martes, 11 de febrero de 2025

VALIOSAS EXPOSICIONES DE ARTE, DEL AÑO 2024, EN LIMA

 

 

Texto y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

 

En el contexto del arte peruano, el año 2024 será recordado porque se cumplieron las primeras cuatro décadas desde que falleció la extraordinaria pintora nacional Tilsa Tsuchiya (1928-1984), una de las mejores en la historia de nuestro país. A nivel internacional, se celebraron los 100 años de la publicación del “Manifiesto del surrealismo” (1924) del francés André Breton, texto que fue de enorme importancia e influencia para la literatura y el arte del siglo XX. Grandes pintores como René Magritte, Salvador Dalí, Max Ernst, Joan Miró, Yves Tanguy, Frida Kahlo, Leonora Carrington y Remedios Varo se adhirieron al surrealismo en su forma de pintar.

 

Respecto a la lista anual de destacadas exposiciones de arte que he podido visitar en nuestra ciudad capital durante el año 2024, son 70 (de pintura mayormente, así como de escultura e instalaciones), distribuidas en nueve distritos: Lima, Miraflores, San Isidro, Jesús María, San Borja, San Miguel, Surco, Pueblo Libre y San Juan de Lurigancho. En estos mencionados distritos visité las setenta muestras artísticas, presentadas en 36 centros culturales, galerías y museos. Desde el año 2013, que fue cuando comencé a publicar mis listas anuales, hasta el fin del 2024, he logrado visitar 1058 exposiciones de arte de más de 780 artistas.

 

Cabe recordar aquí a las excelentes muestras ganadoras de los años anteriores: “Prófugos del mar” de Rosamar Corcuera (2013), “Divinas” de Gino Ceccarelli (2014), “Luz Letts. Obra Reunida. Retrospectiva 1991-2015” (2015), “Raíz” de Joan Alfaro (2016), “Delirios crepusculares” de Lennin Vásquez (2017), “El alma del árbol” de José Antonio “Cuco” Morales (2018), “Canto y gemido de la tierra” de Rosamar Corcuera (2019) y “Esperando el verano” de Juan Pastorelli (2023). Debido a la inesperada pandemia y el inevitable confinamiento, en los años 2020, 2021 y 2022 no realicé listas anuales, aunque sí visité varias exposiciones en cada uno de esos años (aunque no eran lo suficientemente numerosas como para elaborar listados).

 

Por cierto, he tratado que la lista del año 2024 sea lo más integral y justa posible, por ello no solo han sido seleccionadas muestras individuales o colectivas que incluyen artistas limeños, sino también de otros departamentos, como Junín (Marilya Hinostroza), Ucayali (Roldán y Harry Pinedo, además de Diana Riesco-Lind), Lambayeque (Rubén Saavedra Cobeñas), Ancash (Aquiles Rondán Huamán), Arequipa (Nereida Apaza, Nicole Lazarte, Romane Rojas, Ricardo Córdova y Teodoro Núñez Medina), La Libertad (Gerardo Chávez y Paolo Vigo), Puno (Millard Llanque) y Ayacucho (Gloria Quispe y Antonio Pareja). En el sector cultural, muchas veces se critica que las listas de arte publicadas en los medios de comunicación estén pobladas solo con nombres de artistas capitalinos, que exponen únicamente en las galerías de los distritos más pudientes. Por ese motivo, a lo largo de los años, siempre he procurado incluir artistas provenientes de todo el país.

 

Ahora, las 31 exposiciones más interesantes (de las 70) que vi en el año 2024 son:

 

1. “Otras historias. Pinturas 2018-2024” de Iván Fernández-Dávila.

2. “Los ojos abiertos” de Héctor Urrunaga.

3. “Circo de la Vida” de Augusta Sarria.

4. “Lima en la obra de Fernando Guembes”.

5. “Fracturas Urbanas” de Teodoro Núñez Medina.

6. “Naturaleza, agua y color” de Aquiles Rondán Huamán.

7. “Sucesión” de Rubén Saavedra Cobeñas.

8. “Huaylarsh, Pintura Documental” de Marilya Hinostroza.

9. “La comunión de los reinos” de Mateo Cabrera.

10. “El buen lugar. Pinturas y dibujos 2017-2024” de Ramiro Llona.

11. “Punto de fuga” de John Chauca Laurente.

12. “Jardines para Eva” de Diana Riesco-Lind.

