“La libertad absoluta lleva hacia la tiranía”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
El escritor venezolano Fedosy Santaella (Puerto Cabello, 1970) es uno de los nombres más importantes de la literatura llanera actual. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela y catedrático de la Universidad Católica Andrés Bello, entre sus obras tenemos las novelas Rocanegras (2007) y Las peripecias inéditas de Teofilus Jones (2009); así como los libros de relatos Cuentos de cabecera (2004), El elefante (2005, Premio Certamen Mayor de las Artes y las Letras), Postales sub sole (2006, Premio Bienal Internacional José Rafael Pocaterra), Historias que espantan el sueño (2007), Piedras lunares (2008, Mención de Honor en la Bienal José Antonio Ramos Sucre) y Ciudades que ya no existen (2010). Igualmente, ha sido compilador de libros de relatos, como Cuentos sin palabrotas (2009). También es autor de los títulos de literatura infantil y juvenil Fauna de palabras (2007), Verduras y travesuras (2009), y Miguel Luna contra los extraterrestres (2009). Asimismo, ha sido finalista del concurso de cuentos Cosecha Eñe 2010, mantiene con gran vitalidad su blog Caja Virtual desde 2005, es editor de la revista digital Los Hermanos Chang desde 2006, ha escrito y dirigido para HBO y Cinemax, y en 2009 fue parte del prestigioso Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. Además, ha sido colaborador de los periódicos El Universal y Notitarde, y de las revistas Imagen, Guayoyo Impreso, Logotipos, Dmente, Ficción Breve y Letralia. Los cuentos de Santaella figuran en Antología de cuentos de humor (2006), Antología del cuento breve en Venezuela (2005), 21 del siglo XXI (2007), y algunos de sus poemas en Desde el patio del limonero. Antología de talleristas (2006). Este interesante autor fue uno de los invitados al Festival Eñe América realizado hace poco en nuestra capital, donde ofreció el taller Posmodernidad y los referentes en la narrativa y, también, el cara a cara La literatura como forma de resistencia con el novelista y poeta colombiano Darío Jaramillo Agudelo.
Mucho gusto. Muchas gracias por la entrevista.
No, gracias a ti.
Usted es de Puerto Cabello.
Sí, así es. Puerto Cabello es…
La llamada Ciudad Cordial de Venezuela.
Sí, Puerto Cabello es el puerto más importante de Venezuela y nací allí hace cuarenta y un años, tal cual.
La ciudad sufrió tanto ataques de piratas como de marinos.
Así es.
Como Francis Drake, John Hawkins…
Sí.
…y Charles Knowles. Me preguntaba si esto había generado mucha literatura en Venezuela. Al menos en esa parte (de Puerto Cabello).
Te puedo decir, particularmente, por mí. A veces, cuando me pregunto o me preguntan las razones por las que empecé a escribir: es una pregunta muy complicada para alguien que escribe. Nunca uno tiene razones muy claras de cómo pasó de ser lector a escritor. Siempre resulta muy complicado responderse eso. Pero creo que una de las razones que están allí es, precisamente, haber nacido en una ciudad muy cercana al mar. La imagen del mar es en sí muy poderosa. Esa imagen se queda siempre por dentro, a lo largo de la vida de uno. Y, luego, la cantidad de leyendas, historias… Hay una parte de la ciudad, incluso, que es colonial. Hay una calle muy famosa llamada Calle Lanceros, llena de historias. Hay una Casa Guipuzcoana, también. El vivir rodeado en la infancia de esa magia de la historia, del tiempo, de algún modo son factores, gérmenes, de lo que lo hace a uno ser escritor. Es algo que se queda por dentro y va conformando el alma del futuro escritor. No sé si, en general, con la literatura venezolana, pero por lo menos con lo que respecta a mí, sí. Tengo un libro que se llama El elefante, de cuentos, que trata sobre historias de la infancia en Puerto Cabello. No es un libro para niños, pero tiene que ver con la infancia porteña. Y allí se habla de todo ese ambiente mágico, sagrado, que tiene la ciudad con respecto a su historia.
¿Se ve a sí mismo dedicándose a escribir literatura para niños siempre o va a probar otros géneros? He visto que ha probado novela y poesía.
Sí, es que las inquietudes van apareciendo, el mosquito me pica de acuerdo a cada circunstancia. Ahorita tengo un extraño asalto de la poesía y ando escribiendo poesía. Soy muy mal poeta, pero me asaltó, de pronto. Y lo mismo ocurre, de repente, de un modo más pasivo, tranquilo, con la narrativa. En circunstancias, aparece alguna historia que uno huele, sospecha, intuye, que pueda ser para niños y surge. No considero que sea exclusivamente un autor de literatura para niños. No considero que sea exclusivamente un autor de literatura para adultos. Simplemente, (soy) un escritor y ya. Va saliendo lo que va saliendo.
