sábado, 30 de abril de 2011

Marta Rivera de la Cruz



“Lo más difícil es publicar el primer libro”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Ser finalista del Premio Planeta de Novela el año 2006 -por En tiempo de prodigios- cambió para bien la vida de la escritora española Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970): ahora ya puede vivir de la literatura. Sin embargo, no es ese su único y valioso mérito. Antes, en 1996 había ganado el II Premio de Novela Corta Joven y Brillante con su novela El refugio. Y en 1998, obtuvo el III Premio Ateneo Joven de Sevilla de Novela con su obra Que veinte años no es nada. Asimismo, en 2002 publicó la novela Hotel Almirante. Rivera también ha logrado reconocimientos en otros terrenos, como el periodismo (XV Premio de Periodismo Puro Cora 2008 por el reportaje Ser noble en el siglo XXI) y la literatura infantil (V Premio Anaya de Literatura Infantil 2008 por La primera tarde después de Navidad). Igualmente, ha sido editora de la antología Cuentos de Navidad y de La ciudad de las columnas -ensayo del gran novelista cubano Alejo Carpentier-. Además, ha publicado el libro de viajes Viajar a Chipre (2000), y los ensayos Fiestas que hicieron historias (2001), Tristezas de amor (2003) y Grandes de España (2004). Licenciada en Ciencias de la Información y especialista en Comunicación Política por la Universidad Complutense de Madrid, esta importante autora estuvo en Lima por breves días gracias al Centro Cultural de España, con la finalidad de impartir un taller literario, disertar una conferencia sobre literatura femenina en la novela española contemporánea, y presentar su obra narrativa. Rivera, quien como periodista colabora en el programa de radio Al sur de la semana y con El País Semanal, ha publicado artículos y reportajes para las revistas Marie Claire, Vogue y AR. Ella volverá al mercado editorial con fuerza en 2009, pues tiene una nueva novela terminada -La importancia de las cosas- que será publicada en marzo. Conversamos con la periodista y narradora gallega sobre su ascendente carrera como escritora y la actualidad de la literatura escrita por mujeres.


¿Cómo -siendo una escritora relativamente joven- ves el panorama de la literatura femenina en España?
Soy muy optimista, por muchas razones. Primero, porque quizá se ha alcanzado totalmente la paridad entre hombres y mujeres. No solamente entre escritores y escritoras sino también dentro del negocio editorial. Hay muchas editoras, las agentes literarias son mujeres en su mayoría y, luego, hay un fenómeno muy interesante…

¿Tu agente es mujer?
Es Antonia Kerrigan. Pero hay un fenómeno muy interesante, que es la coexistencia de generaciones literarias. Ya mismo están publicando mujeres jovencísimas, de veintitantos años, con mujeres muy mayores -como Ana María Matute- que siguen produciendo. Entonces, es muy interesante que en el mercado editorial, en la mesa de novedades, haya autoras entre las cuales hay cincuenta años de diferencia. Eso es buenísimo. No hay un relevo generacional sino una coexistencia de generaciones. Eso siempre es muy bueno.

En el Perú hay más poetisas que narradoras. ¿En España sucede lo mismo o es al contrario?
No. En España hay más narradoras. En España -supongo que en Perú también- la poesía es un género muy minoritario. Entonces, aunque hay grandes poetisas -por ejemplo, Carmen Jodra, que me gusta mucho-, realmente llama más la atención la narrativa. Porque es un género mucho más popular y asequible al gran público. Parece que la poesía está hecha para paladares más exquisitos. Y yo reconozco que soy más lectora de narrativa que de poesía.

¿Cómo entraste al mundo literario para llegar hasta donde estás ahora?
Tengo mucha suerte, porque escribí una novela corta que ganó un premio muy pequeñito, y me dieron una beca para marcharme a Oxford, y ahí estuve escribiendo otra novela. Al volver, esa novela la mandé a la agencia editorial de Antonia Kerrigan, que en ese momento empezaba su andadura -ahora es una agencia que representa a más de cien autores, pero en aquel momento, 1997, era una agencia muy nueva y tenía poca gente todavía-. Aceptaron representarme y me propusieron mandar la novela (Que veinte años no es nada) al Premio Ateneo Joven de Sevilla, que era un premio muy bien dotado económicamente, pero sobre todo hacía una buena campaña de promoción. Yo dije que sí, por supuesto, y gané ese premio. Era mi primera novela -porque la otra era una novela corta-, y a partir de entonces fue mucho más fácil, porque lo más difícil es publicar el primer libro. Si tú publicas un libro, el siguiente ya es muchísimo más fácil. Por eso animo a todo el mundo a publicar, aunque sea en una editorial muy chiquitita, muy poco importante, porque es distinto mandar a un editor un original, que un original acompañado de una obra impresa. Tuve, además, la suerte de que el (Premio) Ateneo Joven de Sevilla funcionó bien. Un libro que vendió cuatro ediciones. Eso me dio un poco el respaldo para colocar la siguiente novela.