13. “Portal a la esencia interior” de Melanie Jost.

14. “Habitados/Deshabitados” de Ricardo Córdova.

15. “Singles, covers y remixes” de Marcel Velaochaga.

16. “Doble exposición” de Rafael Moreno Lozano.

17. “Cola de ballena. Una historia pintada” de Hernán Sosa.

18. “El árbol de la muerte” de Hugo Salazar Chuquimango.

19. “Rostros del Bicentenario” de Bruno Portuguez.

20. “Escultoras contemporáneas: La sutileza de las formas”. Colectiva de Silvia Westphalen, Ana Cecilia Farah, Melissa Dupont, Iliana Scheggia, Isabel Rejtman, Michiko Aoki (Japón), Maricruz Arribas, Rocío Rodrigo Prado, Sylvie Priou (Francia), Claudia Caffarena, Sandra Cáceres, Jessica Schneider, Carmincha Mulanovich, María Fe Florez-Estrada, Rosario Dellepiane de Pinasco, Gianna Pollarolo y María Gracia Ego-Aguirre.

21. “Kafka 360 grados. Un siglo sin Kafka”. Colectiva de Gerardo Chávez, José Tola, Víctor Chab (Argentina), Antonio Pareja, Jorge Vigil, José Luis Cuevas (México), Iván Fernández-Dávila, John Chauca, Akira Chinen, Rubén Saavedra, Hugo Salazar Chuquimango, Renato Rosado, Nicole Lazarte, Fernando Dolorier, Millard Llanque, Kevin Flores, Estrella Bruckmann, Christian Ramos, Diego Zevallos, Arnold Flores, Juan Carlos Julca y Freddy Carreño.

22. “Animales de nuestro bosque” de Roldán y Harry Pinedo.

23. “Ruta Raimondi”. Colectiva de Gala Albitres, Mario Alburqueque, Nereida Apaza, José Luis Carranza, Jerónimo Gonzáles, Alejandro Jaime, Karina Junes y Gloria Quispe.

24. “Homenaje a Carlos Quizpez Asín”.

25. “Rayminchik 2024” de la Asociación de Docentes de Arte y Artistas del Perú (ADAYAP).

26. “Tipas y poncianas”. Colectiva de esculturas sostenibles de Angie Monzón, Alex Quispe, Daniella Ramírez, Elisa Bruce, Kori Barboza, Leonardo Chumbes, María Gonzáles y Mariana Valverde.

27. “Espíritus en el orbe” de Ximena López Urquizo.

28. “Aniquilar la luz o hacerla. Lectura plástica en torno a la poética de Blanca Varela”. Colectiva de Enrique Polanco, Johanna Hamann, Silvia Westphalen, Julia Navarrete, Patricia Eyzaguirre, Armando Williams, Bruno Zeppilli, Eliana Otta, Mariella Agois, Micaela Aljovín, Carolina Bazo, Nani Cárdenas, Elisenda Estrems, Alejandra Ortiz de Zevallos, entre otros.

29. “Un encuentro fortuito. 100 años de surrealismo”. Colectiva de Hans Bellmer (Polonia), Ernst Fusch (Austria), Jorge Vigil, John Chauca, Judith Vergara, Zoraya Cánepa, Jhoel Mamani, Lennin Vásquez, Mateo Cabrera, Paolo Vigo, Ado Martín, Rafael Pascuale, Romane Rojas, Nicole Lazarte, entre otros.

30. “Arte en las celebraciones centenarias del Perú 1921-1924” de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú.

31. “Abstracción. Diálogo entre generaciones”. Colectiva de Iris Arregui, Ramiro Llona, Luis Agusti, Paola Baertl, Vivian Wolloh y Yigal Dongo.

 

El primer puesto es la confirmación del talento de Iván Fernández-Dávila, quien desde hace años viene exponiendo su arte en diversos países de América y Europa. En “Otras historias. Pinturas 2018-2024”, realizada en el Museo Amano de Miraflores, el artista presentó cuadros de gran formato, que bien plasmaban la limeña procesión del Señor de los Milagros, así como alguna escena de baile campestre europeo del siglo XX, siempre con el estilo particular y el uso intenso de los colores que lo caracterizan, que tiene evidentes referencias en el arte del estadounidense David Herskovitz, el puneño Víctor Humareda y el argentino Carlos Alonso. Además, algunos cuadros de Fernández-Dávila podrían ser escenas de una película del gran director italiano Federico Fellini, pero llenas de rojos, azules, verdes y naranjas realmente expresionistas. Esta exposición representa la consolidación de su relevante lugar en las artes plásticas contemporáneas de nuestro país.

