martes, 27 de agosto de 2013

Juan Carlos Rulfo


“Lo que intento, más bien, es ingresar a la vida cotidiana de la gente”



Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


El magnífico documentalista mexicano Juan Carlos Rulfo Aparicio (Distrito Federal, 1964) tiene una sólida trayectoria, un lugar ganado a punta de trabajo y más trabajo. No ha necesitado recurrir al legado de su padre, el legendario escritor Juan Rulfo, autor de la célebre novela Pedro Páramo (1955. Obra literaria admirada por Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa) y el libro de relatos El llano en llamas (1953), para destacar hoy. Él brilla con su propio talento, sus propias destrezas profesionales, pero en el mundo del cine.

Por eso es que su cortometraje documental El abuelo Cheno y otras historias (1995) se llevó el Premio a la Ópera Prima del Festival del Cine Latinoamericano de Biarritz (Francia) y ganó el Premio Ariel al Mejor Corto Documental. Asimismo, su largometraje documental Del olvido al no me acuerdo (1999) obtuvo cuatro premios Ariel: Mejor Ópera Prima, Mejor Fotografía, Mejor Edición y Mejor Sonido. De manera similar, su estupendo documental En el hoyo (2006) fue premiado en los festivales estadounidenses de Sundance, Los Ángeles y Miami, así como en los de Karlovy Vary (República Checa), La Habana (Cuba), DOCAVIV (Israel), Sao Paulo (Brasil), BAFICI (Argentina), Santiago (Chile), Morelia y Guadalajara. Esta cinta nos muestra las expectativas, los temores y hasta el sentido del humor de un grupo de obreros mexicanos que laboran en una gigantesca y peligrosa obra de ingeniería: la construcción de El Segundo Piso, en el periférico de la muy poblada Ciudad de México.

Igualmente, Rulfo codirigió -junto a Carlos Hagerman- Los que se quedan (2008), que fue galardonada en los festivales de Los Ángeles, Guadalajara y Documenta Madrid (España). También dirigió Carrière, 250 metros (2011), que ganó el Premio Ariel a Mejor Música Original, y tres premios Jaguar -a Mejor Documental Internacional, Mejor Director y Mejor Música Original- en el Festival Internacional de Cine Paz con la Tierra (Costa Rica). Este trabajo se centra en la vida de Jean-Claude Carrière, quien fue guionista del gran cineasta español Luis Buñuel. El título de la cinta alude a que entre el lugar donde nació Carriére y el cementerio en el que será enterrado, hay solamente 250 metros de distancia. Una metáfora de lo breve que es la vida.

Otros trabajos del documentalista mexicano son: Con los ojos de Juan Rulfo (1995), Luvina (1996), El llano en llamas, 50 años (2001) y De panzazo (2012). La siguiente entrevista fue realizada el año 2012, cuando Rulfo vino como invitado al XVI Festival de Cine de Lima. Dialogamos sobre sus talentosos y muy humanos documentales, en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Y, por supuesto, acerca de su admirado y siempre bien recordado padre.

Es un gusto poder entrevistarlo. Le agradezco mucho la oportunidad. Ser hijo de Juan Rulfo, ¿cuánto ha influido para su carrera como documentalista? Habiendo sido su padre, también, un fotógrafo excelente. (Es decir), el tema visual siempre ha estado muy fuerte en su vida.
Sí. Él estaba más presente en la parte audiovisual que en la literaria. La literaria no la palpé porque no escribo. Escribo los proyectos para una película, pero no estoy en esa angustia. La imagen resulta ser mucho más evocativa porque estás en contacto con las gentes, los espacios, los paisajes. Desde el punto de vista de viajar y conocer lugares, sí está la idea de querer siempre llevarte un poco de cada imagen, pero con una enseñanza. Es decir, siempre las fotos de mi padre estuvieron en los cajones de la casa, en todas partes, en contactos pequeñitos. Y siempre estuve en contacto con ellas, desde chico. Fue tiempo después, cuando hubo presupuesto por parte de instituciones, el poder imprimir algunos libros de su fotografía. Cuando esas imágenes que siempre vi, ahora las veo grandes, empiezo a descubrir más elementos que estaban en esas imágenes. El tipo de encuadre, la forma de crear estados de ánimo, siempre estuvieron muy presentes. De tal manera que, cuando sales a la calle y ves algunos espacios parecidos, te recuerdan esas maneras de ver esos paisajes, esos espacios. Como que siempre está presente una forma de encuadrar esa realidad. Y si no, tú haces que se parezca. O buscas donde ponerte para imaginártela. Y a partir de ahí, comienzas a hacer tu trabajo. Entonces, definitivamente, el encuadre de mi padre está ahí, presente.

