“Una vida es muy poco para una obra”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
Rosamar Corcuera (Lima, 1968) es una de las artistas peruanas contemporáneas más talentosas. Una de las pocas capaces de crear un universo artístico propio e inolvidable. Muchos personajes llenos de belleza, originalidad y misterio, nacidos de sus prodigiosas manos, pueblan su trayectoria profesional. La última exposición de esta maravillosa pintora, ceramista e ilustradora se tituló Prófugos del mar -desde diciembre de 2012 hasta febrero de este año-. Fue una de esas muestras asombrosas de las que uno se pregunta: “¿Por qué no la exponen durante todo un año seguido o tres o cien?”.
Más allá de ser hija del mítico poeta nacional Arturo Corcuera y hermana del magnífico documentalista Javier Corcuera, Rosamar brilla por méritos propios. Y todo lo que haga en el futuro, a través de su arte, promete ser sumamente interesante y hermoso, dándole vida a nuevos seres fabulosos.
Rosamar estudió en la Facultad de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, así como en el taller de dibujo de Cristina Gálvez y pintura en el taller de Miguel Ángel Cuadros. Ha presentado numerosas exposiciones individuales en Lima y ha participado en diversas muestras colectivas. Asimismo, fue invitada al Encuentro Internacional de Arte Artifariti, en Sahara Occidental (2008). También fue seleccionada para integrar la muestra Iberoamérica Pinta, que se exhibió en museos y galerías de más de veinte países, entre ellos la Casa de América de Madrid (1997). Ella expuso allí su precioso cuadro El sueño y la naturaleza.
Además, ha ilustrado Antología General del Cuento Infantil Peruano (2001) de César Toro Montalvo y El Amaru (1998) de Danilo Sánchez Lihón, así como otros textos para Perú Report, Radda Barner, UNESCO y UNICEF. Además, ha ilustrado poemarios de su padre Arturo, como A bordo del arca (2006. Premio Casa de las Américas), La canción de las letras (2003), El Libro de las Adivinanzas (1997), Declaración de amor o los derechos del niño (1996), y Canto y gemido de la Tierra (1995).
Precisamente, cuenta Arturo Corcuera en su post Prófugos del mar del 13 de diciembre de 2012: “Aún niña Rosamar, se dio la circunstancia mágica de que me encontrara con Gabriel García Márquez en La Habana, en el preciso instante en el que yo le enviaba a mi hija un saludo cumpleañero. Gabo se sumó amablemente a la felicitación con unas líneas: ‘A Rosamar, rosa en el mar, Gabriel’. El consagrado novelista no sospechaba entonces que Rosamar tempranamente destacaría como una reconocida artista plástica y que un día presentaría una muestra de esculturas con el título de Prófugos del mar. ¿Fue un pálpito del novelista iluminado? ¿Había algo de misterio en este fulgor repentino de ‘rosa en el mar’?”.
Muchas gracias por la oportunidad. Usted acaba de presentar esta exposición (que duró hasta el 3 de febrero), Prófugos del mar, en el Centro Cultural Inca Garcilaso y, pues, era todo un mundo de fantasía. Eran treinta piezas, cada una más sorprendente que la otra. (Algo) maravilloso. ¿Cómo surge todo este mundo de fantasía dentro de usted, dentro de su imaginario?
Los Prófugos del mar nacen, en realidad, hace muchos años. La primera pieza la hice a raíz de unos poemas de Pablo Neruda a los mascarones de proa que él coleccionaba. Ahí nace la primera. Pero hay seres que vienen desde mucho más atrás, de cuando yo iba al mar de pequeña…
En Punta Negra.
En Punta Negra. E imaginaba personajes a partir de un caracol, algo que encontraba, algo que el mar botaba. Me despertó mucho la imaginación el contacto con el mar. Fui todos los veranos de mi infancia a esta playa y era un mar que guardaba un encanto, un misterio, una fuerza… Entonces, todo eso me estimulaba a imaginar historias.
Además, son historias que usted escuchó desde pequeña de boca de su padre.
