“Invertir en cultura significa invertir en sueños, esperanzas, objetivos de cambio”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
El poeta italiano Carlo Bordini (Roma, 1938) tiene una visión reflexiva sobre la poesía, a la cual se ha dedicado con pasión. Sus poemas son agudas observaciones y disecciones de la voluble alma humana, así como de lo difícil que resulta ser poeta en estos tecnológicos tiempos, donde reflexionar es lo último que importa. Él, que está considerado uno de los principales poetas italianos contemporáneos, estuvo en Lima a fines del año pasado y pudimos entrevistarlo con amplitud.
Bordini es, además de vate, narrador y
ensayista. También ha editado dos libros y ha enseñado Historia Moderna en la
Universidad de Roma “La Sapienza”. Colabora con diversos periódicos de su
país y ha participado en festivales de
poesía en Medellín, Bogotá, Granada y Lima. Sus poemas han sido traducidos al
francés, inglés y alemán. Con diez poemarios en su haber -empezó a publicar en 1975,
con Extraña Categoría-, en 2015 fue
publicada su primera antología en español: Polvo,
con un prólogo del poeta peruano Bruno Pólack.
Dialogamos sobre sus valiosos conceptos
acerca de la poesía, los poetas peruanos contemporáneos, su vida feliz con la interesante
poeta Myra Jara Toledo (Lima, 1987), su combativa militancia política del
pasado en Italia, sus estudios de maestría en la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, el amor hacia la poesía que existe en América Latina, la falta de
reconocimiento que sufre -por parte de los jóvenes- la poesía en Italia y su
gran aprecio por el inmortal César Vallejo.
Muchísimas
gracias por la oportunidad de poder entrevistarlo y poder acercarnos un poco a
la poesía italiana contemporánea.
Gracias a usted.
Yo
quería empezar esta entrevista citando a su autor favorito, según lo que he
leído, que es Apollinaire.
(Asiente con la cabeza).
Apollinaire
decía en El adiós -un poema breve-,
en la parte quinta: “Cuando dos nobles corazones se han amado realmente / su
amor es más fuerte que la muerte misma. / Recolectemos los recuerdos que hemos
sembrado / y la ausencia después de todo no es nada cuando se le ama”. Usted
había mencionado que Apollinaire era un gran poeta de poemas de amor…
Sí.
…pero,
al mismo tiempo, era un poeta que teorizaba sin ser demasiado formal, demasiado
académico.
Inventó la palabra “surrealismo”, por ejemplo.
Era el precursor del surrealismo.
Pero
usted, si bien admira a Apollinaire, no es tan surrealista en la poesía que
está, por ejemplo, en Polvo.
No. Es bastante complicado explicar por qué.
Yo tengo varios registros, si se puede decir así, y trato de armonizarlos. Yo
soy un poeta narrativo y un poeta experimental. Tengo varios registros que son:
la poesía de amor, la poesía lírica…
La
poesía social, también.
La poesía social, la poesía de introspección,
y trato de mezclar todo eso. De construir…
Un
corpus poético.
Sí. Trato de unir varias voces que tengo
dentro. En este libro he tratado de lograr algo semejante a una armonía de
todas esas voces diferentes. Pero no estoy seguro de que he logrado hacerlo,
porque hay diferencias de tonos, de argumento, de sensibilidad. He tratado de mezclar
todo eso. En algunos poemas que han definido (como) poemas sociales, en
realidad, yo le pongo una enorme cantidad de autoanálisis. Por ejemplo, el
poema Trotsky es, sobre todo, un
autoanálisis más que un poema social. Siempre mezclo motivos personales o
públicos.
Apollinaire
decía que “ante todo, los artistas son hombres que quieren llegar a ser humanos”.
Sí.
¿Usted
cree que a través de la poesía ha logrado alcanzar un poco más de humanidad, un
poco más de conocimiento de sí mismo? ¿Es eso posible?
Sí, seguramente, un conocimiento de mí mismo
he logrado. Porque, en realidad, yo escribo, a veces, en un estado de trance. No
soy un médium, pero alguien definió mi escritura como un “dormiveglia vigile”.
