domingo, 11 de julio de 2010

Catalina Montesinos



“Me he dado cuenta que sigo viendo”

Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

Un hermoso e imponente violonchelo sobre un reluciente piano negro. Ambos son parte del paisaje de la amplia sala familiar de la escultora Catalina Montesinos (Arequipa, 1943). Muchos CDs y libros de historia reposan sobre una mesa junto al sofá, donde converso con la artista. Aún es temprano, ha llovido esta mañana y el cielo limeño muestra imperturbable su acostumbrado gris. La señora Montesinos es amable, menudita y aparentemente frágil. Engañosa fragilidad. En el origen fue el barro, su exposición de sorprendentes esculturas en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú –que va hasta el 31 de julio- demuestra que ella posee una enorme fuerza interior que ya quisiéramos muchos tener. Parece que el hecho de no ver –físicamente, por culpa de una retinopatía diabética- ha incrementado la profundidad creativa de su alma y de sus manos de escultora. Por eso, ella ve más allá de lo real. Sus trabajos artísticos parecen salidos de algún sueño inquietante. Montesinos ha realizado varias exposiciones en Londres y ha recibido premios. Asimismo, ha sido entrevistada por BBC Radio 4 y BBC Servicio Mundial gracias a sus esculturas. Amante de la música y dueña de una gran memoria, la artista nos cuenta los orígenes familiares y personales de su apasionada labor con la arcilla.


Después de ver toda la exposición recién caí en la cuenta de que la había realizado una persona invidente y eso me pareció mucho más meritorio, porque se nota que había conocimiento del arte de la escultura. ¿Cómo así llega usted a realizar esta exposición en el Centro Cultural de la Católica?
Amigos me sugirieron la posibilidad de traer mi trabajo acá y exhibirlo en la Católica. Me pusieron en contacto con Alicia Morales, que inmediatamente se interesó. Hemos estado en conversación más o menos un año. Y ha tomado un buen esfuerzo traer todo, porque es difícil. Me he traído algo de 35 piezas, de las cuales poco más de la mitad son las más grandes, las otras son más pequeñas. Acá (en Lima) había una grande y muchísimas pequeñas. Uno de mis hermanos tenía una de las grandes. Ha sido un trabajo bárbaro. Enviudé hace muchos años, en el 83, y tengo amigas y amigos que me ayudan cuando hay algo como esto. Sin ellos hubiera sido prácticamente imposible.

Sus obras, ¿la gran mayoría las trajo de Londres?
Sí. Yo vivo en Londres desde finales del 68. Antes de eso viví en Alemania durante dos años. Me fui de aquí a Alemania. Y recién en Alemania…

¿Por qué motivo se fue a Alemania?
Estuve en Europa de muy niña, a los seis, siete años. Fui con mi madre a ver un médico que decía tenía cura para la diabetes. Ya había desarrollado diabetes a los seis años. Teníamos parientes por parte de mi padre en Alemania. Así es que fuimos un par de veces a Alemania y siempre me quedó el deseo de regresar. En general, a Europa. Desde un inicio me interesó el arte, la pintura.

¿Desde los cuántos años?
Siempre he dibujado, he pintado. Pero como tú, como cualquier niño. Recuerdo la primera vez que me llevaron al Rijksmuseum de Ámsterdam, vi un cuadro ahí que era la pintura de una señora: vestido de seda gris y tenía un chal de color negro con espalda al público, y el resto de la habitación muy en oscuro. Era tal la realidad, estaba tan bien pintada esa seda gris que corrí a tocarla. Y se armó un laberinto, como se puede imaginar. Siempre he tenido esa memoria y siempre quise pintar. Y lo hacía todo el tiempo. Por ejemplo, a mi padre, mientras estuvimos en Holanda, yo le mandaba dibujos y pinturitas, cuadritos, con lápices, como cualquier niño.

Se los mandaba desde Europa hasta Perú a su papá.
Sí. Eran unas hojitas de papel, simplemente. Entonces, siempre tuve el deseo de regresar a eso porque en casa habíamos crecido con cultura europea, libros, mucha música…

¿Usted pinta, dibuja o hace esculturas con música, siempre?
Sí. Con música. Siempre escucho música. La música me interesa muchísimo y es un elemento esencial en mi vida. Es lo que ha dictado donde yo vivo.