Los peligros del chat para los niños
Justamente, en su libro Historias que espantan el sueño del año 2007, uno de sus cuentos es Yoamoatodoelmundo…
Sí, Yoamoatodoelmundo dice.
…que es muy impresionante porque al final uno se queda con la pregunta de si en verdad todo este cuento, de repente, era imaginación de Richard (amigo del niño Sebastián, el protagonista).
Ese cuento está basado en una anécdota personal, pero no (de) cuando era niño sino ya de adulto. En cierta ocasión, me encontraba con el Messenger abierto y alguien que se hacía llamar Yoamoatodoelmundo pidió ser mi amigo, entrar a chatear, y le di el permiso. Surgió la ventanita de chat y me preguntó, tal cual: “Hola, ¿tú cómo estar?”.
Como Tarzán.
Sí, como Tarzán. Yo le respondí de inmediato: “Bien, ¿y tú?”, y guardó silencio, no me respondió nada. Al rato me pregunta: “¿Tú ser hombre o ser mujer?”. Entonces: “No, yo soy hombre, ¿y tú?”, y no respondió más. Se quedó allí, online, y no respondió más. Eso me causó cierta inquietud, cierto temor. Y empecé a imaginarme cosas: que del otro lado quizás había un fantasma o era una energía en la red, así como Ghost in the shell, el anime japonés. O que del otro lado de la línea había una niña loca que se había escapado de un manicomio y se había metido en el chat. No sé, fueron como muchas ideas allí.
En el cuento las plasma.
Y las guardé. Guardé la historia y, luego, cuando me puse a escribir este libro de cuentos de miedo para niños y retomé esa historia, salió Yoamoatodoelmundo dice, que tiene mucho de cuento japonés -con respecto a Ghost in the shell, por ejemplo-.
Me generó muchas preguntas cuando lo leí, porque decía: “Esto puede ser una alegoría de los tiempos de Facebook, del chat…
Claro, evidentemente.
…del Messenger”, en los que hay tantos peligros y ha habido tantos niños secuestrados, abusados, por gente extraña que se hace pasar tanto por un amiguito como (por) una amiguita.
Sí. Y también allí -hablando ya de lo que podría decir el cuento a los niños- es que tú recibes lo que das. Sebastián desde el principio trata mal a esta energía que está en la red, que le está escribiendo, y él transforma esa energía que estaba naciendo en algo malo porque él, precisamente, le dio maldad. Y lo que se le devolvió fue maldad.
Pero también estaba picado porque quería conquistar chicas como su amigo Richard.
Claro.
Que escribía menos bien que él, inclusive.
Sí. Solo lo normal. (Quería) que las redes sociales funcionen como herramienta de conquista.
Rocanegras o el fin de una Venezuela afrancesada
Sí. También me llamó mucho la atención que su novela primera, Rocanegras, está basada en el duque de Rocanegras, el personaje de Vito Modesto Franklin, mediante el cual surge el término vitoquismo.
Sí, el vitoqueado, el vitoquismo.
¿El vitoquismo era el vestirse exagerada o extraordinariamente bien para llamar la atención o, en general, era una manera de aparentar siempre las cosas?
Es un término que desapareció. Ya no se usa hoy día en Venezuela. El vitoqueado, no obstante, durante mucho tiempo fue sinónimo de ambas cosas: andar muy bien vestido, muy elegante -en el sentido positivo-, y también podía significar que eras una persona estrambótica, algo alocada -tonta incluso- y ridícula en la manera de vestir. Tenía las dos acepciones, pero, principalmente, andar vitoqueado era que andabas muy bien vestido, muy elegante. El duque de Rocanegras, Vito Modesto Franklin -que se hacía llamar duque de Rocanegras y príncipe de Austrasia- es un personaje que existió realmente, en los tiempos de (el dictador Juan Vicente) Gómez. La historia, de hecho, transcurre en 1924. Era un personaje estrambótico. No era exactamente un dandy, pues el dandy se relaciona más con la figura de Lord Byron, por ejemplo. Éste era más bien un personaje cómico, que fue carnada de los humoristas de la época, y él se dejaba. Le inventaron una novia. Los humoristas Leoncio Martínez o Job Pim (Francisco Pimentel Agostini) le escribían cartas de una novia ficticia que se llamaba Piperazina de Midy -que es un nombre de remedio- y él respondía las cartas. Se prestó al juego de la burla. Es un personaje fascinante de la historia venezolana que fue olvidado y, de alguna manera, humildemente, lo traté de rescatar.
Él había vivido casi en los mismos años que Juan Vicente Gómez.
Sí, así es.
Entonces, esta época dictatorial, junto con este personaje (duque de Rocanegras), hacían una especie de contrapeso muy interesante...
Así es.
…históricamente.
