“El
surrealismo sigue presente en la cultura popular, de otras formas”
Entrevista
y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán
José Carlos Cabrejo Cobián es docente universitario, periodista,
investigador en semiótica, crítico de cine y autor de libros académicos como
“Metaficción: de Don Quijote al cine contemporáneo” (2015) y “Jodorowsky: el
cine como viaje” (2019). También es uno de los conductores del podcast “Páginas
indiscretas”. Asimismo, es Doctor en Literatura Peruana y Latinoamericana por
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, así como Magíster en Lengua y
Literatura por la misma universidad y Licenciado en Comunicación por la
Universidad de Lima. Ha escrito artículos para la revista mexicana “Tópicos del
Seminario” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, para la revista
colombiana “Signo y pensamiento” de la Pontificia Universidad Javeriana y para
el suplemento “El Dominical” del diario peruano “El Comercio”.
En la siguiente entrevista abordamos el origen y el
contenido de su interesante tercer libro “Cuerpo y surrealismo. De la poesía al
cine” (2023, Fondo Editorial de la Universidad de Lima). Este sugerente libro
fue uno de los cinco más vendidos en el stand de este fondo editorial durante
la Feria Internacional del Libro de Lima 2023. Aquí encontramos un profundo
análisis sobre la poesía del iconoclasta peruano César Moro y el cine del director
español Luis Buñuel, ambos surrealistas, pero que tienen una manera distinta de
acercarse a los conceptos de “cuerpo” y “deseo” en sus obras. Del mismo modo, pero
de manera menos extensa en cuanto al número de páginas, encontramos un
acercamiento a la poesía del peruano César Vallejo (que tuvo alguna influencia
del surrealismo) o al sorprendente cine del checo Jan Svankmajer. Y también se
indaga, en menor medida, en la poesía del peruano Emilio Adolfo Westphalen, el
mexicano Octavio Paz o el español Vicente Aleixandre. O en el cine del polaco
Walerian Borowczyk, el sueco Ingmar Bergman, el francés Jean Cocteau, el
estadounidense David Lynch o el peruano-colombiano Aldo Salvini, entre otros
directores. Todos ellos con ecos surrealistas en sus trabajos.
Además, dialogamos sobre la última edición de “Ventana
indiscreta”, la revista cinéfila que Cabrejo dirige desde el año 2009 y la
cual, en su edición 29, está completamente dedicada al legendario cineasta francés
Jean-Luc Godard (1930-2022), quien, desde la década de 1960 y con su película “Sin
aliento”, renovó la manera de hacer cine. Su influencia en el séptimo arte se
sigue sintiendo hasta hoy (incluso, en las películas de Marvel), más de sesenta
años después, en plena segunda década del siglo XXI.
Muchas gracias por permitirme esta oportunidad
de entrevistarte. Vamos a conversar sobre el libro “Cuerpo y surrealismo. De la
poesía al cine” que me parece superinteresante. Espero que hagas una segunda
parte. Si bien es un acercamiento ya público de tu trabajo académico de
doctorado, ¿cómo así vinieron a ti Moro y Buñuel para mezclarlos en el mundo
académico, analizarlos y ver todos los paralelismos que hay entre ambos? Porque
dedicas más de 50 páginas…
Sí.
…a hacer un paralelismo y es un trabajo brutal.
El asunto es que parte de mi relación con este libro y con
el primero, es una en que, de alguna manera, cumplo la fantasía de hacer
estudios sobre literatura. Yo estoy normalmente más metido en lo del cine,
porque, además, yo he estudiado comunicación aquí, en la Universidad de Lima,
pero, en realidad, el sueño que tuve de adolescente era estudiar literatura.
Nunca se dio y dije: “Dado que por temas académicos debo sacar mi grado de
Magíster, luego saco el grado de Doctor, acá aprovecho para dar rienda suelta a
eso y en vinculación con lo que me gusta, por supuesto, que es el cine”. Entonces,
era un poco conocer de teorías literarias y yo diría que, actualmente, sí veo
más películas que leo. Por supuesto que leo, pero veo más películas. Pero el
asunto con la poesía surrealista es algo que ha marcado mucho mi adolescencia.
Por supuesto, también veía películas, pero…
¿Querías ser poeta?
