sábado, 16 de abril de 2016

Johanna Hamann




“Lo que un artista hace es ser, más o menos, el testigo de su época”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Johanna Hamann Mazure (Lima, 1954) tiene la mirada profunda, de águila vigilante, y su arte posee la capacidad de cuestionar nuestras ideas y sacudir nuestras emociones. Uno nunca queda indiferente tras apreciar una escultura suya. Algo se remueve en nuestro interior, algo cambia obligatoriamente.

Ella acaba de presentar una impactante retrospectiva de su obra en el ICPNA de Miraflores, la cual abarcó su producción desde 1977 hasta 2015. El artista suizo Alberto Giacometti decía: “Yo pinto y esculpo para obtener un control sobre la realidad, para protegerme”. En el caso de Hamann, ella esculpe para demostrar su inconformidad permanente con dicha realidad, su desagrado hacia las cosas que no están funcionando correctamente en la sociedad peruana.

Hamann ha sido directora de estudios de la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde, además, es docente desde 1984. También ha sido invitada a dar conferencias en Estados Unidos, España y Portugal. En 2005 obtuvo el Primer Premio del Concurso Homenaje a la Integración, de la Municipalidad de San Isidro. En 2004 fue condecorada como Mujer Ilustre de Miraflores. Y en 1987 recibió una Mención Especial del Primer Concurso de Esculturas al Aire Libre, del Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores. Además, como investigadora, ha recibido cuatro premios de la PUCP durante los años 2008, 2009, 2011 y 2012.

Fue alumna de la escultora italiana Ana Maccagno y el vitralista austriaco Adolfo Winternitz, así como compañera de estudios del pintor Ramiro Llona. Tiene una maestría en Humanidades (2005) por la PUCP y un doctorado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona (2011). Ha realizado ocho exposiciones individuales y ha participado en muestras colectivas en México, Colombia, Chile y nuestro país.

Sus opiniones siempre tuvieron espíritu crítico: ya en 1983 ella afirmaba que “el arte está completamente relegado a las esquinas elegantes de la ciudad”. Esa actitud suya, nada concesiva, permanece hasta hoy.


Muchísimas gracias por esta oportunidad. Yo quería empezar esta entrevista mencionando lo que, cuando su hijo Ricardo era chico, usted le decía: que las esculturas eran sus hermanas. El arte, usted lo hacía parte de su vida, desde que su hijo era pequeño.
Siempre ha sido así, parte de mi vida. Me conmovió mucho ver cómo Ricardo en el Facebook puso estas palabras y me trajo a la memoria los momentos en que realmente él, estando chico, yo le decía eso. Me encantó que él ahora, a los 39 años -que son, además, casi todos los años de la producción artística que están expuestas en la antológica-, lo trajera a la luz nuevamente. Que me lo dijera de esa manera. Porque en verdad era así. Y que él haya dicho: “Ahora que las veo todas juntas, me doy cuenta que, efectivamente, he extrañado a algunas”. Y que termine diciendo: “Gracias, mamita, por reunir a la familia”, me pareció con ironía, pero con mucho agradecimiento, también, de parte de él, de haberse reconocido un niño con una madre escultora, artista. Sabe que un niño, dentro de su proceso de crecimiento, tiene que sufrir muchos sacrificios, también. El artista tiene que vivir muchos sacrificios en relación a su vida como madre, porque tiene que seguir trabajando para que una idea se materialice y se encarne en una obra artística. Sobre todo en la escultura. Demanda mucho tiempo de trabajo, de concentración, de estar ahí solamente con eso. Uno siente que en el proceso que el niño crece, siendo mi hijo, a veces, uno lo abandona. Pero él, con estas palabras hace un reconocimiento de que sabía por qué había sido abandonado. Finalmente, siempre se había sentido acompañado. Hasta yo misma, también, me he sentido acompañada con todas mis esculturas.


