viernes, 15 de noviembre de 2019

Oswaldo Higuchi




“El pintor usa el color igual que el poeta usa la palabra”


Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán


Para todo pintor es un verdadero orgullo llegar al medio siglo de trayectoria profesional y ser reconocido públicamente por ello. Oswaldo Higuchi Onaka (Lima, 1948) ha cumplido esos importantes 50 años de trabajo artístico en este 2019 y para celebrarlo presentó en julio la excelente exposición “Sentimientos, recuerdos, caminos” en el Centro Cultural Peruano Japonés. Fue una de las ocho mejores muestras de arte del año en nuestra ciudad capital, sin ninguna duda.

Higuchi ha sido Mención Honrosa del Salón de Pintura Peruana de la Municipalidad de Lima en 1969. Ese mismo año obtuvo el Segundo premio del Concurso de Pintura y Literatura de la Sociedad Entre Nous. Estudió en el emblemático Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe y en 1965 ingresó a la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú, donde fue alumno de los renombrados Milner Cajahuaringa y Carlos Aitor Castillo. Su obra ha sido expuesta en Chile, Uruguay, Japón, Canadá, Francia y el Perú.

En la siguiente entrevista, el destacado artista explica sus reflexivos conceptos sobre el arte y la vida, sus viajes a Estados Unidos y Chile durante el auge del hippismo, da detalles de su gran amistad con el poeta Jorge Pimentel y nos revela lo orgulloso que se siente como padre de que sus tres hijas y su hijo hayan seguido caminos profesionales relacionados con algún tipo de arte.

Muchas gracias por permitirme entrevistarlo, don Oswaldo. Son cincuenta años ya de trayectoria. ¿Cómo define usted estos cincuenta años en los que ha venido trabajando diversas técnicas?
Yo más lo definiría como un acto de vida, en el pasaje de lo que pasó a ser para mí una manera de expresar, más adelante, mis recuerdos. Porque puede ser la pintura, la escultura, una forma de expresión. Y cuando hablo de expresión, me doy cuenta de que no es hablar solo de expresión. Quieres decir cosas a través de tu experiencia, que vas asumiendo en la vida, entre el dolor, la pasión, la alegría. Y después te das cuenta que eso va también para la libertad. Entonces, todo eso. Es más: a los cincuenta años súmale tus años de niñez, que ya vienen a ser otra carga más, para ir reflejándola a través de tu arte. Y el encuentro mismo con el sentido de esto. Porque, a veces, uno se pregunta ¿por qué, para qué? El por qué puede ser para buscar más humanidad y más sensibilidad. Y después, equilibrio. Para ser más humanos necesitamos un equilibrio en nuestra vida.

¿Y usted cómo siente ser uno de los pintores nikkei más importantes, junto con Venancio Shinki, Tilsa Tsuchiya? ¿Es una responsabilidad para usted? ¿Es un orgullo?
No, yo siempre lo he dicho: me siento doblemente feliz. En el sentido de que, a través de mis ancestros, que son japoneses, y mi vida en sí, como peruano… Yo soy peruano. Son dos culturas y eso, a veces, es una suerte. En este caso, podría ser a través de la vivencia con la cultura de mis ancestros, japonesa, pero es más lo que en la vida se va formando uno. Eso es lo que más ha imperado en mi vida.

Y en su niñez usted vivió en Jauja.
Sí.

¿Cómo lo marcó a usted y cómo siente que ha influido en su pintura esa etapa?
Es parte de lo que uno empieza a ver en sus momentos felices, en la infancia, y cuando uno se va formando. Y los recuerdos que yo tengo de la infancia son felices, porque mi vida fue en el campo. Siempre pegado más a la naturaleza, ahí, en la sierra. Acuérdate que yo soy de una generación que pasó de la radio a la televisión. Es increíble todo lo que se ha ido viendo en el transcurrir. Y en tan corto plazo. ¡Imagínate! De lo que antes era audio, después (vino) lo visual y ahora en qué estamos.

Cada vez son mayores las maneras de expresarse para los artistas.
Sí. Con cierta brújula ahora, con la cuestión de la tecnología y el Internet. Deberían de manejarse con mucho cuidado porque pueden naufragar. Siempre he dicho que, para estar con la tecnología, el Internet y todo esto, hay que manejarse con una brújula, como un buen marino. Porque si no puedes naufragar. Tienes que saber manejarte en este sistema.