¿Alguna música en especial?
Difícil de decir. Me gusta mucho la música de cámara, coral, cuartetos orquestales también, pero creo que es la que menos escucho.

¿Ópera?
Ópera también. Mucho. Y tengo una linda colección. Pero lo que ha dictado que viva en Londres es precisamente eso. Estaba yo en Alemania y mi hermano mayor estaba en Francia. Él es médico pero también era violonchelista. Él fue becado a Francia para estudiar con un chelista muy famoso. Estando yo en Alemania empecé con problemas al riñón por mi diabetes. Inmediatamente me dijo: “Vamos a Inglaterra donde hay un magnífico especialista”, y me di con la sorpresa de que la vida musical de Londres es inmejorable, una maravilla. Y eso que cuando yo vivía en Alemania también había muchísima. Yo vivía en Munich. Eso decidió que me fuera a vivir a Londres a finales del 68.

¿Usted también toca algún instrumento?
No, yo era muy perezosa (sonríe). Me sentaron al piano a los seis años, pero no. Estudié creo que seis meses y después lo dejé, pero toda mi familia tocaba.

Es una familia con espíritu artístico.
Sí, mucho. Mi padre tocaba el chelo, mi madre tocaba el piano y mis hermanos –los dos- tocan el chelo. Ahora los sobrinos también tocan, pero no el chelo sino el bajo eléctrico y la guitarra eléctrica.

Y usted empezó haciendo pintura y ahora hace escultura.
Sí. Y eso fue a raíz de la pérdida de mi vista. Yo estudié en Londres en una escuela de arte, pero al segundo año empecé a perder la vista de un ojo debido a la retinopatía…

Era algo irreversible.
Se trata, pero con rayos láser. Las arterias y las venitas de los ojos son uno de los problemas. Se vuelven muy frágiles. Hacen hemorragias y van dañando más y más el ojo. Hay algo de edema, y eso se trata con rayo láser. En esa época, cuando me empezó, todavía no estaba el rayo láser, pero se trataba con algo parecido que era un tratamiento de luz, para el cual tenían que anestesiar. Yo, cada dos, cuatro semanas estaba en el hospital con anestesia total para obliterar esas venitas. Al cabo de unos años se empezó a usar el láser, que es muy rápido, muy efectivo. Desgraciadamente, yo tenía una forma de retinopatía muy violenta. Y perdí la vista en mi ojo derecho al cabo de un mes. Si el ojo se llena de sangre y esa sangre se va reabsorbiendo, es en ese momento cuando se ha reabsorbido lo suficiente en que usan el rayo láser para prevenir otra hemorragia. Pero se empezó a absorber y me venía otra grande y más grande, o sea que al final ya no se pudo hacer nada.

¿Hay algún pariente suyo que haya tenido…?
No. Soy la única diabética en la familia. De adultos, tíos de parte de mi madre han desarrollado diabetes, que es muy diferente. Mientras que yo lo he tenido desde muy niña, desde los seis años.


Extrañas formas del arte

De lo que he visto en la exposición hay partes de sus obras que son muy dolorosas, en la forma cómo las presenta usted. Otras parece que fueran del mundo submarino, como que uno estuviera nadando por el fondo del mar y comienza a ver formas extrañas. ¿Así las ve usted?
Sí. Y ese fondo del mar en realidad es mi subconsciente. Yo no empiezo una pieza con una idea preconcebida de qué es lo que voy a hacer. Empiezo con una idea muy vaga. Dejo que la arcilla me dicte y, con mucha suerte, logro conectarme con el subconsciente. Así es que nunca estoy segura de qué es lo que va a pasar, qué es lo que estoy haciendo, hasta el final. Y en algunas ocasiones, después de haber terminado una pieza y haberla tenido por ahí durante dos o tres años, de pronto algo ha sucedido que me he dado cuenta que eso lo he visto antes en algún sitio. Por ejemplo, me pasó con una pieza que no está acá -está allá (en Londres), vendida a una artista americana-, que hice y tenía para una exposición en Londres. La meto a la ducha -porque se llena de polvo-, la estaba lavando y de pronto he visto una imagen muy clara de una toma de una película que vi en el año 66, en París, de (Andrei) Tarkovski. La película era (Andrei) Rublev, pintor de íconos. Era una toma muy de cerca de unas raíces en un árbol, donde habían gusanos, plantitas, hojitas y cosas. Y me di cuenta que eso venía directamente de ahí. Es algo de lo cual yo no estaba consciente ni conectada en ningún momento, pero eso es lo que me produce la arcilla. Permite que esas imágenes salgan a flote. Hay algo en esos recuerdos que me hacen producir la pieza. Y es lo mismo con las otras, esas cosas marinas. Algunas han tenido su origen en un cuento de Ítalo Calvino, un cuento de Cosmicomics (1965). Es un escritor muy lindo.

