“La pintura tiene connotaciones hasta filosóficas”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
Referirnos al gran pintor y escultor Alberto Quintanilla del
Mar (Cusco, 1933) es hablar de uno de los principales y más talentosos artistas
peruanos. Uno de nuestros grandes maestros. En el año 2015 realizó su última
exposición “Runaq Tariskan - Donde el hombre encontró”, pero él nunca deja de
crear arte con sus manos. No por gusto el famoso pintor español Pablo Picasso
dijo que Quintanilla era “el primer aporte peruano a la pintura universal”.
Merecidamente, Quintanilla ha recibido muchos
reconocimientos durante su vida. Por ejemplo, fue Medalla de Oro de la Escuela Nacional
Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú en 1959. También fue Medalla de Oro
en la Bienal de Florencia (Italia) en 1972 y Primer Premio de la Bienal Intergrafik
de Berlín (Alemania) en 1987. Además, ha sido declarado “Hijo Predilecto” por
la Municipalidad del Cusco y fue condecorado con la Medalla de Honor del
Congreso de la República del Perú en 2010. Igualmente, en 2012 le fue concedida
la “Orden al Mérito del Servicio Diplomático del Perú José Gregorio Paz Soldán”
en el grado de Comendador. Y su estupendo cuadro “El sueño de la Tierra” (1965) forma
parte, desde 2012, de la colección permanente de obras de arte de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO).
Asimismo, realizó importantes estudios académicos en el
extranjero: en 1960 se fue becado a Francia a estudiar grabado en la Escuela de
Bellas Artes de París (se graduó en 1968). Del mismo modo, estudió en el Taller
de Restauración del Museo del Louvre y en la Academia de grabado de Stanley
William Hayter de París, así como en los talleres de grabado de Christian Sorensen
y UM Graphic en Copenhague (Dinamarca).
Vive entre Lima y París y su trabajo se ha expuesto en
Francia, Suiza, Italia, Noruega, Grecia, Dinamarca, República Checa, Alemania,
Estados Unidos, Polonia, España, Canadá, México, Venezuela y el Perú. Su obra
forma parte de las colecciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York, del
Museo de Arte Moderno de París, de la Biblioteca Nacional de Francia (Cabinet
des Estampes), del Museo de Arte Moderno de Sao Paulo, del Museo de Arte
Moderno de Oslo, entre otros.
En la siguiente entrevista (tal vez la más extensa que Quintanilla haya concedido), realizada en octubre del año 2014 en su departamento de Jesús María (que tenía pinturas, esculturas y asombrosos objetos artísticos por doquier), con motivo de su excelente exposición "Wiñay Wayna" (la cual se realizó en el Centro Cultural Petroperú, en San Isidro), Quintanilla nos contó parte de su vida, que no ha sido del todo feliz y ha debido superar la muerte de su hijo Antonio. También opinó sobre nuestro pasado inca, la importancia de la quinua para la niñez peruana, Fernando de Szyszlo, Mario Vargas Llosa, Ramiro Llona, los círculos elitistas del ambiente artístico local, José María Arguedas, el mito del “inkarri”, el racismo, el mercado mundial del arte, el Premio Nacional de Cultura y el arte de Christian Bendayán.
¿Quién no se siente fascinado al ver las pinturas “El perro
enamorado de la Luna” (1974), “Homenaje a Goya” (1992), “Los viajeros” (2001),
“El silencio” (2002), “Las Huaringas” (2002), “Así vivimos” (2005), “Congreso
de perros” (2013) o las esculturas “Los músicos de la aldea”, “Caracol grande”
y “El suche”? Todas estas, magníficas creaciones de Quintanilla. Por cierto, con
el maestro cusqueño se puede conversar de todo. Le gusta analizar, reconocer lo
bueno y criticar lo que no marcha nada bien. Es un artista muy comprometido con
nuestro país y un hombre que está muy orgulloso de sus raíces andinas, como
pocos.
Muchísimas
gracias por esta oportunidad. Para mí es un honor, es un lujo. Yo conocía su
arte, tanto en escultura como en pintura, desde hace años, y no he tenido la
oportunidad antes de entrevistarlo, pero gracias a la vida que puedo
entrevistarlo en este momento. Así que muchas gracias, maestro Quintanilla.
Se puede decir: “Más vale tarde que nunca”.
Claro,
más vale tarde que nunca.
De repente, porque soy de la sierra es más tarde. Es mejor.
Porque estamos un poco más lejos de lo que llaman “civilización”. Yo radico en
París varios años ya.
Cuarenta
años ya.
Algo así. Pero los cuarenta años no estoy metido en París
siempre. He trabajado mucho, he viajado mucho. Conozco el Medio Oriente,
conozco países lejanos y siempre que viajo comparo mi situación personal,
social y también comparo mi pueblo con otros países. Siempre saco conclusiones
sorprendentes. Por ejemplo: el peruano tiene todo. Tiene oro, plata, cobre.
Tiene las frutas más caras y hermosas del mundo. Su pueblo es maravilloso.
Tiene valles. Somos un país verdaderamente envidiable. Yo no sé si todo el
mundo tiene envidia de nosotros… Pero lo más triste y trágico es que estamos
traumatizados desde la época de la conquista. Considero que es un trauma en el
momento que dijeron: “El encuentro de dos culturas”. Es totalmente falso. Ha
sido el ataque de una cultura hacia otra cultura.
Fue
una invasión.
Fue una invasión y todo para robarnos el oro y las cosas.
No olvidemos: este país ha dado un montón. Setenta y ocho formas de alimento,
comenzando en la papa y terminando en los frejoles.