“Dormiveglia” es cuando uno está entre el sueño y la (vigilia), cuando uno está
despierto. “Vigile” significa poner atención. Es decir, hay mucho del sueño en
lo que yo escribo y he alcanzado una convicción, un convencimiento: que uno, o
al menos yo, no escribo lo que sé. Lo sé después que lo escribo o mientras lo
escribo. En ese sentido, reconozco que la palabra arrastra el pensamiento. Las
cosas llegan de modo natural. Una definición es esa: yo no escribo, yo soy
escrito.
Usted
se deja invadir, entonces.
Sí, exactamente.
Es
más fuerte que usted la poesía.
Sí, pero me ayuda a comprender cosas que yo
no comprendería sin la poesía. La palabra me ayuda a tener conciencia.
Decía
Rainer María Rilke en Cartas a un joven
poeta: “Sálvese de los temas generales y vuélvase a lo que le ofrece su
propia vida cotidiana. Escriba sus melancolías y deseos, los pensamientos
fugaces y la fe en alguna belleza. Escríbalo todo con sinceridad interior,
tranquila, humilde, y use para expresarlo las cosas de su ambiente, las
imágenes de sus sueños y los objetos de sus recuerdos”. Yo le mencionaba este
fragmento de Cartas a un joven poeta
porque su poesía (tiene), en gran parte, estos lineamientos de sencillez, de
Rilke.
Yo me encuentro bien en esas palabras.
La sencillez debe ser la base de la poesía, entonces.
Una vez, una poeta dijo que la sencillez no
es el punto de partida, es el punto de alcance.
De
llegada.
(Asiente con la cabeza) De llegada.
Un fragmento -que está en Vallejo & Company- de su poema Polvo, transmite toda esta incertidumbre sobre el vivir. Me gustó mucho esta parte: “Es lindo no saber. No saber, por ejemplo, / cuánto viviré / o cuánto vivirá la Tierra. / Esta suspensión / sustituye a la eternidad”. La incertidumbre, el no saber el mañana.
El dejarse arrastrar.
Eso
como motor.
Polvo
es un intento de renacer. Es decir, cuando la vida se ha caído a pedazos, cuando
tú has sufrido muchos golpes, esos fragmentos pueden (convertirse) en polvo y
de ese polvo se puede construir una nueva vida. Una vida artificial que no es
la misma que uno ha aprendido. Esa idea de una vida artificial es el recurso de
ese largo poema, donde también hay ideas sobre la ciencia, la filosofía. Un
poco una síntesis, una suma. Se puede renacer donde no hay heridas.
Pero
no desde un punto de vista académico, porque he leído que usted se siente un
poco lejano a la academia literaria.
Sí.
Más
que nada ha tratado de crear su propia forma, sin imitar a ningún otro poeta.
Sí. Quiero crear mis herramientas por mí
mismo. Creo que esa es la única forma. Si uno empieza a imitar, no puede ir
demasiado lejos. Así que hay grandes poetas y hay imitadores, e imitadores de
los imitadores. Los imitadores comienzan a teorizar y a crear una poética, un
grupo.
¿Nunca
ha sido parte de un grupo literario?
No.
Tampoco
sería parte de un grupo.
No. Quería agregar que hay varios grupos
(literarios) y, afortunadamente, tienen estima para mí, para mi poesía, aunque
sean muy lejanos unos de otros. Y eso, naturalmente, me reconforta. Me acuerdo
que una vez, en una presentación, había un crítico que dijo que yo era un poeta
experimental y entonces se levantó otro crítico y dijo que no, que yo era un
poeta clásico. Dos impostaciones distintas se encontraban en mi poesía.
Es
un halago, en verdad.
Sí.
Que
dos vertientes distintas sientan que hay algo de ellos en lo que usted escribe
es un halago total. ¿Siente que su poesía es más aceptada por las nuevas
generaciones -por los menores de treinta años- o por los que tienen de
cincuenta para arriba?
Mi poesía es aceptada por ambos. Hay bastantes
poetas o críticos de edad que están interesados en mi poesía, pero también hay
una cosa que no logran muchos poetas: efectivamente, mi poesía, gusta a los
jóvenes. Y eso es importante. Porque los jóvenes están fuera de las academias,
van más al centro, al blanco.
Van
más a lo emotivo.
Sí.
