“Lamentablemente, en el arte Lima sigue siendo el Perú”
Entrevista
y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán
Muy pocos son los artistas peruanos que cuando
dan sus opiniones políticas, sociales o sobre el racismo en nuestra todavía
discriminatoria sociedad, no temen chocar con personas importantes o grupos de poder.
Gino Ceccarelli Bardales (1960) es uno de ellos. Más allá de ser uno de los mejores
y más prolíficos pintores del Perú, es un hombre con gran conciencia social,
enemigo de las injusticias y sin pelos en la lengua. Dice lo que piensa y lo
que siente, sin querer quedar bien con nadie. Aparte, la calidad de su arte ha
sido elogiada en poemas por varios de los mejores vates nacionales del último
medio siglo: Arturo Corcuera, César Calvo, Antonio Cisneros y Marco Martos. Un
verdadero lujo. Hasta autores extranjeros, como el chileno Alberto Fuguet, han
escrito sobre su labor artística.
Ceccarelli ha realizado más de 40 exposiciones (individuales
y colectivas) de sus excelentes obras en 23 países: Francia, España, Estados
Unidos, Portugal, Suiza, Colombia, Paraguay, Chile, México, Guatemala,
Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Cuba, República Dominicana, Puerto
Rico, El Salvador, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Argentina y el Perú. Fue
seleccionado por la UNESCO para la exposición itinerante que recorrió 27 países
de Europa y América en el proyecto Iberoamérica Pinta. Estudió en la Escuela
Regional de Bellas Artes de Iquitos y en la Escuela Nacional Superior Autónoma
de Bellas Artes del Perú, en el taller de Cristina Gálvez y en talleres de
pintura y grabado en París.
Entre mayo y junio de este 2019 el Ministerio
de Cultura, en la Sala Kuélap, albergó su impactante muestra de arte “Entre el semicielo
y el semimundo” (una de las tres mejores del año, sin duda alguna), que recibió
más de 18 000 visitantes. Una cifra muy inusual, pero sorprendentemente
positiva para cualquier exposición artística realizada en Lima. Ceccarelli,
además, fue director del Instituto Nacional de Cultura de Loreto durante cuatro
años.
Fueron muchos los temas tratados en esta
entrevista: su vida familiar, sus inicios como pintor, el arte (injustamente)
centrado en Lima, la fama, sus profundos lazos con poetas peruanos formidables,
la relación entre el Estado y el artista nacional, el auge imparable del arte
amazónico, el rol necesario de la crítica de arte. Como siempre, todo analizado
desde un punto de vista agudo, nada complaciente.
Existe esa coincidencia en Ceccarelli: puede
pintar los cuadros más impresionantes y llenos de color (como “Maternidad”, “Cazadora
de estrellas”, “Camino al río”, “Casa de la Luna” o “Santa sirena del Ucayali”),
que reflejan con acierto los personajes y los mitos de la Amazonía, así como
también puede cortar cabezas con sus palabras, criticando lo que viene
funcionando mal (que no es poco) en nuestro país desde hace muchas décadas.
Muchas
gracias por esta oportunidad. Admiro mucho tu trabajo desde hace años. Yo
quería empezar mencionando que ahora estás en el Ministerio de Cultura, en la
Sala Kuélap, con tu última exposición -que es realmente fantástica-, que es
“Entre el semicielo y el semimundo”. ¿De dónde viene este título tan
interesante, tan misterioso?
Aparte de ser muy poético. Porque tiene varios
niveles de lectura. Ese es el mensaje. Es muy simple. Es una conversación que
tuve hace muchos años con un curandero yagua, por el río Napo, una comunidad
muy perdida, muy alejada. Y hablábamos de todo, de la vida, tomando, entre
masatos, y yo le pregunté en qué estado estamos los seres humanos, para él. Y me
dijo esta frase: “Entre el semicielo y el semimundo”. Rápidamente hice yo una
relación con lo que es el purgatorio. Yo estudié mucho tiempo “La Divina Comedia”.
Es más, hice una serie de treinta cuadros. Porque “La Divina Comedia” es una
especie de iniciación shamánica, si quieres. Entrar en “La Divina Comedia” es
casi eso. Y para él no merecemos ver el cielo y merecemos estar en la tierra
real. Entonces, vivimos una especie de estadio intermedio, que le llamaba “el
semicielo y el semimundo”.
Eso
significaría que estamos purgando todos en esta vida.
Algo así. Debe ser. Además, creo que lo
merecemos, porque estamos muy lejos de ser perfectos y de merecer el paraíso.
Salvo algunos pocos de nosotros.
Claro.
