“Todo arte manifiesta una posición política”
Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán
El artista peruano Jorge Alberto Miyagui Oshiro (Lima, 1978) nos muestra, en doce pinturas, a los luchadores sociales, a los asesinados por el terrorismo, a los canallas líderes políticos de la dictadura fujimontesinista, a Buda convertido en un ekeko -¿o un ekeko transformado en Buda?-, a Pablo Picasso reinterpretado en la torturada serranía ayacuchana, reunidas en su interesante exposición Manifiesto, la cual se lleva a cabo en la miraflorina y activa galería de Fundación Euroidiomas hasta el viernes 10 de abril.
Miyagui ha realizado exposiciones colectivas en Alemania, Estados Unidos, España, Argentina, Chile y Venezuela. Ha sido invitado este 2015 como Human Rights Advocacy Fellow-in-Residence en Trinity College, Hartford – Connecticut, donde presentó dos conferencias. Asimismo, ha sido profesor invitado del Programa “The Arts of Politics: Cultural Politics in Contemporary Perú” de la Universidad de Washington durante los años 2009, 2011 y 2015. Además, ha expuesto individualmente en Finlandia (2012), en Lima (2002, 2006 y 2010), Chiclayo (2007) y Cusco (2006). También fue miembro del Colectivo Aguaitones (1998-2001) y del Foro de la Cultura Solidaria (2004-2009). En la actualidad, forma parte de los proyectos colectivos Brigada Muralista, El Averno y Museo Itinerante Arte por la Memoria (Premio Príncipe Claus 2014, de Holanda).
Conversamos extensamente con el pintor, en su departamento-taller de Lince, sobre las vivencias de niño que originaron su notorio interés hacia las problemáticas sociales, las censuras que han sufrido algunas de sus críticas obras, su labor como muralista colectivo, su metodología de trabajo artístico, los murales borrados en Lima por el criticado alcalde Luis Castañeda Lossio, la racista sociedad poscolonial peruana que somos, y respecto a sus cuestionadoras pinturas expuestas en Manifiesto.
Muchísimas gracias, Jorge, por esta oportunidad.
Gracias a ti.
La verdad es que eres un artista muy interesante, aunque a primera vista, de repente, uno dice: “Es un artista pop”, tipo Jaime Higa. Que son ustedes de lo más pop que hay en Lima. En tu caso, tu arte tiene un trasfondo social, más allá de la aparente inocencia de las imágenes que utilizas, que son pop.
Claro.
Los colores son bien pop. Pero hay un trasfondo social, crítico. Cada vez me parece que eres un poco más social, más crítico. Cada día eres menos pop, en ese sentido. ¿Es una percepción correcta?
Sí. En realidad, conforme han pasado los años, yo cada vez me he sentido menos cómodo con la etiqueta del pop, porque el pop siempre era basarse en elementos de la cultura popular. Y si bien muchos de mis elementos tienen que ver con la cultura popular, no solamente aparecen códigos de la cultura popular sino, también, de la historia del Perú, de los años de la violencia política, la historia familiar, la reflexión sobre el tema de migración. Siempre me he sentido -y cada vez más- un poco incómodo con las etiquetas. Yo sé que la mayoría de gente me asocia más al pop, pero no es algo que yo sienta así. No me definiría a mí mismo como un artista pop.
Incluso, ahora el título de tu muestra, que está actualmente en Euroidiomas, es Manifiesto…
Sí.
…y es epónimo al noveno disco de Víctor Jara, el cantautor chileno que fue asesinado brutalmente por la dictadura de Pinochet.
Sí.
Y si uno se adentra en el tema -porque aparte de ser el título del disco, también, es el título de la canción Manifiesto-, hay una parte, la tercera estrofa, que dice: “Aquí se encajó mi canto / como dijera Violeta /guitarra trabajadora / con olor a primavera”. Y en la siguiente estrofa dice: “Que no es guitarra de ricos / ni cosa que se parezca / mi canto es de los andamios / para alcanzar las estrellas / que el canto tiene sentido / cuando palpita en las venas / del que morirá cantando / las verdades verdaderas”. Y eso es lo que uno percibe en tu muestra.