 

Mientras que Héctor Urrunaga sorprendió con sus cerámicas de rostros humanos (como un estudio profundo de las emociones) y también de cráneos amenazadores de aves. Lo animal y lo humano se complementaron en varias de las obras aquí mostradas. Varios de sus personajes estaban enmascarados. Y muchos de sus rostros remitían a dibujos realizados por Leonardo da Vinci. Igualmente, su impactante trabajo de cerámicas “Tengo una cara” bien podría haber formado parte de algún perturbador film del estadounidense David Lynch. Tras ver la exposición “Los ojos abiertos”, en el Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores, el espectador pudo salir fascinado o desconcertado, pero de ninguna manera indiferente.

 

Finalmente, el año 2024 se caracterizó por una preponderancia de la pintura en la mayoría de exposiciones de arte visitadas y también por un incremento en la cantidad y la calidad de las muestras colectivas presentadas (como las ocho seleccionadas en esta lista, cifra mayor a cualquier año previo). Aparte, hay que destacar una propuesta innovadora como la de “Tipas y poncianas”, donde se trabajaron esculturas sostenibles, es decir, con una finalidad ecológica. Del mismo modo, es necesario aplaudir el trabajo de la Galería Martín Yépez (Lima), la Galería Germán Krüger del ICPNA (Miraflores), el Museo Andrés del Castillo (Lima), el Centro Cultural Peruano Japonés (Jesús María), el Centro Cultural Ricardo Palma (Miraflores), el Museo Metropolitano de Lima, La Galería (San Isidro) y el Centro Cultural Inca Garcilaso (Lima), puesto que son los espacios de arte donde mayor cantidad de exposiciones de calidad se vienen realizando durante la última década. Asimismo, señalar el trabajo serio de un espacio cultural como Casa Rubens (Pueblo Libre), que a lo largo del 2024 realizó excelentes muestras colectivas de arte, una tras otra. Felicitaciones a todos los seleccionados. Que el 2025 siga trayendo mucha motivación y buena salud para todos nuestros artistas.

 

martes, 21 de enero de 2025

Ramiro Llona

 


“Donde yo me paro para ser y suceder es ante la tela”

 

Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

 

Ramiro Llona Reátegui (Lima, 1947) no es solamente uno de los nombres más importantes de las artes plásticas en el Perú de las últimas cuatro décadas. También es un gran lector y un lúcido analista de la historia del arte nacional e internacional. Al respecto, los veinticinco años que vivió en Nueva York le permitieron tener una visión no aldeana del arte, que es a lo que todo pintor debe aspirar. Igualmente, a lo largo de su privilegiada formación como artista y humanista, tuvo la fortuna de entablar amistad con el pintor Fernando de Szyszlo, el poeta Emilio Adolfo Westphalen y la poeta Blanca Varela. Estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería y artes plásticas en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Obtuvo una beca del Programa Fulbright (1977) y una Beca Ford Studio (1978). Mientras que en el año 2010 apareció un tomo dedicado a su obra en la serie “Maestros de la pintura peruana” del diario “El Comercio”. Asimismo, tanto en Perú como en Chile y Colombia se han llevado a cabo muestras antológicas de su trabajo pictórico.

En la siguiente entrevista, realizada a fines de septiembre del año 2024 en su casa-taller, Llona da detalles sobre su valiosa exposición individual “El buen lugar. Pinturas y dibujos 2017-2024”, realizada en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Barranco, la cual fue una de las mejores del año que pasó. Aquí, los títulos de sus obras denotaban motivaciones religiosas (“El Nuevo Testamento”, “Camino a Damasco”, “El iluminado”, “La resurrección de Lázaro”, “La casa del peregrino”, “La ofrenda (Salomé)” y “La Semana Santa”), reflexivas (“El lugar de las preguntas difíciles”, “El lenguaje del pintor”, “Resistir y no morir en el intento”, “La búsqueda de un ideal” y “La silla de las preguntas incómodas”), misteriosas (“Un asunto de difícil solución”, “El sueño de la geometría”, “La mirada única”, “El abismo”, “La visita” y “El naufragio”) y hasta mitológicas (“El mito de Sísifo”, “La caída de Ícaro” y “Edipo frente a la esfinge”).