Usted,
además, como cusqueño debe sentir esa invasión con mayor fuerza, porque
proviene del centro mismo del imperio incaico.
Sí.
Que
era uno de los imperios más grandes de la historia antigua.
Y, además, parece que llamarle imperio es falso. Era el
pueblo de cuatro países. Era el Tawantinsuyo. “Tawa” quiere decir (en quechua) “cuatro”.
Huk, iskay, kinsa y tawa (uno, dos, tres y cuatro). La región, el mundo en el
cual se mezclan cuatro formas diferentes de vida. Y cuando he viajado a Buenos
Aires, en avión, desde Lima -todo el día viajé mirando la ventana hasta Buenos
Aires-, me he dado cuenta de lo grande que es este país. He visto la costa, la
sierra, la selva y las urbes. Todo eso los incas lo hicieron aquí y es por eso
que han hecho el gran camino Hatun Ñan (“Qhapaq Ñan” dice su asistente). Le
llaman Qhapaq porque es Hatun. Es lo más grande. Qhapaq le dicen porque es muy
rico. ¿Y por qué le llaman rico? Seguramente, porque atraviesa tierras,
montañas, selvas y valles. Y comemos fruta todo el año.
¡60
000 kilómetros!
60 000 kilómetros, sí. Es inmenso y lo han hecho a pie. Y
no había enfermos, no había ladrones, no había asesinatos, no había robos. No
había congresistas que roban. Entonces, ¿qué es lo que nos pasa o qué nos ha
pasado? Ahora me dicen: “Pero tú pintas”. No, pues, ¿cómo voy a ser yo
abstracto en este país tan concreto? Yo no puedo ser eso. Tenemos historias
fabulosas que decir. Ahora van a decirte: “Pero en la pintura no (opinan de
política)”. No, la pintura tiene connotaciones hasta filosóficas. Que no me
vengan con tonterías y me hagan creer que un cuadro que vale ochenta millones
de dólares es más, mucho mejor. No hablemos de dinero, porque también puedo
decir que mi cuadro cuesta ochenta millones de dólares. Pero no soy así. No soy
de esos tipos. Y, además, no quiero ser eso. Yo soy un peruano que tiene una
herencia fabulosa, por la cual yo trabajo. Yo sé muy bien que no vamos a
recuperar ese famoso país donde estaban los orejones como patrones, los incas.
No. Hemos terminado. Somos mestizos. Y soy tan cusqueño como arequipeño,
piurano, puneño, huancaíno. ¡El Perú me pertenece, pues! La selva me pertenece.
Y yo trabajo por ellos.
Además,
sus colores son andinos.
Son colores andinos. No son codificados como en Europa. A
veces, yo creo que el Perú ha sido conquistado, pero no ha sido descubierto. Se
me pararon las orejas grandes y dije: “Entonces, hay que descubrirnos”. Y cada
día me voy descubriendo. Cada minuto, cada segundo, me descubro. ¿Por qué?
Porque es un país en el cual hay que pensar. Primero, a descubrirse para poder
accionar. Hagamos del Perú maravilloso un país grande. Yo estoy en Europa,
viajo a Europa, conozco desde los países más pequeños hasta los más grandes.
Dinamarca, un país que es dos veces Tumbes o la mitad de Tumbes, tiene cinco
millones de habitantes y produce comida para cincuenta, sesenta millones.
Fabrican aviones, trenes, barcos. Y nosotros, ¿qué hacemos? Nada. Un buen día
me dijeron: “Oye, el Japón que era una isla, ¿qué hace? No tiene metales, no
tiene nada, ¿pero nosotros?”. En el Japón hay japoneses. Nosotros tenemos todo,
pero tampoco hacemos nada.
Nos
conformamos con ser reyes de la materia prima.
Sí. Y siempre dependiendo y copiando. Tratando de
igualarse. Entonces, hay un pequeño sector de peruanos que, claro, tienen ese
sueño de parecerse a Europa. Pero no es la mayoría. No es así. Hay un pueblo al
que yo respeto, pero no es una masa. Esa palabra “masa” me provoca, también,
otra cólera.
¿Por
qué?
Porque hay la “masa ignorante”, dicen. ¿Pero qué vamos a
hacer cuando se junten un millón de peruanos que están muriéndose de hambre? En
este país no debe nadie morirse (de hambre). Antes, por ejemplo, había quinua,
que era el alimento para fortalecer a la niñez del Perú. Ahora no hay quinua, hay
anemia. ¡Anemia! Otros países compran la quinua. Yo vivo en París y constato
que se compra quinua. Holanda compra quinua, Dinamarca come quinua, Francia
come quinua. Y el Perú no tiene quinua para comer. (Somos) nosotros los que debemos
tener la quinua. Nuestra niñez se está fortaleciendo con otras cosas, pero los
alimentos de base… No había colesterol en la época de los incas. Puedo hablar maravillas,
pero en esta conquista ha habido una terrible catástrofe: estos hombres han
venido y han matado una civilización. ¡Han asesinado una civilización!
Murieron
millones de peruanos.
¡Millones! Ignoramos porque no leemos. A nuestros propios
historiadores no los leemos. Nuestros poetas se mueren de hambre. Terminan
borrachos, drogados. He hecho una lista: ninguno de ellos se ha salvado de la
miseria, del hambre (Quintanilla coge una libreta y se pone a leer una serie de
nombres escrita a lapicero). César Vallejo ha muerto de tuberculosis en París.
Alejandro Romualdo ha muerto pobre, Gustavo Valcárcel: pobre y alcoholizado,
Juan Gonzalo Rose ha muerto alcoholizado, Washington Delgado: hombre pobre.
Sebastián
Salazar Bondy fue quien lo impulsó para que se fuera.
