“Comprometerse es casi una necesidad”
Entrevista
y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán
Víctor Delfín (Piura, 1927) es uno de los artistas más importantes
y premiados del Perú. Acaba de ser reconocido, en julio de este 2018, como Personalidad
Meritoria de la Cultura por parte del Ministerio de Cultura. Este destacado pintor
y escultor bellasartino, que tiene una lucidez y energía asombrosas para su
edad, realizó su última muestra individual de arte “Del cerro San Cosme al
puente Brooklyn” en el Centro Cultural Inca Garcilaso, hasta fines de enero del
presente año.
Sus obras han sido expuestas en galerías y museos de Estados
Unidos, Brasil, México, Colombia, Ecuador, República Dominicana y el Perú. También
hay obras suyas en parques y estaciones de España, Chile y Ecuador. Y su impactante
escultura “El beso” (1993), que está en el Parque del Amor de Miraflores, es
una de las obras públicas de arte más famosas de todo Lima. Asimismo, ha
recibido el Premio Nacional Fomento a la Cultura (1956), el Premio Nacional de
Pintura Ignacio Merino (1959), el Premio Bienal Nacional de Artesanía Contemporánea
(1967), la Medalla de la Orden Nacional al Mérito en el Grado de Oficial (2000,
Ecuador), la Orden del Sol del Perú en el Grado de Comendador (2001), la
Condecoración Bernardo O’Higgins (2002, Chile) y el Summa Cum Laude por la Fundación Sebastián A.C. (2016, México).
Esta extensa entrevista -sobre arte, política y su vida
familiar- al maestro Delfín fue realizada en su casa taller de Barranco, a
principios de año, cuando el presidente era Pedro Pablo Kuczynski, quien había
indultado el 24 de diciembre de 2017 al corrupto expresidente Alberto Fujimori (que
estaba condenado a 25 años de cárcel por las matanzas de Barrios Altos en 1991 y
La Cantuta en 1992, así como por dos secuestros, a un periodista y un
empresario, en 1992). La sociedad civil organizó marchas, donde la mayoría eran
jóvenes, en las calles para protestar contra este indulto negociado por puros
intereses políticos. En las siguientes líneas, Delfín critica duramente el nefasto
accionar (desde hace años) de la familia Fujimori en la vida política nacional
y, en general, de nuestros pésimos y no pocas veces delictivos representantes políticos.
El renombrado artista empezó a acudir a las marchas cuando ocurrió la masacre
de los nueve estudiantes y el profesor de La Cantuta por parte del grupo paramilitar
Colina. Desde entonces es un acérrimo opositor del fujimorismo.
Muchísimas
gracias por la oportunidad. Es un honor poder entrevistarlo. La exposición que
ahorita está realizando en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega, si
bien tiene obras del año pasado, tiene muchas que son antiguas, de los años
noventa, ochenta. ¿Es una pequeña retrospectiva esta exposición?
No era la idea. Las ideas cambian, pues, porque el tiempo
no es lineal. Hay un tema que me preocupa con los jóvenes, sobretodo: la idea
de que si son pintores no pueden hacer escultura, si son pintores no pueden hacer
artesanía, si son artesanos no pueden llegar a más. Si pueden ser diagramadores,
no pueden hacer grafiti. ¿Qué es eso? No pueden hacer cerámica, no pueden hacer
grabado. Ellos mismos se ponen grilletes o límites para realizar una obra. Y
eso viene de las academias: que la especialidad en el grabado, especialidad en…
¡Tonterías! La creación es algo… A mí no me gusta hablar de arte. No use esa
palabra delante de mí porque la detesto. ¡Creación! La creación es ilimitada.
Ya he repetido mil veces que el ejemplo más claro y objetivo -y las obras están
ahí- es la época del Renacimiento. Leonardo hacía de todo: retratos, pinturas,
armas. Todo. Ofrecía al señor feudal: “¿Qué quiere que le haga? ¿Una pintura de
su amada? ¿Una escultura ecuestre? ¿Un caballo? ¿Un puente? ¿Un arma para tirar
un puente abajo?". Es decir, un menú bien amplio. Eran escultores,
arquitectos y decoradores. Todo a la vez.
Inventores.