Muchas gracias. Hay un cuadro que, también, se titula así y que representa de manera realista mi paleta, con una frase abajo escrita, en la mesa, que dice: “Yo no pinto por pintar”, parafraseando otra frase de la canción, que es: “Yo no canto por cantar / ni por tener buena voz / sino porque la guitarra / tiene sentido y razón”. En realidad, no era un cuadro que yo consideraba uno de los más fundamentales de la muestra. Se me ocurrió cuando vi mi paleta y dije: “¡Qué bonitos estos colores, parece un cuadro abstracto!”. Y se me ocurrió pintarla, como que ironizando sobre el arte como exploración estilística y el arte como producción de sentidos. Después vimos que ese cuadro podía servir como el que abría la muestra, en la carátula de las tarjetas. Y, también, como título de la muestra. Que era un buen título. La verdad que eso yo no lo había pensado. En realidad, el título de la muestra iba a ser Entre el cielo y el suelo, porque uno de los ejes transversales de los cuadros es la reflexión de lo sagrado. Hay muchas imágenes religiosas, de múltiples religiones. Desde el Buda-Ekeko hasta La Señora de la Rebeldía.
Pero, también, hay bastantes muertos en los cuadros.
Sí. Porque mi entrada a lo sagrado no era algo fuera de este mundo, que está en el cielo, en una nube, cerca de un señor blanco, de ojos azules, con barba y canoso sino lo sagrado como aquello que nos hace trascender esta vida y asociado a las luchas de la gente, a las luchas populares. Por eso está no solo gente que perdió su vida o que dio su vida luchando, como María Elena Moyano, Pedro Huilca, sino gente que aún sigue viva, como Máxima Acuña, Mamá Angélica de la ANFASEP (Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú). Esta era la entrada y la primera idea era que la muestra se llame Entre el cielo y el suelo. También como una canción de Mecano, pero asociado “entre el suelo y el cielo” a lo sagrado aquí, a esto que ocurre entre lo que vivimos y lo que soñamos. Pero todo el mundo me ha dicho que Manifiesto es un mejor título, así que yo, también, creo eso, ja, ja...
Sí. Sobre todo que, de repente, para los que tienen un poco más de conocimiento de música y saben que es de Víctor Jara, Manifiesto la (versiona) Quilapayún y la cantan un montón de otros artistas (Pedro Aznar, Víctor Heredia, Bruce Springsteen, Cultura Profética, Illapu, Francesca Ancarola). Entonces, eso, también, le da un (agregado).
Sí. Además, cuando uno hace arte, cuando uno tiene una idea, vas por ahí, te vas desviando y en esos desvíos siempre la cosa es como mejor. El que parte con una idea y sigue en línea recta, generalmente, no le va bien. En la vida, uno va encontrando desvíos y se va guiando por intuiciones. Y yo me considero una persona bien intuitiva, que le hace caso a sus instintos.
Hay que dejar que la cosa fluya.
Exacto.
Andy Warhol decía: “Mis cuadros nunca salen como yo espero, pero nunca me sorprende”.
¡Ah, qué buena frase!
También quería mencionar que en una entrevista que le hice a Luz Letts, ella me dijo: “Cuándo una pinta cuenta una historia”. ¿Cuál es, principalmente, la historia que tú quieres contar en tus cuadros?
Sí, yo estoy de acuerdo con esa frase, pero creo que esas historias o lo que uno dice tocan distintas dimensiones. (Me veo) como alguien que produce sentidos y esos sentidos tienen que ver con mi vida, mi historia personal, pero, también, con la historia de mi familia y de mi colectividad. Es decir, el Perú. Por eso, uno puede ver allí mi sensibilidad personal para tocar ciertos temas. Son cosas que me han conmovido. Y, de alguna manera, supongo que nos ha tocado como nación, partes o aspectos de lo que fue la violencia política en el Perú en la historia reciente, y mi experiencia con ayahuasca. Lo chévere del arte es que puedes hablar en una misma obra, en una misma pieza, de distintas cosas que tienen que ver desde lo más íntimo a lo más público.