Él me conoció. No me impulsó él, pero era un amigo que me
hablaba mucho de mi talento. Me decía: “Alberto, tú tienes algo en tus manos y
en la memoria”. Porque yo nací hablando quechua. El español es una lengua…
Adoptiva.
Adoptiva, social. Y tenía que dominar el español. ¿Por qué?
Solamente dominando el lenguaje puedo dominar a mi interlocutor.
Así
es.
No dominarlo sino conversar bien. ¿Qué es lo que me dice? ¡No
me va a engañar! Cuanto más hago, más ganas me dan de hacer. Me preguntan. “¿Y
cuánto lleva esto (haciendo un cuadro)?”. Si yo pensara en cuánto tiempo, me
pondría un poco acomplejado, porque yo no mido el tiempo. Muchos me envidian,
porque el hombre que va a marcar su tarjeta (en el trabajo), ¿cuántas cosas
podría hacer si fuera libre? De entrar a las ocho de la mañana a su trabajo, de
marcar una tarjeta y de tener un patrón que diga: “Haz un hueco acá, clava así”,
yo me sentiría mal. Yo desde niño he sido libre y he dominado la situación,
creo, con mis padres. Inclusive, yo me iba al río y al borde -medio poeta
soñador- yo miraba el río, miraba los apus, las culebritas, los lagartitos en
las piedras. Y me encantaba. Yo desviaba el río y esperaba que se vayan los
pescaditos ahí. Y yo hacía como si fueran míos, los metía como en un lago. Y hacía
molinos con mi cuchillo. Y sentía placer. Y así iba, sucesivamente, encontrando
nuevas formas para crear, desde niño.
Usted
vendía sus trabajos en las plazas.
A partir de los seis, siete años, comencé a vender. A la
fiesta del Santurantikuy en el Cusco, el 24 de diciembre, iban todos los que
hacen sus cosas, a vender en una mesa. Entonces, yo llevaba con Salas y otro
muchacho, Somocurcio -que ya ha muerto, Salas está vivo-. Me ayudaban a hacer
muchas cosas. Yo iba en la mañana temprano o hacía llevar una mesa con otro
muchacho. Siempre agarraba a mis compañeros. Yo les enseñaba. A ellos les
gustaba. Entonces, poníamos las cosas encima de un tapete, la mesa y los
precios. Yo no sabía qué precio, pero, más o menos, calculando a cuánto vendía
tal persona un caballito, un burrito, un pajarito, poníamos nosotros, también,
el precio. A veces, cuando no se vendía, a eso de las ocho, nueve de la mañana,
ya nos dábamos cuenta que hay que bajar el precio y así vendíamos, de repente,
todo. Era así. Ganaba mi vida yo vendiendo esas cosas de niño. Yo pienso que
comencé como escultor. Después olvidé la escultura durante años. Dejé de hacerla.
Comencé a dibujar, a grabar. Hacía grabados en linóleo, en madera. Después dejé
eso, también, y comencé a pintar. Pinté acuarelas, paisajes y ahora ya no sé
dónde (están). Muchas cosas han desaparecido en mi vida.
¿Las
regala? ¿Obsequia su trabajo?
Antes regalaba. Yo me acuerdo que regalé a muchas muchachas
del Cusco. Y tienen algunos recuerdos. Seguramente, las que están guardando (mis
obras de arte) están en mejor situación que las que no. Una naturaleza muerta
(que hice), me parece que estaba tan bien lograda que se quedaba conmigo. Un
día se la regalé a una de las amigas. Ella ha muerto. Pregunté si alguna vez
tenía un cuadro mío. Me dijeron: “No he visto”. No sé qué habrá pasado.
¿Usted
les regalaba por amistad o para conquistar a las chicas?
Las dos cosas. A veces, no daba nada, pero las conquistaba
sin objetos, je, je…
¡Qué
bueno!
Sí. Yo creo que como tenía tantas hermanas… Once hermanas
tengo. Han muerto algunas. Somos quince: cuatro hombres y once hermanas. Y
nueve tías. Cada día había veinte mujeres en mi casa.
¿Y
usted era el único artista de toda su familia?
El único. No sé si, de repente, saldrá otro. Ahora, tengo
mi nieto que dibuja muy bien. Mi nieto Teo, que vive en París, autodidacta,
dibuja muy bien, magnífico. No sé qué buscará con el correr del tiempo. Mis
hijos dibujan muy bien. Ellos dibujan, que es la base, la arquitectura de un
edificio. Primordial dibujar. Para mí, el dibujo es algo fantástico.
Pero
ninguno se ha dedicado profesionalmente, como usted.
No.
Porque es una sombra. Eso pasa con muchos grandes artistas. Sus hijos casi no (siguen sus pasos). García Márquez: su hijo (Rodrigo) no salió escritor. De Vargas Llosa sus hijos tampoco salieron escritores. Es una sombra.
No sé. Yo no me he preguntado. No decía nada sino ellos
comenzaban a dibujar solos. Yo dibujo, me ven. En cualquier momento, cualquier
hora, no tengo día especial, hora especial. Yo me enfrento a mi tela solo, en
cualquier momento, de noche o de día o de tarde.
No
tiene una rutina.
No.
No es
que se levante a las cinco de la mañana y comienza.
No. Yo tengo sí una rutina de despertarme demasiado
temprano, quizás.
¿A qué
hora se despierta?
Cinco. Me levanto y no puedo dormir más. Y me acuesto
siempre a las doce.
Solo
duerme cinco horas.
Cinco horas. A veces, menos.
¿Cuándo
duerme sueña con pinturas o con otras cosas?
