“No era
posible hacer cine en Brasil, con una censura tan rigurosa y violenta”
Entrevista
y fotografía de Gianmarco Farfán Cerdán
Conversar con una leyenda del cine latinoamericano es un verdadero
privilegio. El director de cine brasileño Nelson Pereira dos Santos (Sao Paulo,
1928) es el “padre” del Cinema Novo. Ha ganado muchos premios (en el Festival
de Cannes, el Festival de La Habana, el Festival Internacional de Cine de
Huesca, el Festival de Gramado, el Festival de Brasilia) gracias a sus
películas. También fue jurado del Festival Internacional de Cine de Moscú en
1981. Aparte, un detalle que pocos conocen es que los filmes de Nelson Pereira
dos Santos tienen una permanente y muy fuerte relación con la literatura de su
país. Están basados en cuentos o novelas de Jorge Amado (“Jubiabá” y “Tienda de
los Milagros”), Machado de Assis (“Misa de Gallo”), Graciliano Ramos (“Vidas
secas” y “Memorias de la cárcel”) y Joao Guimaraes Rosa (“La tercera orilla del
río”). Por ese motivo fue incluido como miembro de la Academia Brasileña de
Letras en el año 2006. Asimismo, la visión social y crítica de sus largometrajes
nos permite conocer mejor la idiosincrasia del gigante sudamericano. Ese vecino
país que es un continente propio en sí mismo y que, a veces, parece un poco
difícil de comprender.
Muchas
gracias por la oportunidad. Quería empezar la entrevista preguntándole: tantos
años del Cinema Novo y ¿en el cine brasileño actual, contemporáneo, se siente
esa influencia de ese cine tan fuerte de los años sesenta, allá, en su país?
Yo creo que la herencia del Cinema Novo está tan asimilada
que no se habla más de ese Cinema Novo. Porque hoy es tan natural tener, por
ejemplo, a los pobres en la pantalla, los negros. El cine anterior al Cinema
Novo, era un cine lleno de preconceptos, prejuicios. Era casi imposible mostrar
la realidad, sea (desde) el punto de vista social, sea el punto de vista étnico. Había la presencia muy fuerte de
la censura del Estado en las películas prohibidas, como fue mi primera película
“Río, 40 grados” (1955). Que salió gracias a un
movimiento del público de repudio a la censura. Entonces, yo creo que todo lo
que es movimiento del Cinema Novo está muy
bien, es natural, espontáneo. No hay más la idea preconcebida de
prohibir temas, prohibir fases. Todo eso ya es cosa vencida.
El
Cinema Novo era producto de la época también. Una época con muchos cambios
sociales.
Sí. Era momento de lucha política muy fuerte. No había una
escuela de Cinema Novo, eran personas que hacían cine espontáneamente. Tenían
una visión semejante.
Era un
grupo de amigos, en verdad.
Sí, un grupo de amigos. Ahora, el cine brasilero es… haces
muchas películas. En aquel tiempo éramos veinte, treinta. La producción
brasilera del año pasado llegó a noventa y tantas películas. Casi cien
películas. Considerable. Y también de esa centena de películas hay una
diversificación. La gente ha estado muy concentrada en la visión crítica. Es
bien política en relación a todos los temas. Hoy hay variedad. Claro que hay,
también, películas que tienen hasta una preocupación social. Hay de todo. Hay
comedia, porque vivimos en la pluralidad. Yo creo que es necesario en el cine,
para encontrar más caminos para hacer, tornar las películas más verdaderas. Es
como la relación entre el creador y la obra. Hubo también momentos en que mucha
gente no entendía la visión política y quería hacer filmes políticos. Y era un
desastre. Por ejemplo, hemos tenido películas muy aburridas.
Muy
panfletarias.
Muy panfletarias, sí.
Inclusive
en Brasil, la Música Popular brasileña (MPB) también estuvo censurada. Ciertos
cantautores estuvieron censurados en esta época de cambios políticos y dictadura,
al igual que el Cinema Novo.
¡Ah, sí! Muchos. Chico Buarque, por ejemplo. La música de
Chico estaba vetada por la censura, era prohibida. Él mismo también. Caetano
Veloso, Gilberto Gil, fueron obligados a viajar, sí, a salir del país. Yo no estaba en ese momento muy triste
de nuestra historia.
¿En
esos tiempos de dificultad usted nunca pensó, de repente, en dejar el cine ante
la censura? ¿Jamás se le pasó por la mente decir: “No, yo no voy a aceptar que
me censuren y pongan obstáculos a mi arte”?
No. Eso me pasó así. Cuando yo hice “Como era gostoso o meu francés” (1971) la película era prohibida,
totalmente prohibida. Y yo me fui para Francia.
Del
año 71, ¿verdad?
Sí. Empecé a preparar la película con una producción
francesa. Estaba olvidado. Olvidé todo. No era posible hacer cine en Brasil,
con una censura tan rigurosa y violenta, tan política. Pero volví porque hubo
posibilidad de liberar la película para el público. Entonces, la película salió
con diez minutos menos. Un poco más de diez minutos. Y la gente no entendía.
Es
como cortar un libro.
Era (se ríe)…
Si
bien usted siempre ha tenido una relación muy notoria con los músicos de su
país, ahora ha basado sus dos últimas películas en Tom Jobim. Este personaje
que ya no solo es brasileño sino absolutamente latinoamericano, con esa música
maravillosa de la bossa nova. Sé que ha hecho “La luz de Tom Jobim” y
“La música según Tom Jobim”. ¿De dónde surge esta fascinación? ¿En
qué año exactamente, en qué momento surge su interés por sacar a la luz la
música de Tom Jobim, el personaje de Tom Jobim al cine?