Inventor en el caso de él. Y buen cocinero, dicen. Eso es
el ejemplo más extraordinario de libertad. Picasso también es otro de los
grandes del siglo pasado, que hacía grabado. Incluso hizo una obra de teatro. Pintaba,
hacía grabado, cerámicas. Todo. ¿A qué vienen esas limitaciones? Mi idea es
demostrar que se pueden hacer cosas. Yo no soy Leonardo ni soy Picasso. Pero
dentro de mis limitaciones puedo hacer de todo. Eso lo aprendí cuando salí de
la escuela. Aunque el periodo de la escuela en que yo tuve la suerte, la
oportunidad, el privilegio de estar, la pedagogía que recibíamos era tan amplia,
que hasta nos enseñaron qué libro debíamos de leer, qué película teníamos que
ver. Y nos introdujeron al buen cine de los grandes maestros de la época.
Una
educación más integral.
Nos introdujeron a la literatura de la época, la poesía de
la época. De modo que yo he leído de acuerdo a todo eso, aunque yo he sido un
lector desde muy niño. Siempre me ha gustado vivir rodeado de libros. Entonces,
cuando llegué me impresionó esa pluriculturalidad que tenían los profesores. Y (la)
política, que también es otra cosa que la gente se resiste. No hay derecho que
un maestro diga que no le interesa la política. Allí hay un almanaque (señala
hacia una de las paredes de su taller) que me acaban de regalar, por suerte…
De
dramaturgos.
…y me ha dado gusto ver ahí mencionado al dramaturgo Hernando
Cortés.
Peruano.
Uno de los grandes dramaturgos del siglo pasado. Está junto a Brecht, junto a Tennessee Williams. Pero
el detalle es este: que todos han incursionado en política de la manera más
abierta. Bertolt Brecht, Darío Fo, todos ellos. Tienen una preocupación
política.
Usted
también.
¡Por supuesto! Que no me vengan a decir que la política no
interesa. Si una persona esculpe tiene que interesarse por la política, como se
interesa por la naturaleza, por la arqueología. ¡Por todo! Entonces, volviendo
al rollo de la exposición, yo quería demostrar varias cosas, pero no te puedes
tampoco imponer… Me dijeron: “Le vamos a poner un nombre…”, que me gustó, me
pareció muy poético y listo. Pero no era la intención. Incluso, no mandé
algunas cosas de artesanía que tenía, algunos grabados. Es así. Tampoco voy a
quejarme, porque no es mi estilo. Al contrario, estoy muy feliz porque el
montaje ha sido perfecto. Estoy contento porque se han dado el trabajo de
mostrar bien las obras. No mucha cantidad. Lo suficiente para que vean la
variedad que se puede mostrar.
En
varios de sus cuadros uno puede percibir cierta influencia de los muralistas
mexicanos. ¿A usted le interesa esa escuela?
Uno vive lleno de influencias. Acabo de hablar de Tennessee
Williams, Faulkner, Picasso. También podría hablar de Gauguin, Van Gogh,
Toulouse Lautrec. Los que, en cierto modo, nos han alimentado esta inquietud
por la creación. Porque de eso se trata. Hay tanto referente en el universo
plástico, cultural, teatral, musical, poético, que uno ve que la vida es una
maravilla, pero se la echan a perder estos sinvergüenzas que se dedican a la
política barata, la corrupción y el latrocinio. Que van directamente contra los
intereses de los más necesitados. Y eso es lo que tiene que ser: una lucha
constante de los que pensamos. No permitir que se siga abusando de los seres
humanos y enriqueciéndose con patrañas y mentiras.
Claro.
Don Víctor, ¿usted se considera un artista comprometido, así como Vargas Llosa
es un escritor comprometido o no utilizaría ese adjetivo para definirse a sí
mismo?
Pero es que comprometerse es casi una necesidad. No se
necesita leer “El Libro Rojo” de Mao Tse Tung ni Lennin ni Marx para (que) cuando
vean que están maltratando un niño, actuar. No se necesita tanta literatura ni
tanto conocimiento. Es una cuestión, hasta cierto punto, de defensa propia.
Cuando están maltratando un niño están maltratando mi infancia y la infancia de
otros. No hay distinción política, social. Son los niños del mundo que hay que
proteger. Los jóvenes del mundo, no importa lo que piensen, pueden pensar
distinto a uno, pero son jóvenes y no hay derecho a quitarles las ilusiones.