Sí. He hecho poesía. Lo que pasa es que ya es algo que lo
he dejado. Entonces, tenía una fascinación por el surrealismo siempre. Tuve
contacto con un libro de esta editorial, creo que era Jaime Campodónico.
Noventas. Sacaron un libro de Breton. Y como adolescente, para mí era una
sorpresa. Es decir, yo había leído mucha poesía modernista en esa época. Amado
Nervo, cosas así, pero claro…
Rubén Darío.
Rubén Darío, ¿no? Estaba un poco en esa onda y en eso,
¡pum!, choco con el surrealismo y choco también con una nota que había leído en
un periódico sobre César Moro. Si bien César Moro es una figura que creo que
tiene un poco más de reconocimiento en la actualidad, en esa época no tanto.
Era una figura que estaba empezando a generar un culto, progresivamente.
Él era como el latino del grupo francés.
Claro. Y, además, un tipo de frontera, porque su poesía a
veces mezclaba... Eso lo menciona Camilo Fernández Cozman, habla de la
antropofagia y todo este asunto de cómo mezcla elementos del francés con el
español en su poesía. Entonces, es como un sujeto de frontera. Era un
surrealista, pero no era el típico surrealista. Porque no era francés, venía de
afuera, y en esta nota que leí en algún periódico de adolescente, decía algo
muy interesante que se me quedó marcado: que César Moro era un poeta que
merecía más reconocimiento. Incluso, atisbó la idea de medio conectarlo con
Vallejo. Es decir, las grandes ligas de la poesía, que ahí debería estar
ubicado César Moro. Y eso me sorprendió. Dije: “Ah, mira, hay este poeta que
merece un mayor reconocimiento”. Y ahí fue que empecé a explorar, a buscar la
poesía de Moro y fue fascinante para mí descubrir “La tortuga ecuestre” (1957) porque
me encantaba no solo el absurdo del surrealismo sino cómo esto estaba conectado
con un discurso amoroso, que es el amor de los surrealistas, que es el amor
loco, desenfrenado, salvaje. Siempre he sentido la poesía de Moro, sobre todo
la poesía de “La tortuga ecuestre” o de las cartas a Antonio. Son como bombas. Es
dinamita. La dinamita del amor. Un amor explosivo y yo leía eso con fascinación.
Recuerdo que, incluso, llevé un cursillo sobre Moro, que lo dictó André Coyné,
cuando yo era estudiante universitario. Hablaba con Coyné y le decía: “¿Qué
leía Moro?”. Entonces, era una cosa que siempre estaba ahí. Pasa mucho tiempo y
hago la maestría, hice una tesis sobre Don Quijote de la Mancha y su
vinculación con narrativas metaficcionales y ya después decido hacer un
doctorado en San Marcos de literatura peruana y latinoamericana. Dije: “Voy a
hacer lo mismo, voy a conectarlo con cine y con algo de literatura que me guste”.
Y ahí dije: “César Moro-surrealismo”. Así surgió. Y por el lado de la semiótica,
a mí siempre me ha interesado el asunto de la semiótica del cuerpo. Todo este
enfoque… Fontanille, sobre el cuerpo sensible, el cuerpo-cavidad, el
cuerpo-cultura, que son esos conceptos que menciono en el libro, y ahí es que
se me ocurre: ¿Por qué no enfoco algo que tenga que ver con algo que es tan
importante en el surrealismo, en esta tesis, como es el cuerpo, que es un
tópico central? Revisando poesías y películas asociadas con el surrealismo, me
doy cuenta que, en realidad, de todos los poetas surrealistas que he leído,
siento que el más corporal era Moro. Más allá de sus fronteras, no tiene un
sitio fijo y claro dentro del surrealismo. Tú encuentras en la poesía de Breton
también muchas figuras corporales, pero es algo mucho más protagónico en la
poesía de Moro. Es algo singular en Moro, pero a la vez es representativo de
cierta visión que tenía la poesía surrealista del cuerpo. Y el corto más
emblemático del llamado cine surrealista es, por supuesto, “Un perro andaluz”
(1929), que también es muy corporal. Entonces, yo dije: “Acá creo que puedo
hacer contrastes”. En realidad, inicialmente, lo que yo pensaba hacer era
solamente centrarme en ambos, pero ahí en los seminarios, en el doctorado, uno
de mis profesores fue Mauro Mamani: sugirió que podía ampliarlo, que podía dar
una visión más amplia y se me pasó la mano. Al final, ya no era un trabajo
sobre Moro y Buñuel. Iba más allá. A pesar de que son, como tú dices, los
autores a los que les dedico más del 50 % de la tesis y, por supuesto, del
libro.
