martes, 1 de marzo de 2016

Mary G. Berg




“Clorinda Matto luchó por los derechos del indio y se quejó de las injusticias”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


La traductora, investigadora y catedrática estadounidense Mary G. Berg ha tenido una vida ligada a importantes personalidades -poetas, narradores y críticos literarios- de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Ella es una especialista en la fascinante vida y obra de la escritora peruana Clorinda Matto de Turner: ha escrito prólogos de sus novelas y está preparando una biografía sobre la autora de Aves sin nido (1889).

Berg, que ha laborado como traductora para la UNESCO, también ha traducido al inglés la novela más famosa de la autora peruana Laura Riesco, a quien conoció: Ximena de dos caminos (1994). Asimismo, ha traducido a la poeta chilena Marjorie Agosín, a la poeta y narradora argentina Olga Orozco, a la poeta colombiana Clara Ronderos, a las poetas cubanas Carlota Caulfield y Laidi Fernández de Juan, y a los poetas españoles Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado.

Como catedrática -enfocada en la literatura hispanoamericana del periodo republicano y contemporáneo-, ha enseñado en la Universidad de Harvard, la Universidad de Colorado Boulder, la Universidad de California, la Universidad Brandeis y Caltech (California Institute of Technology). Está dedicada al estudio de la presencia de las mujeres intelectuales durante el siglo XIX -desde la perspectiva de los estudios de género-, mediante el análisis de la narrativa de diversas autoras. Por su calidad como docente obtuvo, en 1996, el Premio Carmen S. Bonanno por excelencia en la enseñanza, en Harvard.

Durante su formación, estudió arqueología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, así como literatura en la Universidad de Cornell y en la Universidad de Harvard. Allí conoció al crítico literario peruano Efraín Kristal y estudió con el filólogo, filósofo del lenguaje y crítico literario argentino Raimundo Lida, el crítico literario uruguayo Emir Rodríguez Monegal, y con el narrador y crítico literario argentino Enrique Anderson Imbert, quien fue su director de tesis.

Además, Berg estudió en España -gracias a una beca Fulbright- con el mítico dramaturgo Antonio Buero Vallejo, ganador del Premio Lope de Vega de Teatro en 1949, el Premio Cervantes en 1986 y el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1996. Y tuvo la fortuna de ser amiga del gran escritor argentino Jorge Luis Borges, con quien, durante un año, conversó casi diariamente en Harvard y luego, ya en Argentina, realizaba “paseos mágicos” -según sus propias palabras- por las calles de Buenos Aires.


Muchísimas gracias por la entrevista. Un gusto conocerla.
Un gusto conocerle a usted.

Muchas gracias. Usted tiene muchos intereses académicos, en cuanto a la literatura latinoamericana. Tanto en la traducción como en los escritores mismos. Quería empezar por el lado peruano de sus investigaciones y traducciones. Y, luego, ya ir conversando de otros autores, también, muy interesantes y poco conocidos -en algunos casos- de Latinoamérica.
Espero que no.

Esperemos que no.
Que todos se lean, ja, ja…

Esperemos que así sea en un futuro. Quería comenzar con Clorinda Matto de Turner. Usted ha escrito, de Índole (1891), el prólogo.
He escrito prólogos. He hecho ediciones, hasta el momento, de tres de sus libros. De Índole, Herencia (1893) y Viaje de recreo (1909), su último libro. Estoy trabajando en un nuevo prólogo para Aves sin nido. Tengo muchas ganas de hacer una edición. No sé cómo se llamará, (tal vez) Clorinda Matto y el mundo indígena. Muy difícil, todavía, encontrar la poesía de Clorinda Matto. Nunca se ha recogido. Escribió, también, en quechua. Yo no leo quechua, pero escribió bastante, durante toda su vida, en quechua. Empezando con poesías. Ella creció hablando quechua en la hacienda donde trabajaba su padre como gerente. Que se ve, si uno va de Cusco a Machu Picchu en tren. Luego, escribió mucho sobre tradiciones. Tampoco se han recogido. Hay mucho que hacer.

Tuvo contacto con Ricardo Palma.
Sí.

Intercambiaron cartas.
Sí.

