“Mi vocación ha sido total”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
Mantenerse vigente profesionalmente a nivel internacional, a los noventa años, es un logro que muy pocos pueden exhibir. Poseer lucidez, sentido crítico de la realidad y gran memoria a dicha edad es algo admirable. Fernando de Szyszlo Valdelomar (Lima, 1925), el pintor más importante del Perú y uno de los más reconocidos de Latinoamérica, tiene todas esas cualidades.
Desde 1959, De Szyszlo presenta anualmente, por lo menos, una exposición. Sin falta. Es un trabajador infatigable. Incluso, en 1989 llegó a presentar doce muestras en nueve países (Inglaterra, Perú, Colombia, Polonia, Bolivia, Estados Unidos, México, Venezuela y España). Tal es su dedicación al arte.
Este
2015, entre junio y agosto, se realiza una muestra suya en Colombia y en abril se
llevó a cabo otra, en Estados Unidos. Y en Lima se están efectuando tres
exposiciones simultáneas, en diversas galerías, con el fin de celebrar sus setenta
años de trayectoria y nueve décadas de fecunda vida.
Asimismo,
ha sido distinguido como Caballero de las Artes y las Letras por el Gobierno de
Francia, como Gran Oficial de la Orden de Bernardo O’Higgins del Gobierno de
Chile y, también, con la Orden del Sol del Perú en el grado de Gran Cruz
(además de recibir el Premio Southern y diversos doctorados Honoris Causa).
Con
De Szyszlo uno podría dialogar durante horas sin cansarse, porque ha tenido una
vida plena, de leyenda. Ha conocido a las personalidades culturales y políticas
más importantes del continente y del mundo. Además, es un intelectual al que
siempre le solicitan opiniones más allá del arte, puesto que es un hombre culto
y muy comprometido con su país, su historia y los ideales democráticos.
En
la siguiente entrevista, concedida en su bella casa de San Isidro, el amable referente
de nuestras artes plásticas nos revela sus conceptos sobre el trabajo artístico,
su lucha antifujimorista, su amistad con el célebre poeta mexicano Octavio Paz,
así como otros pasajes muy interesantes y poco conocidos de su biografía.
Muchísimas gracias por esta oportunidad. Para mí, es un lujo, un honor, ya que está cumpliendo noventa años.
Con
mucho gusto.
Muchas gracias. Paul Klee decía: “El color me domina, no necesito ir en busca de él, me posee. Lo sé bien. He aquí el sentido de este momento feliz. Yo y el color somos uno. Soy pintor”. En su caso, ¿cómo es su relación con el color?
Debo
decir (que) yo pertenezco a toda la familia de pintores que, más bien, ponen el
acento entre el contraste de luz y sombra, más que en el contraste del color.
El color no es uno de los problemas que tengo. Lo que más trabajo me cuesta en
la pintura es, siempre, el diseño de la composición y la disposición de la luz
y la sombra. El color viene natural. El color no es un problema.
Mario Vargas Llosa señalaba que “lo
mismo que nos ocurre con los cuentos de Borges, los poemas de Vallejo o de
Octavio Paz, nos ocurre también con la pintura de Szyszlo. Eso es América
Latina en su más alta expresión. En ella está lo mejor que somos y tenemos”. ¿Cómo
siente estas palabras de su gran amigo Mario?
Las
agradezco. Son palabras de mi amigo Mario (sonríe). No me envanezco porque sé
que, sobre todo, están llenas de generosidad.
Usted y Mario Vargas Llosa en algún
momento, en cuanto al Movimiento Libertad, compartieron intereses políticos.
Creo que fue su única incursión en la política.
Sí.
La única vez. Imagino que la única vez que Mario, también, ha participado en
política. Es decir, siempre hemos tenido ambos, cada uno por su lado, opiniones
políticas, interés en participar, ayudar a que este país encuentre su destino,
pero no el participar en la acción política misma. Esa fue una circunstancia que
envolvió a Mario y que, finalmente, me envolvió a mí porque quise soñar ese
sueño de Mario, de que se podía hacer violentamente un cambio. Pero las
circunstancias probaron que no es tan fácil.
Si volviera atrás, en el tiempo,
¿volvería a luchar contra el fujimorismo?
Sin
duda. Sigo luchando contra el fujimorismo. Me parece una de las épocas más
oscuras de la historia de nuestro país. En que no solamente el asalto, la
delincuencia, el robo alcanzó su máximo nivel sino, después, todas las cosas
más graves, todavía, contra los derechos humanos, contra la vida humana, contra
la manera de pensar de otras personas, distinta.
Usted nunca ha creído que los artistas
vivan encerrados en su torre de marfil. Usted siempre se ha comprometido con su
sociedad, con el Perú.
Sin
duda. Siempre me ha interesado. Cuando vivía en París me daba cuenta que uno no
puede contribuir al desarrollo, al progreso del país, desde un café en París sino
que tiene que estar aquí, en la pelea cotidiana.