A él le gustaba mucho todo este tema de la composición.
Sí. Hay un encuadre, un equilibrio. Lo que yo digo: es un estado de ánimo. No son fotos agresivas, no son fotos que encuadren para crearte tensión de por sí. Son, más bien, fotos…

En el sentido clásico.
Sí. Son bastante clásicas para los (años) cincuentas, sesentas. Pocas gentes en México, particularmente, fueron a esos lugares y veían esas cosas: monumentos históricos o las montañas o los indígenas. No hay mucha gente que se haya acercado a México y lo haya retratado, en esa época, de esa manera. En estos días, si sales al campo o vas a alguna comunidad indígena o a la montaña, sí te gusta ver e imaginar. E, incluso, tratar de hacerlo en blanco y negro.

Hay un amor hacia el indígena mexicano en la obra de su padre.
Sí. Sobre todo en el sentir. No es tanto la actitud antropológica. Sí hay un espíritu que no ha sido tan descrito en otras cosas. Tal vez, Agustín Yáñez o Arturo Azuela (en la literatura mexicana). Pero a nivel del interior, de las emociones, yo no he visto. Para mí, es como el clásico, que no lo puedo dejar de leer. Así que lo releo y releo. Para mí, es el mejor.

Usted, incluso, ha hecho un cortometraje sobre su padre. O a partir de la obra de su padre.
Para mí, la obra de mi padre está ahí y no tengo nada que hacer al respecto. Si otro quiere hacerlo, ¡qué bueno! Pero yo, lo que he estado haciendo es, más bien, aprender de la geografía en la que él se movió. A partir de los espacios que él recorrió yo intento partir, pero para intentar buscarme o buscarte. No estoy en la conciencia de él, por lo tanto, no lo estoy continuando. No se trata de hacer una adaptación.

Se lo comentaba porque había leído que había tres cortos documentales (suyos): Con los ojos de Juan Rulfo, Luvina y El llano en llamas, 50 años.
Todos son como pedacerías de los scoutings que hice para hacer los largometrajes. Luvina, definitivamente, está basada en las fotos, pero no es un audiovisual de “voy a enseñar las fotos”. En los lugares en los que yo andaba caminando, buscando imágenes o personajes, había similitudes con sus fotos. Y eso me encanta. En los 50 años: siempre uno va a estos lugares y la gente te habla muchísimo de “este llano es el de Juan Rulfo y este no”. Es muy simpático. Hay cosas cómicas. Y Con los ojos de… Esto es una cosa muy sencilla, que tiene que ver con los personajes que lo acompañaron en distintos niveles, momentos de su vida: un fotógrafo, un escritor, su mujer, cosas muy de la vida cotidiana.

Para terminar con el tema de su padre: a su madre Clara le llamaba el “aire de las colinas”. Incluso, hay un libro acerca de eso. Como hijo, ¿cómo ha sentido este libro -que es una expresión de amor-? Aunque después de catorce años de que falleció su padre, (recién) lo publicó su mamá. ¿Cómo vio este libro, casi nostálgico, de ese amor?
Sobra decirte que, para mí, es importantísimo que haya un libro de cartas de amor de mi padre y mi madre publicado. Es decir, esta es una de las cosas más íntimas en una familia. Entonces, más allá de que se llame Aire de las colinas (2000), es muy fuerte, muy poderoso, y lo que me interesa saber es qué dice la gente. Sí, creo que después de las dos obras (Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo), todo lo demás se considera algo muy periférico que no agrega más, pero depende de cada quién, depende de los puntos de vista que tú tomes como estudioso de la obra. Pero, para mí, es fundamental. De hecho, creo que refleja muchísimo la verdadera literatura, en el sentido de la escritura inmediata. Escribir una carta es inmediato. Sí, lo piensas, pero hay un sentimiento muy particular, muy personal. Al escribir Pedro Páramo o los cuentos, hay otro tipo de trabajo, otro tipo de mentalidad. La construcción literaria, la imaginación, la construcción del personaje, la redacción de la obra, es otra cosa. Es mucho más pensada, más meditada. Son años. Las cartas no. Las cartas son inmediatas y responden a un sentimiento. Eso es fantástico. Estás en un lugar más próximo a la actividad creativa.