Roberto Echeto -u otro escritor amigo mío, contemporáneo- escribió una nota sobre la novela y dijo algo muy interesante -y no lo digo por mí sino porque lo dijo él-: que esa era la manera de Vito Modesto Franklin de resistir a la dictadura. Como no podía hacerlo desde la lucha o la opinión pública, su disfraz era una manera de resistir una época de represión. Y la única manera, evidentemente, de lograr que pasara por alto el Gobierno tal resistencia era simulando locura, estupidez, tontería. A veces, los gobernantes no son lo suficientemente inteligentes para entender el humor.
Sí, les duele.
Je, je.
En el alma, ja, ja.
A veces lo entienden y les duele, y a veces no lo entienden y lo dejan pasar. Creo que es el caso de Vito: no entendieron.
Eran un contrapeso interesante, como personajes históricos.
Sí. Y era un reflejo también de la época. En esos años ya se había descubierto el petróleo en Venezuela y empezaba a morir una Venezuela que era la de (el tres veces presidente Antonio) Guzmán Blanco. Intentaba imitar los estilos de vida europeos, pero sobre todo el francés, no tanto el inglés. Y, con la aparición -eso se ve en la novela- del petróleo y el comienzo de las relaciones de Venezuela con los Estados Unidos, empieza a entrar el estilo de vida norteamericano. Y Vito Modesto Franklin está en esas dos aguas. Él ve cómo empieza a morir su mundo francés de elegancia, refinamiento, y empieza a ver también cómo el estilo de vida norteamericano, las palabras en inglés, empiezan a sustituir las palabras del francés en el hablar del venezolano. Entonces, él siente que se está muriendo una época con él. Y eso está muy presente en la novela.
Es una metáfora del cambio de…
Es una metáfora de cambio que algunos lectores también lo han relacionado con el presente, con la llegada de la Quinta República de (Hugo) Chávez.
Ironizando sobre la burocracia latinoamericana
Antes de tocar el tema de Chávez, su otra novela Las peripecias inéditas de Teofilus Jones: (hay) momentos de esa novela que están en Internet, muy buenos, porque es toda una crítica y una ironía a la burocracia.
Sí.
Usted dice: “…Por mí firman mil veces, y mil veces yo les digo que esa firma no es igual a la original, que esa firma varía en esta raya, en esta curvita, que no, que no es aceptable. Bajo mi mandato, deben volver a llenar las planillas. La PG-21, la A-1, la B-12, la XXX-18…”
Sí, je, je.
Que es, obviamente, para adultos.
Sí.
“…la R, la TP, la F-16…”, que son aviones de guerra.
Sí.
“…la AK-47…”, que es una metralleta.
Sí.
“…la C-4, la UB-40…”, que es el grupo de música y…
C-4 es un explosivo.
Ah, C-4 es un explosivo.
Sí.
Es una mezcolanza de varias cosas y, en el fondo, es una crítica a esta burocracia tan latinoamericana.
Sí. Una vez más ahí está el humor como forma de resistencia. Tal como decías tú hace rato: el humor le duele a los poderosos. Evidentemente, cuando lo entienden. El humor le recuerda al oído al poderoso que tiene los pies de barro, que no está por encima del resto de los seres humanos y que algún día va a morir.
Él se debe hacia su pueblo.
Claro. Y esta novela está escrita en clave de humor, porque es la respuesta a la desesperanza el humor. Entonces, está allí manejada la parodia, la sátira, en una novela distópica.
La literatura venezolana dependió mucho del Estado
Habiendo creadores literarios tan originales como usted en Venezuela, ¿por qué, de repente, no se conoce más la literatura de su país en Latinoamérica? Porque después de Arturo Uslar Pietri…
Sí.
…que es un monstruo a nivel latinoamericano y en toda la lengua española, no se sabe mucho más de Venezuela. ¿Qué ha pasado?
No tengo una respuesta clara para eso. Creo que dependen de muchas cosas, de muchos factores. Durante muchos años quizás la literatura venezolana dependió muchísimo del Estado: era quien sostenía la escritura, por decirlo de esa manera. Eso llevó a que, por ejemplo, las editoriales privadas tuvieran una mínima participación en el mercado. No es una defensa a las editoriales privadas, pero su negocio es vender, y cuando eso sucede, de algún modo se da más oportunidad de que se mueva el escritor en función a la promoción. Cosa que no ocurría con respecto a las publicaciones del Estado, y al escritor en relación con el Estado. Eso hacía que sea un trabajo muy local, que ocurriese un movimiento muy local que no salía. Eso por un lado, y a lo mejor estoy diciendo una burrada. Por otro lado, hay algo de la esencia del venezolano que no (le) permite sentirse orgulloso de lo que hacen sus propios artistas: siempre hay una mirada hacia afuera y no hacia adentro. Cosa que en los últimos años ha estado modificándose, por fortuna. Y si no hay un conocimiento desde adentro de lo que están haciendo los venezolanos es muy difícil que lo haya hacia afuera. También hubo, durante mucho tiempo, una manera de entender la literatura muy cerrada, que quizás no trascendía del propio círculo de escritores y académicos, con cierto desprecio hacia el público mayor. Vamos a estar claros: los escritores se conocen porque los lee la gente, el gran público. Hay muchas razones para ello. No sé si las mías sean las verdaderas.
