se iba a llamar Lo viví en Veracruz su novela?
Empecé a ponerle este título y después vi que era un título provisional. Yo sabía que no iba a ser así. Pero era el título del proyecto. Luego ya lo cambié. Pero sí, en algún momento sí. Pensé en otros títulos, pero eran todos malos, ja, ja, ja. Y al final el título apareció en el proceso mismo de la novela. Pero el proyecto no cambió: se fue haciendo y moviendo.

En México hubo trescientas portadas distintas de Novela Suvenir, ¿verdad?
Sí, algo próximo a esto. No sé cuántas, pero toda la edición nomás era trescientos o doscientos. Ya no tenemos ninguna. Cada taller hizo las portadas. Y algunas personas hicieron varias. Pero sí, son todas distintas. Creo que son doscientas. Hicimos dos presentaciones y ya no hay más.

Debe ser una de las novelas con más portadas en el mundo, ja, ja, ja…
Eso, ja, ja, ja, ja, sí. Porque cada persona hizo su portada. Era una edición cartonera y se sacó con una editorial llamada Santa Muerte Cartonera, y también con apoyo de La Ratona Cartonera de Cuernavaca. Teníamos dos editores cartoneros que ayudaban a la gente con el material y quedó muy contenta porque cada uno tuvo su libro. Esta era la idea, que el souvenir casi siempre es un objeto masificado que compras, hay miles iguales y lo llevas. Sin embargo, este souvenir tiene un recuerdo de mi viaje que, de alguna manera, el lector también habría participado de este viaje, haciendo la portada. Cada uno hace su viaje. Con las portadas ya la novela tiene otra dimensión. Se han perdido algunas cosas, (se) gana otras.


La literatura es un momento de fiesta

Usted es traductora de profesión…

Sí.

…y leí que usted había llegado a un punto de equilibrio en el cual ya podía dejar de trabajar y dedicarse a la literatura. ¿Es así? ¿Siente que ahora sí la literatura es su carretera, su vía a futuro?
Sí, pero jamás podría dejar de trabajar. La verdad es que no gano dinero con la literatura. Estos momentos de fiesta en que apareces acá -como todo en esto- son momentos, nada más. Porque tú llevas tu vida, despiertas a las cinco de la mañana, dependes de este dinero de las traducciones. No tengo casa, vivo un poco en cada país, voy escribiendo y viviendo así. Entonces, no he dejado de trabajar…

Es una nómada de la literatura.
…sino que he decidido que esto es lo primero. Pero tampoco puedo dejar de mantenerme, como supondrás. Tengo que comer, vestirme.

Por supuesto.
Pero trato de equilibrar las cosas. Ojalá pueda obtener una beca o algo así. Ya sé que estas cosas nunca son para toda la vida, pero sé que lo primero es escribir.

Es su prioridad.
Sí, mientras pueda hacer trabajos que esté satisfecha con ellos como proyectos artísticos.

Traducciones principalmente del español al portugués. ¿O también viceversa?
También hago viceversa, pero junto con otras personas que trabajan conmigo, otros traductores. Tienes una empresa y necesitas una traducción, puedes contratarme, pero lo hago siempre con otra gente. Principalmente de español a portugués.


Ornitorrincos inclasificables

Su novela anterior La orden secreta de los ornitorrincos fue clasificada como inclasificable, ja, ja…
(Brum ríe contenidamente).

…donde se mezclan narradores, historias y era un experimento lúdico. ¿Cómo así tiene este amor por el juego? Cuidando las palabras, el lenguaje, tanto en su novela actual como en la anterior.
Sí, son novelas distintas, pero me gusta el proyecto artístico. Yo disfruto con el proceso de construcción del texto, con el proyecto de construcción y deconstrucción del pensamiento, también. Con el proceso de conocer y conocerse mientras hago la novela. Disfruto y sufro con el proceso. Sí, me gusta jugar. Disfruto muchísimo de todo el proceso, trabajar con el lenguaje todo el tiempo.


Un asesino en sueños

Sobre este cuento Ella en mis sueños que ha publicado en Carátula –revista digital bimestral dirigida por el novelista Sergio Ramírez-, me pareció muy interesante cómo hay críticas a los abogados. Si bien es un cuento medio policial, también es de ficción. Al final, por los sueños dejan libre a un asesino. ¿Cómo así trabajó este cuento?
Lo que ahí trabajé más fue toda la cuestión de la razón, la retórica, la ciencia, la ley. El cuento puede ser una alucinación, pero también puede ser lo que solo uno habla. Es más bien cuando uno está hablando consigo mismo, pero lo atribuye a un otro. Por ejemplo, a veces estás molesto con alguien y te vas por la calle pensando todo lo que le vas a decir. Estaba hablando con otro, pero estaba hablando consigo mismo. Es una reflexión sobre la idea de realidad, de lo que es la ley, la ciencia, y sobre todo la idea de la razón. Porque la razón está compartida. Al final le condenan, pero es algo más o menos ligero. Es cómo se conducen las cosas. La idea de culpabilidad. He trabajado ahí varias cosas. He disfrutado con el registro literario de cómo se va a terminar el cuento, de que tienes una historia y al final te sorprende lo que va a pasar.

¿Y es cierto esto de que hay una tribu en Alaska que tenía un antecedente parecido (tribu donde las mujeres eran asesinadas por sus parejas mientras dormían, puesto que ellos las veían en sus pesadillas convertidas en alces gigantes y furiosos que los atacaban)?
Creo haberlo leído alguna vez en mi vida. Tengo esta memoria, pero también puede ser que lo haya inventado. No lo tengo claro. Yo recordaría haber leído por los años ochenta un artículo de un médico psiquiatra -de la etnopsiquiatría- que hablaba de tribus (en las) que había como una locura. A veces pasaba con algo esta locura de matar a la mujer que estaba al lado porque en sueños lo vio así. Esto también tiene que ver con la idea del otro, de la mujer.

El machismo, también.
Sí. O tal vez lo haya inventado en algún momento y no lo usé hasta que escribí este cuento. Que de hecho no es nuevo, tiene ya algunos años, pero nunca lo había publicado. Es un cuento inédito.


La enorme influencia de Euclides da Cunha

Está muy bueno. Y sobre su libro de ensayos acerca de Los Sertones de Euclides da Cunha, O doctor e o jagunco, sobre la cultura y mestizaje a partir de Los Sertones. ¿Cuánto ha influido Euclides da Cunha en el devenir de la literatura brasileña? Porque él publica Los Sertones en 1902 y…
Sí.

…influye en todo el siglo XX.
Influye y no influye. Hay mucha discusión. La idea del sertao (sertón) es más bien como una ficción compartida y colectiva que se va reconstruyendo y se utiliza en la construcción de la misma idea de (lo) nacional en Brasil, de identidad nacional. Por muchos años hemos dado la idea del sertao en oposición al litoral, una idea del salvaje en oposición al civilizado o lo rural y lo urbano. Euclides hace un marco -él hace lo que dice Calvino, por eso se vuelve un clásico-: recoge lo que había antes sobre este tema y al mismo tiempo deja sus huellas para el futuro. De ahí se vuelve una referencia a la cual siempre se vuelve de una manera novedosa. Aunque mucha gente diga que el libro se agota o que está agotado. Sí creo que me influye, porque es una mirada compleja a las cosas. El desafío fue que era un libro del cual ya se había hablado todo. Desde una perspectiva más contemporánea y que mirara hasta sus fuentes científicas -que de hecho hay-: con esto trabajo. Trabajo con sus fuentes mucho más que con sus comentadores. Trato de reconstruir lo que me parecía o (de) comentar una mirada compleja. El desafío fue trabajar algo sobre lo cual ya se había dicho todo y había muchos juicios formados. Se trató casi de deconstruir y ver de una u otra manera este texto, con una lectura más fresca: mi lectura. Eso está ahí. Para mí es un libro grande. Es un libro que le gustaba mucho a Borges. Tal vez, lo único brasileño que él haya comentado -no sé si ha leído otros-. Y también (escribí el libro de ensayos) para entender cómo se usa el discurso de la ciencia o cómo se usan las clasificaciones. Y para entender lo que es un texto híbrido -un texto que a la vez pretende ser científico, literario, periodístico-.

Le gusta todo lo que es mezclar los géneros.
Sí. Entonces, tiene grandeza. También trabaja la parodia. Es un gran libro. De hecho el mismo Euclides no escribió nada mejor que eso. Tiene muchas otras obras, pero no tienen grandeza.

También ha tenido influencia en el cine, en el cinema novo brasileño, en el mismo Joao Guimaraes
Sí.

…Mario Vargas Llosa. Es un libro inmenso.
Sí, todos vienen con esta experiencia. Porque hoy día ya puedes deconstruir. Esta también es la idea de la biografía.


Afrodescendientes brasileños y Alejaidinho

¿Alejaidinho?

Sí. Hay ideas que han sido formadas a lo largo de los siglos, a lo largo del tiempo, y que uno asume como verdades absolutas. La idea del sertao: los tiempos cambian y va cobrando nuevos significados. Esto no es solo un decir. El tópico siempre se puede rehacer. No hay ninguna verdad: nación, identidad, nada de esto. Es lo mismo que pasa con la biografía. Cuando acepté hacer una biografía no sabía nada de Alejaidinho, o muy poco. Y al hacerla…

Es Antonio Francisco Lisboa.
(Asiente) Antonio Francisco Lisboa.

Siglo dieciocho.
Autor brasileño del siglo dieciocho, conocido como Alejaidinho. Yo acepté ese desafío nada más porque quería aprender.

Fue por encargo.
Sí, fue por encargo. Porque estaban haciendo una colección de personalidades negras, buscando escritores para hacerla, y me invitaron. Somos pocos, uno o dos (autores) que no estamos vinculados a lo que es el movimiento afrobrasileño, afrodescendiente. También esto fue muy interesante, porque se trataba de recuperar un personaje dentro de un ámbito de afirmación de la gente afrodescendiente. Mucha gente en Brasil hoy, en los estudios más avanzados, dice que prácticamente no existió Alejaidinho. Que es una invención de los nacionalistas, del sistema, de los modernistas; una invención que a lo largo del tiempo ha servido…

Pero es un personaje histórico.
Sí. Ha servido para justificar una serie de cosas. Al hacer la biografía, mucho más importante que saber de la existencia o los datos de la vida de este personaje, pues (era) saber cómo se construyó el personaje. El desafío: construir y deconstruir. Trabajar con aquello que parecen verdades absolutas. No tomarlas como verdades absolutas sino utilizarlas para una investigación que siempre vuelve, para conocerte o conocer a tu entorno y recrearlo. No tratar de repetir todos los tópicos que existen. Para esto me sirvió. Aprendí muchísimo sobre lo barroco. Y creo haber aportado -utilizando diferentes fuentes- una divulgación sobre cómo se creó el personaje, quién utiliza el personaje, diferentes modos de ver a este posible hombre que vivió en el siglo dieciocho, y a quien al final se conoció como Alejaidinho. Ahí está la idea (de) trabajar con algo que es utópico.

Y al final, ¿termina siendo un personaje construido o un personaje más real de lo que se pensaba?
Toda biografía es construida. De lo que se trata, no es si existió o no, no se trata de la realidad, se trata de qué pasa. Es decir, por qué existieron artistas que hicieron esta obra. Entonces, él representa a un conjunto de artistas afrodescendientes que vivieron en la colonia, que utilizaron el barroco como una forma de resistencia, de construcción y modo de vida. La realidad es un concepto muy frágil, muy débil, para utilizarlo. Existe porque ahí está la prueba, ahí está todo lo que se hizo y cómo se asume este personaje, pero no está revestido -tal vez- como una única persona física que hizo todo esto.


La creación del mundo en un reality show

Y sobre su nuevo proyecto de libro: 1979, la creación del mundo, que está trabajando para el año que viene. ¿Cómo va?
Ojalá. Ese proyecto ya tiene mucho tiempo. Lo cambié, ahora se llama La creación del mundo nomás. En un primer momento quería narrarlo desde el pasado, pero desde un pasado que luego se volvería un único tiempo. Creo que puedo sacarlo el año próximo, pero lo estoy haciendo con tranquilidad. Trabajo con la idea de una isla comprada por una megamultinacional del espectáculo, y todo se vuelve ahí un reality show.

¿No es O Globo?Ja, ja, ja. Algo así, pero esta isla tiene sus peculiaridades: se mueve, es un poco inventada y un poco basada en la biografía de una isla que existe en Brasil. Y también en la idea de todas las islas. La idea de navegación, el Internet, cómo nos volvemos todos personajes de un gran reality show.

Todos estamos en islas.
En efecto. Pero también todos estamos navegando en un gran reality. Un poco de ahí parte la idea.