Sí, claro. Había, también, la influencia de los poemas de mi padre: muchos son dedicados al mar, a la naturaleza, a los animales. Había la influencia de Tilsa (Tsuchiya), que era muy amiga de mi padre y que iba mucho a la casa. Había muchos dibujos de ella en la casa, muchos cuadros. Un poco ese fue mi mundo en la infancia. Ahora, los Prófugos (del mar) fueron tomando cada vez más forma y estructura. Se fueron convirtiendo en una manada a través del tiempo. Son seres que salen del mar. Imaginaba que era una manada que, por alguna razón, tenía que dejar de vivir en el mar, salía a la tierra y, de pronto, nos encontrábamos con todos estos seres que nunca habíamos visto. Inimaginables para nosotros. Y ellos, igual, se encuentran con nosotros. Esos son los Prófugos (del mar).
Este es un mundo de seres fantásticos. Si bien en esta exposición los Prófugos (del mar) son seres marinos, en otros trabajos suyos previos hay muchos seres fantásticos del aire, también.
Sí. Del aire… ¿Te refieres a que tienen alas?
Claro. Que vuelan.
En parte de los Prófugos (del mar) hay unos colibrís que tienen cola de pez. Entonces, son de aire, pero también de agua. Luego, pues están estas especies de sirenas mascarones de proa que tienen alas. Las sirenas, en sus orígenes, tenían alas. Estaban relacionadas a los dragones que, también, volaban. Como mujeres todoterreno, algo así.
Justamente en Noé delirante, que es del año 1963, muchos sino la gran mayoría de los poemas son fábulas. Puede parecer algo muy simple, pero este hecho de que sean fábulas la mayoría de poemas tiene necesariamente que haber influido en los hijos. Primer libro de papá: eran fábulas. Después de muchos años, en su caso, es quien más se ha acercado a ese mundo de fábulas de su papá.
Sí. Es como haber crecido dentro de una fábula (sonríe), una cosa así. Es un poco así el recuerdo que yo tengo de mi infancia. El jardín tan grande, con tantas flores, tantos árboles, en Chaclacayo, cerca al río, con los cerros, mucha poesía, el mar. Entonces, todo era como muy poético, muy sugerente. El hecho que sean fábulas, como dices tú, facilita a crear un personaje. En sí, cada Prófugo (del mar) podría tener una fábula, una historia.
¿Recuerda cuál fue el primer personaje fantástico que usted creó en cerámica o en algún otro material?
No de los Prófugos (del mar) sino en general, me dices tú.
Claro.
La primera pieza que yo hice era un arca de Noé. Es una influencia superclara del libro Noé delirante. Y le puse, además, un letrero que decía Noé delirante.
Inclusive su padre le ha incluido ese trabajo, ya fotografiado, en Noé delirante, en una de las últimas ediciones.
Sí. Sale en un libro de mi papá la foto. Fue lo primero que hice.
Año 89.
Sí. Yo estaba en la universidad, estaba estudiando pintura y me metí a un curso libre de cerámica e hice esa pieza. Me acuerdo que era la primera pieza grande -grande, entre comillas, porque ahora ya no la veo tan grande- que se había hecho dentro del taller de cerámica. Ahí comencé con el barro y me apasioné. Ya no lo dejé más.
Son pocos los artistas peruanos que se dedican, sobre todo saliendo de la Católica, a trabajar la cerámica. La mayoría prefiere la pintura. ¿No sintió, de repente, en algún momento, un poco de temor por decidirse por algo que tiene menos espacio en el mundo artístico limeño -ni siquiera peruano- que la pintura? El tema de la escultura, la cerámica.
