domingo, 24 de noviembre de 2019

Gino Ceccarelli



“Lamentablemente, en el arte Lima sigue siendo el Perú”

Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

Muy pocos son los artistas peruanos que cuando dan sus opiniones políticas, sociales o sobre el racismo en nuestra todavía discriminatoria sociedad, no temen chocar con personas importantes o grupos de poder. Gino Ceccarelli Bardales (1960) es uno de ellos. Más allá de ser uno de los mejores y más prolíficos pintores del Perú, es un hombre con gran conciencia social, enemigo de las injusticias y sin pelos en la lengua. Dice lo que piensa y lo que siente, sin querer quedar bien con nadie. Aparte, la calidad de su arte ha sido elogiada en poemas por varios de los mejores vates nacionales del último medio siglo: Arturo Corcuera, César Calvo, Antonio Cisneros y Marco Martos. Un verdadero lujo. Hasta autores extranjeros, como el chileno Alberto Fuguet, han escrito sobre su labor artística.

Ceccarelli ha realizado más de 40 exposiciones (individuales y colectivas) de sus excelentes obras en 23 países: Francia, España, Estados Unidos, Portugal, Suiza, Colombia, Paraguay, Chile, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Argentina y el Perú. Fue seleccionado por la UNESCO para la exposición itinerante que recorrió 27 países de Europa y América en el proyecto Iberoamérica Pinta. Estudió en la Escuela Regional de Bellas Artes de Iquitos y en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú, en el taller de Cristina Gálvez y en talleres de pintura y grabado en París.

Entre mayo y junio de este 2019 el Ministerio de Cultura, en la Sala Kuélap, albergó su impactante muestra de arte “Entre el semicielo y el semimundo” (una de las tres mejores del año, sin duda alguna), que recibió más de 18 000 visitantes. Una cifra muy inusual, pero sorprendentemente positiva para cualquier exposición artística realizada en Lima. Ceccarelli, además, fue director del Instituto Nacional de Cultura de Loreto durante cuatro años.

Fueron muchos los temas tratados en esta entrevista: su vida familiar, sus inicios como pintor, el arte (injustamente) centrado en Lima, la fama, sus profundos lazos con poetas peruanos formidables, la relación entre el Estado y el artista nacional, el auge imparable del arte amazónico, el rol necesario de la crítica de arte. Como siempre, todo analizado desde un punto de vista agudo, nada complaciente.

Existe esa coincidencia en Ceccarelli: puede pintar los cuadros más impresionantes y llenos de color (como “Maternidad”, “Cazadora de estrellas”, “Camino al río”, “Casa de la Luna” o “Santa sirena del Ucayali”), que reflejan con acierto los personajes y los mitos de la Amazonía, así como también puede cortar cabezas con sus palabras, criticando lo que viene funcionando mal (que no es poco) en nuestro país desde hace muchas décadas.

 
Muchas gracias por esta oportunidad. Admiro mucho tu trabajo desde hace años. Yo quería empezar mencionando que ahora estás en el Ministerio de Cultura, en la Sala Kuélap, con tu última exposición -que es realmente fantástica-, que es “Entre el semicielo y el semimundo”. ¿De dónde viene este título tan interesante, tan misterioso?
Aparte de ser muy poético. Porque tiene varios niveles de lectura. Ese es el mensaje. Es muy simple. Es una conversación que tuve hace muchos años con un curandero yagua, por el río Napo, una comunidad muy perdida, muy alejada. Y hablábamos de todo, de la vida, tomando, entre masatos, y yo le pregunté en qué estado estamos los seres humanos, para él. Y me dijo esta frase: “Entre el semicielo y el semimundo”. Rápidamente hice yo una relación con lo que es el purgatorio. Yo estudié mucho tiempo “La Divina Comedia”. Es más, hice una serie de treinta cuadros. Porque “La Divina Comedia” es una especie de iniciación shamánica, si quieres. Entrar en “La Divina Comedia” es casi eso. Y para él no merecemos ver el cielo y merecemos estar en la tierra real. Entonces, vivimos una especie de estadio intermedio, que le llamaba “el semicielo y el semimundo”.

Eso significaría que estamos purgando todos en esta vida.
Algo así. Debe ser. Además, creo que lo merecemos, porque estamos muy lejos de ser perfectos y de merecer el paraíso. Salvo algunos pocos de nosotros.

Claro. Nos dieron el paraíso y luego lo hemos destruido.
Sí, lo destruimos. Todos los días lo estamos destruyendo. Hemos llenado de plástico el paraíso. Somos la especie más desarrollada, más avanzada y la más depredadora, la que está destruyendo el planeta. Destruye su paraíso. El único sitio que tiene donde vivir lo está destruyendo a pasos agigantados por un simple tema, que es la codicia. El dinero, la acumulación. Es algo absurdo, pero hay gente que prefiere destruir el planeta por tener unos dólares más. ¡Bien cojudos que somos! Y festejamos.

Es una muestra del egocentrismo del ser humano.
Sí. La sed de la codicia en su máxima expresión, pues: contra las comunidades nativas… Es un factor nuevo que ha entrado. (El nativo amazónico) es muy comunitario, es muy social: yo cazo para todos, yo pesco para todos. No quiero tener la mejor casa para (lucirme ante) los demás. Que esté bien mi casa y ayudo a los demás. Hay una cuestión de compartir. Es muy primitiva, pero es lo más saludable que hay. Cuanto más hemos avanzado, más avanzó el egoísmo y la codicia. Hemos llegado a niveles de espanto.

Y tú justo muestras en varios de tus cuadros la contaminación petrolera.
Sí, es lo que me ha venido. Siempre me ha preocupado mi entorno social, un poco la cosa política también. Soy bastante activo en las redes. Por temporadas.

Sumamente activo. Posts todos los días.
Por temporadas. Ahora he bajado un poco. Más relax ahí. Hay épocas que sí. Lo que pasa es que la indignación es grande, la verdad. Yo no acepto la injusticia.

Eres un influencer.
No lo sé.

No estás pendiente.
Ni siquiera veo cuánta gente me ve. Pinto, miro, jodo, sigo pintando, digo lo que tengo que decir. Pero trato cada vez menos. Trato de no indignarme demasiado, porque no es bueno para la salud. Todavía tengo mucho que hacer.

En varias entrevistas has mencionado que te va a faltar vida para hacer todo lo que quisieras.
Sí, tengo demasiadas ideas. Tengo más de 120 cuadros en la cabeza. Con eso ya tengo como para un par de años de trabajo. Y cada día me vienen más ideas. Y no solamente pinturas. Hay esculturas, performance, libros, propuestas, proyectos. Hay un montón de cosas.

Tú pintas varios cuadros a la vez porque es tu estilo, tu forma de trabajar.
Sí, lo que pasa es que hay muchas ideas y, a veces, uno cuando empieza a pintar un cuadro, se te coló otra idea o, a partir de un trazo, de un color, se viene a la cabeza una nueva idea que está guardada por ahí, en el fondo o en el inconsciente. Y, entonces, necesito empezarlo. Y aprovecho la viada. En una semana puedo empezar cuatro cuadros o cinco y voy haciendo bocetos, voy haciendo acuarelas por acá, me siento un ratito. Soy muy activo. Aunque no parezca, mi trabajo es muy violento, muy rápido. Yo voy muy rápido. Y a pesar, incluso, que hay mucho detalle en algunos cuadros, todos esos detalles van muy rápido. Y es muy físico. Es decir, yo no puedo trabajar sentado. Necesito estar parado y me muevo, mezclo. Necesito mucha actividad física y termino agotado en la tarde.

¿Con o sin música?
Con música. A veces, silencio.

Y cuando es con música, ¿algún tipo de música en especial?
El cuadro me va pidiendo, pues. Por ejemplo, una serie que trabajé en París hace muchos años, que había mucho fondo negro, era una serie de sesenta cuadros y, prácticamente, todos los hice con la “Sinfonía Patética” y el “Réquiem” de Mozart, porque me daban el clima necesario. Otros me piden salsa, otros cuadros me piden música más ligera, mucha música clásica y mucho jazz, más que nada.

Esas hermosas mujeres amazónicas (de tus cuadros), ¿qué música te piden?
También pongo música amazónica, claro. Pero mis trabajos se acompañan bien con música clásica.

Es evidente que la Amazonía ha influido en ti, en la mayoría de tus obras, pero yo, más bien, quería preguntarte, ¿cuál ha sido la influencia que han tenido esos tres años en Barcelona y esos quince años en París en tus obras? ¿Hay esa influencia?
Sí. Mucho. En Europa dicen que mis personajes son indias, pero que mis colores son mediterráneos. Estos ocres, tierras, amarillos, esos contrastes, son muy mediterráneos. Son colores que se ven mucho en el Mediterráneo. Y también me han dicho que mis amazónicas tienen cuerpo de italianas. Piernas largas y todo eso. Pero eso no me preocupa.