Nos dieron el paraíso y luego lo hemos destruido.
Sí, lo destruimos. Todos los días lo estamos
destruyendo. Hemos llenado de plástico el paraíso. Somos la especie más
desarrollada, más avanzada y la más depredadora, la que está destruyendo el
planeta. Destruye su paraíso. El único sitio que tiene donde vivir lo está
destruyendo a pasos agigantados por un simple tema, que es la codicia. El
dinero, la acumulación. Es algo absurdo, pero hay gente que prefiere destruir
el planeta por tener unos dólares más. ¡Bien cojudos que somos! Y festejamos.
Es una
muestra del egocentrismo del ser humano.
Sí. La sed de la codicia en su máxima
expresión, pues: contra las comunidades nativas… Es un factor nuevo que ha entrado.
(El nativo amazónico) es muy comunitario, es muy social: yo cazo para todos, yo
pesco para todos. No quiero tener la mejor casa para (lucirme ante) los demás.
Que esté bien mi casa y ayudo a los demás. Hay una cuestión de compartir. Es
muy primitiva, pero es lo más saludable que hay. Cuanto más hemos avanzado, más
avanzó el egoísmo y la codicia. Hemos llegado a niveles de espanto.
Y tú
justo muestras en varios de tus cuadros la contaminación petrolera.
Sí, es lo que me ha venido. Siempre me ha preocupado
mi entorno social, un poco la cosa política también. Soy bastante activo en las
redes. Por temporadas.
Sumamente
activo. Posts todos los días.
Por temporadas. Ahora he bajado un poco. Más relax
ahí. Hay épocas que sí. Lo que pasa es que la indignación es grande, la verdad.
Yo no acepto la injusticia.
Eres
un influencer.
No lo sé.
No
estás pendiente.
Ni siquiera veo cuánta gente me ve. Pinto,
miro, jodo, sigo pintando, digo lo que tengo que decir. Pero trato cada vez
menos. Trato de no indignarme demasiado, porque no es bueno para la salud.
Todavía tengo mucho que hacer.
En
varias entrevistas has mencionado que te va a faltar vida para hacer todo lo
que quisieras.
Sí, tengo demasiadas ideas. Tengo más de 120
cuadros en la cabeza. Con eso ya tengo como para un par de años de trabajo. Y
cada día me vienen más ideas. Y no solamente pinturas. Hay esculturas,
performance, libros, propuestas, proyectos. Hay un montón de cosas.
Tú
pintas varios cuadros a la vez porque es tu estilo, tu forma de trabajar.
Sí, lo que pasa es que hay muchas ideas y, a
veces, uno cuando empieza a pintar un cuadro, se te coló otra idea o, a partir
de un trazo, de un color, se viene a la cabeza una nueva idea que está guardada
por ahí, en el fondo o en el inconsciente. Y, entonces, necesito empezarlo. Y
aprovecho la viada. En una semana puedo empezar cuatro cuadros o cinco y voy
haciendo bocetos, voy haciendo acuarelas por acá, me siento un ratito. Soy muy
activo. Aunque no parezca, mi trabajo es muy violento, muy rápido. Yo voy muy rápido.
Y a pesar, incluso, que hay mucho detalle en algunos cuadros, todos esos
detalles van muy rápido. Y es muy físico. Es decir, yo no puedo trabajar
sentado. Necesito estar parado y me muevo, mezclo. Necesito mucha actividad
física y termino agotado en la tarde.
¿Con o
sin música?
Con música. A veces, silencio.
Y
cuando es con música, ¿algún tipo de música en especial?
El cuadro me va pidiendo, pues. Por ejemplo,
una serie que trabajé en París hace muchos años, que había mucho fondo negro, era
una serie de sesenta cuadros y, prácticamente, todos los hice con la “Sinfonía
Patética” y el “Réquiem” de Mozart, porque me daban el clima necesario. Otros
me piden salsa, otros cuadros me piden música más ligera, mucha música clásica
y mucho jazz, más que nada.
Esas
hermosas mujeres amazónicas (de tus cuadros), ¿qué música te piden?
También pongo música amazónica, claro. Pero mis
trabajos se acompañan bien con música clásica.
Es
evidente que la Amazonía ha influido en ti, en la mayoría de tus obras, pero yo,
más bien, quería preguntarte, ¿cuál ha sido la influencia que han tenido esos
tres años en Barcelona y esos quince años en París en tus obras? ¿Hay esa
influencia?
