miércoles, 6 de octubre de 2010

Leonardo Valencia



“La voz propia nunca se encuentra”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Leonardo Valencia (1969, Guayaquil) dialoga con mucho conocimiento sobre literatura. Tiene numerosas ideas interesantes al respecto y las expresa con una rapidez abrumadora. Vino al Perú como invitado de la FIL LIMA 2010, donde presentó lo último de su obra narrativa. Doctor en Teoría de la Literatura por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Edición por Publish/Oxford Brooke University, Valencia es uno de los escritores ecuatorianos contemporáneos más importantes. Ha publicado el libro de cuentos La luna nómada (1995), del que Enrique Vila-Matas dijo que tenía “el encanto de lo impredecible” y por el cual fue incluido en las antologías internacionales McOndo, Las horas y las hordas, Líneas Aéreas, B39 Antología de cuento latinoamericano, Cuento ecuatoriano contemporáneo y Pasión de papel. También publicó la novela El desterrado (2000), que la revista española Qué leer calificó como “una sorprendente ópera prima”. Su segunda novela, El libro flotante de Caytran Dolphin (2006), desarrolla en paralelo un innovador experimento narrativo en Internet: www.libroflotante.net. Igualmente, ha publicado el libro de ensayos El síndrome de Falcón (2008) -al que el gran escritor peruano Carlos Calderón Fajardo calificó como “un libro muy rico de reflexión, provocador y que estimula el debate al interior de países con realidades muy similares, como son Ecuador y Perú”- y la novela Kazbek (2008). Sus artículos se han publicado en Vuelta, Cuadernos Hispanoamericanos, Letras Libres, Quimera, Sibila, El País, entre otros. Asimismo, fue seleccionado para el Hay Festival de Bogotá 39 (2007). Se desempeñó como jefe de redacción de la desaparecida revista Lateral, es editor de la revista La Comunidad Inconfesable y ha traducido a Pirandello y Lampedusa. Además, tiene un blog de literatura desde hace cinco años: Tribu errante.

Mucho gusto. Usted es ecuatoriano, pero ha vivido en Lima (de 1993 a 1998) y reside en Barcelona. ¿Se considera un escritor cosmopolita?
En todo caso, soy un escritor desarraigado. La evidencia habla por sí misma. Creo que el cosmopolitismo no es prerrogativa de la persona que necesariamente se traslada de un país a otro. Ha habido grandes escritores que han estado radicados en su país y han sido grandes cosmopolitas. La gran referencia latinoamericana es José Lezama Lima, que nunca salió de Cuba, pero que se movía en la cultura universal con una gracia y una soltura impresionantes. Soy un escritor desarraigado, cosa que no considero una situación excepcional porque creo que es la condición que está viviendo nuestra contemporaneidad. Es decir, los desplazamientos migratorios están llevando a que mucha gente viva fuera de sus países en una situación que tiene sus matices, porque ya no son viajes de ida, abandono y distancia -que eran tan dolorosos-. Ahora son viajes de ida y vuelta donde hay diálogos, donde Internet permite las comunicaciones. Entonces, es un mundo -dentro de la dureza del desarraigo- un poco más feliz.

Su padre es de Cuenca y su madre es de Italia. ¿Usted ha querido experimentar ese traslado de un continente a otro por su cuenta?
(Muy sorprendido) ¿Y cómo sabes eso que mis padres son, ja, ja, de Cuenca sobre todo? Porque…

Lo leí en una entrevista.
Ah, ya. Más que experimentar, creo que uno de alguna manera tiene el impulso adquirido. Por el hecho de tener madre italiana íbamos periódicamente a Europa, a Italia. Mi padre, al ser cuencano y yo de la costa, tuve mucho diálogo con el mundo andino ecuatoriano. Eso te genera siempre un movimiento de desplazamiento. Pero no es que uno haya querido imitar inconscientemente esos pasos. Finalmente, he vivido en Lima y en Barcelona y ninguno de ellos ha vivido en estos países. Pero siempre te queda el impulso adquirido. El que hereda no roba, ¿no?

Claro. ¿Para qué libro exactamente sirvieron estas experiencias familiares de la Segunda Guerra Mundial?
Eso está muy claro en el caso de El desterrado. Es decir, que El desterrado no es una novela de mi familia, sino que es una ficción. Justamente porque nunca me terminaron de contar ni nunca terminé de entender cómo fue el drama de la Segunda Guerra Mundial. Porque yo escuchaba a mis tíos reírse de la guerra. Reírse. Se veía que no entendían lo que habían vivido. Ese es el tema fascinante: que realmente nunca sabemos con plena conciencia lo que estamos viviendo mientras lo estamos viviendo. Ese fenómeno me llamó mucho la atención y me estimuló la imaginación. Aparte que me pareció una época decisiva. El desterrado es una novela no explícitamente de tema político, pero tiene una gran carga política: la relación de un individuo frente a un mundo que lo arrastra con todo el peso de la historia.