Voluptuosas.
Sí. La vida para mí ha sido un río muy natural y tranquilo. Yo no me he propuesto ser artista, yo no me he propuesto “voy a tomar el tema amazónico, el tema de los mitos”. Todo ha venido naciendo o sucediendo de manera natural. Más bien, yo me he dejado llevar por la vida. No ha sido una propuesta, una decisión personal: “Voy a hacer esto”. No. Yo he dejado que la vida me lleve hasta donde estoy.

Además, era inevitable porque, como tú contabas en algunas entrevistas, tenías mucha facilidad para retratar desde niño.
Sí.

Y tu padre te llevó a la escuela de Bellas Artes.
Es lo único que sé hacer mejor. Me gusta mucho.

A los nueve años te llevó tu padre.
Claro. Mi primera exposición fue a los once, ja, ja...

Es un apoyo familiar total.
Claro. También un poquito de castigo. Es decir, como pintarrajeaba toda la casa con tizas, lápices, de todo, entonces “anda mejor a dibujar allá”. Mi padre, como italiano, es un campesino italiano, pero tenía mucha sensibilidad social, mucha sensibilidad artística. ¿Qué es lo que pasa? Viajas por Italia, por donde vayas, a los pueblos más pequeños, ves bellísimas esculturas, la arquitectura es una maravilla, el orden. Toda la gente tiene obras, cuadros en su casa, por herencia o no sé, pero mucho arte ves en la calle, en las ciudades. Hasta en el campo, hasta en los pueblitos más pequeños. Es muy natural para un europeo, para un italiano, que un hijo se dedique al arte. No es un trauma, como pasa acá.

Como en el Perú.
“¡Mi hijo quiere ser artista!”, como si fuera casi…

Una maldición.
…un ladrón, un tipo marginal. ¡Qué peligro!

Debajo del puente lo imaginan ya.
Claro. Mi padre no tuvo eso, mi madre tampoco, felizmente. No sé si ellos hablaron… Al contrario, me han apoyado siempre.

Pero siempre hay alguien en la familia… Tu abuelo, bisabuelo, ¿alguien dibujaba, pintaba? ¿De dónde venía el lado artístico?
Ni idea. Hasta donde yo sé, nada.

Quería mencionar el hecho de que en tu exposición actual “Entre el semicielo y el semimundo” hubiera estado la ministra de Cultura Ulla Holmquist y también hubiera estado el presidente de Petroperú, es un honor que, evidentemente, tu pintura merece, pero ¿te ha hecho reflexionar ya al nivel que estás llegando como artista? Si bien es una cosa natural que se ha dado en tu vida, pero ¿eres consciente de que eres una de las caras visibles y más representativas del arte contemporáneo peruano?
Sí (sonríe). Lo pienso, pero no me preocupa demasiado. Más bien, creo que sí te hace, un poquito, ser más responsable. Es decir, sobre todo con la gente, con los jóvenes, que tienen mucha curiosidad. Ha habido mucha gente joven de Bellas Artes, estudiantes, han ido muchos colegios también a la muestra. Entonces, hay una curiosidad de conocer qué es lo que piensan, piden consejos. En ese sentido, hay que ser responsables. Por más que uno traiga ideas osadas o diferentes o contestatarias, como le llaman, pero con los jóvenes hay que ser muy responsables. Yo lo he sido. No he tenido grandes apoyos. Me hubiera gustado tenerlos, seguramente. No conocía grandes artistas cuando yo era joven, pero sí te da esa responsabilidad. Una de las responsabilidades que te da es de hacer mejor obra todavía. Hay cosas que tengo que replantear. De repente, por un tiempo, los mitos no van a estar muy presentes. De manera indirecta sí. Hay una serie de obras que quiero hacer. Nuevos colores quiero ensayar, nuevos espacios de búsqueda. En eso ando. A veces, es un momento de reflexión, pero está bien.

Muchos artistas llegan a cierto nivel de reconocimiento y les da por la vanidad y a otros les da, como tú has explicado, por la responsabilidad. Felizmente, tú lo has tomado por el lado responsable.
Claro, todo artista es un vanidoso. Unos lo disimulan mejor que otros. Eso es cierto, porque hay una dosis de ego que necesitas para dedicarte. Lo que tienes adentro, sacarlo, exhibirlo y ver la manera de vivir de eso. Es una dosis fuerte de ego y de aventura. Un espíritu aventurero muy fuerte. A mí esas cosas nunca me han preocupado. Incluso, en una exposición más grande que hice, en mi primera, que fue en el Museo de Arte Italiano. En Perú ya he expuesto, prácticamente, solamente en museos. Son siete exposiciones que he hecho en el Perú en toda mi carrera, tengo más exposiciones fuera. Cuando fue la gente, entonces me decían: “Pucha, la gente te (ha venido a ver)”, pero no me afecta mayormente eso. Me siento bien. No me cambia para nada.

¡Qué bueno! Acá entra el nexo que tú has tenido -y me parece fantástico- con la literatura peruana. Revisando uno de tus hermosos catálogos -porque son una maravilla-, hay muchos nombres importantes, pero tres que yo respeto mucho, y me parece genial que hayan escrito sobre tu arte y sobre ti, son: César Calvo, Antonio Cisneros y, sobre todas las cosas, Arturo Corcuera. Que me parece el mejor poeta, de los últimos cincuenta años, del Perú.
Los tres ya partieron, pero los tres han sido muy amigos míos. Más que todo por Calvo. Yo lo conocí muy joven a él. Yo tenía veintiún años. Y lo fui a buscar porque había salido Ino Moxo (en 1981), a hablar, porque había unas cosas que no me cuadraban en el libro. Comenzamos a conversar entre cervezas y en un bar en el centro que se llamaba La Capilla. Se llamaba, ya no existe.

¿Centro de Lima?
En el Centro de Lima, jirón Lampa. Y estuvimos horas y horas ahí, hablamos largo y nos convertimos en grandes amigos. A los pocos meses, él me prestó un apartamento que tenía en Chaclacayo para que yo vaya a pintar ahí, porque no tenía taller, y se apareció con sus maletas y convivimos prácticamente tres años. Y ya por él conocí a Arturo Corcuera, a Reynaldo. Con Toño Cisneros es diferente, más que todo por un tema periodístico. También fuimos muy amigos. Con Rodolfo Hinostroza también hemos sido grandes amigos. Lo he llevado a Iquitos. Incluso, cuando Toño fue a París, fue un par de veces a mi casa. Con la generación del 60 yo he tenido, a pesar que eran veinte años mayores que yo, un acercamiento muy fuerte, una identificación. Hasta me consideraban del grupo. De la misma manera -me pasan esas cosas-, cuando llegué a Barcelona, a las tres semanas yo era muy amigo y éramos un grupo que nos reuníamos todas las semanas en casa de Juan Marsé. Estaban José Agustín Goytisolo, estaba Félix Grande, Mariscal -que es un gran artista de allá-, el mismo Juan Marsé. Era todos los jueves a tomar vinos y a conversas y a pasarla bien. Me adoptaron en el grupo también muy rápidamente. Yo era mucho menor que todos ellos y era el único que no era escritor, además. Así voy conociendo gente, no sé cómo…

Pero seguro conoces mucho sobre literatura…
Sí.

…para que los escritores españoles también te hayan adoptado.
He leído mucho. Bastante. Eso es lo que más me apasiona. Y leo mucha poesía. Eso también es una de las fuentes de mi trabajo.

Porque los escritores, en ese sentido, son bien sectarios. Cuando ven que alguien no sabe de su mundo o área, lo apartan.
Sí, conozco. Con el mismo Marco Martos tenemos una amistad muy antigua, pues.

Que también ha escrito sobre tu trabajo.
Sí. Tiene muchas cosas escritas sobre mí.

Si bien lo que ha escrito César Calvo me parece muy bonito, pero que Corcuera te haya escrito “Fábula de Gino y la runamula”… El final me parece maravilloso. Dice: “Todo lo dotó a Gino de alas, le proporcionó óleos y aceites para el gran vuelo creador. / Los pelos de marta de su pincel se revuelven en un enjambre de luciérnagas”. Mejor elogio creo que para un pintor no existe.
Con Arturo hemos sido grandes amigos. Con todos, con Rosi, con sus hijos. Con Javier somos también una amistad muy antigua. Lo conozco desde muy pequeño. A las hijas también, a Rosamar, a Nadiana… No sé si has ido a la casa de Arturo, en Chaclacayo.

No. Pero tú sí has ido bastante. Vi tus fotos en Facebook.
Iba mucho y de muy joven. Podía llegar todos los fines de semana. Incluso, cuando yo vivía en Francia, venía a Lima por dos, tres semanas e iba a alojarme a casa de él, en una especie de torreón con cuarto, que era mi cuarto, separado para cuando yo pasara por Lima. Paraba más en Chaclacayo que en Lima cuando venía por acá.