Sí. Mucho. En Europa dicen que mis personajes
son indias, pero que mis colores son mediterráneos. Estos ocres, tierras, amarillos,
esos contrastes, son muy mediterráneos. Son colores que se ven mucho en el
Mediterráneo. Y también me han dicho que mis amazónicas tienen cuerpo de
italianas. Piernas largas y todo eso. Pero eso no me preocupa.
Voluptuosas.
Sí. La vida para mí ha sido un río muy natural
y tranquilo. Yo no me he propuesto ser artista, yo no me he propuesto “voy a
tomar el tema amazónico, el tema de los mitos”. Todo ha venido naciendo o
sucediendo de manera natural. Más bien, yo me he dejado llevar por la vida. No
ha sido una propuesta, una decisión personal: “Voy a hacer esto”. No. Yo he
dejado que la vida me lleve hasta donde estoy.
Además,
era inevitable porque, como tú contabas en algunas entrevistas, tenías mucha facilidad
para retratar desde niño.
Sí.
Y tu
padre te llevó a la escuela de Bellas Artes.
Es lo único que sé hacer mejor. Me gusta mucho.
A los
nueve años te llevó tu padre.
Claro. Mi primera exposición fue a los once,
ja, ja...
Es un
apoyo familiar total.
Claro. También un poquito de castigo. Es decir,
como pintarrajeaba toda la casa con tizas, lápices, de todo, entonces “anda
mejor a dibujar allá”. Mi padre, como italiano, es un campesino italiano, pero
tenía mucha sensibilidad social, mucha sensibilidad artística. ¿Qué es lo que
pasa? Viajas por Italia, por donde vayas, a los pueblos más pequeños, ves
bellísimas esculturas, la arquitectura es una maravilla, el orden. Toda la
gente tiene obras, cuadros en su casa, por herencia o no sé, pero mucho arte
ves en la calle, en las ciudades. Hasta en el campo, hasta en los pueblitos más
pequeños. Es muy natural para un europeo, para un italiano, que un hijo se
dedique al arte. No es un trauma, como pasa acá.
Como en
el Perú.
“¡Mi hijo quiere ser artista!”, como si fuera casi…
Una
maldición.
…un ladrón, un tipo marginal. ¡Qué peligro!
Debajo
del puente lo imaginan ya.
Claro. Mi padre no tuvo eso, mi madre tampoco,
felizmente. No sé si ellos hablaron… Al contrario, me han apoyado siempre.
Pero
siempre hay alguien en la familia… Tu abuelo, bisabuelo, ¿alguien dibujaba,
pintaba? ¿De dónde venía el lado artístico?
Ni idea. Hasta donde yo sé, nada.
Quería
mencionar el hecho de que en tu exposición actual “Entre el semicielo y el
semimundo” hubiera estado la ministra de Cultura Ulla Holmquist y también
hubiera estado el presidente de Petroperú, es un honor que, evidentemente, tu
pintura merece, pero ¿te ha hecho reflexionar ya al nivel que estás llegando
como artista? Si bien es una cosa natural que se ha dado en tu vida, pero ¿eres
consciente de que eres una de las caras visibles y más representativas del arte
contemporáneo peruano?
Sí (sonríe). Lo pienso, pero no me preocupa
demasiado. Más bien, creo que sí te hace, un poquito, ser más responsable. Es
decir, sobre todo con la gente, con los jóvenes, que tienen mucha curiosidad.
Ha habido mucha gente joven de Bellas Artes, estudiantes, han ido muchos
colegios también a la muestra. Entonces, hay una curiosidad de conocer qué es
lo que piensan, piden consejos. En ese sentido, hay que ser responsables. Por
más que uno traiga ideas osadas o diferentes o contestatarias, como le llaman,
pero con los jóvenes hay que ser muy responsables. Yo lo he sido. No he tenido
grandes apoyos. Me hubiera gustado tenerlos, seguramente. No conocía grandes
artistas cuando yo era joven, pero sí te da esa responsabilidad. Una de las
responsabilidades que te da es de hacer mejor obra todavía. Hay cosas que tengo
que replantear. De repente, por un tiempo, los mitos no van a estar muy
presentes. De manera indirecta sí. Hay una serie de obras que quiero hacer.
Nuevos colores quiero ensayar, nuevos espacios de búsqueda. En eso ando. A
veces, es un momento de reflexión, pero está bien.
Muchos
artistas llegan a cierto nivel de reconocimiento y les da por la vanidad y a
otros les da, como tú has explicado, por la responsabilidad. Felizmente, tú lo
has tomado por el lado responsable.