Estamos como en (The) Truman Show.
(Sonríe) No sé, ja, ja…

Todos vemos lo que está haciendo el otro.
Sí. Puede ser algo así. Esa es una reflexión y allí hay muchos personajes reales, algunos filósofos que existieron, personajes artísticos, de cómic. Lo mezclo todo. Es divertido. Espero que sea divertido.


Fogwill, Los pichiciegos, Benet

¿Cuántos años ya tiene trabajando traducciones?
Creo que desde el año 2000, tal vez 2001. Lo que pasa es que yo no trabajaba como traductora. Yo daba clases, tratando de adaptarme al mundo del trabajo con muy poco éxito. Entonces, todo lo que hacía lo hacía bien, pero no lograba mantenerme, porque lo mío no es esto. Estaba como cuatro, cinco años, dando clases. Muy deprimida por el hecho (de) que tenía que salir. Me encantan los alumnos, soy amiga de ellos hasta hoy, pero el hecho de tener que salir con una hora marcada da pánico. Soy muy poco adaptada a los horarios en el trabajo. Ahí empecé a hacer trabajos que pudiera trabajar en mi casa. Si quería salía de vez en cuando. Hasta ahora soy así, me gusta salir de vez en cuando.

Le gusta poner sus propios horarios.Exacto. Desde entonces hice mi nombre como traductora. Así fue. Y me fue muy bien, porque es un trabajo que puedo hacer en cualquier parte. Puedo venir a México de acá, hacer una traducción y mandarla por e-mails.

¿Hay un trabajo en especial de traducción que sea su preferido?
Sí, el de Rodolfo Fogwill: Los pichiciegos (1983). Porque fue un trabajo muy largo de recreación de este universo. Es impresionante lo que hace. Es una novela muy buena. Y también me ha gustado mucho traducir a Juan Benet. Traduje también argentinos. Me gusta bastante Mario Bellatin, Salón de belleza. A ver si traduje a algún peruano, creo que no.

Bellatin era peruano.
Sí, pero nació en México, de padres peruanos. Pero sí: es peruano-mexicano. Estoy pensando en algún otro. Traduje a mucha gente. (Mario) Benedetti, a mucha gente, pero el trabajo que más me gustó traducir, (como) desafío de traducción por su lenguaje, el de Fogwill. Benet también es bastante difícil. Lo difícil te pone un desafío.

¿Se pierde mucho cuando uno traslada la música y el ritmo de un idioma a otro?
Lo tienes que recrear, lo tienes que rehacer.

Ese es el arte.
Siempre se pierde algo, también se puede ganar. Traduje muchísima gente, muchos autores. También autores de autoayuda, cómic, todo lo que aparezca. Aprendo muchísimo incluso con libros malos. Todo. Textos comerciales, sociológicos, filosóficos.


Proponiendo al Cervantes

Usted también es impulsora de proyectos artísticos y sociales. Más o menos en qué ámbitos se…

Cada vez más en el ámbito de mi mismo trabajo artístico. El trabajo artístico es una manera de conectar. Entonces, el trabajo artístico es algo que está entre tú y yo, y por tanto el mismo arte tiene un sentido ya social. Hice algunos eventos en Brasil, pero siempre como reparto. Yo no era la primera persona que los trataba. Hice un evento grande con otro escritor, pero el evento era diseñado por él. Hice algunas otras cosas diseñadas por mí que me dan especial placer. Tampoco me va mal colaborar con las cosas que hace otro, pero ya no es mi proyecto. He sido asesora del Instituto Cervantes para las áreas de pensamiento y literatura. Eso me ha gustado mucho. ¿Por qué? Porque discutíamos cosas, proponíamos al Cervantes.

¿En Brasil?En Brasil, sí. En Sao Paulo. Si el Cervantes lo aceptaba hacíamos este evento. Trabajé ahí casi dos años, como asesora, lo que te da libertad. Con este proyecto he llevado muchos artistas y escritores a Brasil. Y pensadores. Ha estado muy bien.

Es una institución seria el Instituto Cervantes.
Sí. Pero hoy día ya no pienso en ser promotora artística de la manera como se entiende normalmente. Creo que, por ejemplo, el taller que hicimos en México para mi (última) novela fue un verdadero viaje de promoción artística-cultural, porque es un trabajo que toma muchísimo tiempo. La intermediación o la curaduría es lo que define cómo va a quedar el producto artístico. Pero ya no, como actividad principal, no. Disfruté mucho ser asesora del Instituto Cervantes.

Algunas preguntas sobre literatura, en general. Usted…
Te voy a pedir que veas mi canon. El canon que hice para El Comercio.

¿En Google lo encuentro?
Todavía no lo han publicado. Van a publicarlo creo que el domingo (8 de agosto) en (la página 3 de) El Dominical.

En El Dominical.
Yo tenía once, pero no me dejaron.

Salen diez, no más.
Había llegado a once, con mucho sacrificio. Tuve que cortar mucho. Sangrando hasta los diez.


Filosofando literatura

El escritor, ¿nace o se hace?
Se hace, pues. Tú tienes talento, ganas de hacer, pero tienes que trabajar. Claro que requiere un talento. El talento puede existir para un trabajo, pero solo con esto no va toda la vida. Porque tienes que ser artista a los treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta, y mientras vivas. Hoy día se tiene una idea del artista con veinticinco, treinta. Nadie se da cuenta de que ese artista tiene que seguir. Entonces, creo que son las dos cosas. Tú te construyes, tienes un don o lo que sea y esto lo vas -a cada tanto- reconstruyendo a lo largo de tu vida.

¿La literatura le ha dado más cosas de las que le ha quitado?
Creo que sí. Los dos están más o menos igual (sonríe), porque siempre te lleva a algo que no pierdes, te reconstruye. Hay un chiste de un gran músico que da un concierto, se acerca un joven músico y le dice: “Maestro, yo daría mi vida para tocar como usted”. Y el maestro le contesta: “Nosotros también. Es el precio que pagué yo”, ja, ja, ja, ja…

Ja, ja, ja… ¿Siente que la literatura está llenando algún vacío en su vida o simplemente es una parte más?
Es una parte más de mi vida, pero una parte que conecta a las demás. Pasa a ser una parte importante en la medida que es la que pone a las demás en organización. Como que hace la curaduría de todas. No tomo en serio el lugar en la farándula literaria o ese tipo de cosas, difundiendo libros que no me gustan solo porque están de moda, no. Sé que en el tiempo de vida de un ser humano puedes leer tantos libros, no más. Y siempre te sobrepasa. Lo que hago es una manera de poner más información, discusión, contacto y diálogo.

¿Qué escritor le parece poco valorado y debería ser más difundido?
Todo se da a su tiempo, en su momento. Porque a veces un escritor que es leído por cinco, seis personas, tiene gran influencia. No debemos medir las cosas de esta manera. Todo tiene su momento, su contexto, su gracia. No veo esto de “ay, pues está injustamente olvidado”. No presumo de descubrir ningún valor y de descubrir nada. Hay cosas que me gustan, entonces trato de enseñarlas cuando puedo. No voy a reparar ninguna injusticia, ja, ja.

¿La literatura y María Alzira Brum siempre son amigos o en algún momento también se vuelven enemigos?
Se vuelven enemigos, pares. Porque tú no eres tu imagen. Tienes que manejar tu imagen. Tienes que ser discreto y desapegado con lo que es tu imagen. Porque si te pegas a tu imagen de escritor, autoridad, autor, maestro, lo que fuera, te van a hundir, te van a matar. Tu vitalidad está en reconstruirte.

Muchísimas gracias por la entrevista y esperemos que siga disfrutando de su estadía en Lima.
Gracias a ti por la oportunidad.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Edgard Guillén


“Yo elegí ser actor”

Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

Hay personajes que durante mucho tiempo uno, como periodista, ha esperado entrevistar, debido a su trascendencia en el área profesional en que se han desarrollado. Edgard Guillén (Arequipa, 1938) es uno de ellos. Un actor que ha participado en muchos de los mejores montajes de la historia del teatro peruano, junto a otros maestros legendarios de las tablas como Luis Álvarez, Ricardo Fernández, Hernando Cortés o Elvira Travesí. Brilló por su talento durante la época de oro de nuestro teatro y es el principal exponente de los unipersonales en el Perú. Guillén puede ser el soldado José que regresa a casa de la guerra, un rey inglés detestable y asesino, un doctor que pacta con Mefistófeles, Sarah Bernhardt o Yerma: todos de manera creíble y original. Mantener este diálogo en su acogedora casa, conocida por muchos como “el teatro más pequeño del mundo”, es otro motivo de satisfacción. El extraordinario maestro Guillén ha venido interpretando durante siete años consecutivos la obra Fausto y parece tener energía para interpretarla muchos años más. A continuación, el actor no solamente rememora su importante trayectoria actoral en diversos países sino que revela algunos temas profesionales por primera vez.

Silencio absoluto en la sala. La ceremonia teatral se va a iniciar. Se abre el telón.

Es un gusto estar con usted aquí, don Edgard.
Para mí es el gusto.

El día en que tendida en un lecho de plumas pueda gozar la plenitud del reposo, no responderé de mí. Si puede seducirme hasta el punto de que quede contento de mí mismo, si puedes adormecerme en el seno de los goces, sea aquel para mí el último día y para ti el del mayor triunfo. ¿Qué significan estas líneas para usted?
Esas líneas son de Fausto, sin duda. Que las has cogido de otra traducción, no de la mía. Porque eso del “lecho de plumas” no lo digo yo. Eso es cuando Fausto hace el pacto con el demonio. Para mí no significan gran cosa, porque yo nunca quise vender mi alma al diablo ni hacer un pacto con él para tener esos goces y descansar en un lecho de plumas. Creo que mi vida, en cierta forma, ha sido un lecho de plumas. Porque -haciendo un recuento- cuando ya llegas a los 69 años como yo, te pones más objetivo y haces mayor justicia a lo que te ha pasado. Cuando eres más joven eres renegón, reclamas, eres un insatisfecho. Pero luego, mirando atrás con ira -como es el título de una obra-, pero esta vez no con ira sino con mucho cariño, veo que a lo largo de mi vida sí he hecho las cosas que he querido, sin necesidad de entregarme al diablo. Además, no creo en el diablo, te digo. Ni en Dios.

¿Cómo se logra mantener interpretando tantos años una sola obra de teatro como usted ha mantenido Fausto desde el año 2000?
Es la pregunta que siempre me hacen, porque creo que viene de: “¡Cómo no te aburres de hacer una!”. ¡Es imposible aburrirse! El teatro es una ceremonia viva. Es una ceremonia que realizas cada noche con diferente público y tú eres diferente cada día porque no eres una computadora. De pronto hay un día que te duele la cabeza o el estómago o te pueden pasar miles de situaciones, y está sujeto a qué cosas puedan ocurrir durante la función. Sobre todo aquí, en una sala tan pequeña. No es tan admirable que uno pueda estar tantos años con una obra de teatro. Creo que sí se puede. Lo he hecho, lo sigo haciendo y lo voy a seguir haciendo.

¿Hay alguna otra obra de Goethe que le gustaría poner en escena?
No creo. Uno siempre elige una obra o dos de un autor. Esta vez elegí Fausto porque creo que es la que resume toda su obra. No he pensado hacer otra de él.

Johan Wolfang Goethe, el autor de Fausto, fue un niño muy inteligente que ya en la adolescencia hablaba siete lenguas. A los diecinueve años estuvo a punto de morir por una grave enfermedad, fue respetado por los ambientes literarios y la nobleza de su tiempo en Alemania, viajó mucho, y aún en sus últimos años de vida leía diariamente. Esta fascinación suya por interpretar la obra Fausto, ¿no trae implícita también una admiración por Goethe?
Mi admiración por Goethe es a partir de Fausto, porque no sabía mucho de su vida. Lo bonito en el teatro es que cuando te apasionas por un autor y quieres hacerlo recién empiezas a enterarte de todo su background, de cómo fue, cuándo nació, donde vivió. Es un hombre que no solamente ha escrito teatro: era un sabio. Un hombre que ha escrito sobre los colores, y es un científico, también. Creo que en Fausto se resume toda la filosofía de este gran hombre, y he tenido el atrevimiento de hacer una versión -¡imagínate!- en una hora de una obra cumbre. De una obra que tengo entendido dura veintiún horas -cuando la hizo Peter Stein en Alemania (el año 2000)-. Duraba diez horas y media un día, diez horas y media al otro día. Y fue coincidente mi estreno con esa puesta en escena en Alemania para celebrar un aniversario -no recuerdo si de la muerte o el nacimiento- de Goethe. ¡Veintiún horas! Vi parte de la obra en video. Una puesta muy simple, muy sencilla, pero toda. ¡Imagínate! Entra hasta Helena de Troya, entran personajes inenarrables. Al hacerla yo, quise quedarme con la esencia del asunto: cómo es que Fausto vende su alma al diablo y Margarita es la víctima de todo eso.