Herbert Read, filósofo político inglés, en su libro Arte y alienación (1967), mencionaba: “Pocos son los filósofos, Platón es uno de ellos, que se han percatado de que arte y sociedad son conceptos inseparables, de que la sociedad, como entidad orgánica viable, depende en cierta manera del arte como fuerza unificadora y fuente de energía”. Tú, como artista peruano, descendiente de japoneses, ¿sientes que se percibe así al arte en nuestra sociedad o, todavía, no llegamos a ese nivel de integración?
Yo creo que, al contrario, hay distintas posiciones y es bueno que las haya porque si todo el mundo pensase igual, hiciese el mismo arte, sería todo muy aburrido.
Claro.
Pero sí hay una tendencia a pensar que el arte es algo autónomo, que no se mancha con lo social ni con lo político ni lo económico. Es decir, una idea modernista de que el arte es autónomo, espiritual y fuera de este mundo. Pero cuando uno analiza eso… No sé. Muchos de los artistas que tienen este discurso igual tienen que vender en miles de dólares, hacen transacciones comerciales y tienen posicionamientos políticos. Entonces, como que en la realidad eso no es tan así, pero discursivamente sí hay esta idea de que el arte es algo autónomo. Por supuesto, yo no comparto esa idea. Para mí, el arte es un sistema de producción más. Un sistema de producción cultural. Y, como tal, está atravesado por muchas relaciones y procesos sociales, políticos, económicos.
Me interesa mucho de dónde viene tu profundo interés sobre los luchadores sociales. ¿Viene de familia? ¿Es tu familia política? Porque Pedro Huilca Máxima Acuña, María Elena Moyano y otros más están en tus cuadros. ¿Cómo así llegó un descendiente de japoneses a tener ese interés por la gente, sobre todo, andina? Luchadores sociales que provienen de provincias…
También hay un cuadro con Edwin Chota, que es amazónico.
Hermano de los árboles (2015).
Sí. Que es el último que pinté, en realidad, para la muestra. Hay muchas cosas que decir. Primero, que yo soy una persona de izquierda. La mayoría de gente lo sabe. Creo que si uno tiene una apuesta por transformar el mundo, no lo hace solo, y pintar cuadros no basta. Hay que construir organización. Ahora, ¿cómo vino esta inquietud política? Para mí, es ética. Porque si me dices la política entendida como la disputa por el poder desde la gestión pública, no es algo que me agrade, me guste, que haya una fuerza en mí que me llame. Al contrario, es una apuesta por la ética. Por eso, yo veo la política...
En un sentido griego.
Sí. Ahora, si me preguntas cómo llegué a eso -porque mi familia no es de izquierda. Es de clase media, católica-, fue por una indignación. Tiene que ver, también, con mi formación de niño. Aunque ahora no soy católico, tuve una formación católica de niño.
¿Tú eres del San Antonio de Padua?
No, del Maristas del Callao.
Yo soy del Champagnat (que pertenece a la misma congregación religiosa).
¡Ah, mira! Podemos cantar el himno, ja, ja, ja…
Ja, ja…
Sí, yo estudié en el Maristas del Callao porque viví mi niñez en el Callao. Y mi familia por parte de padre es del Callao, pero yo tengo varios amigos en el San Antonio de Padua, donde había bastantes “ponjas” (japoneses). ¿Por qué habrá sido? Porque estaban en Jesús María, donde viven hartos “ponjas”, supongo.
De repente.