Además, Llona (que ha expuesto su arte en más de 60 individuales en Estados Unidos, España, Francia, México, Chile, Colombia y Perú) comparte momentos clave de su vida personal, donde los viajes tienen una importancia fundamental, así como de la muy fuerte relación que mantiene con el acto de pintar constantemente, que es casi una necesidad vital para él. Por otro lado, también se da tiempo para comentar con generosidad sobre los nuevos talentos del arte peruano, como Miguel Andrade, el trujillano Fernando Gutiérrez (“Huanchaco”) y Wynnie Mynerva.

 

Muchas gracias por esta oportunidad. Estamos en el año 2024. Usted hizo su primera exposición en 1976, en la galería Forum. Ya van 48 años de artista. ¿Cómo siente toda esa trayectoria, ya viéndola en retrospectiva?

Sí, son un poquito más. Yo siempre digo 50 años. Porque creo que la primera participación fue en una colectiva, en el año 74, de repente el 75, en la galería Ars Concentra, que es una galería pequeñita, muy linda, en Miraflores, que la hizo la escultora Susana Roselló con Luciano Silva y nos convocaron a varios artistas de la Católica: Alejo Alayza, Salvador Velarde, Ronald Harrison, Maroé Susti y yo. Hicimos una colectiva. Esa fue la primera apertura hacia el público. O la segunda, de pronto. Y esa galería, en un momento, fue muy importante. Y ahí es donde se exhibió por primera vez el cuadro de Tilsa Tsuchiya “Los Mitos”, ese cuadro grande. De repente, la primera muestra colectiva fue en la galería Forum, una muestra de naturalezas muertas, que yo era el único estudiante, el más joven. Habían convocado a todos los grandes artistas para que pintaran un trabajo con este tema específico y yo presenté el mío, que era un trabajo de la escuela. Y me acuerdo mucho del día de la inauguración. Fui como muy nervioso, pues. Y llegando a la puerta alguien me recibió y me dijo: “Oye, se ha vendido tu cuadro”.

 

¡Qué bueno!

Esa fue la primera experiencia comercial. ¿Cómo me siento? Toda persona de mi edad, más o menos, que tú entrevistes, te va a contestar lo mismo: ¡Qué rápido se ha pasado! ¿No es cierto? Uno siente que el tiempo pasa demasiado rápido y parece increíble voltear para atrás. Para tener una noción del tiempo hay que hacer una especie de mirada a todo lo que uno ha hecho. Esa es la única manera que se tiene una noción más real, más amplia de estos cincuenta años. Pero si no, parece que fue ayer. Ahora, yo soy una persona que siempre estoy muy anclada en el presente, en cuanto a mi propia actividad, mi propio suceder, acontecer. Yo soy casi como un gran fanático del presente, estoy muy atento a mis circunstancias personales en el momento. Estar siempre en el ahora, pero con toda esa carga de vida.

 

Y su última exposición “El buen lugar” remite a la pintura, porque para usted la pintura es el buen lugar. ¿Alguna vez ha sentido que la pintura no ha sido un buen lugar para usted? Como muchos artistas, que han vivido contra los demonios. ¿Para usted siempre ha sido un lugar positivo, que le llena de aire los pulmones?