Sueño con otras cosas. El otro día, quizás pueda decir que tuve
un sueño erótico. Porque vi que en una playa había caballos y gente y los
caballos estaban entrando al mar, así como en una playa acá, en Lima y, de
repente, había mujeres que estaban mirando a los caballos y una se puso a
bailar como con un tul. Como una película era. Y ahí, al medio de eso, había
todo. Era una escena un poco erótica. Además, había mucha fruta en canastas y señoras
riéndose. He estado un poco mal de mi pierna, me duele. Sin embargo, yo creo
que en los sueños tenemos recompensas. Sueños compensatorios. Siempre sueño. Y
me acuerdo de todos mis sueños. Los describo. O cuando me despierto apunto qué
cosa he soñado.
¿Y le sirve
de base para hacer alguna pintura o no?
No. Yo había escrito poemas. De repente, es un aviso, es
algo que me va a causar una… No sé. Hago cosas.
¿Tiene
intenciones de publicar algún poemario?
Sí, tengo bastantes.
Porque
todas las formas del arte están interrelacionadas.
Sí.
La
verbal, en este caso, con la pintura o la escultura.
Siempre estoy escribiendo. Cuando me quedo solo, he escrito
bastante. Porque, además, tengo que seleccionar.
Pero
usted, con la familia tan numerosa que tiene, ¿se puede quedar solo o es que su
familia vive lejos? Usted está en Lima y la mayoría de su familia, ¿está en
Cusco o en Europa?
En Europa está.
En
Europa. ¿En París?
Sí, en París. Yo llamo cada mañana a mi esposa. Llamo cada
mañana o ellos me llaman. Yo les llamo siempre cada mañana, porque mi hija está
en cinta ahora…
¡Qué
bueno!
…y va a tener un niño. Ella vive en Inglaterra.
¿Cuántos
nietos tiene?
Tres. Murió mi hijo.
¿Falleció
su hijo?
Sí, el mayor. Antonio murió…
Lo
siento mucho.
…hace unos dos, tres años. Es así.
¿Y el
arte sirve para recuperarse de esas pérdidas, también?
Es que me preocupa tanto que, de repente, es una recompensa.
Pero es fuerte. Yo, en un momento dado, francamente, quería morirme, pero dije:
“Para qué me voy a morir, si ya se ha muerto uno”. Me quería morir cuando supe
que mi hijo se murió. Me puse mal y no me gusta estar mal. No me gusta
enfermarme porque tengo una serie de ideas, quiero pintar ciertas cosas.
Disculpe,
pero ¿de qué murió su hijo?
De accidente.
De un
accidente.
Sí. Una consecuencia de un accidente.
Lo
siento mucho.
Eso ha sido, verdaderamente, para mí, fuerte. Pero como dicen:
“A mala suerte, buena cara”. Tenía que superar todo eso.
Carlos
Fuentes, el gran escritor mexicano, perdió dos hijos.
Sí.
Y,
también, fue duro para él superarlo.
Sí. No lo imaginé nunca y, al mismo tiempo, tampoco pensé
que me iba a afectar tanto. Pero sí, después de eso he tenido varias cosas: me
torcí la pierna, me operaron la pierna, después se me complicó y ahora mismo
estoy en un tratamiento porque se me infectó en el pie el tendón de Aquiles. Me
dieron antibióticos durante dos semanas, cada cuatro horas. Me flageló eso. Yo
soy muy fuerte. Yo trabajo el fierro, tengo que golpear o tengo que desplazar
un objeto, entonces me disminuye un poco físicamente. Tengo que recuperarme,
porque quiero estar fuerte, quiero pintar, tengo las ideas. Además, necesito
exprimirme más, quiero hacer más. Mi esposa me dice: “¿Por qué no descansas?”.
Porque
el tiempo, también, tiene sus efectos en el cuerpo, aunque uno no quiera.
Sí.
Lo va
mellando…
Sí.
…poco
a poco.
Tengo buena salud, tengo la presión magnífica y tengo todos
los apetitos. Me gusta comer bien, me gusta tomar bien, me gusta viajar. Soy un
perfecto animal, que tiene muchas posibilidades. Entonces, eso me merma un
poco: estar mal. Me siento mejor ahora. Y me voy a curar. Me voy a ir el 3, 4
de noviembre.
Pero su
motivación es simplemente la creatividad, porque usted pertenece a la mejor
generación de pintores de este país, que es la del 59 (de la Escuela Nacional
Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú).
Sí.
Gente
tan extraordinaria como Tilsa (Tsuchiya), usted y otros. ¿Por qué usted pinta?
Ya tiene reconocimiento, fama. ¿A usted lo motiva puramente la creatividad o
hay alguna otra motivación personal?
Hay más. Es crear.
Tiene
premios, también.
Sí. Pero yo pienso que me falta. Hasta digo, sin exagerar:
me falta un 80% de lo que tengo que hacer. Siento que tengo que hacer y mi
cuerpo me está jalando, me está obligando. No quiero frustrarme. Durante el
tiempo que he amasado la masa para el pan, el pan me ha resultado demasiado
pequeño. Y tengo ganas de amasar más. Que el pan no sea solamente para mí sino
para todos. Es eso: yo soy el nuevo panadero de las ambiciones del hambre,
quizás… Es un símbolo. Yo quiero dar lo que más pueda. ¿Por qué? He nacido en
un país tan privilegiado que considero que ese privilegio, también, hace parte
del espíritu inventivo de un país. He leído la historia de nuestro país, el
Perú: cómo hombres magníficos han sido triturados. He visto cómo gente tan
inteligente ha podido ser sacrificada y muerta.
Sobre
todo se refiere a los artistas, escritores.
Artistas, escritores y, sobre todo, hombres inocentes.