El tradicionalista peruano por excelencia.
Ella escribió docenas de tradiciones. Publicó un libro que se llama Tradiciones cuzqueñas (1884-1886). Mucha influencia de Ricardo Palma. Luego pasó a otras ideas sobre cómo presentar lo indígena. Pero siguió con el quechua toda su vida. A las tropas de Cáceres les dio discursos para animarlas en quechua. Y cuando se tuvo que mudar a Buenos Aires, después de los asaltos de las tropas de Piérola a sus talleres en Lima, ella tradujo el Nuevo Testamento al quechua. Que yo sepa, nadie ha releído esas traducciones para ver qué puso, cómo cambió el original. Eso, también, sería interesante. Como traductora, sé muy bien que una traducción no es réplica del original. Es otro libro. Y habrá que ver qué puso. No habrán sido las personas indígenas las que leyeran, pero los misionarios sí. Era la época cuando entraron otros misionarios protestantes. Me acaban -ayer- de decir que Clorinda Matto sí perteneció a la iglesia adventista. Yo no sabía eso. Yo sospechaba.

¿La concepción sobre Clorinda en qué cambiaría con ese nuevo dato?
Que no era católica. Nunca he estado muy segura. Se casó con un inglés. Se supone que él era protestante, pero no se sabe. Critica mucho a la iglesia católica por sus abusos, pero es la primera vez que me dicen, explícitamente, que perteneció a un ramo de la iglesia protestante.

¿Y ese nuevo dato viene de algún miembro del ámbito académico? ¿De algún profesor, de algún investigador?
De un estudiante graduado en la Universidad Católica, que se dedica al estudio de Clorinda Matto.

¿Usted cree que, de repente, este cierto desinterés hacia la obra de Clorinda Matto, durante tanto tiempo -usted menciona que hay muchas cosas de ella que no se conocen-, se debería a que históricamente pesa la excomunión que sufrió? Este desprecio público -y hasta exilio- que sufrió, que tuvo que irse…
Sí.

…a Buenos Aires.
(Mi curiosidad académica) empezó con el interés en el feminismo y en las mujeres fuertes y en recuperar su voz. Porque hay tantas cosas interesantes en la obra de Clorinda Matto… Escribió millones de palabras. Siempre era periodista, escribió artículos todos los días en sus muchísimos periódicos a través de los años. En mi caso, también, se conecta con mi familia porque mis bisabuelos vinieron al Perú, nacieron aquí mis abuelos y mi abuela me contó que cuando ella esperaba a mi padre, estaba viviendo en el Callao.

Sus bisabuelos eran de Estados Unidos, también.
Sí. Y vinieron por razones distintas. Uno de mis bisabuelos luchó en la Guerra Civil. Salió un poco desilusionado, quería ver más del mundo. Llegó al Perú, era ingeniero de minas, se conectó con los que estaban formando Casapalca, luego vino a Lima y vivió aquí. Siempre me conmueve, cuando estoy viendo periódicos o revistas de esa época, porque figura su nombre y su oficina para consultas en minería.

¿Cuál es su nombre, si se puede saber?
Sí. Henry Guyer. Enrique Guyer. Y Guyer es, también, mi apellido de soltera. Y tengo un hijo que se llama Henry Guyer. Mi abuela, esperando a mi padre en el Callao, pidió a sus amigas que le trajeran libros interesantes. Ella tenía que mantenerse en cama unos meses y tres de sus amigas le trajeron Aves sin nido, forrado en papel blanco para que no vieran los padres (sonríe) que estaba leyendo libros prohibidos.

¿El castigo cuál era: la excomunión?
Todavía no se leía muy abiertamente la obra de Clorinda Matto. Era maravilloso para ellas. Ella leyó las tres novelas de Matto. Mi padre nació en 1910.

¿Ella fue la que le introdujo el interés por Clorinda Matto?
No, empecé a leer a Matto y luego mi abuela me contó que a ella, también, le había interesado.

Estaba en la sangre.
Quiere decir que, secretamente, Clorinda Matto ha tenido una presencia en la cultura peruana, a pesar de todos los problemas que sufrió. Ni se podía enterrar en el Perú, hasta 1924.

