“Los colores son un arma potente para ir a los sentimientos”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán
Cerdán
Giorgio di
Giovanni (Callao, 1966) exhibe un mundo propio en sus pinturas. Una serie de
personajes y colores que pueden
intimidar o fascinar, según la capacidad de observación del espectador y su
experiencia previa en apreciar un tipo de pintura no convencional.
Desde 1984 ha
exhibido su trabajo artístico en muestras individuales y colectivas en diez países: Canadá,
Corea del Sur, Alemania, México, Venezuela, Estados Unidos, Italia, Panamá,
Ecuador y Perú. Su última exposición -realizada en agosto- ha sido Sobre
jarros y pajaritos en la galería Fórum, en Miraflores.
Por la
calidad de su obra, Di Giovanni obtuvo el Primer Premio del Primer Encuentro
Latinoamericano de Artes Plásticas, en Ecuador, así como el Segundo Premio del II
Concurso Johnnie Walker. Actualmente, es profesor de Dibujo Modelado y
Composición en la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
En la
siguiente entrevista, el artista nos detalla sobre sus referentes pictóricos,
su última e interesante exposición, su metodología de trabajo, su visión del confuso
arte contemporáneo, su profunda melomanía, su desconfianza en el arte como un
obligado ojo crítico de la sociedad, e intenta una explicación del por qué el dibujo
no tiene hoy tanto atractivo para los estudiantes jóvenes de arte como sí lo
tenía para las generaciones pasadas.
Muchas gracias, Giorgio, por
permitirme entrevistarte.
Gracias a ti.
Yo lo tomo con un entusiasmo por difundir el arte peruano, meritorio por ambos
lados.
Te lo agradezco, porque eres un
artista diferente a la mayoría que hay acá, en Lima. Tienes una visión muy
personal del arte y eso hace, también, atractivo tu trabajo. Yo quería empezar
citando a Fernando de Szyszlo, quien me había comentado en una entrevista que
le hice: “Todo lo que te ha impresionado en tu vida, los cuadros de Rembrandt,
la pintura de Tamayo, la poesía de Saint-John Perse o los amores que has tenido
o los paisajes que has visto, todo eso forma el magma del que va saliendo el
cuadro”. En tu caso, Giorgio, ¿cuál es el magma del que salen tus cuadros?
Los
referentes.
Tan alucinantes algunos.
Las
referencias de literatura: (Jorge Luis) Borges. Admiro muchísimo la composición
y el color de (Henri) Matisse. Me gusta, por ejemplo, lo macabro que es Witkin,
Joel-Peter… un fotógrafo… En el momento se te pueden escapar esas referencias.
Otro escritor, (Giovanni) Papini; otro escritor, (Howard Phillips) Lovecraft. Y
de pintores, definitivamente, (Francis) Bacon es un dios.
Que es evidente la influencia en
algunos de tus cuadros.
Es evidente
en gran parte del arte postmoderno. Hay un punto de quiebre en la historia del
arte con Bacon. Se sale de todo lo antes preconcebido en pintura. Él hizo un
nuevo mundo en la pintura. Es indiscutible la imagen de Bacon.
Otra referencia creo que, también, es
El Bosco.
¡El Bosco!
Sí, definitivamente. Tilsa (Tsuchiya)… Admiro mucho el arte precolombino: hay
mucho de simbolismo, de magia, de color. El color de un manto Paracas es una
pintura impresionista, tranquilamente. Referencias hay muchas.
Marc Chagall decía que “el arte es el
esfuerzo incesante por competir con la belleza de las flores, sin triunfar
jamás”.
No se puede
ganar a la naturaleza. No se puede ganar a la obra de Dios. Hay algo de hereje
en los artistas, algo de diabólico en el arte, que trata de, incluso, ganarle a
la obra de Dios. Algo de contestatario, de inconforme. Se supone que uno hace
eso porque no está conforme con las reglas ya hechas por la armonía, salvo que,
también, sea una especie de alabanza. Pero la alabanza es más humilde. El acto
creativo es más discordante, más hereje, más contestatario. Sí, tiene de eso. Es
el principio activo que da para hacer. Eso quiere decir que hay un yo creador
fuerte; un ego, también, muy fuerte.
Y tus cuadros, Giorgio, que son tan
distintos a la naturaleza, que quieren crear un mundo propio, básicamente, son
formas casi primitivas.
Sí.