Para mí, los políticos peruanos del siglo pasado, casi todos, han sido sanguijuelas
que han absorbido el élan vital, el compromiso social de los jóvenes. “Bueno
-dicen-, ¡para qué me voy a meter en política!”. No es la salida, pero se les
alienta. Estos valientes jóvenes que salieron a la marcha de hace tres o cuatro
días para protestar porque estaban indignados…
Por el
indulto…
…por el indulto.
…a
Fujimori.
Y por la trapacería de estas gentes. ¿Hasta cuándo vamos a
vivir bajo el estigma de los Fujimori? Hoy día abro el periódico: que “Fujimori
tiene tanto (de intención de voto)”… ¡Qué me interesa a mí eso! El titular del
diario debe ser: “Se ha resuelto el problema de la escolaridad, el problema de
la salud, el problema de los obreros”. Esos deberían ser los titulares. Ya lo
dije una vez: esto no es un imperio del Sol Naciente, esto es una república.
Ahora están jugando entre quién se queda (Keiko o Kenji), como si fuera esto
una chacra, una hacienda de determinados individuos. Además que son corruptos
por naturaleza. Son ladrones, sinvergüenzas, criminales. ¿Eso es lo que estamos
soportando? ¿Hasta cuándo?
Lo que
pasa es que el fujimorismo tiene comprado cierto sector de la prensa desde hace
años.
Pero a mí me importan un pepino los venales. A mí me
importan los que sufren esa venalidad. Ojalá les dé una peste a todos juntos y
acabemos con eso.
Yo le
mencionaba el tema del compromiso, en su caso como artista, porque a muchos
políticos que usted ha mencionado, del siglo XX y ahora del siglo XXI, les
interesa que los jóvenes estén desinformados. Ahora hay muchísima menos oferta
cultural, educativa, en los medios de comunicación.
Por eso está ese aparatito…
Los
celulares.
¡Los celulares! Es una enciclopedia. Ahí te enteras de
todo. Y si no te publican en los periódicos, ahí te publican lo que tú piensas.
En las
redes sociales.
¡Claro!
¿Usted
las utiliza?
A cada rato. Y me parece excelente y me contestan. Me gusta
tener cinco mil y más seguidores. A veces, no puedo porque hasta ponen límites
en eso, pero, en fin. Siempre existe la ley de los contrarios. Todo es
relativo, nada es absoluto. Dentro de esa relatividad nosotros podemos batallar
sin perder el ánimo. Hay que dar la batalla. Hay que salir a la calle. No salir
por nosotros. Yo he tenido una vida espléndida, tengo de todo, pero no me gusta
el abuso, la injusticia, el desprecio por los demás. Eso es. Estamos viviendo
la época del desprecio. Sale la señora (Mercedes) Aráoz a decir que tienen no
sé cuántos millones para darles a los…
Deudos.
…deudos. Eso no es
digno de una persona que alguna vez estuvo en la universidad. Es decir, no hay
delicadeza. Todo es brutal. Eso es falta de cultura cívica, falta de sensibilidad
y viniendo de una mujer todavía es mucho más triste.
Y
falta de empatía también.
¡Qué horror!
Terrible.
Y después, toda esa cantidad de sanguijuelas que están allí
ganando un sueldo: no me preocupa que defiendan toda esa cobardía que hay.
Dicen un día una cosa y mañana otra. Las encuestas: a mí no me ves ni censado
en mi casa. En mi vida me han hecho una pregunta sobre el… Entonces, ¿de qué
encuestas (hablan)? ¿Yo puedo creer en eso? Son como el SENAMHI, que dicen que
va a salir el Sol y llueve ese día.
Es que
su casa también es un castillo.
No, es un lugar donde pueden entrar todos. Usted no
necesita pedir permiso a nadie. No hay un guardián en la puerta.
Hay
unos perritos ahí en la puerta.
No, esos ya están viejos, ni siquiera muerden.
¿Son
sus perros?
No son míos. Son de mi hija.
¿Dónde
comienza su interés por los temas políticos? Usted ha hablado mucho de su padre
Ruperto, que era un hombre inteligente, culto, que tenía muchas virtudes...
Estuvo en El Frontón preso dos años, en la época en que el
aprismo era aprismo. En la época en que se luchaba por las ocho horas.
¿Su
papá era sindicalista?