Me
gustó esta descripción que hace Bruno (Pólack), en el prólogo de Polvo, sobre su poesía. Él menciona: “La
poesía de Carlo Bordini tiene mucho de irónica. La ironía que se puede cultivar
también en los marginados Y así nos demuestra la belleza y la magia de lo
obvio. Del decirnos las cosas importantes con palabras e ideas cotidianas”.
Bruno, aparte de ser su amigo, es un representante de la poesía peruana contemporánea.
¿Usted ha podido acceder a esta literatura contemporánea peruana?
Poco. Yo conozco a Bruno, naturalmente, y estoy
casado con una poeta (Myra Jara). Me interesa Victoria Guerrero, me parece muy
buena. Me interesa la racionalidad de Mario Pera. Además, hay una poeta que me
gusta mucho y que se llama Farfán…
Denisse
Vega Farfán.
Sí, Denisse Vega Farfán.
Otra
Farfán.
Yo he leído, también, poemas de mi editor.
Víctor
Ruiz Velasco.
Son muy buenos. Mi proyecto es continuar
leyendo y conocer mejor, más a fondo, la poesía peruana, porque he visto que
hay una vida cultural muy intensa en Lima. Por ejemplo, esta revista (coge la
que le obsequié y descansa sobre la mesa) es una muestra: Buensalvaje. Y hay muchas librerías, muchos actos de lectura de
poemas. Hay una vida cultural muy viva.
Mencionó,
en una ocasión, que le gustaba que otras lenguas que no son el italiano
(tuvieran) mayor movilidad. El italiano era una lengua un poco estática, que no
cambiaba todo el tiempo, que seguía una cierta formalidad.
Sí.
Usted
me comentaba, de la poesía peruana, que había leído algunos autores, sobre todo
jóvenes. Todavía no ha leído a Blanca Varela, José Watanabe.
Sí, un poco. A Blanca Varela un poco la
conozco, pero quiero leerla mejor.
Usted
está casado con una poeta que ha publicado La
destrucción es blanca (2015), que ha presentado en la librería Sur y,
también, en la Universidad Católica.
Sí.
Aparte
de hacer lecturas con Victoria Guerrero Peirano, la más importante de las (poetas)
jóvenes que hay acá…
Sí.
…porque
ya la han antologado afuera. Incluso, en España, en una antología de Visor (El canon abierto. Última poesía en español,
de Remedios Sánchez García). ¿Cómo es la relación entre una pareja de poetas
que producen? Porque, a veces, uno está retirado y el otro sigue. Pero ustedes
dos producen. Está sacando usted su antología y ella tiene su poemario. ¿Es una
relación sencilla? Yo, por ejemplo, he entrevistado a los pintores Eduardo
Tokeshi y Luz Letts, que son pareja, tienen hijos y los dos producen. Y para
ellos, como creadores, no era fácil tener una vida en común. Entonces, ¿es
sencillo convivir con una poeta?
Sí. No es más complicado que con otra mujer. El
hecho de que ella escriba poemas o que yo escriba poemas no crea ningún
problema. Es lindo porque nos leemos, nos pedimos consejos, así que eso es algo
más en la vida de la pareja. No es una dificultad sino un agregar algo.
¿Se
conocieron ustedes en Lima o en Italia?
En Lima.
Para
la FIP del año 2012.
Sí. Miyra era parte del staff.
Con
Renato Sandoval.
Sí. Del festival se ocupaba de públicas
relaciones, entonces, fuimos amigos y nació algo. Todavía no había publicado ni
se daba cuenta de la madurez que ya tenía. Porque Myra es un caso excepcional.
Es decir, una poeta tan joven, tan madura, tan buena. Realmente, un caso
excepcional, bajo muchos aspectos.
Y la
poesía de ustedes no es similar, porque de lo que he leído de usted, de lo que
he leído de Myra, usted es más reflexivo, ella va como al choque.
Sí.
Sus
palabras son látigos.
Sí.
En
cambio, de usted, sus palabras se parecen un poco más al agua.
Sí.
Uno
puede detenerse un rato y ver (las reflexiones), a diferencia de Myra. De lo
que he leído de ella, sabes que algo te va a pasar cuando la leas, algo te va a
llegar de golpe, de frente. Eso me parece interesante.
Sí. Somos bastante distintos. Hay que aceptar
las diferencias y nosotros vivimos tranquilamente nuestras diferencias. Cada
uno tiene su voz. Es una cosa linda.