Y mucha fuerza en los colores.
Sí.
El color define los cuadros. Incluso, genera
el tono, el ambiente, al cuadro.
Gracias por
mencionarlo, porque hace tiempo que estoy luchando por ahí. El color es lo que
no me sale naturalmente. Ahí sí acepto mis deficiencias y acepto, también, lo
que me sale muy fácil: el dibujo. Yo no tengo ningún problema con el dibujo,
absolutamente, pero con el color sí tengo que darme de cabezazos. Es con lo que
estoy luchando diariamente. Entiendo la pintura como una lucha con el color.
Más que con la forma, la pintura, como lo concibieron los impresionistas, es
una lucha con el color. Gracias por decir que el color no está tan mal, porque
por ahí va la lucha, por ahí va mi pelea particular. Más que con la forma. Las
formas o todo lo que hay en concreto ahí, es un barajo, una excusa para mi
propio enfrentarme con el color.
Yo lo decía porque, justamente, de tus
trece obras de la última exposición, todas eran casi de un solo color. Por
ejemplo, Caníbal triste es naranja…
Sí.
…casi total. Sobre jarras y pajaritos, si bien hay un amarillo profundo de
fondo, hay un amarillo más profundo, que es el del gato.
Sí.
Y Conchán
es un rojo un poco despintado.
Sí, tratando
de asemejarse a los colores precolombinos.
Noche de surf
es un rojo total. Malcriado también
es naranja. Y Laudano es un verde muy
interesante, porque esta mujer desnuda, sentada, que está de perfil, de cabello
largo, tiene un rostro negro por ahí y un ave naranja… A mi modo de ver,
modesto, son los colores los que definen en esta exposición tus cuadros y eso
me llamó mucho la atención, porque pocos artistas ahora tratan de darle tanta
importancia al color. Tú dices que es una lucha, pero yo siento que en tu caso
es un logro. ¡Cómo se define cada cuadro según su color! Incluso, en el cuadro Caníbal triste hay un toque irónico
porque es Caníbal triste, pero…
Bien alegre
el asunto, je…
Claro. La mujer vestida de violeta
parece que estuviera sonriendo malévolamente, incluso. Una cosa bien irónica.
Puede ser. Hay
lecturas que se escapan de uno. Uno trata de tomar las cosas de un lado. Eso,
también, es lo interesante del acto creativo, que hay cosas que van
sorprendiendo. Y es necesario que siempre ocurra esa sorpresa o la combinación
de ciertas cosas -que es casi milagrosa-. Después uno intenta repetirlas y ya
no sale tal cual. Esa cosa de acto único. Muy interesante.
Luz Letts me había comentado sobre ti
que “muy pocos colegas pueden conjugar una carrera artística, un trabajo y una
familia sin explotar en el intento y sin perder el entusiasmo por renovarse y
la curiosidad por seguir adelante”.
Gracias por
esas palabras. Estamos en el Perú, entonces, uno no puede dedicarse a una sola
cosa. Es algo de lo que, con pena, me he dado cuenta en el transcurso de hacer
esta muestra, porque antes de prepararla pintaba muy poco. A la hora que uno
tiene que ya preparar algo, sí pisas el acelerador. Pero en ese pisar el
acelerador me di cuenta de qué hubiese sido de mí si hubiese pintado todos los
días a todas las horas. ¿Dónde estaría? Claro, eso es utópico, porque cuando
tenía el tiempo y todas las horas, lo desperdiciaba rico. Lo ideal sería
dedicarse a la pintura a tiempo completo: otra sería la potencia. Como un
atleta profesional que se dedica a eso y toda su vida la consagra a eso. Sería
lo ideal, definitivamente. Creo que no lo tengo. Entonces, no voy a llorar. No
voy a lamentarme sobre eso sino continuar.
Pero la familia suele dar equilibrio.
Muchos artistas, por lo mismo que tú has mencionado, tienen un ego muy grande, un
yo muy fuerte, y terminan, a veces, despedazándose psicológicamente.
Sí.
O físicamente.
Sí, a eso
iba. Sí, pues. Cuando era soltero tenía todo el tiempo, pero lo desperdiciaba.
Ahora, con el poco tiempo hay que ser más preciso, aprovechar al máximo ese
poco tiempo que se tiene. Tampoco es del todo desventaja. A veces, tiene que
haber ciertas presiones para activar el gatillo de la creatividad. Hay que
obligarse a eso. De repente, con todo el tiempo, se laxa el asunto y termina
uno haciendo nada.