En esa época pertenecían a un partido y se peleaban. Mi
padre fue despedido de la compañía sin ningún beneficio por revoltoso, pero
nunca se quejó. Y tampoco nos dijo, así, como a una secta: “Sean apristas”. Yo
no soy aprista. Tenía una simpatía por ellos, por mi padre, pero la he perdido totalmente.
No creo ya en esto. Me parecen tan embusteros como los otros. Tan cínicos y tan
sectarios como los otros.
Usted
debe haber ido a muchas marchas, me imagino.
Tengo 25 años marchando.
Desde
el fujimorismo entonces.
Desde el maldito momento en el que desaparecen a los chicos
de La Cantuta. Porque hay tantas tonterías que se dicen. Vamos a suponer que
los muchachos no eran tan tranquilos…
Pero
no era la forma de matarlos tampoco.
Nada explica por qué los mataron así.
Es un
crimen.
Es un crimen. No es un error, pues, señor Kuczysnki. ¡No
diga tonterías!
Eso no
es un error. Para nada.
Ahora resulta que matar a un estudiante y desaparecerlo es
un error. ¡¿Qué es eso?!
Puro cálculo
político para decir eso.
Pero es mal cálculo, porque es estúpido eso. Nadie le cree.
Claro.
Lo que pasa es que él quiere quedar bien con la familia Fujimori.
Que quede bien con su abuela, pero a nosotros no nos va a
convencer.
Tiene
razón. Volviendo al tema artístico, había escuchado…
Al tema de la creación.
Leslie
Lee había dicho en un video que usted le daba un rostro al Perú a través de su
arte. ¿Usted siente que ha podido reflejar esa multiculturalidad que somos
gracias a todas sus obras de escultura, grabado, pintura? ¿Siente que ha podido
lograrlo ya?
No logramos nada. Le cuento una anécdota de un pintor que
yo amo tanto, que es Pierre Bonnard, uno de la escuela francesa, figurativista
como yo: le habían comprado el cuadro, ya lo tenía en un museo y hacía más de
veinte años que no veía el cuadro. Se va un día a la ciudad donde está su
cuadro. ¿Y con qué va Bonnard a este cuadro? Con su maletita de pintura y un
amigo. Y le dice al amigo: “Entretén al celador, al que cuida -un museo con
poca concurrencia-, mientras yo hago lo que quiero hacer”. Mientras su amigo y
colega artista lo entretenía, conversaba sobre arte con el guardián del museo,
él se puso a retocar su cuadro que había dejado de pintar hacía veinte años. Nadie
puede decir que ha llegado a la cúspide, porque si no se moriría el arte. Le
digo cómo es el mecanismo: el mío. Yo empiezo un dibujito mientras estoy conversando
por teléfono, incluso. Como pasa con mis ideas políticas: estoy conversando y
están saliendo las ideas, las anoto y después las desarrollo. Es el embrión del
asunto. Cojo ese dibujito y digo: “Caramba, ¿qué puede salir?”. Servir para
algo: para una joya, un grabado, una escultura o una pintura. Esa es la
génesis. Hago el segundo intento hasta que veo claramente que se presta para un
grabado o una pintura o tal vez un mural. En ese espacio de tiempo en que la
creación me asiste, yo tengo que ejecutar lo que tengo a mi mano. Porque si no
tengo una gran tela no puedo hacer el mural en ese momento. No tengo el
asistente para la soldadura y todo esto: no puedo hacerlo. Entonces, lo dibujo,
lo pinto, hasta allí nomás llega. Pero ya cuando la idea crece más y más y hay
una forzosa necesidad de ejecutar esa idea, ya uno manda a preparar la tela
grande y todo lo demás porque ya se le ha hecho carne la idea. Es un proceso.
En ese proceso, uno está imbuido de todo lo que ocurre en su espacio. No solo
el frío, el calor, la lluvia, el verano, el invierno, sino lo que lee en los
periódicos, lo que les molesta a los compatriotas. Todo eso es el germen. Ese
es el rostro del Perú. Yo no soy francés ni alemán ni norteamericano ni inglés.
He vivido muchos años en Estados Unidos, yendo y viniendo, pero soy un cholo
del Perú. Tengo que expresarme como tal. Aunque me fuera a vivir a Francia cincuenta
años, nunca absorberé la cultura francesa. Tendrían que pasar muchas
generaciones. Tal vez mis hijos y mis nietos. Pero yo, esencialmente, soy un
cholo del norte del Perú.