El año 1947 fue muy importante en su
vida porque fue su primera exposición.
El
47 fue un año muy importante. Hice mi primera exposición, nació la agrupación
Espacio, con la que combatimos la arquitectura neocolonial peruana y, también,
el arte moderno. Y después comenzó a publicar Emilio (Adolfo) Westphalen la
revista Las moradas. Fue un año muy
significativo, en realidad. Sobre todo para mi generación. Para la generación
del 50 fue un año capital.
¿Y cuánto contribuyó en su desarrollo como
artista el haber sido pareja de una extraordinaria poeta como Blanca Varela?
Contribuyó
en la medida que en esa época, que éramos tan jóvenes los dos, descubrimos muchas
cosas juntos. Descubrimos el mundo de París juntos. Todos los muchos años que
vivimos juntos fueron importantes tanto para mí como para ella.
Y allá, en París, tuvo la oportunidad
de compartir momentos y vivencias con Julio Cortázar y Octavio Paz, que fue su
gran amigo.
Claro.
Con Octavio, sobre todo.
Y con Elena Garro, también.
A
Julio Cortázar lo veíamos mucho en esa época, pero después él se radicalizó, se
volvió un propagandista de la revolución cubana y se desencaminó. Su literatura no fue lo que era Rayuela o los cuentos maravillosos que
escribió.
Cuando ya Octavio Paz estaba en la
fase terminal de su enfermedad, usted había ido hasta México para visitarlo,
porque necesitaba verlo...
Sin
duda.
…en esos momentos difíciles.
Tenía
un gran afecto por Octavio y un gran agradecimiento, porque él, su actitud, su
texto, su literatura, su poesía, nos ayudó mucho a muchos. Yo creo que él fue
uno de los maestros de nuestra generación.
En el año 1963 hay una foto en la que
usted se encuentra con diversas personalidades, en Estados Unidos, y una de
esas personalidades era el presidente John F. Kennedy. Exactamente, ¿nos podría
describir qué encuentro era ese?
Durante
el gobierno de Kennedy, durante esos mil días, cada año el presidente Kennedy
invitó a catorce intelectuales latinoamericanos y catorce americanos a reunirse
en sitios apartados para conversar de la situación de los Estados Unidos, de
América Latina. La primera vez fue en la isla Paradise que queda frente a
Miami. Había una gente extraordinaria de parte del grupo americano. Estaba
Edward Albee, por ejemplo. William Styron, el novelista. Estaba Aaron Copland,
el músico; Arthur Schlesinger, el historiador y después biógrafo de Kennedy;
Richard Goodwin, el asesor político del presidente Kennedy. Fue una
conversación muy interesante. Por el lado latinoamericano estaba Carlos
Fuentes, Ernesto Sábato, José Luis Cuevas. Era un grupo… Esa fue la primera vez
que nos reunimos, el 61. El 62 la reunión fue en Barranquitas, en una parte
montañosa de Puerto Rico, también con un grupo extraordinario de gente. Entre
otros, estaba el arquitecto (Ming) Pei, el que hizo la ampliación de la
National Gallery, en Washington. Y la tercera fue en Chichen Itzá, en México.
Fue inolvidable, también, esa vez. Y cada vez que nos reuníamos, el presidente
Kennedy nos invitaba el último día a que fuéramos a Washington a verlo. La
última vez, viniendo de Chichen, fuimos a verlo y estuvimos con él en la mañana
en la Oficina Oval, en Washington, en la Casa Blanca. A las doce de ese día
tomó el avión para Dallas. Al día siguiente estaba muerto.
¡Lo vieron un día antes de que
muriera!
Un
día antes, sí. Para todos fue terriblemente impresionante haber pasado esos momentos
con el presidente Kennedy y saber que al día siguiente lo habían asesinado.
¿Y usted cree que fue un complot o fue
un asesinato de una sola persona?
Yo
creo en la conclusión de la Comisión Warren: creo que fue una estupidez de Lee
(Harvey Oswald). Hannah Arendt dice muy bien que la banalidad del mal… (Adolf)
Eichmann, ese que torturó y asesinó a centenares de miles de judíos era una
imbécil y Oswald, el que asesinó a Kennedy, era un imbécil. Gente banal,
estúpida. Lo que sí, esa cosa la producen las circunstancias. Hay una circunstancia
que es grave, importante, y entonces se producen siempre estos casos donde hay
un irresponsable que se mete a dar su testimonio.
Por lo que me cuenta, Kennedy tenía
interés por el arte y la literatura latinoamericana.
No
creo que leía cosas latinoamericanas, pero sí tenía mucho interés en saber lo
que los latinoamericanos pensábamos y (en) tratar de comprender el problema. Sin
duda, hizo lo posible por entendernos.
¿Cómo ve estos noventa años en los que
se están realizando tres exposiciones a la vez sobre su carrera? Tanto en el
Inca Garcilaso como en el MAC…
Sí,
pues.
…y en otro centro cultural. ¿Cómo
siente usted este reconocimiento que su país le hace?