Luz Letts me comentaba en una entrevista que para el artista era muy difícil equilibrar una vida familiar y profesional exitosa. ¿A usted le ha pasado lo mismo? ¿Ha sido difícil llevar su familia y, también, su carrera como artista?
Es que uno, yo creo, es uno. Uno no separa las cosas. Yo, antes que nada, soy artista, mi hijo es mi hijo y yo he vivido mi maternidad desde mi punto de vista y desde mi ser como artista, como madre, como mujer. No separo. Ahora, lo que sí es difícil es saber que siendo artista, siendo madre, tienes que trabajar en otra cosa. Como trabajar en la Universidad Católica, enseñando, por ejemplo. Sin embargo, es algo que, también, está ligado.

Ahora que he podido apreciar la muestra antológica, se pueden ver las distintas etapas por las que ha pasado su trabajo escultórico. ¿Todavía tiene ese dolor, ese desgarro que se puede percibir de su primera etapa? ¿Todavía (existe) esa Johanna Hamann, por momentos, tan brutalmente fuerte en las esculturas, con cuerpos desgarrados, estallando?
Hay una cosa que es difícil que se entienda: un artista es una esponja que absorbe la vida, la historia y las circunstancias que le ha tocado vivir. Un artista es un ser sensible, perceptivo, consciente, apasionado, irracional, racional, voluntarioso. Tiene un montón de gamas, de aspectos. Entonces, lo que un artista hace es ser, más o menos, el testigo de su época. Cuando yo hago las esculturas de 1983, las barrigas que están colgadas en ganchos de carnicero, por ejemplo, realmente lo que estoy sacando es una violencia en la cual estoy inmersa por el problema del tiempo convulsionado en el que vivíamos.

El terrorismo.
Exacto. Entonces, es una forma, también, de mostrarla para que seamos conscientes y nos conmovamos y tratemos de hacer algo como seres humanos. Mostremos un camino más sensible y justo para seguir viviendo en este mundo y transformarlo. No es que yo sea o no la desgarrada. Es que yo transmito lo que vivo.

Siendo el artista una esponja, ¿hoy día de qué cosas es usted una esponja? La sociedad peruana ha evolucionado y ya no tenemos este terrorismo que nos asolaba en los 80.
Hay una cosa interesante que conversé ayer con Jorge Villacorta. Veíamos que la exposición de Cuerpo blasonado, de 1997 -donde empieza como opresión, libertad, ejecución y transición-, no está exenta de la época, porque estábamos viviendo el fujimorismo y estábamos realmente oprimidos. Y no lo habíamos relacionado directamente porque son cuatro figuras femeninas que tienen una secuencia de movimiento y representación, actitudes ante la vida y la muerte. Pero también hemos vivido opresión, hemos tenido deseo de libertad, hemos vivido toda la injusticia, la corrupción, todas las esterilizaciones forzadas a las mujeres. Creo que si las vemos un poco más están ahí. Ahora, lo último que he hecho en la exposición del 2013, Ese nudo sutil, era un espacio y un tiempo en el que me inmiscuí más en querer saber cómo funciona el cerebro. Era parte, también, del desarrollo de ¿dónde está la vida en el cuerpo? Todo sigue por ahí. El cuerpo es el eje central de mi trabajo. Si veo la antológica y la recorro como la he recorrido, es un placer y una oportunidad únicas para un artista plástico el poder hacer este recorrido y ver tus esculturas en comparación con las otras. Darte cuenta cómo lo blando se convierte en estructura, cómo el cuerpo puede ser una coraza -pero una coraza blanda-, cómo la estructura puede ser lo que está fuera, cómo lo blando puede ser lo que te defienda. Cómo son elementos que se intercambian constantemente, intercambiando sus sentidos, sus posiciones, sus actitudes. Así es la vida. Está para pensarla, vivirla, tratar de encontrar la felicidad y la libertad.