Es un tema de personalidad, también,
porque…
Exacto.
…hay artistas que quieren pintar todos
los días y otros que, como has mencionado: “Para la muestra ya me preparo”. Un
mes antes o dos.
Definitivamente,
es personal. Cada quien busca tiempos adecuados, las maneras de activar
nuevamente este gatillo. Hay muchas maneras. Una de ellas -todos los peruanos
la conocen-: la presión. Dejar al último: eso funciona. ¡Qué peligroso! Puedes
no llegar. Puedes llegar, también.
¿Qué sientes, Giorgio, de que la línea
que recorre tu arte no esté en el mainstream,
no esté en la corriente principal? Por ejemplo, veo a otros artistas que se parezcan
a lo que tú haces y veo a Ramiro Llona, a Patricia Eyzaguirre.
Ajá. Sí.
Pero no veo muchos más. De alguna
manera, ¿te afecta, te interesa o te da igual ser como una especie de isla, en
tu estilo, en nuestro país?
No. Es algo a
lo que he llegado, humildemente. No creo que cambie mucho. No me interesan tampoco
las modas. Hablando de referencias anteriores, Ramiro Llona sí es referencial.
Yo, también, veo similitudes e, incluso, trato de alejarme de ellas. Hay que
ser honesto y no ir tanto con las modas o las tendencias. O porque el mundo va
así yo, también, me voy a alinear. En el arte creo que no sirve eso. Quizá en
algunas otras carreras prácticas, si yo no estoy tecnológicamente al día, no
puedo competir. Pero en el arte sí hay nichos o sitios para todos.
Y eso, también, me parece interesante
de tu arte: que esos personajes en sus trazos parecen primitivos o del
principio de los tiempos de los hombres.
Sí.
Estás totalmente alejado de lo tecnológico,
que es lo que abunda en referencias en el arte contemporáneo.
Sí, ahora se
hace mucho con tecnología y no está mal. Es, también, signo de las épocas. No
sé cómo tomarlo. Más bien, yo sí creo en un hombre primitivo o con menos cosas.
Si quieres, más romántico, más espiritual. Ir adentro de uno, no tanto hacia
fuera.
Viendo algunos cuadros (tuyos) me
acordaba de Paul Sérusier, un postimpresionista.
Sí.
(Me acordaba) de su cuadro El talismán (1888). Me pareció
interesante. ¿Hay, de repente, alguna referencia con Sérusier o no?
No, que yo
(sepa). Si hay cosas referenciales son involuntarias, no pensadas, no
premeditadas. Es más, considero que cuando me enfrento a una tela, me le
enfrento en blanco. Yo no sé lo que va a salir, lo que va a pasar. Algo intuyo,
por la práctica, por el mismo lenguaje que manejo. Ya sé, si pongo una olla, un
pajarito, no me va a ir tan mal. Si pongo una mesa y la lleno de cosas, ya
tengo un punto de apoyo para comenzar a practicar, nuevamente, con los colores.
Es más, si pongo un color y luego otro, yo no sé si el cuadro va a salir con
tonos alegres, tonos tristes, si va a salir violento, armónico. Todas esas
cosas las va pidiendo en ese momento el lienzo, el cuadro. Supongo que es como
componer música: sale un bolerito, sale un rock n’ roll. No sé, a ciencia
cierta, dónde exactamente voy.
Paul Gauguin decía: “Si ves amarillo,
elige el amarillo más estridente que tengas en la paleta y aplícalo al cuadro”.
¿Eso, también, te rige?
¡Paul Gauguin
es lo máximo! Gauguin es, para mí, uno de los mejores pintores. Claro. Sabias
palabras. Si pones amarillos, pon unos amarillos fuertes. Eso va a lo emocional
del asunto. Si yo me emociono al hacer la obra, probablemente, algún otro pueda
captar esa emoción. Si es muy cerebral el asunto, de repente, no hay esa
empatía. Siempre voy a lo emocional, a la cosa de sentimientos. Obviamente, los
colores son un arma potente para ir a los sentimientos.
Claro.
Exactamente, no
sé en lo que va a desencadenar. En un segundo momento, a una obra ya le agarras
una especie de temperatura. Ya supiste: “Ah, esto salió así, esto salió triste.
