sábado, 16 de abril de 2016

Johanna Hamann




“Lo que un artista hace es ser, más o menos, el testigo de su época”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Johanna Hamann Mazure (Lima, 1954) tiene la mirada profunda, de águila vigilante, y su arte posee la capacidad de cuestionar nuestras ideas y sacudir nuestras emociones. Uno nunca queda indiferente tras apreciar una escultura suya. Algo se remueve en nuestro interior, algo cambia obligatoriamente.

Ella acaba de presentar una impactante retrospectiva de su obra en el ICPNA de Miraflores, la cual abarcó su producción desde 1977 hasta 2015. El artista suizo Alberto Giacometti decía: “Yo pinto y esculpo para obtener un control sobre la realidad, para protegerme”. En el caso de Hamann, ella esculpe para demostrar su inconformidad permanente con dicha realidad, su desagrado hacia las cosas que no están funcionando correctamente en la sociedad peruana.

Hamann ha sido directora de estudios de la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde, además, es docente desde 1984. También ha sido invitada a dar conferencias en Estados Unidos, España y Portugal. En 2005 obtuvo el Primer Premio del Concurso Homenaje a la Integración, de la Municipalidad de San Isidro. En 2004 fue condecorada como Mujer Ilustre de Miraflores. Y en 1987 recibió una Mención Especial del Primer Concurso de Esculturas al Aire Libre, del Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores. Además, como investigadora, ha recibido cuatro premios de la PUCP durante los años 2008, 2009, 2011 y 2012.

Fue alumna de la escultora italiana Ana Maccagno y el vitralista austriaco Adolfo Winternitz, así como compañera de estudios del pintor Ramiro Llona. Tiene una maestría en Humanidades (2005) por la PUCP y un doctorado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona (2011). Ha realizado ocho exposiciones individuales y ha participado en muestras colectivas en México, Colombia, Chile y nuestro país.

Sus opiniones siempre tuvieron espíritu crítico: ya en 1983 ella afirmaba que “el arte está completamente relegado a las esquinas elegantes de la ciudad”. Esa actitud suya, nada concesiva, permanece hasta hoy.


Muchísimas gracias por esta oportunidad. Yo quería empezar esta entrevista mencionando lo que, cuando su hijo Ricardo era chico, usted le decía: que las esculturas eran sus hermanas. El arte, usted lo hacía parte de su vida, desde que su hijo era pequeño.
Siempre ha sido así, parte de mi vida. Me conmovió mucho ver cómo Ricardo en el Facebook puso estas palabras y me trajo a la memoria los momentos en que realmente él, estando chico, yo le decía eso. Me encantó que él ahora, a los 39 años -que son, además, casi todos los años de la producción artística que están expuestas en la antológica-, lo trajera a la luz nuevamente. Que me lo dijera de esa manera. Porque en verdad era así. Y que él haya dicho: “Ahora que las veo todas juntas, me doy cuenta que, efectivamente, he extrañado a algunas”. Y que termine diciendo: “Gracias, mamita, por reunir a la familia”, me pareció con ironía, pero con mucho agradecimiento, también, de parte de él, de haberse reconocido un niño con una madre escultora, artista. Sabe que un niño, dentro de su proceso de crecimiento, tiene que sufrir muchos sacrificios, también. El artista tiene que vivir muchos sacrificios en relación a su vida como madre, porque tiene que seguir trabajando para que una idea se materialice y se encarne en una obra artística. Sobre todo en la escultura. Demanda mucho tiempo de trabajo, de concentración, de estar ahí solamente con eso. Uno siente que en el proceso que el niño crece, siendo mi hijo, a veces, uno lo abandona. Pero él, con estas palabras hace un reconocimiento de que sabía por qué había sido abandonado. Finalmente, siempre se había sentido acompañado. Hasta yo misma, también, me he sentido acompañada con todas mis esculturas.


Luz Letts me comentaba en una entrevista que para el artista era muy difícil equilibrar una vida familiar y profesional exitosa. ¿A usted le ha pasado lo mismo? ¿Ha sido difícil llevar su familia y, también, su carrera como artista?
Es que uno, yo creo, es uno. Uno no separa las cosas. Yo, antes que nada, soy artista, mi hijo es mi hijo y yo he vivido mi maternidad desde mi punto de vista y desde mi ser como artista, como madre, como mujer. No separo. Ahora, lo que sí es difícil es saber que siendo artista, siendo madre, tienes que trabajar en otra cosa. Como trabajar en la Universidad Católica, enseñando, por ejemplo. Sin embargo, es algo que, también, está ligado.