Cuatro ediciones de tu primer libro. ¡Qué bueno!
Sí. Pero, luego, los siguientes no fueron tan bien. O sea que tampoco puede uno pensar “después viene el batacazo”, porque mi siguiente novela era Linus Daff, inventor de historias: una novela que me gusta mucho y que estaba mucho mejor que la anterior. La publicó Plaza & Janés justo en un momento en que a Plaza & Janés lo compra Mondadori. Entonces, la novela salió un poco desasistida porque la editorial no existía ya como tal en aquel momento. Fue una novela que se perdió. Ahora la han recuperado en Planeta, la han vuelto a editar, le han cambiado el título -se llama El inventor de historias- y va por la tercera edición. Nunca sabes. La suerte, por desgracia, es fundamental.

¿Qué siente una escritora como tú -que no basa su literatura en el género- cuando ve que otras autoras como Catherine Millet basan más que nada su literatura en su cuerpo, su sexualidad?
Creo que es una decisión personal. Es una literatura que como autora no me interesa y como lectora tampoco me interesa mucho. Pero también creo que estamos en un mercado libre y cada uno tiene que tomar su camino. Y me parece legítimo que un autor, si cree que eso le va a ayudar a vender o a llegar al público, opte por ahí. Lo que pasa es que a mí no me interesa.

¿Cómo fue tu experiencia de ser finalista en 2006? Fernando Savater contaba que cuando él fue finalista (por El jardín de las dudas) junto con Vargas Llosa el 93 (ganó con Lituma en los Andes) la pasó increíble porque les hacen casi un tour. ¿Cómo fue tu experiencia con el Premio Planeta?
Fue maravillosa. Primero, porque el Premio Planeta, no voy a decir que es el premio más importante ni el mejor, pero sí es el premio más conocido. Todo el mundo en España sigue el Planeta, y está pendiente de quién es ganador y quién es finalista. Entonces, una autora como yo, minoritaria, que de repente encuentra su libro en todos los escaparates de todas las librerías de Madrid y Barcelona, en los aeropuertos, carteles en El Corte Inglés con la foto y la portada del libro, anuncio de televisión en el que están diciendo tu nombre y el de tu novela… Es muy grande. Y después sí hay un tour, pero no es tan terrible como todo el mundo dice, que es agotador. Me pareció una experiencia intensa, porque son quince días viajando mucho, pero son estancias cortas por España. Vas a hoteles estupendos, comes muy bien, te tratan muy bien. Tienes ruedas de prensa con periodistas que han leído tu novela y te la van a comentar. Para un autor eso es un regalo.

¿Quién ganó ese año?
Álvaro Pombo (con La fortuna de Matilda Turpin).

Y, luego, ¿cómo ingresas a la literatura infantil? Porque el Premio Anaya lo has ganado este año.
Yo había hecho algo en literatura juvenil, y cuando acabé En tiempo de prodigios, que para mí fue muy duro escribir -aunque fue bonito fue difícil-, yo quería seguir escribiendo, pero necesitaba tomar una distancia y un descanso. Entonces, decidí intentar algo para niños. Con la idea de “si sale bien, pues fenomenal, y si sale mal -como nunca lo he hecho- será que esto no es lo mío”. Hice una novela muy ingenua, no para jóvenes sino para niños, hablando de la Navidad y de qué pasa cuando la Navidad se acaba. La leyó un amigo mío, Fernando Marías (Premio Nadal 2001), que tiene muchas novelas juveniles publicadas.

Estuvo aquí en el Perú y dio un taller, también.
Que estuvo aquí y…

En 2006.
…es un tipo estupendo. Fernando la leyó, le gustó mucho: “Mira que esta novela yo creo que está bien para que la presentes al Premio Anaya”. El Premio Anaya un año es juvenil y otro año es infantil. Y ese año era infantil. Dijo: “Preséntala, porque esta novela está bien”. La presenté y fue bien.

Fue buen asesor Fernando Marías.
Sí. Muy bueno.

Y ese otro interés tuyo del periodismo: ¿cómo fue lo del Premio de Periodismo Puro Cora?
Yo publico todo lo que puedo. Me gusta mucho el periodismo, sobre todo escribo reportaje. Este es un premio vinculado a Lugo, que es la ciudad de la que soy, y siempre había pensado -lo había visto muchas veces- que era premio para artículo periodístico. No soy buena articulista. Los reportajes los hago bien, pero nunca me presentaría a un premio de artículo porque mis artículos no son especialmente buenos. Leyendo las bases, por curiosidad, me di cuenta que era para cualquier texto publicado en prensa. No tenía por qué ser artículo, podía ser reportaje. Yo había escrito un reportaje para El País, y me gustaba que era un análisis de la nueva aristocracia española, del nuevo concepto que se tiene de la aristocracia, de cómo ha cambiado, de prejuicios que se van rompiendo o siguen vigentes. Me gustaba mucho, decidí mandarlo. La verdad que ese reportaje (Ser noble en el siglo XXI) sí era bueno e interesante, tenía fotos también muy buenas. Gané el premio. Y fue muy bonito porque, además, justamente se cumplían los cien años del diario El Progreso, que es el que otorga ese premio. Hicieron una entrega preciosa y realmente muy emotiva, pues toda la gente que estaba en la fiesta eran conocidos, amigos míos, amigos de mis padres. Fue muy bonito.