Sigamos con la tristeza” o “Esto salió muy alegre. Sigamos con el carnaval”.
Pero una vez que el cuadro, más o menos, tomó una cierta forma, una cierta
madurez.
Habías mencionado que sentías que tu
obra estaba evolucionando, pero no sabías exactamente hacia dónde. Porque,
además, no tenías una sola manera de hacer las cosas.
No, pues. Lo
afirmo y lo repito: no sé muy bien hacia dónde voy a ir, en qué voy a terminar.
Y eso, también, cuántos pensadores lo han dicho: lo divertido está en el
camino, no en el llegar. El llegar implica que ya se acabó todo.
Todavía estás en el viaje.
Sí. Claro. Hay
todavía cosas que hacer, en el sentido de color, en el sentido estético, en mi
mismo caminar como persona. Siento que todavía estoy evolucionando. Entonces,
obviamente, mi pintura va a ir evolucionando conmigo.
¿Hubo algún motivo en especial por el
cual no pudiste exponer desde el año 2010?
Sí. Una
bellísima maestría.
¡Qué bueno!
No es bueno. Las
maestrías no son buenas para nadie. Son imposiciones un poco académicas. Por
mí, no la hacía, para nada. Pero ya está…
Terminada.
No, falta la
tesis. Falta lo peor. Espérame de acá a cuatro años, todavía. ¡Cuánto me demora
la tesis! Sí, es un problema, un escollo. Hay que tomarlo como eso. No me voy a
quejar: “Debería estar pintando”. Siempre hay un momentito para pintar. Y
dentro de eso he pintado durante veinte años. Me casé, tuve hijos, tuve la
maestría. Yo creo que recién me estoy acomodando al asunto. Estoy bien, ya
pagué, ya pasó el vendaval. Tenía un taller, ya me estoy acostumbrando a este
nuevo taller. Me estoy acostumbrando a cuándo trabajar cuando ellos (sus hijos)
están acá, porque cuando están despiertos no puedo trabajar mucho. Busco horas
de la madrugada. De a pocos, uno se tiene que amoldar a todo.
Fue John Lennon el que decía que la
vida era lo que ocurre mientras uno está planeando otras cosas.
(Asiente con
la cabeza). Ese John, también, otro genio.
Has mencionado bastantes referentes de
lecturas. De repente, a la hora de pintar, ¿pones algo en especial de música o
alguna lectura?
Tengo un
montón de música.
¿Pintas con música?
Sí.
No puedes pintar sin música.
Sí,
tranquilo.
Pero prefieres la música para pintar.
Sí, claro. Y
tengo variado. Mis gustos musicales se han abierto un poquito más. Lo que
tampoco implica que si pongo un rock n’ roll la cosa salga muy movida. Puede
ser una cosa muy suavecita. La música es solamente un acompañante, pero creo que
no influye exactamente en lo que estoy haciendo, por dónde estoy yendo, en el sentido
de temperatura, sentimiento, intensidad.
Entonces, para el momento mismo de
pintar, para ti más importante es la música que la lectura.
De chico
comía libros, pero ya hace como veinte años que no leo. De joven devoraba los
libros. Pero ya es el momento. Justamente, arriba hay una pequeña biblioteca,
la estoy acomodando y, al menos, esta última etapa de mi vida, quiero
terminarla leyendo todo lo que me falta leer. Es una deuda que tengo con la
literatura. Considero que he leído lo suficiente, por no decir bastante. Obvio
que me faltan un montón de cosas.
Nunca se acaba de leer.
No. ¡Imagínate!
Demasiados buenos libros.
Es un
universo.
¿Y, también, lees biografías o libros
escritos por pintores?
Sí he leído
biografías. Por ejemplo, una de Irving Stone, La agonía y el éxtasis (1965), que es la biografía de Miguel Ángel.
Alguna de Gauguin por ahí. Quiero leer mucho de filosofía. Esa parte creo que
no la conozco mucho. Habré leído un par, pero quiero leer gran parte de la
filosofía. Y luego retomo ya con la literatura, novelas.
¿Qué autores o grupos sueles escuchar
cuando pintas?