¡Y qué increíble que sus hijos (estén ligados al arte)! Rosamar, sobre todo, y Javier en el cine. Rosamar es una artista fantástica. En tu caso, tus hijos, ¿alguno ha seguido tu arte?
Mi hijo hace un poco de música, mi hija dibuja, pero los dos son economistas. Mi hijo es experto en finanzas internacionales. Pero tiene un espíritu de artista, porque permanentemente va a galerías, museos. Está muy interesado en la vida cultural. Porque la mamá de ellos también ha sido muy ligada a la cultura.

¿Ha sido artista su mamá?
Escritora. Lingüista y filóloga. Semióloga también.

¿Puedo saber su nombre?
Ana Gabriela Fuentes. No llegó a publicar, pero sí es una persona que está muy vinculada al mundo de la cultura, del arte, la literatura también. Mi hija está en París y mi hijo está en Luxemburgo.

¿Los llevabas tú cuando eran niños a las galerías, a los museos?
Sí, claro. Bastante. Sí iban conmigo. Les gustaba y les gusta hasta ahora.

¿Han venido para esta muestra en el Ministerio de Cultura?
No han podido. Ahora no pueden viajar tan fácilmente. Ya tienen trabajos serios. Mi hijo es manager de un banco allá, en Luxemburgo, pero sí está pendiente, pregunta, manda videos, fotos. Tenemos una comunicación muy bonita.

Y el Facebook te mantiene en contacto.
El Facebook también. Las redes, el teléfono. Estamos permanentemente comunicados. Eso es lo bueno.

También quería mencionar que Alberto Fuguet, el escritor chileno, había escrito sobre ti. Quería leer el fragmento final de lo que había escrito y de ahí preguntarte algo. Fuguet decía en el texto “Sudar colores”: “Cecarelli es de esos pocos artistas con que uno se topa que no solo no le teme a la vida o se esconde o angustia por ella sino, muy por el contrario, la celebra, la goza y tiene claro que no tiene demasiado tiempo para sacarle todo el provecho. Quizá por eso pinta. Para vivir aún más”. ¿Realmente por eso pinta Gino Ceccarelli?
Sí, me conoce. Lo que pasa es que hicimos una amistad muy simpática con Alberto allá, en Iquitos. Porque había el proyecto de hacer una película, que quería hacer él y, al final, se truncó. Viajaba mucho, nos hicimos muy amigos. Él ya conocía mi trabajo. Porque yo he hecho varias exposiciones en Chile: en Santiago, Valparaíso, Viña del Mar también. Cuando nos conocimos fue grato. A mí me gusta la obra de él. Nos hicimos muy amigos. A todo esto, hace años que no lo veo. A veces, a los mejores amigos no se les ve muy seguido.

Sí, pues. Pero siguen siendo los mejores amigos.
Sí. Me encontré después de casi veinte años con mi amigo Ricardo Ramos Tremolada, que está en Lisboa. Cuando teníamos veinticinco años, sacábamos un suplemento cultural que se llamaba “Hipocampo”. Y fue un trabajo de un año, una maravilla que hicimos ahí. Trabajamos durísimo y fuimos amigos para siempre. Después de veinte años llego a su casa y me recibe como si nada: muchos vinos y mucha conversación. El cariño igual, hasta ahí.

¿Qué se publicaba en “Hipocampo”?
“El Caballo Rojo”, una revista cultural que dirigía Antonio Cisneros, había cerrado. Entonces no había ese espacio. Te hablo de los años ochenta. No había un espacio para el mundo del pensamiento, de la cultura, de la reflexión, del arte. Y nosotros decidimos tomar un poco la posta en “La Crónica”, que era diario del Estado. Acababa de entrar el primer gobierno de Alan García, entonces nos dieron las facilidades de sacar un suplemento allí. “La Crónica” no lo leía nadie, pero el domingo que salía “Hipocampo” se vendían más de veinte mil ejemplares.

Excelente.
Y fue un buen trabajo porque jalamos a mucha gente. Entre ellos, Marco Martos. Un montón de escritores. Yo llamaba a todos mis amigos y escribían ahí. Fernando Vivas empezó a escribir de cine allí. Yo lo jalé, pues. Lo busqué porque sacaba una revista en la Católica que se llamaba “Hablemos de cine”, algo así. Eran muchachos. Lo jalé y comenzó a escribir. Y fue una experiencia muy interesante. Yo no guardo ningún (ejemplar). No tengo costumbre de guardar nada. Por ahí debe haber algunas cosas.

Quería terminar, mencionando el tema de tus múltiples influencias familiares. Que tu padre tenía un restaurante italiano en el que invitaba vino a los niños, tus amigos, cuando eras niño.
Más a los hijos (ríe).

Y que tu bisabuela materna era una india omagua.
Sí.

Todo este crisol de culturas… Imagino que siendo tan fuertes las culturas italiana y amazónica, ¿hay momentos en que te puedes separar de eso? Porque debe ser increíblemente fuerte tener todo esto en la mente.
Es tan fuerte que se hace inconsciente. No eres consciente en tu quehacer.

¿Nunca has tratado de escapar de eso?
Aquí he vivido mucho tiempo también, en Lima. Pero no me siento limeño para nada. Al contrario, no sé si tú sigues un poco (mi Facebook), yo soy crítico de la cultura limeña, del acento limeño.

Todo el tiempo.
Que me parece feísimo. Ese “aj”… Esas aspiradas que hay de asco. Y más ese acento quejón y lloroso y engreído que tiene el limeño cuando habla. No todos, pero…

Pero es un sector de Lima.
Son sectores de Lima, eso es cierto.

Clase media, alta.
Ese de clase media, alta, es feísimo. Yo me divierto con eso. Reivindico, pues, el acento amazónico, que me parece mucho más delicioso y poético, si quieres.

Más musical también.
Muy musical. Como los buenos versos: siempre son musicales. Pero no me preocupa eso. Por eso cuando me preguntan ¿cuál es tu nacionalidad? En realidad, yo nací en Brasil.

En un pueblo que un día aparecía y otro día desaparecía.
Sí. Benjamin Constant. Es una gran ciudad ahora. Cuando me preguntan ¿qué nacionalidad tienes? Yo siempre digo “amazónica”.

No eres peruano, entonces.
Peruano, amazónico, medio brasilero y medio italiano también. Pero amazónico. Uno es producto, al final, de sus obras también. De lo que haces. Tú eres quien haces y qué es lo que haces. Eso es, un poco, el reflejo de lo que eres. No necesariamente lo que uno anda diciendo o pregonando. Porque, a veces, tus actos demuestran todo lo contrario o demuestran otras cosas. Que los cuadros digan lo que tengan lo que decir. Ahora, en esta exposición he tenido la suerte de que, hasta el día de ayer, han ido casi 18 000 personas a ver la muestra. Me sorprendió mucho la enorme asistencia que ha tenido esta exposición. Y algunas veces que he ido, me parecía… Voy a mediodía y parece que fuera la inauguración, porque hay 200, 300 personas dentro de la sala. Y sábado y domingo han pasado más de mil personas por día. A veces, me pongo detrás de las tres, cuatro guías que yo había preparado y tenían un trabajo bien pesado. Me ponía a escuchar los comentarios que hacían. Preguntaban si Ceccarelli está vivo todavía o se murió. Y yo les pedía a las guías -que es lo que yo hago, a veces- que le pregunten a la gente qué entienden de ese cuadro, qué cosa les dice el cuadro, que ellos busquen la historia al cuadro. Mi cuadro es narrativo, si quieres. Y es un poco lo que es la literatura oral, que es lo que prima en la Amazonía. Son narraciones. Entonces, eran unas historias maravillosas. A veces, mejores que las mías. De niños que imaginaban, por ejemplo, ¿por qué están cargando a la sirena? La están sacando del agua. ¿Por qué se llama “Cazador de sirenas”? ¿Qué cosa ha hecho? ¿Está muerta, está viva, por qué? O de “La gran boda”: ¿por qué ella está triste y él está alegre? ¿Qué ha pasado? Y la gente entra a unas historias que son de maravillas. Entonces, la capacidad de fabulación que tiene el peruano, en general -y mucho, sobre todo, gente de provincias-, me parece impresionante. Conozco más la cultura amazónica que la andina, pero el amazónico es muy plástico. Tiene mucha facilidad para el baile, la coordinación, la música y para la plástica. No es casual que en los últimos diez años haya una especie de boom de la pintura amazónica, del arte amazónico.

Rember Yahuarcani, Brus Rubio.
Rember, Brus, Harry Chávez, Graciela Arias. Hay un montón de gente y allá hay más. En Tarapoto se está gestando un movimiento de grandes artistas, muy interesante. En Moyobamba también, en Chachapoyas también hay buenos artistas. Quiero ir a Puerto Maldonado, ¿qué es lo que está pasando con el arte amazónico en esa zona que muy poco sabemos, muy poco conocemos? Por ejemplo, en Tarapoto hay un gran movimiento de los cuerpos pintados, que a mí me gusta mucho.