Del
pueblo.
Del pueblo. ¡Cómo puede olvidarse el Perú, cómo no tiene
memoria! En los museos se guarda la memoria. En las escuelas de Bellas Artes se
guarda la memoria, se practica la herencia estética de un país. Esto de
privatizar, por ejemplo, es para mí, grave. Porque estos que privatizan un
museo ponen lo que les da la gana. Al pueblo le han quitado el honor y el
placer de escoger. “Esto es bello, esto es hermoso y esto tienes que comprar”.
Le obligan. ¡No puede ser, pues! Hay dictaduras militares que se condenan
fácilmente porque se ven claramente, pero también hay dictaduras intelectuales.
¿Cómo puede, por ejemplo, Mario Vargas Llosa decir que el rey de los pintores,
el Gulliver de los pintores en el Perú es Fernando de Szyszlo y el resto son
liliputs? No puede decir eso. ¿Porque ha ganado el Premio Nobel dice eso?
También
puede ser un gusto personal.
Puede ser un gusto personal y que se quede con su gusto
personal y con su pintor. Pero que no meta, pues, como en una ensalada, a todo
el Perú ahí. Por favor, ¡esa falta de respeto!
Siente
que ha sido injusto.
Injusto, me parece que es bastante. Es injusto que trate
como perros a los otros hombres de su tierra. El hecho de ser Premio Nobel no
le da ese permiso para comportarse así. Debe ser más educado.
Vargas
Llosa, en ese punto, ha dejado que su amistad prime sobre otras
consideraciones.
Sí, lo conozco. Nos conocemos. Me conoce perfectamente
bien. Nos hemos visto en París.
Digo, su
amistad con Fernando de Szyszlo.
Claro. Esos que hagan lo que les dé la gana. Yo ya había dicho
que no puedo ser abstracto. Que sean abstractos los que quieran. Lo que he
criticado es cómo puede ser uno abstracto. Porque yo conozco la trayectoria de
todos los pintores peruanos. Yo me acuerdo mucho que rajaron tanto del pobre
Sabogal… Sin embargo, cuando me preguntan: “¿Qué es lo que ha dado Sabogal al
Perú?”. Este hombre me ha enseñado a amar este país. A este hombre es injusto
que lo traten mal. Este hombre ha pensado en construir su país. Yo estoy
tratando de dar a mí país lo mejor que puedo de mi inteligencia, de mi fuerza
física, de mis chistes, de mis palomilladas. Yo soy un hombre de pueblo, un
palomilla, también. Pero no voy a sofisticarme por culpa de… Como dicen: que se
vayan al cuerno.
Lo que
pasa es que hay, también, un tema de estratos sociales en el arte.
Claro.
Por lo
mismo que la mayoría de gente de arte proviene de San Isidro, Barranco,
Miraflores, de repente, por eso ellos tratan de cerrarse en ese círculo. Y como
que, a veces, no les interesa el conocer grandes artistas (que no se muevan
dentro de ese círculo). Yo he visto, por ejemplo, la exposición de Luis Solorio
y me pareció fantástica.
Sí.
Pero
le pregunto a mucha gente que está metida en arte si lo conocen, ¡y no lo
conocen!
No.
Ellos
conocen su círculo, la gente de su círculo.
Es un círculo que viene desde hace años.
Claro.
De décadas atrás.
Lo fantástico es que cuando yo bajé de la sierra -como
dicen, “recién bajadito”-, acá yo constaté que había racismo y, además, una
segregación terrible al cholo, al serrano. Yo soy serrano, yo soy cusqueño, y
es un honor, para mí, ser un cusqueño. Es un gran honor que esa tierra produzca
gente inteligente. Pero segregar no. Yo he venido acá con un montón de ideas,
magníficas ideas sobre mi país, mi Perú. Cuando llego, acá había un total
desconocimiento de esta tierra tan maravillosa. Y decían: “Ay, Cusco me nace,
Arequipa me cría y Lima me politiquea”. Imitando al serrano. No saben, pues. Yo
digo: “Pobre gente”. Hemos hablado de eso con Sebastián Salazar Bondy. En
conversaciones sanas decíamos esta canción: “Ta-ran-ta-tá, ta-ra-rá, pobre
gente de país, a nacer…”, algo así, por gente de Perú. Pobre gente.
¿A
Arguedas, también, lo discriminaban?
Un poco. Pero él ha sido un señor burgués que tenía una
hacienda. De todas maneras, es un burgués serrano. Y como ha hecho un estudio
universitario en Lima y en Andahuaylas y, además, tenía relaciones acá, era muy
admirado. Ha sido un puente necesario para hacer ver los fenómenos que pasan en
la sierra. Él servía de puente. Porque eso del zorro de arriba, el zorro de
abajo, este testimonio… Eso, por ejemplo, de “todas las sangres”: eso ya se
sabía. Me parece que Duvenille, antropólogo francés, hace años lo había dicho:
“Aquí están todas las sangres”. Porque aquí hay negros, chinos, indios,
croatas, judíos, árabes. Todas las razas del mundo. América es eso. Tal raza
blanca es una ilusión, porque la verdadera raza blanca no es tan blanca. Eso se
llama raza indoeuropea. Y viven en Turquía, son barbudos, pelucones y pelo en
pecho.
Parecen
Jesús.
Con ojos verdes, con ojos… Tú pareces, por ejemplo.
Ja,
ja, ja…
Sí. Pelo negro…
Sí, iraní
me han dicho.