El teatro unipersonal que usted realiza, ¿se basa principalmente en las premisas del “teatro pobre” enunciadas por el polaco Jerzy Grotowski?
Definitivamente no. Para nada. Conozco a Grotowski, lo respeto mucho. Intenté alguna vez adentrarme un poco en su juego escénico y todo, pero no. Soy un actor que se hizo con Stanislavski, con el método que Lee Strasberg adaptó y trajo a América del Norte y luego a América Latina. Para mí es el padre del teatro, en el sentido de que es un hombre que ha escrito y ha dejado todas las reglas de cómo un actor debe prepararse para ser tal.

¿En el teatro contemporáneo, sobre todo?
Claro. Del teatro pobre, no. Quizá la pobreza en el ahorro de medios. Quizá en algo podría, sí, tener de eso.

Recuerdo que cuando vi su unipersonal Ricardo III me impresionó la forma en que había resumido los 38 personajes de la obra shakespeareana, a solamente trece. ¿Cuánto tiempo y esfuerzo le demandó tal logro artístico?
Más trabajo me ha demandado Goethe. A Ricardo III le di una leída y dije: “Me voy a quedar con los textos que retratan exactamente las situaciones y los momentos cumbres que tienen una relación, una lógica”. En cambio, en lo de Goethe casi no hay una lógica aparente. Porque está hablando Fausto con Mefisto y en otro tiempo ya estás oyendo a Mefisto que le está contestando a Fausto. Al principio dudé mucho si esto se iba a entender o no, pero por suerte se logró. En cuanto a Ricardo, fue un poco más simple. Como te conté hace un momento, no estuve contento con la traducción de (Luis) Astrana Marín, que me parece el peor traductor de la tierra -sin embargo, es el famoso traductor de Shakespeare en todo el mundo de habla hispana-. (Editorial) Aguilar ha publicado grandes tomos (con traducciones de Astrana de las obras de Shakespeare): con el tiempo me di cuenta que era un pésimo traductor. Por eso hice un unipersonal sobre él, Domestic Shakespeare, tomándole el pelo. Hay una parte que traduce books por looks, dos cosas que no tienen nada que ver: miradas con libros. Me encantó contar con la participación de Alonso Alegría como traductor. Le pedí que tradujera para mí Ricardo III y es un bellísimo texto.

En 1988 usted participó en el XIV Festival Internacional de Teatro Tenaz, en Texas, Estados Unidos, con un unipersonal chejoviano.
Así es.

John Igo, del periódico The North San Antonio Times, escribió una gran crítica teatral sobre su actuación (en el unipersonal Una mirada desde el jardín de los cerezos). Líneas como “es increíble que alguien pueda captar y proyectar tal esencia chejoviana con tan poco texto”. ¿Qué recuerdos tiene de aquella época y aquella obra?
Fue muy generoso ese crítico conmigo. Lo conocí después que salió la crítica. Se presentó y me dijo: “Soy John Igo”. Y yo le digo: “¿Quién?”. Uno, torpe a veces, no estaba al tanto de lo que había pasado. Quedó muy impresionada esta persona. Es que realmente ese fue un trabajo muy lindo para mí, también. Un trabajo con una búsqueda muy grande. Era mi propia historia que vertí a través de textos de Chéjov y de esa atmósfera chejoviana que se parece mucho a la que yo vivía en Puno en una época, muy joven, muy niño. Esta brisa que te hace respirar en sus obras, de que el tiempo no pasa, que aparentemente no transcurre y sin embargo están ocurriendo cosas tremendas. Todo eso se puede filtrar en este unipersonal. Cuando en un unipersonal logras crear una serie de imágenes y tener una historia muy sólida, puedes tal vez proyectar cosas como las que percibió John Igo en la crítica que hace.


García Márquez: el homenaje que no fue

Ha realizado, hace años, un unipersonal sobre Cien años de soledad titulado Buen día Gabo…
No lo llegué a hacer.

¿No?
No lo llegué a hacer. Qué pena me da decirte que no, porque figura en el programa (teatral) que tú tienes.

Claro. Por eso le preguntaba.
Por primera vez voy a hablar de esto con una persona. Hice este homenaje con un cariño enorme porque admiro profundamente a Gabriel García Márquez. Es uno de los pocos novelistas que he podido leer del todo, porque últimamente me ocurre que agarro una novela y, si no me agarra de verdad, la dejo. Ya no tengo la disciplina aquella de terminar la obra aunque no me guste mucho. Cien años de soledad: a todo el mundo le pasó que la agarraba y dejaba de comer o comía leyéndola. Entonces, hice un homenaje basándome en el cuento El ahogado más hermoso del mundo, textos que yo había sacado de Cien Años de soledad, textos que yo había escrito -no se parecía tanto a la descripción que hago en el programita de mano, porque había logrado reunir una serie de instrumentos para percutir en este homenaje (en el) que me imaginaba metido dentro del agua-. Esto también te ejemplifica cómo vas creando el unipersonal. Desgraciadamente, el unipersonal nació en los ensayos y se quedó en ensayos. No lo llegué a estrenar. ¿Por qué? Nunca lo sabré. Así dejé Otelo, La tempestad y la nueva versión de Federico, Federico que era Zorongo.

Todos iban a ser unipersonales.
Sí. Otelo, La tempestad, Zorongo. Hasta que de pronto agarré el libreto de Fausto, la versión de cuatro horas -la que normalmente se hace en todo el mundo-, se me antojo reducirla a una hora, y la hice volando.

Fue una adaptación suya.
Sí.


Carnet de identidad y Juan Gonzalo Rose

El reconocido poeta peruano Juan Gonzalo Rose escribió para usted la obra teatral Carnet de identidad.
Considero ese mi primer unipersonal. Él la escribió para mí el año 60. Yo me fui a vivir a Europa…

¿Cuántos años?
Varios años. Y a mi regreso…

¿Para actuar?
Claro, estuve viviendo en España. Actué tres años en Madrid, luego viví otro año en Holanda y otros tantos dando vueltas por media Europa.

Todo siempre a través de la actuación.
Actuando en Madrid, esporádicamente en otros países porque es otra lengua. Pero estaba metido en el teatro de todas maneras. Viendo teatro, asistiendo a talleres, metidísimo en montajes en Ámsterdam, en Alemania. Entonces, a mi regreso el doctor Guillermo Ugarte Chamorro -que en esa época seguía dirigiendo el Teatro de San Marcos donde yo había estudiado- me dice: “Vamos a ver Carnet de identidad”. Y alarmado le digo: “Pero doctor, esa obra es mía”. “Sí -me dijo-, precisamente, la vamos a poner acá con usted”. La estrenamos en La Cabaña. La dirigió Hernando Cortés, un gran amigo. Y le hice un arreglo a esa obra. Siempre he tenido la manía de meter la mano.

Para sentirlo más suyo.
No por eso sino que aparecían dos personajes al final que se lo llevaban a él. Él está metido en una cueva, dos mil años atrapado. Es una obra de ciencia ficción. Siempre me pareció mal que aparecieran esos personajes, porque es muy difícil superar la imaginación del público. Cuando los anulé y quedaron solamente las voces, el propio autor me dijo: “Es lo mejor que has podido hacer, porque así el público sigue imaginando”. O que quede en la imaginación del espectador cómo serán estos seres monstruosos que le preguntan a él si tiene dientes, pelo. Es un poeta al que quise muchísimo y le debo agradecer eternamente que haya escrito esa obra pensando en mí.

¿Cómo fue su amistad con tan buen poeta?
Mi amistad con Juan Gonzalo fue muy linda. No fue de largo aliento, porque él tenía otros intereses, otra vida -era mayor que yo-, pero cada vez que nos reuníamos era un placer tomar un trago con él. Él bebía mucho, era un gran bebedor. Tengo anécdotas muy bonitas con él y amigos comunes, pero no nos veíamos mucho. En una época yo vivía en Chorrillos y fuimos casi vecinos, ahí es cuando nos veíamos más. Y en San Marcos. Seguro que él tampoco asistió al estreno (de Carnet de identidad). Después fue a verla y estaba muy contento con la obra. Cuando la hice mía, ya no bajo la férula de San Marcos sino que la repuse no recuerdo dónde, sin estos personajes, me dijo: “Es lo mejor que has podido…”, ¡ah!, y le cambié la música, también. Es que es un soldadito italiano, le habían puesto una música muy cruenta y extraña. Me acuerdo que le puse Il mondo (famoso tema de 1965, compuesto e interpretado por Jimmy Fontana), una canción que estaba de moda en ese momento, que había ganado el Festival de San Remo. Esto lo cantaba él y lo hacía mucho más pegado al público y al auditorio.

¿Cuál fue la (obra) que más ha representado hasta ahora?
Creo que Carnet de identidad, porque la he hecho ene veces y en dónde no la he hecho. En montones de lugares del Perú, fuera del Perú.

¿Más años que Fausto?
No sabría decirte. Lo que pasa es que Fausto ha tenido siete años largos, pero Carnet de identidad tenía largas temporadas. Cuatro meses en un lado, tres meses en otro, y aquí en mi casa lo he hecho muchísimo tiempo, también. No sabría decirte cuál ha sido la temporada más larga.


Kazuo Ohno: genio longevo

Usted admira a Kazuo Ohno.
Uff…

Actor, bailarín, artista japonés.
Acaba de cumplir cien años.

A quien trató de encontrar en Nueva York y Brasil cuando él estuvo en esos países.
Sí.

Incluso realizó un unipersonal en homenaje de Ohno, llamado Solo Guillén solo (según un programa teatral de mano que da cuenta de la trayectoria del actor).
Tampoco se llegó a hacer ese.

Tampoco.
La verdad que tú estás muy enterado y te agradezco mucho por haberte enterado de las cosas que fui publicando. Fue mi intención hacer este solo también, que se llamaba Solo Guillén solo. Una coincidencia tremenda: entro a Internet un día y bauticé -y esto es primera vez que lo cuento- a mi unipersonal como El andrógino, que no me parecía un título muy bonito, pero podía ser. Abro Internet y un actor argentino hacía exactamente un homenaje a Kazuo Ohno con ese nombre: se me vino abajo el mundo. Cosa por demás tonta porque no tenía nada que ver, porque el feeling mío, la puesta, era absolutamente otra cosa.

Pudo haberle cambiado de…
Perfectamente. Pero ese homenaje se va a llevar a cabo de todas maneras con Fausto. Porque tengo la idea de que Fausto, Margarita y Mefistófeles son una sola persona. Todos somos esos tres personajes. Tanto hombres como mujeres. Tenemos un Fausto, una Margarita y un Mefisto dentro. Entonces, mi homenaje a Kazuo Ohno, ¿cuál es?: esta Margarita va a ser una novia viejita, porque Kazuo Ohno siempre se trasviste. Curiosamente, le encanta hacer de mujer. ¿Por qué? Nunca me lo he preguntado, pero lo hace. No sé si lo has visto alguna vez.

No he tenido esa suerte.
Te recomiendo que abras YouTube y abras Kazuo Ohno: te vas a quedar mudo cuando lo veas. Justamente sale vestido de novia, ¡y yo no lo sabía! ¡No hay nada nuevo bajo el sol! Pienso que este Fausto es un viejito borrachín, que sueña que un día va a vender su alma al diablo, pero en realidad no la vendió nunca porque eso es imposible. Y esta Margarita soñó con un Fausto con el que nunca se pudo casar, pero está vestida eternamente de novia -es una viejita-, y este es Kazuo Ohno para mí. Y el diablo es un viejo sinvergüenzón que está todo chamuscado de tanto entrar y salir del infierno. Son tres situaciones que van a ocurrir al mismo tiempo, pero que en realidad no ocurren. Es la fantasía total del ser humano, y ese es mi homenaje a Kazuo Ohno.

¿Qué vio en ese artista para que usted -que ha conocido tantos países y grandes actores- lo haya admirado tanto?
Me bastó, primero, ver unas fotos que me chocaron profundamente porque es un ancianito (al) que la piel ya le cuelga. Ese es Kazuo Ohno (me señala una fotografía enmarcada en un cuadro cercano) y allí está haciendo una niña. Lo único que vi de él fueron videos. Te transporta a un mundo que no puedes imaginarte, y se toma todo el tiempo del mundo. Él una vez compró una marioneta, la llevó a su casa y le dijo a su esposa -tiene un hijo que también baila con él, Yoshito Ohno-: “A partir de hoy, este es mi maestro”. Tú has visto cómo se mueve una marioneta: él baila exactamente igual. Entonces, el título que yo le iba a poner era Contradanza o La danza del silencio. Tenía muchos nombres muy bonitos. Mi admiración por él es porque con el más leve movimiento es capaz de decirte lo que quiere y hacerte sentir lo que él quiere hacerte sentir. Es un genio para mí. Sigue danzando a los cien años.

