sábado, 8 de agosto de 2015

John Chauca Laurente




“El humor graba con fuego lo que, de otra manera, sería difícil aprender”



Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Uno imagina que quienes han ganado muchos premios por su trabajo, como John Chauca Laurente (Lima, 1973) con su arte, han tenido una vida muy disciplinada y correcta. Sin embargo, en la siguiente entrevista, Chauca nos demuestra que eso no siempre se cumple. Tras ser un estudiante desmotivado de Bellas Artes y despilfarrar lo que ganaba a inicios de su carrera, su vida cambió. El nacimiento de su primera hija fue la revolución total en su vida. Este diálogo es, en verdad, la breve historia de una redención.

Actualmente, Chauca lleva ganados veintiún reconocimientos. Es el pintor más premiado de su generación. Su último logro fue obtener, este 2015, el Primer Premio del XIII Salón Nacional de Pintura del ICPNA. Además, tiene un estilo pictórico propio, reconocible, con mucho de lúdico y de humor -el cual, en algunos cuadros, se asemeja a la crueldad-. Su estilo le ha traído algunos inconvenientes, pero no tiene intenciones de cambiarlo. Su sexta exposición individual Retratos y todo lo que se llama cara en la barranquina galería Yvonne Sanguineti es una buena muestra de su permanente irreverencia artística.


Muchas gracias, John, por esta entrevista.
Al contrario. A ti, Gianmarco, por tu disponibilidad, tu atención, por ser un amigo.

Muchas gracias. Yo quería empezar la entrevista citando a alguien que, de seguro, es un referente tuyo por el tipo de arte que haces -un arte pop, evidentemente-. Andy Warhol decía: “Si quieres saber todo sobre Andy Warhol, basta con ver mis pinturas y películas y allí estoy yo. No hay nada más”. En tu caso, cuando vemos tus pinturas -y ahora, también, tus videos-, ¿ese eres tú o hay algo más?
Sí, soy yo. En todas mis obras está plasmada mi alma. La gente dice que mis trabajos son divertidos y cuando me conocen en persona, cuando me entrevistan, también, yo siempre tengo una ocurrencia. Entonces, ahí hay algo de divertido. Hace poquito visitamos a un psicólogo y mis hijas dijeron: “Mi papá es muy divertido. Todo el día está poniendo a prueba nuestra imaginación”. La velocidad mental con que captan mis palabras y las asimilan: eso es bonito. Saber que uno es lo que hace y, al mismo tiempo, lo que hace uno es uno mismo: es retroalimentador ese mensaje.

¿Era muy diferente tu manera de enfocar el arte antes de ser papá que ahora que eres padre?
Sí. Definitivamente. Antes de ser papá no tenía ninguna presión, ninguna responsabilidad, no tenía nada. No me importaba, incluso, hacer una carrera sólida, seria. Me importaba solamente que me salga para mi sábado, para mi domingo de salidas con mis amigos. Irme a parrandear y eso. Era muy superficial, pero cuando nacieron mis hijas -mi hija mayor, sobre todo-, mi vida dio un giro de 180 grados. Comencé a pensar qué cosa yo le puedo enseñar a mi hija, qué ejemplo de mí va a haber de aquí en adelante, qué hija voy a heredarle al mundo, si va a ser una mujer de bien. Dije: “Voy a transformar mi vida, voy a ser algo distinto por amor a mi hija, por darle un buen ejemplo”. Es como si hubiera un antes y un después. Si ves en mi biografía, desde el 2005, 2006 comencé a entrar a los concursos con fuerza. Empecé a ganarlos. Es como si ella hubiera nacido con un pan bajo el brazo.

Entonces, fue tu amuleto.
Sí, claro. Eso fue bacán porque yo me sentía motivado. Antes que nazca ella no tenía la motivación. Como no me sentía motivado, ¡no hacía nada! Hacía lo mínimo como para pasar el examen, nada más. Pero mi hija fue mi gran motivación. Antes yo era un gran fanfarrón, un gran mentiroso, un gran exagerado. Después que nació mi hija, todo ha cambiado. Ahora soy casi perfecto.