La cerámica en el Perú es considerada un arte menor. Es para los artesanos, para los campesinos. Pero, a mí, no me molesta que me digan artesana. Porque un artesano, para empezar, es una persona que tiene raíces. Y un ser humano que tiene raíces es todo. Sin raíces, no somos nada, Y, luego, que la palabra artesano me gusta: es un arte que es sano. Además, esto te permite tener un contacto con la tierra, estar enraizado. El fuego, el agua, el aire: todos los elementos se dan en la cerámica. ¿Miedo? No. Nunca me dio miedo porque el arte, así estudies pintura o lo que fuera, es un camino difícil. Cualquier rama que escojas. En mi familia, todos se dedican al arte. Todos, sin excepción. Entonces, yo he crecido en ese ambiente. Me parecía lo normal. Dedicarse al arte, para mí, fue lo normal. Hasta que me di cuenta que no era lo común.
¿Y ningún miembro de su familia le dijo: “Rosamar, no te vayas por ese lado”? Porque, como usted dice, es un camino difícil.
Todo lo contrario. Me estimularon a que yo elija. Porque yo cuando iba a postular a la Católica, no sabía a dónde postular, porque decía: “A mí no me gustan los números, para nada. En todo caso, las letras”. Pero no me había planteado la idea de estudiar arte. Mi papá me dijo: “Todo el día dibujas. ¿Por qué no postulas a arte si todo el día dibujas, todo el día haces cosas con las manos?”. Ahí yo pensé recién en esa posibilidad y dije: “Lógico. Era evidente”. Y así postulé a pintura, pero el volumen siempre me atraía y en la cerámica yo podía combinar el color, el volumen, las texturas, el dibujo y la línea. Entonces, me dio más libertad. Así fue como comencé.
Lo primero que uno pensaría de la hija de un poeta es que se dedique a algo de letras, más que a algo artístico, manual, físico.
Una vez, en una exposición que había hecho hace unos años en Camino Brent, fue un grupo de niños de un colegio a ver la muestra. Niños pequeños. Uno de ellos, viendo mis dibujos, me dijo: “Yo, también, de grande, quiero ser escritor de dibujos”.
¡Qué bonito!
Sí (sonríe). Así que, de alguna manera, soy escritora de dibujos, ja, ja… volúmenes.
Claro. Además que usted y su padre son un tándem.
(Rosamar asiente con la cabeza).
Han trabajado juntos muchas veces. Yo recuerdo perfectamente esta portada de Periolibros: Declaración de amor o los derechos del niño. Me pareció bellísima. La portada que era un hipocampo gigante, dorado, y una niña con su vestido rosa, montada en la cola del hipocampo, con las riendas en el cuello del hipocampo. Y arriba de esta imagen, tres lunas. Y al costado del hipocampo -que está sobre el mar, flotando- una estrella de mar gigante.
Sí.
¡Qué maravilla! En A bordo del arca, también, la portada es suya.
Sí. Esa ilustración de la que me hablas ganó un premio. Me acuerdo que yo estaba estudiando en la universidad y me pasaron la voz de este concurso y mandé esta ilustración que es pequeña, en realidad, en A4. Cuando fui el día de la inauguración -que era el día de la premiación- vi unas ilustraciones gigantescas, enormes y, al lado, mi ilustración en A4 y dije (sonríe): “¡Uy, acá estoy perdida!”. Y me gané el segundo puesto con esta ilustración. Esos dibujos me abrieron muchas puertas. Porque a partir de eso me invitaron a exponer en España una colectiva de todos los que habíamos ilustrado estos Periolibros, en…
Iberoamérica pinta.
Iberoamérica pinta, que dio la vuelta a 23 países. Yo estaba bien chibola. Ahí sí me dio un poco de terror (sonríe), porque todos eran grandes artistas y yo comenzaba, estaba estudiando. Pero tuve esa oportunidad.
El talento, en su caso, era precoz: estar ya (exponiendo) con otros artistas reconocidos. Los dibujos, de verdad, son increíbles. En lo personal, me encantaría, por ejemplo, que le hagan más entrevistas a usted que a otros artistas.
Ja, ja, ja…
Porque hay muchos artistas que tienen muy buena prensa, pero no tienen tanto talento. Y otros artistas que tienen mucha menos prensa, tienen un talento enorme, entre los que me parece que está usted.
