“Lo que un artista hace es ser, más o menos, el testigo de su época”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
Johanna Hamann Mazure (Lima, 1954) tiene la mirada profunda, de águila vigilante, y su arte posee la capacidad de cuestionar nuestras ideas y sacudir nuestras emociones. Uno nunca queda indiferente tras apreciar una escultura suya. Algo se remueve en nuestro interior, algo cambia obligatoriamente.
Ella acaba de presentar una impactante retrospectiva de su obra en el ICPNA de Miraflores, la cual abarcó su producción desde 1977 hasta 2015. El artista suizo Alberto Giacometti decía: “Yo pinto y esculpo para obtener un control sobre la realidad, para protegerme”. En el caso de Hamann, ella esculpe para demostrar su inconformidad permanente con dicha realidad, su desagrado hacia las cosas que no están funcionando correctamente en la sociedad peruana.
Hamann ha sido directora de estudios de la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde, además, es docente desde 1984. También ha sido invitada a dar conferencias en Estados Unidos, España y Portugal. En 2005 obtuvo el Primer Premio del Concurso Homenaje a la Integración, de la Municipalidad de San Isidro. En 2004 fue condecorada como Mujer Ilustre de Miraflores. Y en 1987 recibió una Mención Especial del Primer Concurso de Esculturas al Aire Libre, del Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores. Además, como investigadora, ha recibido cuatro premios de la PUCP durante los años 2008, 2009, 2011 y 2012.
Fue alumna de la escultora italiana Ana Maccagno y el vitralista austriaco Adolfo Winternitz, así como compañera de estudios del pintor Ramiro Llona. Tiene una maestría en Humanidades (2005) por la PUCP y un doctorado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona (2011). Ha realizado ocho exposiciones individuales y ha participado en muestras colectivas en México, Colombia, Chile y nuestro país.
Sus opiniones siempre tuvieron espíritu crítico: ya en 1983 ella afirmaba que “el arte está completamente relegado a las esquinas elegantes de la ciudad”. Esa actitud suya, nada concesiva, permanece hasta hoy.
Muchísimas
gracias por esta oportunidad. Yo quería empezar esta entrevista mencionando lo
que, cuando su hijo Ricardo era chico, usted le decía: que las esculturas eran
sus hermanas. El arte, usted lo hacía parte de su vida, desde que su hijo era
pequeño.
Siempre ha sido así, parte de mi vida. Me conmovió mucho
ver cómo Ricardo en el Facebook puso estas palabras y me trajo a la memoria los
momentos en que realmente él, estando chico, yo le decía eso. Me encantó que él
ahora, a los 39 años -que son, además, casi todos los años de la producción
artística que están expuestas en la antológica-, lo trajera a la luz nuevamente.
Que me lo dijera de esa manera. Porque en verdad era así. Y que él haya dicho: “Ahora
que las veo todas juntas, me doy cuenta que, efectivamente, he extrañado a
algunas”. Y que termine diciendo: “Gracias, mamita, por reunir a la familia”,
me pareció con ironía, pero con mucho agradecimiento, también, de parte de él, de
haberse reconocido un niño con una madre escultora, artista. Sabe que un niño, dentro
de su proceso de crecimiento, tiene que sufrir muchos sacrificios, también. El
artista tiene que vivir muchos sacrificios en relación a su vida como madre,
porque tiene que seguir trabajando para que una idea se materialice y se
encarne en una obra artística. Sobre todo en la escultura. Demanda mucho tiempo
de trabajo, de concentración, de estar ahí solamente con eso. Uno siente que en
el proceso que el niño crece, siendo mi hijo, a veces, uno lo abandona. Pero
él, con estas palabras hace un reconocimiento de que sabía por qué había sido
abandonado. Finalmente, siempre se había sentido acompañado. Hasta yo misma,
también, me he sentido acompañada con todas mis esculturas.
Luz Letts me comentaba en una entrevista que para el artista era muy difícil equilibrar una vida familiar y profesional exitosa. ¿A usted le ha pasado lo mismo? ¿Ha sido difícil llevar su familia y, también, su carrera como artista?