Ja, ja, ja…
Je, je…

A pesar de que egresaste como medalla de oro.
Sí.

¿No tenías motivación a pesar de eso?
No. Porque con la medalla de oro me dieron una cantidad considerable de dinero y lo primero que hice, en ese tiempo de vida loca, (fue que) lo despilfarré en una semana.

¡Una semana!
¿Tú te imaginas cinco mil dólares en una semana cerrando cantinas, restaurantes, con todos los amigos que tenía en ese momento, que eran muchísimos?

¿Y con mujeres?
Todo. Ahí entraban. Yo no clasificaba por rubros, pero eran todos mis amigos los que estaban ahí. Una semana era jarana completa.

¿Jarana criolla?
Criolla. La cámara de gas, Sal si puedes… Bravos unos lugares que habían ahí, por la Escuela de Bellas Artes. Así era mi vida. Un premio era para todos. Realmente, todos se premiaban. Yo premiaba a mis amigos. Todos ganábamos con ese premio.

Eso fue hasta que tuviste a tu hija.
Sí. Nació mi hija y cambió mi manera de pensar todo. Un montón de cosas, porque tenía la motivación. Necesitas una motivación para hacer algo. Si no tienes la motivación, no lo haces con esa pasión, esa fuerza, esa energía. Cada uno sabe cuál es su motivación. De repente, es uno mismo, también. De ser distinto, cambiar, ser mejor persona, evolucionar siempre a algo positivo. Siempre (hay que) ponerse objetivos diarios y luchar constantemente. Todos los días.

Vuelvo sobre Warhol, porque él decía: “¿Por qué la gente piensa que los artistas son especiales? Es solo otro trabajo”. Muchas veces hay este aura -que algunos artistas mismos se lo crean-, toda una leyenda, todo un mito sobre sus vidas, su obra. ¿Para ti, al igual que Warhol, el arte es solamente otro trabajo?
Claro. Por supuesto. El ser pintor es un oficio. El arte tiene connotaciones más espirituales. El artista no es una persona tan especial como se cree. Es un ser humano común y corriente, como todo el mundo, como cualquier persona. En mi caso, yo no sé de dónde me salen las ideas, la creatividad. ¡Yo no sé! He llevado una infancia tan común y corriente como todos los niños, una secundaria, una primaria.

¿Tus padres eran artistas?
No. Mi papá un poquito que dibuja, que toca el violín, pero mi padre es profesor de colegio y mi madre es ama de casa. Lo que ellos sí me han marcado bastante es su religión. Ellos han sido protestantes muy conservadores, muy radicales. Eso marcó mi infancia y mi adolescencia, porque yo, por mi papá y mi mamá, he mantenido esa fe bien rígida. Ahora no tanto. Ahora no tengo eso, pero era una época aparte, que hasta ahorita marca. Por ejemplo, mis títulos tienen algo de esa invocación, de esa plegaria. A veces, pongo títulos que son plegarias cortas. Pero en cuanto a lo que me dices del artista: es un trabajo más. Hace poquito yo me enteré de esto: la mayoría de la gente, cuando se separaron los Beatles, hizo un alarde de gloria y de adoración diciendo: “¡Oh, ya no va a ser lo mismo! Se ha ido Paul McCartney de los Beatles, ya no va a ser lo mismo”. El concepto que tiene la gente de los Beatles es endiosado. John Lennon puso los puntos, dijo: “Señoras y señores, los Beatles es otro grupo más de rock”. El hecho de que salga uno, el otro, no significa que dejen de hacer música. Él puso (las cosas) en su sitio. Ellos son personas comunes y corrientes que hacen rock. Otra cosa es que lo hagan de una manera muy especial, muy interesante, pero son seres humanos. El artista es un ser humano, como cualquier otra persona. Y yo no sé, nunca voy a explicarme, de dónde viene esta creatividad. A veces, se me ocurren unas cosas… Por ejemplo, puse en mis cuadros espejos polarizados que no usaba antes. Ese algo que me dicta o me dice qué debo hacer o cómo lo debo hacer es superior a mi persona, a mi trabajo. Es superior a todo. Yo no lo puedo explicar. No se puede explicar, pero yo le llamo inspiración. Eso va acompañado, también, de trabajo, de transpiración. No puede ser inspiración sola. Incluso, cuando estás trabajando viene la inspiración. No cuando estás meditando sino cuando estás en pleno proceso, leyendo, investigando. Ese es el trabajo de la inspiración.

