lunes, 14 de noviembre de 2011

Eliseo Subiela



“A parte de mi generación la aniquilaron”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


El director de cine argentino Eliseo Subiela (Buenos Aires, 1944) baja tranquilamente por las escaleras del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), mientras conversa con un periodista. Al llegar al segundo piso dialoga unos minutos con Geraldine Chaplin, Bruno Barreto, Patricio Castilla, Jean-Christophe Berjon y Francisco Lombardi, quienes acaban de ver una película latinoamericana en la acogedora Sala Roja del mencionado centro cultural. Por la naturalidad con la cual aborda a estas cinco personalidades, se deduce que las conoce desde hace tiempo. Luego, prosigue su descenso calmado al primer piso -específicamente, hacia el Café de las Artes-, junto al joven hombre de prensa, platicando sobre diversos aspectos del fascinante séptimo arte.

Subiela estuvo en nuestra capital como invitado del XV Festival de Cine de Lima. Presentó Rehén de ilusiones (2010), su último largometraje. Otros títulos de su nutrida filmografía son: No mires para abajo (2008. Obtuvo premios en festivales de Montreal, Madrid, Guadalajara y Lleida), El resultado del amor (2006. Recibió dos premios en Huelva), El lado oscuro del corazón 2 (2001. Ganó tres premios en Huelva), Las aventuras de Dios (2000), Pequeños milagros (1997. Un premio en Túnez), Despabílate amor (1996. Premiada en Huelva, Friburgo y Lima), No te mueras sin decirme a dónde vas (1995. Mereció premios en Montreal, Sitges y La Habana), El lado oscuro del corazón (1992. Su film más reconocido, con triunfos en Montreal, Biarritz, Huelva, La Habana, Cartagena, Bérgamo, Sept-Iles y Gramado), Últimas imágenes del naufragio (1989. Reconocida en Montreal, Biarritz, Huelva, Cannes y La Habana), Hombre mirando al sudeste (1986. Consiguió premios en Toronto, San Sebastián, La Habana, Cartagena y Sao Paulo), La conquista del paraíso (1980), Sobre todas las estrellas (1965) y Un largo silencio (1963. Premiada en Viña del Mar). Asimismo, este importante cineasta bonaerense obtuvo la beca Guggenheim en 2005, ha sido profesor visitante en la Universidad de Stanford el año 2002, fue designado Miembro Honorario de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España en 1995, y reconocido como Chevalier dans l’ondre des Arts et des Lettres de la República Francesa en 1990. Además, dirige su propia Escuela Profesional de Cine y Artes Audiovisuales, fundada en 1994. En la siguiente entrevista podremos conocer matices humanos y profesionales del destacado realizador, quien alguna vez afirmó: “La realidad me resultaría insoportable si no fuera por el cine”.


Muchas gracias por la entrevista.
Gracias a ti.

Esas cartas de amor que le escribía a Susana (alumna del colegio de monjas Las Esclavas) cuando tenía doce años, ¿todavía las conserva? ¿Alguna le sirvió para las películas que hizo?
(Sonríe y mira sus propias manos que están sobre la pequeña mesa, como recordando) Me pareció que iba a ser un poco cursi la respuesta, pero te la voy a decir igual: todas son cartas de amor, mis películas. No a Susana. Pero son cartas de amor, sí.

Su familia, cuando usted era adolescente, por su afición, su pasión hacia los aviones, pensaba que usted iba a ser ingeniero aeronáutico.
Lo pensaba yo. Y mi familia, mi padre y mi madre, me ayudaron. Estaban atentos a mi vocación. Cuando dije que quería hacer cine me apoyaron. Mi padre fue el productor de mis primeros cortos. Tuve mucho apoyo. Por suerte, mi padre era un gallego romántico. No pretendía que su hijo fuera, como tantos inmigrantes, ni médico ni abogado. Así que le gustó cuando le dije que iba a hacer cine.