Con
mucho agradecimiento y, un poco, con sorpresa. Pero en estos setenta años que
pinto nunca he cesado. Mi vocación ha sido total. Me he entregado a ella. Todo
lo que ha pasado, bueno o malo, alrededor, es resultado de la intensidad con
que trabajaba.
Usted trabaja, según he leído, todos
los días.
Todos
los días, sí. De ahí vengo (se mira las manos y sonríe).
Le he interrumpido.
No.
Usted dijo en algún momento que “me
reconozco en el arte surrealista, en Rembrandt, en el arte precolombino,
africano, negro”. ¿Cada vez ha ido aumentando alguna nueva influencia en su
carrera?
Creo
que no. Yo creo que desde que comencé a pintar, comencé a encontrar mi camino.
No he cambiado mucho ni mi pintura ha cambiado mucho. Quizás se ha desarrollado
un poco la técnica, pero mi pintura no ha cambiado mucho y mi manera de pensar
menos, todavía. Porque yo siempre estuve muy dentro de la teoría surrealista,
no dentro de la pintura surrealista, que nunca me ha gustado demasiado. Me
gustaron los precursores del surrealismo, con (Giorgio) de Chirico o (Marcel) Duchamp,
pero la pintura surrealista me interesaba menos. Esa fotografía de los sueños,
fotografía del inconsciente, no era lo que yo buscaba. Pero ya le digo, la
teoría… Y me doy cuenta que, después de tantos años de pintar, mi pintura que
era inicialmente abstracta se ha ido poniendo más cercana a una descripción de
un mundo real no reconocible. Pero no es en dos dimensiones, no es pintura
plana como la pintura abstracta sino que hay alusiones al espacio, al paisaje,
a cosas.
Está llena de símbolos su pintura.
Sin
duda. Y eso es el resultado de todo lo que he vivido y me ha impresionado en la
vida. Herbert Read decía: “El arte es una experiencia cristalizada”. Entonces,
todo lo que te ha impresionado en tu vida, los cuadros de Rembrandt, la pintura
de Tamayo, la poesía de Saint-John Perse o los amores que has tenido o los
paisajes que has visto, todo eso forma el magma del que va saliendo el cuadro.
Todo es creatividad. En distinta
manera…
Exacto.
…llega a uno.
Exacto.
De los artistas
peruanos de las últimas décadas, ¿cuáles le interesan? Porque de eso quizá no
se escucha tanto en las entrevistas que le hacen. Por ejemplo, ¿le interesa
Quintanilla, Polanco, Luz Letts, Tokeshi, Patricia Eyzaguirre o algún otro
artista?
Lo que llaman ahora “arte contemporáneo” no me interesa para nada. Es una
pérdida de tiempo. Como lo decía Dalí: “Moda es lo que pasa de moda”. Es una
cosa en que no hay esfuerzo, no hay pasión, no hay trabajo. Es una cosa para
ociosos que quieren saltarse el dolor, la angustia que es buscar un lenguaje.
Pero en el Perú hay muy buenos pintores. Sérvulo (Gutiérrez) era un gran
pintor. Y de generaciones posteriores a la mía, Julia Navarrete era una pintora
estupenda.
¿Tilsa Tsuchiya
le gusta?
Claro. Tilsa me gusta, sí. Me gusta mucho y hay otros. En América Latina
hay tantos pintores buenos… Finalmente, estamos encontrando audiencia. Siempre
habíamos estado puestos como al costado, pero finalmente, poco a poco, ha venido
creciendo el interés en el arte latinoamericano.
Usted dijo: “Al
hacer una obra de arte no importa la forma, lo más importante es que la obra hable”.
¿De qué nos habla la obra de Fernando de Szyszlo? Sabemos que del Perú, sabemos
que del arte precolombino, pero ¿de qué más, también?
Habla de mis circunstancias. Ortega (y Gasset) decía: “Yo soy yo y mi circunstancia”.
Mi circunstancia modifica la esencia mía. Entonces, lo que trato de expresar es
eso: mi interior. Pero mi interior está teñido de la circunstancia que está
produciéndose: de la política peruana, del paisaje peruano, de las
frustraciones o de la maravilla que es estar vivo en Lima, en el año 2015
(sonríe).
¿El arte es vida
para usted?
Sí, sin duda. Pero no tengo la ilusión de que uno no se muere. Yo, a los
noventa años, estoy jugando los descuentos, como dicen en el fútbol.
Señor De Szyszlo,
muchísimas gracias por esta entrevista.
Encantado.
Es un honor para
mí, de verdad, y esperemos tenerlo mucho tiempo más entre nosotros.
Claro que sí. Encantado.
Muchas gracias.
Gianmarco, excelente entrevista al mejor pintor vivo peruano, que ya está está inscrito su nombre y su obra en la Historia de la pintura mundial, don Fernando de Szyszlo!!! Saludos José Beltrán Peña.
ResponderEliminarImpresionante entrevista mil gracias.
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