Son como dos libros en uno.
Claro.
Porque hay la parte de Moro y Buñuel, y la
parte del cine que es más corta, pero igual muy sustanciosa.
Claro. Al final me di cuenta que sí había una oposición en
la visión del cuerpo, siendo dos obras consideradas surrealistas, pero también
había cosas en común. Ahí empiezo a explorar la poesía de españoles
influenciados por el surrealismo: García Lorca, Aleixandre, que de pronto
tenían una poesía más próxima a las imágenes de Buñuel, que también tiene
poesía y la abordo en el libro. Entonces, para mí ha sido muy divertido, no
solo por la hechura del libro, por lo que yo podía interpretar de estas obras,
sino porque es divertido para mí, aparte de las obras que ya conozco, explorar
otras películas, poemas. Hasta por ahí llego a hacer referencia, creo, a poesía
coreana. Entonces, ha sido toda una aventura que tiene que ver con una vieja
pasión, que está viva: la pasión por el surrealismo y en todas sus formas.
Justo el año que viene (esta entrevista se
realizó a fines del año 2023) se cumplen los cien años de la fundación
oficial del surrealismo.
Sí.
Ya van a ser cien años. Un siglo. Y seguimos
hablando de…
Sigue vivo. Claro, estamos hablando de obras antiguas como “La
tortuga ecuestre” o “Un perro andaluz”, pero el surrealismo sigue presente en
la cultura popular, de otras formas. Que es un poco también lo que menciona el
libro, cuando hablo de películas de Marvel. “Doctor Strange” (2016) es lo
último que se me ocurre. Es un modo, obviamente, más narrativo, comercial, como
procesan el surrealismo. Eso está ahí presente.
También mencionas el tema de la semiótica
generativa y la semiótica tensiva. Si puedes explicar eso, en cómo lo has
aplicado en tu libro para el análisis.
Claro. Creo que tanto la entrada generativa de Greimas como
la entrada tensiva de Fontanille, son entradas muy rigurosas en lo que es el
análisis de la significación. En el caso del recorrido generativo, está mucho
más marcada esa influencia del estructuralismo. Greimas partía de oposiciones para
hacer su análisis. Él partía de oposiciones simples, como blanco-negro,
luz-oscuridad y de ahí iba viendo la significación de forma más compleja en su
lado narrativo, en su lado figurativo, que eso es algo que también menciono,
porque hablo de las figuras del cuerpo. Cómo es el cuerpo… Claro, no es un
cuerpo real, es un cuerpo hecho figura en la poesía, en el cine y todo eso. Y
el asunto de la semiótica tensiva que, entre otras cosas, se centra en lo
corporal y en lo emocional y en lo afectivo. Eso me parecía fundamental, sobre
todo pensando en César Moro, porque es eso la mejor poesía de Moro: una poesía
de la pasión, una poesía del amor.
O del desamor, incluso, diría yo.
También hay eso. Al final de la poesía de Moro también hay
eso. Ya es el amor medio que…
Se descalabra.
Es el mundo del desencanto. Pero esas subidas o bajadas de
intensidad, eso es algo que le interesa a la semiótica tensiva. Entonces, me
parecían, en ese sentido, herramientas ideales. Quizás más la tensiva, para
poder analizar una poesía así de intensa y poderosa. O como dice también la
semiótica tensiva: extensa. Porque es esta idea de un cuerpo que… Piernas,
brazos, cabezas, que se mezclan con las nubes, el fuego, el agua. El mundo es
un cuerpo. El mundo nos siente como un cuerpo. Por supuesto, eso también está
en el cine surrealista, pero como digo en el libro, bajo otras mecánicas. Que
ahí son las que voy analizando.
La poesía y el cine son extensiones del mundo
en este análisis que haces.
Claro. Así es.
Y también me llamó la atención, justo en la
página 96, mencionas: “Lo que expone la película de Buñuel” -de “Un perro
andaluz”- “es una corporalidad castrada”.