Tú has manifestado que a medida que ibas poniendo más humor y más ironía en tus cuadros te ibas sintiendo mejor, más cómodo. Así, también, has ido encontrando un poco la identidad de tu arte. Viendo un poco tu trayectoria, estás intentando que ese sea tu sello identitario: el artista, el pintor que no se toma tan en serio y que transgrede el arte. Eres un transgresor y algunas obras son más logradas que otras, pero hay ese intento de “no quiero que me tomen tan en serio” o “no quiero que tomen el arte tan en serio”. En ese punto, sí eres desacralizador. ¿Eres totalmente consciente de eso o simplemente funcionó en un momento y dejaste que siga funcionando? ¿Lo buscas intencionalmente?
Hay una cosa natural ahí que sale. Primero fue de manera natural. Yo pintaba mis cuadros, antes de tomar el humor, sin ponerles mi toque característico, sin ponerles mi sello -que yo quería ponerles-. Quería ponerles ese toque de humor, pero…

No encontrabas el tono (para expresarlo), todavía.
No. Más que todo, mis amigos me decían: “¿Pero eso quién te va a comprar?”, ja, ja… Como si uno lo hiciera por dinero. Eso no se hace por dinero ni por fama. Uno, también, tiene que comunicar sus sentimientos y la pintura es una manera de comunicar ello. Dije: “Voy a pintar, voy a hacer una obra que marque una diferencia, que me diferencie al resto, que me caracterice”. Era un poco premeditado ahí. Dije: “Voy a hacer una obra ¡que a la gente, también, le haga pensar!”. Y el humor te hace pensar. Tú ves algo, te causa gracia: es porque te hizo pensar. Un mecanismo le mandó endorfinas a tu (se señala la cabeza) y te provocó la gracia, la risa. Entonces, eso comenzaba a gustar a la gente. Comencé a trabajar bastante el humor. “¡Por ahí es el camino!”, dije yo. “¡A la gente le está agradando!”. Entonces, dije: “Sí. Puedo encontrar un público (al) que le pueda gustar esto, le pueda agradar lo que yo hago”. Yo no sé si habrá artistas que hayan usado de manera tan premeditada el humor, pero yo lo comencé a usar así y me acordé de una frase que dijo Woody Allen: “No hay que tomarse la vida tan en serio, pues, nadie ha salido vivo de ella”. Yo dije: “¡Qué razón tiene ese señor!”. Hacer las cosas como jugando, a veces. Porque cuando uno lo hace como jugando, lo hace con la pasión que tiene un niño. Un niño cuando juega a los carritos, agarra un trapito y dice que eso es un mono y cree que es un mono y cree que otro trapito es Superman. Lo vive tan intensamente… Si así se hicieran las cosas, llegarías lejos, porque no estás pensando en cosas ajenas a lo que estás haciendo en ese momento -como pagos, gastos- sino que estás concentrándote solamente en tu juego.
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Claro, John. Pero eres consciente de que no todo el mundo entiende siempre el humor y algunos espectadores podrían tomarlo como una agresión a los personajes que representas, que son famosos. Por ejemplo, menciono ese cuadro con el que has ganado el Salón de Pintura del ICPNA, el último, el treceavo: En mi angustia te invoqué, pero tú no me escuchaste. Se ve a Vincent van Gogh, que es ya un ícono popular, sin la oreja. Literalmente, sin la oreja. Es cierto, es creativo, pero a algún purista del arte le podría parecer hasta sacrílego.
Sí, me ha pasado. Por ejemplo, cuando encima de la cara de La Gioconda yo le puse una “carita feliz”, hubo personas de la Embajada de Italia que fueron a verme para reclamarme si yo me estaba burlando. Porque para ellos La Gioconda es como su símbolo patrio. La Mona Lisa es su símbolo patrio de los italianos. Dijeron que yo me estaba burlando, pero yo les dije que no, que es ironía, que es una interpretación de la “carita feliz” de ahora. En el tiempo de Leonardo la “carita feliz” era la de Mona Lisa. Antes de Leonardo, nadie había pintado una sonrisa. Todas eran personas ceremoniosas, religiosas, serias. Vino Leonardo y le puso una sonrisa y cambió la historia del retrato. Ya no pintaban con pan de oro, pan de bronce, con todos los decorados sino que pintó paisajes reales, personas de carne y hueso. Fue una gran transformación. ¿Se puede decir que se estaba burlando de los artistas anteriores o estaba dando un paso más adelante, estaba evolucionando, estaba encargándose de cambiar la historia? Los pintores de esa época debieron haber dicho: “¿Pero qué tiene este señor Leonardo que ya le quitó los dorados? Ya no pinta santos, ya no pinta religiosos. ¡Se está burlando de nosotros! Solamente se debe pintar a las vírgenes y a los apóstoles. De ahí no”. Él transformó eso. Él tiró ese teatrillo pictórico de cartón y piedra y lo transformó en la verdad. Lo que se hace hasta ahora. Nosotros pintamos la verdad, lo que vemos. De lo que yo hago solamente le añado mi toque de humor, le meto mi ocurrencia, le pongo mi color.

