sábado, 31 de marzo de 2012

César Gutiérrez


“Ahora se nos ha impuesto la violencia de manera brutal, feroz, gratuita”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán




Nubegris ya no es la misma. Desde que apareció aquel devastador Bombardero disparando mortales ráfagas de palabras contra todo y todos sobre sus descoloridos cielos, Nubegris –mejor conocida como Lima- ya no es lo que fue. Mejor así. La narrativa peruana tampoco es la misma de antes. No volverá nunca a ser la misma, gracias a este brutal ataque recibido. El piloto de este renovador Bombardero, César Gutiérrez Rivas, vino desde la cálida Arequipa a cambiarlo todo. Y él lo sabe. Quién iba a pensar que la literatura peruana se renovaría desde el sur, y no desde Lima, ese monstruo de ocho millones de cabezas que siempre ha creído vanidosamente ser el Perú entero.

Gutiérrez es un hombre de múltiples intereses: Bachiller en Derecho en 1987, ha sido disc jockey de radio, video jockey, y ahora es poeta, periodista y novelista. A sus 42 años de edad, ha trabajado en el diario El Pueblo de Arequipa, El Comercio, las revistas Caretas y Gourmet Latino, además de escribir para los diarios Página 12 de Buenos Aires y El Mundo de Madrid. Fundó una revista de literatura y ensayo llamada Revólver, y publicó en 1997 el poemario La caída del equilibrista. Su primera novela Bombardero ha sido elogiada por los reconocidos hombres de letras Julio Ortega, Ricardo González Vigil, Abelardo Oquendo, Mirko Lauer, Fernando Ampuero, entre otros. La primera parte de esta vanguardista obra de Gutiérrez –publicada este 2008- se titula Bombardero Ground Zero. Aquí se encuentran los dos primeros capítulos de los once que componen la novela completa. La segunda y tercera parte del libro se publicarán durante el primer y tercer trimestre de 2009, respectivamente. Es decir, durante todo el año que viene, la literatura peruana seguirá siendo bombardeada sin piedad por este libro experimental, lleno de saludables aires de renovación literaria y verdadera posmodernidad. Bombardero, una novela que, desde años antes de su publicación –cuando recién eran públicos algunos extractos- ha generado mucha justificada expectativa entre editoriales, literatos, críticos y lectores. Como afirma la poeta, ensayista, novelista, filósofa y dramaturga Mónica Beleván -editora de Bombardero-: “Estamos ante algo visionario, amenazador y vivo”.


Después de todo lo que has escuchado de Bombardero, de todo lo que se ha dicho: ¿qué es ahora Bombardero para ti?
Para mí es un libro cada vez más pesado. Es una buena pregunta esa, porque a raíz de los comentarios y las críticas se va metamorfoseando el libro. Termina siendo -es un lugar común este- cada vez menos tuyo. Y está bien eso porque me ayuda a aligerar la carga. Para mí era terrible haber estado esclavizado a este libro durante tanto tiempo… Y ahora, verlo ya flotando…

Hay muchos temas en Bombardero. Uno, el de la modernidad, la electrónica. ¿Es una novela posmoderna? ¿Cuánto de tecnología hay en Bombardero?
Para empezar, fue elaborado de manera digital. Me refiero no solamente al hecho de haber sido escrito en una computadora sino haber sido mezclado en un aparato que por supuesto no existe pero me dio la gana de inventar -porque no creo que haya podido hacer este libro de otra manera-: convertir el teclado en una especie de sampler (herramienta utilizada en muchos géneros musicales, como la electrónica, por ejemplo) donde podían entrar una enorme cantidad de referentes, remezclándose, combustionando, y probando si los diferentes niveles en los cuales estaba trabajado, funcionaban.

Lo has hecho como si fueras un DJ.
Sí, claro. Además, yo he sido disc jockey durante mucho tiempo en Arequipa, y he sido video jockey, entonces…

Has quedado como el Tiesto (el mejor DJ de música electrónica del mundo a principios del siglo XXI) de la novela peruana.
Ojalá, ojalá. Me encanta DJ Tiesto. Me encanta. Y sí, este proceso que aparentemente es fácil de decir, es sumamente complicado. Hacer que la cuestión fluya y haya una narración… Porque al principio no había un hilo narrativo, y eso solamente lo hacen los grandes maestros. Eso lo hace Joyce. Lo hace en Finnegans Wake (1939), que es uno de los más grandes libros al que yo me he acercado de lejos, porque no termino de entenderlo. Además que es un libro ilegible en cualquier idioma. La musicalidad y velocidad que tiene, los referentes y la abrumadora cantidad de sabiduría que contiene ese libro lo hacen con frecuencia oscuro, pero a la vez es un libro al que uno se puede acercar sin tanto miedo. Yo quise hacer esto, imitar un poco lo que hizo Joyce, pero de manera mucho más humilde, con los referentes modestos que tengo.