Así es el mundo del arte. Ahorita, por ejemplo, yo quisiera llevar la muestra de los Prófugos (del mar) a Miraflores o San Isidro, pero es muy difícil entrar a una galería. Voy a intentarlo, ¡ojalá se pueda! Por eso es que, últimamente, he expuesto en Cusco. En Cusco siempre me han abierto las puertas, me reciben bien, he podido llevar las piezas para allá, tengo mejor acogida, va muchísima gente. En Lima me es muy difícil, porque pareciera que todas las galerías -es lo que me dicen cuando voy- tienen ya todo cubierto: trabajan con sus mismos artistas dos años. Esos dos años exponen ellos, vuelven a rotar. Entonces, eso es un poco lo que he recibido de Lima. Voy a ver si consigo una galería para traerlos por acá.
Sí. Es que en verdad vale la pena. Y yo imaginaba -aunque ya es un sueño- que este tipo de arte fuera a los colegios.
Que fuera a los colegios, claro. Te diré que los niños son los más felices en la muestra. Les encanta, opinan. Sus opiniones son maravillosas. Son espontáneos, les gusta. No sé por qué los colegios no forman así, también, a los niños.
Sí. Debería haber una educación por el arte. Yo quería contarle que, inclusive, en Noé delirante hay un dibujo de Tilsa que está con su nombre…
Desde la ventana Rosamar espía el arca.
Y en A bordo del arca, también, tiene (su padre Arturo) una (poesía) que es Fábula del arca en la cerámica de Rosamar. Me gusta mucho y quisiera leer esta parte: En sus aposentos habita toda especie de animales de dos / en dos, macho y hembra, como ordenó Dios: / el puercoespín con su puercoespina, / el elefante con su elefanta, / el calandrio con su calandria, / el jirafo con su jirafa, / el bufeo y la bufea, más bella a sus ojos que una top-model. / El erizo con su eriza (las flechas que lanzó al cielo volvieron / al erizo). Antes de estallar las cataratas, la tortuga guardó las alas / y se puso a caminar. Fue la última en entrar al Arca, / seguida de su tortugo. El hipocampo y la hipocampa, / los primeros en ingresar…
Años que no me leían eso. ¡Qué locura! Aparte de (Desde la ventana) Rosamar espía el arca. No había pensado en todas esas cosas.
Cuando escucha todo esto que está basado, obviamente, en ver su obra, en ver a su hija pintar o esculpir o hacer cerámica. ¿Qué siente como hija? Se nota que su padre la adora. ¿Usted qué siente hacia su padre?
Mi papá es así con todos nosotros. Somos cuatro. Yo he visto el mismo cariño para todos desde niños. A todos nos ha dado lo mismo, por igual. Ahora, al comienzo, cuando yo pintaba, más bien, eso me molestaba porque era como un poco que a la expectativa de lo que hacía. Eso, para mí, en ese momento, no me dejaba crear tranquilamente.
Era como una presión.
No. Más que una presión era como si siempre estuvieras observado. Yo estaba en plena adolescencia y, más bien, me quería rebelar a todo eso. Ahora veo las cosas de otro modo. La vida, en general. Para mí, hacer cerámica es algo muy sencillo, las piezas que hago. Más bien, me sorprende el éxito que ha tenido la muestra, la gente que me ha escrito. Mucha gente que no conozco me ponía maravillas. Me sorprende todo eso y digo: “Creo que estoy haciendo bien las cosas. Voy a continuar porque parece que sí, pues, tengo éxito”, ja, ja... Igual voy a continuar porque no tengo arreglo, pero no me imaginé que iba a tener el éxito que ha tenido la muestra, la verdad. Me sorprendió.
De repente, es porque -como usted cuenta en el mismo video (promocional) de Prófugos del mar- se mete en su trabajo hasta dejar que pase el tiempo y que la manera de trabajar sea parte de su inconsciente. Que sea un trabajo inconsciente. De repente, para esta muestra usted ha sido -en el buen sentido- lo más artísticamente inconsciente…
En las últimas piezas.