Sí. Claro, porque, en realidad, te hablaba de Moro, que tú
lees “La tortuga ecuestre”, lees las “Cartas a Antonio” o lees un poema como
“Antonio es Dios”, el amor es así, pues, desenfrenado, salvaje y animal. No hay
coto, no hay límite que pare eso. Se desenfrena. Y, en cambio, Buñuel en “Un
perro andaluz” -y eso también lo puedes ver en “La edad de oro” (1930), aunque
lo puedes ver en casi en toda su filmografía- hay esta idea del deseo, que es intenso,
pronunciado, pero que no puede desplegarse. Como se ve en una famosa escena de
“Un perro andaluz”: el tipo que quiere poseer a esta mujer, la desea con mucha
intensidad y, de pronto, él mismo coge unas sogas que están atadas a unos
pianos de cola, que tienen unos burros podridos encima, están atados a los maristas.
Entonces, está hablando de un mundo que siente ese deseo, pero que siente para
reprimirlo. Y eso es algo que se va a ver en películas posteriores de Buñuel,
en las que aparecen estos personajes que interpretaba Fernando Rey en “Viridiana”
(1961), por ejemplo, o en “Tristana” (1970) o en “Ese oscuro objeto del deseo”
(1977): estos viejos verdes que tratan de poseer a la mujer y no pueden.
Entonces, eso que ya veías en “Un perro andaluz” se extiende a películas
posteriores de Buñuel, pero, curiosamente, también se asocia con lo que vemos
en otras películas vinculadas al surrealismo. No solo Buñuel. Es llamativo que
el cine que muestra termina mostrando del discurso surrealista la represión, no
tanto la liberación del deseo.
La represión, sobre todo masculina, se puede
ver en algunos casos. En “Belle de jour” (1967) también puedes ver que el
personaje de Catherine Deneuve, al final, no logra concretar ese deseo o amor…
Sí.
…o aventura que tiene, porque pasa algo
terrible y le matan al (amante).
Sí, pues. Buñuel, de forma recurrente, juega con la
imposibilidad de que la posesión del cuerpo del otro sea absoluta y total. Hay
algo ahí que interfiere, que te reprime, que tiene que ver con una visión
crítica, por supuesto, de la sociedad de parte de Buñuel.
Y también podría ser que tenga algo que ver con
una formación católica, de repente, en su infancia.
Sí. Yo creo que sí. Eso es fortísimo en su poesía, es un
reflejo de cuáles son los problemas del deseo para Buñuel. En Moro, en otros
poetas, ves esa dimensión más gozosa. Es eso. No sé si por influencia de Buñuel
o por algunas razones que no podemos explicar. Menciono otras películas
posteriores que juegan con eso, el deseo que está casi a punto de concretarse y
¡pum! no se puede. El corto este de Fernando de Szyszlo (“Esta pared no es
medianera” de 1952), que tiene mucha influencia de Buñuel, el tipo que quiere
estar con la mujer y está con unos barrotes. O su confrontación con la muerte.
Ve una silla y hay una calavera ahí. La muerte y el deseo que no puede obtener
a plenitud el objeto.
En la página 104 decías: “El hombre como bestia
y la mujer como presa es una imagen que también está muy presente en La
tortuga ecuestre”. Me pareció llamativa la apreciación que haces.
Sí, aparece la mujer… Es curioso en “La tortuga ecuestre”
porque quizá revisando la biografía de Moro decía: “Ah, bueno, el objeto de deseo
es masculino”. Pero hay presencias femeninas también, pero que tienden a la
destrucción. Cuerpos que se incendian de mujeres. Hay eso. En cambio, la mujer
en Buñuel tiene más poder. Juega con el hombre ahí a (decirle): “Parece que me
vas a poseer, pero al final no te lo voy a permitir”, ja, ja…
Yo creo que eso que has mencionado, justo de
cómo ve Moro a la mujer… Cuando uno lee, por ejemplo, (el libro de) las cartas
que escribió a Westphalen…
Claro.
He leído el libro. Él sí quería tener a su
madre un poco lejos. La quiere (pero a la distancia). Claro, quiere volver al
Perú (para visitarla), pero… Y la amiga que tiene, que es una gringa loca, la
ve como que le causa problemas. Tiene como un conflicto con la figura femenina.