Ahora que he podido apreciar la muestra antológica, se pueden ver las distintas etapas por las que ha pasado su trabajo escultórico. ¿Todavía tiene ese dolor, ese desgarro que se puede percibir de su primera etapa? ¿Todavía (existe) esa Johanna Hamann, por momentos, tan brutalmente fuerte en las esculturas, con cuerpos desgarrados, estallando?
Hay una cosa que es difícil que se entienda: un artista es una esponja que absorbe la vida, la historia y las circunstancias que le ha tocado vivir. Un artista es un ser sensible, perceptivo, consciente, apasionado, irracional, racional, voluntarioso. Tiene un montón de gamas, de aspectos. Entonces, lo que un artista hace es ser, más o menos, el testigo de su época. Cuando yo hago las esculturas de 1983, las barrigas que están colgadas en ganchos de carnicero, por ejemplo, realmente lo que estoy sacando es una violencia en la cual estoy inmersa por el problema del tiempo convulsionado en el que vivíamos.

El terrorismo.
Exacto. Entonces, es una forma, también, de mostrarla para que seamos conscientes y nos conmovamos y tratemos de hacer algo como seres humanos. Mostremos un camino más sensible y justo para seguir viviendo en este mundo y transformarlo. No es que yo sea o no la desgarrada. Es que yo transmito lo que vivo.

Siendo el artista una esponja, ¿hoy día de qué cosas es usted una esponja? La sociedad peruana ha evolucionado y ya no tenemos este terrorismo que nos asolaba en los 80.
Hay una cosa interesante que conversé ayer con Jorge Villacorta. Veíamos que la exposición de Cuerpo blasonado, de 1997 -donde empieza como opresión, libertad, ejecución y transición-, no está exenta de la época, porque estábamos viviendo el fujimorismo y estábamos realmente oprimidos. Y no lo habíamos relacionado directamente porque son cuatro figuras femeninas que tienen una secuencia de movimiento y representación, actitudes ante la vida y la muerte. Pero también hemos vivido opresión, hemos tenido deseo de libertad, hemos vivido toda la injusticia, la corrupción, todas las esterilizaciones forzadas a las mujeres. Creo que si las vemos un poco más están ahí. Ahora, lo último que he hecho en la exposición del 2013, Ese nudo sutil, era un espacio y un tiempo en el que me inmiscuí más en querer saber cómo funciona el cerebro. Era parte, también, del desarrollo de ¿dónde está la vida en el cuerpo? Todo sigue por ahí. El cuerpo es el eje central de mi trabajo. Si veo la antológica y la recorro como la he recorrido, es un placer y una oportunidad únicas para un artista plástico el poder hacer este recorrido y ver tus esculturas en comparación con las otras. Darte cuenta cómo lo blando se convierte en estructura, cómo el cuerpo puede ser una coraza -pero una coraza blanda-, cómo la estructura puede ser lo que está fuera, cómo lo blando puede ser lo que te defienda. Cómo son elementos que se intercambian constantemente, intercambiando sus sentidos, sus posiciones, sus actitudes. Así es la vida. Está para pensarla, vivirla, tratar de encontrar la felicidad y la libertad.

En esa última exposición anterior a la antológica, uno, si la veía y no sabía mucho de usted, (podía pensar que era) hasta una psicóloga que había hecho una exposición artística, por todo este tema neuronal tan fuerte. Era un examen de todo lo cerebral y, de verdad, era bien desconcertante.
Sí, pero lo que más me llamó la atención para explorar y me estimuló mucho para ir buscando las formas cerebrales fueron los dibujos del neurólogo Santiago Ramón y Cajal. Porque él trato de identificar las diferentes neuronas, tiñéndolas adentro del cerebro para saber qué forma tenían y estudiar la sinapsis, pero ya en sí el dibujo de la neurona, de este neurólogo, este gran científico, era una maravilla estéticamente. Entonces, es como darte cuenta, admirativamente, que todos los elementos que nos conforman como cuerpo son dibujos maravillosos que nos configuran en un ser humano. Mi trabajo es admirativo a eso.