Claro. En el lado político, hay crítica hacia todos en general. Pero, por ejemplo, con los muhaydines, el hezbolá y todo este tema, eres bastante crítico.
Sí, pues. Yo creo que los mejores libros tienen que ser necesariamente heterodoxos. Eso para empezar, y segundo, porque soy un ateo impenitente, un combatiente feroz de todas las divinidades.

Rechazas los fundamentalismos.
Totalmente. De toda naturaleza, además. Si rechazo el machismo, imagínate, cómo no me va a agredir el fundamentalismo islámico. El fundamentalismo cristiano, también. No sé cuál es peor. Pero en este mundo están ambas corrientes -por lo menos en el mundo que nos ha tocado vivir- mal utilizadas y básicamente perfiladas para crear guerras inexistentes, para crear conflictos, matanzas, y vender más armas de destrucción masiva, que siempre están ahí porque los que tratan de buscarlas son los que están empleándolas.

Claro.
Este momento de la historia va a ser recordado como uno de los más ignominiosos que hemos vivido. Porque si antes las guerras mundiales servían como una catarsis básicamente aceptada, ahora se nos ha impuesto la violencia de manera brutal, feroz, gratuita. Si todas las guerras son injustas, esta es la peor de todas.



(…) mi memoria es una hilandera que empieza a tejer una red con los 11 huesos blancos y ovalados de mi cráneo, mi memoria teje a Battery Park de 11 letras, a New York City de 11 letras, a Afghanistan de 11 letras, The Pentagon también tiene 11 letras, el hijo de puta que organizó el primer ataque a las torres en 1993 se llama Ramzi Yousef y tiene 11 letras, el vuelo 11 llevaba 92 personas a bordo: 9 + 2 = 11, el vuelo 77 llevaba 65 personas a bordo: 6 + 5 = 11, escribo mirando la tele y me caigo y me deshago en despedidas lejanas con futuro de guerra y cero probabilidades de resistencia y menos de sobreviviencia, baila la guerra (…)

De Bombardero Ground Zero, página 66.



¿Las Torres Gemelas, el 11 de setiembre, es una justificación solamente para hablar de todo lo que quieres hablar, de lo que te molesta? Si no hubiera ocurrido el 11 de setiembre, ¿hubieras podido escribir Bombardero?
No, creo que no. Siempre tenía que haber un elemento catalizador.

¿El 7 de julio (de 2005) en Londres o el 11 de marzo (de 2004) en Atocha, hubieran podido desatar o detonar esos mismos impulsos que tenías?
No.

El 11 de setiembre era el más…
El 11 de setiembre era una cosa absolutamente increíble. A mí me cambió la vida ese día. Empecé a ser una persona muy distinta porque creía que una parte de mi existencia se estaba acabando. Estaba siendo testigo de un hecho absolutamente increíble que parecía sacado de la mente más enferma de un creador cinematográfico feroz. Y no creo que haya existido un elemento, un pretexto como tú le llamas –y le llamas muy bien-, para desarrollar una historia que además convoque tantas otras historias subalternas, tantos sueños frustrados, tanta sangre derramada. Además, Hemingway decía que no había mejor pretexto para escribir una historia que una guerra, porque en una guerra está todo.

Está todo.
En una guerra tienes emociones encontradas, tienes velocidad.

Momentos de crisis.
Sí.

Y de las crisis sale cualquier cosa.
Exactamente. Son momentos extremos. Y en los extremos siempre ocurre la mayor conflagración del hombre.

En cuanto a los medios de comunicación, me parece -aunque al principio uno no lo nota mucho, pero cuando vas avanzando te das cuenta- que esa frase que siempre sueltas: “Más detalles, los veremos más adelante”… A los medios de comunicación les das durísimo con algo tan sencillo como una frase entre paréntesis.
Sí. En realidad, también eso ocurre gracias a la sensibilidad del lector. Si tú no fueras tan sensible no pudieras haber encontrado esa sutileza. Además, he trabajado tanto tiempo en prensa escrita… He estado en la cocina de la prensa y sé cómo se hacen los guisos. Se levantan historias, se inventan historias. He sido esclavo un poco de eso, también. Siempre tenía problemas en el periódico porque, un dato que me faltaba me lo inventaba. Era atentatorio contra la ética periodística. Yo estaba muy cansado de estar pegado a la realidad.