Por ejemplo, ¿llegar a Alfaguara le costó? ¿Es difícil para un venezolano llegar a un sello internacional?
Sí. En los últimos años, Alfaguara Venezuela está publicando autores venezolanos. El asunto es que las editoriales transnacionales en los países latinoamericanos se mueven internamente. Es decir, Alfaguara Venezuela trabaja para el mercado venezolano; Alfaguara Colombia trabaja para su mercado interno, aunque también tiene un sistema de promoción dado por ese mismo respeto de los propios colombianos hacia sus escritores que han trascendido un poco más. Y ni se diga de los argentinos, que son expertos en promocionarse. Pero, por ejemplo, que tú publiques con Alfaguara o Ediciones B no es garantía de que tus libros van a salir del país. Estamos en ese proceso. Ojalá que algo se dé en algún momento.
Las múltiples influencias del escritor
Usted decía que es una persona de estos tiempos, por sus aficiones: ve Cartoon Network, Boomerang, Nickelodeon, Discovery Kids, las historietas de Frank Miller…
Sí.
…y también lee a (J. K.) Rowling, a Roald Dahl. Entonces, de todas estas influencias, ¿cuál es la que prima en usted: la del anime, el cine, la historieta?
Es fundamental la honestidad. Tú tienes determinados gustos y eres honesto con ellos a la hora de escribir. No hay una diferenciación en la literatura contemporánea con respecto a lo popular y lo culto, pero si tú mantienes ese patrón anticuado de que en la literatura no puede entrar todo aquello que te satisface dentro de la cultura popular sino que lo dejas afuera por falta de honestidad contigo mismo, no se va a ver reflejado en la literatura y, para mí, no va a haber honestidad respecto a uno mismo. Entonces, me gusta el cine, (los) cómics, la novela gráfica, ver televisión, la pornografía, cualquier cosa de la cultura popular. Me gusta lo camp, lo kitsch, las artes plásticas. Y todo eso está en un depósito en tu cabeza que a la hora de escribir sale.
Se nota que es usted honesto porque pocos escritores suelen decir eso en público: “Me gusta la pornografía”, je, je.
¿A quién no le gusta la pornografía? Ja, ja, ja.
Pero pocos lo dicen, ja, ja. Usted dice que escribe en este mundo para divertirse y para divertir a los chamos.
Sí, claro.
A los chiquillos.
Sí. Para divertir al lector y divertirme a mí mismo. Yo no entiendo la literatura como sufrimiento. Por lo menos la narrativa no la entiendo como sufrimiento. Quizá en la poesía me pega un poco más, me pone más intenso y a tropezar más, pero la narrativa no. La narrativa la sudo, por supuesto. Trabajo con la revisión constante y todo eso, pero igual la disfruto.
Nada con panfletos políticos ni libertades tiránicas
Como venezolano: a usted la política -a diferencia de la literatura-, ¿le causa algún resquemor, escozor?
Mis angustias existenciales se ven reflejadas, por ejemplo, en Rocanegras y en Las peripecias inéditas de Teofilus Jones. No creo en el panfleto político, pero sí en el espejo humano.
¿Cree en Chávez?
No creo en Chávez. En Las peripecias inéditas de Teofilus Jones lo digo muy claro. Me preocupa el tema de la libertad en mis novelas. En las dos novelas el tema de la libertad es fundamental y no creo en esa libertad para el pueblo ni en la libertad de las masas ni en esos disfraces de libertad. Creo en la libertad del respeto y del individuo, sí. La libertad absoluta que pregona el socialismo es una libertad tiránica. Eso no es libertad. La libertad absoluta lleva hacia la tiranía.
Un documentalista que conoce bien el Perú
Esperemos que siga disfrutando su estadía en Lima.
Gracias.
Es primera vez que viene, ¿verdad?
No, es la segunda vez que vengo. Estuve aquí hace unos quince años, aproximadamente, trabajando como director de documentales y guionista.
Usted estaba con HBO y Cinemax.
En ese momento estaba haciendo un documental para HBO, sí. Una serie de documentales que se llamaban Nuevas crónicas de América.
¿Crónicas urbanas?
Después vinieron las crónicas urbanas, pero las primeras crónicas eran más que todo un recorrido por los lugares turísticos principales. Estuve en Machu Picchu -allá en Cusco-, Sacsayhuamán, Kenko, Puca Pucara, Tambomachay, todas esas cosas.
¿Qué le pareció?
Una maravilla. Estuve en el lago Titicaca, en la isla de Taquile, en Nazca, en Ica.
O sea que usted conocía el Perú mejor que la mayoría de peruanos.
Je, je. Sí, recorrí bastante. Fue un viaje largo y la pasé muy bien. Yo quedé enamorado de Perú.
