martes, 15 de junio de 2010

Rafael Barajas Durán


“La caricatura fue como la punta de lanza de la libertad de imprenta en México”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

Conversar con Rafael Barajas Durán es aleccionador. No solamente se trata de uno de los maestros del humor gráfico político y social en toda América Latina, sino que también tiene una visión lúcida e inteligente sobre la realidad de su país y del resto de la región. Nacido en Ciudad de México en 1956, es conocido como “El Fisgón”, y lleva ya casi tres décadas haciendo punzantes caricaturas políticas en diarios, revistas y libros. Asimismo es arquitecto graduado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue caricaturista editorial de Unomásuno y La Jornada (diario del que fue uno de sus fundadores). Como reconocimiento a su prolífico y talentoso trabajo, ha recibido el Premio Manuel Buendía de Periodismo Joven (1987), el Premio Constantino Escalante (1996), y el Premio Nacional de Periodismo (1999). Ha publicado como ilustrador o autor (y co-autor) los libros Sobras escogidas (1986), Si ves pasar un cóndor (1987), Los días del sargento Mike Godness y del Cabo Chocorrol, Me lleva el TLC!: el tratado retratado (1993), El sexenio me da risa: la historieta no oficial (1994), El sexenio ya no me da risa: la tragicomedia del salinato (1995), Un país que no conoce su rostro está condenado a la caricatura (1995), Cruentos policíacos (1998), El sexenio me da pena (2000), y ese mismo año La historia de un país en caricatura. Caricatura mexicana de combate (1829-1872). Además de Hacia un despiporre global de excelencia y calidad: el imperio del Libre Comercio (2002), El sexenio se me hace chiquito (2003), en 2005 El país de “el Ahuizote”: la caricatura mexicana de oposición durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), La canallada del desafuero para principiantes (2005), Travesuritis aguda (2006), y en 2007 El país de “el Llorón de Icamole”: caricatura mexicana de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884). Igualmente, ha obtenido la prestigiosa Beca Guggenheim y ha ilustrado a diversos escritores reconocidos internacionalmente, como la brasileña Ana María Machado y el mexicano Francisco Hinojosa. Barajas explica en el siguiente diálogo –entre varios temas- cómo la caricatura política puede alcanzar una influencia política insospechada, hasta contribuir al tambaleo de un gobierno.

Usted es ilustrador de escritores como Francisco Hinojosa (uno de los más importantes escritores para niños) y Ana María Machado (ganadora el año 2000 del Premio Hans Christian Andersen, el Nobel de la literatura infantil).
Yo trabajo para la editorial del Fondo de Cultura Económica, y el Fondo me pidió que ilustrara textos de Hinojosa y Machado. Empecé a ilustrar textos de Hinojosa porque nos conocíamos desde hace tiempo, somos amigos, nos llevamos bien. Con Francisco tuve una suerte que creo es muy especial porque él escribe en caricatura, entonces a mí me resulta muy fácil trabajar sus libros. Te voy a contar una historia que me pasó con él. Él escribió un libro que se llama Amadís de anís, Amadís de codorniz (1999), yo lo ilustré. En el libro describe a un niño que tiene dientes de conejo, ojos almendrados, cara alargada, barba partida, etcétera, entonces ilustré el personaje y todo eso. Ya publicado el libro me presentó a su hijo que no vivía con él, y resultó que yo había dibujado a su hijo sin conocerlo. Esto básicamente te habla que Pancho es un muy buen escritor, me había descrito a su hijo sin que yo lo conociera. En ese sentido me sentí muy aliviado porque dije: “Bueno y que tal que describa a su hijo y yo le dibujo otra persona”. Entonces, nos entendemos muy bien en ese sentido y es muy divertido.

Y, ¿cómo es -cambiando un poco de tema- su trabajo en La Jornada?
Mi trabajo como caricaturista político empieza en 1981. Yo empecé a trabajar en el periódico Unomásuno como caricaturista editorial, y de ahí entré a trabajar a La Jornada cuando se fundó. Soy fundador de La Jornada. Todos los fundadores de La Jornada somos periodistas, éramos como 160 más o menos.

Además, usted es arquitecto.
No.

¿No?
Estudié arquitectura pero jamás pude construir nada. Soy un fracaso como arquitecto. La única obra en la que me metí parecía más una película de El Gordo y el Flaco que una obra de arquitectura seria (risas). ¡Es que era un lío! Dije: “Yo no sirvo para andarle dando órdenes a la gente”. Me retiré.