Después que murió recién se pudo enterrar en el Perú quince años después. ¡Qué terrible!
Sí. Así que en esa época ella sí representó algo prohibido. Épocas de discusión si las mujeres debían o no figurar en las presentaciones públicas. Ahora, es todo al revés: las mujeres sí tienen voz. Aunque todavía se debate el poder de la mujer: hasta qué punto es igual o diferente.

Y el tema católico, de la crítica a la iglesia, de los curas que tienen hijos: incluso, hasta hoy sigue vigente.
Lo interesante es que ha cambiado tan poco... Siguen los escándalos. No entra la homosexualidad en los escritos de Clorinda Matto. Más bien, los padres de la iglesia seducen y se sienten con derecho de seducir a las mujeres, criadas, las mujeres que no tienen poder. Eso sigue.

Sigue hasta ahora. Y el otro tema es el amor entre gente racialmente distinta: el blanco y la indígena. Justo había separado una parte del libro, de Aves sin nido, que me parece muy gráfica. Esta (de la página 188) que dice:
-Apruebo, querido Fernando, tu idea, y ahora mismo ordenaré que preparen todo, aunque ha de costarnos algo caro, porque he visto que aquí explotan al recién llegado y al que se va.
-¡No importa hija! ¡Cuánto dinero se bota en cosas inútiles! Y sobre todo, sea un capricho nuestro querer libertar a ese indio. Con cien soles tendremos de sobra, ¿no?
-No tanto, hijo; ¿no sabes que una gallina vale veinte centavos, un par de pichones de paloma diez centavos, y un carnero sesenta centavos?...
-¡Qué baratura, por Dios! ¿Y así hay quienes le roban al indio?
-¡Admírate, hijito! ¡Oh! ¡Pobres indios! ¡Pobre raza! ¡Si pudiésemos libertar a toda ella como vamos a salvar a Isidro…!
Desde el principio, Clorinda Matto luchó por los derechos del indio y se quejó de las injusticias.

Hasta cierto punto es paradójico, porque ella es esposa de un inglés. Tiene poder, tiene dinero, ¿la señora por qué tendría que luchar por sus empleados, por la gente del pueblo? Pero lo hace.
Sí.

Es muy paradójico y admirable.
Se casó con un inglés. También tuvo un padre que permitió que escribiera en todos los periódicos. Ella empezó a escribir a los diez, once años. Y escribió poesía, obras de teatro. La única obra de teatro que se ha publicado y re-publicado es Hima-Sumac (o el secreto de los Incas).

Usted ha escrito, en castellano, un ensayo que se llama Pasión y nación en “Hima-Sumac” de Clorinda Matto de Turner.
(Asiente con la cabeza). Me fascina la obra. Ella escribió otras obras de teatro, también. A través de los años, me han contado (diversas) personas que sí las han leído, pero no las he visto. Es lo que pasa con gran parte de la literatura del siglo XIX: se presentó en tertulias o se publicó en ediciones que ya no se encuentran.

No hay, tampoco, ediciones facsimilares.
Quizás sí, pero ¿dónde?

Hay que buscarlas.
Sí. La obra Hima-Sumac (1893) me encanta. Se representó como obra de importancia en Arequipa y luego en Lima, en el teatro Olimpo. Vinieron muchas personas y cuenta la historia de Túpac Amaru, todavía un poco prohibido en esa época. Aunque Túpac Amaru lucha y muere al final. Hima-Sumac, también, muere al final porque no revela dónde está el tesoro de los incas, pero es una obra donde hay mucha música, muchos yaravíes, mucha celebración de lo peruano. Como vino al final de la ocupación chilena, se celebraba también lo peruano. Clorinda Matto habló mucho de la importancia de lo peruano y de reformar el Estado después de la guerra tan amarga con Chile. Estaba a favor de restaurar el quechua como idioma nacional, tomar todo lo bueno del imperio inca, restaurar sistemas de gobierno para inventar un Perú nuevo, fuerte y moderno.

¿Usted quería hacer una biografía de Clorinda Matto?
Estoy escribiendo una biografía ahora, pero todavía la tengo en fragmentos.