La cosa es que, en realidad, yo recuerdo que fue más la indignación frente a las desigualdades que me tocó ver. Yo creo que no es una sola anécdota sino un proceso de varias cosas. Haber acompañado a mi padre, que era arquitecto, a hacer unas decoraciones que él trabajaba en casas de la clase alta limeña: yo (quedé) sorprendido de que la gente en el Perú viva así. Yo no sabía que había millonarios en el Perú -en los finales de los 80, principios de los 90- que podían vivir con ese nivel de vida, cuando yo tenía amigos que jugaban sin zapatos, que yo les prestaba mis carritos, que, a veces, no podían ni ir al colegio. Entonces, siendo muy niño, esa desigualdad me chocó un montón. Yo me enorgullezco porque mucha de la gente de izquierda con la que comparto espacios militantes, son de izquierda porque sus familias han sido de izquierda. (En mi caso), en realidad, fue producto de la indignación. De una indignación auténtica que sentí de muy niño.
¿Y veías en esas casas de gente rica, adinerada, a las empleadas vestidas como (tales)?
En realidad, recuerdo una anécdota muy clara: yo tenía mi amigo Chocotón cuando vivía en Marbella, un niño de menos recursos que yo, cuando fui a esta (casa, acompañando) a mi papá. En esta época no había mucho trabajo de arquitectura y él hacía unas pistas de baile para casas de la clase alta limeña y me llevó alguna vez. Entramos por la puerta de servicio y a mí me sorprendía que en el Perú haya, primero, casas con piscina. Me parecía que eso yo lo había visto solo en televisión. O que había estos mucamos uniformados. Y pensé: “El perro de esta casa come mejor que mi amigo Chocotón”. Yo tenía ocho años y sí me indignó mucho, siendo niño. No sabía nada de Marx ni de la lucha de clases, pero me indignó. Sentí una indignación grande. Supongo que eso y después encontrar algunos libros que me prestaron… Por ejemplo, una de las primeras novelas que leí de niño fue La madre (1907) de Máximo Gorki. Yo siempre veía televisión y cuando jugaba con mis soldaditos, los buenos eran los norteamericanos porque así decía la televisión que tenía que ser. Y ese libro decía: no necesariamente los socialistas, los comunistas, son los malos. Ahí empecé a cuestionarme cosas.
¿A los ocho años?
Fue un proceso. Esta anécdota fue a como a esa edad y el libro pudo haber venido un poco después, pero es un proceso. Uno va encontrando amigos y así te vas cuestionando cosas. Pero cuando entré a la universidad o en los últimos años de secundaria, cuando decidí estudiar arte, yo pensaba que mi arte iba a ser intimista. Es decir, me hice artista por Van Gogh, porque dije: “¿Cómo alguien puede expresar tanto mundo interno con colores, materia?”.
Aunque tu pintura no se parece a la de Van Gogh, como tú has dicho en una entrevista.
Yo pensé que iba a hacer un arte intimista y que el activismo político, la militancia, iba a ser algo aparte. Y, justamente, el proceso fue eso que se mezcla y que todo es uno.
Lo integraste.
Mi primera individual, que fue en (el Centro Cultural) El Averno, en el 2002, ya intuía ese camino, porque se tituló Arte = vida, vida = política, política = ética. Era sobre cómo los límites entre estas dimensiones de la existencia se desdibujaban. Arte, vida, política, ética: es lo mismo.
Ojalá fuera así.
En mí, es parte de lo mismo.
Ojalá fuera así en los congresistas y los gobernantes.
Ja, ja… Pues, sí.
Ellos son los menos éticos y los menos políticos, en el fondo. Porque no entienden la política como un servicio…
Sí, pues.
…a su sociedad sino como un servicio a sí mismos, algo que les va a beneficiar (solamente) a ellos mismos.
La mayoría, en todo caso.
La mayoría. No hay que generalizar. Jorge: una duda. Aunque ya me has dicho que el título de tu última exposición no iba a ser originalmente Manifiesto.
Claro.
Pero cuando ya lo asumiste como Manifiesto, tenía yo la duda de si no habías pensado que habría gente, sobre todo de izquierda, que podría decir: “¿Manifiesto? Seguramente, Miyagui ha querido hacer una especie de homenaje sutil al Manifiesto Comunista (1848)”. ¿No hay nada por ahí o sí hay?
No, la verdad.
Como hablaste de Marx hace un rato, de repente, había algo.