El body painting.
Sí. Es un arte efímero, porque desaparece al día siguiente, pero hacen maravillas. Son gente muy despreocupada de hacer grandes propuestas, de trabajar con grandes galerías o vender. Se divierten y lo hacen bien. Gente muy humilde y hacen buenos trabajos. Técnicamente, son muy buenos. Lo interesante también es que hay mucha variedad en cuanto a propuestas estéticas, no solamente como tema. Si ves el trabajo de Rember, Brus, Harry Chávez, Christian…

Bendayán.
Claro, de Bendayán y otros más, son propuestas muy variadas. El abanico es grande. No es una sola corriente. Se va a gestar algo más interesante todavía. Ya no es una moda el arte amazónico sino que es como un movimiento.

Mencionaste que hay una fuerte corriente de cuerpos pintados, de body painting ahí, en la Amazonía. Es algo que ellos han hecho desde siempre. Porque siempre se han pintado.
Sí, esa es una cosa que se ha aplicado. Los yaguas, los huitotos, los ticuna… Hay ciertos tatuajes que se hacían. Es de manera muy natural. Ahora, si la influencia viene ancestral o europea, no importa. Se están haciendo cosas bien y la oferta es muy grande. Son decenas, quizá más de cien artistas, ahorita, que andan por toda la Amazonía y están haciendo trabajos de calidad. Eso es lo que aprecio. Voy a ver la manera de rescatar y hacer que lleguen un poco más a grandes plazas. Porque, lamentablemente, en el arte Lima sigue siendo el Perú. En Barranco, Miraflores, San Isidro están concentradas las diez galerías importantes. Deciden lo que pasa en el Perú.

En ese punto me interesaría tu opinión porque siempre es discordante o muy propia, no busca caer bien a nadie. Eso me parece genial. Por lo mismo que no tienes lazos tan limeños.
Sí.

En tres distritos -exactamente, Barranco, San Isidro y Miraflores- se concentran la mayoría de exposiciones. Al final, en las pocas revistas o periódicos que tienen alguna sección de cultura y que publican listas de arte, aparecen exposiciones únicamente de estas galerías. Y del centro de Lima, solamente del MALI.
No hay una guía de arte del Perú. Todo está dedicado a Lima. Entonces, si un artista ahorita decide ir a vivir a provincia, en dos años desaparece. Se olvidan de él y chao. Si no estás en Lima, no existes. Hay que ser bien francos. A mí no me da temor, tú sabes, decir las cosas de frente. Y el arte peruano, más si es contemporáneo, se concentra en Miraflores, Barranco, San Isidro. Y se acabó. Es como si el Perú perteneciera a tres distritos, que es una millonésima parte del territorio peruano. Y también hay mucha pereza de muchos críticos, curadores, historiadores, de ir a buscarlos a provincias. Se sientan acá a esperar que se aparezcan los artistas y esa no es la labor realmente. Pienso que hay que ver el ámbito en el cual se desarrollan las cosas. Por ahí alguno viaja cuando ya es conocido, pero nadie va a buscar. Vayan a buscar lo que está pasando con el arte nacional, lo que está pasando con los artistas en Cajamarca, en Chota, en el resto del Perú. Lima y el resto del país… Las “zonas alejadas del Perú”. ¿Qué es eso de “alejadas”? Alejadas de Lima, ¿no? Todavía es un concepto que se maneja. Yo soy muy cuidadoso en eso. Hay cierta pereza. El crítico está sentado a ver quién expone en una buena galería y hacer un comentario bueno o no, si le agrada o no, pero son incapaces de viajar. Hay que decirlo. Hay que viajar y hurgar qué es lo que pasa en Tumbes…

Pero ni siquiera dentro de Lima, porque hay diez, doce distritos que organizan exposiciones y solo comentan de tres distritos, que son los que has mencionado. Y del centro de Lima: del MALI. Nada más. Se acabó.
Hay un artista que me ha criticado. No ha ido a mi exposición, pero me ha criticado, lo cual me parece sumamente divertido. Es de una osadía maravillosa. Hasta ingenuo, tierno. Criticas esa exposición sin ir a verla. Eso me parece una maravilla.

Es una necedad total.
Sí.

También hay un tipo de periodismo cultural -debo ser crítico con mis compañeros de labores- que se dedica a hacer crítica de arte a través de fotos. Le mandan la foto de la exposición y ya hacen toda la crítica de arte, cuando es totalmente distinto verla por foto (que en directo). Se pierde todo.
Es parte del folclorismo.

Y hacen la crítica y los listados anuales. Pero, ¿cómo es posible, si el tipo ni siquiera ha ido a la exposición? Le han mandado las fotos y se acabó. Eso también está mal.
Sí, eso es muy malo. Tienen que ir a ver, a visitar los talleres de los artistas, ver la calidad del trabajo que tienen, con qué materiales trabajan, cómo es. Conversar más. No solamente es un punto de vista lejano y neutro, que yo desde mi sillón puedo hacer mi clasificación. ¡Tienen que ir! Como lo haces tú o como lo hacen otros también. Hay que ir a ver, tocar, acercarse, cómo maneja el color, los formatos que trabaja, si están bien montadas las exposiciones, si hay un problema de luz. Todo eso le sirve al artista también. Les guste o no, hay gente que es muy crítica, está en su derecho y me parece bien, pero tienen que ir a ver, pues. Yo no puedo hablar de un libro de poesía solamente por haber visto la portada.

Exactamente.
Un poco eso es lo que pasa.

Y mi última pregunta. Tú que has estado en los dos lados, en el del Estado, cuando has sido director del Instituto Nacional de Cultura de Loreto, y como artista, ¿cómo sientes que es esa relación entre artista y Estado? ¿Cómo has sentido que se desarrolla eso en nuestro país?
Yo fui director del INC de Loreto en una época cuando el presupuesto era malo. El presupuesto para el departamento de Loreto no pasaba de 7000 soles por mes. Yo ganaba 1600 soles por mes. Era por servicios no personales, a pesar de que yo entré por concurso. ¿Qué apoyo yo podía dar a los artistas o a la cultura en el departamento, que es un tercio del Perú? Tenía seis personas que trabajaban conmigo doce (horas)… Un arqueólogo, una administradora, el resto eran gente que estaban así, improvisados, que tenían mucha vocación por el arte, pero no lo conocían a profundidad. No había presupuesto para viajar a lugares como Contamana, la frontera. ¿Qué es lo que pasa en la frontera? No solamente a nivel de arte sino a nivel de la cultura. Y la cultura, tú sabes, que atraviesa de manera transversal todas las demás formas de conocimiento. Entonces, traté, primero, de conseguir un local decente, tener mucho más personal, tener computadoras, más información y planos. Y había que trabajar, pues, con las otras autoridades, convencer de que destinen un poco de presupuesto, de que apoyen un proyecto. Se logró algo. Yo creo que avancé bastante, pero era difícil. Ahora hay un poquito más de facilidades, pero igual es muy difícil. Claro, seguramente yo lo veo diferente, porque yo nunca postulé a una beca, nunca tuve un beneficio de parte del Estado. Nunca busqué nada. Siempre he viajado con mi plata, los proyectos los he hecho con mi plata. Además, no tengo el reflejo de ir a buscar, de hacer un proyecto para pedir apoyo. Pero sí hay gente que sí necesita apoyo. Hay proyectos que merecen un gran apoyo. En general, casi todos, pero es difícil. El presupuesto no llega y hay mucha incomprensión. Hay un sentido del desperdicio de la cultura. Hay prioridades más importantes. Siempre se habla eso, pero tampoco se avanza en otros lados. El problema es muy complejo, pero creo que el Estado sí sirve. El Estado mismo también debe hacer proyectos de avanzada y consultar con artistas. No es solamente sentarse a esperar que los artistas se aparezcan con proyectos, a ver si les apoyan o no. Yo creo que sí debe sentarse el Estado, el Ministerio (de Cultura), con los artistas, y no solamente de Lima, para poder avanzar.

Gino, te quiero agradecer tu tiempo…
De nada.

…y tu buena disposición. Nuevamente, te felicito por la magnífica exposición que has presentado en el Ministerio de Cultura.
Gracias.

Y esperamos que sigas exponiendo muchos años más y sigas haciendo tan buen arte como lo vienes haciendo.
Te agradezco, Gianmarco.

Gracias, Gino.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Oswaldo Higuchi




“El pintor usa el color igual que el poeta usa la palabra”


Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán


Para todo pintor es un verdadero orgullo llegar al medio siglo de trayectoria profesional y ser reconocido públicamente por ello. Oswaldo Higuchi Onaka (Lima, 1948) ha cumplido esos importantes 50 años de trabajo artístico en este 2019 y para celebrarlo presentó en julio la excelente exposición “Sentimientos, recuerdos, caminos” en el Centro Cultural Peruano Japonés. Fue una de las ocho mejores muestras de arte del año en nuestra ciudad capital, sin ninguna duda.