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
El escritor venezolano Fedosy Santaella (Puerto Cabello, 1970) es uno de los nombres más importantes de la literatura llanera actual. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela y catedrático de la Universidad Católica Andrés Bello, entre sus obras tenemos las novelas Rocanegras (2007) y Las peripecias inéditas de Teofilus Jones (2009); así como los libros de relatos Cuentos de cabecera (2004), El elefante (2005, Premio Certamen Mayor de las Artes y las Letras), Postales sub sole (2006, Premio Bienal Internacional José Rafael Pocaterra), Historias que espantan el sueño (2007), Piedras lunares (2008, Mención de Honor en la Bienal José Antonio Ramos Sucre) y Ciudades que ya no existen (2010). Igualmente, ha sido compilador de libros de relatos, como Cuentos sin palabrotas (2009). También es autor de los títulos de literatura infantil y juvenil Fauna de palabras (2007), Verduras y travesuras (2009), y Miguel Luna contra los extraterrestres (2009). Asimismo, ha sido finalista del concurso de cuentos Cosecha Eñe 2010, mantiene con gran vitalidad su blog Caja Virtual desde 2005, es editor de la revista digital Los Hermanos Chang desde 2006, ha escrito y dirigido para HBO y Cinemax, y en 2009 fue parte del prestigioso Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. Además, ha sido colaborador de los periódicos El Universal y Notitarde, y de las revistas Imagen, Guayoyo Impreso, Logotipos, Dmente, Ficción Breve y Letralia. Los cuentos de Santaella figuran en Antología de cuentos de humor (2006), Antología del cuento breve en Venezuela (2005), 21 del siglo XXI (2007), y algunos de sus poemas en Desde el patio del limonero. Antología de talleristas (2006). Este interesante autor fue uno de los invitados al Festival Eñe América realizado hace poco en nuestra capital, donde ofreció el taller Posmodernidad y los referentes en la narrativa y, también, el cara a cara La literatura como forma de resistencia con el novelista y poeta colombiano Darío Jaramillo Agudelo.
Mucho gusto. Muchas gracias por la entrevista.
No, gracias a ti.
Usted es de Puerto Cabello.
Sí, así es. Puerto Cabello es…
La llamada Ciudad Cordial de Venezuela.
Sí, Puerto Cabello es el puerto más importante de Venezuela y nací allí hace cuarenta y un años, tal cual.
La ciudad sufrió tanto ataques de piratas como de marinos.
Así es.
Como Francis Drake, John Hawkins…
Sí.
…y Charles Knowles. Me preguntaba si esto había generado mucha literatura en Venezuela. Al menos en esa parte (de Puerto Cabello).
Te puedo decir, particularmente, por mí. A veces, cuando me pregunto o me preguntan las razones por las que empecé a escribir: es una pregunta muy complicada para alguien que escribe. Nunca uno tiene razones muy claras de cómo pasó de ser lector a escritor. Siempre resulta muy complicado responderse eso. Pero creo que una de las razones que están allí es, precisamente, haber nacido en una ciudad muy cercana al mar. La imagen del mar es en sí muy poderosa. Esa imagen se queda siempre por dentro, a lo largo de la vida de uno. Y, luego, la cantidad de leyendas, historias… Hay una parte de la ciudad, incluso, que es colonial. Hay una calle muy famosa llamada Calle Lanceros, llena de historias. Hay una Casa Guipuzcoana, también. El vivir rodeado en la infancia de esa magia de la historia, del tiempo, de algún modo son factores, gérmenes, de lo que lo hace a uno ser escritor. Es algo que se queda por dentro y va conformando el alma del futuro escritor. No sé si, en general, con la literatura venezolana, pero por lo menos con lo que respecta a mí, sí. Tengo un libro que se llama El elefante, de cuentos, que trata sobre historias de la infancia en Puerto Cabello. No es un libro para niños, pero tiene que ver con la infancia porteña. Y allí se habla de todo ese ambiente mágico, sagrado, que tiene la ciudad con respecto a su historia.
¿Se ve a sí mismo dedicándose a escribir literatura para niños siempre o va a probar otros géneros? He visto que ha probado novela y poesía.
Sí, es que las inquietudes van apareciendo, el mosquito me pica de acuerdo a cada circunstancia. Ahorita tengo un extraño asalto de la poesía y ando escribiendo poesía. Soy muy mal poeta, pero me asaltó, de pronto. Y lo mismo ocurre, de repente, de un modo más pasivo, tranquilo, con la narrativa. En circunstancias, aparece alguna historia que uno huele, sospecha, intuye, que pueda ser para niños y surge. No considero que sea exclusivamente un autor de literatura para niños. No considero que sea exclusivamente un autor de literatura para adultos. Simplemente, (soy) un escritor y ya. Va saliendo lo que va saliendo.