¿Pero cómo…?
Es impresionante. Tienes que verlo.


Alegría, Travesí y actores de hoy

Lo voy a buscar en YouTube. El dramaturgo y director de teatro Alonso Alegría, premiado en el concurso Casa de las Américas por El cruce sobre el Niágara en 1969, dice que toda buena actuación requiere tener verosimilitud y complejidad. Para Edgard Guillén, ¿requiere lo mismo?
Exactamente. Y sobre todo si viene de Alonso Alegría, estoy más de acuerdo que con nadie. A Alonso lo considero un gran director, un gran amigo personal, lo quiero muchísimo. Lo admiro por encima de todo. Yo he nacido al teatro con él. Tú contabas mi trayectoria desde que empecé a estudiar, yo la cuento desde que nací en la triple A, accidentalmente, porque nos prestaron ese local. Dirigidos por Alonso Alegría, (éramos) un grupo que él había formado, el grupo Alba. Éramos muy jóvenes para hacer esa obra, pero él ya tenía el talento que tiene hasta ahora y salió un montaje precioso. Eran cuatro escenas, adaptadas por él. Lástima que por este medio en el que vivimos Alonso no esté dirigiendo todos los días del año como debería ser.

Es profesor universitario.
Es profesor, claro. Para mí sería maravilloso trabajar con él todo el tiempo. Luego que él se fue a vivir a Estados Unidos y yo a Europa, a la vuelta hemos trabajado juntos en la Compañía Nacional que fundó, se formó acá y la dirigió él. Hicimos La muerte de un viajante, y luego…

¿Es la mejor obra en la que usted ha actuado? De esos años.
Sí, fue uno de los grandes trabajos, en general. De un elenco maravilloso: estaba Hernando Cortés, Hernán Romero, Carlota Ureta Zamorano, lo dirigía Alonso. Y Alonso tiene la particularidad…

Estaba usted.
…excepcional de saber dirigirte el personaje. Es un tipo que entra y se mete con la psicología del personaje y te da la verosimilitud que debe tener el personaje, la credibilidad. Fue un montaje maravilloso. Lo último que hemos hecho juntos fue La voz humana (de Jean Cocteau). Le dije: “Mira, por qué no escribes la contraparte de este monólogo”. Un monólogo para una mujer, en realidad. Le propuse que lo hiciera para mí. Es un hombre que está hablando por teléfono despidiéndose de su amante, pero luego se ve al amante que está con una tipa, y se está despidiendo de este amante que él ha tenido, que es un hombre. Fue un montaje precioso. No puedo menos que hablar maravillas de Alonso Alegría porque me encanta cómo dirige. Aparte que es un gran dramaturgo. Tiene obras maravillosas. Además de El cruce sobre el Niágara tiene muchas otras.

La gran actriz Elvira Travesí…
Uy, me estás hablando de otro ser al que quiero muchísimo.

…que recibió un homenaje en el VII Festival de Cine Latinoamericano, en Lima, el año 2003, decía que “no porque seas una modelo vas a ser la heroína de una obra. Hay que saber caminar, moverse, hablar. No porque tienes cara bonita te vas a poner a actuar”. ¿Pasa eso a menudo en nuestro medio actoral?
No sé. Porque no voy al teatro hace años. Pero hago zapping en la televisión y veo caras bonitas, es cierto, pésimos actores, malas actrices, pero sí recuerdo que he visto grandes actores nuevos. Hay un (Sergio) Galliani, un Bruno Odar, un (Giovanni) Ciccia. Jóvenes y magníficos.

¿A Diego Bertie lo ha visto actuar en teatro?
Una vez. Hace mucho tiempo lo vi una vez con (Ricardo) Blume. Creo que era lo primero que hacía en teatro: Yepeto (la dirigió Luis Peirano).

¿Qué le pareció?
No me acuerdo mucho de él porque el personaje central era Ricardo, un personaje muy bonito.

¿Mónica Sánchez?
Mónica Sánchez me parece una extraordinaria actriz, además de bella.


Bernhardt, Duncan y Dickinson

Me llama la atención que haya realizado unipersonales sobre mujeres famosas como Emily Dickinson, Isadora Duncan y Sarah Bernhardt. ¿Le llaman la atención los personajes femeninos por su sensibilidad, porque han marcado un hito mientras vivieron, porque eran diferentes del resto de sus…?
Me pregunto por qué te llama la atención que haya hecho esos personajes, ja, ja, ja…

Solo (es) una pregunta.
No tiene por qué llamar la atención, porque el género no tiene nada que ver. Sarah Bernhardt, curiosamente, hizo Hamlet. Bernhardt hizo varios personajes masculinos. Su Hamlet fue muy famoso. Entonces, ¿por qué no podía yo hacer a Sarah Bernhardt?

No, por supuesto.
Claro.

No hay ningún problema.
Y esto fue una cosa casual. Recuerdo que Sarah Bernhardt nació con una imagen. Antes que naciera el texto ni nada de la obra, lo que quería era impactar al público para tenerlo prisionero de imágenes y a través de esto poder hablarle de lo que yo quería hablar. Me imaginé sentado en una silla fumando en calzoncillos. Compré unos calzoncillos con elástico azul y blanco, la braguetita típica al costado y me senté en una silla, afeitado totalmente, fumando. Me imaginé con una pierna ortopédica, tacos altos, un corsé -pero sin copas, o sea que no tiene senos-. Era este andrógino en realidad.

Chocante.
Eso. La cosa era chocante. Era tratar de decirme todo el tiempo: “Soy un hombre, pero voy a hacer de mujer”. Ahí surgió que este personaje no podía ser nada menos que Sarah Bernhardt. Y no es porque yo admirara en particular a Bernhardt. Para nada. Empecé a empaparme de la historia de Sarah Bernhardt -al final no es la historia de Bernhardt. No. Siempre fue un pretexto-. Para mí fue un pretexto para hablar de la opción sexual dentro de determinados regímenes políticos. Punto. En una escena que elegí de una obra que se llama Sarah Bernhardt y el grito de la langosta, en que ella tiene un encuentro con Oscar Wilde, se habla de la sexualidad, del amor. Era una obra que más tocaba registros de tipo político, de cómo la sexualidad era reprimida en el comunismo o en el capitalismo, qué se yo. Era una manera muy irónica de presentar este asunto, pero era un pretexto Bernhardt. Isadora también fue otro pretexto. Porque, en particular, yo no admiraba a Isadora Duncan. Lo que pasa es que quería bailar y manifestar. Los unipersonales siempre me han caracterizado y eso extraña a un crítico de teatro, me dice: “Tus últimos unipersonales ya son casi clásicos”. Porque es la representación de Fausto, la representación de Ricardo III, antes no, antes era el compromiso con los personajes de la obra.

¿Con la sociedad, también?
Con los personajes que yo creaba. Siempre es con la sociedad, por supuesto, ¿cuándo no? ¿Si no para quién? Me fascinó este rompimiento del convencionalismo de Isadora. Tiró las zapatillas. Qué tengo que ver con zapatillas: voy a hablar descalza y calata. Por eso puse a Celia Cruz (de fondo musical), porque dije: “Si Isadora Duncan viviera hoy estoy seguro que bailaría salsa. Y desnuda”. Claro, hay un momento en que me desnudaba también en el escenario, pero no era la vida de Isadora. Era yo filtrándome a través de, como con Chéjov.

¿En el caso de Dickinson?
Emily Dickinson fue mi alma gemela. Leí a Dickinson y dije: “Este soy yo. Con faldas. ¿Por qué no puedo hacerla yo?”. Y no me trasvestí para hacerlo. Era yo el que salía diciendo esa noche: “Les voy a contar la historia de una poeta, Emily Dickinson, que vivió en la más absoluta soledad”. Era mi caso, pero vivía con una alegría absoluta.

¿Usted también es poeta?
No, poeta no. Hablo de la soledad y la identificación que ella tiene con la naturaleza y las cosas. A mí la poesía no me gusta escrita. Me gusta cuando está con la persona, cuando la poesía es vivible, hasta comible. Pero no me impresiona necesariamente la poesía escrita. Acomodar frases bonitas y palabritas para que salgan frases así, no. Ese tipo de poesía no me interesa. Lo que me interesaba de Emily Dickinson era su biografía, su manera de afrontar la vida y ser ella. Y la rebauticé como Canto a mi soledad. Porque era un canto a mi propia soledad.

Suena extraño, hasta cierto punto, que alguien tan apegado a las letras diga que la poesía no le gusta.
No es que no me guste. Perdóname, adoro a Shakespeare y es un poeta, pero me gusta bien traducido. Por eso llamé a Alonso (Alegría). Pero la poesía de esa manera. No me siento a leer a un poeta, por ejemplo. Leer un poeta porque sí: no.

Ni a Pablo Neruda.
Me gusta Lorca en sus obras, no en sus poesías sueltas.

Usted es un hombre de teatro hasta el tuétano, como dicen.
Sí. No compro un libro de poemas, jamás. Nunca.


Estar seguro de lo que estás haciendo

Su unipersonal Isadora tuvo una excelente crítica teatral en las Terceras Jornadas de Teatro Iberoamericano de Caracas, Venezuela, en 1990. ¿Cuál es el secreto para que su trabajo actoral sea siempre bien recibido en diferentes países y culturas?
No tan diferentes culturas.

En Estados Unidos, por ejemplo.
Bueno…

En Europa y en Latinoamérica.
Sí. Pero no sé cómo interpretar tu pregunta. ¿Cuál es mi secreto para eso?

¿Cómo resultar que siempre guste?
Ja, ja, ja. Es un poco graciosa la pregunta porque no sabría cómo contestarla. No es que uno trabaje pensando en que tienes que gustar, o probablemente sí, porque si no, ¿para qué haces el trabajo?

El punto es que usted lo consigue. Las veces que he visto su trabajo y a los espectadores al mismo tiempo que veo la obra, siempre están fascinados.
No sé. Es la labor de todo profesional hacer su trabajo bien. Sea actor, poeta o tenga cualquier otra profesión. Y estar seguro de lo que estás haciendo, estar convencido de lo que estás haciendo, estar de acuerdo con lo que estás haciendo tú mismo. Pero no creas, me ha ocurrido no estar de acuerdo muchas veces con lo que he estado haciendo; es cuando podía no haberme gustado a mí mismo el trabajo, y a los demás tampoco.


¿De qué vas a vivir?

El gran actor peruano Ricardo Fernández, hoy fallecido, se quejaba en vida de que a pesar de tener más de 48 años de vida artística no había conseguido tener un trabajo constante en nuestro país. ¿A eso están condenados los grandes actores en el Perú?
Los grandes y los pequeños. Sobre todo los pequeños actores. Estuve completamente de acuerdo con Ricardo porque cuando empezó a hablar de esto yo ya había empezado a hablar de eso. La diferencia con Ricardo es que tuve la maña de crear una propia manera de generar trabajo para mí mismo. Tuve las agallas. También es cierto que soy soltero, no me he casado. Ricardo tenía varios hijos, una esposa, esto ya es un compromiso grande. Tienes que mantener toda una familia. Lo único que he tenido que mantener es a Osito (su perro) y a mí mismo. He tenido la suerte de que esta casa me la regaló mi padre, que me decía: “¿De qué vas a vivir?”. Si supiera que ahora vivo de su casa.

¿Es un homenaje a su padre, en el fondo?
En el fondo sería eso, no sé. Él nunca estuvo de acuerdo con que hiciera teatro, pero contradictoriamente estoy haciendo teatro en la casa que me dejó. Y siempre viene gente. Estoy totalmente de acuerdo con lo de Ricardo Fernández, que es así. A mucha gente nueva le digo: “¿Para qué vas a ser actor si en el Perú no vas a tener permanencia?”. Me jacto de eso. Debo ser uno de los poquísimos actores peruanos que no dejó de actuar nunca. Las veces que he dejado de actuar ha sido de motu proprio, porque no he querido o me he tenido que ir de viaje a cualquier lado, pero nunca he dejado de actuar. He producido ene cantidad de obras.

Usted recibió el reconocimiento del Congreso Peruano hace unos años…
Sí.

¿El Estado subsanó con ese gesto en algo su deuda con usted como parte de nuestra cultura nacional viva?
Ja, ja, ja, ja. Ese es el mejor chiste que he oído. Si hubiera sido un gran cheque sí, pero fue una medalla y punto. Ahí está colgadita.

Digamos que no.
Eso es todo lo que te puedo decir, ja, ja, ja, ja...