¿Se imagina en algún momento hacer algo que no esté relacionado al cuerpo? Que ha sido su leitmotiv a lo largo de toda su trayectoria.
Sí me imagino, pero no sé qué haría (sonríe).


Silvio de Ferrari, en el año 97, había dicho sobre usted: “Quisiera subrayar que en ella confluyen la sencillez con la energía vital. Artista de sueños, de amor y de humanidad, sus esculturas trasladan esta actitud abierta, dotando a sus formas y al espacio de un magnetismo ‘orgánico’ en la transpiración que exhalan sus obras”. Siempre lo orgánico como una marca.
Hasta ahora, sí.

Alfonso Castrillón decía que “Johanna Hamann” -en el año 2004- “es una escultora que nos tiene acostumbrados a las largas esperas y a las gratificantes sorpresas”. Usted se toma su tiempo para hacer una exposición.
(Asiente con la cabeza).

Hay escultores o pintores que anualmente exponen -y algunos exponen hasta dos veces al año-, pero usted se toma su tiempo para que salga algo nuevo. Como dijo Ramiro Llona en un reportaje (televisivo) sobre una de sus exposiciones: usted puede cambiar el lenguaje y sorprender al espectador. Ese es un logro artístico.
(Sonríe).

Decía Adolfo Winternitz: “En la creación artística intervienen tres elementos principales, como una trinidad: espíritu, emoción, cuerpo. Sin estas tres fuerzas en el artista no puede surgir la obra de arte”. Pero -es una suposición mía- en su caso, lo que prima de esta trinidad es el cuerpo.
No, porque cuando dice Winternitz “espíritu, emoción y cuerpo” se refiere a que es el cuerpo a través del instrumento con el que tú transformas la materia, es el cuerpo el que te da el impulso -en el caso de él- para pintar, para hacer los bocetos de sus vitrales, para hacer sus cuadros. Si tú no tuvieras cuerpo, no podrías ser artista porque no podrías crear. Se refiere a eso el “cuerpo”. Y se refiere con “emoción” a la fuerza con la que expresas la idea que sale del cuerpo, que eres tú mismo. Y se refiere a…

Espíritu.
…”espíritu” con su forma de estar presente más allá del cuerpo, también. Yo, además, agregaría una cosa: tanto la racionalidad como la irracionalidad -hablando de emoción, de pasión-, la objetividad y la subjetividad están, simultáneamente, persiguiéndose en secuencia, transversalmente, en el momento del proceso creativo. Entonces, no es que solo la emoción, no es que solo el intelecto, es que es uno con el movimiento de todos los elementos que lo conforman como ser humano. Somos racionales, instintivos, irracionales, apasionados, cerebrales, frágiles, fuertes. Es todas esas cosas que se mueven para llegar a configurar tu idea y transmitirla materialmente en el mundo. Y compartir tu trabajo artístico. En ese momento, nos sentimos integrados con nosotros mismos, porque el hombre es un ser fragmentado, actualmente.

Muchísimas gracias por esta entrevista y felicitaciones por la muestra.
Muchas gracias a ti.

miércoles, 6 de abril de 2016

Paul Fuguet





“El arte no puede ser cobarde”



Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

El pintor Paul Fuguet (California, 1972) representa el arte fresco del Chile contemporáneo. Tras vivir en Miami, México y Nueva York, Fuguet se ha afincado en el distrito limeño de Chorrillos desde hace un par de años, junto a su novia.

Ha expuesto aquí este 2016 (La Pollada y la colectiva Crack!) y en 2014 (Candy Loop). Anteriormente, expuso de manera individual en Chile (Pinturas en tránsito, Automall El shopping center de mi corazón, Chilenos en la retina y Pinturas en vitrina) y México (Gastelum Series).

Magister en Artes Visuales de la Universidad de Chile, Fuguet siente el arte con mucha intensidad y desea que su obra pictórica se internacionalice cada vez más, a partir de la honestidad artística y la verdad vital que reflejen sus cuadros. Está empeñado en desarrollar un arte pop inteligente, innovador, coherente y que conlleve misterio.