Es que uno, yo creo, es uno. Uno no separa las cosas. Yo,
antes que nada, soy artista, mi hijo es mi hijo y yo he vivido mi maternidad
desde mi punto de vista y desde mi ser como artista, como madre, como mujer. No
separo. Ahora, lo que sí es difícil es saber que siendo artista, siendo madre,
tienes que trabajar en otra cosa. Como trabajar en la Universidad Católica,
enseñando, por ejemplo. Sin embargo, es algo que, también, está ligado.
Ahora
que he podido apreciar la muestra antológica, se pueden ver las distintas etapas
por las que ha pasado su trabajo escultórico. ¿Todavía tiene ese dolor, ese
desgarro que se puede percibir de su primera etapa? ¿Todavía (existe) esa
Johanna Hamann, por momentos, tan brutalmente fuerte en las esculturas, con cuerpos
desgarrados, estallando?
Hay una cosa que es difícil que se entienda: un artista es
una esponja que absorbe la vida, la historia y las circunstancias que le ha
tocado vivir. Un artista es un ser sensible, perceptivo, consciente, apasionado,
irracional, racional, voluntarioso. Tiene un montón de gamas, de aspectos.
Entonces, lo que un artista hace es ser, más o menos, el testigo de su época. Cuando
yo hago las esculturas de 1983, las barrigas que están colgadas en ganchos de
carnicero, por ejemplo, realmente lo que estoy sacando es una violencia en la
cual estoy inmersa por el problema del tiempo convulsionado en el que vivíamos.
El
terrorismo.
Exacto. Entonces, es una forma, también, de mostrarla
para que seamos conscientes y nos conmovamos y tratemos de hacer algo como
seres humanos. Mostremos un camino más sensible y justo para seguir viviendo en
este mundo y transformarlo. No es que yo sea o no la desgarrada. Es que yo
transmito lo que vivo.
Siendo
el artista una esponja, ¿hoy día de qué cosas es usted una esponja? La sociedad
peruana ha evolucionado y ya no tenemos este terrorismo que nos asolaba en los
80.
Hay una cosa interesante que conversé ayer con Jorge
Villacorta. Veíamos que la exposición de Cuerpo
blasonado, de 1997 -donde empieza como opresión, libertad, ejecución y
transición-, no está exenta de la época, porque estábamos viviendo el
fujimorismo y estábamos realmente oprimidos. Y no lo habíamos relacionado
directamente porque son cuatro figuras femeninas que tienen una secuencia de
movimiento y representación, actitudes ante la vida y la muerte. Pero también
hemos vivido opresión, hemos tenido deseo de libertad, hemos vivido toda la
injusticia, la corrupción, todas las esterilizaciones forzadas a las mujeres. Creo
que si las vemos un poco más están ahí. Ahora, lo último que he hecho en la
exposición del 2013, Ese nudo sutil,
era un espacio y un tiempo en el que me inmiscuí más en querer saber cómo
funciona el cerebro. Era parte, también, del desarrollo de ¿dónde está la vida
en el cuerpo? Todo sigue por ahí. El cuerpo es el eje central de mi trabajo. Si
veo la antológica y la recorro como la he recorrido, es un placer y una
oportunidad únicas para un artista plástico el poder hacer este recorrido y ver
tus esculturas en comparación con las otras. Darte cuenta cómo lo blando se
convierte en estructura, cómo el cuerpo puede ser una coraza -pero una coraza
blanda-, cómo la estructura puede ser lo que está fuera, cómo lo blando puede
ser lo que te defienda. Cómo son elementos que se intercambian constantemente,
intercambiando sus sentidos, sus posiciones, sus actitudes. Así es la vida.
Está para pensarla, vivirla, tratar de encontrar la felicidad y la libertad.