Sí, porque, en realidad, mi fracaso vocacional lo tuve antes. Porque yo estudié arquitectura y avancé hasta cuarto año. Y no era un buen estudiante, no enganchaba con la carrera, no me apasionaba. Yo creo que salimos muy chicos de los colegios. Entras a los 16 años a estudiar una carrera y no estás todavía listo, no estás desarrollado. Ahora los colegios tienen el bachillerato que dura más, entonces los chicos ya entran a la universidad de 18, 19 años. Entonces, yo tuve este desencuentro vocacional. Claro, uno ha olvidado lo que es ser adolescente y lo angustioso que es no encontrar a qué te vas a dedicar en la vida. Era una cosa muy dramática, muy urgente. Cuando yo encuentro la pintura, la encuentro como un amor a primera vista. Pero, en realidad, en la escuela de arquitectura éramos varios que andábamos con problemas vocacionales. Había mucha conversación, mucha lectura, mucha actividad. Veíamos mucho cine, es la época de los cineclubes. Íbamos todos los domingos al Teatro Municipal a escuchar la Sinfónica. Había mucha inquietud. Entonces, una amiga que ahora es cineasta, Mary Jiménez -que le acaban de hacer un homenaje en el festival- me dice: “Oye, Ramiro, hay una señora que enseña a dibujar, ¿quieres ir?”. “Ya, pues, vamos, claro”, le digo. Vamos donde Cristina Gálvez, me da un papel, un carbón, un modelo y me encuentro con lo que quería, donde quería estar el resto de mi vida, en el buen lugar. No es que encuentre una respuesta, pero es el lugar en el cual te haces las preguntas de mejor manera. La verdad es que allí ha habido un trabajo previo muy fuerte de búsqueda. Yo ingreso a la pintura, primero, con la sensación de haber encontrado un lugar. Desde el principio, lo vivo con mucha pasión, mucha entrega, mucho trabajo, mucha disciplina, y caigo en el sitio perfecto, que es la Escuela de Artes Plásticas. Que en esa época la llevaba el profesor Adolfo Winternitz, donde el énfasis estaba en el trabajo, la disciplina y una narrativa un poco épica, de que ser artista no era una profesión cualquiera, sino que tenía que ver con lo que tú eras por dentro, una búsqueda espiritual. Era como una misión en la vida. Entonces, para un joven tardío de veintidós años, entrar a esta narrativa coincidía muy bien con el impulso que llevaba. Y eso no ha hecho más que crecer en su profundidad y su certeza. Ya la pintura no es un trabajo. Nunca lo fue, en realidad. Cada vez más es una manera de vivir. Es dónde estamos, pues, todo el tiempo. Yo siempre le digo a mi esposa, que también es pintora: “Los pintores resolvemos nuestros problemas en la tela”. Nunca he tenido esa duda. He tenido muchas dudas, pero mi asunto, donde yo me paro para ser y suceder es ante la tela.

 

Usted, a sus ya casi 77 años…

Sí, ahorita.

 

El próximo mes.

El 2 de octubre.

 

¿Siente que esa pasión que le desató ese primer encuentro con el dibujo en el taller de Cristina Gálvez, sigue siendo igual de potente ahora que en esa época?

Es lo mismo. Además, hay otro dato que nunca menciono y me he acordado ahora conversando contigo. Leí un libro de Herbert Read, que se llamaba “Arte y alienación” (1967), que no lo he vuelto a encontrar. Debe estar traducido con otro título ahora. Era un relato de pintores, como Van Gogh, por ejemplo, que habían hecho de su desencuentro una cosa casi al borde de ser desquiciados. Habían hecho de eso arte. Yo me acuerdo que leí ese libro y dije: “Ah, pero todas esas cosas que me atormentan, son la materia prima del arte”. Me acuerdo que eso fue una cosa muy importante. Lo que pasa es que también hay la experiencia, ya las preguntas no son tan de piel viva. Uno aprende también a ser pintor. Lo que sí es clarísimo es que fuera de la pintura estoy mal. Yo soy una persona que, si dejo de trabajar un día, dos días, comienzo como a angustiarme, a cuestionarme, a incomodar con mi propia existencia. Eso es muy claro. La realidad del trabajo sigue siendo tan importante, tan urgente. Me gusta la palabra “urgencia”. Es tan urgente como siempre. Lo que pasa es que, como decías tú al principio de la conversación, fuera del micro, yo soy de esa generación de los humanistas, que es justamente heredada de Szyszlo, Westphalen, Blanca Varela, entonces tengo también muchas pasiones. Yo leo mucho, por ejemplo.

 

En las cartas que le escribe Vincent Van Gogh a su hermano Theo, él también menciona lecturas, menciona libros.

Sí. Era un gran lector también. Yo he leído las cartas, por supuesto, su biografía, pero me había olvidado de ese dato.

 

Y eso se ha perdido bastante en esta época postmoderna o hipertecnologizada del siglo XXI.