Porque Marx es una persona importante, cuyas ideas, teorías, han cambiado el mundo, definitivamente. Pero no. En realidad, el link era con Víctor Jara.
Directamente.
Sí, directamente. La verdad que no se me había ocurrido para nada el Manifiesto Comunista.
Yo decía: de repente. Los artistas suelen hacer ese tipo de homenajes. Así, de pequeñas cosas.
Yo podría hacer un homenaje a Marx porque soy una persona de izquierda, pero no es el caso. En realidad, no se me había ocurrido hasta este momento, ja, ja, ja...
Quería, también, mencionar -ahora que estamos con este problema en Lima, de (Luis) Castañeda, de los murales-…
Sí, todo el mundo me pregunta por eso.
Yo quería mencionar lo que había dicho el profesor y filósofo italiano Nuccio Ordine, autor de La utilidad de lo inútil (2013): que “los políticos matan la cultura porque desprecian la cultura, pero también porque le tienen miedo. La desprecian porque nuestra élite política es cada vez más ignorante, más inculta”. Ordine, también, afirmaba que “en nuestra sociedad se considera útil solo aquello que produce beneficios. Por esa lógica, la música, la literatura, el arte, las bibliotecas, los archivos de Estado, la arqueología, son todas cosas que se consideran inútiles porque no producen beneficios”. ¿Así estamos?
Perdona por ponerme un poco teórico, pero para mí el concepto de cultura, con el que yo me muevo, es el más holístico, más amplio, que considera todos los rasgos espirituales, materiales, intelectuales y afectivos de un grupo humano. Cuando Castañeda borra murales, dicen: “Está atentando contra la cultura”. No. Está imponiendo su cultura, que es una cultura fascista, de negar derechos a los ciudadanos. Yo lo entiendo así. ¿Y por qué digo que es un acto fascista que niega derechos a los ciudadanos? Porque el acceso a los bienes culturales es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es decir, el mural es importante no porque sea bonito sino porque es un espacio de ciudadanía ganada. Y lo que hace Castañeda es quitar un espacio de ciudadanía. Por lo mismo, equivale a quemar libros. Es un acto fascista. Los afectados no son solo los artistas. No solo: “¡Uy, artista, te han borrado tu mural!”. Está atentando contra un derecho de todos los ciudadanos.
Tú que has trabajado el tema de los murales durante tanto tiempo, ¿qué efecto has podido ver que haya tenido dentro de las comunidades o de las poblaciones (donde se pintan)?
(Se pone de pie y se va a traer un texto de un estante cercano). Te voy a dar una publicación. Casi todos los murales que yo he hecho…
(Miyagui me entrega un texto de título maravilloso: Instrucciones para cambiar el mundo pintando). Gracias.
…han sido trabajados como parte de un colectivo, que es la Brigada Muralista (que incluye, además de Miyagui, a Mauricio Delgado, Elio Martuccelli, Milton Miranda, Andrés Juscamaita y Alonso Rivera). A diferencia de otros artistas, nosotros hacemos del mural un espacio o un pretexto para generar dinámicas de educación popular que consideramos transformadoras de lo social. A diferencia de otros artistas muralistas, nosotros decidimos y pintamos el mural con las comunidades. Nosotros solamente somos una especie de facilitadores. Hace poco presentamos esa publicación, que se llama Instrucciones para cambiar el mundo pintando, y ahí, más o menos, sistematizamos la experiencia y la metodología que usamos.
¿En Instrucciones para cambiar el mundo pintando están resumidos los beneficios, las cosas positivas que (conllevan los murales)?
Las apuestas del colectivo, más que todo. Cuando me preguntan, como muralista, yo siempre digo: “Casi todos los murales no han sido míos, personales, sino parte de un colectivo”. La apuesta no es poner nuestras propuestas individualmente o como colectivo sino generar dinámicas con el barrio, la comunidad, con los jóvenes que pintan con nosotros.
Ustedes le preguntaban a la comunidad de qué querían que se pinte y ustedes hacían el tema (técnico).