En
esa última exposición anterior a la antológica, uno, si la veía y no sabía
mucho de usted, (podía pensar que era) hasta una psicóloga que había hecho una
exposición artística, por todo este tema neuronal tan fuerte. Era un examen de
todo lo cerebral y, de verdad, era bien desconcertante.
Sí, pero lo que más me llamó la atención para explorar y me
estimuló mucho para ir buscando las formas cerebrales fueron los dibujos del
neurólogo Santiago Ramón y Cajal. Porque él trato de identificar las diferentes
neuronas, tiñéndolas adentro del cerebro para saber qué forma tenían y estudiar
la sinapsis, pero ya en sí el dibujo de la neurona, de este neurólogo, este
gran científico, era una maravilla estéticamente. Entonces, es como darte
cuenta, admirativamente, que todos los elementos que nos conforman como cuerpo
son dibujos maravillosos que nos configuran en un ser humano. Mi trabajo es
admirativo a eso.
¿Se
imagina en algún momento hacer algo que no esté relacionado al cuerpo? Que ha
sido su leitmotiv a lo largo de toda
su trayectoria.
Sí me imagino, pero no sé qué haría (sonríe).
Silvio de Ferrari, en el año 97, había dicho sobre usted: “Quisiera subrayar que en ella confluyen la sencillez con la energía vital. Artista de sueños, de amor y de humanidad, sus esculturas trasladan esta actitud abierta, dotando a sus formas y al espacio de un magnetismo ‘orgánico’ en la transpiración que exhalan sus obras”. Siempre lo orgánico como una marca.
Hasta ahora, sí.
Alfonso
Castrillón decía que “Johanna Hamann” -en el año 2004- “es una escultora que
nos tiene acostumbrados a las largas esperas y a las gratificantes sorpresas”. Usted
se toma su tiempo para hacer una exposición.
(Asiente con la cabeza).
(Asiente con la cabeza).
Hay
escultores o pintores que anualmente exponen -y algunos exponen hasta dos veces
al año-, pero usted se toma su tiempo para que salga algo nuevo. Como dijo
Ramiro Llona en un reportaje (televisivo) sobre una de sus exposiciones: usted
puede cambiar el lenguaje y sorprender al espectador. Ese es un logro artístico.
(Sonríe).
Decía
Adolfo Winternitz: “En la creación artística intervienen tres elementos
principales, como una trinidad: espíritu, emoción, cuerpo. Sin estas tres
fuerzas en el artista no puede surgir la obra de arte”. Pero -es una suposición
mía- en su caso, lo que prima de esta trinidad es el cuerpo.
No, porque cuando dice Winternitz “espíritu, emoción y
cuerpo” se refiere a que es el cuerpo a través del instrumento con el que tú
transformas la materia, es el cuerpo el que te da el impulso -en el caso de él-
para pintar, para hacer los bocetos de sus vitrales, para hacer sus cuadros. Si
tú no tuvieras cuerpo, no podrías ser artista porque no podrías crear. Se
refiere a eso el “cuerpo”. Y se refiere con “emoción” a la fuerza con la que
expresas la idea que sale del cuerpo, que eres tú mismo. Y se refiere a…
Espíritu.
…”espíritu” con su forma de estar presente más allá del cuerpo,
también. Yo, además, agregaría una cosa: tanto la racionalidad como la
irracionalidad -hablando de emoción, de pasión-, la objetividad y la
subjetividad están, simultáneamente, persiguiéndose en secuencia,
transversalmente, en el momento del proceso creativo. Entonces, no es que solo
la emoción, no es que solo el intelecto, es que es uno con el movimiento de
todos los elementos que lo conforman como ser humano. Somos racionales,
instintivos, irracionales, apasionados, cerebrales, frágiles, fuertes. Es todas
esas cosas que se mueven para llegar a configurar tu idea y transmitirla
materialmente en el mundo. Y compartir tu trabajo artístico. En ese momento,
nos sentimos integrados con nosotros mismos, porque el hombre es un ser fragmentado,
actualmente.
Muchísimas
gracias por esta entrevista y felicitaciones por la muestra.
Muchas gracias a ti.
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