Con el cinema novo, la
bossa nova. Vivieron el mismo periodo. Había una comunión, un encuentro. Tom
Jobim, por ejemplo, hizo la música para varias películas. Yo hice una emisión
de televisión con Tom Jobim. Había la idea siempre de hacer una película con
Tom Jobim. Incluso, la propia historia de vida de Tom Jobim es una propuesta de
un productor americano, de Hollywood. Tenía una buena relación con él.
¿Dónde
lo conoció? ¿En la casa de algún amigo o en una locación de alguna película?
¿Cómo conoció a Tom Jobim?
En el bar, ja… En Río de Janeiro
era lo que se dice la cultura de botique (sic). Se discute ideas, se discute
de política, arte, las cosas se aprenden y Tom Jobim era un gran maestro. Había
diez personas sentadas para oírlo. De humor muy fuerte. Siempre muy
espirituoso, hablaba de cosas, te explicaba. Realmente un punto de atracción.
Era
una personalidad muy fuerte.
Muy fuerte. Muchas veces llegaba (yo) al bar y estaba Tom
Jobim sentado. ¡Siéntate, siéntate! (ríe)
Se
ponía a tocar ahí mismo su guitarra con ustedes también.
No, la conversa.
Era
pura conversación.
Pura conversa.
En los
bares él no tocaba.
Nada, ja, ja…
Se
guardaba para la televisión, para conciertos. Su última película, “La luz de
Tom Jobim”, ha sido un éxito. Más de 80 mil espectadores ha tenido, siendo un
documental.
Ahora ve la otra película con las tres mujeres
(protagonistas).
Ha
sido un éxito allá en su país. Ha sido un suceso.
Va a salir en el cine (comercial) en septiembre. Esta película yo la hice
antes de La música (según Tom Jobim)…
pero había un problema de distribución.
Quería
preguntarle a usted sobre “Vidas secas”, esta película emblemática del cine
latinoamericano. ¿Cuándo empiezan sus intereses sociales? Por lo general, esto
empieza en la niñez o en la adolescencia. ¿En qué momento empieza este interés
suyo por los temas sociales, de pobreza, discriminación, diferenciación de
clases sociales? ¿En su familia?
Tengo esa formación. Yo soy de una familia de clase media
pobre, de padre sastre. Entonces, yo soy el cuarto hijo. Mis hermanos, yo soy
el último. El más viejo se llamaba Saturnino. Mi hermana María, mi otra hermana
Yoset y yo Nelson. ¿Por qué? Porque mi padre, mi madre, eran muy amigos del
cine, gustaban mucho de ir al cine. Habían visto la película que era la
historia de Lady Hamilton y Lord Nelson
(Pereira dos Santos se refiere a “That Hamilton Woman” de 1941, que fue
dirigida por Alexander Korda), ja, ja… Había dentro de mi casa gran interés por
el cine.
Usted
es abogado.
Abogado. Pero nunca trabajé… Entonces, pasó una época en
Brasil, a fines de la Segunda Guerra (Mundial), había todo un movimiento
político de izquierda muy fuerte. Todos los jóvenes pensaban en el cine, el
cinema italiano…
El
neorrealismo.
El neorrealismo
hizo gran fuerza, un punto de vista temático. Y en el punto de vista temático
ya teníamos nosotros la idea, las tradiciones en la literatura de los años 30:
Jorge Amado, Graciliano Ramos, Rachel de Queiroz. Una literatura con una visión
social muy certera, muy concreta. Porque en el cine, el neorrealismo nos
enseñaba también que para hacer cine no necesitaríamos de grandes estudios,
grandes tecnologías, nada. Bastaba “una cámara en la mano, una idea en la
cabeza”.
Lo
esencial, en verdad.
Claro. Entonces, fue en ese momento que yo hice “Río, 40
grados” (1955). Es una película hecha en las calles. Por eso de ahí me ha (venido
la) tendencia de hacer películas que tenían un contenido social.
¿Usted conoce nuestro cine? ¿Algún director de
cine que le interese de Perú?
Películas recientes de Perú no. Difícil que lleguen al
Brasil. Pero yo conocí un director de cine que hacía documentales muy
interesantes en la sierra. Se llamaba Manuel Chambi. De los años 50.
Del cine de Lombardi no ha escuchado.
Lombardi, sí, claro. Ese cineasta peruano es muy conocido
en Brasil.
¿Ha visto alguna de sus películas de Lombardi?
Yo, sí. ¿Cómo se llama? De la mujer que tiene una estrella
linda…
“Pantaleón y las visitadoras”.
La comediante magnífica (suponemos que el director brasileño
se refiere a la actriz colombiana Angie Cepeda). ¿Dónde está? ¿Continúa
trabajando?
Sí. Sigue haciendo películas acá.
Linda, está genial, je, je…
Muchísimas gracias por la entrevista. Que siga
pasándola bien.
(Sonríe con gentileza y me estrecha la mano).
Nota importante: esta
entrevista fue realizada en el año 2012 cuando el mítico cineasta brasileño Nelson
Pereira dos Santos vino al XVI Festival de Cine de Lima. Por diversos motivos, esta
entrevista no pudo ser publicada antes, pero ahora ya está al alcance del
público cinéfilo.
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