¿Cómo
logran sobrellevar la diferencia de edades?
Hay partes de nuestra vida que son comunes,
partes de nuestra vida que son independientes. Es decir, a veces, yo veo amigos
que Myra no quiere ver porque dice que son demasiado viejos. Y ella, a veces,
sale con amigos jóvenes a tomar una cerveza o a bailar. Esa es la única forma.
Usted
no va con ella cuando va a bailar.
No. Si yo imitara la juventud sería innatural.
Y ella (tiene) como mi punto de vista, que no le gusta mucho la academia. En
eso somos muy cercanos.
Son
rebeldes los dos.
Sí, somos rebeldes, efectivamente.
Ese
es el punto en común.
Somos rebeldes, es verdad.
Usted
le ha dedicado, incluso, un poema a su mujer, que he leído que lo escribió
junto al Océano Pacífico. Ella también le ha escrito a usted.
Sí, ella también me ha escrito. Eso es lindo:
que (nos) escribimos poemas de amor uno al otro.
¡Qué
bonito! Cambiando de tema, usted había mencionado en un momento que -porque
usted es catedrático- “el estudio de la historia me ayudó, además, a comprender
la vida”. La historia es su lado académico.
Sí. Es decir, yo fui investigador de
historia, que es el nivel más bajo de los tres niveles de profesores. Porque yo
no quería hacer carrera. Yo quería tener mi tiempo para escribir, así que fue un
equilibrio entre el trabajo universitario y la escritura, que es otra vida. Es
decir, uno hace dos trabajos. Para uno que ha hecho un largo periodo de vida
política, estudiar historia es una cosa simple.
Incluso,
dejó de escribir nueve años por su militancia política.
Sí. Yo he tenido que atrapar la vida por la
cola. Porque cuando yo salí de la vida política a 32 años, yo no tenía nada. No
tenía trabajo, no tenía nada. Y el peligro era quedarse sin nada, ser un…
Un
paria.
Un paria. Entonces, me puse a estudiar -ya
había hecho exámenes- para terminar y elegí historia porque era más fácil. Me
gustaba el medio (cultural) de la literatura.
El
ambiente literario, el ambiente académico.
Que tiene todo un lenguaje suo.
Un
lenguaje propio.
Sí. No me gustaba esa manera académica de percibir a la literatura.
Muy
fría.
Muy fría. Y quería ser libre, escribir en
libertad.
Siendo
trotskista, no había otra cosa que esperar: ese deseo de libertad.
Sí. Y tengo que decir una cosa: yo he sido
muy (impactado) por la universidad como es en el Perú. Es decir, yo (estudié)
una maestría que me hizo hacer Marco Martos y Julio Fabián en San Marcos.
La Universidad
Nacional Mayor de San Marcos.
Era una cosa excelente.
Maestría
en Escritura Creativa.
¡Sí, Escritura Creativa! Es decir, había
mucha gente que eran poetas, narradores, hombres de teatro: hicimos dos horas y
media de discusión muy buena. Eso en Italia no es posible. No hay maestrías de
escritura creativa. Hay, en la universidad, profesores que hablan de poetas
muertos o escritores muertos. Toda una cosa lejana de la contemporaneidad.
Casi
museología literaria.
Sí.
Como
un museo de la literatura.
Yo digo, como un chiste: si entra un poeta en
la universidad, llaman a la policía.
Ja,
ja, ja…
Tal cual, je, je, je… Hay profesores que
hablan de escritores muertos. Los vivos están en otro lado, fuera de la
universidad. En cambio, acá, yo he visto una cosa muy positiva de esa vida
cultural de Lima que estoy descubriendo: muy activa, vital y buena.
Los
poetas acá sí van a las universidades.
Sí.
Yo
recuerdo haber visto a Blanca Varela en la Católica, en el año 98. Y a muchos
otros poetas: Marita Troiano, Luis Fernando Chueca… El poeta que, también, hace
literatura infantil: Jorge Eslava. Sí van a la universidad los poetas.
Eso es muy importante.
No
imaginaba que fuera tan cerrado el ambiente académico literario en Italia.
Por eso yo amo mucho a América Latina, porque
he participado en varios festivales y he podido ver cómo la poesía acá es más vital.