La mayoría de
esta colección (de música en su taller) es de rock n’ roll. Buena parte de
ella, también, son grupos experimentales. Hablando de pintura, definitivamente
hablas de composición. Y hay grupos que se dedican a mirar la composición. Y
hay muchos de ellos que son pinturas. No te hablo, por ejemplo, de un Led Zeppelin,
con canciones que empiezan, coro, estrofa, punteo, coro y termina. Hay cosas
realmente raras en música. He estado tratando de buscar esa veta de
compositores que hacen cosas realmente raras, en el sentido de que no es música
convencional. Es música que usa los elementos como elementos pictóricos: un
ruido, un grito, el espacio vacío. La música la usan como elemento, no
simplemente como una cosa que comienza y termina, algo melódico y punto. No.
No es una línea horizontal, plana, sino
que tiene muchos cambios, retrocesos.
Sí. Es que,
en ese sentido, los músicos experimentales hacen cosas…
Algunos autores por ahí, que tengas.
Me gusta de
estos, primero King Crimson, que es más conservador, y hay uno que es
fascinante, que es Pere Ubu.
¿Pere Ubu?
Sí. Tomaron
el título de (Alfred) Jarry: Ubu Rey.
Estos sí hacen cosas realmente raras, pero a mí me motiva mucho, porque ¡cómo
pueden hacer eso!, en el sentido de novedoso, de original, de conchudo o de
capo. Ponen esto, ponen lo otro: están pintando con sonidos. Inclusive la voz,
el cantar, no es un cantar sino que se vuelve elemento de la composición. Si conviene
el susurro, no el grito. En otras (composiciones) se la puede pasar gritando
toda la canción. Son elementos de composición.
Ahora que has mencionado voces medio
experimentales, de repente, ¿te interesa Cocteau Twins?
He escuchado,
sí. Son bacanes. Allí (señala sus estantes del taller) tengo casi todo. Sigo
buscando y sigo encontrando.
Eres un melómano, también, por lo
visto.
Sí. Bastante.
Por ejemplo, mi esposa escucha flamenco. Y como me pedía discos, buscaba y me
hice con cierta culturilla de todo lo flamenco. Escucho, últimamente, mucho son
cubano, para variar un poco el asunto. Alguito de clásico, no mucho. (Edgar) Varese,
(Arnold) Schonberg, John Cage, que experimenta con sonidos y estas cosas.
Estamos en esta época postmoderna y
absolutamente rara para el arte porque mucha gente no puede definir ya qué cosa
es arte. Muchos pintores de las décadas anteriores dicen que no entienden el
arte (actual) o el mismo Szyszlo dice que el arte postmoderno es un arte para
ociosos, porque no indagan en el dolor que produce la creación.
El acto
creativo, sí.
¿Cómo ves el arte contemporáneo o
postmoderno que está en las galerías, ahora, inundando de palitos…
Inundando de
palitos y televisores.
…y televisores que no dicen nada?
Aunque
televisores ya no hay tantos. Ya ha bajado.
Sí, mucho. Pero hay, todavía.
Sí.
Hace un mes creo que he visto.
Tú que estás
al día (viendo exposiciones)… Hay de todo, también. Como siempre. El mundo del
arte plástico ha sido invadido por otro tipo de creativos. No está mal. Son
creativos. Ha sido tomado, ha sido una invasión. Entonces, frente a la invasión
los más conservadores (dicen): “¡Ah! ¿Qué pasa? ¡Esto es una basura!”. Yo creo
que no necesariamente. Hay cosas buenas, pero hay de todo, también.
Todo empieza con Warhol.
No sé con quién…
Con Duchamp. Hay de todo. Y creo que hasta que nos acomodemos a eso… Felizmente,
estoy aparte. Felizmente, me he volteado frente a todo eso. Los curadores, ¡qué
bestia! ¡Cómo han tomado importancia!
Más que el artista.
(Asiente con
la cabeza) Más que el artista. Los curadores invitan a -llamémoslo argolla- ciertos
artistas recurrentes. Entonces, mucho de lo bueno que hay no es cubierto por los
curadores. ¿Cuál será su pensamiento? De repente, no escogen bien o escogen
cualquier cosa.
O, de repente, puede estar metido en
negocios con el (artista)…
Je, je, je… Tú
has dado un punto importante. ¡Claro!
Porque el arte es un mercado.
Es un
mercado, sí. Es cierto. Pero tiene que haber honestidad en él, a pesar de que
se venden cosas. Ha variado mucho, está en pleno cambio. De repente, no tanto
en otras latitudes, pero acá, ¿cuánto tiene? ¿Quince años? Quince años ya de
esta invasión de otro tipo de creativos.