Más turco e iraní. ¿A qué viene eso? Yo conocí a una señora
que mandaba a su cholo, con sentido propio: “su cholo” o “su chola”. Hay
crónicas, hay cartas. Se han encontrado en los archivos de Sevilla cartas y no
las publican. No solamente cartas de los archivos de Sevilla sino cartas de gente
que las ha guardado durante siglos. Parece que llevaban indios e indias de acá,
del Perú, para criados, para servidores. Eso se sabe. Los barcos que llevaban
carga, oro. Por ejemplo, en el barco que llevaron a la familia de José Gabriel…
¿José
Gabriel Condorcanqui?
No se llama Condorcanqui. No era el nombre de José Gabriel.
Túpac
Amaru.
Túpac Amaru no. Porque se bautizó José Gabriel, pero se
presentó como revolucionario con el nombre de Túpac Amaru II. Era familia
directa. Entonces, ¿cómo dar muerte a esa gente de tal forma? Le han cortado la
lengua, le han cortado las uñas. Han querido exterminar todo, que no tenga
prole, que no tenga hijos, que no tenga herencia. Ahí querían exterminar a toda
la familia, porque esa familia había osado levantar la mano contra (España).
Eso es una crueldad.
Y
usted le ha hecho, justamente, una escultura a José Gabriel.
Sí. Si yo pudiera hacer más… Hay que reivindicar a todos
los revolucionarios peruanos. ¿Por qué? Porque hay una cosa insana. Es la
cuestión del inca rey, “inkarri” como le llaman, porque en el fondo dicen “inca
rey”. El primer hombre que se había sacrificado parece, antes de Túpac Amaru,
era un campesino del valle de Urubamba, de Pisac: se había rebelado contra el
poder español y lo agarraron y le cortaron la cabeza. Y lo estaban escondiendo
en la llamada capilla de Lourdes actual. Es una capilla que está al lado de la
Compañía de Jesús. Ahí lo estaban velando o cuidando para que no se robaran los
indios al cadáver. Entonces, entraron para robar el cadáver y darle una
sepultura quechua, pero solamente lograron robar la cabeza y el cuerpo lo
escondieron los españoles. La cabeza, los indios la llevaron y le dieron
sepultura en otra parte secreta, que no se sabe dónde está. Pero el mito
comienza ahí. Dice que la cabeza sale cada noche a las doce y viaja por todo el
Cusco buscando su cuerpo, desesperadamente. Y el día que encuentre la cabeza
este cuerpo, se va a pegar y ahí vendrá la reivindicación del pueblo quechua,
del pueblo indio, del inca y tantas cosas. Eso ha creado una especie de
corriente ahí, por todas partes. Hay una obsesión casi de “inkarri”. ¿Por qué?
Somos un pueblo al que le han quitado su filosofía, su religión. Le han cortado
todo. ¡Su lengua! Y hay, últimamente, un cusqueño sinvergüenza que dice que el
quechua es una lengua que nos atrasa. Pobrecito. Romero creo que se apellida. Un
cusqueño que haya dicho eso…
No
reconoce su propio origen.
No. Es un pobre diablo. Ahora me van a decir revoltoso. ¡Yo
soy un pintor pacífico, trabajador, luchador! He ido a Europa no para perfeccionarme.
¿De qué? ¿Qué cosa? Yo me he ido para conquistar a los europeos. Hacerles ver
que hay hombres inteligentes en mi tierra. Yo soy uno de ellos. Yo no me
sometí, no. “Ah, Quintanilla ha venido a aprender”… ¿Qué cosa me van a enseñar
ellos? Yo tengo una herencia fabulosa. Cuando uno me dijo: “Usted sabe muy bien
que Cézanne es el padre de la pintura moderna”. “Será su padre -le dije-, pero
no el mío”.
Claro,
porque cada uno tiene influencias distintas.
¡Claro, pues! El señor no come mote como yo he comido mote,
no come capulí como yo. El hombre es lo que come. Yo he comido de niño tal y
tal cosa y eso ha formado mi cuerpo, mi espíritu y mi alma. Además, el medio
ambiente: cuando en el Cusco llueve, ¡llueve, pues! ¡Cae lluvia! ¡Cuando hay
truenos, matan gente!
Es
parte del eurocentrismo.
Claro. Entonces, eso es lo que yo quiero hacer ver: que
somos hombres capaces de enfrentarnos con lo más grande que hay en el mundo.
Por eso yo digo que el Perú está perdiendo su gran oportunidad de ser una gran
potencia en el mundo. Hay países que son pobres, no tienen nada y, sin embargo,
fabrican trenes, aviones, son grandes. Alemania… Cuando hacen un hueco en
Inglaterra aparece tiza nada más, acá abrimos un hueco y salen huacos, oro, plata.
No sabemos, pues. Si el peruano podría evaluar lo que hay acá, ¡qué país
seríamos!
Usted
que tiene tanto interés por la memoria histórica, de repente, ¿le gustaría hacer
una especie de Guernica, como
Picasso, para recordar parte de la historia peruana?
Claro, yo tengo varios proyectos.
O como
Goya hizo, también.
Tengo varios proyectos.
Aparte,
ya lo ha hecho un poquito con la escultura, con esta de José Gabriel.
Sí. Poco a poco, estoy indagando, viendo, tratando de hacer
algo que verdaderamente sea, marque. Tengo que hacerlo. Tengo una cuestión de
ética y un respeto grande y tengo que ser verdadero para que la verdad se vea
claramente. No quiero argumentos de que “este serrano, este cusqueño”, como ya
me han dicho muchas veces. Alguna vez, dos pintores limeños me dicen: “Ay, ten
cuidado con los serranos, matan por la espalda”. Entonces yo dije: “Entonces,
ten cuidado. ¡Cuídate!”.
Fue
sarcástico usted. Respondió con sarcasmo.