Toma distancia o destruye la figura femenina. Eso es lo que
hace en su poesía. Porque ya en las cartas a Antonio… Ya ahí la visión del
cuerpo deseado es explícita, en vez de “La tortuga ecuestre”, que es medio
ambiguo. No te dice claramente qué clase de cuerpo-mundo es ese en el que está
el yo poético. Lo deja ahí medio abierto. Pero ya en las cartas a Antonio habla
de testículos y de falo, cómo está en la galaxia, en las estrellas. Ahí ya es
evidente.
Lo mencionaba porque el caso de Moro es como
que su poesía y su vida son muy paralelas. A diferencia de otros escritores o
poetas que crean el mundo poético, crean su propio mundo literario, que no
tiene nada que ver con su vida.
Claro. Su vida es… Hay casos así. Merece un estudio eso.
Es muy transparente, en ese sentido, Moro.
Sí.
Luego, también habías mencionado una cosa que
me interesó bastante, en las páginas 135 y 136, decías que Vallejo había
publicado en febrero de 1930, en París, el texto “Autopsia del superrealismo”,
donde criticaba a la vanguardia…
Sí.
…del surrealismo. Y había dicho que, “como
escuela literaria, no representaba ningún aporte constructivo. Era una receta
más de hacer poemas sobre medida”. Sin embargo, en la misma página 136
mencionas que Vallejo presentaba estas conexiones surrealistas en su poesía,
sin llegar a ser él surrealista.
Claro, sí.
Es un poco contradictorio Vallejo en ese punto.
Claro, sí, pues. Creo que, al fin y al cabo, lo que ocurre
es que los autores no calculan lo que su poesía dice. Así como hay una mirada despectiva
del surrealismo, también hay una mirada despectiva, en ese texto, del futurismo.
Menciono ahí un artículo que escribí sobre Vallejo con respecto a su proximidad
al cine de David Cronenberg, que es un cine muy corporal, cine de la llamada
“nueva carne”, en la que la carne humana se mezcla con la tecnológica. Si bien
lo tecnológico está en “Trilce” (1922), por ejemplo, lo mecánico, lo metálico
mezclado con el cuerpo… Probablemente, Vallejo no calculó que eso podía
interpretarse, de alguna manera, no como un futurismo a secas, pero sí un
cierto futurismo, en cuanto a que parece adelantarse a estas visiones del
cyborg, a estas visiones de seres mitad humano, mitad máquinas, pero a la vez
en un sentido muy sensual, en algunos versos de “Trilce”. Por eso esto se conecta
con lo que me contabas hace un rato: qué tanto realmente la obra refleja lo que
supuestamente pensaba el autor. Al final, la obra termina trascendiendo al
autor y diciendo cosas que a él ni se le han ocurrido o, de repente, hasta se
ofendería si estuviera vivo, de las interpretaciones que se hacen de su obra.
Como dices: él no ha calculado lo que iba a
representar.
Sí. Creo que esa es la riqueza de Vallejo. Está en que
siempre, sobre todo “Trilce”, es una obra muy abierta para interpretaciones que
pueden ser interpretaciones actuales del cuerpo, cómo es visto hoy. Sobre todo,
ahora que hay eso justamente: el apego de las personas a los celulares, a dispositivos
móviles. Es una fusión del cuerpo con la máquina, de alguna manera, o la
máquina como prótesis. Y siento que algo de esas visiones del futuro están en
“Trilce”. Por supuesto, con ciertas conexiones con el surrealismo, pero sin ser
totalmente surrealistas. Por eso Vallejo es inagotable. Siempre puedes decir
algo nuevo de Vallejo.
Digamos que Vallejo no pudo escapar de su época
de ese momento, de lo que estaba en el ambiente cultural de su época.
Sí.
¿Qué cineastas o realizadores te parece -has
mencionado varios en el libro- que son los que han seguido la estela o, en todo
caso, el legado surrealista en las últimas décadas?
Normalmente, la calificación “surrealista” pasa, muchas
veces, por la pertenencia a un grupo. En el caso de Jan Svankmajer es evidente.
Total.