Pero ha mantenido el gusto por el trazo, eso sí.
Sí, el gusto por la arquitectura y todo eso. Pero fíjate, yo empecé a trabajar en Unomásuno en el tiempo de López Portillo, cuando el PRI todavía era todopoderoso, y después pasé a trabajar a La Jornada y, junto con Rius (seudónimo del caricaturista mexicano Eduardo del Río) y Helguera fundamos una revista que se llamaba El chahuiscle que después se transformó en otra revista llamada El chamuco donde ya colaborábamos Rius, Helguera, José Hernández y Patricio Ortiz. El chahuiscle es una plaga que cae en los cultivos. Entonces, empezamos a hacer El chahuiscle y después El chamuco. Y fíjate, estas revistas –este es un mérito del colectivo- sí han tenido un impacto en lo que es la libertad de imprenta en México, porque el discurso oficial manejaba la idea de que en México había total libertad de imprenta. Nosotros que trabajábamos en los medios sabíamos que no. De hecho sacamos esta revista para poder publicar las caricaturas e imágenes que a veces no nos publicaban en los medios normales. Entonces sacamos la revista con la siguiente tesis: que todo se podía publicar, pero que si era algo que podía provocar una demanda, una reacción agresiva por parte del gobierno, entonces era obligatorio publicarlo.

¿Era de publicación semanal?
Catorcenal.

Catorcenal.
Decidimos subirle el volumen, decidimos decir todo lo que siempre habíamos querido, subir la agresividad a la revista. Lo hicimos. Y nos fuimos a casa a esperar a que nos vinieran a detener: ¡y no pasó nada! Entonces le volvimos a subir el volumen. Nos pusimos más groseros y agresivos, y al cabo de un rato publicábamos todo lo que había que.

México es un país que tiene mucho material para escribir todos los días.
Aquí sí no sé cómo le hacen luego los caricaturistas de otros países porque no gozan de esa extraordinaria tecnología que se llama político mexicano. Porque el político mexicano verdaderamente es una fuente inagotable de material, ¿no? Es decir, tenemos gente que declara unas cosas que parecen fantásticas.

Están en otro planeta.
Mira, una de las columnas políticas más buscadas en México la escribe Carlos Monsiváis y es una columna política que consiste en lo siguiente: toma citas de los políticos y las comenta. Y la recopilación es un compendio de estupidez, cinismo, desfachatez, tontería, chabacanería, cursilería teórica, ignorancia. ¡Es fantástico! Los políticos dicen frases que son memorables, por ejemplo: a Ernesto Zedillo, el (ex) presidente, una vez se le acercó una señora pobre a pedirle limosna. Le dijo: “Lo siento señora, ¡no tengo cash!”. ¿Cómo puedes decir eso?... Vicente Fox es todavía peor porque a Fox se le acerca una señora y le dice: “Señor, no sé leer”. Le dijo: “Señora la felicito, así no se amargará el día leyendo periódicos”.

La prensa se le habrá ido encima.
Pero por supuesto, a la yugular, ja, ja…

Ja, ja…
Y estas cosas las tienes todos los días.

Le cuento que los políticos peruanos se parecen a los políticos mexicanos.
Nosotros sabemos quien fue Vladimiro Montesinos. Era fantástico, Montesinos era como…

Él nos hizo el favor de descubrir toda la basura que había.
Sí, pero todo lo que él era también era increíble.

Sí, era un personaje realmente repudiable.
Él nos hizo saber porque estaba de alguna manera en el centro.

Junto con su siamés Fujmori.
Sí, por supuesto.


Investigador de la historieta

Y ¿en qué año gana usted la Beca Guggenheim para poder desarrollar sus proyectos de historia?
Son proyectos de historia de la caricatura mexicana. Es un proyecto de investigación histórica. Yo empecé a hacer investigación básicamente porque nadie la estaba haciendo. Me parece que, en general, en América Latina tenemos un vacío de investigación.

¿En qué año fue?
La beca me la dan en el 2003-2004. Es una cosa increíble porque tenemos una riqueza cultural muy densa y no la hemos explotado mucho, no la hemos trabajado bien, entonces hay toda una serie de vetas históricas que no están estudiadas y que nos permitirían aprender mucho sobre nuestro pasado y presente.