Después de eso: ¿mitad periodista y mitad literata, o te sientes cien por ciento narradora?
No, creo que soy mitad y mitad. Cuando estoy escribiendo en prensa creo que soy periodista, y cuando estoy haciendo una ficción creo que lo mío es la ficción.

En tiempo de prodigios: ¿estás trabajando en una novela parecida ahora o en algún texto nuevo?
Acabo de terminar otro texto, pero no se parece en nada a En tiempo de prodigios. Todo lo contrario, quería darle otra vuelta porque es una novela muy personal, particular, muy importante también en mi vida. Entonces, ahora quería que se apartara. Porque me daba un poco de miedo hacer la segunda parte de En tiempo de prodigios, que no tiene sentido. La novela acaba ahí. Ya está terminado (el nuevo texto), se llama La importancia de las cosas y saldrá publicado en marzo.

Escribir el personaje de Cecilia, que en el fondo es Marta Rivera, ¿fue una vorágine de dolor o algo no tan duro para ti?
Hubo momentos que fueron muy duros, pero, en general, fue agradable, fue bueno. La experiencia de la evasión, de contar las cosas, de analizar. Es muy importante analizar las cosas que pasan para poder entenderlas y, después de entenderlas, a lo mejor aceptarlas y llegar a incorporarlas a tu vida. Me vino muy bien escribir para eso.

¿Qué recomendarías a las escritoras jóvenes -por ejemplo, acá en el Perú- que quieren empezar y ser tomadas en cuenta? Porque, por lo general, un escritor joven puede hacerse más fácil el camino que una escritora joven. Porque siempre le piden ese lado femenino, ese toque tierno que -muchas veces- no necesita tener la literatura.
A cualquier persona que quisiera escribir le recomendaría: primero, que leyera mucho. Es fundamental estar siempre leyendo. Que escribiera mucho: la escritura tiene mucho de oficio, y la práctica es fundamental. Y, luego, que se carguen de paciencia. Porque las cosas llegan. Quiero decir, a veces el error es querer que lleguen inmediatamente, y todo toma un tiempo. Recuerdo una frase que le escuché una vez a García Márquez: “Un buen libro se publica siempre”. Antes o después, con una editorial o con otra. A veces es cuestión de tener paciencia y esperar que llegue el momento adecuado para colocar ese libro. Entretanto, trabajar mucho.

¿Cuáles sientes que son tus influencias inmediatas como escritora?
Realmente, mis primeras influencias fueron autores hispanoamericanos: Vargas Llosa, García Márquez, Álvaro Mutis -que siempre me gustó mucho-.

¿Alguna novela que te haya marcado?
El amor en los tiempos del cólera. Esa novela me la sé casi de memoria, me marcó. Y La ciudad y los perros me parece impresionante. Los cachorros es un libro de relatos que me encanta. Y ahora estoy leyendo más literatura anglosajona. Me gustan mucho los maestros del Nuevo Periodismo, Tom Wolfe, Philip Roth. Me gustan mucho unos autores que en España llamamos La Armada Invencible: (Ian) McEwan, (Kazuo) Ishiguro. Estos son autores ingleses. Pero uno nunca sabe: a veces descubres autores maravillosos en donde menos te lo esperas. Alguien te presta un día un libro, te recomienda un autor y te maravilla encontrar otro mundo distinto. Hay que estar muy abierto, que a lo mejor el mejor escritor que has leído nunca lo tienes sentado al lado.

En España: ¿algún autor o autora que te llame la atención, actualmente?
Uno de los pilares de la narrativa española ahora mismo es una persona joven, Rafael Reig, que es un fenómeno. Tiene varias novelas, pero tiene, además, un género híbrido entre el ensayo y la ficción que se llama Manual de literatura para caníbales, que es una historia de la literatura española novelada. Es increíble. ¡Increíble! Porque aporta una cantidad de información bestial, pero dentro de una maestría, dominando la ficción, que no te puedes imaginar. Y, luego, me gusta mucho Luisa Castro, Soledad Puértolas, Espido Freire. Hay muchas y buenas narradoras.

Muchas gracias por la entrevista y esperamos que sigas disfrutando tu estadía en el Perú.
Eso es seguro. Gracias.














Nota: esta entrevista fue publicada en la revista digital Sociedad Latina en diciembre de 2008.

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