Eras el Jayson Blair (periodista que tuvo que renunciar a The New York Times en 2003 por falsificar sus noticias) de El Comercio.
Soy peor, peor, ja, ja. Lo que pasa es que siempre como periodista me sentía muy atrapado en una realidad, no me satisfacía. Además, había que estar ciñéndose a las fuentes, y las fuentes siempre eran gente bastante aburrida. Entonces, yo pensaba que una mejor fuente podía ser mi imaginación. Pero eso colisionaba contra los principios básicos de la prensa. Por eso me fui, por eso es este libro, porque acá viaja toda mi imaginación. Por eso el gran invento para el ser humano yo creo que es la novela, por lo menos para la gente que escribe: lo único que yo sé hacer -no sé si tan bien-. En una novela puedes meter absolutamente todo. En la poesía hay reglas, la poesía te constriñe, y como poeta me sentía insatisfecho. Entonces, acá me divierto, hago cualquier cosa, explosiones en la red. Hay una parte en la que el libro sencillamente se rompe, estalla. Está casi al final.

Toda la novela tiene un aire poético, un sentido poético muy profundo. Es un gran poema tu libro. Se puede ver de esa forma.
Gracias. Sí, yo también pensaba eso. En realidad era un poema. Cuando empecé a escribirlo, no me planteé la idea de hacer una novela, en primer lugar. Renuncié al periódico porque quería escribir un poema largo a partir de esa tragedia. Ese mismo día, acababa de llegar de una fiesta, estaba resaqueado y "jateando" (durmiendo), entonces tocan la puerta y me dicen: “Oye, prende la tele”. Prendo la tele y justo la novia con la que en esa época vivía en el malecón de Miraflores (ahora vive en Barranco)…

Siempre junto al mar.
Sí, siempre junto al mar. Siempre. Me gusta mucho más que la montaña. Entonces, justo esa chica estaba viajando a Estados Unidos. Claro, había partido el día anterior y estaba haciendo escala en Panamá, y en ese momento estaba en el aire, no pudo aterrizar. Eso fue también un catalizador enorme para poder embarcarme en esta historia. No podía comunicarme con ella, era un poco trágico, no se sabía qué es lo que estaba pasando en el mundo. Fui a la redacción del periódico y todos estábamos absolutamente asombrados. Ese día estaba al lado de Fernando Ampuero y otros periodistas. Y todos estábamos absolutamente pasmados mirando las imágenes en la televisión, diciendo: ¿En qué instante Estados Unidos empieza a bombardear? Porque era lo lógico, teniendo a Bush ahí...

Tan pro-guerra.
¿No? Tan asesorado por esta sarta de conservadores y vendedores de armas, porque esta es una bronca entre traficantes. Porque Bin Laden es socio de Bush en Arbusto, que es la empresa de energía petrolera de Texas. Entonces es una pelea de…

Eso no lo podrías decir en el APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que acaba de concluir la semana pasada en Lima), ja, ja...
Ja, ja… Sobre todo si tenemos una fragata (frente a nosotros, en el mar barranquino, hay una imponente y vigilante fragata) que está con sus cañones…

Apuntando de frente.
Sí. Seguro que nos están escuchando. Estos "chuponean" (espían) todo.

También una cosa que me llamaba la atención era como juegas con los tiempos de forma escondida.
Sí.

Por ratos eres un narrador omnisciente porque ya sabes lo que pasó y dices: “Justo ahorita las señoras tal y tal, que después van a aparecer en tal lugar”… Que son unas víctimas de las Torres Gemelas, y dices: “Esas señoras van a aparecer acá”. Entonces, estás un rato en presente y después en futuro. ¿Cómo has hecho para no marearte y no marear al lector?
Me he aislado completamente, me fui al lugar más aburrido del mundo para poder concentrarme exclusivamente en este libro, que además demandaba, exigía matiné, vermouth y noche. Tenía que estar presente en la novela y la novela tenía que estar funcionando conmigo de manera constante. Se parecía mucho a esa imagen de la solitaria que tragaban algunas señoras en la Edad Media para adelgazar: les iba comiendo por dentro, entonces no les hacía provecho lo que comían y no engordaban.

Arequipa fue tu solitaria.
Sí. Fue mi solitaria. Y me fue devorando. En realidad, era terriblemente doloroso saber que tienes un libro no comercial, que no se va a vender.