Veo que en muchas de sus obras está el color muy presente. Son colores fuertes. ¿Qué significa el color para usted, como artista?
Siempre lo he visto como una forma. El color por sí solo, a veces, puede hablar. Es como una palabra más. Como la poesía. Entonces, a través del color tú puedes generar la belleza, la sensibilidad, el espíritu, el dolor, la amargura. El color tiene su lenguaje. El pintor usa el color igual que el poeta usa la palabra. Yo siempre comparo con la poesía, en el caso de mi trabajo. Yo siempre lo veo así, desde un punto de vista estético también.

Usted está muy relacionado con el Movimiento Hora Zero.
Por generación nos hemos relacionado. Siempre nos encontramos. Incluso, cuando yo andaba en Bellas Artes. A veces, frecuentábamos los bares de ese entonces, como el Munich, y ahí nos encontrábamos con los poetas.

Confluían.
Y fluíamos. Generacionalmente, más con la gente de Hora Zero. En este caso, con Jorge Pimentel, Enrique Verástegui, que ya no está, y así.

Justamente, Jorge Pimentel le ha dedicado un poema.
Sí.

A su trabajo artístico.
Sí, somos grandes amigos. Siempre estamos conversando de todo lo que pasa, de todo lo que no va a pasar y que no queremos que pase. Solemos reunirnos los dos, tomando un cafecito, haciendo un poco de tertulia sana.

Usted, en la visita guiada (de su exposición artística “Sentimientos, recuerdos, caminos”) me comentó algo que me parece magnífico: que “la pintura es poesía”. ¿Es una reflexión a la que usted llegó de manera propia o, de repente, la escuchó de algún otro artista o escritor?
No creo que lo haya escuchado. Yo creo que es no solo la relación que he tenido con los poetas. La poesía me encanta, el uso mismo de las metáforas y que a través de la palabra se puede generar tanta belleza. Y la simplicidad que, a veces, de una o dos palabras te crean un universo. Creo que eso es lo más complicado en la pintura: hay que ingeniárselas para tratar de llegar a ese universo de sensibilidad. Y la sensibilidad no es para uno sino para transmitirla a otras personas. A todos los que tratamos de cumplir una función para que este sistema no se vaya al tacho, que sea más humano.

¿El neoliberal?
Claro. Que sea más humano, más reflexivo. No es solo criticar el holocausto sino que con lo que tú haces, si lo haces con amor, ayudas algo. Lo que tú hablabas enantes, lo del ego y todo eso son cuestiones que uno tiene que ir despercudiéndose con el tiempo. Por eso es que quizá me demoro un poco para hacer una exposición, como Jorge (Pimentel) también se demora mucho para hacer un poema. Lo re-corriges, lo corriges. Yo también. Igual. Redibujo y vuelta dibujo y lo redibujo para lograr eso, lo que uno quiere. Haces el esfuerzo.

¿Alguno de sus cuadros podría decir que es “el cuadro” que usted ha logrado o todavía siente que ese cuadro va a llegar?
No creo. A veces, ni con los hijos se puede hacer eso. Crees que ahí terminó. No. De repente, tienes una relación muy dolorosa en cierto momento. Su rebeldía. O tú actúas mal con tus hijos, entonces tienes que… Parte de (ser) un ángel protector. Así como yo fui con mi padre, rebelde, que esto, que el otro, entonces ahora me toca a mí. Me tocó en un momento ser más protector, ahora ya no. Ahora, ellos (sus hijos) ya se dan cuenta, porque pasan a ser también ángeles protectores. Esa es una metáfora, la de los ángeles, en el sentido no religioso ni nada. Es una metáfora de lo que encuentro a través de esa actitud que tiene la gente sobre los ángeles. Es una reflexión, nada más, en el sentido de que se entienda más lo de ser ángeles protectores.

Y, justamente, en varios de sus cuadros se ven personajes que parecen estar flotando en un ambiente onírico, como si fueran ángeles.
Eso es porque estamos flotando, pues. ¿Sí o no? Lo único que nos hace no flotar es sentir que somos terrenales, que somos seres humanos y estamos pegados a la tierra. Para mí, esa es la relación que hay entre la pintura y la poesía.