Aparte, su hermano Alberto es un escritor famoso desde 1990 (cuando publicó Sobredosis), pero no mantiene una relación cercana ni afectuosa con él. La siguiente entrevista, realizada en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, es una indagación en las constantes reflexiones teóricas y la actitud cosmopolita del Fuguet artista y humano.


Paul Fuguet: ¿artista chileno o estadounidense?
Chileno.

Chileno, pero nacido en…
Nacido en Estados Unidos.

En California.
Sí.

Muchas gracias, Paul, por esta entrevista y espero que sea una conversación agradable acerca de arte y otros intereses que tú tengas.
Eso es lo que me gusta. ¡Démosle!

Yo quería empezar citando -ya que tú eres un artista evidentemente pop- a Andy Warhol: “Un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita, pero que él, por alguna razón, piensa que sería una buena idea darles”. ¿Compartes este concepto que tenía Warhol?
Sí. Frase genial de Andy Warhol. Eso, también, trato de hacer yo. Y eso hacen todos los tipos de artistas, sean pop o no pop: buscar una poética o imagen que enaltezca o que llegue al inconsciente del ser humano. Eso es lo más importante. Que sea como una vitamina para el alma. Tal vez puede ser muy ambicioso, pero que sane los espíritus o se te ocurran más ideas a partir de esa imagen. Como unas bombas de relaciones de ideas.

Mayormente, los artistas pop tienen una relación muy directa con la fotografía y la pintura. ¿Tú siempre utilizas el tema de la fotografía para elaborar tus pinturas, como un esbozo previo?
Sí. Siempre he trabajado a partir de ideas que me mueven. Y soy artista visual. Siempre he cometido el error de decir que “soy pintor” porque cuando dice la gente “artista visual” se complica mucho. Cuando eres artista visual, la fotografía está incluida. Obvio que, también, valoro la idea de dibujar en un atril y representar eso, pero creo que la fotografía es el mejor documento para trabajar imágenes que te apasionan. Me encanta como documento para poder trabajarlo.

En algún momento dijiste que estás latinoamericanizando tu pintura.
Sí.

En Lima, donde hay unos contrastes tan marcados de estratos socioeconómicos, ¿has podido latinoamericanizar un poco más tu pintura, en ese sentido?
Ojo, no me interesa popularizar mi obra. Creo que la actitud pop es, de alguna forma, asumir el capitalismo global. Mi visión es a partir de eso. Y latinoamericanizar mi trabajo es para que lo conozcan en varios países y, también, poder sacarle un poquito el rollo a lo que está pasando en Latinoamérica. Al final, igual pasa en México, Perú, Chile, Ecuador, Argentina. Pasan las mismas cosas sociales, somos todos hermanos.

Tenía la duda de si tu actitud -que dices que el arte es global- hacia el arte provenía de tu experiencia vital o es que ya tenías esta actitud antes de vivir en México, Estados Unidos, Chile, Perú.
Creo que el arte es una aventura, la vida es una aventura. Eso hay que ocuparlo a favor y no en contra. Porque cuando uno tiene miedo a aventurarse a nuevas ideas, lo único que (se) pierde es la magia de tu trabajo. En este caso, de la obra. Venir a Perú es latinoamericanizar mi trabajo porque le estoy dando una oportunidad a mi obra de sentir nuevas cosas, palpitar nuevas vibras, encontrar nuevos temas o repetir temas que -desde otro lugar- pueden tener otra mirada. Los países, los espacios, de repente, se transforman en esas piezas que tú has vivido. Ya no quieres vivir más en esa pieza, quieres cambiar de pieza para sentir cosas nuevas. O te quieres cambiar de departamento. Es supernormal, tanto en los artistas como en cualquier otra parte, que te aburras de un departamento y te cambies a otro departamento. O que te aburras de una ciudad y te vayas a otra. No es tan grave, no tiene que ver con emigrar, esa palabra tan profunda. Es superchévere el conocer hartos países, pero, al final, uno no está viviendo en el mundo. Uno está viviendo en su propio mundo interior y, también, en el territorio que uno está. Ahora estoy viviendo en Perú, no estoy viviendo en el mundo. Me encanta la actitud global, porque te libera de las fronteras y te quita ese fascismo patriótico. Creo que el fascismo patriótico es muy aburrido. “Sí, soy chileno” o “sí, soy peruano”. Eso lo encuentro aburrido.

