“El cine es algo muy vivencial, donde el actor y personaje están muy fusionados”
Entrevista
y fotografía realizadas por Gianmarco Farfán Cerdán
Hay actuaciones que quedan en los mejores lugares de la
memoria. La que realiza la actriz uruguaya Roxana Blanco (Montevideo, 1967) en
la conmovedora cinta “La demora”, dirigida por el uruguayo-mexicano Rodrigo
Plá, es una de ellas. Con intensidad y profundidad, ella navega en remolinos a
través de la angustia, la frustración y la desesperación que vive su personaje
María, una madre soltera con tres hijos y un padre anciano con Alzheimer, todos
viviendo en una pequeña casa, con un trabajo de bajo sueldo y sin recibir apoyo
de ningún familiar. Blanco expresa todas estas dolorosas emociones con una
convicción absoluta, desde las entrañas de la verdad. Sin duda, se trata de una
de las mejores actrices iberoamericanas actuales. Por este impresionante papel
recibió premios a Mejor Actriz en el Festival de Cine Latinoamericano de
Biarritz (Francia), el Festival de Catalunya (España), el Festival de Costa Rica
y la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay. La película “La demora” fue
nominada a seis Premios Ariel, de los que ganó dos: Mejor Director y Mejor
guion adaptado. También recibió el Premio del Jurado Ecuménico del Festival
Internacional de Cine de Berlín, el Premio del Público del Festival de Cine 4 +
1 y el Premio a Mejor guion en el Festival de Cine de Lima.
Pero la inmensa calidad actoral de Blanco ha sido
reconocida también, gracias a otras películas que protagonizó, con premios en el
Festival de Toulouse (Francia), el Festival de Cine de Ourense (España) y el
Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (Cuba). Ella
ha protagonizado largometrajes en diversos países: “El sexo de las madres” (2013,
Argentina) de Alejandra Marino, “El muerto y ser feliz” (2012, España) de
Javier Rebollo, “La demora” (2012, Uruguay-México-Francia) de Rodrigo Plá,
“Artigas: La Redota” (2011, Uruguay-España) de César Charlone, “Nochebuena”
(2008, Colombia) de Camila Loboguerrero, “Matar a todos” (2007, Uruguay-Chile-Argentina-Alemania)
de Esteban Schroeder y “Alma Mater” (2004, Uruguay-Brasil-Canadá) de Álvaro
Buela.
Además, por sus actuaciones en el teatro, ha recibido el
Premio Florencio de la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay, en los
años 1992 (por “Roberto Zucco” del francés Bernard-Marie Koltés), 1994 (por
“Menú de cuentos”) y 2002 (por “Agatha” de la francesa Marguerite Duras). Asimismo,
obtuvo el Premio Iris a Mejor Actriz en los años 2006 (gracias a “El lector por
horas” del español José Sanchís Sinisterra) y 2000 (por “Las Reinas” del
canadiense Normand Chaurette).
En la siguiente entrevista, realizada en el Centro Cultural
de la Pontificia Universidad Católica, en el marco del XVI Festival de Cine de
Lima, Roxana Blanco nos cuenta acerca de su memorable rol en “La demora”, de su fuerte relación con el cine (valora la importancia de los festivales en Latinoamérica)
y el teatro (su gran amor como profesional), así como de sus planes a futuro en
el mundo de la actuación.
Muchísimas gracias por la oportunidad.
No, soy yo la agradecida (sonríe).
Usted es una de las mejores actrices de
Latinoamérica. Es tan talentosa como Fernanda Montenegro, Patricia Reyes
Spíndola, Carmen Maura (española) o Melania Urbina, que es peruana.
Me honra con las comparaciones.
Y como Cecilia Roth también. Yo quisiera saber,
habiendo gente tan talentosa como usted en Uruguay, ¿por qué se conoce tan poco
del cine uruguayo?
Creo que estos festivales y estas instancias son
maravillosas para eso, porque de otra manera es muy difícil, con el gran
monopolio que hay, que el cine pueda salir a otros países. Por eso yo festejo
estas instancias de festivales de cine, que es la única manera de que nos
conozcamos entre nosotros, si no es muy difícil.
Usted, justamente el año pasado, creo que tuvo
más de sesenta viajes en festivales.