Higuchi ha sido Mención Honrosa del Salón de Pintura Peruana de la Municipalidad de Lima en 1969. Ese mismo año obtuvo el Segundo premio del Concurso de Pintura y Literatura de la Sociedad Entre Nous. Estudió en el emblemático Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe y en 1965 ingresó a la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú, donde fue alumno de los renombrados Milner Cajahuaringa y Carlos Aitor Castillo. Su obra ha sido expuesta en Chile, Uruguay, Japón, Canadá, Francia y el Perú.

En la siguiente entrevista, el destacado artista explica sus reflexivos conceptos sobre el arte y la vida, sus viajes a Estados Unidos y Chile durante el auge del hippismo, da detalles de su gran amistad con el poeta Jorge Pimentel y nos revela lo orgulloso que se siente como padre de que sus tres hijas y su hijo hayan seguido caminos profesionales relacionados con algún tipo de arte.

Muchas gracias por permitirme entrevistarlo, don Oswaldo. Son cincuenta años ya de trayectoria. ¿Cómo define usted estos cincuenta años en los que ha venido trabajando diversas técnicas?
Yo más lo definiría como un acto de vida, en el pasaje de lo que pasó a ser para mí una manera de expresar, más adelante, mis recuerdos. Porque puede ser la pintura, la escultura, una forma de expresión. Y cuando hablo de expresión, me doy cuenta de que no es hablar solo de expresión. Quieres decir cosas a través de tu experiencia, que vas asumiendo en la vida, entre el dolor, la pasión, la alegría. Y después te das cuenta que eso va también para la libertad. Entonces, todo eso. Es más: a los cincuenta años súmale tus años de niñez, que ya vienen a ser otra carga más, para ir reflejándola a través de tu arte. Y el encuentro mismo con el sentido de esto. Porque, a veces, uno se pregunta ¿por qué, para qué? El por qué puede ser para buscar más humanidad y más sensibilidad. Y después, equilibrio. Para ser más humanos necesitamos un equilibrio en nuestra vida.

¿Y usted cómo siente ser uno de los pintores nikkei más importantes, junto con Venancio Shinki, Tilsa Tsuchiya? ¿Es una responsabilidad para usted? ¿Es un orgullo?
No, yo siempre lo he dicho: me siento doblemente feliz. En el sentido de que, a través de mis ancestros, que son japoneses, y mi vida en sí, como peruano… Yo soy peruano. Son dos culturas y eso, a veces, es una suerte. En este caso, podría ser a través de la vivencia con la cultura de mis ancestros, japonesa, pero es más lo que en la vida se va formando uno. Eso es lo que más ha imperado en mi vida.

Y en su niñez usted vivió en Jauja.
Sí.

¿Cómo lo marcó a usted y cómo siente que ha influido en su pintura esa etapa?
Es parte de lo que uno empieza a ver en sus momentos felices, en la infancia, y cuando uno se va formando. Y los recuerdos que yo tengo de la infancia son felices, porque mi vida fue en el campo. Siempre pegado más a la naturaleza, ahí, en la sierra. Acuérdate que yo soy de una generación que pasó de la radio a la televisión. Es increíble todo lo que se ha ido viendo en el transcurrir. Y en tan corto plazo. ¡Imagínate! De lo que antes era audio, después (vino) lo visual y ahora en qué estamos.

Cada vez son mayores las maneras de expresarse para los artistas.
Sí. Con cierta brújula ahora, con la cuestión de la tecnología y el Internet. Deberían de manejarse con mucho cuidado porque pueden naufragar. Siempre he dicho que, para estar con la tecnología, el Internet y todo esto, hay que manejarse con una brújula, como un buen marino. Porque si no puedes naufragar. Tienes que saber manejarte en este sistema.

Veo que en muchas de sus obras está el color muy presente. Son colores fuertes. ¿Qué significa el color para usted, como artista?
Siempre lo he visto como una forma. El color por sí solo, a veces, puede hablar. Es como una palabra más. Como la poesía. Entonces, a través del color tú puedes generar la belleza, la sensibilidad, el espíritu, el dolor, la amargura. El color tiene su lenguaje. El pintor usa el color igual que el poeta usa la palabra. Yo siempre comparo con la poesía, en el caso de mi trabajo. Yo siempre lo veo así, desde un punto de vista estético también.

Usted está muy relacionado con el Movimiento Hora Zero.
Por generación nos hemos relacionado. Siempre nos encontramos. Incluso, cuando yo andaba en Bellas Artes. A veces, frecuentábamos los bares de ese entonces, como el Munich, y ahí nos encontrábamos con los poetas.

Confluían.
Y fluíamos. Generacionalmente, más con la gente de Hora Zero. En este caso, con Jorge Pimentel, Enrique Verástegui, que ya no está, y así.

Justamente, Jorge Pimentel le ha dedicado un poema.
Sí.

A su trabajo artístico.
Sí, somos grandes amigos. Siempre estamos conversando de todo lo que pasa, de todo lo que no va a pasar y que no queremos que pase. Solemos reunirnos los dos, tomando un cafecito, haciendo un poco de tertulia sana.

Usted, en la visita guiada (de su exposición artística “Sentimientos, recuerdos, caminos”) me comentó algo que me parece magnífico: que “la pintura es poesía”. ¿Es una reflexión a la que usted llegó de manera propia o, de repente, la escuchó de algún otro artista o escritor?
No creo que lo haya escuchado. Yo creo que es no solo la relación que he tenido con los poetas. La poesía me encanta, el uso mismo de las metáforas y que a través de la palabra se puede generar tanta belleza. Y la simplicidad que, a veces, de una o dos palabras te crean un universo. Creo que eso es lo más complicado en la pintura: hay que ingeniárselas para tratar de llegar a ese universo de sensibilidad. Y la sensibilidad no es para uno sino para transmitirla a otras personas. A todos los que tratamos de cumplir una función para que este sistema no se vaya al tacho, que sea más humano.

¿El neoliberal?
Claro. Que sea más humano, más reflexivo. No es solo criticar el holocausto sino que con lo que tú haces, si lo haces con amor, ayudas algo. Lo que tú hablabas enantes, lo del ego y todo eso son cuestiones que uno tiene que ir despercudiéndose con el tiempo. Por eso es que quizá me demoro un poco para hacer una exposición, como Jorge (Pimentel) también se demora mucho para hacer un poema. Lo re-corriges, lo corriges. Yo también. Igual. Redibujo y vuelta dibujo y lo redibujo para lograr eso, lo que uno quiere. Haces el esfuerzo.

¿Alguno de sus cuadros podría decir que es “el cuadro” que usted ha logrado o todavía siente que ese cuadro va a llegar?
No creo. A veces, ni con los hijos se puede hacer eso. Crees que ahí terminó. No. De repente, tienes una relación muy dolorosa en cierto momento. Su rebeldía. O tú actúas mal con tus hijos, entonces tienes que… Parte de (ser) un ángel protector. Así como yo fui con mi padre, rebelde, que esto, que el otro, entonces ahora me toca a mí. Me tocó en un momento ser más protector, ahora ya no. Ahora, ellos (sus hijos) ya se dan cuenta, porque pasan a ser también ángeles protectores. Esa es una metáfora, la de los ángeles, en el sentido no religioso ni nada. Es una metáfora de lo que encuentro a través de esa actitud que tiene la gente sobre los ángeles. Es una reflexión, nada más, en el sentido de que se entienda más lo de ser ángeles protectores.

Y, justamente, en varios de sus cuadros se ven personajes que parecen estar flotando en un ambiente onírico, como si fueran ángeles.
Eso es porque estamos flotando, pues. ¿Sí o no? Lo único que nos hace no flotar es sentir que somos terrenales, que somos seres humanos y estamos pegados a la tierra. Para mí, esa es la relación que hay entre la pintura y la poesía.

Usted ha tenido apoyo de sus padres cuando quiso ser artista. Y ahora que usted ya es un artista con nombre, su hija -no sé si sus demás hijos también- le hace la curaduría (de la exposición). También está ahí con usted. El tema familiar es muy fuerte para ustedes.
Sí.

Hay un tejido familiar muy fuerte para poder ser artista, en su caso.
Claro. Mi padre, una persona que se esforzó para poder apoyarnos, siendo migrante, gente de trabajo de campo más que todo. Porque la familia de allá, de Japón, venía de dedicarse a la agricultura y el sembrío de té en la zona de Fukuoka. Entonces, él con su humildad, acá me dijo: “Bueno, tú escoges eso, pero acuérdate que los pintores se mueren de hambre. Pero ya tú verás”. Eso ya fue parte de un apoyo, el de no oponerse, pero sí decírtelo: “Aquí te vas a morir de hambre”. En lo otro, de repente, salí ganando, porque no me he muerto de hambre, porque estoy lleno de espíritu.