Una de las características de tu pintura -que he podido apreciar- es el detalle. Te centras mucho en los detalles. Por ejemplo, en La Pollada hay mucha fijación por el detalle y el agrandar las cosas. Es como que, en el fondo, tú quisieras ver las cosas lo más claras posibles y las tratas de acercar a tu ojo de artista.
Sí.

Esa es tu visión. Tratas de meterte en las cosas desde una óptica pop.
Tuve esa obsesión porque cuando a los 20 (años) tomé mucho San Pedro, que es la droga del cactus, encontré fascinante lo que me pasaba, que era la desmaterialización de la materia. Cuando tú estás en ese estado alucinógeno, las plantas se transforman en gas, la tierra se transforma en gas, todo se diluye. Y creo que me encantó esa visión de poder transmitirla cuando utilizo los objetos que consumo o cuando elijo mis temas de automóviles: crear una especie de fascinación alucinógena con mi modelo. Me encanta ese canibalismo con mi alucinación con los objetos. Lo trato de hacer de una manera no forzada. No me interesa decirte: “Quiero hacer un detalle”. Me interesa decir: “Estoy alucinando con todos mis sentidos y mi pensamiento al transmitir esta pintura”.

Es como un pop alucinógeno.
(Asiente con la cabeza) Es como un pop alucinógeno. Claro, sí. Podría decirse. El problema es que tengo una veta pop, pero también tengo otro tipo de cosas que están en mi pintura, que hacen que mi pintura sea Paul Fuguet y no sea otro artista pop más. Eso es importante dejártelo en claro. Mi obra sí tiene una cosa nostálgica, una cosa de felicidad. Y lo pop tiene que ver con dar una amplitud de mirada para todos. No caer en esa cosa de fetiche ideal, de popismo. No me interesa el popismo. Me interesa el pop inteligente, el pop cabrón.

Gabriela Tineo, directora de la galería Del Barrio, decía que: “La obra de Paul viaja cómodamente en un amplio espectro figurativo, sugiriendo al espectador una idea, envolviéndolo con la energía de los colores y los fuertes trazos de su pincel, pero, finalmente, dejándolo en el misterio porque ese misterio es tarea de cada quien”. Cuando afrontas el cuadro en blanco, ¿primero partes de una idea o de una emoción?
Lo que me pasó con La Pollada: primero, (partió) de la idea y me dije: “Algo social”. Cito a Alfredo Jaar, que tiene una frase increíble: “Ser artista se trata de ser mejor ser humano, no de ser artista”. Ser artista no se trata de ser artista, se trata de ser humano y, cuando nos creemos muy especiales, el ejercicio de sentirse parte de una sociedad es muy sano. Fui testigo de lo que sucedía en la sociedad peruana y me di cuenta que el pollo era una columna vertebral de la unión, de la ternura familiar. Eso me impactó. A la vez, toda esa fuerza, esa cosa grotesca visual de los pollos muertos en las estanterías es muy fuerte. Yo dije: “Aquí tengo un tema para poder disfrutarlo y sentirlo”. Me voy como apropiando, como que voy sintiendo. Un poco para que la obra sea una sorpresa, un impacto. No creo en los artistas totalitarios. El arte son preguntas y si pierde ese carácter de pregunta, pierde ese carácter de sorpresa y pierde el misterio.

¿Cuáles son, principalmente, tus referentes pictóricos?
Yo creo que están claros en mi pintura. Soy de la escuela de la Universidad de Chile. Es la escuela con más mística, con más misterio que tiene Chile, donde se criaron montones de artistas increíbles. Yo creo que de ahí agarré el valor por entender la sombra. Porque para pintar, para hacer imágenes, tú tienes que entender el poder de la sombra. Si no entiendes el poder de la sombra, jamás vas a entender el poder de la luz. Eso primero. Como que atrapé ese misterio de la sombra en la Universidad de Chile y, a la vez, me inspiré mucho en los artistas alemanes, (Anselm) Kiefer, en los poperos alemanes y americanos: (Edward) Hopper, (James) Rosenquist, (Jeff) Koons. Pero eso fue al principio, ahora estoy abierto a todo, abierto a quien me pueda inspirar. Y no se trata solamente de crear trucos para producir lecturas visuales, lo más importante de la obra es poder darle algo verídico. Para que una obra tenga misterio, tú tienes que ser verídico con lo que estás sintiendo, si no la obra sale falsa. Puede ser bien pintada, pero no se crea una obra. Cuando tú le das una verdad, tú entras al misterio. Y en ese misterio y en esa verdad entran todas estas lecturas, y por eso una obra llega a ser buena o mala.