¿Ya cuánto tiempo está trabajando la biografía?
En forma seguida, muy poco. Es complejo. Siempre tengo la esperanza de encontrar más información sobre ella. Se han encontrado muchos pedacitos. Cartas de ella todavía no, y ella era una escritora famosa de cartas. No sabemos dónde están. Fui a Buenos Aires, las busqué, no las encontré. Todavía no existen las obras completas de Clorinda Matto. Pero hay, ahora, muchas personas que están trabajando en eso. Hay estudiantes graduados que están buscando, varios profesores en los Estados Unidos y -supongo que- en el Perú, también, están editando tomos de sus ensayos periodísticos. Escribió miles de ensayos. Una mujer prolífica.

Sí. Me gustó mucho este bisemanario que fundó, Los Andes, en 1892, y que era una publicación “de política y literatura destinada a las provincias”. Que tuviera ese concepto…
Sí.

…me parecía genial. Y después, también, en Buenos Aires publicó Búcaro Americano -en 1896- y lo hizo durar…
Durante trece años.

…trece años. Una mujer dirigiendo (un periódico) en el extranjero, peruana, y trece años. Ni siquiera en estos tiempos. Es difícil lograr eso.
Sí.

Le bullía el periodismo increíblemente -aparte de la narrativa- a Clorinda Matto.
Sí. Desde los doce, trece años. Ella estableció un periódico en el colegio de educandas, en el Cusco. No lo he visto. Existirán, quizás, ejemplares en alguna biblioteca del Cusco, pero no los he visto.

Es un personaje fascinante. Usted, siendo extranjera, pero tan amante de lo peruano, ¿cuál era -de las obras de Matto que había podido leer- su preferida de ella?
Muy difícil decirlo. Todos dicen que Aves sin nido, de sus novelas, Índole… Tiene muchos cuentos que me interesan mucho. Más bien, en panorama, me interesan sus ideas, en esa época, bastante revolucionarias.

Eran de vanguardia.
Mi obra favorita cambia día a día. Todas son imperfectas, no tiene una obra maestra donde uno puede decir: “Ah, sí. Ella pensó bien cada palabra”. No, nunca se puede hablar de eso. Ella escribía rápidamente y lo publicaba. A veces, tenía que cortar por razones de espacio. Cortó cosas importantes, quizás. No sabemos. Pero su pasión, sus ideas, su talento para describir la realidad peruana es lo que me fascina.

Ahora, quería hacer un salto temporal bastante grande, pero nos quedamos en el Perú, porque usted ha traducido a Laura Riesco.
Sí.

Una autora nacida en La Oroya. Bien peruana.
Ximena de dos caminos (1994) es una novela muy bien escrita.

En el año 1998 publicó usted la traducción.
Sí. Y conocí a Laura Riesco, también. Un placer enorme. Me gustó mucho.

Ella enseñaba en Estados Unidos. Allá la conoció.
Sí. Estaba en Maine. Ella era amiga de Marjorie Agosín, poeta chilena que enseña cerca de Boston. Y yo, también, he traducido la poesía de Marjorie Agosín. Gran poeta. Allí me presentó a su amiga Laura Riesco. Así que hablamos varias veces.

También habla del Perú interno, del Perú profundo.
Sí. Es el Perú mezcla de lo indígena y lo blanco. Es el tema que más me fascina: esta mezcla de culturas. Las dos muy fuertes, las dos no siempre de acuerdo. Los niveles de cultura, la belleza de lo andino.

La fusión cultural es lo que le gusta.
Fusión y falta de fusión. Siempre hay tensión, también. Es fascinante. A través de todos estos años no se ha resuelto. Desde el Inca Garcilaso que, también, habla maravillosamente de las dos culturas. A veces, están de acuerdo, pero relativamente poco, en el tiempo.

El tema racial siempre es un lastre en nuestro país. ¿Qué países hispanoamericanos sí han podido resolver este tema de una manera adecuada?
Nadie.

Ninguno.
No. Y el peor, en muchos sentidos, es los Estados Unidos.

El país número uno del mundo.
No tenía un imperio inca, así que pudieron aislar con mucha dificultad, mucha tragedia, muertes, a las tribus indígenas en reservaciones, pero no es una resolución feliz.

Es muy triste.
Sí.

Su propia gente nativa, tenerlos casi de…
Es terrible.

…especímenes de exhibición, por decirlo de alguna manera.
Sí. (No existe) un país donde de veras se haya resuelto.

Borges decía que, por ejemplo, los argentinos descienden de los barcos. Algo así ocurre en muchos otros países, que son de migrantes.
Sí.