Lo voy conectar con Vallejo a Jan Svankmajer… Porque de
Svankmajer tú ves una película como “Conspiradores del placer” (1996) y esta
parte de la estética surrealista, estas imágenes que parecen casi una
ilustración de Max Ernst… Un tipo con cabeza animal y esas cosas. A la vez,
cómo lo vinculó con lo tecnológico: cuerpos que se vuelven casi como
televisores o algo así. Entonces, Svankmajer está hablando de un mundo más
contemporáneo. Encaja en los perfiles o en las coordenadas de lo que podemos
entender como surrealista, pero ahí está esta otra línea de cineastas que, más
que todo, son influenciados por el surrealismo. Hablando del cine de las
últimas décadas, hablo de la última década del siglo XX y ya entrando al siglo
XXI, hay cineastas centrales. David Lynch, por ejemplo. Es curioso, porque hay
elementos surrealistas, porque juega mucho a estos climas oníricos, al absurdo,
a lo inexplicable, pero igual está lo narrativo, cómo mezcla géneros: la
comedia con el cine negro, el terror. Creo que David Lynch es un cineasta
apasionante. Lo mismo podría decir de la influencia del surrealismo en
Jodorowsky, en películas como “La montaña sagrada” (1973) o “El topo” (1970). También
está ahí el juego con los géneros, con el western, referencias a la ciencia
ficción en “La montaña sagrada”, pero ya con esta sensibilidad más de la
contracultura, lo lisérgico, el consumo de drogas alucinógenas. Es un discurso
que ahí se acerca al surrealismo por el tipo de imágenes que suele tener. Y hay
un cineasta menos conocido que ellos, mucho más joven, que es este realizador
francés Bertrand Mandico. Creo que tiene mucho de la vena surrealista en esta
película que se llama “Los niños salvajes” (2017). Ahí ya él mezcla el
surrealismo, por ejemplo, esta idea de un mundo que es cuerpo que no siente.
Hay una escena de un muchacho que hace el amor con una suerte de arbusto, que
le salen unas piernas femeninas y folla… Pero él juega a la fluidez de género,
que son estos personajes que se les cae el pene, les salen senos. Eso de la
aparición de senos en cuerpos masculinos también está en Vallejo. Ahí podríamos
hacer otra conexión. Entonces, esos son los cineastas que ahorita más se me
vienen a la cabeza. Desde Lynch o Jodorowsky, que son leyendas de los setenta, o
entrando a los setenta, figuras muy asociadas en sus inicios al cine de
medianoche de Estados Unidos, de consumo alternativo. Mandico, que es muy
representativo de este llamado “cine incoherente” que se hace en Francia. Que
lo hacen otros cineastas, como Yann González, por ejemplo. Y así hay muchos
otros directores que se mencionan en el libro, pero esos son los primeros que
se me han venido a la cabeza. Pero mencionando a Mandico, que quizás no es un
cineasta tan conocido como los otros. No es tan conocido como Svankmajer. El
libro también es una puerta a descubrir películas y poemas y ver ahí la
extensión del surrealismo al presente y a futuro.
¿Te parece que hay en el Perú alguien que haya
podido seguir esta vanguardia en el cine o no ha llegado a aceptarse acá?
Creo que el único peruano que menciono en cine es Fernando
de Szyszlo, que, además, es un corto muy antiguo. Hay un cineasta… Bellido se
apellida. La película se llamaba “Sin mute”, que tiene algo de un surrealismo
medio pesadillesco, tipo David Lynch. Era como un medio o largo medio
pesadillesco. Y también hizo una película después, que era con su abuela, que
tiene Alzheimer, con toda la atmósfera que te crea, de pesadilla. Parece
“Eraserhead” (1977) de David Lynch. Quizás es un cineasta que un poco se acerca
a eso. También Salvini, lo menciono ahí. Aldo Salvini: su obra
cortometrajística es interesantísima, de las más valiosas que se han hecho en
el Perú. Y en “El corazón de la Luna” (2021) hay algo de la sensibilidad
surrealista. Porque el personaje de “El corazón de la Luna” está en una
frontera, es como si fuera una vigilia, está como entre dormida y despierta, vive
en un mundo, pero aparecen imágenes que son como soñadas. El androide este, que
se le aparece y todo eso. Entonces, ahí el componente surrealista es una
influencia, está en alguno de estos cineastas. Son los primeros que se me
vienen a la cabeza. Algo de eso hay en el cine peruano.
Gracias, José Carlos. Ahora sí, para conversar
sobre “Ventana indiscreta”… El número 29… ¿Ya cuántos años de “Ventana”?
“Ventana” existe desde el 2009 y siempre hemos sacado dos
números al año. Es una revista semestral. Por eso ya hemos llegado al 29 y
saldrá el 30 dentro de poco, que va a ser un número sobre villanos.