Claro.
Y eso es lo importante, ¿no?

¿Y cómo fue cuando su hija Patssy le dijo que quería ser artista profesional?
Yo creo que para ella fue más fácil. No solo mi hija, mi otro hijo también.

¿Todos sus hijos son artistas?
Los cuatro siempre han estado ligados al arte. Mi hija, la mayor: la fotografía. En un momento lo dejó. Mi hija, la última, es profesora de danza. Patssy es artista plástica. Mi hijo también es artista plástico. Y él es más desprendido, incluso. Es de pura adrenalina. Es artista urbano.

Grafitis.
Sí. Ya se hizo muy conocido. Es tan desprendido, que trabaja con un seudónimo, que es “Pésimo”. Aparte de eso, pinta en las calles y hace bien sus trabajos. Pero mañana viene un (agente) municipal o lo tapan todo para poner una propaganda política. Entonces, es increíble ese desprendimiento que él tiene con sus trabajos.

Aunque sepa que es efímero.
Sí. Para él está bien claro que su pintura es efímera. Ahora último, poco a poco, va entrando al trabajo de galerías.

¿Podría contarnos un poco cómo fue su experiencia en los Estados Unidos durante la época hippie? ¿Cómo le amplió la visión del mundo?
Esa fue una tremenda y gran experiencia. Yo tenía que salir del país, porque si no perdía el premio que me habían otorgado. El premio era un pasaje de ida y vuelta a Estados Unidos y con un travel check, que era de la Grey House. Una chequera increíble. Esas cosas yo no sé si en Estados Unidos mismo lo tendrá cualquiera. Era una chequera con seis tickets, pero imagínate 50 hojitas con una chequera. Y cada ticket era una subida a la Grey House. Yo llegué a Los Ángeles y me crucé todo Estados Unidos. Ida y vuelta hasta Los Ángeles, para regresarme al Perú. Todo ese trayecto era con el boleto de la Grey House. Yo tenía problemas con el idioma, pero me familiaricé con la Grey House. Ahí era mi bus cama. Caminaba en un pueblo de Estados Unidos y en la noche ya me embarcaba y seguía. Así llegué hasta Nueva York. Hay un montón de anécdotas que me han pasado, anécdotas de vida. Un festival de rock que se hizo en Monterrey, cruzando el puente San Francisco: yo qué iba a saber que eso después era el segundo festival (en importancia) y uno de los más grandes, como Woodstock. El problema era la libertad, la vida y empecé a familiarizarme con trabajos de la gente que hacía pop art y que nunca había visto acá. Eso también me llamó la atención mucho. Y después conocí personajes que eran Andy Warhol, Frank Stella, Robert Indiana y más atrás. Gente con mucha experiencia. Empecé a ver a Robert Rauschenberg, a toda esta gente. No solo eso sino la acción misma del por qué estaba yo ahí y por qué eran todas las protestas con respecto a Vietnam. Eso empezó a moldearme. Eso era parte de mi vida, porque yo no estaba consciente de lo que era esa bendita guerra, pero sí veía que ahí, para ellos, sí repercutía. Aquí, como peruanos, no nos dábamos mucha cuenta de lo que realmente era eso. Después, por (las películas de) Hollywood, ya es otra cosa. Pero ahí, por la gente, la actitud.

Estaba muriendo mucha juventud en Vietnam, los enviaban…
Claro.

…por miles.
Por eso que cuando ya regresé, hice una muy buena relación con un amigo que estuvo en Vietnam, que era norteamericano, casado con una peruana. Y cosas así. Uno se da cuenta de eso. Lo mismo que mi solidaridad contra las acciones de Pinochet en Chile.

(Año) 73.
Claro. Yo pasé por Chile también.

¿Justo en ese año?
Antes. Apoyé a un grupo de jóvenes, me quedé en Antofagasta, trabajando con ellos, porque iba a llegar Salvador Allende a dar un…

Discurso.
…para que salga (elegido) Salvador Allende.

Haciendo campaña.
Haciendo campaña.

Usted llegó antes que lo (mataran) en La Moneda.
Sí. Y después me dio tanta tristeza lo que pasó en La Moneda. Entonces, todas esas cosas, generacionalmente, son fantásticas, por un lado. La invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia. Todos esos recuerdos están volcados acá (en su exposición individual de arte). No es solo una acción de lo que pasaba en el Perú, porque todo eso repercutía. Los actos de corrupción: siempre estamos tratando de liberarnos de eso, pero si ahora se han acentuado es porque esto tenía que venir así. Eso ya venía de los países con mucho poder.

Pero a pesar de todo, si bien usted tiene conciencia política, no se siente tanto esa carga política (en su arte). Más es una carga onírica.
Claro. Mi pintura no es un panfleto. Ese es un discurso. ¿Correcto? Mi pintura tiene que hacer lo que, supuestamente, yo debo hacer, que es poesía.

Además, tiene un estilo propio su pintura.
Claro. Entonces, tienes que remarcar eso. A través de eso mismo puedes estar mostrando el dolor, la soledad. ¿Eso no es duro?

Sí, claro.
Sentirse solo.

Es lo más duro de todo.
Claro. Tengo un dibujo que, incluso, te lo voy a enviar.

Muchas gracias.
Te voy a enviar la foto de cuando estaba en la sierra y lo hice. Que era de un señor que estaba en una cantinita, solo y embriagado. Esa imagen se me quedó grabada. ¡Hace cuántos años! Y te lo voy a enviar el dibujo. O lo voy a colgar en el Facebook en estos días. Porque ya lo desenterré. Necesita estar ahí.

Solo un comentario final antes de cerrar la entrevista. Me encanta su arte, pero me gustaría ver de usted alguna vez más retratos, porque tiene unos muy bonitos, tanto de niños como de su esposa, que están en el otro lado, en el hall (del Centro Cultural Peruano Japonés).
Sí.

¡Qué bonito dibuja usted el cuerpo, el rostro humano!
Gracias.

Ese era un comentario personal, más que una pregunta.
Yo no he dejado todo eso porque sí, sino simplemente es algo ya más íntimo para mí. De no dejar de hacer (retratos) de las personas que amo mucho. Ahí está. Por eso es que no tengo, de repente, muchos.

Muchísimas gracias por la entrevista y le deseo muchos más años de carrera. Y lo felicito. Realmente es un arte valioso, interesante y se nota que hay un concepto atrás. Hay un artista. Ahora se ven tantos cuadros comerciales, pero que no tienen alma. Sus cuadros sí tienen mucha alma.
Gracias a ti también. Fíjate, hace tiempo que no me sentía tan cómodo para una entrevista. Porque siento tu humanidad y el hecho mismo del trabajo que estás efectuando.

Muchas gracias.
Siento que es parecido al mío, que no hay un interés económico…

No, ninguno.
…sino hay un interés, más que todo, de que la mayoría debe darse cuenta de lo que estás haciendo, que es compartir la cultura para mantenernos más sensibles ante toda la adversidad de lo que pasa en el sistema.

Claro. Que seamos una sociedad mejor.
Claro. No solo critiquemos nomás el sistema. En lo que hagamos, hagámoslo bien. Así como tú estás haciendo. Te felicito. Y yo también seguiré haciendo mi parte.

Sí, usted está haciendo una gran labor. Muchísimas gracias, maestro.
Gracias a ti también.

domingo, 17 de marzo de 2019

Mezouar El Idrissi



No quiero perder mi voz de creador

 
Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

 
El poeta, traductor, crítico literario y profesor marroquí Mezouar El Idrissi (Tetuán, 1963) vino a la capital peruana para participar en el II Festival Internacional de Poesía de Lima, en julio del año 2013. A este gran encuentro literario (que reunió a vates de 30 países) también asistieron excelentes poetas como el peruano Arturo Corcuera, el español Juan Carlos Mestre, el uruguayo Rafael Courtoisie, el sueco Lasse Soderberg, la colombiana Piedad Bonnett, la boliviana Paura Rodríguez, la argentina Diana Bellessi y la ecuatoriana Aleyda Quevedo. En aquella oportunidad pudimos conversar ampliamente con Mezouar sobre poesía (lo que más le apasiona) y política, puesto que también manifestaba serias preocupaciones sociales.

Este destacado poeta africano es Doctor en Literatura Árabe, miembro de la Unión de Escritores de Marruecos, miembro fundador de la Asociación de los Amigos de Federico García Lorca de Tetuán, profesor en la Escuela Superior Rey Fahd de Traducción de Tánger, ha sido invitado a festivales de poesía en diversos países (España, México, Emiratos Árabes Unidos, Perú y su país natal) y ha publicado los poemarios “Elegía para una espalda mojada” y “Entre dos aguas”. Asimismo, ha traducido al árabe a numerosos poetas importantes de la lengua española (como Gustavo Adolfo Bécquer, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Luis García Montero, Jorge Guillén, entre otros).