Sí. Yo, a raíz de la muestra, que he dado tantas entrevistas, he hablado mucho de eso. Yo soy como una bisagra, digamos, entre la generación del 50 y lo que viene después mío. Y mi formación ha sido esa. Entonces, tú con Blanca Varela, con Westphalen, con Szyszlo, te dabas cuenta que estaban enterados de todo realmente. De la poesía, del teatro, de la pintura, obviamente. Szyszlo era un gran apasionado al cine, a lo de ahora, lo contemporáneo, lo histórico. Eran personas como renacentistas. Yo creo que había una conciencia muy clara de que todo eso alimentaba su trabajo. Que ser un ser humano de cierta dimensión, de cierta profundidad, era ser eso. Era estar interesado y apasionado por la poesía. Todo eso ha desaparecido mucho. Pero no solo ha desaparecido eso. A veces, da la sensación que la gente joven, los curadores, creen que todo esto se origina en el vacío. Hay una especie de negación de la memoria. El trabajo que se hace, contemporáneo, postcontemporáneo, va a lo novedoso, a buscar qué es lo nuevo, qué es lo que va a definir la pintura peruana, qué es lo que está sucediendo en las ferias. Es siempre lo novedoso. Yo hace mucho tiempo que no veo intereses profundos, reales, en lo histórico. Y yo he estudiado de otra manera. Me he formado en la idea de que lo que uno hace es simplemente una reelaboración de la tradición, en una transición hacia lo de adelante. Esa es la manera como estoy formado. Ayer vino a entrevistarme alguien para algo de la Católica, justamente. Están haciendo un libro sobre Winternitz y le decía eso: “Yo vuelvo a la historia del arte con constancia”. Nosotros tratamos de ir a periodos específicos, además. Ahora, yo estoy muy enganchado con la pintura del Quattrocento italiano, con Giotto, Fra Angélico, Piero della Francesca. Hacemos peregrinaje para visitar estas obras. De repente, hablas con un chico que tiene cierto éxito, que tiene unos cuarenta años y, más bien, hace su peregrinaje por las ferias de arte. Ha cambiado mucho eso. No sé qué viene primero, pero ese cambio implica otra narrativa.

 

Antes era la mística del arte y ahora es el mercado del arte. Tal vez sea eso.

Claro, pero probablemente también tiene una explicación que va un poco más allá, que es más trascendente. Hace mucho tiempo que no escucho, por ejemplo, hablar de los valores humanos, de las búsquedas constantes, de las urgencias de definir el ser. Ha cambiado la narrativa, la manera de referirse al trabajo artístico.

 

¿Usted considera que su arte es emocional o es un arte intelectual? Sus obras ya plasmadas en los lienzos.

Es todo. Es un arte vivencial, es un arte existencial. Incluso, el proceso. Sobre todo, lo que estoy exponiendo ahora. Es el trabajo de los últimos ocho años. Son unos trabajos muy grandes. Me demoro mucho en ellos: seis, ocho meses. Entonces, hay espacio para todo. El primer ingreso a la tela es una marca, un trabajo muy expresionista, muy suelto, muy rápido, justamente, tratando de ir más rápido que un registro consciente. Pero de ahí empieza un trabajo que yo no sé si es intelectual, pero sí tiene que ver mucho con la mirada. En el sentido de que hay mucha observación. Yo todo el tiempo estoy mirando la pintura. Hay un diálogo. Mi mirada está muy concentrada, muy enfocada en el lienzo y empieza un diálogo. Lo que veo en el lienzo comienza a demandar una respuesta en mí, que se va a dar en términos plásticos, en color, figura, línea, en una manera de organizar, de manejar el espacio.

 

¿Qué tienen los amarillos y los rojos que le atraen tanto y que son tan marcados en sus obras?

No sé. Seguramente busco ciertos contrastes, cierta vibración, generar cierta atmósfera, en la cual suceden asuntos que habitan el espacio en la bidimensionalidad de ese lienzo en particular.

 

Justo son colores cálidos.

Sí, son colores cálidos.

 

Siendo un humanista usted, es como que hay congruencia entre esa calidez mental…

Sí.

 

…o actitudinal y la pictórica.