Ir al teatro es quedarse sin sueldo

Ya 46 años como actor, ¿cuál es su balance, don Edgard: su vida habría sido la misma sin el teatro?
Sin lugar a dudas no. El balance es muy positivo en este momento de mi vida. Has llegado además en un momento pleno, porque hace dos años atrás yo estaba muy resentido, muy dolido. Incluso me porté mal con mucha gente, con el público. Hasta lo he agredido a veces porque estaba pasando una suerte de resentimiento con el medio, del cual no tiene nadie la culpa. Yo elegí ser actor, a mí nadie me mandó ser actor. Entonces, no podía culpar a nadie de esto. Ha sido mi decisión. Ahora soy absolutamente consciente que fue una buena decisión. ¿Que no es el país ideal para mí? No es el país ideal, pero ya no hay más remedio. Estoy en él. Volví de Europa en un magnífico momento, dejé Europa en un magnífico momento, y vine al Perú en un magnífico momento. Lo que pasa es que el Perú ha crecido mucho y hay necesidades mucho más grandes que asistir a una obra de teatro. Y súmale a eso que el teatro siempre es elitista y caro. Es elitista por caro, no por otra cosa. Porque creo que el público, cualquiera que sea, siempre recibe un buen texto, una buena obra. Prueba de ello es esto: aquí (a su casa) viene gente que no tiene la más remota idea de quién soy yo. No vienen a verme a mí ni a Goethe (por la obra Fausto), vienen porque la entrada es libre. Por eso es bonito, porque al final tienes la anécdota del señor que se para, aplaude y dice: “Señor Guillén, ¡qué lindo es su teatro!”. Y yo, idiota, le digo: “Pero señor este no es mi teatro, es mi casa”. “No, señor Guillén, qué bonito es lo que usted hace. Primera vez que vengo al teatro”. Y este idiota de actor le dice: “¿Primera vez que vas al teatro?”. Y quiero tragarme esas palabras en el momento. Y el señor muy serio me dice: “Sí, señor Guillén, primera vez. Porque si yo fuera al teatro con mi esposa y mis cuatro hijos que están acá me quedo sin sueldo”. Esa anécdota te puede resumir cómo es la realidad teatral en el Perú. Esa anécdota es absolutamente descriptiva. Ese señor vino porque dijo: “Hay un espectáculo, vamos, ¿qué será?”. Y se paró y aplaudía, pero así (hace como que aplaude frenéticamente). Estaba lleno esto. Notable que me diga me quedo sin sueldo porque están mi esposa y mis cuatro hijos. ¿Cuánto puso ese señor en el sombrero (que siempre pasa Guillén entre los espectadores al final de sus unipersonales)? Un sol, dos, tres, cuatro soles, no importa. Pero se llevó un buen texto en el oído y algunas locas imágenes en la retina.

Usted estudió en la Escuela de Teatro de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos…
Sí. Tengo un recuerdo maravilloso de esa Escuela.

…en 1959. ¿Allí empezó su amor por el teatro o empezó antes?
El amor a la actuación en realidad empezó en mi infancia. Por ahí me acuerdo que me vestía de formas estrafalarias, hacía ceremonias y obligaba a mi papá y a mi mamá que me miren. O iba mucho al cine, me ponía en el lugar de esos actores y me fascinaba ver actuar. Entonces, cuando ya vine acá (desde Arequipa) ingreso a Medicina. Ingresé, lo dejé y me enrolé en San Marcos. El Doctor Guillermo Ugarte Chamorro me preguntó: “¿Tú como apellidas?” Guillén. “Tú eres arequipeño”. . ¡Pap! Terminé inscrito en la Escuela de Arte Dramático de San Marcos y ahí me quedé. Con un gran maestro: Luis Álvarez.


Don Luis Álvarez: actor de leyenda

¿Qué recuerdos de Luis Álvarez?
Don Lucho ha sido mi maestro. Fue muy duro conmigo. Me acuerdo cuando hicimos Ratones y hombres (en 1960), me dijo: “¡Cómo te atreves, mocoso, a hacer esa obra, tú eres un mocoso! ¡Ese es un personaje dificilí…!”. Yo me quería morir, pero igual salimos adelante con Alonso y los actores que estaban haciendo la obra con nosotros. ¡Oh, satisfacción! Cuando terminó el estreno don Lucho me cargó, me acuerdo, así (abre los brazos): “¡Este es mi flaco!”. Así como era don Lucho. Yo ahí me sentía pegado al cielo.

Es el mejor actor que ha tenido (el Perú)…
Yo considero que es uno de los más grandes actores que ha tenido el Perú. Hay grandes actores, el talento sobra en el Perú. Ahí tienes a Hernando (Cortés), a Alonso (Alegría). Tendría toda la noche para mencionarte. Cuánta gente maravillosa he conocido y sigue habiendo actores extraordinarios. De los jóvenes: Galliani. Hernán Romero, que es mi contemporáneo. Y mujeres maravillosas que no actúan: Haydée Cáceres, ¿dónde está Haydée Cáceres? ¿Dónde está esta chica maravillosa por la que me preguntaste hace un rato?

¿Mónica Sánchez?
¡Mónica! Mónica Sánchez tendría que estar en un altar todos los días. Por bella y buena actriz. ¡Claro! ¡Haydée Cáceres! La actual esposa de Hernán Romero, que es una actriz maravillosa (su primera esposa fue Martha Figueroa y la segunda es Melena Elías).

Recuerdo haber visto en canal 7 un video de Luis Álvarez donde él hacía de danzante de tijeras.
¡Ah, maravilloso!

Me pareció extraordinario.
Rasu-Ñiti, claro. Fíjate que esa es una de las pocas cosas que… Qué pena no haber hecho la película de la máxima obra que hizo don Lucho: Collacocha. Eso es una cosa de no creerle. Y ahí la gente del medio, de fregada: “No –decía-, él se ha quedado en Collacocha”. Mentira, don Lucho era capaz de hacer cualquier personaje. Una maravilla de actor. Gran maestro, además. Jodido como él solo, pero lindo.


Soldado peruano en España

¿Cuál es la mejor obra teatral -por calidad de dirección, actores, aspectos técnicos, dramaturgia-, en la que usted haya participado, don Edgard?
¡Qué difícil! Recuerdo haber hecho en España un montaje precioso, dirigido por el director más loco que he conocido: Ángel Facio (quien sigue dirigiendo hasta hoy), director de un grupo muy prestigioso, Los Goliardos, en Madrid. Ahí tuve que aprender a hablar como español si no, no hubiera hecho teatro allá. Hicimos Historia de un soldado, que es un texto bellísimo de (Charles-Ferdinand) Ramuz, un autor suizo, con música de (Igor) Stravinski. Tenía una exigencia enorme, porque era actuar al ritmo de toda la música de Stravinski y el texto era dicho con ese ritmo. El movimiento también era de una exigencia brutal. Era un poco la historia de Fausto también, porque es un soldadito que vende su violín al demonio para lograr una mejor vida. Esta foto (me muestra una imagen en blanco y negro) bellísima es de esa puesta. Mira qué joven se me ve. Eso es nada menos que en la Casa del Cordón, en Córdoba, España, donde vivió doña Juana la Loca. Ahí estamos en su casa. Y ahí atrás está el demonio, que era un actor extraordinario.

¿Usted es el…?
Este soy yo, el soldadito, ja, ja, ja. Estaba mocosito.

No lo identificaba.
Ese soy yo. ¿Así tanto? No te puedo creer, pero es interesante que lo digas. Así es, pues. Este flacuchento soy yo. Era muy difícil este trabajo. Tenía que correr, ubicarme bajo una luz, técnicamente todo era muy complejo. Tuvimos unos ensayos rigurosos no se cuánto tiempo, iniciamos una gira muy grande por España. Es una de las puestas que recuerdo con mucho cariño.

¿Era más difícil actuarlo o ensayarlo?
Las dos cosas. El ensayo fue un proceso larguísimo. Y el realizarlo ya es otra cosa. Estás perfectamente apto para hacerlo, pero es siempre el temor de que vaya a fallar algo.

¿Tiene críticas en periodismo sobre esa actuación, ese montaje?
Sí hay.

Muchas gracias, don Edgard.
Gracias a ti por hacerme esta simpatiquísima entrevista, me has hecho recordar momentos bonitos.


Último acto: el mejor lugar

(Parecía que la entrevista había terminado. Había apagado la grabadora, las tazas de café estaban vacías, y le comentaba a don Edgard que sería bueno verlo reunirse con otros actores de su época sobre un escenario. De pronto, recordó que había sido actor y director de un grupo teatral fundado por él mismo, y quiso hablar un poco sobre dicha experiencia).
El (grupo) Pequeño Teatro lo fundé el año sesenta y ocho. Fueron diez años (de duración). Y parí cuantas obras puedas imaginarte. La última gran locura. A propósito de que por qué no junto gente, te contesto que todo tiene una etapa, una época, una edad. En esa época, el año setenta y nueve, el último montaje loco que hice fue la vida de Edgar Allan Poe. Israfel se llamaba la obra de Abelardo Castillo, un argentino, con treinta actores en escena, cinco decorados simultáneos y los actores nos cambiábamos de ropa a cada rato. Con eso te digo todo. Eso ya pasó. Ahora soy el actor solitario. Y no por pobreza ni falta de recursos sino porque vas cerrando etapas. No sé qué etapa me toca ahora. Te adelanto que voy a reponer Ricardo III.

Se lo mencionaba porque hay grandes actores que no…
Claro, yo lo sé.

…no están ahorita (trabajando)...
Me encantaría reunirlos, pero no creo que todos quisieran compartir el sombrero. No se puede, ja, ja, ja. Y no hay plata para hacer la gran producción. No hay salas. ¡Cuántas salas se han cerrado! En Lima nomás se han cerrado La Cabaña, el Teatro Arequipa, la Triple A, el Club de Teatro, el Teatro de Histrión, el Club de Teatro de Lima, La Colmena, el Teatro de Radio Mundial en el Jirón de la Unión, el Teatro de San Marcos, el Teatro de la Católica. Doce teatros te he mencionado en un segundo. Ya no existen. El (Teatro) Municipal se quemó y la (Sala) Alzedo…

Es que ahora los multicines son el negocio.
No, tampoco. No tiene nada que ver. Se cerraron. Y esa es la pena.

Sí. Me pone un poco triste lo que dice, pero…
Se cerraron, pues. Yo he actuado en todos esos teatros. Y en funciones de matiné y vermouth.

¿Cuál es el mejor lugar en el que usted ha actuado?
Siempre es en el que estás actuando tú. En mi casa, ja, ja…

En otros países.
Depende. He estado en tantos sitios. Pero, ¿cómo el mejor?

El que más le haya impresionado, el que tenía más nombre.
El mejor lugar no es dónde. Ahí hay una confusión de conceptos. ¿Qué es el mejor lugar? Puede ser técnicamente, porque tiene los mejores camarines o la mejor tramoya. Mi casa: este es el mejor lugar para mí. Donde no hay decorado, no hay telón, no hay nada. El público está alrededor, yo en el centro y punto. Y soy un verdadero comunicador social ahora, porque termina la función y converso con el público. Sé qué le ha pasado al público. Sé qué piensa. No como antes. Ahora sí soy un comunicador social completo, ja, ja, ja…

¡Qué bueno! Gracias, don Edgard.


Nota: esta entrevista fue realizada en julio del año 2007.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Mónica Lavín





“La literatura se propaga por contagio”



Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

Mónica Lavín (Ciudad de México, 1955) tiene la voz calmada de las personas nobles. Sus palabras destilan amabilidad e inteligencia. Quizá por eso esta prolífica escritora eligió a la genial Sor Juana Inés de la Cruz como protagonista de su último libro, una magnífica novela histórica: Yo, la peor (2009). Lavín ha publicado novelas, cuentos, ensayos, crónicas y columnas periodísticas. También ha realizado antologías de autores mexicanos, es catedrática y ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen por su libro de cuentos Ruby Tuesday no ha muerto (1996). Asimismo, ganó el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada (galardón que también han obtenido autores importantes como Sergio Pitol y Paco Ignacio Taibo II) por su novela Café Cortado (2001). Y fue finalista del Premio Antonin Artaud con su libro de relatos Uno no sabe (2003). Vino al Perú como invitada de la FIL LIMA 2010. En Yo, la peor Lavín revivió a la monja poeta, trescientos años después, para mostrarla como uno de los símbolos indudables del mestizaje mexicano y latinoamericano. Sin querer, Sor Juana fundió en su fascinante vida del siglo XVII –época absolutamente machista y represora- muchas facetas: intelectual crítica, mestiza, poeta y monja. Cuando la escritora azteca habla de Sor Juana lo hace con un respeto enorme, como quien habla de su madre. Yo, la peor va ya por su sétima reimpresión y de seguro vendrán más. Su impacto ha sido notable. Será que Sor Juana –figura de la literatura barroca mexicana- ha vuelto a la vida en dicho libro, en estos tiempos donde el mestizaje es la característica principal de las sociedades latinoamericanas. Acaso debía venir Mónica Lavín para mostrar a la autora de los versos Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis… en toda su intensa humanidad y santidad a la vez. Bienvenida nuevamente, valiente Sor Juana.