Explorando la literatura

Y ahora con El libro flotante de Caytran Dolphin, que tiene una versión impresa y también una versión que se construye constantemente en Internet, ¿considera que está tratando de experimentar en la literatura o al menos en su literatura?
Sí. En principio, en la literatura siempre hay que explorar. La palabra experimentar tiene connotaciones extrañas que se prestan a malentendidos. Me gusta la palabra exploración. Cada libro debería ser una especie de reto por explorar un camino, dar un paso más de lo que has hecho anteriormente. Me gusta la idea de ir saboteando los libros que uno va haciendo, y esto me pareció una idea que la había venido pensando mucho, pero no encontraba todavía el camino. Porque se malentiende lo que es el uso de Internet con literatura como un simple divulgar algo, colgar materiales. Yo quería desarrollar algo que permita utilizar activamente todo lo que significa Internet. Esa posibilidad de interacción, de creación, de distorsión con un programa. Eso lo tuvo que hacer un artista digital -que es Eugenio Tisselli-, de manera que permita complementar la novela. Es decir, la versión digital complementa la novela. La novela impresa es fija, estática, esa no se modifica, pero la página web permite un doble juego, una interacción creativa -la gente puede escribir un texto-, pero también un sabotaje de un principio narrativo. El principio narrativo es el siguiente: la novela está narrada en primera persona. En principio, una narración en primera persona es un punto de vista, una versión. Y es una versión en la que ese narrador controla o tiene el control sobre un texto apócrifo, que es el que desata la narración. Y en la página web se puede sabotear eso. Entonces, me gustaba esa idea de rebatir a un narrador. Hay un juego narrativo en esa dinámica. Y la web me lo permitía.


Letras ecuatorianas para el mundo

¿En qué momento cree usted que está la literatura ecuatoriana, cuando Javier Vásconez sigue produciendo libros -dentro de un par de meses va a publicar otro nuevo- y María Fernanda Pasaguay está entrando en el tema homoerótico y también de las redes sociales con Ondisplay 2.0 (2009)?
No solamente ellos, hay muchos más autores: Telmo Herrera, Huilo Ruales, Carlos Arcos. Hay una lista muy grande. Ecuador está en un momento interesante. No me gusta hablar gratuitamente de booms literarios, porque son términos que se prestan nuevamente a malentendidos. Creo que hay un momento en el que se está normalizando la producción ecuatoriana y se empieza a dar a conocer fuera.

Pero hay un boom ecuatoriano. ¿Se puede llamar así?
Es que no me gusta el término “boom” porque eso obliga a reducirnos a ciertas figuras y en realidad hay que ir decantando el material. Hay un buen ritmo de producción, difusión de autores, variedad de registros, que nos sitúa ya en un plano de cercanía a otros países latinoamericanos que también tienen un gran ritmo de producción. Yo trataría de verlo en ese sentido. Es un buen momento para que el lector extranjero entre y vea que hay variedad de escrituras en Ecuador. Y sin olvidar el trabajo de la poesía. Hay mucha labor de poetas. Muchos de ellos han sido ya reeditados en Perú, con editoriales peruanas. Eso es un fenómeno interesante ahora: que varios autores ecuatorianos han sido editados para esta feria.

Como Gabriela Alemán.
Como Gabriela Alemán, Cristóbal Zapata, Ernesto Carrión, Miguel Antonio Chávez. Entonces, nos encontramos con un momento interesante para Ecuador que necesita irse decantando, pero en cualquier caso ya se abrió esa puerta y es un avance en la difusión de la literatura ecuatoriana.


Cercano a escritores peruanos

Volviendo a Lima, me llamó la atención que usted durante su estadía acá pudiera hacer amistad -aparte de con muchos escritores peruanos- con Julio Ramón Ribeyro, y que pudiera conocer a Emilio Adolfo Westphalen. ¿Cómo fueron esas experiencias tanto en el plano personal como literario para usted?
Fueron experiencias humanas interesantes. Yo no he sido amigo ni de Ribeyro ni de Westphalen. He sido amigo de autores jóvenes, de generaciones más jóvenes, como Renato Sandoval, Mario Bellatin, Iván Thays, Lorenzo Helguero, un largo etcétera. Estos fueron dos grandes maestros (a los) que yo -con admiración y respeto- me acerqué, los escuché, los leí bien. La única palabra que crucé con Westphalen fue que le di un saludo y mi admiración, y la única palabra que me dijo –propio de un poeta parco- fue: gracias. Con Ribeyro fue otra cosa. Con Ribeyro pude tener una larga entrevista. Me pareció un gran escritor con una obra muy interesante y de alguna manera me permitió sabotear esta idea -para alguien que no es peruano- de ver el Perú con el icono representativo de Vargas Llosa. Ribeyro tiene una especie de situación muy crítica, con una noción muy autoirónica que me parecía muy interesante porque rebatía esta idea de la novela como el gran todo. El escepticismo de Ribeyro es muy sano.