Pero no importa porque -en mi modesta opinión y la de muchos críticos que saben mil veces más que yo-, en verdad, a la narrativa peruana la estás innovando, estás poniéndola con los tiempos.
Sí, pero cuando tú escribes no piensas en eso. No piensas en pasar a la historia, porque no sabes exactamente a dónde te estás dirigiendo, no sabes qué va a pasar con este libro, y la incertidumbre es lo que realmente mata, la incertidumbre te pone contra la pared, y lo peor de todo es que no puedes librarte de eso. Yo quería hacer este libro grande, un libro potente, me enamoré del libro, me enamoré del tema, y sabía que algo iba a ocurrir acá. Tenía que explosionar de alguna manera. Era la única forma que conocía para reinventarme, porque durante mucho tiempo había sido periodista. Y para sentirme bien ante mí mismo, ser un poco más digno cada día, mirarme al espejo de frente.



(…) mi novia es periodista y en estos momentos está volando en su calidad de desviada especial al devaluado Festival de Cine Independiente de Sundance, pero en estos momentos yo pienso en Rachel, siempre pienso en Rachel y cuando pienso en Rachel pienso en ese cementerio de París que debe ser el único cementerio del Universo perfumado de ozono (…)

De Bombardero Ground Zero, página 135.



Rachel, de la que tanto hablas, que es tu Virgilio en la novela: ¿es una o son todas las mujeres?
No estoy autorizado a responder esa pregunta, ja... Sí, es una y todas. En realidad fueron dos chicas, dos novias inglesas que tuve, con las que viví en Arequipa, en Cuzco, y con otra viví en la Bajada de los Baños (de Barranco). Teníamos una casita y ahí escribí algunas historias que están acá (señala el libro). Entonces, este es un libro que recopila muchos momentos de mi vida: diarios, cuentos, poemas, canciones, películas, cosas que iba anotando y que me llevé a Nueva York. El armazón lo hice acá del 2001 al 2003. El 2003 me fui allá con todo lo que tenía. Inclusive artículos periodísticos, entrevistas. Las entrevistas a Robert Smith, por ejemplo, que aparentemente no tendrían por qué estar acá pero en algún momento podían entrar. La cuestión también era no forzar algunas cosas por meterlo todo. No siempre puedes. Tuve que mochar un montón. O sea, este libro, eran tres más. Entonces, hay dos libros que son los hermanos tullidos de Bombardero.

Va a salir el Bombarderito, ja, ja…
Ja, ja… Sí, ojalá salga algo de ahí. Lo primero -y esto no debía anunciarlo pero ya lo dije en Arequipa, ya todo el mundo lo sabe- es que vamos a hacer una película de este libro. No sé cómo saldrá, es una rompedera de cabeza pero estoy trabajando en un sitio que se llama Laika Comunicadores, una agencia de publicidad, con por lo menos dos tipos talentosísimos y muy brillantes: Carlos Gonzáles, que es diseñador, músico, cineasta, tiene una película que ya ha mandado a Sundance y de pronto la vemos en festivales internacionales…

¡Qué bueno!
Es una gran película que trabaja con el antientretenimiento también, es una película de vanguardia, digital, muy linda. Y, con Diego Fernández-Stoll, que es el chico que remezcla las imágenes, y crea otros mundos con imágenes.

Claro. Y el tema de las marcas -productos, servicios o empresas (que se mencionan durante todo el libro)-: ¿es una crítica al consumismo, es “me gusta el consumismo”? ¿Amo Mac Donald’s u odio Mac Donald’s?
Ja. Creo que en algún momento todos comemos comida chatarra, así como miramos televisión. Entonces, como decía (Mirko) Lauer en la presentación, el uso de estos distintos tipos de letras (cada marca tiene un particular tipo de letra uitilizado) no es una cuestión manierista, no está gratuitamente ahí, no está porque mi computadora tiene tantos tipos de letras y porque quiero hacerme el bacán sino, es como tú dices: hay un trasfondo. Todos vivimos tan repletos de marcas y tan llenos de logotipos que solamente falta que nos pongan un código de barras en la espalda para que podamos estar autorizados a salir a caminar a la calle.

El hecho de tener muchos idiomas mencionados en la novela apunta al cosmopolitismo.
Sí.

¿Te sientes un cosmopolita?
Claro. Además, ahora con la multiinformación cada vez todos somos un poco más esclavos de los diferentes lenguajes. Ya es una Torre de Babel. Es el sueño de la Biblioteca de Alejandría en un pedacito de plasma. Y están todos los idiomas, conviven permanentemente, nos bombardean literalmente. El otro día recibí una invitación de Facebook a leer un artículo que decía que nosotros estamos separados por seis personas en el planeta. O sea, solamente seis personas nos separan de acá hasta el Japón o Checoslovaquia. Entonces, cada vez se estrechan más las fronteras. Y ahora con el Facebook te metes al dormitorio de la gente, y la gente no tiene ningún problema en mostrar sus paños menores. Es una cosa de locos.