La gente ama la poesía. Hay algunos países, como Colombia, donde los poetas son
personas importantes.
Son
ídolos populares.
Sí. En Italia es incomprensible. Aun sin ser
un ídolo popular a mí me ha pasado, varias veces, de hablar con gente (que
admiraba su poesía). Hay, además, respeto. Gente que no son poetas, van a escuchar
los poemas. En Italia, los jóvenes no van a la poesía. Acá hay muchos poetas
jóvenes. Yo he asistido a una lectura que hizo Myra con Bruno, Victoria y otros
muchos. Una docena de poetas, todos jóvenes. Eso en Italia no pasa. En Italia,
los jóvenes ni saben qué es la poesía. Todo un resultado de la política
conservadora de derecha. América Latina es una sociedad más dinámica. Tiene mil
problemas, pero tiene un dinamismo que invierte en cultura. En Italia, no se
invierte en cultura, es un tabú. La cultura es enemiga, porque la cultura es de
izquierda. Y no invertir en cultura significa ser esclavos de los medios.
Invertir en cultura significa invertir en sueños, esperanzas, objetivos de
cambio. Me gusta mucho este dinamismo. Cosa que muchos en Europa ven que no se
hace.
Incluso,
usted, con ese interés que tiene en la poesía latinoamericana, ha traducido poemas de Ledo Ivo.
Sí.
El
brasileño. Que falleció hace tres años.
Sí.
Y le
gusta la poesía de Gonzalo Rojas, el poeta chileno, fallecido hace cuatro años.
Sí. En Europa, en muchos medios, no todos,
hay todavía cáscaras de la avant-garde
histórica. Vanguardias. La destrucción del lenguaje obvio, normal. Esto que
hicieron los dadaístas, los futuristas. Pero continuando esa línea se destruye
todo el lenguaje, se logra la imposibilidad de decir una cosa simple. Y acá se
pueden decir cosas simples y profundas, tranquilamente, como si fuera la
primera vez que se usa la palabra “amor”, por ejemplo.
No
hay tanto parámetro, no está tan cuadriculado.
Sí.
Usted
mencionaba que no encontraba diferencias entre materiales útiles y materiales
inútiles a la hora de elaborar cualquier forma de arte.
Sí, ahí decía materiales nobles o materiales
innobles. Es decir, el lenguaje alto, el lenguaje (se queda pensando un momento)…
Lenguaje
culto o lenguaje popular.
Sí. Si uno no se abre a los cambios del
lenguaje es la muerte, una cosa rígida.
A
usted le gustaría Vallejo, entonces.
Me gusta mucho Vallejo porque -espero no decir
una herejía- es un poeta tragicómico. Pone siempre un elemento de ironía que le
permite no ser pomposo. Eso me gusta mucho. En Italia había una corriente de
poetas, que eran los crepusculares. No son muy conocidos, creo, en el exterior.
Los más importantes eran (Guido) Gozzano, (Sergio) Corazzini, que en el periodo
de triunfo de (Gabriele) D’Annunzio -de toda esa palabra, esa imagen- usaban un
lenguaje bajo, un lenguaje muy fuerte. En forma distinta, yo he encontrado eso
en Vallejo. Espero no decir (cosas) paganas. He encontrado un lenguaje que es
trágico, alto y bajo, también. Entiendo que un poeta así no solo es un gran
poeta: puede ser, también, un poeta popular. Puede hablar al corazón de gente
que no es especialista de poesía, de literatura.
Vallejo
es uno de los pocos casos que llega a todos.
Vallejo me gusta mucho.
Carlo,
le quiero agradecer muchísimo la entrevista. Es un lujo para mí estar en la
casa de sus suegros, que me haya invitado a venir. Espero seguir leyendo cosas
suyas y que se le vaya conociendo más en América Latina. Muchas gracias,
nuevamente, y todo lo mejor.
He encontrado un gran interés. Me he
encontrado muy bien contigo.
Muchas
gracias.
Somos similares, me parece.
Es
que escribimos poesía, creo que eso es lo común.
Estoy muy contento. Me gustaría leer tus
poemas. Los voy a leer atentamente.
Muchas
gracias.
Y te voy a decir si hacemos una lectura (pública)
yo y Myra, ahora, en estos diez días que nos quedan acá.
Muchísimas
gracias.
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