Claro, todo artista es un vanidoso. Unos lo
disimulan mejor que otros. Eso es cierto, porque hay una dosis de ego que
necesitas para dedicarte. Lo que tienes adentro, sacarlo, exhibirlo y ver la
manera de vivir de eso. Es una dosis fuerte de ego y de aventura. Un espíritu
aventurero muy fuerte. A mí esas cosas nunca me han preocupado. Incluso, en una
exposición más grande que hice, en mi primera, que fue en el Museo de Arte
Italiano. En Perú ya he expuesto, prácticamente, solamente en museos. Son siete
exposiciones que he hecho en el Perú en toda mi carrera, tengo más
exposiciones fuera. Cuando fue la gente, entonces me decían: “Pucha, la gente
te (ha venido a ver)”, pero no me afecta mayormente eso. Me siento bien. No me cambia
para nada.
¡Qué
bueno! Acá entra el nexo que tú has tenido -y me parece fantástico- con la
literatura peruana. Revisando uno de tus hermosos catálogos -porque son una
maravilla-, hay muchos nombres importantes, pero tres que yo respeto mucho, y
me parece genial que hayan escrito sobre tu arte y sobre ti, son: César Calvo,
Antonio Cisneros y, sobre todas las cosas, Arturo Corcuera. Que me parece el
mejor poeta, de los últimos cincuenta años, del Perú.
Los tres ya partieron, pero los tres han sido muy
amigos míos. Más que todo por Calvo. Yo lo conocí muy joven a él. Yo tenía
veintiún años. Y lo fui a buscar porque había salido Ino Moxo (en 1981), a
hablar, porque había unas cosas que no me cuadraban en el libro. Comenzamos a
conversar entre cervezas y en un bar en el centro que se llamaba La Capilla. Se
llamaba, ya no existe.
¿Centro
de Lima?
En el Centro de Lima, jirón Lampa. Y estuvimos
horas y horas ahí, hablamos largo y nos convertimos en grandes amigos. A los
pocos meses, él me prestó un apartamento que tenía en Chaclacayo para que yo
vaya a pintar ahí, porque no tenía taller, y se apareció con sus maletas y
convivimos prácticamente tres años. Y ya por él conocí a Arturo Corcuera, a
Reynaldo. Con Toño Cisneros es diferente, más que todo por un tema periodístico.
También fuimos muy amigos. Con Rodolfo Hinostroza también hemos sido grandes
amigos. Lo he llevado a Iquitos. Incluso, cuando Toño fue a París, fue un par
de veces a mi casa. Con la generación del 60 yo he tenido, a pesar que eran
veinte años mayores que yo, un acercamiento muy fuerte, una identificación.
Hasta me consideraban del grupo. De la misma manera -me pasan esas cosas-,
cuando llegué a Barcelona, a las tres semanas yo era muy amigo y éramos un
grupo que nos reuníamos todas las semanas en casa de Juan Marsé. Estaban José
Agustín Goytisolo, estaba Félix Grande, Mariscal -que es un gran artista de
allá-, el mismo Juan Marsé. Era todos los jueves a tomar vinos y a conversas y
a pasarla bien. Me adoptaron en el grupo también muy rápidamente. Yo era mucho
menor que todos ellos y era el único que no era escritor, además. Así voy conociendo
gente, no sé cómo…
Pero
seguro conoces mucho sobre literatura…
Sí.
…para
que los escritores españoles también te hayan adoptado.
He leído mucho. Bastante. Eso es lo que más me
apasiona. Y leo mucha poesía. Eso también es una de las fuentes de mi trabajo.
Porque
los escritores, en ese sentido, son bien sectarios. Cuando ven que alguien no
sabe de su mundo o área, lo apartan.
Sí, conozco. Con el mismo Marco Martos tenemos
una amistad muy antigua, pues.
Que
también ha escrito sobre tu trabajo.
Sí. Tiene muchas cosas escritas sobre mí.
Si
bien lo que ha escrito César Calvo me parece muy bonito, pero que Corcuera te
haya escrito “Fábula de Gino y la runamula”… El final me parece maravilloso.
Dice: “Todo lo dotó a Gino de alas, le proporcionó óleos y aceites para el gran
vuelo creador. / Los pelos de marta de su pincel se revuelven en un enjambre de
luciérnagas”. Mejor elogio creo que para un pintor no existe.
Con Arturo hemos sido grandes amigos. Con
todos, con Rosi, con sus hijos. Con Javier somos también una amistad muy
antigua. Lo conozco desde muy pequeño. A las hijas también, a Rosamar, a
Nadiana… No sé si has ido a la casa de Arturo, en Chaclacayo.
No.
Pero tú sí has ido bastante. Vi tus fotos en Facebook.