Tienes un sentido místico de la pintura.
Es que es la única forma para poder transmitir tu mensaje, porque si no se trata solamente de un maquillaje, de una pintura, de una superficie. He hablado mucho de la historia de cuando los indios se pintan para la guerra. De alguna forma, un artista es ese mismo indio que se pinta para la guerra, pero en vez de pintarse él mismo, pinta la tela.

Todos los simbolismos los expone para que la gente los vea.
Claro. No es una tela de diversión: es vida o muerte. Es lo más importante para seguir viviendo. Y, si es lo más importante para seguir viviendo, tiene que entrar toda mi verdad, mi honestidad y, a la vez, mi misterio para poder comunicarme.

¿Pintas todos los días?
No. ¡Estás loco! ¡Jamás!… Si pintara todos los días, te estaría mintiendo. Voy preparando mis guerras, de alguna forma, para poder transmitirlas. Mis guerras de ideas, mis guerras de visiones. Las visiones no se preparan de un día para otro. Ahora estoy descansando de mi exposición para volver a subirme en una intensidad de producción, para que la gente me crea. Si no, ¿cómo me van a  comprar un cuadro? Yo creo que estoy demostrando ser un buen artista. No me interesa demostrar que pinto bien. Eso es un valor secundario. A mí me interesa hacer una obra coherente y que entregue mensajes de los que yo quiero dar. Para eso tengo que ir intensificando mis visiones y ahí empieza la producción. En dos semanas más empiezo una nueva producción, pero me estoy preparando psicológicamente.

Te lo preguntaba porque hay artistas que sí pintan todos los días. Como una necesidad.
Creo que es una tontera. Es mucho más importante hacer menos y (más) potente y creíble, que estar ahí como… No me interesa pintar bien. Me aburre el término “pintar bien” o “ser pintor”. Me interesa hacer una obra.

No te gusta mucho el academicismo.
Creo que el academicismo, si es útil para ciertos aspectos de la obra, se hace, si no, no. Lo que pasa es que ya no estamos en la era de la Academia, estamos en la era de las artes visuales. Y la gente no es tonta. Uno tiene que crear un mundo nuevo, una sorpresa. Y no estar por una carrera de quién más pinta o quién pinta mejor. La carrera es interna. La carrera tiene que ver con ser honesto con uno y poder transmitir algo potente y verídico.

¿Tú crees que se puede definir la palabra “arte”? Ahora que tanta gente dice que hemos llegado a un momento en que la palabra “arte” ya no tiene una definición clara, como en el siglo XIX.
La palabra “arte”, definirla: no entraría a eso porque ya se desvalorizó la palabra. Podríamos hablar todo el día (sobre el tema). Cuando uno ve arte, se da cuenta que es arte. Nada más que eso. Cuando tú tienes un ojo educado y ves algo que es arte, tú sabes que eso es arte. Otra cosa es que sea “artístico”. Hay montones de cosas que son “artísticas”. Soy muy amigo de Bukowski, en ese sentido. Tiene que ser algo valiente. El arte no puede ser cobarde, de partida. Y tiene que ser innovador. No puede ser como pensando en el resto, tiene que ser totalmente auténtico. Eso es arte. El arte es comunicación, pero la producción tiene que ser honesta y el gesto tiene que ser honesto. Uno no puede ser manipulado, ahí pierde su valor artístico.

Has manifestado que tu arte tenía que ver mucho con lo público y con lo íntimo, a la vez.
Claro. Trato de ver de qué manera lo masivo, lo público, tiene que ver conmigo, con mis emociones y de ahí elijo mis temas para producir.