Claro, se decide en grupo, como lluvia de ideas. Generalmente, si hay un tema de decidir qué se quiere pintar, cómo abordar el tema del racismo o del machismo o de la homofobia, aparecen sugerencias de imágenes. Entonces, se decide qué imagen es la principal, qué imágenes son las secundarias. Y para romper el hielo, generalmente, uno de nosotros empieza a hacer una de las imágenes decididas colectivamente y ahí se explica cómo todos pueden pintar, rellenando los planos de color. En ese proceso, quien se anima a dibujar algo, lo puede hacer; quienes solo quieren rellenar color, lo hacen. Por eso siempre trabajamos sin boceto. Para que fluya en el momento, para que la decisión sea colectiva en el momento, para decir: “Mira, esto puede ir”, “No, mejor así”.
Ese tema del trabajo muralista colectivo que realizas, es totalmente distinto a tu trabajo individual.
Así es.
Porque lo que he averiguado es que tú necesitas investigar antes, para hacer tus cuadros. Que no te lanzas al lienzo como algunos otros artistas, que se paran frente al lienzo y fluyen de frente.
Claro. Yo invierto mucho tiempo decidiendo, por ejemplo, qué elementos voy a usar: tal personaje, tal fondo, busco la imagen, la foto de la que me voy a basar. Y eso sí lo tengo que decidir antes. Pero el tema del color, eso sí en el momento. El color sí que no lo pienso mucho. Como no uso el color simbólicamente: “El azul representa a…”, eso como que fluye, es más abierto.
Leí que habías declarado que querías “crear un arte propio, una discursividad propia, poética, política, a partir de estos retazos de la realidad” que encontrabas.
Sí.
¿Crees que lo has logrado o estás en ese proceso, todavía, de lograr -lo que todos los artistas quieren- un sello personal?
Un artista que diga que ya está satisfecho con su trabajo va camino al fracaso. Uno siempre tiene que buscar más. Sin negar eso, yo siento que mi obra actual es mucho más madura que la anterior. Yo soy de los artistas -no son todos así- que su obra antigua como que les da vergüenza o le sienten un montón de carencias. Entonces, yo siento que esta obra actual es mucho más madura, mucho más sólida, conceptualmente, que lo hecho anteriormente. Siempre me encuentro con gente que adora mi época de Pikachú, de (el Centro Cultural) El Averno, pero a mí esos cuadros me parece que usan elementos muy gratuitamente. Hay mucha gente que prefiere esa etapa mía a la actual. Me he encontrado con gente que me ha dicho eso, pero lo actual me parece mucho mejor.
También depende del nivel de exigencia que tenga el espectador, porque hay algunos que solo quieren el entretenimiento y otros…
Puede ser.
…un trasfondo más (social).
Es subjetivo, sí. Siempre hay un nivel de subjetividad en el consumo artístico. Está bien.
Jorge, quería mencionar el tema de la censura que has sufrido en varias ocasiones.
Dos veces. En el 2002 y 2003. Hace más de diez años.
Me sorprendió mucho, cuando estuve investigando sobre ti, que en el año 2003 (te censuró) tu propia comunidad, gente del Centro Cultural Peruano Japonés.
De los descendientes.
De los descendientes (de japoneses). Tu obra Kimono para no olvidar fue censurada de la exposición colectiva Del kimono y sus usos.
Sí.
Que se realizaba en la galería de arte. Yo leí, incluso, la explicación que te dieron, el comunicado, y decía que la obra “presenta un contenido político explícito, tanto en la pieza central como en los documentos impresos que la acompañan”.
Sí.
Entonces, me sorprendí, porque ellos no entendían lo que era el arte, pues, para hacer esto. ¿Tú qué opinas, doce años después de eso? Es uno de los dos casos de censura. El otro es el de Telefónica.