Iba mucho y de muy joven. Podía llegar todos
los fines de semana. Incluso, cuando yo vivía en Francia, venía a Lima por dos,
tres semanas e iba a alojarme a casa de él, en una especie de torreón con cuarto,
que era mi cuarto, separado para cuando yo pasara por Lima. Paraba más en
Chaclacayo que en Lima cuando venía por acá.
¡Y qué
increíble que sus hijos (estén ligados al arte)! Rosamar, sobre todo, y Javier
en el cine. Rosamar es una artista fantástica. En tu caso, tus hijos, ¿alguno
ha seguido tu arte?
Mi hijo hace un poco de música, mi hija dibuja,
pero los dos son economistas. Mi hijo es experto en finanzas internacionales.
Pero tiene un espíritu de artista, porque permanentemente va a galerías,
museos. Está muy interesado en la vida cultural. Porque la mamá de ellos
también ha sido muy ligada a la cultura.
¿Ha
sido artista su mamá?
Escritora. Lingüista y filóloga. Semióloga
también.
¿Puedo
saber su nombre?
Ana Gabriela Fuentes. No llegó a publicar, pero
sí es una persona que está muy vinculada al mundo de la cultura, del arte, la
literatura también. Mi hija está en París y mi hijo está en Luxemburgo.
¿Los
llevabas tú cuando eran niños a las galerías, a los museos?
Sí, claro. Bastante. Sí iban conmigo. Les
gustaba y les gusta hasta ahora.
¿Han
venido para esta muestra en el Ministerio de Cultura?
No han podido. Ahora no pueden viajar tan
fácilmente. Ya tienen trabajos serios. Mi hijo es manager de un banco allá, en
Luxemburgo, pero sí está pendiente, pregunta, manda videos, fotos. Tenemos una
comunicación muy bonita.
Y el
Facebook te mantiene en contacto.
El Facebook también. Las redes, el teléfono. Estamos
permanentemente comunicados. Eso es lo bueno.
También
quería mencionar que Alberto Fuguet, el escritor chileno, había escrito sobre
ti. Quería leer el fragmento final de lo que había escrito y de ahí preguntarte
algo. Fuguet decía en el texto “Sudar colores”: “Cecarelli es de esos pocos
artistas con que uno se topa que no solo no le teme a la vida o se esconde o
angustia por ella sino, muy por el contrario, la celebra, la goza y tiene claro
que no tiene demasiado tiempo para sacarle todo el provecho. Quizá por eso pinta.
Para vivir aún más”. ¿Realmente por eso pinta Gino Ceccarelli?
Sí, me conoce. Lo que pasa es que hicimos una
amistad muy simpática con Alberto allá, en Iquitos. Porque había el proyecto de
hacer una película, que quería hacer él y, al final, se truncó. Viajaba mucho, nos
hicimos muy amigos. Él ya conocía mi trabajo. Porque yo he hecho varias
exposiciones en Chile: en Santiago, Valparaíso, Viña del Mar también. Cuando
nos conocimos fue grato. A mí me gusta la obra de él. Nos hicimos muy amigos. A
todo esto, hace años que no lo veo. A veces, a los mejores amigos no se les ve
muy seguido.
Sí,
pues. Pero siguen siendo los mejores amigos.
Sí. Me encontré después de casi veinte años con
mi amigo Ricardo Ramos Tremolada, que está en Lisboa. Cuando teníamos
veinticinco años, sacábamos un suplemento cultural que se llamaba “Hipocampo”.
Y fue un trabajo de un año, una maravilla que hicimos ahí. Trabajamos durísimo
y fuimos amigos para siempre. Después de veinte años llego a su casa y me
recibe como si nada: muchos vinos y mucha conversación. El cariño igual, hasta
ahí.
¿Qué
se publicaba en “Hipocampo”?
“El Caballo Rojo”, una revista cultural que
dirigía Antonio Cisneros, había cerrado. Entonces no había ese espacio. Te
hablo de los años ochenta. No había un espacio para el mundo del pensamiento,
de la cultura, de la reflexión, del arte. Y nosotros decidimos tomar un poco la
posta en “La Crónica”, que era diario del Estado. Acababa de entrar el primer
gobierno de Alan García, entonces nos dieron las facilidades de sacar un
suplemento allí. “La Crónica” no lo leía nadie, pero el domingo que salía “Hipocampo”
se vendían más de veinte mil ejemplares.
Excelente.
Y fue un buen trabajo porque jalamos a mucha
gente. Entre ellos, Marco Martos. Un montón de escritores. Yo llamaba a todos
mis amigos y escribían ahí. Fernando Vivas empezó a escribir de cine allí. Yo
lo jalé, pues. Lo busqué porque sacaba una revista en la Católica que se
llamaba “Hablemos de cine”, algo así. Eran muchachos. Lo jalé y comenzó a escribir.