Italiano.
Italiano, sí. Ese cuento (La distancia de la Luna) es la historia de la época en que la Luna estaba mucho más cercana a la Tierra. Entonces, en algún lugar en el mundo apenas veían que la Luna se estaba acercando salían en un barquito, un botecito, al mar, y cuando la Luna estaba directamente encima de ellos, ponían una escalera muy larga y trepaban. Y en la Luna recogían leche que extraían de la superficie de alguna manera, presionando, y eso me despertó una serie de imágenes que hasta ahora me estimulan tremendamente.

Sus motivaciones son bastante literarias, entonces.
Muchas veces sí. Poesía también. Líneas de poemas y palabras sueltas.

¿Siente que sus influencias son más europeas que peruanas?
Sí. Pero recién esta vez he visto muy claramente la conexión entre la cerámica peruana y lo que yo hago. Hay ahí algo muy fuerte. Es algo que debo haber absorbido en mi niñez, he crecido con eso. No se le da mucha importancia a la cerámica precolombina…

¿Usted vivió en la ciudad o en el campo de Arequipa?
No, en la ciudad de Arequipa. Mi padre tenía algunos huacos, ese tipo de cosas. Debo haber visto de niña, sé que he visto, pero nunca les di mayor importancia.

¿Hay ruinas por donde usted vivía en Arequipa?
En Arequipa no. Nunca he visto ruinas en Arequipa. Que yo sepa no hay.

Usted comentaba que sintió una ligazón con la cerámica peruana en lo que hace.
Sí.

¿Sobre todo con algún tipo de cultura precolombina como la Mochica o…?
No sé, eso sí no sé. Soy sumamente ignorante con respecto a la cerámica, en general. Inclusive en la cerámica de hoy, más moderna. Y eso en parte es lo que me permite ser totalmente libre. No tengo ninguna idea preconcebida, a lo que con la pintura –que es lo que hice y quería hacer. Quería ser pintora- ese fue siempre el problema que tuve. Porque estaba tan influenciada por la pintura europea y no tuve tiempo de desarrollar mi propia voz. En cambio, con la cerámica, apenas la toqué me ha dado una libertad absoluta. Absoluta. También lo que es sumamente importante es que no hay un intermediario entre mi mano y el material que he usado para trabajar -con la pintura siempre está el pincel o el lápiz, mientras que con la arcilla es directamente mi mano-. Y la arcilla responde mucho al toque, es una masita, y eso para mí es muy importante. Yo veo que, en realidad, talladora no soy. Aunque me gusta mucho la piedra, me gusta mucho la madera –no lo he intentado-, no me daría resultados tan positivos como me da la arcilla.

Resulta bastante onírico (su trabajo).
Sí. Mucho.

Y por ratos casi diría surrealista.
Sí. Absolutamente sí.

Me llamaron la atención estas hendiduras que había en muchas de sus esculturas. Hendiduras que parecían pequeños ojos y por ratos eran ojos de gato gigantes. Imaginaba que si en algún momento saliera una luz de adentro, serían esculturas alucinantes. ¿Qué significan estas hendiduras tan marcadas y grandes?
No sé. Hasta ahora no sé. Son cosas que suceden mientras las estoy haciendo y se tienen que quedar ahí. No siempre. A veces hay cosas accidentales, como hay en todas las artes.