Sí. Y se asustaron. Después dije: “Macharichinchi”. Otro
cusqueño me dijo: “Pobrecito, lo has asustado”.
Es que
esos son parte de los prejuicios que hay en Lima. Yo he escuchado algo así
(sobre la gente de la sierra), también. Pero son prejuicios tontos. Porque, en
verdad, es el miedo a la otra cultura.
Sí. El racismo es eso.
Es
miedo puro.
El chofer muy bueno que me está llevando (en París), me
dice: “¿Usted es el maestro Quintanilla?”. “Sí”. “Caramba, qué feliz estoy en
la tierra de la luz”. Me dice: “Sabe, maestro, el equipo (de fútbol) francés
tiene muchos zambos”, ja, ja, ja... Y yo: “¿Y tiene usted en contra de los
zambos algo?”. “Pero no imaginaba que iba a haber tanto negro”, dice.
Han
tenido un montón de colonias en África los franceses.
Yo le dije así: “El equipo peruano es de puro cholo”, ja,
ja, ja… Para reírme un poco. Pero acá, en el equipo peruano…
Cholo
y negro…
…cholo y negro hay.
…en el
equipo peruano.
Y blanquiñoso era Alberto Terry, de Universitario. “El
gringo”, le decían. El único, pero los otros… “No, pero eso es racismo. Ten
cuidado”, le dije (al chofer). “¡Ay!”… Recién se ha dado cuenta. “¿No te das
cuenta? Eso es racismo”. “Ay, maestro -me dijo-, de repente”. “No de repente:
eres racista”, le dije. Todavía lo aumentó: “Y, sobre todo, son unos negros
ricos”, dijo. Entonces, yo le dije: “(Thierry Henry) tiene una fábrica de
pantalones. Tiene una fábrica de ropa de cuero. Ahí, cerca de la casa, hay una
fábrica de productos de cuero fino. Tiene pantalones, faldas, casacas. Y se
venden en tiendas de lujo. Tiene una fábrica de eso. Es millonario. Y todo eso
con las patadas que da a la bola”.
Por
cierto, era tremendo jugador.
Tremendo jugador, sí. Los primeros contratos eran millones.
Y así hay muchos, pues. Por eso que los italianos un poco que tuvieron (lo
mismo), porque tienen un negro…
(Mario)
Balotelli.
Sí. Eso en el deporte. Yo tengo pensado muchas cosas y,
además, estoy trabajando siempre, continuamente. Yo tengo dos esculturas
grandes que tengo que hacerlas. Solamente (falta) la parte del dinero y un
espacio más grande. Yo necesito un espacio grande. Tengo que ver en qué
momento… Porque todo eso es una cuestión de dinero. Esta es mi casa, mi
apartamento. Estando en cualquier parte del mundo necesito solamente espacio,
porque las ideas las tengo. Me han hecho daño acá muchas personas. Y ese daño
se manifiesta, pues. Hay gente que, de repente, cree en eso y no me compran.
Lo que
no entiendo es: ¿por qué le tienen miedo a Alberto Quintanilla?
Porque desplazo a muchos valores (del arte local) que han
inventado. Yo soy uno que habla claramente las cosas. Explícito.
Ha
dicho hace un momento que cuando usted habla genera polémica.
Sí, provoco.
Pero
es su naturaleza.
Sí. No puedo evitarlo.
No lo
hace por posero.
No.
Hay
gente que lo hace por posería.
¡Qué voy a (ser) posero! Rajan, dicen de mí… Por ejemplo,
había temporadas en que, de repente, ando mal vestido y decían: “¡Ay,
pobrecito, está en la calle!”. De repente, me emborraché una vez con amigos:
“¡Ah, está alcohólico!”. Me ven elegante y todo: “¡Se aburguesó este cholo!”.
Después me ven con una linda mujer: “¡Qué suerte tiene el cholo! ¡Está con una
mujer hermosa!”. “La suerte la tengo yo”, dije, “porque soy un peruano
auténtico”.
Puros
prejuicios.
Puros… Es un país que tiene demasiado prejuicio.
El
peruano está lleno de prejuicios.
Totalmente. Alienado por el prejuicio. Eso es lo que quiero
evitar.
Lo que
usted tiene es una manera única, una forma muy propia de pintar.
Sí.
Y eso (es),
más bien, un orgullo. Yo lo veo como usted ha mencionado en algunas otras
entrevistas: que el arte es para sentirlo.
Sí.
Estoy
totalmente de acuerdo, porque cuando entro a ver "Wiñay Wayna", esta exposición, hay pinturas que me emocionan. Y hay
esculturas que yo las veo y digo: ¡Qué alucinante! Yo creo que eso es motivo de
orgullo para cualquiera que le guste el arte. Lo que pasa es que, de repente,
se dejan guiar por el mercado del arte, que está dominado…
Claro.
…por
mucha gente que tiene intereses económicos.
Yo he visto una serie de cosas. No quiero hacer alusiones,
pero (se va a buscar algo en un estante cercano)… Ahí está la (revista "Cosas")… Este es el que organizó todas
estas cosas (señala a uno de los personajes jóvenes que aparece en la foto de
la portada).
Claro,
todos ellos son amigos. Ese es el tema: todos son amigos.
Sí.
Y
paran en las mismas galerías.
Sí.
Es un
círculo.
Sí, es un círculo. Ahí está. Entonces, acá dice (en la
portada se lee: "Lo mejor del arte"). ¡Eso
es insultante!
Esto
corresponde, también, a los estratos sociales. Es inevitable. Es una revista que corresponde al sector A.
Sí.
Entonces,
en ese sector A quieren verse ellos mismos: "Cosas",
edición número 522, para tenerlo claro.