Y fue una experiencia muy interesante. Yo no guardo ningún (ejemplar). No tengo
costumbre de guardar nada. Por ahí debe haber algunas cosas.
Quería
terminar, mencionando el tema de tus múltiples influencias familiares. Que tu
padre tenía un restaurante italiano en el que invitaba vino a los niños, tus
amigos, cuando eras niño.
Más a los hijos (ríe).
Y que tu
bisabuela materna era una india omagua.
Sí.
Todo este
crisol de culturas… Imagino que siendo tan fuertes las culturas italiana y
amazónica, ¿hay momentos en que te puedes separar de eso? Porque debe ser
increíblemente fuerte tener todo esto en la mente.
Es tan fuerte que se hace inconsciente. No eres
consciente en tu quehacer.
¿Nunca
has tratado de escapar de eso?
Aquí he vivido mucho tiempo también, en Lima. Pero
no me siento limeño para nada. Al contrario, no sé si tú sigues un poco (mi
Facebook), yo soy crítico de la cultura limeña, del acento limeño.
Todo
el tiempo.
Que me parece feísimo. Ese “aj”… Esas aspiradas
que hay de asco. Y más ese acento quejón y lloroso y engreído que tiene el
limeño cuando habla. No todos, pero…
Pero es
un sector de Lima.
Son sectores de Lima, eso es cierto.
Clase
media, alta.
Ese de clase media, alta, es feísimo. Yo me
divierto con eso. Reivindico, pues, el acento amazónico, que me parece mucho más
delicioso y poético, si quieres.
Más
musical también.
Muy musical. Como los buenos versos: siempre
son musicales. Pero no me preocupa eso. Por eso cuando me preguntan ¿cuál es tu
nacionalidad? En realidad, yo nací en Brasil.
En un
pueblo que un día aparecía y otro día desaparecía.
Sí. Benjamin Constant. Es una gran ciudad
ahora. Cuando me preguntan ¿qué nacionalidad tienes? Yo siempre digo
“amazónica”.
No
eres peruano, entonces.
Peruano, amazónico, medio brasilero y medio
italiano también. Pero amazónico. Uno es producto, al final, de sus obras
también. De lo que haces. Tú eres quien haces y qué es lo que haces. Eso es, un
poco, el reflejo de lo que eres. No necesariamente lo que uno anda diciendo o
pregonando. Porque, a veces, tus actos demuestran todo lo contrario o
demuestran otras cosas. Que los cuadros digan lo que tengan lo que decir.
Ahora, en esta exposición he tenido la suerte de que, hasta el día de ayer, han
ido casi 18 000 personas a ver la muestra. Me sorprendió mucho la enorme
asistencia que ha tenido esta exposición. Y algunas veces que he ido, me
parecía… Voy a mediodía y parece que fuera la inauguración, porque hay 200, 300
personas dentro de la sala. Y sábado y domingo han pasado más de mil personas
por día. A veces, me pongo detrás de las tres, cuatro guías que yo había
preparado y tenían un trabajo bien pesado. Me ponía a escuchar los comentarios
que hacían. Preguntaban si Ceccarelli está vivo todavía o se murió. Y yo les
pedía a las guías -que es lo que yo hago, a veces- que le pregunten a la gente
qué entienden de ese cuadro, qué cosa les dice el cuadro, que ellos busquen la
historia al cuadro. Mi cuadro es narrativo, si quieres. Y es un poco lo que es
la literatura oral, que es lo que prima en la Amazonía. Son narraciones. Entonces,
eran unas historias maravillosas. A veces, mejores que las mías. De niños que
imaginaban, por ejemplo, ¿por qué están cargando a la sirena? La están sacando
del agua. ¿Por qué se llama “Cazador de sirenas”? ¿Qué cosa ha hecho? ¿Está
muerta, está viva, por qué? O de “La gran boda”: ¿por qué ella está triste y él
está alegre? ¿Qué ha pasado? Y la gente entra a unas historias que son de
maravillas. Entonces, la capacidad de fabulación que tiene el peruano, en
general -y mucho, sobre todo, gente de provincias-, me parece impresionante. Conozco
más la cultura amazónica que la andina, pero el amazónico es muy plástico. Tiene
mucha facilidad para el baile, la coordinación, la música y para la plástica. No
es casual que en los últimos diez años haya una especie de boom de la pintura
amazónica, del arte amazónico.
Rember
Yahuarcani, Brus Rubio.