 
Muchas gracias por la oportunidad.
Muchas gracias a usted por invitarme y estoy, de verdad, muy orgulloso de estar aquí, en Lima, y participar en este magnífico encuentro de poesía, que es algo casi único en el mundo. Claro, hay otros encuentros, pero este tiene una peculiaridad…

Es la tierra de los incas.
Claro, es la tierra de los incas. Y, además, es la otra orilla americana. Porque estuve últimamente en México. Nada más cruzar el estrecho uno toca otra tierra, pero llegar hasta aquí es un sueño, para mí. Y tengo la intención de volver a visitar el Perú después.

¡Qué bueno, qué gusto! Usted es poeta, pero también traductor.
Sí.

Quería empezar la entrevista preguntándole acerca de su labor como traductor, que me parece muy interesante, porque ha cubierto a muchos de los poetas más importantes de España: Bécquer, Aleixandre, Salinas, Cernuda. Nombres enormes. ¿Cuál le ha parecido más difícil de traducir?
La traducción siempre es una tarea difícil. Porque uno intenta siempre, según lo que se dice, transmitir el mismo mensaje, con las mismas palabras, pero el traductor no puede vivir la misma experiencia del poeta. Entonces, empezamos el primer paso con una laguna y, a pesar de esto, el traductor debe pensar que las pérdidas estarán seguras en la traducción, pero algo también se ganará. Se ganará un nuevo público, se da a conocer la obra en otra cultura. Entonces, es una tarea que oscila entre lo que se gana y lo que se pierde. Es una tarea de verdad difícil, pero no imposible. Según lo que se dice, todo es traducible en el mundo. Y cada traductor tiene su estrategia. A veces, se dice que la mejor traducción la tiene que hacer un poeta traductor. Es una idea, pero yo no la comparto. Creo que un buen traductor es lo mejor que puede tener un poeta. Si consigue un buen traductor. Porque, al fin y al cabo, la traducción es una interpretación. Traducir y reproducir el mismo texto con la misma palabra, la misma imagen y la misma precisión es inalcanzable.

Sí. Inclusive, un poeta enorme como Octavio Paz decía que un poema traducido ya era otro poema.
Claro. Otro poema. Porque el mismo poema, si lo encargas a varios traductores, cada traductor sacará su traducción, su versión del poema. El poema original queda tal como es, intocable. Se mantiene, pero tendremos variaciones sobre el poema original.

Matices.
Matices, sí. Es decir, estaremos ante interpretaciones del mismo texto. Esta es la realidad de la traducción. A veces, tenemos casos de traducciones que lograron superar el original. Porque el público, en general, piensa siempre que el texto original es sagrado, que está completo, que el poeta ha descrito o ha dicho unas cosas de manera perfectísima. Y resulta que en algunos ejemplos llega la traducción y supera a este original.

A usted sobre todo le interesan los autores en español.
Sí…

¿Pero ha pensado, de repente, también traducir autores norteamericanos o de otras lenguas?
No. Lo tengo muy claro desde el principio. Pertenezco a una parte del mundo árabe y de Marruecos, que es mi país. El norte de Marruecos estaba siempre en contacto con la cultura española a través de los moriscos, y antes de los moriscos durante la presencia árabe en el Andaluz. Ahora, a través de los contactos directos que tengo, mi terreno es “estrechar el estrecho”, como se dice. Establecer más contacto entre el mundo árabe -a través de la lengua árabe, claro- y el mundo iberoamericano. Especialmente, la cultura castellana.

Por cierto, Marruecos, dada su cercanía con España y Portugal, ¿es el país más europeo de África?
Sí. Se puede decir. Pero Marruecos es Marruecos, con su historia que llegó a dominar y ocupar lo que llamamos nosotros… No lo llamamos ocupación sino una presencia… Ocho siglos de presencia en el Andaluz. Entonces, no hace falta pensar en ser como los europeos. Tenemos nuestro propio modo de vida, pero es muy abierto a todas las culturas, donde conviven todas las religiones y se puede mejorar. Creo que la sociedad marroquí está dispuesta a sacar beneficio de todos los cambios, las innovaciones y los logros que alcanzan las otras sociedades del mundo.

Usted viene de Tetuán.
Sí.

Que significa “los ojos”. De repente, este significado ha hecho que usted esté tan abierto a otros mundos…
Sí.

…como el iberoamericano.
Sí, pues, significa “los ojos de algo”, que son de algo. Eso es. Son las fuentes.

Como un manantial.
Abundan allí los manantiales y, como le conté, casi la misma (extensión geográfica) la tiene Granada, de España. Por eso se instalaron los moriscos en Tetuán. Si hablamos de los ojos son los que tiene uno, que lleva en sí a través de sus lecturas y vivencias. Me parece que mis lecturas y mi admiración hacia la cultura latinoamericana me incitaron a seguir viendo y conocer más. Y volviendo a lo que hemos dicho antes acerca de los poetas que he traducido, esto empezó con un proyecto que llevé con otros compañeros en el Instituto Cervantes de Tánger. Era un proyecto de grupo, pero luego cada uno tenía…

¿2007, verdad?
Sí. Lo sacamos en 2007. Cada uno tenía su propio proyecto y el mío es lo que usted ha relatado. Ahora estoy traduciendo también la narrativa y hasta una obra de teatro de César Vallejo.

¿Qué opina sobre César Vallejo, nuestro máximo poeta aquí, en el Perú?
No puedo decir algo de él, porque lo que aportó al mundo de la literatura, el compromiso, no lo abarcan las palabras. Pero es una de las cimas más importantes de la literatura española o castellana. Y no solamente lo digo yo. He podido leer un poco de su poesía, de su teatro, pero todo el mundo, todos los críticos lo tienen como algo envidiable.

¿Ha podido leer a (José) Watanabe, a Blanca Varela?
A Blanca Varela sí. La leí a través de una de las antologías que tengo. Es una grandísima poeta. Todavía un libro en concreto no he leído de Blanca Varela, igual que Watanabe. Pero he leído a Mario Vargas Llosa. Leí “La ciudad y los perros”: una epopeya, una obra maestra de verdad. Tengo una amiga, en Egipto, que le ha traducido muchos libros.

¿A Vargas Llosa?
Sí. Ella lo ha hecho antes de que gane el Nobel y yo he leído su obra antes de que gane el Nobel, así que no se puede negar su talento y su presencia como gran intelectual y político al mismo tiempo.

Ya que ha mencionado a poetas y narradores, ¿qué le parece a usted más difícil de traducir: una novela o un poemario?
La última que usted ha señalado, que es la poesía. La narrativa no plantea los mismos problemas que la poesía. Tiene una precisión que se debe respetar. Todo se dice condensado y tiene muchas sugerencias. Con un poema puedo sufrir más y pasar más tiempo. Un tiempo multiplicado por tres o cuatro, que es lo que paso con una página, dos, de narrativa. Un poema tiene un ritmo y este ritmo se debe asimilar y reflejarlo en la traducción. Esto es difícil. Hay que dar vueltas constantes al poema. La traducción literal no sirve para nada. Este momento de darle vueltas al poema, traducirlo e interpretarlo, este tiempo requiere un esfuerzo grande. Por eso he optado, últimamente, a no traducir mucha poesía. La narrativa, como he dicho ya, es un poco más asequible que la poesía.

Quería tocar ya su trayectoria de poeta. Usted tiene dos poemarios: “Elegía para la espalda mojada”…
Sí.

…y el otro es “Entre dos aguas”.
Sí, eso es cierto.

“Entre dos aguas” me llamó mucho la atención porque es el título de una canción de Paco de Lucía, de los años 70. ¿Tiene algo que ver la música también con su poesía?
A mí siempre me interesó la música. Pero cuando di el título a este libro, cuando escribí el poema que dio su nombre al poemario, no sabía nada de lo de Paco de Lucía. A pesar de que estoy muy agarrado con la cultura española, no sabía nada de este título. Resulta que hice la traducción del poema “Entre dos aguas” al español y lo enseñé a una amiga, porque mi español no es perfecto para pretender traducir del árabe al español. Lo enseñé a una amiga, profesora de literatura: Carmen Escuiri, de Guadalajara, en España. Le he enseñado el poema y ella…

Hay una ciudad que se llama Guadalajara, en España.
Sí. Y ella, por suerte para nosotros, en el Instituto de Tánger, al leer el título me dijo: “También Paco de Lucía tiene el mismo nombre en una de sus canciones. Lleva el mismo nombre”. Esto me sorprendió, pero no quiere decir que hay un plagio ni nada. Yo estoy convencido y, además, lo he dicho a mis compañeros, los de Marruecos: “Descubrí que viene como título de una canción de Paco de Lucía”. En toda la historia de la literatura hubo algo semejante. En árabe se dice que es “el casco de un caballo”: un casco que viene encima de otro que lo adelantó. Entonces, son coincidencias que no tienen nada que ver con plagio ni nada. La idea es que yo quería interpretar a través de este poema una situación que vivo geográficamente. Ahora me encuentro entre dos aguas, entre el Mediterráneo y el Atlántico, entre dos culturas. Pero yo no quiero dar un significado y empezar a explicar mi texto. En esta vida estamos siempre entre dos situaciones, entre la muerte y la vida… Hay que elegir. Eso es.