¿Desde dónde empieza su investigación?
La investigación empieza desde los orígenes de la caricatura mexicana, en las postrimerías de la colonia, y en principio, quiero que la investigación llegue hasta el siglo XX…

Desde el siglo XVII más o menos.
Finales del siglo XVII, principios del siglo XVIII, y hasta ahora lo que tengo publicado son tres volúmenes: uno que va desde la colonia hasta 1872. Este es un período fantástico porque estudia una época en la que en México no se podía decir nada, no se podía publicar nada, desde que hay una censura muy estricta que ejerce la Santa Inquisición, hasta un momento en el que lo puedes decir todo. Mi segundo libro trata de un período histórico muy corto pero que es…

¿Cuál es el título general del libro?
El primer libro se llama La historia de un país en caricatura. El segundo libro se llama El país de “el Ahuizote”. Así se llamaba la revista. Me parece que el tema es apasionante porque trata de cómo una revista de caricaturas ayudó a derrocar un gobierno. Y es documentado. Se puede probar, no es una especulación, no estoy exagerando.

Es el único caso en toda Latinoamérica.
Creo que en el planeta, ja, es una cosa única, ¿no? Y sí contribuye de manera eficaz. No estoy diciendo que lo derroque, sino que contribuye.

El Ahuizote fue como el Washington Post de la caricatura.
Un poco más, fíjate. Porque era una revista de agitación política, el Washington Post no. Washington Post básicamente informó…

Watergate.
…y la revista organizaba. De hecho ayudaba a organizar golpes de Estado y apoyaba una revuelta activamente. Era una cosa muy seria. Un proyecto de periodismo muy beligerante. Y el tercer libro trata de El país de “el Llorón de Icamole”, también un período muy interesante -que es como la inversa del primer volumen- que estudia desde 1876 a 1885. En 1876 lo podías decir todo, en 1885 ya no podías decir nada: es la involución de la libertad de prensa en el país.

Y luego va a venir otro volumen para analizar ya los tiempos de la Revolución (Mexicana).
Estoy trabajando uno sobre El país del hijo de “el Ahuizote”, que son los precursores de la Revolución Mexicana y ya tengo entregado uno que creo va a ser el más polémico de todos porque es sobre la caricatura política de José Guadalupe (el famoso muralista Diego Rivera –esposo de Frida Kahlo- era su admirador). La conclusión de la investigación es un poco molesta para la historiografía mexicana porque demuestra que José Guadalupe Posada nunca fue un caricaturista revolucionario, fue siempre un agente leal a Porfirio Díaz (dos veces presidente de México, de 1877 a 1880 y de 1884 a 1911). Para mí fue una sorpresa: entré a la investigación tratando de demostrar, ratificar que Posada era un revolucionario, y tuve que concluir con pena que Posada era otro porfirista.

Y después de la Revolución Mexicana, si bien todavía no tiene material impreso o escrito ¿qué pasó con la caricatura mexicana?
Hay un período largo en el que la caricatura mexicana entra a una lógica sometida y muy cortesana. Luego hay un período, interesante también, que termina a principios del siglo último, en el cual vemos una generación de caricaturistas que busca efectivamente recuperar la libertad de imprenta. Es una caricatura que, curiosamente, se nutre de la tradición original de principios del siglo XIX, bien interesante. México tiene una tradición caricaturística muy rica. No solamente tiene grandes autores sino una tradición periodística importante, y los caricaturistas históricamente han tenido -en ciertos momentos específicos- una influencia política real.

En la actualidad ¿cuál es la principal preocupación para un caricaturista mexicano: el tema de la corrupción, el narcotráfico -que incluso ya ha provocado narcocorridos-?
Sí, claro, es lo mismo. Todos estos temas están vinculados en un gran tema, que es -sin lugar a dudas- la globalización y el cambio de paradigmas dentro del modelo político mexicano y latinoamericano. Es un hecho que la corrupción en América Latina es enorme. Eso en México es proverbial. Existe incluso una picaresca de la corrupción que se gestó durante el régimen priísta.