Rember, Brus, Harry Chávez, Graciela Arias. Hay
un montón de gente y allá hay más. En Tarapoto se está gestando un movimiento
de grandes artistas, muy interesante. En Moyobamba también, en Chachapoyas
también hay buenos artistas. Quiero ir a Puerto Maldonado, ¿qué es lo que está
pasando con el arte amazónico en esa zona que muy poco sabemos, muy poco
conocemos? Por ejemplo, en Tarapoto hay un gran movimiento de los cuerpos
pintados, que a mí me gusta mucho.
El body painting.
Sí. Es un arte efímero, porque desaparece al
día siguiente, pero hacen maravillas. Son gente muy despreocupada de hacer
grandes propuestas, de trabajar con grandes galerías o vender. Se divierten y
lo hacen bien. Gente muy humilde y hacen buenos trabajos. Técnicamente, son muy
buenos. Lo interesante también es que hay mucha variedad en cuanto a propuestas
estéticas, no solamente como tema. Si ves el trabajo de Rember, Brus, Harry
Chávez, Christian…
Bendayán.
Claro, de Bendayán y otros más, son propuestas
muy variadas. El abanico es grande. No es una sola corriente. Se va a gestar
algo más interesante todavía. Ya no es una moda el arte amazónico sino que es
como un movimiento.
Mencionaste
que hay una fuerte corriente de cuerpos pintados, de body painting ahí, en la Amazonía. Es algo que ellos han hecho
desde siempre. Porque siempre se han pintado.
Sí, esa es una cosa que se ha aplicado. Los yaguas,
los huitotos, los ticuna… Hay ciertos tatuajes que se hacían. Es de manera muy
natural. Ahora, si la influencia viene ancestral o europea, no importa. Se
están haciendo cosas bien y la oferta es muy grande. Son decenas, quizá más de
cien artistas, ahorita, que andan por toda la Amazonía y están haciendo
trabajos de calidad. Eso es lo que aprecio. Voy a ver la manera de rescatar y hacer
que lleguen un poco más a grandes plazas. Porque, lamentablemente, en el arte
Lima sigue siendo el Perú. En Barranco, Miraflores, San Isidro están
concentradas las diez galerías importantes. Deciden lo que pasa en el Perú.
En ese
punto me interesaría tu opinión porque siempre es discordante o muy propia, no
busca caer bien a nadie. Eso me parece genial. Por lo mismo que no tienes lazos
tan limeños.
Sí.
En
tres distritos -exactamente, Barranco, San Isidro y Miraflores- se concentran
la mayoría de exposiciones. Al final, en las pocas revistas o periódicos que
tienen alguna sección de cultura y que publican listas de arte, aparecen
exposiciones únicamente de estas galerías. Y del centro de Lima, solamente del
MALI.
No hay una guía de arte del Perú. Todo está
dedicado a Lima. Entonces, si un artista ahorita decide ir a vivir a provincia,
en dos años desaparece. Se olvidan de él y chao. Si no estás en Lima, no
existes. Hay que ser bien francos. A mí no me da temor, tú sabes, decir las
cosas de frente. Y el arte peruano, más si es contemporáneo, se concentra en
Miraflores, Barranco, San Isidro. Y se acabó. Es como si el Perú perteneciera a
tres distritos, que es una millonésima parte del territorio peruano. Y también
hay mucha pereza de muchos críticos, curadores, historiadores, de ir a
buscarlos a provincias. Se sientan acá a esperar que se aparezcan los artistas
y esa no es la labor realmente. Pienso que hay que ver el ámbito en el cual se
desarrollan las cosas. Por ahí alguno viaja cuando ya es conocido, pero nadie
va a buscar. Vayan a buscar lo que está pasando con el arte nacional, lo que
está pasando con los artistas en Cajamarca, en Chota, en el resto del Perú. Lima
y el resto del país… Las “zonas alejadas del Perú”. ¿Qué es eso de “alejadas”? Alejadas
de Lima, ¿no? Todavía es un concepto que se maneja. Yo soy muy cuidadoso en
eso. Hay cierta pereza. El crítico está sentado a ver quién expone en una buena
galería y hacer un comentario bueno o no, si le agrada o no, pero son incapaces
de viajar. Hay que decirlo. Hay que viajar y hurgar qué es lo que pasa en
Tumbes…
Pero ni
siquiera dentro de Lima, porque hay diez, doce distritos que organizan
exposiciones y solo comentan de tres distritos, que son los que has mencionado.
Y del centro de Lima: del MALI. Nada más. Se acabó.