Como el videoarte, por ejemplo.
Por ejemplo.
Pero sí, ese tipo de creativos ya tomaron el mundo. Bacán, pero que haya cosas
de calidad. Creo que todavía no las hay, porque no tienen mucho tiempo haciendo
esto. Hay cosas que uno ve y realmente (Giorgio pone rostro de profunda
desazón)…
Incluso, a veces, uno (ve arte) tan
experimentalmente postmoderno, que uno dice: “Pero si yo veo al Bosco, veo
cosas (mejores)”.
Claro.
No creo que eso sea más elaborado ni
de más calidad que algo del Bosco.
No.
El primer (pintor) surrealista fue
este hombre, creo. Por los personajes y cómo creaba.
Y si te vas
más atrás, también, hay surrealistas. Éntrate a las cavernas: hay cosas
realmente marcianazas. Sí, pues. ¿Qué podemos hacer? Cruzarnos de brazos y
aguantar el temporal nomás. Y sí, es cierto lo que dice Szyszlo de que hay un
montón de payasos que no saben hacer nada.
Ni siquiera saben dibujar.
Dicen que ya
no es necesario, pues (sonríe irónicamente).
Ja, ja, ja…
Por eso te
digo: son otro tipo de creativos.
Pero un artista que no sepa dibujar,
la verdad, creo que…
No debería de
llamársele tal.
Claro. Porque está perdiendo gran
parte de todo lo que pudiera expresar.
Yo no sería,
a pesar de todo, tan duro. Por eso te digo, son otro tipo de creativos. Un filósofo,
puede tener ideas muy innovadoras, muy pajas y, de repente, no tiene la
habilidad de dibujar, pero ahora puede llamar un dibujante que, a pedido, le
haga esto. Es decir, como una especie de director de orquesta, una especie de
ingeniero que llama a tal y (le dice): “Hazme este producto”. También es válido
que hayan entrado otro tipo de creativos para hacer competencia. Pero que lo
que presenten sea realmente intenso en varios tipos de canales, porque, a
veces, con la facilidad que dicen: “No, que el arte que se está viendo ahora no
es para emocionar sino para pensar”. Yo no sé muy buen para qué es.
Parece un discurso un poco falso.
Sí, que te
están hueveando. O peor aún -creo que esa sí ha sido clásica en el arte-, que
uno al entrar a ver estas cosas raras, no tiene la capacidad suficiente de
decir: “No me gusta” u “Oye, acá me están metiendo el dedo” sino que
simplemente uno tiene que entrar, poner cara de circunstancia y mover la cabeza:
“¡Ah, qué bien, qué interesante!”. Porque eso es un poco el público. ¿Y si no
sabes? ¡Peor si no sabes! Si no sabes no puedes decir: “Oye, ¡esto es una
basura!” sino “¡Ah, sí, qué interesante! ¡Ah, ya!”. Uno no puede ser tan
discordante.
No se puede ir contra el sistema.
No, claro que
no. Si te lo ponen, ha de ser por algo. Si quieres, por ahí, también, va la
metida de dedo. ¡Lo ponen en una galería! Entras a una galería y ves estas
cosas, estos palitos: “¡Ah! (Giorgio pone cara de asombro)”. No puedes decir:
“¡Qué feo! ¡Qué tal basura!”. Tienes que poner cara de circunstancia,
nuevamente.
La mano en el mentón.
Sí, la mano
en el mentón: clásica. Moviendo la cabeza de arriba abajo: “¡Qué loco este
pata!”. Sí, pues. Así estamos.
Te mencionaba esto, Giorgio, porque yo
recuerdo mucho que cuando entrevisté a Tokeshi, él me decía… Es cierto que él
ha hecho…
Instalaciones
y cosas así.
Instalaciones que son de estas épocas.
Sí.
Pero él me decía -lo recuerdo
claramente- que él, gracias a Luz Letts, que es una extraordinaria dibujante…
Sí.
…había revalorado el dibujo, que era
algo que antes rehuía un poco. Si alguien con la tremenda calidad que tiene
Tokeshi lo puede revalorar, entonces ¿por qué los chicos de ahora, las nuevas
generaciones, no le dan ese valor?