Tienes una relación psicológica con el arte, con la luz y la sombra.
Sí. Lo que pasa es que todo el mundo quiere la luz. Resulta cliché y hasta cursi: “¡Ay, que tiene luz!”. Todos buscan la luz. “¡Esa persona es lumínica!”.

Lo dices con ironía.
Porque es así, es cursi. Me interesa, para que una obra tenga luz, dominar la sombra. Porque en la sombra es donde se ve lo interesante, donde tú puedes, realmente, socavar en las profundidades donde está el sentido. Y si logras eso, puedes entregar luz. Pero si no, va a ser totalmente un gesto inútil. Lo importante es crear una armonía para que algo sea potente, tiene que haber una mezcla de las dos cosas.

Has dicho que ser artista te desangra. El trabajar tus cuadros es algo doloroso.
Depende de la exposición, porque como soy visceral, me involucro. Mi modo de trabajar tiene que ver con un desprendimiento. Porque si no te duele, no es potente. No quiero caer en lo cursi del dolor. Creo que la búsqueda de ser feliz es el esfuerzo por tratar de serlo. No es serlo. Porque cuando llegas a la punta del Everest, tienes que bajarlo y en la bajada te puedes caer. Entonces, de alguna forma, mi relación con el arte es siempre tener ese drama con su producción. Una vez que la obra está lista, ya está lista. Antes me enamoraba de la obra hecha, ya no me enamoro tanto. Es un error enamorarse de la obra, para la producción. Me enamoro del proceso potente de gestionar este drama. Tiene que haber una tragedia, para que se sienta. Esa es mi manera de ver mi pintura.

Muchos otros artistas y escritores, también, han manifestado un punto de vista similar. Por ejemplo, en Perú, Fernando de Szyszlo manifiesta algo parecido: que el artista debe sentir dolor para poder sacar algo verdadero, real.
Claro.

Es un punto de vista que grandes artistas comparten contigo…
Sí.

…a lo largo de la historia del arte.
Pero no el dolor así (Fuguet cierra los ojos y pone rostro de gran aflicción)… El dolor es parte normal de la vida. En la mañana llegas y te caes, se te dio vuelta el plato y tu mamá te pegó una cachetada. El dolor como algo normal, no algo como (para) cortarse las venas. El dolor puede ser como muy…

Glorificado.
…como glorificado. No. El dolor cotidiano de las cosas.

Como una parte de la vida.
Claro. El tedio. El dolor es parte de la vida. Creo en la búsqueda de la felicidad, no en la felicidad.

¿Se puede vivir del arte en Chile? ¿Los artistas tienen un mercado permanente? ¿Hay una industria del arte en Chile?
Sí, hay una industria del arte en Chile, hay un mercado del arte. El problema son los chilenos, la gente que le interesa el arte. Hay mucho artista, ese es el problema. Hay mucho artista muy bueno. Entonces, la competencia está dura. El público ya se desencantó de los artistas, no es como antes, como en los 80 que había tres o cuatro artistas y todos les compraban a ellos. Ahora hay 150, 180 artistas buenos y un público desencantado. Hay dinero, pero, a la vez, hay una sociedad que es totalmente… El chileno está focalizado no en lo cultural, está focalizado en lo comercial. No hay una alfombra, no hay una red carpet cultural. Hay un intento de crear una alfombra cultural, pero se ve totalmente opacado por esta falta de identidad y esta cultura del vacío o de la megatienda, de los departamentos, de las decoraciones, que quita el público a los artistas. Yo no me he ido de Chile. Sigo siendo chileno, voy a volver a exponer, solamente estoy viviendo mi aventura. Chile es precioso, tiene cosas maravillosas, toda mi gente querida, pero creo que uno tiene que hacer su vida. Y la vida no se trata de países, la vida se trata de tu propio viaje interior. Y yo estoy viviendo mi viaje interior, nada más.

Eres hermano de Alberto Fuguet y quería preguntarte cómo era tu relación con Alberto y cómo era tu relación con su literatura.
Mi relación con Alberto fue marcada por una decisión de él. Porque yo trabajé para la película La mujer de mi hermano (2005), basada en la novela de Jaime Bayly, y él me dijo que si yo trabajaba en esa película, no era más su hermano. Yo le dije: “Sorry, Alberto. Me están pagando. Tú no eres mi jefe, yo decido dónde trabajar, así que si tú tomas esa decisión, lo lamento”. Y desde ahí que no somos más hermanos.