…y ha brotado algo que transmite magia. Uno ve (la muestra) y dice: “¡Wow! ¿De qué galaxia salieron esos seres? ¿De qué universo tan bonito?”.
Cosas así me han puesto: “¿De dónde viene?”. No sé. Soy una marciana (sonríe). A veces, cojo el barro y, de pronto, sale un personaje y lo voy imaginando, pero ni sé de dónde viene tampoco. Supongo que es de todo esto que te cuento: el mar y los poemas y todas esas influencias, pero cuando es un acto inconsciente viene del inconsciente, en realidad. Va tomando forma el barro, prácticamente solo.
Claro. Yo había visto, por ejemplo, una influencia directa de Tilsa (Tsuchiya) -que usted la ha mencionado-. Me pareció interesante saber cómo se había podido desligar de ese erotismo, de esa sensualidad que Tilsa tiene en muchísimos de sus cuadros. Ella es muy erótica en los dibujos que hace. Si bien algunos se parecen a los dibujos de usted, o los de usted a los de ella, pero…
Tienen, ¿no? Tienen cosas.
Sí, los cuellos alargados.
Sí.
Y este dibujo medio surreal…
Sin ser iguales.
Sin ser iguales, pero...
Tienen ahí una atmósfera parecida.
Claro.
Es que yo no lo puedo notar mucho, porque como han estado toda mi vida ahí, no lo puedo ver desde fuera.
¿Cómo se ha podido deserotizar (usted), en todo caso, de esta influencia de Tilsa Tsuchiya? Si bien cada ser humano es distinto, a veces, cuando uno tiene una influencia fuerte de alguien o admira mucho a alguien, inconscientemente lo imita, pero usted no ha llegado hasta ese nivel.
No. Mi intención nunca ha sido imitarla. He tomado lo que me ha atraído de ella: esta atmósfera de misterio, el erotismo mismo. Ha sido de una sensualidad muy sutil. El barro, también, es un material muy sensual. Hay sensualidad a la hora de hacerlo. Tocarlo, acariciarlo, es como tocar una piel casi. Aparte, se hacen sus rostros, los ojos, los labios, tocas los labios, la cara, las barbas. Hay una relación con la pieza y el barro. Entonces, hay una sensualidad en el trabajo. Me gusta mezclar eso, que se sienta eso: una atmósfera de misterio, de magia. Hay unos seres que son más fantásticos, otros que son más misteriosos o más fuertes. Es un mundo -como tú dices- que nace, también, un poco de la mitología de Tilsa. Me gusta todo este lado mitológico, de cultura antigua, pero que se mezcla con todas en una. Tiene de distintas culturas unas cosas, pero, a la vez, se siente muy peruano.
Lo que siento en las wawas que usted hace es artesanía peruana. Claro, con su sello.
Orientales (las wawas), también, a la vez. Son como medio achinadas, como muy silenciosas, con los ojos cerrados, casi como en meditación. Y, a la vez, es una wawa inspirada en la wawa de pan, pero con cola de pez. La traigo a mi mundo. Pero no es que yo piense “quiero hacer una wawa de pan”. No.
Es un mundo intercultural su arte.
Sí.
Una mezcla de culturas.
Se mezclan. Que sepas que es peruano, pero que, también, te connote otras cosas, otras culturas u otras religiones. En el caso de las vírgenes, hay vírgenes que la corona son una especie, pero no llegan a ser de flor de loto. No son. Parecen. O los rostros medio achinados: también, en el mundo andino, hay rostros achinados. O en la selva. Se van mezclando distintas culturas. Me gusta eso, que sientas eso a la hora que lo ves.
Sí. Es una mezcla maravillosa. Finalmente, quería preguntarle un poco acerca de su trabajo de ilustración. Ha ilustrado, por ejemplo, El Amaru, que me parece una belleza. Está en Internet.
Está en Internet.
Si bien todos los artistas pueden o podrían hacer ilustración, a usted se nota que le gusta, que lo hace con cariño.