Su familia tiene antepasados judíos.
No.

Había leído que usted y otros compañeros suyos (que eran judíos), en el colegio primario donde estaban, tenían…
¡Qué gracioso! ¡Vos leíste eso! Mi familia era muy antiperonista. En la época cuando yo iba al colegio primario había educación religiosa obligatoria en los colegios -que había impuesto Perón-, y mis padres, como un gesto de rebeldía antiperonista, me hacían salir de la clase. Entonces, yo salía con mis compañeritos judíos, que eran los otros que salían de la clase.

En su página web lo había leído.
Claro, sí. Lo cuento en el blog.


Despabílate amor y Darío Grandinetti

Ahora, ha venido al Festival (de Cine de Lima), donde ganó el primer festival su película Despabílate amor.
Sí.

Le dan el (trofeo) Spondylus. ¿Cómo se siente en este retorno?
Primero, sorprendido, porque lo que en el resto de Latinoamérica ha pasado con El lado oscuro del corazón, aquí ha pasado con Despabílate amor. Es el único lugar donde la película ha tenido tanta repercusión, un impacto de este tipo. Yo no estaba enterado de eso, así que fue una sorpresa. Y lo que más me llama la atención: la repercusión de la película en gente muy joven, de veinticinco, treinta años. Porque en gente de mi edad, mayores, es comprensible (la aceptación), pero es una película que pega también en las nuevas generaciones, lo cual me llena de satisfacción, orgullo, me pone muy feliz. Así que estoy pipón. Ha sido un viaje maravilloso.

Justo usted mencionaba estas dos películas que tienen como protagonista a Darío Grandinetti: Despabílate amor y El lado oscuro del corazón. ¿Cómo comienza su relación con Darío en el cine?
Yo era medio escéptico, al principio, con Darío. Cuando aparece la idea de que Oliverio, el poeta de El lado oscuro… fuera Darío, yo tenía una imagen de Darío de actor más bien recio, tenía un prejuicio por lo que había visto hasta ese entonces. Desconfiaba en un comienzo. Ahora no hace falta que te aclare que cambié de idea y hoy no se me ocurre ningún otro actor que pudiera haber hecho el Oliverio que hizo Darío.


Un lenguaje poético: el cine

En su cine hay mucha poesía. Inclusive en El lado oscuro del corazón presenta a Mario Benedetti como uno de los personajes en el bar y recitando…
Sí.

…en alemán. ¿Cómo así entra la poesía en su vida y su cine? ¿Desde cuándo empieza esta relación tan fuerte?
En principio, yo creo que el cine es un lenguaje, esencialmente, poético. Más allá de la poesía literaria. Pero, además, me gusta escribir, me gusta mucho la literatura. No te diría que soy un escritor frustrado, porque escribo. Soy un músico frustrado, eso sí. Le doy mucha importancia a la palabra. Me gusta mucho la palabra, la literatura y el escribir. Fue un desafío. Ahora me siento muy orgulloso de haber hecho que toda una generación descubriera, de pronto, a Benedetti, a Girondo. Por haber contrabandeado poesía literaria en el cine.


Un pasado político del que falta hablar en Argentina

Y, también, ha tocado temas políticos, como se puede ver ahora en la película que ha traído, Rehén de ilusiones: la época militar.
Sí.

¿Es otra de sus obsesiones cinematográficas el tema político?
No, pero es, obviamente, algo muy importante que nos pasó y sobre lo cual tenemos mucho todavía que hablar. Yo no estoy de acuerdo cuando algunos que nos critican dicen: “El cine argentino abusa un poco del tema de la última dictadura y de los desaparecidos”. Yo creo que todavía no empezamos a hablar a fondo de ese pasado. De hecho, los españoles siguen hablando de la Guerra Civil, y en Europa de la Segunda Guerra (Mundial). No es una de mis obsesiones, pero es un tema importante que me duele. Creo que es importante la memoria.