¿Por qué no quería que trabajes en esa película?
Porque los escritores son personas complejas, por inseguridades. Mi hermano siempre ha sido muy inseguro y, ahora, ha mostrado un poquito más de seguridad. Es fácil hablar de las historias ajenas, pero cuando llega el minuto de hablar de la verdad… Alberto se ha demorado 54 años en decir su verdad. Me encantaría decirte cosas hermosas. Me habría encantado que haya sido mi hermano (alguien) increíble, pero no lo fue. Lo lamento.

Eso pasa en las mejores familias.
Ja, ja… Lo lamento.

¿Cuánto tiempo ya tienes en Lima?
Casi dos años.

En los casi dos años que llevas en Lima, ¿cómo has visto el arte peruano?
Yo sabía que el Perú tenía tantos peros como Chile, pero tenía también sus plus. Yo me vine a Perú por los plus, no por los peros. Perú tiene tantos peros como Chile y como cualquier país latinoamericano. Me interesan los plus. Me interesa esa alfombra roja gruesa que tiene, histórica, poderosa. Tiene una cultura preciosa. Me interesaba vencer mis miedos con relación al cosmos. Eso es lo que me está dando la pérdida de lo verde, de la montaña, de esa mirada un poco romántica que uno tiene en Chile por la montaña, lo verde. A la vez, toda la relación que tienen los incas con el cosmos es poderosa. Y los pollos tienen que ver con esa relación con el cosmos. Los cito. Y me encanta el mar. Soy surfista de toda la vida. Para mí, es un deporte sagrado, que me da ene cosas.

¿Cuál es tu playa favorita en Lima?
Todo el sur de Lima tiene olas preciosas. Me relaciono con el deporte, con la tabla, desde una mirada totalmente no taquillera. Mi relación con el surf: me encanta lo que produce el mar en mí. Me da una fuerza que no me da ni el arte, el dinero ni una mujer ni una ciudad. La conexión con la naturaleza es algo poderoso. Te hace ser fuerte, te pone humilde, cerca de la tierra. Cuando tú estás con olas grandes no importa si pintas bien, qué dinero tienes, qué familia, de dónde eres. Es tu capacidad de poder manejar tu miedo y sopesar tu tranquilidad y ver como te relacionas con ese océano, con ese algo que es más poderoso que tú. Me encanta Lima. Creo que es una ciudad superfresquita, con el aire rico. La relación con los días nublados, de alguna forma, son positivos para trabajar si estás concentrado. Me encanta eso. Pero, a la vez, pueden ser también odiosos, porque si quieres disfrutar el día, muchos días nublados apestan. Pero para trabajar creo que es increíble. Y es una ciudad que está tirando para arriba y está abierta al mundo.

Un artista que hayas podido ver, del Perú, que te haya interesado.
La obra más potente que existe acá, en Perú, más allá de los artistas modernos, es Los funerales de Atahualpa (de Luis Montero, pintada entre 1865 y 1867). Es la obra que más me ha impactado.

Que está en el MALI, el Museo de Arte de Lima.
Sí. Los funerales de Atahualpa me emocionó, porque a la vez que es una obra totalmente condicionada, representa la tragedia de las culturas milenarias, como la inca, en relación con los españoles. De esa tragedia, de la pérdida de esa mística profunda en relación a la llegada de este español (el conquistador Francisco Pizarro). Esa obra es poderosa para todo el mundo. Creo que es maravillosa. Es dolorosa, pero me emociona. Me ha hecho pensar muchas cosas.

Me llama la atención que la menciones, porque es una obra bien académica.
Es bien académica, pero me impresiona cómo murió el inca, la belleza, ese espíritu soñador que tenían los incas. Atahualpa está muerto y estas mujeres, que no están de cholas, las pusieron como si fueran españolas. Eso lo encontré patético. Da mucho que hablar la obra, mucho que criticar, mucho que decir. Es muy política esa obra, muy revolucionaria. Sí, hay artistas modernos increíbles, pero la obra que he encontrado que tiene más lecturas potentes es Los funerales de Atahualpa.

Muchas gracias.
De nada.