Los peligros del chat para los niños
Justamente, en su libro Historias que espantan el sueño del año 2007, uno de sus cuentos es Yoamoatodoelmundo…
Sí, Yoamoatodoelmundo dice.
…que es muy impresionante porque al final uno se queda con la pregunta de si en verdad todo este cuento, de repente, era imaginación de Richard (amigo del niño Sebastián, el protagonista).
Ese cuento está basado en una anécdota personal, pero no (de) cuando era niño sino ya de adulto. En cierta ocasión, me encontraba con el Messenger abierto y alguien que se hacía llamar Yoamoatodoelmundo pidió ser mi amigo, entrar a chatear, y le di el permiso. Surgió la ventanita de chat y me preguntó, tal cual: “Hola, ¿tú cómo estar?”.
Como Tarzán.
Sí, como Tarzán. Yo le respondí de inmediato: “Bien, ¿y tú?”, y guardó silencio, no me respondió nada. Al rato me pregunta: “¿Tú ser hombre o ser mujer?”. Entonces: “No, yo soy hombre, ¿y tú?”, y no respondió más. Se quedó allí, online, y no respondió más. Eso me causó cierta inquietud, cierto temor. Y empecé a imaginarme cosas: que del otro lado quizás había un fantasma o era una energía en la red, así como Ghost in the shell, el anime japonés. O que del otro lado de la línea había una niña loca que se había escapado de un manicomio y se había metido en el chat. No sé, fueron como muchas ideas allí.
En el cuento las plasma.
Y las guardé. Guardé la historia y, luego, cuando me puse a escribir este libro de cuentos de miedo para niños y retomé esa historia, salió Yoamoatodoelmundo dice, que tiene mucho de cuento japonés -con respecto a Ghost in the shell, por ejemplo-.
Me generó muchas preguntas cuando lo leí, porque decía: “Esto puede ser una alegoría de los tiempos de Facebook, del chat…
Claro, evidentemente.
…del Messenger”, en los que hay tantos peligros y ha habido tantos niños secuestrados, abusados, por gente extraña que se hace pasar tanto por un amiguito como (por) una amiguita.
Sí. Y también allí -hablando ya de lo que podría decir el cuento a los niños- es que tú recibes lo que das. Sebastián desde el principio trata mal a esta energía que está en la red, que le está escribiendo, y él transforma esa energía que estaba naciendo en algo malo porque él, precisamente, le dio maldad. Y lo que se le devolvió fue maldad.
Pero también estaba picado porque quería conquistar chicas como su amigo Richard.
Claro.
Que escribía menos bien que él, inclusive.
Sí. Solo lo normal. (Quería) que las redes sociales funcionen como herramienta de conquista.
Rocanegras o el fin de una Venezuela afrancesada
Sí. También me llamó mucho la atención que su novela primera, Rocanegras, está basada en el duque de Rocanegras, el personaje de Vito Modesto Franklin, mediante el cual surge el término vitoquismo.
Sí, el vitoqueado, el vitoquismo.
¿El vitoquismo era el vestirse exagerada o extraordinariamente bien para llamar la atención o, en general, era una manera de aparentar siempre las cosas?
Es un término que desapareció. Ya no se usa hoy día en Venezuela. El vitoqueado, no obstante, durante mucho tiempo fue sinónimo de ambas cosas: andar muy bien vestido, muy elegante -en el sentido positivo-, y también podía significar que eras una persona estrambótica, algo alocada -tonta incluso- y ridícula en la manera de vestir. Tenía las dos acepciones, pero, principalmente, andar vitoqueado era que andabas muy bien vestido, muy elegante. El duque de Rocanegras, Vito Modesto Franklin -que se hacía llamar duque de Rocanegras y príncipe de Austrasia- es un personaje que existió realmente, en los tiempos de (el dictador Juan Vicente) Gómez. La historia, de hecho, transcurre en 1924. Era un personaje estrambótico. No era exactamente un dandy, pues el dandy se relaciona más con la figura de Lord Byron, por ejemplo. Éste era más bien un personaje cómico, que fue carnada de los humoristas de la época, y él se dejaba. Le inventaron una novia. Los humoristas Leoncio Martínez o Job Pim (Francisco Pimentel Agostini) le escribían cartas de una novia ficticia que se llamaba Piperazina de Midy -que es un nombre de remedio- y él respondía las cartas. Se prestó al juego de la burla. Es un personaje fascinante de la historia venezolana que fue olvidado y, de alguna manera, humildemente, lo traté de rescatar.
Él había vivido casi en los mismos años que Juan Vicente Gómez.
Sí, así es.
Entonces, esta época dictatorial, junto con este personaje (duque de Rocanegras), hacían una especie de contrapeso muy interesante...
Así es.
…históricamente.