Buena
pregunta. Es que tiene que ver con tiempos. El dibujo, así sea un rasgado, lo
que quieras, es conmigo mismo, es íntimo, es barato, es en un papel, es
humilde. Tiene varias cosas que ahora, de repente, las generaciones modernas ya
no tienen ni la paciencia ni el espacio para hacerlo. Puede ser que vaya por
ahí. Es cierto: ellos quieren cosas más inmediatas. Creo que no deberíamos
poner categorías de bueno o malo. Deberíamos entender, de repente, cuál es la
razón. Yo te diría que el dibujo es tiempo. Es algo que a los muchachos no les
interesa tener: esa intimidad. El dibujo es íntimo. Es un accionar totalmente
hacia dentro. Si paran con la máquina (teléfono móvil) y comunicándose con
otros, de repente, es época de comunicación y de estar al tanto de otras cosas
con otras personas y no de meterse en una conchita y dibujar.
Y no escriben “vamos”, te dicen “vao”.
Son épocas. Yo
entiendo que son cambios. Uno, a veces,
ya con ciertos años no puede cambiar tanto. Es como que yo salga ahorita con el
skateboard a la calle. Tengo que ver
qué otras cosas están surgiendo. Saber por qué. Mi hijo, mis nietos verán eso,
cambiarán. Yo ya no puedo cambiar, je, je…
No te animarías a hacer una
instalación, por ejemplo. ¿O sí?
No sé, no me
dan ideas. Si alguien me explica cómo hacerlas, de repente, me vuelvo capo. No
sé. Yo, con mis cuadros, todavía creo que hay cosas por hacer. Eso me enseñaron
a hacer.
Y (tu pintura) dice algo.
Vamos a ver
si algún día surge una instalación. No sé. No creo. Sentiría que me estoy
disfrazando.
Tus alumnos en la Universidad
Católica: ¿cómo sientes que abordan el arte? ¿Con la misma manera de ver que tú
tenías cuando empezaste a estudiar? ¿O lo ven de otra manera, ya más de mercado,
más publicitaria?
No lo sé. Siempre
paro tratando de analizar y (estar) midiendo estas situaciones, por obvias
razones. Trabajo con esos muchachos, les enseño cómo hacer arte, les enseño a
partir de mi punto de vista. Y mi punto de vista es bastante emocional. Yo me
emociono o debo emocionarme cuando veo algo. Yo comunico cuando hago (arte). Y
el receptor, también, debe dar un feedback
ahí. Sin embargo, si quieres un escaneo rápido de lo que ha sucedido con mi
última muestra, los muchachos que la han visto llegan a emocionarse, a decir:
“¡Qué bonito! ¡Qué bacán!”, pero otra medición no sé. Seguimos viendo los
mismos puntos en el sentido de comunicación, en la universidad. No de lo que
vayan a hacer: si una instalación, si un video. Yo enseño a primero y segundo
año: ahí vemos temas de comunicación, transmisión de emociones o sentimientos.
Por ahí va la cosa. Y ojalá que en esas bases, de repente, después hagan un
video o una instalación. Eso no lo sé, pero sí trato de decirles que esto es
así o así lo siento yo. Mucho ha cambiado, también, el tipo de pedagogía. Ahora
a ellos no se les considera como alumnos, aprendices, sino gente capaz de
generar ideas y ser muy imaginativa y creativa. En ese sentido, uno los
asesora, los apoya. Si todavía seguimos botando artistas, que salgan mejores, más
capaces.
¿Tú crees en el artista como un
crítico de su realidad o el artista se puede desligar mediante su trabajo, su
arte, de su sociedad, de su realidad que vive?
Me acuerdo
que alguna vez una persona decía: “Ustedes como artistas tienen que llevar la
bandera y luchar”. Yo no lo siento así. Si hay una persona que lo siente así,
bacán. Es cierto que un artista siempre es reflejo de lo que ha vivido, de su
sociedad, de su cambio, de las cosas que han ocurrido. Siempre, de ley. Por más
que no parezca. Un diseñador gráfico o alguien que haya hecho otro tipo de
arte, un diseñador de muebles, responde a su realidad, de todas maneras.
Giorgio, muchísimas gracias…
Gracias.
…por la entrevista y esperemos seguir
viendo más de tu arte.
Sí,
definitivamente. De acá a cuatro años. Antes era de a dos. Pero, ahora, de a
cuatro me tendré que conformar.
(Muchos) éxitos con la tesis de
maestría. Muchas gracias.
Es una nube
negra que tengo, todavía.
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