Claro. Son demasiados muertos como para no hablar de ellos.
A parte de mi generación la aniquilaron. No es poca cosa.


Una revolución tecnológica en marcha

Usted está a favor de las nuevas tecnologías en el cine. ¿Le parece que el cine digital va a contribuir al progreso del cine o, todavía, no podemos afirmar qué va a pasar en el futuro?
Yo creo que ya está contribuyendo. La revolución tecnológica está en marcha. No se sabe en qué va a terminar, pero, de hecho, está produciendo fenómenos, a mi juicio, muy beneficiosos. Sobre todo para los jóvenes es más fácil filmar. Las limitaciones que algunos criticaban -que eran ciertas-, que tenía el video en las primeras etapas, hoy no las tenemos. Le podemos incorporar óptica fotográfica a las cámaras, antes no. Había que usar óptica de video y eso empobrecía un poco la cosa. Yo estoy fascinado. De hecho, la película que estoy haciendo ahora la estoy haciendo con una cámara fotográfica, una Canon 5D, y estoy fascinado con el resultado.


Una locura incurable

El primer cortometraje que hizo en el año 1963 (Un largo silencio) trataba sobre un hospital psiquiátrico…
Sí. Y la última, también.

Y en la última (Rehén de ilusiones), también, hay esa referencia.
Ja, ja, ja, ja… Cada veinticinco años vuelvo a ese hospital. Así que supongo, espero, que dentro de veinticinco me internen en ese hospital.

Ja, ja, ja, ja…
Loco, no importa, pero vivo (sonríe).

¿Por algún motivo le atrae este…?
Me atrae el tema de la locura por muchas razones. Más allá de lo que te pueda explicar, algo hay por lo cual vuelvo a ese lugar.

¿Hay que estar, como dicen algunos, un poco loco para hacer cine en Latinoamérica?
Eso, totalmente. De eso no quiero curarme. De esa locura no quiero curarme.


Godard, Fellini, Angelopoulos, Ford, Huston

¿Cuál es su escena favorita del cine?
¡Uy, no! Muchas. Alguna escena de Vivir su vida (1962) de Godard, una de las primeras películas que despertaron mi vocación. Alguna de La Strada (1954) de Fellini, escenas de películas de Tarkovski. Alguna escena de un director griego, Theo Angelopoulos, que me gusta mucho.

¿Algunas veces, cuando ha tenido algún impase creativo, ha recurrido a estos autores referentes, ha repasado sus películas?
Yo veo todos los fines de semana tres, cuatro películas. En general, son películas clásicas. Y es más, en general, son norteamericanas.

¿Es un fanático del Hollywood de las últimas décadas o de la época dorada?
En las últimas décadas, generalmente: basura. No. De la época de los grandes narradores: John Ford y (John) Huston, y tantos.

Pero ahora tenemos a Martin Scorsese.
Scorsese es un gran director, sí. Pero después hay grandes fabricantes de basura como Spielberg y Lucas que, a mi juicio, le han hecho mucho bien al negocio del cine, pero mal al cine.


El cine latinoamericano experimenta y arriesga

¿Cómo definiría el cine latinoamericano, actualmente?
Es un cine que tiene el gran valor de arrancar de la necesidad de expresión, no de ideas de producción. Es un cine que ha crecido mucho en los últimos años. Ha evolucionado notablemente y es mi cine. Yo soy parte de él.

¿Se puede hablar de que existe una identidad latinoamericana en nuestro cine, como ya hay una europea?
Me parece que sí, que es un cine de mucha búsqueda, de experimentación, de mucha libertad, a pesar de las dificultades económicas en medio de las cuales se hace. Me parece un cine con mucho riesgo creativo. Es un cine importante.

Quiero agradecerle su tiempo.
No, gracias a vos.

Que siga disfrutando Lima.
Nos vemos en la próxima película.

Gracias.

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