En el hoyo y Carrière, 250 metros

Ahora sí, entrando a sus documentales: En el hoyo, que ha sido premiada en varios festivales, comienza con esta imagen tan fuerte de este camión que va llevando parte de una autopista y todo su séquito de automóviles -que parece una procesión nocturna-. Si bien esa no es la historia sino parte de la historia, ¿todo esto ya estuvo coordinado? ¿Encontró esta imagen tan poderosa del inicio de su documental o ya estaba todo en un guión?
No. Todo -y eso es lo fascinante del documental- ocurre casualmente. Yo ya había visto imágenes parecidas: cuando pasas por las calles y ves venir el trailer con la “ballena” -así le decían- a cuestas y el tráfico que se arma detrás. De repente, en varios momentos, yo iba con esa procesión e iba dándome cuenta de los puentes. Entonces, un día planeé el seguirla y, simplemente, me trato de poner en el lugar adecuado y hacer la toma. Por supuesto, hay muchas sorpresas y cosas bien interesantes. Cómo se ve desde lejos: primero, está todo vacío y, de repente, ves que vienen las torretas y el escándalo que hay detrás y todas las luces (de los autos que avanzan lentamente, tras el trailer). Sí, es fantástico. Dices: ¿qué es esto? Lo mismo es cuando estás arriba del puente y ves que pasa la “ballena” y da vueltas, se sigue y ves que todos van detrás. Hacer una secuencia de eso, la continuación, las imágenes sucesivas de un evento así: eso me gusta mucho. Es más, yo lo que intento todo el tiempo es tratar de hacer secuencias de una imagen. La mamá y los pollitos, por ejemplo. La mamá es la gran toma, donde viene todo, donde se expresa este arranque de la frase inicial. De repente, vienen todos los periféricos, todas las pequeñas anotaciones. Y tener estas metáforas que las siguen, completas, me encanta. Y de la misma forma: aparentemente accidental. Es decir, de repente, me muevo para allá, me adelanto, espero a que ocurra y ocurre. No hay toma dos. A menos que me espere otra noche. Pero no. Me gusta y busco que así sea.

En una de las ciudades más grandes del mundo, México D. F., (donde) cada día circulan quince millones de personas -como está al inicio de En el hoyo- y tres millones de autos, ya es necesario todo este tipo de construcciones. Obviamente, vienen las muertes de los obreros que, además, trabajan en condiciones que no son las mejores.
Había un lugar común que todo el mundo me decía, cuando me preguntaban: “¿Qué estás haciendo?”. Yo les decía: “Estoy haciendo el seguimiento de la construcción de esta obra vial en la Ciudad de México”. “¡Ah, qué interesante! Seguramente estás viendo toda la transa, toda la corrupción que hay detrás de una obra, o cuántas muertes hay”. Seguimiento, desde el punto de vista de los derechos humanos. Yo digo: “No, exactamente. No es así”. Pasa mucho eso y no sé, a veces, cómo contestar, porque resulta que no me gusta ser muy evidente y lo que intento, más bien, es ingresar a la vida cotidiana de la gente y que tú, como espectador, te des cuenta de eso. Pero no porque te lo digan directamente, porque se pierde el chiste. Se pierde lo cinematográfico, creo yo. Entonces, se trata de que veas en qué condiciones trabajan, pero, al mismo tiempo, no necesariamente es tan (crítico En el hoyo)… Hay humor, hay vida cotidiana. ¡Hay vida! Y es una vida universal. Tú te puedes comunicar con ellos, no son personajes aislados de todo el contexto de la vida. Lo que me interesa es que tú, de alguna manera, te sientas conectado a ellos, para que haya una relación con los trabajadores urbanos o los barrenderos o la profesión que quieras, de la parte de servicios. Es -como decimos- “muy gacho” que sea como que no tiene nada que ver con los otros. Generalmente, hay una esperanza, hay hambre. Hay “tengo que ir a comer”, “estoy enamorado”, pero el contexto tú lo estás viendo. Eso se me hace mucho más interesante. Porque me han llegado comentarios: “¿Y por qué no dices cuántas toneladas de concreto hay y cuántas columnas se hicieron?”. Eso no creo que sea importante. Siempre lo que quise es saber cómo se construían las grandes obras que hace la gente. ¿Cómo se hicieron las pirámides? ¿Cómo llegaron hasta Machu Picchu? ¿Cómo emparejaron esta parte y construyeron eso? El esfuerzo humano que hay detrás. Se siente, pero nadie habla de él. No se sabe lo que dijeron. Es un poco falta de interés en la vida cotidiana. Y ahí es donde yo quiero estar.