En esa última exposición anterior a la antológica, uno, si la veía y no sabía mucho de usted, (podía pensar que era) hasta una psicóloga que había hecho una exposición artística, por todo este tema neuronal tan fuerte. Era un examen de todo lo cerebral y, de verdad, era bien desconcertante.
Sí, pero lo que más me llamó la atención para explorar y me estimuló mucho para ir buscando las formas cerebrales fueron los dibujos del neurólogo Santiago Ramón y Cajal. Porque él trato de identificar las diferentes neuronas, tiñéndolas adentro del cerebro para saber qué forma tenían y estudiar la sinapsis, pero ya en sí el dibujo de la neurona, de este neurólogo, este gran científico, era una maravilla estéticamente. Entonces, es como darte cuenta, admirativamente, que todos los elementos que nos conforman como cuerpo son dibujos maravillosos que nos configuran en un ser humano. Mi trabajo es admirativo a eso.

¿Se imagina en algún momento hacer algo que no esté relacionado al cuerpo? Que ha sido su leitmotiv a lo largo de toda su trayectoria.
Sí me imagino, pero no sé qué haría (sonríe).


Silvio de Ferrari, en el año 97, había dicho sobre usted: “Quisiera subrayar que en ella confluyen la sencillez con la energía vital. Artista de sueños, de amor y de humanidad, sus esculturas trasladan esta actitud abierta, dotando a sus formas y al espacio de un magnetismo ‘orgánico’ en la transpiración que exhalan sus obras”. Siempre lo orgánico como una marca.
Hasta ahora, sí.

Alfonso Castrillón decía que “Johanna Hamann” -en el año 2004- “es una escultora que nos tiene acostumbrados a las largas esperas y a las gratificantes sorpresas”. Usted se toma su tiempo para hacer una exposición.
(Asiente con la cabeza).

Hay escultores o pintores que anualmente exponen -y algunos exponen hasta dos veces al año-, pero usted se toma su tiempo para que salga algo nuevo. Como dijo Ramiro Llona en un reportaje (televisivo) sobre una de sus exposiciones: usted puede cambiar el lenguaje y sorprender al espectador. Ese es un logro artístico.
(Sonríe).

Decía Adolfo Winternitz: “En la creación artística intervienen tres elementos principales, como una trinidad: espíritu, emoción, cuerpo. Sin estas tres fuerzas en el artista no puede surgir la obra de arte”. Pero -es una suposición mía- en su caso, lo que prima de esta trinidad es el cuerpo.
No, porque cuando dice Winternitz “espíritu, emoción y cuerpo” se refiere a que es el cuerpo a través del instrumento con el que tú transformas la materia, es el cuerpo el que te da el impulso -en el caso de él- para pintar, para hacer los bocetos de sus vitrales, para hacer sus cuadros. Si tú no tuvieras cuerpo, no podrías ser artista porque no podrías crear. Se refiere a eso el “cuerpo”. Y se refiere con “emoción” a la fuerza con la que expresas la idea que sale del cuerpo, que eres tú mismo. Y se refiere a…

Espíritu.
…”espíritu” con su forma de estar presente más allá del cuerpo, también. Yo, además, agregaría una cosa: tanto la racionalidad como la irracionalidad -hablando de emoción, de pasión-, la objetividad y la subjetividad están, simultáneamente, persiguiéndose en secuencia, transversalmente, en el momento del proceso creativo. Entonces, no es que solo la emoción, no es que solo el intelecto, es que es uno con el movimiento de todos los elementos que lo conforman como ser humano. Somos racionales, instintivos, irracionales, apasionados, cerebrales, frágiles, fuertes. Es todas esas cosas que se mueven para llegar a configurar tu idea y transmitirla materialmente en el mundo. Y compartir tu trabajo artístico. En ese momento, nos sentimos integrados con nosotros mismos, porque el hombre es un ser fragmentado, actualmente.

Muchísimas gracias por esta entrevista y felicitaciones por la muestra.
Muchas gracias a ti.

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