En la presentación de esta edición decías que,
en algunas páginas de la siguiente edición, la 30, también va a haber un poco más
sobre Jean-Luc Godard.
Un poquito.
¿Cuál es la importancia de Jean-Luc Godard para
el cine mundial, desde la segunda mitad del siglo XX hacia acá? Ahora que tiene
todo este número, toda la revista.
Y fíjate que es un número especial, porque normalmente los
números de “Ventana indiscreta” han sido dedicados a temas tipo el cine
independiente, cine de terror, cine peruano, cine latinoamericano…
Más temas que personajes.
… o las edades en el cine. Esos son los típicos abordajes
que ha tenido “Ventana”. Este es el primer número que está dedicado
íntegramente a un director. Nunca habíamos hecho eso, pero Godard murió el año
pasado (el 13 de septiembre de 2022) y cuando murió yo dije: “Creo que esta es
la oportunidad de oro para dedicarle un número a un cineasta”. De hecho, era
una idea que yo ya la tenía antes. Dedicarle un número a un director y dado que
él murió, dije: “Esto es muy importante”. ¿Y por qué es tan importante Godard? Es
un realizador que aparece con fuerza en los años sesenta. Creo
que había hecho unos cortometrajes a fines de los 50, pero “Sin aliento” es su
película que rompe las reglas, en el sentido de que, al igual que otros
cineastas de esa época, va desarrollando este cine que se conoce como el “cine
moderno”. Un cine que altera las convenciones de la narrativa clásica que
podemos ver en Hollywood: inicio-desarrollo-final, el encuadre enfocado en
representar lo que hacen los personajes, motivaciones psicológicas claras de
los personajes, resolución clara, muchas veces muy bien explicada. A veces, de
forma exagerada. Siendo Godard alguien que amaba el cine norteamericano, coge
eso y lo destruye. Siempre tenía esta idea de que Godard hace eso: ama lo que
destruye. Tú ves “Sin aliento” (1960) y coge elementos del film noir,
del cine negro, este cine de criminales, de femme fatale y le empieza a
dar vuelta a eso de muchas maneras. Menciono “Sin aliento” por eso, porque
siendo su ópera prima es la que marca ya de por sí, solo hablando de esa
primera película, una revolución. Es uno de los grandes revolucionarios del
cine en esa época y lo hace rompiendo la cuarta pared. No es que él inventa la
cuarta pared, pero rompe la cuarta pared en el sentido de que, si en el género
del film noir no era común que un personaje mire a la cámara, él lo
hace. Entonces, establece una suerte de interacción el personaje principal con
el espectador. Se simula eso. O la forma en que usa los jump cuts, cómo
sintetiza la acción. Podemos ver un personaje manejando su carro, con la
cámara, y eso ha durado treinta segundos y lo muestras en quince segundos y en
varios cortes. Entonces, es un tipo que está totalmente en plan lúdico con el
lenguaje. O partes que casi parecen registro documental, que es la conversación
que el personaje tiene con una chica. Parece la conversación que uno tuviera,
cualquiera, con su pareja. Y es la tercera parte de la película, hablando de
cualquier cosa. Hablan de un cenicero, de filosofía, de cómo sería vivir en
otro lado.
Pero los franceses son muy así.
Sí. Creo que ahí hay una cuestión cultural. Entonces, es un
cine brutal. Todo lo que hace en los 60 va a marcar para siempre el cine
posterior, porque en el nuevo Hollywood, que aparece hacia los 70, directores
como Woody Allen, Monte Hellman, lo que hacen justamente es seguir la tradición
hollywoodense, pero también meterle elementos propios de la Nueva Ola francesa.
Un poco también lo vamos a ver, por supuesto, en el cine contemporáneo. Esto
que vemos en tantas series ahora, en “Euphoria”, en “Fleabag” o, incluso, en
una serie como “Pataclaun”, que rompe la cuarta pared, que el espectador
interactúa o el televidente, eso principalmente viene de Godard, de agarrar las
convenciones y romperlas. Sobre todo, las convenciones de una narrativa
clásica. Por eso es una figura tan importante. Todo lo que ha hecho después
también es interesantísimo. Todo lo que ha hecho en su cine más militante. Todo
lo que ha hecho después en los 80. A veces, la gente no pone mucha atención a
lo que él ha hecho. En los 80 ha hecho películas extraordinarias. Y de ahí todo
este cine ensayístico que ha hecho. Entonces, siempre ha sido maravilloso ver
la obra de un cineasta como Godard. Hasta el final él ha hecho cosas
interesantes. Incluso, si solamente hubiera hecho en los 60, con eso ya era
suficiente en cuanto al legado que iba a dejar al cine contemporáneo. Incluso,
muchas series de la actualidad no podrían ser las mismas si no hubiera sido por
la presencia de Godard.