Esto todavía es más grave. Aquí comienza… Yo tengo esto
para ver. Aquí sale…
Ramiro…
Ve esto.
…Llona.
A ver, ¿cuántas son? Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,
ocho páginas. ¡Ahí está! Solamente un aspecto de su vida íntima.
Claro,
familiar.
Familiar. Entonces, esta revista la compra gente que tiene
plata.
Así
es.
Treinta soles. A mí me lo regalaron para que me dé cuenta
en qué situación está el Perú. Además, los museos se están privatizando cada
día más.
Del 80
en adelante, Llona se transforma, cambia de manera de pintar y pierde la
esencia de lo que pintaba. Como pertenece al sector A y, además, es alto y está
casado con una mujer joven (Meritxell Thorndike), dicen: “Tiene éxito. Llona es
el pintor pituco que tiene una mujer joven”.
Pero es el remedo. Es triste para mí, es dramático, porque
no es nada, pues. ¿Qué representa? ¿Un aspecto del Perú? A mí me preguntaron
sobre pintores de Europa: (Pierre) Soulages,
después (Mark) Rothko de Estados Unidos y hay uno que lo ponen… 76 millones (de
dólares un cuadro suyo). Nos quieren asustar porque, ¿quién ha puesto ese
precio, quién le ha puesto ese valor?
El
mercado.
¿Cómo, entonces, cuesta 76 millones? Nos quieren asustar
con eso. Si te dan un cuadro de esos como regalo, ¡ah, maravilloso! Lo acepto
como regalo. Yo lo vendería. Compraría un hospital para los niños. Me
compraría, por ejemplo, una casa grande donde daría hospedaje o pensión a los
muchachos para que estudien una carrera. 76 millones de dólares es mucho dinero.
Demasiado.
Y haría un hospital o una clínica. Llamaría médicos y,
además, haría un gran museo. La memoria de nuestro país. Todo lo que estamos
hablando, esta mañana con Repetto estuve hablando.
¿Con
Luis Repetto?
Sí. “Lucho, mira -yo le digo-, haríamos un museo”. ¿Cómo
sería? Yo quisiera que haya arte, pero también objetos. A mí me gustan las
planchas. Porque museo en el cual haya planchas, esas planchas tienen algo de
arte. Además, están humanizadas porque se han usado. Es todo un pueblo el que
ha usado eso. Tengo planchas. ¿Y molinos de café por qué? Porque cuando era
niño yo, teníamos fábrica de café en el Cusco para hacer café de Quillabamba y
molíamos primero en batán, después en máquina. Tuve una fábrica, terminó en
nada porque mi padre con mi tío se pelearon. Todo se puede hacer. Pero que la gente
no solamente vaya a aprender sino también a impactarse, a tener sorpresas. Necesitamos,
constantemente, estar enseñando. Somos un país (en el) que se está
desperdiciando una juventud maravillosa y, después, los adultos, también, se
desperdician. Están pensando en chismear, están pensando en no sé… Esas
procesiones, por ejemplo, que van al Señor de los Milagros. La gente va a robar
ahí, hay ladrones ahí, fomentan robos. Genera otra serie de cosas.
Tengo
una curiosidad.
Sí.
Usted,
con el renombre que tiene, lo deben invitar a muchos vernissages, a muchas inauguraciones. ¿Suele ir a estas actividades
sociales?
A veces, voy. De repente, voy para ver algo que me interesa
en la pintura de tal, por ejemplo.
¿Qué
pintores le interesan de acá?
Hay ciertos jóvenes. También me interesan los que son un
poco conocidos, porque quiero ver el valor de ellos. El mayor: qué es lo que ha
hecho. Comparo. “Esto me parece que está bien”. Después, otro que desconocía… Hay
una injusticia en todos esos. Por ejemplo, hay pintores que tienen valor y hay
que (se queda pensando)…
Promoverlos.
¡Promoverlos! No lo hacen. Por ejemplo, a mí, con tanta
experiencia que tengo. Dicen que el Premio Nacional de Cultura va a una persona
que tenga experiencia. De repente, le han dado a uno que tiene 26 años, a
Bendayán, que recién comienza, y yo que tengo 82 años… Yo creo que he hecho
mucho, mucho, mucho. Y el premio se da… No sé. ¿Quién ha decidido? ¿Por voto?
Pero
aparte del premio, ¿qué le parece la pintura de Bendayán?
¡Le falta mucho! Es un pop al que le falta mucho. Está muy
entusiasmado por gente que lo soborna, que lo protege o que vota por él y
admira su pintura. Que lo siga haciendo, pero me parece que no es nada. No es
fácil ser original.
Es el
valor más escaso en el arte.
No es nada. En realidad, le falta mucho.
¿Y
para usted resulta fácil ser original?
Yo no he buscado ser original.
Pero
lo es.
En Europa causó sensación mi primera exposición. Nunca
había vendido acá, en el Perú, ni un cuadro. ¡Ni un cuadro! Y el primer día que
hice mi exposición, vendí en Dinamarca ¡21 cuadros!
¡Qué
maravilla!
Expuse 22 y se vendió 21 cuadros. En París, en mi primera
exposición, vendí 11 cuadros, que es un récord. Y estaba pobre, pobrísimo,
miserable. Yo lavé platos en un restaurante, durante ocho meses. Después, descubrieron
que podía cantar. Una noche canté, reemplacé a los músicos que estaban
contratados. Toqué guitarra y canté unos huaynos. Desde ese momento, perdí el
trabajo de lavador de platos y me convertí en cantor.
¡Qué
bueno!
He cantado con Paco Ibáñez, he cantado con Violeta Parra.
Nada
menos.
Sí.
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