Es un gusto que esté usted en Lima con nosotros. Quería empezar la entrevista leyendo esto: De la más fragante rosa / Nació la abeja más bella / A quien el limpio rocío / Dio purísima materia. / Nace, pues, y apenas nace, / Cuando en la misma moneda, / Lo que en perlas recibió / Empieza a pagar en perlas. / Que llora el alba, no es mucho / Que es costumbre en su belleza / Mas ¿quién hay que no se admire / De que el sol lágrimas vierta? Cuando uno escucha estos versos que fueron escritos en el siglo XVII por Sor Juana Inés de la Cruz, no se imagina que ella pueda ser la protagonista de una novela titulada Yo, la peor.
(Sonríe) ¿No, verdad? Pero es ella y otros personajes que la rodearon, lo cual me parece una oportunidad cuando dices: “Voy a escribir una novela sobre un personaje que sí existió, que tuvo la altura de Sor Juana”. Una oportunidad de estar cerca. Siempre digo que después de escribir Yo, la peor ya no puedo leer a Sor Juana de la misma manera. Es como si la hubiera visto crecer: estar en la casa con sus abuelos, curiosear, ver la erupción del volcán Popocatépetl que estaba muy cerca de donde ella nació, ver cómo se asombró cuando llegó a Ciudad de México -tenía ocho años y era una ciudad señorial-. ¿Qué habrá pensado? ¿Cómo toda esa belleza, inquietud y curiosidad fue forjando esta alma inquieta, esta pluma talentosa y aguda?

¿En México existe fascinación por el personaje de Sor Juana como lo existe por Frida Kahlo?
Sí, pero de distinta manera. Siento que Frida Kahlo causa más fascinación en el exterior que en el propio México. Porque Kahlo lleva los símbolos de lo mexicano puestos. Cuando (era la época de) Sor Juana no había una idea de mexicanidad, pero ella es parte y cómplice de esta idea de lo mexicano, de lo que sí tiene que ver con España, pero también con lo prehispánico -ella hablaba el náhuatl, lo escuchaba- y con las voces negras y africanas que en ese entonces existían, porque había esclavos. Sor Juana, después de ser redescubierta a finales de siglo XIX no creo que sea una figura popular como lo es Frida Kahlo. De repente es una figura intelectual, para entendidos o gente que le gusta la poesía, a pesar de que su cara está en un billete de 200 pesos en México. Y todo el mundo sabe que la monja notable escribía y todos citan lo de Hombres necios que acusáis a la mujer…, pero no más. No es leída como debiera ser. Es una figura que causa asombro. Eso espera la novela hacer: desmitificar, bajar y derretir del bronce donde se coloca a los héroes, y ver que era una mujer a la que le tocó una época muy difícil. Porque las posibilidades de -si tenías inquietudes como ella- conocer, participar de la discusión de las ideas, la retórica de su tiempo: había todas las de perder. Pero su vehemencia, disciplina, rigor, agudeza y haberse movido de la manera adecuada, hizo posible que no exista otra figura en la colonia, ninguna otra, de su tamaño. Ni hombre ni mujer.

Era una niña genio. Porque a los tres años ya había aprendido a leer.
Sí. Incluso iba con su hermana a la escuela de la mano. Se llamaban escuelas Amigas y las viudas las dirigían. En particular, tomo a la viuda maestra como un posible personaje. Pero ella iba incluso sin permiso de los padres. Aprendió a leer, sí era una niña genio. Exactamente. No era una niña cualquiera sino con un coeficiente intelectual y un interés fuera de lo común.

En el fondo, lo mejor que pudo hacer Sor Juana para su época es quedarse en el convento. Porque si hubiera probado la vida mundana no hubiera podido crecer tanto como lo hizo en el convento, rodeada de toda esta intelectualidad casi secreta y muy pura.
Sin duda creo que ella lo sabía. El matrimonio –y lo dice en su Respuesta a Sor Filotea (1691)-: ella dice que no iba con las impertinencias de su ingenio. Lo más cercano a la posibilidad de estar con los libros era la vida conventual, a pesar de que había todo este rigor de las horas, de todos los rezos. Estas comisiones que ella tenía de escribir los villancicos le daban también la posibilidad de recogimiento y estar con los libros. A veces decimos: “¡Ay, cómo quisiera hacer vida monacal para estar leyendo y escribiendo!”

En los villancicos también había partes en latín. En veinte lecciones aprendió latín.
Se dice que aprendió incluso cuando estaba en la corte con los virreyes. Que el que fue su confesor -(Antonio) Núñez de Miranda, el jesuita-, pagó las veinte lecciones de latín que también le hicieron. Sí, leía latín. Que era imprescindible, además, para entrar en la lectura de ciertos textos.

Luego de escribir Yo, la peor usted ve a Sor Juana, ¿con ojos más compasivos, comprensivos o más que todo de admiración?
De admiración, desde luego. La admiración a veces coloca a los escritores o a la gente que ves como si fueran de otro mundo. Pero todos somos producto de nuestra circunstancia, y yo la veo ahora con complicidad, como si al leerla pudiera ver cómo amanecía de niña en aquella hacienda -porque existe, la puedes visitar cerca de Ciudad de México: Panoaya. La reconstruyeron-. Puedes ver por las ventanas cómo eran sus amaneceres. Es muy parecida la humedad a la que ahorita aquí (una fría mañana en Miraflores) estoy sintiendo en Lima. En este lugar húmedo, frío, crecen hongos -sanjuaneros les llaman-. Por ejemplo, la escena cuando la pongo a caminar con la hermana y recogen hongos, pues siento que la vi observar un hongo, tener curiosidad por esas laminillas detrás del caparazón del hongo. Como que ya es “mi” Sor Juana. Porque la literatura propone una forma de apropiación.

Una visión propia.
Sí. Propongo “mi” Sor Juana a los lectores, me siento cerca de ella. Y la palabra compasiva me gusta porque Faulkner dice –en su discurso cuando recibe el Premio Nobel- que la compasión tiene que ver más con la comprensión, con saber que todos tenemos flaquezas y grandezas. Y yo veo a Sor Juana también en sus flaquezas, no nada más en sus grandezas, después de la novela.

Este inicio tan llamativo de su novela, esta Invocación en donde uno no puede identificar muy bien, a primera vista, si es una persona que conoció a Sor Juana Inés o si es usted como narradora que se convierte en un personaje más de su novela. ¿Cómo se le ocurrió este inicio sorprendente?
Gracias. Fíjate que lo curioso es que en el proceso de escritura no se me había ocurrido al principio. Digamos que fue cuando ya estuve más cerca de Sor Juana, de su tiempo, su circunstancia, y me encontré este dato fascinante de que Santa Paula era patrona de las viudas. Ya había entrado en el lenguaje de la época, en el ritmo, dije -en estos momentos de oscuridad que siempre hay en la escritura-: “Necesito tener una luz, algo que me acompañe”. Siento que la escritura tiene que ver mucho con la racionalidad, pero con la intuición también. Había algo que me dictaba esta Invocación, esta necesidad de estar menos sola. La escritura es un proceso solitario, como bien sabes, y de incertidumbre. Y de repente era sentirme en medio de este México novohispano, este México de piedras, pero hablando con una mujer romana, cómplice de San Jerónimo. Todo escritor a lo mejor es un traductor de algo que pudo haber ocurrido y sentí necesidad de hacer la Invocación. Me sentí tan bien después de escribirla. Porque, como bien dices tú, nunca pensé en que “voy a ser un personaje”. Había una necesidad que la dictaba y después era como si yo fuera una más de esas mujeres de ese tiempo, pero que sabe cuál es el destino de Sor Juana y parece estar atestiguándolo antes de que sea. Juego con el tiempo. Entonces, ¿soy yo o soy un personaje?, pero sobre todo es esta manera de tejer complicidades: Santa Paula/Sor Juana/Mónica Lavín, la autora o Mónica Lavín, la narradora.

Empezando la novela, detalla mucho al personaje de Sor Juana cuando entra en la escuela Amiga con Josefa (su hermana mayor) y entonces le pregunta la maestra si sus padres han aprobado que Juana Inés vaya al colegio, y la pequeñita le dice algo al oído a Josefa. La hermana mayor le dice a la maestra que su abuelo sí sabía (que iría al colegio) porque le gustaban los libros, pero su mamá no. Esta precocidad, esta inteligencia de pequeñita, define casi totalmente lo que se puede esperar del personaje en las futuras páginas.
Sí. Fíjate que para mí fue muy interesante porque de Sor Juana se ha escrito muchísimo, y (Sor Juana Inés de la Cruz o) las trampas de la fe (1982) de Octavio Paz para mí fue el toque de piedra para meterme e indagar en Sor Juana a través de la novela. De la infancia no se ha escrito, prácticamente. Me parecía muy atractivo abordar una genialidad precoz. Esta niña que va a ganar un concurso con una loa a los siete años, y esta relación con el abuelo de la cual ella misma en su Respuesta a Sor Filotea -que para mí es el documento fundamental, porque es un texto autobiográfico- narra su verdad, con honestidad, cómo vivió su amor por el conocimiento. Ella era excepcional desde pequeñita. Alguien por ahí me dijo: “Tú tienes muchos cuentos que tienen que ver con los hermanos”, porque me interesaba en la novela una hermana que quiere ir a la escuela desde niña con la otra más grande, que tiene inquietud por qué significa el náhuatl. ¿Qué era para las hermanas esta pequeña distinta, con una agudeza que -como tú dices- ya define lo que será, sin que ella misma lo sepa?

Y el náhuatl, ¿es como el quechua en el Perú, la lengua oficial de la gente de la sierra de México? ¿O se enseña en las escuelas? Porque acá no se enseña (el quechua) en las escuelas.
Es una pena. No se enseña en las escuelas. El náhuatl era lo que se hablaba en el altiplano. Nuestras dos grandes lenguas eran maya y náhuatl. Y en la zona donde vivió Sor Juana -muy cerca del Distrito Federal- los aztecas hablaban náhuatl, pero ya no se les dice aztecas: mexicas. Los indígenas que trabajaban en la hacienda de su abuelo hablaban náhuatl. Eso es lo que ella oye, el náhuatl, porque es de esta zona del altiplano entre las dos sierras, en el centro del país. Y no se enseña en las escuelas. Hay un movimiento ahora porque tampoco es una lengua oficial, hay una preocupación porque no se diluya. Debe pasar lo mismo con el quechua.

Sí. Claro.
Hay una noción de que nuestro español hablado en México está lleno de vocablos náhuatl, giros. Muchísimas palabras que empleamos tienen raíces del náhuatl, porque es una lengua que hizo un mestizaje muy interesante por la fuerza que tenía y que desgraciadamente no sabemos. Hice un artículo que tiene que ver con los sonidos que escuchaba Sor Juana. Porque me parece que su voz poética también tiene que ver con su capacidad musical y aquello que oyó de la tierra de donde vino. El andaluz de los abuelos, el vasco del padre, el náhuatl de los trabajadores, más las voces negras de los esclavos eran una riqueza sonora… Después aprendió latín ya estando en la corte, dieciséis, diecisiete años. Pero todas estas voces las recoge y están en su poesía. Hay palabras en náhuatl. Pero de niña esto era intuitivo. Cuando escribes la novela sabes algunas cosas, no sabes todo acerca del personaje ni de cómo lo vas a abordar ni de las pasiones de los personajes colaterales. Es muy polémica la figura de Sor Juana, pelean los estudiosos. Unos dicen: “No es cierto”, (otros) “Sí es cierto”, pero uno como novelista dice: “Este artículo de esta persona dice que la loa que se atribuye a Sor Juana tiene palabras en náhuatl”. Dije: “Fascinante”. Ella no sabía que estaba mezclando todo. No era un propósito consciente, simplemente era lo que había oído. Me parece muy interesante que ella es semilla del mestizaje. En ella, aunque era criolla, ya está dándose -por los sonidos y la vida que le toca-, ya se está tejiendo una nación, una noción de diferencia con lo español.


María Luisa y Sor Juana: profunda amistad y admiración

También me llama la atención esta relación de admiración mutua que tienen (la virreina) María Luisa y Sor Juana. Es más, inclusive Sor Juana le escribe. Casi por momentos parecen líneas de amor.
Sí.

Si bien es una monja muy culta y tiene una sensibilidad muy fina, también suena muy romántico en el sentido de pareja, a veces, cómo le escribe…
Claro.