Una reflexión aparte, porque supongo que ya todos los datos de cómo fue la censura están colgados: durante el fujimorismo mucha gente se sorprendía de verme en las marchas, “Oye, mira, ¡un chinito!”, decían. Como pensando que todos los descendientes de japoneses iban a estar con (Alberto) Fujimori. Para mí, eso tiene que ver con el racismo: pensar que todos los judíos son así, que todos los afrodescendientes son así, que todos los “ponjas” piensan así. Es racismo. Y, lamentablemente, lo que ese caso de censura demuestra es que la institucionalidad, la APJ (Asociación Peruano Japonesa), los que dirigen o dirigían ese centro cultural, no tuvieron la apertura para mostrar que la colectividad peruano japonesa es diversa. Hay distintos pensamientos. Eso es lo que yo lamento. Pero, igual, esa obra me ha dado un montón de satisfacciones porque se ha paseado por el mundo, ha tenido harta repercusión en medios. En la última individual, en Finlandia, estuvo.
En 2012.
Sí. He hecho nuevas versiones del kimono, porque la original se vendió hace tiempo. Igual, esas nuevas versiones las he podido exponer. Y en distintas partes del Perú, también.
Y el otro caso de censura: el de Telefónica.
Telefónica, el 2002.
Tu cuadro era acerca de los 9 000 trabajadores despedidos de Telefónica.
Sí. 9 000.
Vi el video en Hildebrandt, un reportaje. Me pareció increíble que te hayan desembarcado cuando ya estabas ad portas de la exposición.
Sí, yo era finalista y tenía derecho a exhibir estos cuadros y cuando presento los cuadros buscan una excusa para sacarme. Un montón de gente me acusó de figuretti, de que por qué hago eso, en fin. Claro, yo ahí tenía… 2002: 24 años. Digo mi edad porque tal vez no tenía un discurso tan elaborado como lo puedo tener ahora. Pero lo que nadie puede negar es que logré un hecho político, que puse un tema en agenda. Dejé de salir en los medios de arte y culturales y pasé a salir en los programas de Hildebrandt y “Chichi” Valenzuela. Se puso un tema en la agenda política y eso es algo de lo que estoy superorgulloso.
No se puede entender tu arte sin entender tu posición política.
Sí, pero todo arte manifiesta una posición política. Pintar cuadros abstractos o intimistas es una posición que uno toma frente al mundo. Entonces, yo creo que todo es político.
Pero quizá menos crítico, en ese sentido.
Claro. Lo que pasa es que puede haber un arte que cuestione menos las relaciones de poder que existen en la sociedad y otro arte que las cuestiona. Pero todo es una posición frente al mundo.
Hay dos cuadros (de tu exposición Manifiesto) que me gustaron más que el resto porque tenían muchos personajes, muchos símbolos. Y lo que tú dices, que intentas mezclar distintas tradiciones culturales, en estos dos cuadros, para mí, ya se siente que hay una fusión, un sincretismo bien interesante. En Perú, aparta de mí este cáliz (2014) se ve el horno de Los Cabitos en Ayacucho, un mensaje escrito -típico de Sendero Luminoso- junto a un muerto, la sierra peruana de fondo, una madre andina levantando los brazos al cielo -y lleva a su bebé en la espalda-, una niña vestida de escolar en un velorio de su compañero asesinado por Sendero, y un cóndor sobre un toro...
El Yawar Fiesta.
…que representa el Yawar Fiesta. Todos estos símbolos: la mayoría son de violencia, pero es la violencia que hemos vivido durante la época del terrorismo…
Sí.
…(por) veinte años. ¿Cómo pudiste reunir todo esto? Y, además, haciéndole un homenaje a Pablo Picasso, porque el cuadro está basado en el Guernica (1937).
Sí. Picasso no es uno de mis artistas favoritos, la verdad, pero el Guernica, cuando lo he podido ver en vivo, sí es un cuadro que me conmovió. No recuerdo cómo se me ocurrió hacer esto, pero creo que tenía la idea de hacer covers, reinterpretaciones de cuadros de otros pintores que me gustan. Y ahí hay dos covers, el de (Haruki) Murakami y el de Picasso, en la exposición.
Y de Vallejo, también.
Claro.