Estados Unidos es uno de ellos.
Los argentinos hicieron lo mismo. Empujaron a toda la gente indígena a ciertas áreas, los mataron en guerras. Injusticias terribles.

Es cierto.
En vez de ver los inmensos méritos de las muchas culturas indígenas. Los mapuches sí resistieron durante una época, pero tampoco lo lograron. Y la obra de Clorinda Matto es una celebración de lo maravillosa que es la cultura andina, pero con gran tristeza.

Usted ha traducido a muchos autores célebres. Hablando hace un ratito de Argentina, ha traducido a Olga Orozco.
Sí.

Con este libro A talisman of darkness.
Sí. Que combina los dos libros de prosa de Olga Orozco.

Es una compilación.
Sumamos los cuentos que yo estaba trabajando con una amiga. Escogimos los cuentos que, juntándolos, se conectaban y salían bien en inglés. No es una novela, son cuentos conectados.

Me preguntaba si había sacado el título de este poemario de Para hacer un talismán, que está en el poemario Los juegos peligrosos (1962) de Olga Orozco.
El título salió de uno los cuentos. Cuando la niña viaja, alguien le da una piedra como talismán y al final del viaje tiene, todavía, la piedra para recordar la vida de la pampa de su niñez. Toda la magia de la vida de la pampa.

Este amor que tiene por Latinoamérica me hace preguntarle: ¿a usted le hubiera gustado, de repente, ser latinoamericana?
No es pregunta que me hago. Mi padre, después de nacer en Lima, en Callao, (se lo llevaron) a los Estados Unidos, luego sus padres se fueron a México, establecieron una mina ahí. Mi padre ya estaba estudiando en los Estados Unidos y siguió ahí. Sus padres perdieron la mina en la Revolución Mexicana y mi padre era estudiante en Harvard: ya no podían pagar lo que costaba Harvard, así que él se hizo marinero. Trabajó en el Wresmile…

Tuvo que dejarlo.
…durante una época. Después, él sirvió en la Segunda Guerra Mundial. Volvió a estudiar, terminó su bachiller, buscó empleo en el Perú, no encontró nada. Pero en Colombia fue contratado por Texas Petroleum Company, que ahora es Texaco y Chevron. Así que cuando yo tenía cinco años nos mudamos a Bogotá. Mis padres se quedaron. A mí me mandaron a la secundaria a Pensilvania. Y mis padres, ese primer año, se mudaron a Lima. Texaco estaba haciendo exploraciones en Iquitos. Así que vivieron en Lima, en San Isidro, pero mi padre pasó la mitad del tiempo en Iquitos. También visité Iquitos, que me encantó. Muy interesante vivir esos periodos en Lima. Estudié arqueología en San Marcos. Me encantó. Mi madre tenía varias amigas arqueólogas: todas me aconsejaron que era una vida muy difícil para las mujeres. Que María Reiche había podido estudiar las líneas de Nazca, pero su vida era difícil. Todas me aconsejaron que no, que estudiara otra cosa. Seguí un poco con la arqueología, no la abandoné por completo, pero empezó -en la universidad- a interesarme la literatura y el teatro. Estudié en la Universidad de Cornell. Mis padres (estaban) todavía en Lima y pasé los veranos de allí -inviernos de aquí- en Lima. Empecé a enseñar inglés en una escuelita que se llamaba Boston Academy, en Lima. Mi madre, también, enseñaba ahí. Y después de graduarme fui a España, en una beca Fulbright, a ver qué podía hacer en el teatro. Estudié con Antonio Buero Vallejo.

¡Qué bueno!
Me dijo que para una mujer extranjera en España iba a ser muy difícil seguir en el teatro. Así que volví a los estudios de literatura en la Universidad de Harvard, donde estudié con Emir Rodríguez Monegal, Raimundo Lida, Enrique Anderson Imbert. Escribí la tesis sobre el cuento fantástico en la literatura argentina, empezando con (Leopoldo) Lugones y Juana Manuela Gorriti, que me encantó. Me parece una escritora no solamente argentina sino peruana, de mucha importancia en el siglo XIX. Es curioso que el Perú la rechace, en vez de estudiar cómo podría (difundir) la obra de Gorriti escrita en el Perú, como literatura peruana de esa época. Eso cambiará mientras se internacionalice. De todas maneras, seguí con cuentos de Horacio Quiroga y, sobre todo, con Borges. Conocí muy bien a Borges, pasé mucho tiempo con él en Buenos Aires y luego vino él a Harvard.