Roberto Echeto -u otro escritor amigo mío, contemporáneo- escribió una nota sobre la novela y dijo algo muy interesante -y no lo digo por mí sino porque lo dijo él-: que esa era la manera de Vito Modesto Franklin de resistir a la dictadura. Como no podía hacerlo desde la lucha o la opinión pública, su disfraz era una manera de resistir una época de represión. Y la única manera, evidentemente, de lograr que pasara por alto el Gobierno tal resistencia era simulando locura, estupidez, tontería. A veces, los gobernantes no son lo suficientemente inteligentes para entender el humor.
Sí, les duele.
Je, je.
En el alma, ja, ja.
A veces lo entienden y les duele, y a veces no lo entienden y lo dejan pasar. Creo que es el caso de Vito: no entendieron.
Eran un contrapeso interesante, como personajes históricos.
Sí. Y era un reflejo también de la época. En esos años ya se había descubierto el petróleo en Venezuela y empezaba a morir una Venezuela que era la de (el tres veces presidente Antonio) Guzmán Blanco. Intentaba imitar los estilos de vida europeos, pero sobre todo el francés, no tanto el inglés. Y, con la aparición -eso se ve en la novela- del petróleo y el comienzo de las relaciones de Venezuela con los Estados Unidos, empieza a entrar el estilo de vida norteamericano. Y Vito Modesto Franklin está en esas dos aguas. Él ve cómo empieza a morir su mundo francés de elegancia, refinamiento, y empieza a ver también cómo el estilo de vida norteamericano, las palabras en inglés, empiezan a sustituir las palabras del francés en el hablar del venezolano. Entonces, él siente que se está muriendo una época con él. Y eso está muy presente en la novela.
Es una metáfora del cambio de…
Es una metáfora de cambio que algunos lectores también lo han relacionado con el presente, con la llegada de la Quinta República de (Hugo) Chávez.
Ironizando sobre la burocracia latinoamericana
Antes de tocar el tema de Chávez, su otra novela Las peripecias inéditas de Teofilus Jones: (hay) momentos de esa novela que están en Internet, muy buenos, porque es toda una crítica y una ironía a la burocracia.
Sí.
Usted dice: “…Por mí firman mil veces, y mil veces yo les digo que esa firma no es igual a la original, que esa firma varía en esta raya, en esta curvita, que no, que no es aceptable. Bajo mi mandato, deben volver a llenar las planillas. La PG-21, la A-1, la B-12, la XXX-18…”
Sí, je, je.
Que es, obviamente, para adultos.
Sí.
“…la R, la TP, la F-16…”, que son aviones de guerra.
Sí.
“…la AK-47…”, que es una metralleta.
Sí.
“…la C-4, la UB-40…”, que es el grupo de música y…
C-4 es un explosivo.
Ah, C-4 es un explosivo.
Sí.
Es una mezcolanza de varias cosas y, en el fondo, es una crítica a esta burocracia tan latinoamericana.
Sí. Una vez más ahí está el humor como forma de resistencia. Tal como decías tú hace rato: el humor le duele a los poderosos. Evidentemente, cuando lo entienden. El humor le recuerda al oído al poderoso que tiene los pies de barro, que no está por encima del resto de los seres humanos y que algún día va a morir.
Él se debe hacia su pueblo.
Claro. Y esta novela está escrita en clave de humor, porque es la respuesta a la desesperanza el humor. Entonces, está allí manejada la parodia, la sátira, en una novela distópica.
La literatura venezolana dependió mucho del Estado
Habiendo creadores literarios tan originales como usted en Venezuela, ¿por qué, de repente, no se conoce más la literatura de su país en Latinoamérica? Porque después de Arturo Uslar Pietri…
Sí.
…que es un monstruo a nivel latinoamericano y en toda la lengua española, no se sabe mucho más de Venezuela. ¿Qué ha pasado?
No tengo una respuesta clara para eso. Creo que dependen de muchas cosas, de muchos factores. Durante muchos años quizás la literatura venezolana dependió muchísimo del Estado: era quien sostenía la escritura, por decirlo de esa manera. Eso llevó a que, por ejemplo, las editoriales privadas tuvieran una mínima participación en el mercado. No es una defensa a las editoriales privadas, pero su negocio es vender, y cuando eso sucede, de algún modo se da más oportunidad de que se mueva el escritor en función a la promoción. Cosa que no ocurría con respecto a las publicaciones del Estado, y al escritor en relación con el Estado. Eso hacía que sea un trabajo muy local, que ocurriese un movimiento muy local que no salía. Eso por un lado, y a lo mejor estoy diciendo una burrada. Por otro lado, hay algo de la esencia del venezolano que no (le) permite sentirse orgulloso de lo que hacen sus propios artistas: siempre hay una mirada hacia afuera y no hacia adentro. Cosa que en los últimos años ha estado modificándose, por fortuna. Y si no hay un conocimiento desde adentro de lo que están haciendo los venezolanos es muy difícil que lo haya hacia afuera. También hubo, durante mucho tiempo, una manera de entender la literatura muy cerrada, que quizás no trascendía del propio círculo de escritores y académicos, con cierto desprecio hacia el público mayor. Vamos a estar claros: los escritores se conocen porque los lee la gente, el gran público. Hay muchas razones para ello. No sé si las mías sean las verdaderas.