…cómo se tratan. ¿Era consciente de esta ambigüedad -aunque en ningún momento se desliza nada de lesbianismo-, hay algo de eso en Sor Juana?
Hace un poco lo que dice Octavio Paz, que a ojos de lectores de esta época nos parece que hay algo amoroso ahí, rayando la pasión amorosa. Pero yo creo -y como se ha explotado mucho si esto era lésbico-, quiero pensar -o me gustó pensarlo así en la novela- en que no podía encontrar muchas complicidades femeninas Sor Juana. Me encantó descubrir que eran de la misma edad, que necesitaba hablar con alguien culto que estuviera interesado en libros y le trajera -era muy ambiciosa- noticias del mundo. Y resulta que la virreina escribía poesía, alababa a su vez a Sor Juana. Porque cuando hace el Neptuno alegórico para recibirlos (a los virreyes), aún no la conoce. Entonces, yo en la novela hago que eso sea el motivo por el cual la virreina se acerca. “¿Quién es esta monja a la que le mandaron hacer mi arco triunfal, el arco para la entrada y donde me da un lugar?”, eso piensa la virreina, según yo. Es por lo cual empieza una amistad. Descubren ambas que se admiran. Y la admiración siempre está muy cerca de lo amoroso. No se puede dar una relación amorosa si no hay admiración mutua. Y la amistad entre mujeres es algo que no ha sido tratado suficientemente. Pienso que aquí había una amistad más allá de todo, porque cuando se va la virreina -se regresa (a España)- es la que le publica sus obras allá. Claro que la deja un poco desamparada, porque en México siempre se necesitaba en esa época, Sor Juana o cualquier figura, estar en una red de poder que te protegiera, y más si eras mujer. Con voz pública, pues mayor (necesidad). La virreina siempre fue ese personaje importantísimo en su vida. Si hubiera habido una pasión amorosa, lésbica, eso podría haberse percudido en el camino. Hay una especie de línea constante de admiración, apoyo y solidaridad. Me encanta la poesía que le dedica a la virreina. Es fascinante. Cuando no la puede ver en cuaresma porque no pueden tener visitas, dice: “Tengo los deseos cuaresmados”. Habla del deseo. Todo eso me parece fascinante porque pienso que tenía que haber una comunicación muy profunda. ¿Con qué otras monjas se iba a entender? Alguna que otra sí, no eran incultas, el convento era un lugar donde se leía, ¿pero a su altura? Estaban señores. (Carlos de) Sigüenza y Góngora iba y hablaban de los cometas. Y Eusebio (Francisco) Kino, el jesuita. Pero, ¿qué mujeres? Yo pienso que excepcionales las que podían tener un diálogo al tú por tú con Sor Juana. En la virreina primera encuentra una especie de mamá, en la segunda encuentra una igual, con la diferencia de que tiene el poder y está afuera. Y creo que ella sí es consciente también de la utilidad. Hay esta afinidad, pero no es una amistad desinteresada. También hay un deseo, una certeza de que importa estar bien con la virreina. Ella trata luego de estar bien con la que sigue, le escribe poemas, pero ya no se da esta relación.

Esta afinidad intelectual era lo que las unía en el fondo, más que nada.
Creo que sí. Y que se admiraban. Esta afinidad intelectual hacía sentir a una y a otra menos sola. Porque la virreina era hija de un embajador, es…

Y poderosa. Dentro de un mundo de hombres.
Exacto.

Se sentían fuertes.
Les daba un poder… La novela también tiene que ver con el poder. El poder que tienen los arzobispos, los virreyes. Porque es muy interesante con lo que juego: es con lo que se encontró hasta 1968, un documento, Los enigmas de la Casa del Placer. Que era una especie de acertijo intelectual, poético. Sor Juana mandaba un acertijo y las monjas de Lisboa mandaban la respuesta en forma poética. Todo esto lo coordinaba la virreina desde España. Pero esto no circuló en tiempos de Sor Juana, sino ¡se encontró! un manuscrito que había circulado en 1721. Entonces, ella seguía tejiendo estos hilos de poder con la palabra. Me parece fascinante. Juego con eso como un arma de defensa intelectual frente a la represión de la Iglesia al final de la vida de Sor Juana.

Inclusive en un momento esta represión le lleva a decir -en su novela-: ¿quién dice que la mujer del Señor…
No debe pensar.

…no debe pensar, debe reprimir su intelectualidad?
Sí. Creo que ella era consciente. Era fuera de serie, muy autodidacta. Y todo era adversidad, no había universidad para las mujeres. Ella era consciente de que tenía capacidad intelectual, memoria y que era sobresaliente. Es muy difícil no ser vanidoso cuando eres sobresaliente. ¿Cómo haces para reprimir lo que piensas? Sobre todo cuando ya te han dado socialmente, ya has empezado a tener un reconocimiento y una estatura, un diálogo con el exterior que te está diciendo que eres una voz que le interesa a la época en la que vive.

Tan destacada que 300 años después seguimos hablando de Sor Juana.
Sí. Eso es fascinante. A pesar de que se silenció mucho rato. Sor Juana fue olvidada. Sí logró su objetivo esta represión porque se hizo (de ella) un ejemplo de abnegación, religiosidad, catolicismo. Y después, hasta fines del (siglo) diecinueve vuelven a hablar de ella. Empieza como espuma de leche y ya no se puede parar toda la especulación. Hay sorjuanistas, gente que dedica su vida para seguir estudiándola.

Para que Octavio Paz -quizá el escritor o poeta más conocido de México- le haya dedicado un texto, ya son palabras totalmente mayores.
Hay un texto delicioso y fascinante por toda la sapiencia, la sensibilidad y el uso de la palabra de Octavio Paz. Porque se mete en su vida familiar, cotidiana, en entender qué era ser bastarda en la época. Por ejemplo, ¿cómo era el pensamiento colonial? ¿Cómo era la vida en el convento? ¿Qué es lo que se leía? O sea hacernos entender qué era la poesía barroca. Eso es verdaderamente fascinante. Yo no sabía que iba a escribir esta novela. Hice un texto para unos libros de cocina de una editorial, una colección de cocina virreinal. Una amiga era la experta, ya murió. Hay un recetario atribuido a Sor Juana en el Convento de San Jerónimo y ella fue la que me dijo: “¿No escribirías un ensayo, un texto para acompañar esto?”. Yo dije: “¿Sor Juana en la cocina?”. Eso yo nunca había pensado, más que la Sor Juana de la pluma. ¿En la cocina? Voy a leer Las trampas de la fe para entender la vida cotidiana, el origen, qué relación podía tener ella con el fogón, con los sabores. Y fue Las trampas de la fe la que sembró un deseo -no sabía todavía que iba a escribir la novela cuando se publicó eso-. Había fascinación por la circunstancia, el tiempo, el origen de Sor Juana. Y es Octavio Paz el provocador.


La gastronomía como percepción del mundo

Eso nos lleva a otro de sus temas de interés: la gastronomía. Como usted acaba de mencionar, ha publicado varios temas sobre gastronomía y sobre Sor Juana, entre Despertar los apetitos, Golosinas del convento, Sor Juana en la cocina, Entremeses y yucatecos y una colección de varios autores: Historia y leyenda del mazapán.
Sí, ja, ja… Ya me averiguaste ahí todo.

¿Cómo así se interesa tanto por la gastronomía? ¿Esto viene de su familia? Su abuelo cultivaba café, tenía…
El abuelo paterno tenía una finca cafetalera, que es motivo de otra novela…

De Café Cortado.
De Café Cortado. Y ya él no la conoció, porque lo mataron. Siempre me han gustado la comida y los sabores. Es uno de mis mayores gustos. Quizá porque en mi casa gustan de la comida, la conversación alrededor de la mesa y el rito de la sobremesa. El abuelo por el lado de mi madre era andaluz, y él era cocinero. Cuando me enteré que Sor Juana tenía abuelos andaluces me fascinó. Una receta de mi abuelo, de conejo, la meto (en la novela) pensando que a lo mejor a Sor Juana le daban conejo en la cocina. Porque el conejo se come en esa zona donde nació, pero guisado a la andaluza, para que tuviera coherencia. Me han interesado los sabores y siempre me ha gustado comer. Vengo aquí (al Perú), quiero saber qué se come, dónde, probar cosas. Una de las primeras cosas que hice como periodista en un texto era en una revista mensual que se llamaba Crónicas de la vida cultural de Coyoacán, que un amigo publicó hace muchos años -antes de que yo publicara cualquier libro-. Me dijo qué sección quería y escogí A la carta. Me iba a buscar lugares de comida en Coyoacán -un barrio de la ciudad de México- y lo mismo hablaba de un lugar popular que uno más sofisticado, y mi curiosidad siempre ha buscado pretextos para seguirle por ahí.

Más que nada de difusión gastronómica.
Sí. Porque cocino, pero sin ninguna sapiencia ni nada. Me gusta, es una curiosidad sobre la cultura, los sabores y la sensualidad alrededor de la mesa.

¿Piensa seguir publicando más textos sobre gastronomía?
Sí. Y me gusta mucho la crónica de viaje. Hice una sobre Nueva Orleáns y cuando me la pidieron dije: “La quiero hacer sobre música y comida”. Me deleita hacer eso. También tengo una novela que se llama Despertar los apetitos (2008), que (es sobre) periodistas de gastronomía. Me parece un género interesante. Y no me refiero solo a la comida sofisticada. El ámbito culinario tiene que ver con una percepción del mundo, una historia, una actitud. Me gusta mucho ese mirador para ver las diferencias, las cercanías entre unas y otras culturas, comunidades, espacios o como quieras llamarle.

La cocina como integración de las personas.
Sí. De hecho tengo un cuento que se llama La sobremesa, ahí juego con lo que pasa después de la mesa. Pero la seducción también se puede dar a través de los sabores, por eso escribí ese (texto) de periodistas de gastronomía. Fui a Canadá: un viaje de extremo a extremo del continente comiendo. Fue una oportunidad deliciosa y no sabía que iba a ser un germen de novela. Por eso te decía que los viajes son así, uno está ahí y no sabe qué va a pasar después con esa experiencia, cómo se va a cristalizar. Entonces, ahí sigo y colaboro en televisión: tengo una pequeña cápsula, se ha ido especializando en cultura gastronómica. O hablo de gastronomía y literatura, gastronomía y cine.

Usted tiene muchos intereses intelectuales.
Sí.

Y trata de difundirlos a través del periodismo, en este caso, y también de la literatura.
Exacto. Sí.

Su madre era una apasionada del arte. ¿De ese lado le viene también su interés por la literatura?
Sí. Mis padres viven, afortunadamente. Los dos son lectores. Pero mi madre tenía una gran afición por la pintura. Desde niñas a mi hermana y a mí nos enseñaba libros de arte. De hecho mi hermana es pintora. Entonces, siempre crecí con fascinación por la plástica. Sí por la literatura, pero como algo natural. Ahí estaban los libros, yo los veía leer y me gustó un día cuando estuve enferma y seguí leyendo. Pero toda la parte de la plástica, de la pintura, la escultura, esa es la semilla de mi madre.


Bióloga publica novela en Argentina

Y cómo usted que es bióloga de profesión ahora le dedica todo su tiempo a la literatura. ¿Cómo una bióloga termina de literata?
Ja, ja…

Que parecen tan…
Tan distintos.

…contrapuestos.
Me gustaba escribir desde adolescente, pero ni sabía cómo se hacía uno escritor. Me parecía que era un divertimento, no una cosa seria. Me gustaba, hacía mis cuentitos, me la pasaba muy bien, y la ciencia también me gustaba mucho. Quizás uno de mis problemas o circunstancias es que siempre me han gustado muchas cosas, pero ahora descubro que con la palabra escrita todas se pueden, ahí pueden estar todas. En cambio, en la biología no puede estar todo lo demás. A la hora de estar estudiando me gustaba la ciencia, el saber, causa-efecto, entender. Ahora comprendo que la literatura es una forma de entender o tratar de entender la conducta humana. Que es tan ambigua, tan inapresable, nunca la vas a poder definir exactamente, no hay nada que puedas comprobar, son verdades relativas. Por ello es, absolutamente, para mí más atractiva que la ciencia. Tengo sed de curiosidad para el entendimiento del mundo. Estudié biología, pero siempre pensando: “¡Ay, me debería salir y estudiar letras! ¿O qué debería hacer?”. Siempre como dividida iba a un taller de cuento con Mempo Giardinelli, argentino que vivía en México, y ahí iba escribiendo mis cuentos. Terminé biología, empecé a trabajar de bióloga. Pero siempre con una especie de cojera, no totalmente de pie en aquello. Luego descubrí que la ciencia es una pasión, igual que la literatura o cualquier arte. Y había que decidir entre las pasiones. De repente un trabajo de investigación muy específico me desalentó, no me vi ya como una investigadora especializada. Me iba a una maestría, tenía la beca y dije no. Y me fui hacia divulgación de la ciencia, talleres de ecología para niños, hice un libro para niños mezcla de cuento con ciencia, y así me fui deslizando al incierto camino de la escritura. Y a leer un poco, no con orden académico, porque yo no lo había tenido, sino por gusto. Me empecé a hacer amiga de algunos escritores, saqué mi primer libro de cuentos y seguí por ahí.