¿Lo conoció personalmente?
Sí. Era muy buen amigo.

¡Qué bueno!
Una maravilla. Completamente ciego, pero me llevaba en paseos por Buenos Aires contándome cómo eran las casas, quién vivía ahí. Yo miraba y ya eran apartamentos enormes, no eran las casas…

Que él había conocido.
…que imaginaba él. Así que vivía…

En su mundo.
…en una ciudad ficticia, que me pareció maravillosa (sonríe). Y era un hombre sumamente amistoso, cordial, cariñoso.

¿Y era verdad que su mundo era la biblioteca, la lectura?
Sí.

¿En ese momento ya estaba con María Kodama?
No, todavía. Él vino a Harvard (se queda pensando unos momentos)… ¿Cuándo habrá sido? Nació mi primer hijo, así que en 1967. Yo desaparecí durante dos o tres semanas (de la universidad). Volví a ver a Borges, le conté que había nacido mi primer hijo y me dijo: “Ah, nos separó la biología”, je, je, je…

¡Qué encantador!
Sí. Encantador, totalmente. Pasó todo el año en Harvard. Era maravilloso porque podía conversar con él. Pero le hice (varias veces) las mismas preguntas sobre sus cuentos y las respuestas siempre eran distintas. Así que en mi tesis 99% del texto son notas de pie contradictorias (Berg ríe contenidamente), diciendo en tal y tal fecha Borges me dijo esto, pero al día siguiente me contó otro cuento, je, je...

No se tomaba muy en serio las entrevistas.
Eso me encantó. Él estaba con la primera mujer entonces. Su madre le había aconsejado que se casara con una amiga, pero no salió bien. Se divorciaron…

Las madres no dan siempre los mejores consejos.
…y, años después, él se casó con María Kodama, que sigue encargada de todo lo borgiano, ahora.

¿Y cree que lleva bien todo ese legado borgiano?
Supongo que sí. Yo, entonces, no le veía tanto, porque volvió a (Argentina). Le vi varias veces cuando hice viajes a Buenos Aires, pero no como en Harvard, cuando nos veíamos casi todos los días. En esa época, cuando él estaba en la Biblioteca Nacional y yo estaba en Buenos Aires, hicimos esos paseos mágicos.

¿Y tuvo oportunidad de conocer a otros escritores argentinos -por ejemplo, a Cortázar- en esa época?
No. Me hubiera gustado conocer a Cortázar. Es, en cierto sentido, mi autor favorito. Me encanta como escribía Cortázar. Pasamos (ella y su esposo) un año en París, Cortázar estaba allí y yo estaba trabajando en la UNESCO en ese momento, pero me desviaba todos los días para pasar enfrente de la casa de Cortázar con la esperanza de verle (sonríe). Pero no me animé a interrumpir su vida.

¿Nunca lo pudo ver?
Nunca lo vi.

Nunca tocó la puerta.
Ja, ja, ja… No quería hacerlo. Respeté su necesidad de tener tiempo para escribir más palabras mágicas.

Es verdad.
Es un problema para los escritores: pueden pasar los días hablando con la gente o se pueden dedicar a la escritura. Y yo quería más palabras escritas de Cortázar. En el Perú, sí he conocido bien a Mario Vargas Llosa y he participado en varios eventos. Me invitaron al de Alfaguara, Santillana, del MAC. Y he escrito algo sobre todos los libros de Vargas Llosa.