De
Lobitos.
Me he criado en una compañía petrolera que es un enclave
inglés. ¡Un enclave inglés! Y hay manías que he aprendido de esa historia. Ser
puntual, por ejemplo. Ser ordenado. Cosas que se quedan de la infancia. Porque
en la compañía había orden y puntualidad. Todo se manejaba de esa manera. Ahí
no hay que “más tardecito” ni “nos vemos al mediodía”. No. Ni “en un ratito”
tampoco. Eso no funciona.
La
típica “un minutito”.
O “mañana”, no. No funciona. Así no funcionaba donde yo
vivía.
Para
terminar la entrevista, Enrique Galdos Rivas había dicho que usted “era un
artista de una fuerza telúrica”. Yo le quería preguntar: ¿cuál es la primera
motivación que usted siente en la mañana para tener esa energía a los noventa
años? Es impresionante, realmente. Yo entro y lo veo trabajando ahí (de pie)…
No es tan nuevo esto. Nos retroalimenta. Ojalá todos
hicieran lo mismo. La mayoría de artistas son longevos. Picasso murió cuando le
dio la gana. El arquitecto famoso brasilero a los 105 años.
Niemeyer.
Claro, Niemeyer. Chaplin hasta que prácticamente se hartó
de los Estados Unidos. Lo trataron mal. Se fue a Suiza y ya no pudo… Si no tal
vez hubiera vivido más. En fin. Todos… Porque esto alimenta, es una energía, es
una razón de existir. Yo me levanto con una idea de pintar, de escribir. Algo
me motiva. No puedo quedarme mucho tiempo holgazaneando. No puedo. No debo.
Porque el tiempo hay que emplearlo. En cuanto a lo telúrico, que es una palabra
que no le gusta a Vargas Llosa… Yo lo respeto mucho a Mario Vargas Llosa. Al
menos, hay muchas cosas en que concuerdo con él. Su disciplina, tiene coraje, el
hecho de haberse inmiscuido en la política, demuestra que es un hombre que se
motiva por la cuestión social. Para eso no se necesita ser de izquierda, de
derecha, ni de un costado ni otro sino meterse, introducirse en el problema. ¡Todo
se consigue con coraje! Los cobardes no tienen nada que ver aquí. Los
pusilánimes tampoco. Esos son los encuestados (Delfín pone voz de resignación):
“¡Ah, está bien! Ya, pues, qué vamos a hacer. Hay que reconciliarse”. ¡Qué
manera de manejar las palabras! Reconciliarse es cuando a uno le dan las
explicaciones debidas. En fin, muchas cosas. No me voy a reconciliar con los
fujimoristas jamás.
Y un
cobarde tampoco puede ser un creador.
Claro.
Ningún
creador puede ser un cobarde.
De ninguna manera. Es una cuestión de coraje todo. En sí,
las cosas con coraje. Ahí está Bertolt Brecht otra vez y está Tennessee
Williams dentro de la cosa profunda del ser humano. Eso que se llama “telúrico”
es interesarse. ¿Acaso Szyszlo no era un pintor telúrico? No entiendo la
amistad con Vargas Llosa (se ríe contenidamente). Para telúricos es Szyszlo:
parte de las cosas precolombinas. Lo hace muy bien, magnífico. Lo ha hecho muy
bien. Entonces, yo no entiendo por qué le molesta tanto lo telúrico. Lo
telúrico es ver nuestra historia. Rainer María Rilke decía: “Afortunadamente,
tengo una patria”. Y añade, en algún momento, algo muy grave, muy duro:
“Solamente los delincuentes, los criminales y los aventureros no tienen patria”.
Pero los que amamos esto (señala el suelo con ambas manos) donde hemos nacido,
este lugar hermosísimo que es el Perú, tenemos que defenderlo.
Cierto.
Porque, además, aquí me voy a morir. Y este quiero que sea
el lugar donde yo no reniegue. A pesar de todo lo que ocurre, yo me siento muy
bien aquí.
Le
quiero agradecer mucho la entrevista y gracias por su arte -aunque no le gusta
la palabra-, su creación, y por todo lo que usted ha defendido al país siempre,
con su opinión y sus comentarios políticos.
Seguiremos haciéndolo.
Muchas
gracias, don Víctor.
Es un deber moral.
Gracias.
A usted.
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