Por ejemplo, ¿llegar a Alfaguara le costó? ¿Es difícil para un venezolano llegar a un sello internacional?
Sí. En los últimos años, Alfaguara Venezuela está publicando autores venezolanos. El asunto es que las editoriales transnacionales en los países latinoamericanos se mueven internamente. Es decir, Alfaguara Venezuela trabaja para el mercado venezolano; Alfaguara Colombia trabaja para su mercado interno, aunque también tiene un sistema de promoción dado por ese mismo respeto de los propios colombianos hacia sus escritores que han trascendido un poco más. Y ni se diga de los argentinos, que son expertos en promocionarse. Pero, por ejemplo, que tú publiques con Alfaguara o Ediciones B no es garantía de que tus libros van a salir del país. Estamos en ese proceso. Ojalá que algo se dé en algún momento.
Las múltiples influencias del escritor
Usted decía que es una persona de estos tiempos, por sus aficiones: ve Cartoon Network, Boomerang, Nickelodeon, Discovery Kids, las historietas de Frank Miller…
Sí.
…y también lee a (J. K.) Rowling, a Roald Dahl. Entonces, de todas estas influencias, ¿cuál es la que prima en usted: la del anime, el cine, la historieta?
Es fundamental la honestidad. Tú tienes determinados gustos y eres honesto con ellos a la hora de escribir. No hay una diferenciación en la literatura contemporánea con respecto a lo popular y lo culto, pero si tú mantienes ese patrón anticuado de que en la literatura no puede entrar todo aquello que te satisface dentro de la cultura popular sino que lo dejas afuera por falta de honestidad contigo mismo, no se va a ver reflejado en la literatura y, para mí, no va a haber honestidad respecto a uno mismo. Entonces, me gusta el cine, (los) cómics, la novela gráfica, ver televisión, la pornografía, cualquier cosa de la cultura popular. Me gusta lo camp, lo kitsch, las artes plásticas. Y todo eso está en un depósito en tu cabeza que a la hora de escribir sale.
Se nota que es usted honesto porque pocos escritores suelen decir eso en público: “Me gusta la pornografía”, je, je.
¿A quién no le gusta la pornografía? Ja, ja, ja.
Pero pocos lo dicen, ja, ja. Usted dice que escribe en este mundo para divertirse y para divertir a los chamos.
Sí, claro.
A los chiquillos.
Sí. Para divertir al lector y divertirme a mí mismo. Yo no entiendo la literatura como sufrimiento. Por lo menos la narrativa no la entiendo como sufrimiento. Quizá en la poesía me pega un poco más, me pone más intenso y a tropezar más, pero la narrativa no. La narrativa la sudo, por supuesto. Trabajo con la revisión constante y todo eso, pero igual la disfruto.
Nada con panfletos políticos ni libertades tiránicas
Como venezolano: a usted la política -a diferencia de la literatura-, ¿le causa algún resquemor, escozor?
Mis angustias existenciales se ven reflejadas, por ejemplo, en Rocanegras y en Las peripecias inéditas de Teofilus Jones. No creo en el panfleto político, pero sí en el espejo humano.
¿Cree en Chávez?
No creo en Chávez. En Las peripecias inéditas de Teofilus Jones lo digo muy claro. Me preocupa el tema de la libertad en mis novelas. En las dos novelas el tema de la libertad es fundamental y no creo en esa libertad para el pueblo ni en la libertad de las masas ni en esos disfraces de libertad. Creo en la libertad del respeto y del individuo, sí. La libertad absoluta que pregona el socialismo es una libertad tiránica. Eso no es libertad. La libertad absoluta lleva hacia la tiranía.
Un documentalista que conoce bien el Perú
Esperemos que siga disfrutando su estadía en Lima.
Gracias.
Es primera vez que viene, ¿verdad?
No, es la segunda vez que vengo. Estuve aquí hace unos quince años, aproximadamente, trabajando como director de documentales y guionista.
Usted estaba con HBO y Cinemax.
En ese momento estaba haciendo un documental para HBO, sí. Una serie de documentales que se llamaban Nuevas crónicas de América.
¿Crónicas urbanas?
Después vinieron las crónicas urbanas, pero las primeras crónicas eran más que todo un recorrido por los lugares turísticos principales. Estuve en Machu Picchu -allá en Cusco-, Sacsayhuamán, Kenko, Puca Pucara, Tambomachay, todas esas cosas.
¿Qué le pareció?
Una maravilla. Estuve en el lago Titicaca, en la isla de Taquile, en Nazca, en Ica.
O sea que usted conocía el Perú mejor que la mayoría de peruanos.
Je, je. Sí, recorrí bastante. Fue un viaje largo y la pasé muy bien. Yo quedé enamorado de Perú.
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