¿Te parece que es, incluso, más importante que
Truffaut en cuanto a influencia?
Truffaut me parece, por supuesto, un cineasta muy
importante. Pueda ser que a partir de la radicalidad de Godard alguien podría
decir que sí dejó quizás más elementos. Lo que pasa es que Godard, a su estilo,
hizo cosas parecidas. Porque también había como cierto clima neorrealista
cuando ves “Los 400 golpes” (1959). Pero toda esa camada de directores: Godard,
Truffaut, Rivette, Rohmer, todos, de alguna manera u otra, han dejado una
influencia que se siente hasta hoy. Hablando de Rohmer, por ejemplo, tú puedes
ver estas películas de personajes que hablan y hablan y hablan… Eso tú lo ves
en las películas de Richard Linklater, por ejemplo. Eso es marca de Rohmer.
Ciertas visiones de lo romántico vienen de Truffaut. Lo que pasa es que Godard
tiene la singularidad que fue, creo, mucho más radical. Quizás alguien podría
partir de eso y decirte: “Bueno, no sé. Que sea más importante…”. Pero yo diría
que, en general, todo lo que hicieron estos directores de la Nueva Ola francesa
ha sido trascendental para lo que iba a pasar con el cine posterior.
Además, Godard también era muy activo en cuanto
a la defensa de temas de la cinematografía de su país.
Sí, claro.
Era un activista cinematográfico.
Sí.
Cosa que no todos los cineastas adoptan esa
posición.
Claro, ha habido esa defensa en cine, aunque también de ahí
vino su queja de que el cine tenía que tener una búsqueda política. Hay esa
etapa más radical de Godard.
Que a unos les gusta y a otros no les gusta.
Sí, porque normalmente cuando la gente piensa en Godard
piensa en los 60, esa es la etapa más popular de su obra. Pero hace poco vi una
película que se llama “See You Friday, Robinson” (2022), que es una chica
(Mitra Farahani) que hace un documental sobre la correspondencia entre Godard y
otro cineasta (el iraní Ebrahim Golestan). Y, claro, Godard hace de las suyas,
él no es el director, pero todas las cosas, las ocurrencias que tiene son
maravillosas. La directora va registrando las correspondencias y el tipo este
que recibe la correspondencia de Godard… Les manda unos videos raros que
encuentra en la internet Godard y él siempre atento como una antena a lo que
pasa en el presente. Un video raro como la amistad de un perro con un delfín,
unas cosas así, extrañas, que son hasta humorísticas. Ves a Godard jugando con
un gatito, ves a Godard tomándose selfies…
Cosas raras, cosas random, como dicen los
chicos ahora.
Random, ¿no? Entra en esa dinámica, en esa sensibilidad
actual, pero creo desde una mirada muy burlona. O se toma selfies haciendo
gestos raros, como la gente se toma fotos en Instagram. Creo que se tomó una
foto comiendo plátano en el piso. Es medio burlarse también.
Él tiene un espíritu joven, pues.
Sí, claro. Es curioso que en sus últimas películas
reflexionaba sobre eso, sobre la vejez. Sin embargo, igual había esa energía y
ese poder de las imágenes. Por eso, creo que lo que ha hecho hasta el final es
realmente valioso, interesantísimo. Y otros directores más jóvenes, varios yo
diría, no llegan a esos picos de poder expresivo que ha tenido Godard en los
últimos tiempos.
José Carlos, muchísimas gracias por la
entrevista. De verdad, un placer conversar contigo y esperamos, sinceramente,
una segunda parte de “Cuerpo y surrealismo”.
Eso espero.
Ojalá. Y, como siempre, esperamos la siguiente
edición de “Ventana indiscreta”, que seguramente va a ser igual de buena que la
actual, la número 29.
Sí. ¡Qué bueno que sigas leyendo “Ventana indiscreta”!
Siendo tan antigua.
Muchas gracias, José Carlos.
No, encantado.
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