¿Quién es el Bombardero en verdad: el mundo que estás viviendo o tú eres el que bombardea al mundo?
Espero ser uno de los mejores intérpretes de lo que está ocurriendo en el mundo. Soy un hijo de mi tiempo, y este libro es un scanner paródico, un paneo, una cámara rápida que pasa por el mundo. Desde mi humilde punto de vista, es el único aporte que más o menos me puede salir ligeramente bien. No aspiro a ser vocero de, ni mucho menos. No tengo ni la capacidad ni la cultura para aspirar a tanto, pero ojalá que pueda ser mejor escritor.



Ahora son las 9:28, la radio está abierta y los secuestradores atacan abiertamente a Dahl y a su primer oficial de vuelo, el capitán y el primer oficial hacen un llamado de auxilio y 35 segundos después uno de ellos grita ¡oigan, salgan de aquí!, ¡salgan de aquí!, la radio transmite en vivo y en directo el enfrentamiento en la cabina de mando, los controladores aéreos envían sus llamados pero Jarrah no contesta porque está sentado y pilotea:
-Señoras y señores, soy el capitán. Tenemos una bomba a bordo. Por lo tanto, siéntense.

Jarrah conduce, sus amigos matan, Jarrah dibuja trayectorias caprichosas con la media luna, una mano en la media luna y la otra en un cuchillo (…)

De Bombardero Ground Zero, páginas 100 y 101.



Tu experiencia como periodista, tanto en Perú -en El Comercio- como en El Mundo en España y Página 12 en Argentina: ¿cuánto ha contribuido para que puedas escribir la novela?
El periodismo ha sido un excelente campo de entrenamiento para mí. Ser periodista te permite vivir en mundos a los que tú nunca accederías. Por ejemplo, yo estaba alojado en Los Ángeles en el mismo hotel de Angelina Jolie. Ese tipo de cosas nunca me va a volver a pasar. O de pronto te invitan a un crucero. Ese tipo de cosas te facilita la prensa. Además, te comunica con mundos subterráneos, mundos alucinantes, y vas viajando por muchos planos. Yo nunca hubiera, por ejemplo, entrado a La Huerta Perdida.

¡La Huerta Perdida!
¡Alucinante! Y a los fumaderos del Callao. Si no hubiera sido periodista no hubiera conversado con gente tan alucinante como Manu Chao, del cual me hice muy amigo y vino a mi casa. No hubiera hablado nunca con Cerati en Buenos Aires, y cuando estuvo en Arequipa se acordó de mí y nos fuimos a tomar unos tragos. Estaba con Cerati ahí, feliz de la vida, con su chica y su amiga colombiana. O conocer a Robert Smith (líder de The Cure)… Estaba en backstage. Haber estado cerca de Robert Smith... Tan cerca que olía que el tipo había chupado la noche anterior. Estaba en una resaca y estaba cerquísima. Yo, cuando era chibolo me compraba mis polos en las galerías Persia que quedaban en Larco, ahí me compraba los polos de Robert, lo llevaba acá (señala su pecho) y luego lo tengo ahí (en persona). Es como el concierto de REM el otro día (en Lima): no puedes creer que esta gente esté acá.

Como un sueño.
Sí, claro. Cosa que no me pasa con los escritores. Siempre creo que las estrellas están en Hollywood, en otro lado. Los escritores no me causan tanta sensación. Los veo como tipos mucho más normales.

¿Ni con Tomás Eloy Martínez, de quien estuviste tan cerca en Página 12?
Es un tipo sencillísimo. Y lo volví a ver en New Yersey porque conocí a una chica con la que me fui a vivir a New Yersey. Ella era profesora en la misma universidad de Tomás Eloy Martínez, argentina también.

Tomás tiene una prosa brillante.
Sí. Claro. Es absolutamente encantador. Es un tipo muy modesto, muy generoso, no se cree para nada el gran escritor que es.

Muchas gracias por la entrevista y felicitaciones, nuevamente, por el libro. Esperamos que poco a poco se le dé el lugar que merece. En verdad, es una gran obra.
Gracias, Gianmarco. Te agradezco profundamente la entrevista.


Nota: Esta entrevista fue publicada el 29 de noviembre de 2008 en la revista digital Sociedad Latina.

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