La política y la caricatura en México

¿Los setenta y un años del PRI (Partido Revolucionario Institucional) en el poder, produjeron un daño a la caricatura o fue mejor para ella?
Para nosotros es lo mejor que pudo haber pasado. Tenemos un material de trabajo fantástico (sonríe), pero obviamente tuvimos que pelear para abrir espacios, y esto fue una labor importante. Sí creo que la caricatura fue como la punta de lanza de la libertad de imprenta en México. Lo es en todos los países, de hecho. Es un género difícil de censurar porque es muy irracional. No se ciñe a las lógicas del resto de los géneros periodísticos… Una cosa, lo del PRI fue terrible, pero lo que tenemos ahora es aún peor que el PRI.

¿Aún peor?
Aún peor que el PRI.

¿A pesar que es un cambio de partido (el PAN, Partido Acción Nacional)?
Cambió el partido pero Felipe Calderón ha hecho lo posible por conservar las lógicas presidencialistas que manejó el PRI, y esto implica, entre otras cosas, el fraude electoral, el autoritarismo vertical, la voluntad de controlar la información. No está bien.

Si fue tan fraude por qué no lo sacaron del gobierno, si fue un fraude creo que por un punto porcentual.
Hubo fraude antes de la elección, durante el proceso electoral, el día de la votación y después. Es muy difícil sacar del gobierno a Calderón porque tiene el aparato del Estado. Es lo mismo que hacía el PRI. En México siempre tuvimos elecciones formales pero nunca elecciones reales. No hubo democracia. Este es uno de los grandes hallazgos, es el problema que hemos tenido. Entonces, Fox y Calderón siguieron con la misma lógica, el fraude electoral en México está más que documentado. Yo todavía no entiendo cómo hay gente como Enrique Krauze (premiado historiador, ensayista y editor mexicano) que se atreve a decir que López Obrador perdió las elecciones cuando se han ido recopilando pruebas que son contundentes. Incluso está la prueba confesional. Fox dijo: “Lopéz Obrador me ganó con lo del desafuero pero me desquité dieciocho meses después”. ¿Qué está diciendo? Quiere decir que se metió en las elecciones, y eso está prohibido por la ley en México. Fue una elección de Estado. Todos han ido confesando. De hecho, la confesión que más me gusta es la que da un consejero del Instituto Federal Electoral, que explica por qué se niega al recuento de votos en México con este argumento: “es que ¿qué tal que no ganó Calderón?”. Imagínate, eso quiere decir que ellos no tienen confianza en los resultados electorales. ¿Cómo puede un representante de un Instituto Electoral argumentar eso para no enseñarte las boletas? Esto quiere decir que ellos mismos no saben que hay en esas boletas.

¿Cuántas veces ha caricaturizado este tema del fraude de Fox? Muchas, seguro.
Todo el tiempo. El fraude de Fox y Calderón ha sido nuestro tema recurrente.

¿Esto lo lleva a escribir ese libro acerca de la globalización (Hacia un despiporre global de excelencia y calidad: el imperio del Libre Comercio)?
Este libro lo escribí antes. Lo que me parece es que los ejes dominantes de la economía latinoamericana, mexicana, se definen a través del consenso de Washington y tienen que ver con esta globalización de libre comercio que nos han impuesto y está destruyendo a los Estados nacionales.

Usted también ha escrito más libros. ¿Puede contarnos un poco más acerca de estos otros libros -algunos con títulos muy graciosos-?
Lo de El sexenio me da risa, El sexenio me da pena, todo eso, son básicamente recopilaciones de caricaturas publicadas en los diarios, que están expuestas a manera de un gran ensayo, un ensayo largo sobre los sexenios políticos: Salinas, Zedillo, Fox, y próximamente Calderón, ja.

La última pregunta: ¿cuál cree que sea el aporte de la caricatura para mantener la democracia o la libertad de expresión, no sólo en México sino en todo Latinoamérica?
Creo que la caricatura es básicamente un género irreverente y crítico por naturaleza. Caricatura viene del italiano “caricare” o exagerar, y el caricaturista exagera no sólo el rasgo físico sino el ético, moral. Entonces -como todo género crítico- contribuye a la ampliación de los márgenes de libertad de imprenta, y esto es mucho.

Muchas gracias por la entrevista, y esperamos que disfrute su estadía en el Perú.
Claro que sí. Ya la he disfrutado.




Nota: Esta entrevista fue publicada en octubre de 2008 en la revista digital Sociedad Latina.

2 comentarios:

  1. Es un grande de Latinoamérica. Espero que Rafael Barajas vuelva al Perú alguna vez para que siga compartiendo con nosotros su aguda inteligencia y talento para la caricatura.

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