Hay un artista que me ha criticado. No ha ido a
mi exposición, pero me ha criticado, lo cual me parece sumamente divertido. Es
de una osadía maravillosa. Hasta ingenuo, tierno. Criticas esa exposición sin
ir a verla. Eso me parece una maravilla.
Es una
necedad total.
Sí.
También
hay un tipo de periodismo cultural -debo ser crítico con mis compañeros de labores-
que se dedica a hacer crítica de arte a través de fotos. Le mandan la foto de
la exposición y ya hacen toda la crítica de arte, cuando es totalmente distinto
verla por foto (que en directo). Se pierde todo.
Es parte del folclorismo.
Y
hacen la crítica y los listados anuales. Pero, ¿cómo es posible, si el tipo ni
siquiera ha ido a la exposición? Le han mandado las fotos y se acabó. Eso
también está mal.
Sí, eso es muy malo. Tienen que ir a ver, a
visitar los talleres de los artistas, ver la calidad del trabajo que tienen,
con qué materiales trabajan, cómo es. Conversar más. No solamente es un punto
de vista lejano y neutro, que yo desde mi sillón puedo hacer mi clasificación.
¡Tienen que ir! Como lo haces tú o como lo hacen otros también. Hay que ir a
ver, tocar, acercarse, cómo maneja el color, los formatos que trabaja, si están
bien montadas las exposiciones, si hay un problema de luz. Todo eso le sirve al
artista también. Les guste o no, hay gente que es muy crítica, está en su
derecho y me parece bien, pero tienen que ir a ver, pues. Yo no puedo hablar de
un libro de poesía solamente por haber visto la portada.
Exactamente.
Un poco eso es lo que pasa.
Y mi
última pregunta. Tú que has estado en los dos lados, en el del Estado, cuando
has sido director del Instituto Nacional de Cultura de Loreto, y como artista,
¿cómo sientes que es esa relación entre artista y Estado? ¿Cómo has sentido que
se desarrolla eso en nuestro país?
Yo fui director del INC de Loreto en una época
cuando el presupuesto era malo. El presupuesto para el departamento de Loreto
no pasaba de 7000 soles por mes. Yo ganaba 1600 soles por mes. Era por
servicios no personales, a pesar de que yo entré por concurso. ¿Qué apoyo yo
podía dar a los artistas o a la cultura en el departamento, que es un tercio
del Perú? Tenía seis personas que trabajaban conmigo doce (horas)… Un
arqueólogo, una administradora, el resto eran gente que estaban así,
improvisados, que tenían mucha vocación por el arte, pero no lo conocían a
profundidad. No había presupuesto para viajar a lugares como Contamana, la
frontera. ¿Qué es lo que pasa en la frontera? No solamente a nivel de arte sino
a nivel de la cultura. Y la cultura, tú sabes, que atraviesa de manera
transversal todas las demás formas de conocimiento. Entonces, traté, primero,
de conseguir un local decente, tener mucho más personal, tener computadoras, más
información y planos. Y había que trabajar, pues, con las otras autoridades,
convencer de que destinen un poco de presupuesto, de que apoyen un proyecto. Se
logró algo. Yo creo que avancé bastante, pero era difícil. Ahora hay un poquito
más de facilidades, pero igual es muy difícil. Claro, seguramente yo lo veo
diferente, porque yo nunca postulé a una beca, nunca tuve un beneficio de parte
del Estado. Nunca busqué nada. Siempre he viajado con mi plata, los proyectos
los he hecho con mi plata. Además, no tengo el reflejo de ir a buscar, de hacer
un proyecto para pedir apoyo. Pero sí hay gente que sí necesita apoyo. Hay
proyectos que merecen un gran apoyo. En general, casi todos, pero es difícil.
El presupuesto no llega y hay mucha incomprensión. Hay un sentido del desperdicio
de la cultura. Hay prioridades más importantes. Siempre se habla eso, pero
tampoco se avanza en otros lados. El problema es muy complejo, pero creo que el
Estado sí sirve. El Estado mismo también debe hacer proyectos de avanzada y consultar
con artistas. No es solamente sentarse a esperar que los artistas se aparezcan
con proyectos, a ver si les apoyan o no. Yo creo que sí debe sentarse el Estado,
el Ministerio (de Cultura), con los artistas, y no solamente de Lima, para
poder avanzar.
Gino,
te quiero agradecer tu tiempo…
De nada.
…y tu
buena disposición. Nuevamente, te felicito por la magnífica exposición que has
presentado en el Ministerio de Cultura.
Gracias.
Y
esperamos que sigas exponiendo muchos años más y sigas haciendo tan buen arte
como lo vienes haciendo.
Te agradezco, Gianmarco.
Gracias,
Gino.
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