Y ahora ya está bien asentada porque Yo, la peor tiene seis reimpresiones.
Sí. Ya va en la séptima.

Séptima ya.
Es que no he actualizado la página (web). Va en la séptima. En Argentina va a salir.

Qué bueno.
Ninguno de mis libros se ha ido de México, por más que haya publicado en estas empresas grandes, españolas, que están en el resto de América. No había habido la oportunidad y con Yo, la peor pues ya salgo en Argentina y me da emoción, porque uno tiene sus lectores en su país. No se puede saber qué va a pasar.

Por lo visto, la Invocación funcionó muy bien, ja, ja…
Fíjate que sí, tienes razón, pero ya no puedo repetir la fórmula, ja, ja, ja. La puedo hacer, pero en silencio, sin que se publique, ja, ja, ja. Además, es un viejo ritual éste. Yo creo en los rituales. Eso es algo que me importa mucho en la literatura. Tiene que ver con la gastronomía. Para mí la mesa es un ritual que se va percudiendo con la vida urbana y de prisa hay que volver a jalar. Me importa toda la parte ritual de nuestra vida diaria, porque no necesariamente estoy refiriéndome a rituales que tienen que ver con etnias, sino a los rituales cotidianos que nos son tan importantes.

Y también usted promueve la lectura con este libro Leo, luego escribo del año 2001.
Sí. Me ha dado sorpresas porque es un libro que usan los maestros. Originalmente era pensado para que lo leyeran estudiantes… Nosotros le llamamos la preparatoria. De los 15 a los 18 años. Ese era el público en el que se había pensado. Y tiene que ver con mi experiencia de dar talleres literarios. Saber qué cuentos producen y funcionan como provocadores, como experiencias cimbradoras y memorables. Fue una oportunidad de juntar todo esto. Es un libro que circula en Centroamérica, que está en las bibliotecas de las escuelas en México. Uno nunca sabe qué va a pasar con los libros, es tan curioso. Hay unos que se mueren o que nadie sabe de ellos.

Tienen vida propia.
Tienen vida propia. Uno no hace nada y un día te enteras que ese libro le gustó a fulano de tal y permitió que leyeran a Chéjov a lo mejor, que nunca habían leído. Y te crea cómplices. Porque vas a un lado y te agarra un maestro -me encanta cuando los maestros se acercan-: “Su libro tal lo usamos”. De repente (otro maestro): “Es que falta ese tipo de material que haga puente entre maestros y alumnos”.

Qué bueno. Usted resulta siendo puertas abiertas para otros autores, sobre todo en escolares.
Sí. Y me gusta hacer eso con mis alumnos. Trabajo en una universidad de reciente creación, la Autónoma de la Ciudad de México, y hay una licenciatura en creación literaria.


Mercado editorial mexicano en crisis

México es un país donde se lee bastante, hay un buen mercado editorial, tanto para jóvenes como para adultos.
Pero no es suficiente. Por lo menos nos quejamos. Sí se ha avanzado mucho en los niños, ha habido una gran promoción en la lectura para niños, todo un trabajo editorial, feria del libro para niños que ya lleva veinte, veinticinco años. Se llama Feria del Libro Infantil y Juvenil, pero creo que todavía hay una parte del lector adolescente que necesita vincularse con los libros adecuados, que los maestros de secundaria también sepan cómo entusiasmarlos, porque es una edad en que es difícil ese recogimiento con la intimidad del libro. Poco a poco se ha ido avanzando. El problema es que las librerías en lugar de crecer han disminuido. También se está peleando una ley del libro, que sea un precio único del libro. La librería pequeñita no puede competir porque la gran librería…

Monopoliza.
…da descuentos, monopoliza. Nadie va a comprar un libro en un lugar más caro si lo encuentra al 30% en otro. Entonces, hay un conflicto con eso, con puntos de venta para los libros, bibliotecas. Siempre ha habido un programa de bibliotecas, hay una oferta de lectura, pero tú necesitas saber -si no eres experto y aún iniciado- qué libro tomar, a qué libro acercarme. Entre los maestros hay que hacer mucho también porque sean lectores. Creo que la literatura se propaga por contagio. Entonces, un maestro lector, un padre lector, un amigo lector, te va creando lectores porque recomienda un libro o lee un pedazo de un poema y eso crea entusiasmo. Te digo todavía que nosotros nos quejamos. Los tirajes de libros normalmente no rebasan los cinco mil. Un cinco mil ya es un buen tiraje.

No imaginaría esta realidad que me comenta cuando (uno) ve o lee en la prensa que tienen la mejor feria del libro de toda América Latina, y la segunda mejor todo Iberoamérica, después de la de Madrid. Y además que (México) es cuna de Juan Rulfo, Octavio Paz, Jaime Sabines. Imaginaba que el mercado editorial era más fuerte allá.
Sí. Es fuerte, pero también está en crisis. Lo que está sucediendo de interesante -no sé si es un fenómeno mundial-: en España también las editoriales pequeñas e independientes están surgiendo y se están uniendo. Te encuentras editoriales que hacen mil ejemplares, quinientos, cuidaditos; van a publicar poesía, cuento: estos géneros que no son los más taquilleros. Ese movimiento sí se está dando. Hubo por primera vez una feria del libro independiente en la Ciudad de México. Editoriales como Almadía, Sexto Piso, El Milagro, Tumbona Ediciones, son normalmente escritores los que las ponen o editores. O escritores que les gusta el trabajo editorial. Todo eso está pasando y me parece muy interesante. Comentabas la Feria del Libro de Guadalajara: es realmente una feria de la cual me siento muy orgullosa que exista en México. Porque en la Ciudad de México también tenemos una Feria del Libro de Minería, que lleva muchísimos años, pero…

¿De minería?
Le dicen de minería porque es en un palacio de minería. Le decimos la Feria del Libro de Minería, pero no son libros de minería (sonríe). A lo mejor hay alguno, pero la de Guadalajara es una cosa impresionante de organización, de presencia internacional. Tiene un premio. El que tenga la oportunidad debe ir, no se la puede perder.

Todos los escritores peruanos quieren ir allá cuando hay posibilidad.
Es que es fantástico. De veras. A la gente que vive en el D. F., que no es escritor, les digo: “Tienen que ir a Guadalajara a la feria del libro”. Te encuentras todos los libros, hay eventos. A lo mejor oyes una conferencia de Mario Vargas Llosa, está Gabriel García Márquez, Elena Poniatowska o va un Premio Nobel como (Orhan) Pamuk -que fue el año pasado- o (José) Saramago -que fue en su tiempo-. Y te los encuentras en los pasillos. Aparte hay música, verdaderamente una experiencia. Y hay para niños, jóvenes, adultos. La Feria del Libro en Guadalajara ha hecho una relación de los ciudadanos -los tapatíos que les decimos- con los libros, porque desde niños han ido a esa feria, han crecido con eso. Una relación con el libro de la cual no son muy conscientes, a lo mejor. Cuando vas a esa feria, quieres que todas sean así. Y no es fácil.


Políticas culturales estatales

Eso demuestra una política cultural, hasta cierto punto, adecuada. Porque si los ciudadanos no son muy conscientes de que ya están metidos en el ámbito literario, cultural, (que) es inherente casi a ellos, entonces ha habido un buen trabajo del gobierno.
Yo creo que sí. No se ha hecho todavía todo lo que es. Cada vez hay un pasito más, pero nuestra política cultural de Estado siempre se ha preocupado porque dicen que quieren hacer un país de lectores. Es la meta. Entonces, pues ¡qué bien! No es necesario tener un país de escritores, pero de lectores sí. De gente que aprecie el arte, gente sensible.

Aparte, sí es un país de escritores.
Sí, hay muchos, porque somos muchos. Pero Perú no me digas que no. También.

Claro.
Desde luego. Pero sí hay toda una política de estímulos para escritores. De estímulos para artistas.

Muchos concursos.
Concursos y hay un sistema. Se llama el Fondo Nacional para la Creación y las Artes…

En el Perú casi no hay concursos.
¿No? Hay uno para escritura de mujeres. Yo una vez mandé un cuento.

Son contados.
Y eso es importante, porque los concursos son estímulos que hacen que tengas un reflejo de lo que está pasando, dan vigor y un termómetro de la actividad (literaria).

Sí. En tanto en México hay concursos por cada Estado.
Por cada Estado. Cada Estado tiene su estatal, luego están los nacionales y los internacionales.

Eso para la realidad peruana es un sueño.
Pues se logrará, ¿no?

Esperemos. Aún así todavía salen buenos escritores en nuestro país.
Sí. Hay una tradición importante.

Me llamaban mucho la atención estas posiciones casi opuestas de Yo, la peor –que es una temática religiosa, histórica, literaria- y un cuento suyo que había leído, Los jueves (de su libro La isla blanca de 1998). No la imaginaba a usted escribiendo Los jueves y también Yo, la peor.
Ja, ja, ja…

Los jueves es muy sensual y provocador, muy fetichista por momentos.
Eso es más bien lo que he escrito. Yo, la peor es lo raro en lo que he escrito. Siento que Yo, la peor me pone en una circunstancia que ni yo misma imaginaba y eso me gusta. Me gustan los retos y poder escribir. Tengo una novela para jóvenes que se llama La más faulera (1997). Es una novela sobre básquetbol. Y los cuentos tienen que ver con lo cotidiano contemporáneo, no hago cuento histórico. Me han dicho que la parte sensual, a veces la crudeza, la soledad, están ahí. Y de repente me veo en este retablo novohispano en el que me pone Yo, la peor y también me gusta masticarlo, estar ahí. Creo que eso tiene que ver con el periodismo, que a uno lo lanza a resolver esto, “y ahora vente de entrevistar, ahora escribe de esto”, que es parte de lo que he hecho como trabajo.

¿Todo periodista debe ser un intelectual, cree usted?
Todo periodista debe ser un curioso. Un sediento de la información para armar, tener una visión personal y una búsqueda de originalidad en cómo proyecta lo que está diciendo.


Poesía: palabra mayor

Ya que usted ha probado tantos géneros –crónica, cuento, novela, ensayo-, ¿por qué no se ha atrevido con la poesía?
Para mí son palabras mayores. Me parece que la poesía es todo un trabajo de decantación, de precisión, de una filigrana muy cuidadosa. ¿Por qué escribe uno poesía o por qué escribe narrativa? Creo que tengo la necesidad de contar historias, que el verso no se amolda a lo que quiero decir. Es mucho más riguroso, más preciso, por lo tanto más incisivo, más brutal, más memorable. Se puede escribir narrativa mala y la poesía es implacable. Un poema malo yo ya no lo llamaría poesía. La poesía es la expresión más sugerente. Por eso me gusta la minificción, también. Porque tiene hermandad con la poesía. Apenas dice unas cosas, pero tiene que estar levantando ámpulas con esa capacidad de sugerencia propia de la poesía y del cuento, más que de la novela. El cuento le hace más guiños a la poesía, pero de todos modos no me es suficiente. Escribí algunos poemas de adolescencia y quizás tenga pudor con la poesía porque me parece difícil, riesgosa.

Mucha elipsis hay que utilizar.
Exacto. Por otro lado, todo narrador tiene que leer poesía, porque la palabra, el juego, sus resonancias, allí están: en la poesía. Es parte de lo que debe de ver un narrador: poesía.

A pesar de no ser poeta en Yo, la peor muchas de sus páginas son muy musicales. El lenguaje utilizado tiene ritmo. Uno podría leerlo en voz alta y suena bien.
Es que creo en la música de la prosa. Yo creo en leer en voz alta como hacía Flaubert, que suene y tenga un ritmo que vaya con lo que se está contando. Para Yo, la peor tal vez influyó el que yo leía la poesía de Sor Juana, no para analizarla sino para entrar en una especie de trance, de ritmo, de música, de lenguaje y, aunque sea una novela escrita con español del siglo XXI, entrar en una música de otro tiempo.

Como irse vistiendo un poco de su propia ropa.
Exacto. Y de una manera no muy consciente. Cada historia pide su música, su lenguaje, su extensión. Y esto es lo que pedía Sor Juana: Yo, la peor.

Muchísimas gracias por la entrevista y esperamos que pueda volver en otra oportunidad a nuestro país para disfrutar de sus conocimientos y su literatura.
Pues me encantará. Gracias a ti.