El título es vallejiano.
Claro. Y, además, el poemario de Vallejo tiene que ver con la Guerra Civil Española, que tiene que ver con Guernica, entonces, hacer un link entre eso y lo vivido acá que, por supuesto, tiene otras características, otras especificidades, pero era eso: usar el formato del cuadro del Guernica y reelaborarlo con códigos de lo que fue nuestra historia reciente. A mí, también, es uno de los cuadros que más me gusta. Me parece muy logrado. Y el fondo es un paisaje específico de Ayacucho.
Otro (trabajo), muy duro para los que son conscientes de los desaparecidos durante el terrorismo, es sobre dos madres del ANFASEP -Angélica Mendoza y Lidia Flores-: el cuadro Colonialidad (2014). Además, aparecen a los costados, conquistadores e indígenas. De nuevo: el dolor, la violencia. Y las dos mujeres están rodeadas por una especie de…
De aureola.
Sí.
Esas aureolas están hechas con retazos de los afiches de cumbia, de la estética popular, del reconocimiento de lo popular.
En el caso de ellas dos, son aureolas superprotectoras porque son gruesas. Yo veo a los conquistadores a un costado y digo: “Esa aureola como que las protege un poco, también, de esa violencia”. No como uno quisiera, en todo caso, porque ya sus hijos han muerto. Pero es un cuadro muy fuerte para los que están un poco más enterados.
La reflexión era cómo la historia parece repetir lo mismo. Es decir, cómo la independencia no rompió el orden colonial, porque el orden colonial era que los indígenas eran lo más abajo de la jerarquización social. Tú podías verlo en las estadísticas de lo que fue la violencia política en el Perú: 75% de los muertos fueron quechuahablantes, habitantes de las zonas andinas más empobrecidas. Parece que al Perú oficial esos muertos no le importaban. Justamente, el cuadro se llama Colonialidad por la teoría de la colonialidad del poder, de Aníbal Quijano. Cómo en el momento de la conquista surge esta idea de raza que jerarquiza a todos los seres humanos en el mundo. Que unos son así y otros son asá por estructura biológica. Entonces, era una reflexión sobre todas esas cosas y reconocernos, sobre todo, como una sociedad poscolonial. Mucha gente piensa que la colonia es algo ya superado. Yo afirmo que no, que hay mucho en nuestra subjetividad que reproduce dinámicas coloniales. Desde el “¡Ubícate, compadre!” o “¡No sabes con quién estás hablando!” o “¡No sabes con quién te has metido!”: tiene que ver con ese orden colonial. “¡Ubícate!”: tú tienes una ubicación… Y esa ubicación, generalmente, es racista. Está basada en el orden colonial.
Eso lo podemos ver bastante en Asia.
Yo creo que es en todo el Perú. No solo en los espacios de las clases altas. Es algo transversal. Y se ve en el fútbol: cada cierto tiempo ves problemas de racismo. El tema es que, con respecto a nuestra historia, eso tiene consecuencias muy graves, porque uno puede hablar de estadísticas -75% y los cerca de 70 000 muertos-, pero cuando esas estadísticas dejan de ser números y pasan a ser personas reales, personas que uno conoce y que puedes hablar con ellos, tomas conciencia de que son seres humanos.
En muchos casos, no han encontrado a sus muertos.
Sí. Alguien definía la maldad como la falta total de empatía. Me gusta esa definición de maldad, porque si tú eres incapaz de ponerte en los zapatos de otra persona, de sentir como esa otra persona, es entendible que seas indiferente ante su dolor o seas capaz de asesinarlo, estafarlo o lo que sea. Me gusta mucho esa definición de maldad -no recuerdo de quién es-: la falta total de empatía. Porque creo que de eso hemos tenido mucho y explica las impunidades que hay respecto a las víctimas de la violencia política en el Perú.
Jorge, muchísimas gracias por la entrevista.
Gracias a ti, Gianmarco.
Esperamos ver más trabajos tuyos. Seguramente, con esta misma orientación político-social que tienen ahora.
Gracias.
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