¿Tú quieres ser el Leonardo de Lima?
No. Porque no fue invento de Leonardo. También fue el mismo Van Gogh. Por ejemplo, antes de Van Gogh a los impresionistas les dominaba la luz. Ellos salían a la calle y pintaban de acuerdo al Sol, de acuerdo a los cambios de color. Entonces, ellos perdían el dibujo, perdían muchas cosas, por la luz. Porque si no lo hacías en un día, no hacías el paisaje. Ellos no pintaban retratos sino puro paisaje. Al aire libre. Ellos, los impresionistas, rompieron con el estar pintando en el taller. Dijeron: “Salgamos a las calles a pintar la vida”. Dieron otro paso más. Leonardo pintaba la verdad y estos pintaban la vida de paisaje. De ahí viene Van Gogh y dice: “¿Pero por qué tienen que pintar solamente con colores de la luz, porque no sacan colores del espíritu? ¿Por qué no ponen amarillos, verdes, azules? ¿Por qué no usan los fucsias, por qué no usan los colores más estridentes? ¿Y dónde está tu interpretación? ¿Que tú no lo ves con otros ojos?”. Y él, también, dio otro paso más. La historia del arte te da esas cosas que son fugaces, pero que marcan hitos, presencia, istmos.

No te han llamado de la embajada de Holanda, entonces.
Sí, también. Dos personas me dijeron que… No de Holanda, pero sí dos personas que son muy fanáticas de Van Gogh me dijeron que yo me estaba burlando, que lo había cortado literalmente, pero yo les digo siempre que el humor es como una anestesia. Uno puede ser muy irónico y al decirlo sin humor duele. Además, la educación misma que yo me acuerdo de niño: el profesor usaba un palo y nos castigaba. Nos decía que no sabíamos, que no aprendíamos. Nos lo decía tan seriamente que nos lo creíamos. Pero cuando yo lo digo es como si alguien dijera: “Ah, me dijo que no sé. No he estudiado” y se ríe es porque el humor le ha adormecido. El golpe se recibe. Aparte, el humor graba con fuego lo que, de otra manera, sería difícil de memorizar. Por ejemplo, es más fácil contar un chiste que aprenderse la flora y la fauna de Mesopotamia, porque la flora y la fauna no tienen humor. Es seria y hay que memorizar. En cambio, un chiste tú lo cuentas a tu manera. Y te sale…

Hay un componente emotivo ahí.
Claro. En una sola vez que te lo cuenten, ya te lo aprendiste. El humor graba con fuego lo que, de otra manera, sería difícil aprender.

El humor mezcla emociones.
Emociones, claro.

No es el conocimiento puro que, muchas veces, es cero emociones, neutro.
Exacto.

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