Todos los autores que usted ha mencionado, además de ser escritores, han sido catedráticos. ¿Hay alguno que le parezca un académico ejemplar o (destacado) a diferencia de los otros? Porque muchos escritores se dedican a la narrativa, pero no son tan buenos académicos. En cambio, hay otros que sí son académicos brillantes. ¿Hay alguno de esos, que usted haya conocido, que cumple bien los dos roles?
Es muy difícil. Yo creo que son talentos bien distintos. El que quizá mejor lo hizo fue Enrique Anderson Imbert, mi director de tesis, argentino, que fue un escritor excelente de muchísimos libros de cuentos que se siguen leyendo. Un escritor con mucha energía, mucho deseo de escribir para durar. Pero tuvo que salir de la Argentina. Se estableció, primero, en la Universidad de Michigan, donde se quedó quince años -quizás- y luego vino a Harvard. Yo trabajé con él como, también, con muchos otros. Estoy pensando en qué peruanos estudiaron con él… Efraín Kristal, quizás. Conocí a Efraín en Harvard, pero no recuerdo si estaba todavía Anderson Imbert. Él sí pudo, pero por ser un hombre que podía hacer compartimentos separados de su vida. Él tenía ganas de volver a su mundo de la imaginación, de los cuentos. Cuentista excelente, de -casi todos- cuentos fantásticos. Mucha imaginación, muy trabajador.

Sobre otros autores -(como) Juan Ramón Jiménez- que usted ha (traducido): este título de The Poet and the Sea es un…
He traducido como quince libros. Me encanta ser esas personas. Es la experiencia del traductor, que hay que ser ese poeta: (por ejemplo) Antonio Machado.

¿The Poet and the Sea es, también, una compilación de Juan Ramón Jiménez?
Es una compilación de poesías que él escribió sobre el mar, a través de su vida. Trabajé con el editor de White Pine Press y leímos todo. O yo leí todo. Y escogí los poemas sobre el mar que más me gustaban y los combiné. Tiene cierta secuencia, es cronológica.

Machado mencionaba usted, también, con The landscape of Castile.
Me encantó hacer The landscape of Castile. Pasé todo un año haciendo a Antonio Machado (sonríe), que es un hombre y un poeta que admiro muchísimo.

Y no solamente (tiene interés) por nombres clásicos sino, también, por autores contemporáneos, como Clara Ronderos, Carlota Caulfield, Laidi Fernández de Juan…
Poetas excelentes. Me ha interesado en los últimos diez años lo cubano. Carlota es cubana, aunque vive en los Estados Unidos hace muchos años.

Un título hermoso: El tiempo es una mujer que espera, de Carlota Caulfield. Me encantó.
Estoy terminando otro libro de ella, que se llama el Cuaderno Neumeister.

Eduardo Lago -que es escritor, pero que, también, ha sido traductor de grandes autores- me comentaba que muchas veces la traducción es una actividad ingrata, porque uno le daba todo de sí y, a veces, siente que no le retribuyen. Ni económicamente ni en el tema profesional. ¿Usted siente algo parecido o es distinta su experiencia?
No. Quizás porque no dependo económicamente, porque siempre he estado enseñando y tengo un marido que enseña. Estamos bien. Pero es verdad, es muy difícil hacer la vida como traductor. Algunos lo logran, pero muy pocos. Pero si uno no considera eso, se parece a la vida de los actores. El placer es poder ser otra persona y explorar cómo ser esa persona. ¿Qué le importa a esa persona? ¿Cuáles palabras escoge? ¿Cuáles ideas? Como dije, Antonio Machado me encantó. Todos me gustan. No tengo que hacer la traducción si no me gusta.

No tiene que hacer traducciones por encargo.
Al principio, sí. Trabajé en la UNESCO haciendo traducciones, porque queríamos vivir en París, y fue interesante. Traduje una serie de artículos para la UNESCO. Siempre es interesante el explorar los problemas de traducción: cómo decir algo en el contexto de otra cultura, otro idioma. La traducción está llena de problemas interesantes.

Finalmente, quería preguntarle -ya que usted ha tenido el interés profesional de traducir a Laura Riesco y ha leído tanto a Clorinda Matto- si es que había en sus proyectos algún autor peruano que le interese.
Que yo sepa no, pero estoy abierta a las posibilidades. Me gustó muchísimo traducir a Laura Riesco, pero ella dejó de existir, así que no habrán más textos de ella. El mundo está lleno de escritores interesantes. Lo importante, para mí, en cuanto a la traducción, es tener editorial. Porque si no es muy difícil conseguirla y no me interesan mucho esos trámites.

Le agradezco muchísimo su tiempo, su gentileza. Gracias por la entrevista.
Un gran placer hablar con usted.

Muchas gracias.

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