¿Y en “Elegía para la espalda mojada” hay una temática distinta?
Es un tema distinto porque, a veces, los títulos que llevan los poemarios no hace falta que sea un tema que comparten todos los poemas sino que uno elige un verso o un poema que da el título a todo el libro. O, a veces, no se encuentra nada de relación entre el título y los poemas. Para mí, “Elegía para la espalda mojada” es el título de un poema, un poco largo, y es una contemplación en la tragedia de los emigrantes marroquíes y clandestinos que cruzaban el estrecho en pateras. En los años 80 y 90 fallecieron centenas ahogados en el estrecho, por las crisis que tenía Marruecos. No tenemos guerra, pero hay una crisis social y económica y la gente…

Migraba.
Migraba. Y, además, España tenía una predisposición para acoger a los trabajadores en el sector de arquitectura y construcción.

Mano de obra barata.
La mano barata marroquí busca donde se le ofrece más oportunidades. Entonces, había esta gente que cruzaba el estrecho. Los temas sociales también me preocupan, no solamente los temas estéticos. Por eso he escrito este poema expresando mi preocupación y mi compromiso como poeta.

¿En qué momento se encuentra ahora Marruecos? Ya que ha tenido diversos momentos políticos difíciles.
Sí.

Porque en Tetuán, por ejemplo, tenían reivindicaciones autonomistas.
Marruecos conoce una transición que empezó en la época de Hassan II y (sigue) hasta ahora. Se puede hablar de que es una transición muy larga. Todavía no ha terminado. Antes de que apareciera el monarca Hassan II y hasta ahora parece que estamos todavía viviendo la transición, desde mi punto de vista. Cada político tiene su manera de decir las cosas. Marruecos está cambiando y tenemos instituciones, tenemos voluntad para cambiar la realidad del país. Todas las partes implicadas ya lo están intentando. Es una difícil tarea, pero ya veremos. Tenemos ahora un presidente del Gobierno que es importante, pero la cosa todavía requiere más tiempo.

Lo que nosotros -en Latinoamérica, al menos- recibimos de África siempre son malas noticias.
Sí.

Las noticias de hambre, de guerra.
Sí.

Es un continente desconocido para la mayoría.
Sí. Marruecos, le puedo asegurar que vive una estabilidad social y política, al mismo tiempo. No tiene los problemas que tienen los países europeos, en absoluto. Tenemos un problema del Sahara que tendrá su resolución. Las consecuencias de la ocupación se reflejan en este problema del Sahara también. Tenemos un vecino, que es Argelia, que tiene intereses y nos está metiendo en las ruedas para que no avance la solución. Pero Marruecos, en general, es un país que tiene su peso, a pesar de que no tenga los mismos recursos que Argelia, nuestro vecino, o los demás países árabes. Somos un país que vive de la agricultura, la pesca y tenemos una industria. Tenemos voluntad para cambiar y esto lo reconocen todos los países árabes. Está avanzando. Estamos en el Tercer Mundo, seguro, pero no es el Tercer Mundo del sur subsahariano. Tenemos un Estado de verdad.

Volviendo al tema literario: se ha dedicado a la poesía como a la traducción. ¿Usted se vuelve poeta luego de leer a todos estos poetas españoles o de otros países, o ya era poeta usted desde chico? Inclusive ha publicado tarde. ¿Cómo fue eso?
Empecé poeta. Y, además, poeta tradicional, porque empecé con lo que es más difícil en la poesía árabe, que es la métrica. Me capturé en la métrica árabe. Es decir, escribía al ritmo de los poetas de la época preislámica, y pasé a escribir verso libre y ahora la poesía en prosa. Pasé por estas experiencias y empecé como poeta. Lo que me interesa es mi propia voz. Aportar a la poesía mi granito de arena, estar considerado como poeta. El problema que se plantea ahora es que como he publicado muchas traducciones, la gente me da el…

Estatus.
…estatus de traductor y poeta. Cosa que no me gusta.

Usted quisiera que fuera a la inversa.
Por eso he insistido en muchas ocasiones en que soy poeta. No quiero que se me presente como traductor. Claro, es una labor que hago, pero viene después. Escribo crítica literaria. Ahora lo que me interesa más es escribir mis propios libros de poesía y dar a conocer mi voz. Porque la labor del traductor siempre hace pasar a la segunda fila, detrás del creador. Esto es lo que quiero evitar, porque el traductor se considera siempre como algo secundario.

Sí, pero en el ámbito académico es muy respetado.
Es muy respetado y gana quizá mejor que los poetas. Los que escriben poesía, la mayoría no cobran por su poesía, por publicar libros sino que, a veces, pierden dinero. Pero los traductores sí, cuando traducen cobran. Entonces, el traductor quizás vive mejor que el creador. Y a pesar de esto me interesa mi voz como creador.

Usted es profesor en la Escuela Superior Rey Fahd de Traducción en Tánger, que es de la Universidad Abdelmalek Essaadi, que es la mejor calificada de Marruecos.
Sí.

Tiene un estatus. ¿Pero usted quiere renunciar un poco a ese estatus para darle mucho más poder a su poesía?
Como profesor no. Como profesor es otra cosa. Es una profesión que tengo y a través de esta profesión estoy mejorando mi rendimiento académico.

¿Qué enseña en la universidad?
Enseño la traducción literaria, del español al árabe, de obras literarias. Además de la teoría de la traducción. Tenemos alumnos de traducción que están estudiando esto y es algo interesante para ellos y para mí, personalmente. Saco beneficio de estas dos asignaturas. Y el trabajo de traductor de otros creadores es otra cosa que hago.

Es independiente.
Independiente. Por lo que he dicho antes: no quiero perder mi voz de creador, que es una voz, desde mi punto de vista, que tiene su derecho a estar presente.

En el mercado literario, la poesía es el hermano menor ignorado en muchos países. A pesar de ser consciente de eso, se quiere dedicar a la poesía.
Sin ninguna duda que la narrativa ahora está arrasando, tiene muchos lectores, es una industria y se ve: lo que se traduce, los libros que salen, las presentaciones. Pero la poesía tiene su encanto y siempre tuvo un público fenomenal. Siempre tuvo un público, como se ha dicho, pero no lectores. Esta poesía tendrá siempre su presencia. Estos son ciclos. Ahora la narrativa tiene más presencia, la novela en particular. Ahora está avanzando el microrrelato también. Hay un gran interés por el microrrelato. Esto, en el mundo, en general. Pero en el mundo árabe la poesía siempre tuvo más prestigio y tiene todavía sus seguidores, muchos poetas y se editan bastantes libros de poesía. Es una tradición antigua de nuestra cultura.
Usted, como traductor, ¿ha podido conocer a alguno de los autores que ha traducido? Por ejemplo, ¿a (Vicente) Aleixandre?
Sí, a algunos sí. He traducido a Jordi Virallonga, el catalán. He traducido su libro “Llevarte el día a casa”. Es un amigo. Tengo otros amigos: Luis García Montero. Lo conozco personalmente.

Lo ha traducido.
Lo he traducido al árabe. He traducido su libro “Vista cansada”. Lo conocí personalmente. Es un grandísimo amigo. A Andrés Sánchez Robayna le he traducido “Fuego blanco” e “Inscripciones”. Son dos libros. A Joaquín Benito de Lucas, otro poeta español, le he traducido su libro “Álbum de familia”. Son unos cuantos con quienes tengo una relación directa e intento traducirles al árabe. Pero a otros, como Bécquer, no hay posibilidad para conocerle porque es imposible. A Bécquer le he traducido “Rimas”. No conozco a Antonio Muñoz Molina, pero le he traducido su obra maestra “Sefarad”. La he traducido al árabe. Últimamente, este mismo año se publicó en Egipto. A veces, conozco personalmente a los autores y es una ventaja que me permitió mi trabajo también y el mundo en el que me muevo.
¿Es bueno para el traductor conocer al autor? ¿Es recomendable?
Por supuesto. A veces, si uno tiene algunas dudas acerca de algo que viene en el texto, lo pregunta directamente. Si tiene relación directa con el autor, soluciona este problema. Si no debe recurrir a las fuentes, los diccionarios, las enciclopedias. Es una labor que no es fácil, la traducción.

Muchísimas gracias…
A usted.

…y esperamos que pueda volver en otra oportunidad a nuestro país.
Inshallah, como se dice. Si Dios quiere. Muchas gracias.