Sí. Me encanta dibujar. Siempre dibujo y muchas piezas nacen de los dibujos. Esos dibujos (de El Amaru) los he hecho hace muchos años, cuando recién comenzaba a ilustrar libros. Yo nunca estudié ilustración, pero me empezaban a pedir: “Oye, quiero que me ilustres este libro o este poema” o “Hazme esta carátula”. Para mí, era algo nuevo. Lo hacía tímidamente. Estoy ilustrando, ahora, un nuevo Noé delirante con mis dibujos, que es lo que no hemos hecho, todavía, con mi papá.
¿Pero los (dibujos) de Tilsa ya no van a estar (en el poemario)?
El (poemario de Arturo Corcuera con los dibujos) de Tilsa existe. Después, (él) ha sacado otro con unas ilustraciones de un francés (Gabriel Lefebvre), maravillosas. Y, ahora, va a sacar una (edición) con mis ilustraciones. Igual, lo va completando, aumentando poemas. Va creciendo el libro, también. Ahorita estoy trabajando en eso.
Es un poemario siempre en construcción. Nunca termina.
Nunca termina. Creo que los Prófugos (del mar) tienen el mismo destino… Va creciendo la manada, ya no sé ni dónde meterlos. Todo eso me lo he llevado a mi casa. Todo eso que has visto.
Al final, para muchos artistas, su obra nunca termina.
Claro.
Octavio Paz, también: Libertad bajo palabra (1949) lo seguía, lo seguía (escribiendo)...
Creció, creció y creció.
Y de seguro que si hubiera seguido vivo, seguía creciendo.
Claro. Es que una vida es muy poco para una obra. Esa muestra es, más o menos, una selección de diez años de trabajo. Creo que hay muchas cosas ahí, de las que he hecho, que no están, pero en mi próxima muestra, si hiciera algo totalmente nuevo, tendría que ser un tiempo, más o menos, así: para producir mucho, seleccionar y poder mostrar. Pero esta muestra quiero moverla y, por lo pronto, ir creando más personajes, viendo qué va saliendo.
Nunca le ha interesado hacer un arte más realista sino siempre por el lado fantástico.
Para mí, todo lo que estoy haciendo es realista, ja, ja, ja…
Ja, ja…
Es hiperrealismo, ja, ja... Yo nunca pensé: “Quiero hacer algo que no sea realista”. Me puse a hacer y salieron así. No lo pensé. Ahora, el realismo no me atrae. Hacer un retrato no es lo mío. Me aburre un poco, porque empiezo de pronto a hacerle el ojo más grande, je, je… Me voy por las ramas.
Como esos ojos de las mujeres (de su exposición Prófugos del mar) que son tan parecidos al manga (japonés). En el manga, mientras más grandes son los ojos, más puro es el personaje.
La mirada es importante. En la mirada está todo. Puedes llegar a ver todo. Los ojos son una parte importantísima. Es como si pudieras entrar por los ojos de una persona.
La última pregunta: ¿hay alguna de sus obras de la que usted se haya enamorado y piensa jamás vender esta obra, porque “esta es mi favorita”? ¿Hay alguna así dentro de su colección, sea de Prófugos (del mar) o de cualquier otro trabajo anterior?
Sí. La primera pieza que hice de las mujeres, la mujer azul alada, que estaba colgada, esa no la vendo. Por lo pronto, no la vendo. Esa pieza es muy especial. Ninguna ha salido como esa, por lo que yo he sentido. No sé cómo se ve desde afuera, pero la conexión que yo tengo con esa pieza es especial. El momento en que la hice, lo que le puse a la pieza, no se ha repetido. Ese encanto no se ha repetido en ninguna otra. Por eso, en este momento, no la vendo. Pero tengo mis preferidas.
Muchísimas gracias por la entrevista y ha sido un placer conversar con usted.
Igualmente. De verdad que me sorprendiste (sonríe). Gracias.
¡Excelente entrevista tanto por las preguntas como por las respuestas!
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