Sí, tuve unas películas que viajaron mucho y tuve la suerte
de ser invitada, de recorrer y conocer. Y me gustó muchísimo. Tan apasionante
como cansador. Y también eso me enfrentó a otras decisiones, de querer quedarme
más quieta en Montevideo y entrar a formar parte del elenco de la Comedia Nacional
para dejar un poco la vida del cine también.
Porque estos viajes tan frecuentes que ha
tenido le hacían estar -como he leído en alguna entrevista- sola con usted y
sus libros, que los llevaba a todos lados.
Sí, es una vida como mentirosa. Es extraño. Uno está en
estos grandes hoteles y la vida de uno es tan distinta. Es raro. Estar con
tanta gente y tan sola. La vida de los festivales de cine te enfrenta a unas
contradicciones enormes. Tanta gente todo el tiempo alrededor y tanta soledad. Tanto
lujo y no sé… Es bien curioso.
Al final, todos estos grandes hoteles son
iguales en todos los países.
Sí. Tenía mucha ilusión con venir a Lima y me hubiera
gustado conocer más el interior del Perú y todas sus maravillas. Pero caminaba
por algunas calles donde están las casas de moda y entonces yo decía: “Es como
si yo estuviera hoy en Nueva York o en Buenos Aires o en Sao Paulo”. A veces, esta
globalización que ha unificado tanto todo… Por suerte, me llevaron a las ruinas
de Pachacamac y ahí me pude quedar en silencio un poco, tratando de conectar
con otra cosa, con esa diversidad de cultura, que es lo que uno busca. Es lo
que tiene un festival de cine, en definitiva: la diversidad.
Así como en Brasil cuando levantas una piedra
encuentras un futbolista, en el Perú cuando levantas una piedra encuentras una
ruina.
Sí.
Una ruina arqueológica.
Maravilloso es.
Quisiera, de repente, ir a Machu Picchu.
No, ahora no pude. Este es un viaje muy rápido que hago,
pero es uno de los debes que tengo, por supuesto.
He podido ver en su trayectoria, que en los
siete largometrajes que ha hecho, siempre ha trabajado con directores
distintos.
Sí.
¿Es algo que usted busca o se ha dado,
simplemente?
Se ha dado. Tampoco uno tiene tanto trabajo ni tanta
oportunidad como para decir: “Bueno, elijo con quién trabajo”. Claro que elijo
y a la hora de actuar me importa mucho el guion y qué historia estoy contando y
quién es el director, pero no. Se ha dado. En realidad, es un lujo que yo tenga
siete películas. Nací en un país donde no había cine y hoy tengo la suerte de
ser una de las actrices que más ha filmado. Se ha dado naturalmente y bien
contenta estoy, con directores tan distintos.
La película que está acá en el Perú, en
competencia, en el Festival de Cine de Lima, es “La demora” y está dirigida por
Rodrigo Plá. ¿Cómo preparó el papel de María? Una mujer que no es mala, pero,
al final, esta vida tan difícil, tener tres hijos, un padre con Alzheimer y
estar insatisfecha con su trabajo… En algún momento la podemos rechazar por lo
que le dice al padre, pero en otro momento sentimos como que podríamos ser
nosotros también en esa situación.
Sí, fue un trabajo muy largo. Que empezó con un gran cuento
de Laura Santullo, la guionista. Ella hizo su guion basada en un cuento que era
muy claro, muy bien escrito. Era el punto de vista del padre y el punto de
vista de la hija. Eran los dos protagonistas que hablaban. Yo me interesé mucho
por ese cuento y por ella. Yo creo que el que escribe la historia, la matriz,
el que genera el personaje, es como el dios creador que te da la vida. A mí me
importa mucho siempre la palabra del autor. Yo vengo del teatro. Me estoy yendo
del tema, pero voy a tratar de… Vengo del teatro, donde muchas veces he hecho
textos maravillosos y uno no tiene la suerte de preguntarle a Esquilo algo o a
Shakespeare. En el cine, como siempre son proyectos más de guionistas, los
guionistas muchas veces están presentes y es muy lindo eso. Uno puede
preguntarles: ¿por qué pensaste que soy así? Eso era muy bello. Entonces, el
punto de partida fue muy claro y muy contundente, en cuanto a como una teoría
teatral del actor, unas indicaciones que allí había. Emocionalmente estaba muy
claro, en ese cuento, lo que sentía María. Después, en un proceso con el
director, te empezás a dar cuenta qué es lo que el director va queriendo. Queríamos
escaparnos del melodrama. (María era) un personaje que puede caer en lo
melodramático o en lo trágico. Pero con mucha emoción contenida también. Entonces,
sí, era muy difícil no tener desbordes emocionales. Todo contenido. Yo ayer la
miraba (la película) y siempre tengo una relectura. Yo soy de las que cree que
el cine también es como el teatro, en el sentido de que cuando uno ve una
función y de acuerdo con quién la ve, cambia la percepción. Y yo ayer veía
ciertas cosas nuevas, como que ella no se permite… Hay un momento que ella está
con el padre mirando las fotos, un momento casi como de que aflojan. Hasta ella
se ríe. Son muy pocas las veces que ella se ríe en esta película y en seguida
se acorta: “Bueno, vamos a dormir”. O con los hijos. Le dice: “Bueno, pasate
para mi cama”, pero se acuesta mirando para el otro lado. Incapaz de hacer una
caricia. Un personaje que, afectivamente, está como cercenado, como mutilado.