Usted ha tenido apoyo de sus padres cuando quiso ser artista. Y ahora que usted ya es un artista con nombre, su hija -no sé si sus demás hijos también- le hace la curaduría (de la exposición). También está ahí con usted. El tema familiar es muy fuerte para ustedes.
Sí.

Hay un tejido familiar muy fuerte para poder ser artista, en su caso.
Claro. Mi padre, una persona que se esforzó para poder apoyarnos, siendo migrante, gente de trabajo de campo más que todo. Porque la familia de allá, de Japón, venía de dedicarse a la agricultura y el sembrío de té en la zona de Fukuoka. Entonces, él con su humildad, acá me dijo: “Bueno, tú escoges eso, pero acuérdate que los pintores se mueren de hambre. Pero ya tú verás”. Eso ya fue parte de un apoyo, el de no oponerse, pero sí decírtelo: “Aquí te vas a morir de hambre”. En lo otro, de repente, salí ganando, porque no me he muerto de hambre, porque estoy lleno de espíritu.

Claro.
Y eso es lo importante, ¿no?

¿Y cómo fue cuando su hija Patssy le dijo que quería ser artista profesional?
Yo creo que para ella fue más fácil. No solo mi hija, mi otro hijo también.

¿Todos sus hijos son artistas?
Los cuatro siempre han estado ligados al arte. Mi hija, la mayor: la fotografía. En un momento lo dejó. Mi hija, la última, es profesora de danza. Patssy es artista plástica. Mi hijo también es artista plástico. Y él es más desprendido, incluso. Es de pura adrenalina. Es artista urbano.

Grafitis.
Sí. Ya se hizo muy conocido. Es tan desprendido, que trabaja con un seudónimo, que es “Pésimo”. Aparte de eso, pinta en las calles y hace bien sus trabajos. Pero mañana viene un (agente) municipal o lo tapan todo para poner una propaganda política. Entonces, es increíble ese desprendimiento que él tiene con sus trabajos.

Aunque sepa que es efímero.
Sí. Para él está bien claro que su pintura es efímera. Ahora último, poco a poco, va entrando al trabajo de galerías.

¿Podría contarnos un poco cómo fue su experiencia en los Estados Unidos durante la época hippie? ¿Cómo le amplió la visión del mundo?
Esa fue una tremenda y gran experiencia. Yo tenía que salir del país, porque si no perdía el premio que me habían otorgado. El premio era un pasaje de ida y vuelta a Estados Unidos y con un travel check, que era de la Grey House. Una chequera increíble. Esas cosas yo no sé si en Estados Unidos mismo lo tendrá cualquiera. Era una chequera con seis tickets, pero imagínate 50 hojitas con una chequera. Y cada ticket era una subida a la Grey House. Yo llegué a Los Ángeles y me crucé todo Estados Unidos. Ida y vuelta hasta Los Ángeles, para regresarme al Perú. Todo ese trayecto era con el boleto de la Grey House. Yo tenía problemas con el idioma, pero me familiaricé con la Grey House. Ahí era mi bus cama. Caminaba en un pueblo de Estados Unidos y en la noche ya me embarcaba y seguía. Así llegué hasta Nueva York. Hay un montón de anécdotas que me han pasado, anécdotas de vida. Un festival de rock que se hizo en Monterrey, cruzando el puente San Francisco: yo qué iba a saber que eso después era el segundo festival (en importancia) y uno de los más grandes, como Woodstock. El problema era la libertad, la vida y empecé a familiarizarme con trabajos de la gente que hacía pop art y que nunca había visto acá. Eso también me llamó la atención mucho. Y después conocí personajes que eran Andy Warhol, Frank Stella, Robert Indiana y más atrás. Gente con mucha experiencia. Empecé a ver a Robert Rauschenberg, a toda esta gente. No solo eso sino la acción misma del por qué estaba yo ahí y por qué eran todas las protestas con respecto a Vietnam. Eso empezó a moldearme. Eso era parte de mi vida, porque yo no estaba consciente de lo que era esa bendita guerra, pero sí veía que ahí, para ellos, sí repercutía. Aquí, como peruanos, no nos dábamos mucha cuenta de lo que realmente era eso. Después, por (las películas de) Hollywood, ya es otra cosa. Pero ahí, por la gente, la actitud.

Estaba muriendo mucha juventud en Vietnam, los enviaban…
Claro.