Y habla de ambos escritores, de Vargas Llosa y de Ribeyro, en su libro El síndrome de Falcón.
Sí, les dedico dos ensayos a ellos.


La escritura y su laboratorio

Es director del Programa de Escritura Creativa de la Universidad Autónoma de Barcelona…
Ya no. Yo fundé ese programa en la Universidad Autónoma. Ahora dirijo el Laboratorio de Escritura de Barcelona.

Fue el programa de 2005 a 2009.
Sí.

Y ahora en el Laboratorio de Escritura de Barcelona, ¿realiza una labor similar?
Sí. Lo que hacemos en realidad -porque somos un equipo de escritores-: organizamos cursos de escritura, conferencias, actividades culturales, siempre en Barcelona y en torno a la cultura latinoamericana y también española. Es una dinámica que me resulta muy interesante. La dinámica de reflexionar sobre la escritura y trabajar con jóvenes escritores que quieren empezar a escribir. Me resulta muy estimulante. Más estimulante que dar una clase a cincuenta alumnos en una universidad.


Buscando nuevos registros narrativos

¿Siente que se ha asentado como escritor? ¿Ya encontró la voz propia que estaba buscando?
No. Creo que la voz propia nunca se encuentra. Es decir, al menos, el tipo de escritor que yo me considero. Siempre estoy buscando nuevos registros. Me da un poco como de temor coger y mantener un mismo registro de voz. Quiero divertirme escribiendo. También quiero sufrir escribiendo. La persona que cree que ha encontrado un registro de voz sigue en el mismo camino. Yo soy muy parco publicando. Prefiero que cada libro sea una aventura, lo que decía un famoso ensayista francés, Jean Ricardou. Él decía que no solamente es escribir sobre una aventura sino (que) es la aventura de escribir. Y en ese sentido, me interesa seguir explorando registros. Si tú observas mis libros vas a ver, por ejemplo, que El desterrado es una novela narrada en tercera persona, en un narrador omnisciente ambiguo. El libro flotante… está narrado en primera persona. Kazbek combina dos registros de narrador: en tercera persona, no ambiguo como el de El desterrado sino absolutamente seco. Totalmente. Y además hay un plano poético. Son dos voces que van chocando. Entonces, siempre estoy moviéndome entre voces, que a lo mejor puede ser un principio de unidad: el concierto de voces.

Cada vez que terminaba usted un libro -lo leí en una entrevista- necesitaba que alguien lo regresara a la tierra, al mundo real. ¿Cómo así era esta situación para sentir que el libro estaba cerrado, que había terminado?
Creo recordar que lo dije en alguna entrevista. El escritor, por lo general, cuando se mete en un mundo de escritura, tiene que volar mucho. Entonces -y ya estamos hablando del plano humano-, yo, personalmente necesito un ancla en la realidad. Ahí juega el factor afectivo. Siempre tienes una persona cerca de ti que es tu asidero en la realidad. Emocionalmente eso es muy importante, pero ya es en un plano más íntimo.


Al escritor latinoamericano le resultó insoportable tener que encontrarse, en vísperas del siglo XXI, con que Latinoamérica tenía que ser una cantera de historias fabulosas y exóticas. Y no sólo eso. En apariencia –y por una situación muy particular que detallaré- no podíamos entrometernos con ciertas zonas. Especifico: ciertas zonas impuras que no apelaran a la nostalgia de un mundo que tiene proyectos históricos y patrióticos. La lectura que se hacía o se hace de nuestros libros tenía como base esa nostalgia. Era como si no se nos permitiera salir de nuestras tierras, es decir, de una tierra llamada la tierra de los proyectos.

De El síndrome de Falcón (2008) de Leonardo Valencia.