En alguna ocasión, usted dijo que “en todas las películas, de lo que me agarro es del lenguaje y hago un homenaje a la gente”.
Porque, finalmente, lo bonito es escucharlos. No es un reportaje o documental en el sentido de los documentos y los datos. Eso no. Conocer a la gente y escucharlos. Desde el principio, el punto ha sido que, en las primeras películas que tenían que ver con mi padre, lo bonito era ver cómo hablaba la gente que estuvo cerca de la vida contemporánea de mi padre. Cómo hablaban, cómo contaban. Y, entonces, es mucho más claro por qué mi padre escribía como escribía. Cuando estás en la ciudad y ves todos estos obreros que llegan, desde el punto de vista del lenguaje, entiendes por qué son y cómo son. Eso es muy bonito. El lenguaje tiene una cosa… Descubrir y saborear la forma de contar las cosas, te hace saborear el momento. Al mismo tiempo, los albañiles son los íconos del slang (jerga callejera) y del doble sentido. En México, eso es importantísimo. Yo tenía muchas ganas de poder encontrar un ejemplo de este slang y este doble sentido en el lenguaje, y cuando se organiza el hacer la obra de El Segundo Piso del periférico, dije: “Aquí soy”. Y ahí me quedé.

En el año 2011, Carrière, 250 metros por fin vio la luz. Es sobre la vida de este escritor y guionista de Luis Buñuel, Jean-Claude Carrière. Una mirada íntima de alguien que usted, en algún momento, dijo que le hubiera gustado que hubiera sido su padre.
Sí. Me tocó de chiripa y de rebote hacer esta película. Me la encargaron y estoy muy agradecido de eso. Pero, por supuesto, una de las cosas que más me llamaban la atención, era el seguimiento de un escritor y ver qué hay detrás de la actitud en la observación de la realidad. Es un poco detrás de lo que ando. Por eso te digo, es como la exposición de fotos de acá (Intensidad y altura: aerofotografía y mirada interior en la obra de Walter O. Runcie, exhibida en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú) o de cualquier escritor que, de repente, te permita entrar en su vida, en sus archivos y, además, que lo sigas durante dos años, que camines con él. Sí hay una limitación: ellos te ponen una pared: “No puedes pasar de aquí”, pero con la confianza se van dando las cosas. Efectivamente, me hubiera gustado que él hubiera sido (mi progenitor), al no tener a mi padre. Conseguimos a un escritor que era fácil, no un tipo pesado. Los franceses tienen fama de ser algo difíciles. Este era un francés simpático, escritor, intelectual, ochenta años…

Se bromeaba, inclusive, con Milos Forman.
Y todos ellos. Jean-Claude te abre la puerta a un contexto de amistades y de memorias. Todos están queriendo brindar y hablar de momentos entrañables de la vida. Qué mejor que hubiera sido mi padre. No está. De alguna forma, a todos les decía “papá”. Papá Milos, papá Jean-Claude, papá Raghu Ray. Pierre Étaix, por ejemplo, es admirable, está en la película, y con él quisiera volver (a filmar). Por otro lado, aplicas lo que has hecho, internacionalmente. Porque una cosa es hablar de tu país, que ya medio que lo conoces, sabes cómo funcionan algunas partes y cómo son las gentes, pero tratar de aplicar eso en la India no es igual. O, incluso, en América Latina no es igual. O América del Sur.

Quizás el trabajo de un cineasta es bastante antropológico, hasta cierto punto.
Necesitas tener cuidado o ciertas precauciones. Y tratar de salirte con la tuya, finalmente, sin que se note.