…por miles.
Por eso que cuando ya regresé, hice una muy buena relación con un amigo que estuvo en Vietnam, que era norteamericano, casado con una peruana. Y cosas así. Uno se da cuenta de eso. Lo mismo que mi solidaridad contra las acciones de Pinochet en Chile.

(Año) 73.
Claro. Yo pasé por Chile también.

¿Justo en ese año?
Antes. Apoyé a un grupo de jóvenes, me quedé en Antofagasta, trabajando con ellos, porque iba a llegar Salvador Allende a dar un…

Discurso.
…para que salga (elegido) Salvador Allende.

Haciendo campaña.
Haciendo campaña.

Usted llegó antes que lo (mataran) en La Moneda.
Sí. Y después me dio tanta tristeza lo que pasó en La Moneda. Entonces, todas esas cosas, generacionalmente, son fantásticas, por un lado. La invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia. Todos esos recuerdos están volcados acá (en su exposición individual de arte). No es solo una acción de lo que pasaba en el Perú, porque todo eso repercutía. Los actos de corrupción: siempre estamos tratando de liberarnos de eso, pero si ahora se han acentuado es porque esto tenía que venir así. Eso ya venía de los países con mucho poder.

Pero a pesar de todo, si bien usted tiene conciencia política, no se siente tanto esa carga política (en su arte). Más es una carga onírica.
Claro. Mi pintura no es un panfleto. Ese es un discurso. ¿Correcto? Mi pintura tiene que hacer lo que, supuestamente, yo debo hacer, que es poesía.

Además, tiene un estilo propio su pintura.
Claro. Entonces, tienes que remarcar eso. A través de eso mismo puedes estar mostrando el dolor, la soledad. ¿Eso no es duro?

Sí, claro.
Sentirse solo.

Es lo más duro de todo.
Claro. Tengo un dibujo que, incluso, te lo voy a enviar.

Muchas gracias.
Te voy a enviar la foto de cuando estaba en la sierra y lo hice. Que era de un señor que estaba en una cantinita, solo y embriagado. Esa imagen se me quedó grabada. ¡Hace cuántos años! Y te lo voy a enviar el dibujo. O lo voy a colgar en el Facebook en estos días. Porque ya lo desenterré. Necesita estar ahí.

Solo un comentario final antes de cerrar la entrevista. Me encanta su arte, pero me gustaría ver de usted alguna vez más retratos, porque tiene unos muy bonitos, tanto de niños como de su esposa, que están en el otro lado, en el hall (del Centro Cultural Peruano Japonés).
Sí.

¡Qué bonito dibuja usted el cuerpo, el rostro humano!
Gracias.

Ese era un comentario personal, más que una pregunta.
Yo no he dejado todo eso porque sí, sino simplemente es algo ya más íntimo para mí. De no dejar de hacer (retratos) de las personas que amo mucho. Ahí está. Por eso es que no tengo, de repente, muchos.

Muchísimas gracias por la entrevista y le deseo muchos más años de carrera. Y lo felicito. Realmente es un arte valioso, interesante y se nota que hay un concepto atrás. Hay un artista. Ahora se ven tantos cuadros comerciales, pero que no tienen alma. Sus cuadros sí tienen mucha alma.
Gracias a ti también. Fíjate, hace tiempo que no me sentía tan cómodo para una entrevista. Porque siento tu humanidad y el hecho mismo del trabajo que estás efectuando.

Muchas gracias.
Siento que es parecido al mío, que no hay un interés económico…

No, ninguno.
…sino hay un interés, más que todo, de que la mayoría debe darse cuenta de lo que estás haciendo, que es compartir la cultura para mantenernos más sensibles ante toda la adversidad de lo que pasa en el sistema.

Claro. Que seamos una sociedad mejor.
Claro. No solo critiquemos nomás el sistema. En lo que hagamos, hagámoslo bien. Así como tú estás haciendo. Te felicito. Y yo también seguiré haciendo mi parte.

Sí, usted está haciendo una gran labor. Muchísimas gracias, maestro.
Gracias a ti también.

2 comentarios:

  1. Oswaldo la radiografia que hizo elentrevistador, pinta de cuerpo entero la clase de persona que eres.
    No nos vemos hace mucho. Pero siempre te recordamos mi esposa y yo, así como a tu familia. Escribamonos ahora
    que ya sabemos de ti y tu obra. Abrazos. Julio Muñoz y familia.

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