Incluso, las formas que son oscuras están iluminadas de frente también. Es una oscuridad que no proviene de un claroscuro, sino que es un contraste con el color que domina la tela o que contrasta con los colores que tiene a los costados. Yo creo que el arte pictórico, la pintura, en general, es un lenguaje con una complejidad, una consistencia, una concentración de significado, que es como hacer música. Lo que pasa es que yo no sé por qué a la pintura -seguramente porque es visual- hay toda una exigencia de relato. Quieren que signifique cosas y que la describas como si describieras una novela o el argumento de una película. Y quizás la pintura está más cerca a la poesía. Y, definitivamente, está más cerca de la música. Claro, uno puede hablar de que la música sucedió en un contexto específico, histórico, que van a haber influencias y va a generar una historia. Va a generar influencias también, pero la música se significa a sí misma. Puedes hacer unas metáforas, puedes generar una cosa simbólica, pero la música se significa a sí misma. La pintura es igual. Desde mi experiencia de pintor, cuando me enfrento a una pintura de un pintor que me interesa… Por ejemplo, hoy he hablado de Fra Angélico. Para mí, la historia que relata -ahorita estoy pensando en ese conjunto de frescos que hay en la iglesia de San Francisco en Arezzo (en Italia)-, que es la leyenda de la verdadera cruz, que cuenta que las cruzadas van a buscar el verdadero madero con el cual se construyó la cruz en la que fue Cristo crucificado. Entonces, el fresco relata esto. Es bien interesante, porque, además, las reliquias eran importantísimas. Se construían templos, se hacían narrativas históricas, sociológicas, antropológicas, en base a la mandíbula de San Francisco de Asís. Había un tráfico de reliquias falsificadas y todo. Tenía mucho sentido esta narrativa de la leyenda de la verdadera cruz, porque seguramente había muchas que eran falsas. Entonces uno mira otras cosas. Mira la inmensidad del fresco, la inscripción del fresco y la arquitectura de la basílica, cómo está organizado el espacio, cómo los personajes dialogan entre sí, cómo el color habita toda esta narrativa y la historia realmente no es lo más importante. ¿Qué puede significar 700 años después esa fábula? Y, sin embargo, es fascinante. Uno va, te atrapa, te hipnotiza y te quedas ahí. Te fascina. Yo hago ese peregrinaje todos los años. Habré vuelto veinte veces y ahora nos vamos de nuevo. Y siempre con urgencia y buscando ese diálogo con la imagen. Es mucho más que lo que se ve, que lo que relata. Yo creo que uno debe trasladar eso también a la pintura contemporánea. Debemos tener el derecho de pintar desde ese lugar. Ahora que hablabas de la falta de ideas y todo, lo que sí abunda es una intención de focalizar y sistematizar ciertos hallazgos. Por ejemplo, ahora es lo amazónico. Está en todo. Los curadores, los historiadores han descubierto, están recuperando… Está bien eso. Lo que está mal es que eso excluya todo lo demás y se convierta en una especie de verdad única y total. La pintura trataba acerca de todo, y uno tenía que tener el coraje y la ambición ética de abarcar la realidad en su totalidad. Probablemente, el discurso también. Probablemente, si tengo la suerte o el privilegio, alguien hablará de eso. Desentrañará algo de lo cual yo no soy consciente y no me interesa mucho ser consciente. Acabo de leer una frase de un pintor francés que decía: “En pintura, lo más importante es de lo que no se puede hablar”.

 

Claro. Igual que en la poesía.

Eso era clarísimo. Igual que en la poesía. La gente habla de los silencios. Yo cometí el mismo error de que “la poesía es la palabra”. Yo creía que la poesía decía cosas específicas. Y un día, conversando con Blanca (Varela), le dije eso. Me dijo: “En la poesía lo que importa es lo que no se dice, los silencios, los vacíos”.

 

Todo lo que está detrás del mensaje.

Exacto.

 

A mí, por ejemplo, de su exposición actual “El buen lugar”, hay una de sus pinturas (“La resurrección de Lázaro”), que son como varios personajes de pie, todo geométrico, y parece que estuvieran con los brazos extendidos. Entonces, ahí yo vi una especie de metáfora. A usted le gustan mucho las escaleras, como que siempre hay un camino hacia algo. O un paso hacia algo. Eso es lo que algún espectador que ha visto su obra, más o menos, puede intuir. Yo quería saber si usted realmente quería transmitir esta especie de mensaje de paso o de la búsqueda de personajes hacia algo.