Claro.
Y hay que saber reconocerlas. Porque a veces son accidentes muy fortuitos, muy positivos. He pensado a veces que son orificios por donde se absorbe algo o por donde también sale algo. Porque una de las cosas que me era muy importante -al principio sobre todo- es que mis piezas fueran abiertas y recipientes. Eso era sumamente importante. Y por dentro tenían que estar muy suaves al tacto, por eso las primeras piezas están vidriadas por dentro y no tanto por fuera. Por fuera son rugosas y de texturas muy, a veces, desagradables.

A veces parece que salieran gusanitos de sus piezas, también.
Sí.

Todo muy de conexión con la tierra, mucha naturaleza.
Creo que sí. Y eso también debe venir de mi niñez. Porque recuerdo que teníamos un jardín bastante grande y jugaba mucho con el barro y sacar gusanitos de la tierra. Teníamos un jardinero: hice que me preparara mi propio jardincito, donde empecé a sembrar. Sembraba frijoles. Pero no frijoles de comer sino que había unos frijoles manchados con marrón y blanquito, y eso tiene que haber tenido influencia. Sin ninguna duda. Y la otra cosa es que ahora, por ejemplo, con la ceguera (que tengo) en Inglaterra hay la BBC -y yo nunca he sido de televisión, aún cuando tenía mi visión perfecta, (sino) de radio-. Y la radio produce unas imágenes formidables, extraordinarias. Y (la BBC) tiene muchos programas sobre la naturaleza. Tienen gente que sale todos los sábados a las seis de la mañana y van a diferentes sitios. A veces es al estuario de un río, al mar o al bosque, y examinan las criaturas que hay ahí.

Como una expedición radiofónica.
Sí. Y tienen unas descripciones formidables.

Está escuchando a la BBC: estaba haciendo sus esculturas.
No tanto. Las escucho más bien a las seis de la mañana.

Lo que escuchaba: para todo el día le quedaba en la mente.
Sí. Y como no tengo estímulos visuales muchas veces algo que he escuchado en la mañana o en la noche se me queda en la mente. O los sueños: son muy importantes porque me he dado cuenta que influyen mucho en mi estado emocional, también. Y si son sueños desagradables, a veces es difícil salir de eso porque están ahí, permanentemente. Porque no tengo otro estímulo visual que me cambie eso. Puede ser un poco difícil, pero me he dado cuenta que sigo viendo. Tengo una buena memoria visual y sigo pensando como persona vidente. Toda esta habitación (la sala de su casa) la tengo a la vista. Me han dicho que hay un desorden espantoso, por los discos y…

Yo lo veo bien ordenado.
(Ríe) Pero sé cómo es el piano y los discos de mi hermano, el tocadiscos, la ventana, la puerta que hay al patiecito, al jardincito, la hornacina que hay ahí y al otro lado, etcétera. Son cosas que tengo muy grabadas y las veo. Las veo y así veo todo lo que hago, inclusive. Mis esculturas, mis cerámicas: me toma unas seis semanas hacer las grandes. Pero al final sé exactamente cómo se ven. Tengo una visión muy detallada de cómo es.

¿Sigue esculpiendo, haciendo más cerámicas?
Sí, ya lo creo.

¿Se ve hasta el fin de sus días haciendo cerámicas?
Sí. Totalmente. No hay motivo para parar.

Muchas gracias por la entrevista y espero conversar con usted en alguna otra oportunidad.
Ha sido un gusto.

Espero que mucha gente vaya a ver la exposición.
Ojalá. Es un buen sitio.

3 comentarios:

  1. Excelente entrevista Gianmarco. Admirable Catalina Montesinos.

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  2. Como siempre recatando cada minimo detalle.. una exquisita entrevista.. que movita no solo a entender que tenemos ilimitaciones... si no que aun podemos seguir soñando... Felicitaciones Gianmarco, siempre admirador de tu gran profesionalismo y de tu gran persona.. espero aun que salga impreso tu primer libro.. porque sera uno de los mejores, un abrazo

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  3. Me alegra mucho que les haya gustado a ambos la entrevista. Siempre trataré de dar a conocer no solamente al personaje destacado en su profesión sino al ser humano que hay detrás y tiene una historia de vida (muchas veces cautivante). Abrazos.

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