No tiene contención, no contiene a nivel sensorial. Entonces, fue muy difícil
hacer esa mujer tan áspera. Fue difícil, porque hay que tenerla adentro. Y el cine es algo muy vivencial, donde el actor y personaje
están muy fusionados.
¿Usted creó una historia previa a María para
poder interiorizar toda esa amargura?
No mucho. Yo veo a los directores de cine… Un poco que se
ve que las escuelas de cine tienen esos ejercicios de hacer la historia del
personaje. Yo creo que el personaje comienza cuando comienza y termina cuando
termina, ahí, en lo que tengo. No hago un fuera de campo grande. No me imagino
el padre de los hijos quién era o si eran de padres distintos. Realmente yo no
necesito… No quiero parecer arrogante con esto de que no lo necesito, pero
realmente yo necesito estar ahí. El momento del rodaje es un momento sagrado y
lo que pasa ahí es lo que me va a dar el personaje. Lo que se respira, cómo se
vive. Realmente es muy importante para mí el presente. Eso es una reflexión que
yo la tengo del teatro. Y de maestros como Ariane Mnouchkine, quien ha dicho:
“El teatro es el arte del presente”. Yo creo que el teatro como actuación… Lo
digo acá: “La actuación es el arte del presente”. Y el presente importa mucho. Yo
no puedo venir con algo premeditado y llegar a un rodaje y querer imponer lo
que yo traía desde la cabeza. El actor es algo que tiene que estar muy atento a
lo que pasa. Y lo que pasaba en ese rodaje era que el que hacía de mi padre no
era actor, era un señor que desconocía una cantidad de cosas y reglas básicas
del cine, y tres niños, de verdad, absolutamente insoportables. Y las madres de
esos niños que corrían todo el tiempo y que había que repetir las escenas.
Entonces, de golpe, se hacían veinte tomas de una misma. Era muy difícil para
mí. Realmente fue agobiante y empecé a usar ese agobio para el personaje.
Se nutrió del presente.
Me nutrí del presente, de cada vez que él cortaba las
escenas y había que hacerlas de nuevo y yo decía: “¡Ay, no! Se olvidó de nuevo
y hay que empezar de nuevo”. Y para mí era muy difícil. Además, esta película
es casi coreográfica. Tenían que conjugarse muchas cosas para que saliera bien.
Pero Carlos Vallarino hizo un excelente papá.
¡Excelente trabajo! Después de eso yo lo invité a Carlos
Vallarino a trabajar en teatro conmigo. Es alguien a quien aprecio, además,
como persona y el trabajo es formidable. Pero, claro, fue muy difícil. El hecho
que no fuera actor y fuera una persona mayor… Muchas veces se olvidaba, de
verdad. Y yo utilicé todo eso. Dije: “Acá, esto tengo una riqueza y tengo que…”.
Entonces, esa casita donde estábamos, esa casita tan pequeña, ese frío del
invierno, esas noches, todo eso que me pasaba, de verdad lo utilizaba para esa
María. Sí. Trabajo duro fue.
En algún momento, usted mencionó o dijo que no
quería hacer cine.