En el caso de Jean-Claude Carrière, era llamativo que tuviera hijas con tanta diferencia de edad (en el documental, una tiene 6 años y la otra 48). Era un punto interesante.
De hecho, ahí nació (la idea de la película), entre la cachondería de este hombre… Es decir, conoció a su mujer cuando ella (Nahal Tajadod) tenía veinticinco años. Estuvieron, más o menos, veinte años tratando de relacionarse. Luego, querían tener un hijo. Lo tuvieron cuando Jean-Claude tenía setenta y cuatro, y de ahí nació la idea de hacer esta película. Es decir, Nahal, su esposa, tenía la edad de su hija (Iris, de 42 años, en ese momento), cuando ella (Kiara, su segunda hija) nace… El papá de Nahal era como Jean-Claude, un adulto ya mayor. Parecía su abuelo. Había ciertos espejos ahí, muy curiosos. Una gran casualidad que las cosas fueran dadas así. Por otro lado, Jean-Claude tenía el temor de irse, dejar el planeta, y llevarse todo lo que le podría dar a su hija, la menor. El hecho de que naciera Kiara creo que “le movió muchísimo el tapete” -como decimos- para que él quisiera compartir un poquito de los lugares entrañables que había visitado, para que su hija se lo llevara (como recuerdo). Entonces, es una película sobre el porvenir. (Jean-Claude es) muy preocupado sobre las raíces y lo importante que es poder construir una raíz para moverte tranquilamente a todas partes y poder dar. Como él dice: “Poder dar, poder decir”. Y que tú estés dispuesto a recibir. Hay momentos en la vida en que tú estás dispuesto a recibir.

Usted, como documentalista, ¿diría que su raíz está en el cine o su raíz está, más que nada, en México?
No. Está en el chisme. Me considero chismoso, metiche profesional. Y lo que intento es poderme meter. El cine no es lo primero que piensas. Me gusta buscar nuevas imágenes y andar de pata de perro por todos lados. Me gusta tener amigos.

Es una herencia de su padre al que, también, le gustaba mucho el excursionismo.
Sí. Todo eso. Me encanta meterme a tiendas de camping, por ejemplo, y ver qué hay para la sobrevivencia. Me encanta platicar de excursiones y que me platiquen de las grandes aventuras y los grandes viajeros. No en una novela de viajes. Las aventuras que alguien encuentra en la vida son inesperadas y eso es mejor que una novela. Cómo van dándose las cosas. Las crónicas de los conquistadores son fascinantes, son materia prima para imaginar después algo. Y para poder llenar de carnita los huesos de una historia, posiblemente. Pero no es la historia ni la tecnología ni la cámara ni el cine lo que está primero.

Finalmente, ¿se animaría, en algún momento, a hacer un largometraje de ficción?
Ando en esas. El documental, ahora, para mí, es lo más importante. Hay muchísimas cosas que hacer. En el caso de México, en particular, apenas se está empezando a abrir una gran ventana donde está comprobadísimo -cada vez más- que las mejores películas que se hacen son las documentales. Y que hay una seria carencia en argumentos de ficción. ¿Por qué? Uno piensa: ¿qué está pasando? ¿No hay escritores? ¿Hay una crisis creativa? ¿Qué pasa con los temas? Creo que hay una falta de digestión de lo que está pasando en el país, en particular. Hay otros países en América Latina que ya lo han logrado. Pienso en Argentina, en Brasil. Perú tiene grandes ejemplos: La teta asustada, con Claudia (Llosa). Pero en México, a pesar de que están estas películas tremendistas sobre los narcos, eso no quiere decir que ya sepas qué está pasando. Se logran construir historias muy agresivas, pero no siento que eso te hable del país.

Como las de Luis Estrada.
Las de Luis Estrada o la de Miss Bala (2011, de Gerardo Naranjo). O Everardo Gout en Días de gracia (2011). También están películas como las de Reygadas, más atmosféricas. Yo prefiero ese tipo de historias, basadas, tal vez, en la historia personal, que te hablan un poco de lo general. En ese sentido, estoy queriendo poner un pie en la ficción sin dejar el otro en el documental. Darle esa mezcla de frescura y sorpresa que te da el viaje. Y hablar un poco de las cosas que considero que son importantes, para mí, en un momento determinado. Para eso, sí pensaba jugar un poco con la ficción. Y no puede ser un guión que alguien te escriba para que filmes una ficción cualquiera. Tiene que ser algo muy particular, juguetón, divertido, entrañable. Esa película hay que hacerla.

Muchas gracias por la entrevista y esperamos que siga disfrutando de su estadía en Lima.
Muchísimas gracias por la paciencia.


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