Me llamó mucho la atención la portada de El síndrome de Falcón, que era de la película Call Northside 777 (1948). ¿Cómo así esta referencia cinematográfica dentro de El síndrome de Falcón?
Eso fue decisión del editor. Me enteré de la portada cuando el libro ya estaba impreso. Y la explicación de él fue que era un referente esa película. Si tú ves, los personajes están a punto de revelar una foto que va a ser decisiva para entender el caso de un asesinato. Y mi editor asoció que esa era la mejor imagen para tratar de transmitir la idea de un síndrome. Detectar un síndrome significa detectar un problema y, probablemente, su guía de solución. Esa fue la asociación que hizo el editor. Ese fue el enfoque. Es muy curiosa la portada, ¿no?

Uno podría pensar que es un libro relacionado con cine.
Podría ser. Sí, es verdad. Hay una lectura muy compleja ahí.


Editoriales-fábricas y editoriales de verdad

Mencionó que una editorial que publica más de veinte títulos al año pierde el gusto por la verdadera literatura. ¿Considera que esto está ocurriendo mucho en nuestros países latinoamericanos?
No. Eso es un problema más del medio editorial español. Editoriales que editan 50, 100, 200 títulos al año: eso ya es una producción en serie. Un editor literario -de los cuales hay muchos en Perú, también en España- de pequeñas editoriales que saben que no tienen muchos recursos, prefiere vivir cada libro. No son libros por cumplir una cuota sino libros que viven, que leen, que corrigen, que trabajan con autores, y eso exige un ritmo de trabajo fuerte. No es lo mismo dedicarle a un libro un mes que dedicarle tres o cinco días. Allí hay una diferencia importante, y eso se refleja en el cuidado de las pequeñas editoriales que tienden a ser las que realmente protegen y apuestan por autores, que viven con el libro y el autor. Me explico: comparten la experiencia, en vez de ser uno más de una serie de producción. Me ratifico en eso. Una editorial que tira por encima de muchos títulos al año, difícilmente creo que viva la literatura en términos reales.


Ishiguro: un espejo

¿Cuánto ha influido en usted la literatura de Kazuo Ishiguro?
Para mí es un autor muy importante, no en el sentido estilístico -porque su estilo es muy diferente al mío- sino en su manera de enfrentar el mundo por sus coordenadas culturales. Es un autor de distintas culturas. De origen japonés, de escritura inglesa, que ha tenido que ir luchando contra los tópicos de encasillamiento por su rostro, su nombre, su idioma, y cada libro ha sido una aventura para sabotear ese encasillamiento identitario.

¿Se identifica con él, en ese sentido?
Me identifico con él. Creo que es un autor que lo ha sabido hacer con mucha gracia, mucha solidez, y uno lo nota con una pulsión verdaderamente auténtica. Es decir, no publica un libro únicamente por contar una historia, sino que él trata de resolver problemas que se le han ido presentando en la escritura. En ese sentido es un escritor muy admirable. Siempre he admirado sobre todo una gran novela de él que se llama Los inconsolables (1995). Una novela que hay que entenderla en el contexto de las novelas anteriores que él había publicado. Esa para mí es una novela fundamental. Es una de las grandes novelas de fines del siglo XX.


La novela es un asidero frente al mundo

Había escuchado que va a publicar un libro o está pensando publicar un libro referido a Lima. ¿Es cierto?
Sí, referido a Perú. Forma parte del ciclo de novelas que estoy escribiendo que (se) inicia con Kazbek. Ya en Kazbek aparece un personaje que tiene relación con Lima. Estoy trabajando una serie de novelas en la que Perú, Lima, es un escenario importante.

¿Para cuando saldría publicado o todavía no…?
No me gusta dar fechas porque prefiero ir respetando el ritmo de trabajo del libro. Espero que sea pronto.

Ya la está escribiendo.
Sí. Ya estoy trabajando en esto. Lo que pasa es que es un ciclo de varias novelas y me he metido en un embrollo porque no era un plan. No es que yo preví esto y esas novelas, pero se dio cuando terminé la primera. Entonces, estoy terminando la segunda y voy trabajando partes de las siguientes. Si fuera por mí, no me desharía jamás de ellas, porque me gusta vivir dentro de ese mundo. Creo siempre que la novela es el espacio donde uno convive con la novela. El cuento, de alguna manera sirve para expulsar demonios -ya lo decía Cortázar-, para expulsar alimañas. La novela, en cambio, es un espacio de convivencia. Un espacio donde te gusta estar. Y me gusta vivir el tiempo de escritura de la novela.

¿Es un estado de ánimo, también?
Es un estado de ánimo y un asidero frente al mundo. Es decir, trabaja sobre algo que te permite dar un pie frente al mundo. Por eso me cuesta mucho separarme de una novela cuando la termino. También me gusta compartirla. Me gusta que haya lectores, pero esa es otra etapa.

Muchas gracias por la entrevista y esperamos que siga disfrutando su estadía en Lima.
Gracias, Gianmarco.

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