Tomé una decisión muy importante el año pasado, que era
entrar en el Teatro Nacional de Uruguay, lo cual no me va a permitir viajar
tanto ni hacer tanto cine. Y estoy muy contenta también. Hice la experiencia
del cine. Como que me reafirma cosas para el teatro. Y no sé, el cine es un
lugar… Es muy lindo para el actor cuando es protagonista, porque construís la
historia, sos autor y estás dentro del proceso. Si no, es algo muy ingrato. Yo
escuchaba, incluso, ahora a mis compañeros y a mis colegas en la conferencia de
prensa y ellos hablaban, como directores, que sí manipulan con las emociones. A
veces, se usan palabras en el cine tan lejanas a lo que para mí debe ser la
creación. Eso en el teatro nunca ocurre. Respeto mucho los proyectos que tuve,
me gusta mucho hacer cine, me gusta mucho ver cine de los grandes maestros,
pero tengo mis reparos. A la hora de trabajar en cine me parece que sí, que esa
cosa que manipulan con tu emoción me parece un poco insano. Sí. Sé que es una
respuesta jugada esta que te estoy haciendo, pero sí.
Es algo maniqueo.
Sí. Eso sí, yo me he enriquecido con estas siete películas.
Ojalá los otros puedan decir lo mismo.
(Filmadas) no solamente en Uruguay. Además, han
sido películas distintas (en sus temáticas).
Sí.
Distintos registros. De abogada, de personaje
histórico.
Sí.
Busca que los personajes no se parezcan en el
cine.
Sí, proyectos distintos. Yo siento que siempre soy la misma,
igual.
Y la ricachona (argentina Carlota del film
“Nochebuena”).
“Nochebuena”. Y tengo otra de “El sexo de las madres”. No
sé si viste algo en Argentina, que hice en Tucumán. Se llama “El sexo de las
madres”. Alejandra Marino la dirige. Yo siempre siento, cuando las miro, que
siempre hay cosas mías, claro. Uno es el mismo, pero sí, creo que exteriormente
por ahí son cosas distintas, pero interiormente, si las mirás con atención, son
los mismos registros de una mujer fuerte, como soy yo. Me parece que, a veces,
los personajes traslucen eso, siempre hay una fuerza ahí. A veces, al revés,
miro y digo: “Ay, tendría que hacer algo distinto”. Creo que estar en el estado
y que se provoque una emoción fuerte es fundamental. Cuando no pasa nada, todo
es escuela de cine o… Yo veo a los nuevos directores de cine uruguayo con esa
preocupación de no hacer nada, de no actuar y no hacer nada. ¡Nos tienen un
miedo a los actores! Creo que cuanto más se actúe, cuanto más emocional, más
fuerza expresiva, es mucho más interesante. Es lo que me gusta. A mí me gusta
el cine de Bergman, aunque sea viejo. A mí me gustan esas actrices. Los actores
que no hacen nada, no me interesan. Hay como una escuela de no hacer nada y la
no emoción. No es una cosa que me interesa.
Hay una frase en la película “La demora” que me
llamaba la atención, cuando el padre dice: “No recuerdo dónde está mi casa” y
es como que no tiene casa.
Sí.
Demasiado parecido a la vida real.
Sí. Muy tremendo. “La demora” es de una crueldad… Sí, yo
pocas veces estuve en una película donde por la universalidad del tema, por la
edad que uno tiene, porque ya estoy pasando por un proceso parecido con mis
padres… Sí, me impresiona mucho a mí también con esas frases. Y uno las dice. Pero
lo bello de esta película es que da la oportunidad a un personaje de redimirse,
de enmendar, de la reparación -es muy psicoanalítica, en ese sentido- de un
daño. Ella repara un daño y eso es muy lindo. Ahí como que ella aprende a ser
la cuidadora de su padre. Da una oportunidad la película. Yo creo que es
optimista y es una película de amor también. Una relación de amor.
Nada fácil, por cierto.
Por supuesto. Hay una crítica muy bella que me hicieron en
Uruguay. Alguien dijo: “El amor que no necesariamente se cultiva en el lecho de
rosas, sino que está lleno de espinas”. Y sí, en un lugar lleno de espinas
también hay amor, pero ¡qué dureza de película!
Muchísimas gracias por la entrevista y…
Por favor, a usted.
…que pueda seguir viniendo otros años a Perú.
Ojalá. Y gracias, porque uno, a veces, cuando da
entrevistas siente que le hacen preguntas… Realmente, que alguien conozca las
cosas de uno y disfrute del trabajo, es mucho más interesante hacerlas.
Gracias.
Gracias a usted.
Nota importante: esta entrevista fue realizada en Lima, en agosto
del año 2012. Por diversos motivos, recién ahora está al alcance del público lector
y cinéfilo.
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