Yo no veo escaleras. Eres la segunda persona que me dice escaleras. Yo veo perspectivas y las divido para marcar una cosa realmente pictórica, de composición, pero sí son perspectivas. Pero después niego la perspectiva, porque reafirmo la bidimensionalidad. En alguna época de mi vida yo he hablado mucho de umbrales. Los personajes pasaban umbrales, venían a través de umbrales. El paso a través de un umbral, definitivamente, es una iniciación, una transformación o, en todo caso, una curiosidad. O un paso de una cosa hacia la otra. Hay un cuadro así: dos personajes van a pasar por un umbral hacia una luz verde. Acá arriba aparece una luz muy amarilla, que es lo que va a iluminar. Entonces lo miré y pensé: es el paso del camino a Damasco, porque me hizo acordar la historia de Saulo que se transforma, que se ilumina. Una acotación que es importante es que toda esa geometría que organiza los umbrales, las perspectivas, todo eso ingresa al final, es lo último que hago en la pintura. Y la gente, como yo he estudiado arquitectura, piensa que yo diseño los cuadros con toda esa cosa geométrica. No. Es una cosa muy informal. Lo primero que se definen son los colores, las atmósferas, los movimientos. Y, de repente, esas formas que están en movimiento y relacionadas las unas con otras, comienzan a perfilarse, a adquirir ciertos rasgos, ciertos contornos. Y, en mi cabeza, ciertos géneros son masculinos, femeninos. Comienzan a relacionarse entre ellos de cierta manera, con cercanía, con lejanía, rechazo, empatía. Hay un mobiliario. Son millones de millones de datos. Al final, entra la geometría dura, que es lo que organiza en segmentos de color, de espacio, esta narrativa para organizar el movimiento y acentuarlo. Tengo un cuadro que estoy terminando ahora, que se llama “Escena doméstica”. Por ejemplo, la geometría dura estaba arriba a la izquierda, en un momento cambio eso, lo convierto en una cosa espacial y pongo la geometría dura más al centro y, de repente, todo lo que es el movimiento y los personajes se aglomeran, se genera una tensión. Entonces, si es verdad lo que te digo, creo que el cuadro cuenta su propio desarrollo. Cuando el cuadro está llegando a solucionarse, yo ingreso con esta geometría, que establece y define la narrativa de su propia memoria, su propio desarrollo. Y después hay una lectura final, que es muy anecdótica, que le comienzo a ver las formas, me comienzo a imaginar una pequeñita historia, como lo que te acabo de contar de Damasco. Hay un par de personajes o una pareja o un bisexual que está pasando a través de una luz para iluminar, para transformarse. Lo que tenemos a la mano no son las historias del Nuevo Testamento. Que son las grandes metáforas que nos han explicado durante dos mil años.

 

Y usted ya no es solamente el pintor que se le ve en la galería, el museo o el centro cultural. No. Ahora, otras áreas del conocimiento también llegan a usted para analizar la realidad. Como lo que ha pasado con este conversatorio que ha habido, de psicoanálisis y arte, que contaba con Jorge Bruce…

Sí.

 

…como uno de los panelistas.

Y Olga Montero.

 

Sí. ¿Qué siente usted de esto? ¿De que su arte sirva para ser un punto de análisis a partir de otras áreas del conocimiento?

Otras disciplinas. Me parece muy entretenido, muy divertido el asunto. Dicho sea de paso, la charla estuvo fantástica, porque Olga y Jorge son dos personajes, pues. Grandes humanistas, además. Olga, además, es escritora. Una escritora profesional, aparte de psicoanalista. Escribe novelas, con mucho éxito parece. Y, por otro lado, es una gran psicoanalista y una militante del asunto de género y asuntos de sexualidad femenina. De igualdad de género. A Olga la acabo de conocer, pero como yo le dije la vez pasada, es como si fuéramos mejores amigos de toda la vida. Hubo una empatía inmediata. Y a Jorge sí lo conozco de toda la vida, desde la universidad, y hemos compartido muchísimas cosas. Jorge es un gran lector también. Está muy al tanto de la novela, de los ensayos, es un gran estudioso y es un hombre con un nivel profesional altísimo. Acaba de ser Chairman de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Entonces, dos personas con un grado profesional altísimo y que hicieron ciertas lecturas de mi trabajo desde el psicoanálisis. Los dos coincidían en que no se puede hacer una lectura inmediata psicoanalítica, interpretativa, ni de lo que sucede en el cuadro ni a través del cuadro psicoanalizarme a mí. En este caso, al creador. Pero hicieron referencias a Freud, obviamente, porque Freud tenía un interés muy concreto sobre el arte, sobre ciertos pintores, ciertas obras. Lo que pasa siempre es que la gente también quiere escuchar qué opino yo acerca de eso, entonces, claro, me hicieron unas preguntas. Yo me explayé sobre el asunto. ¿Qué pienso yo? No me tomo con mucha seriedad como persona y menos aún como personaje público. Me parece que esa es una especie de enfermedad de la gente con cierto éxito profesional. Todos se vuelven medio importantes y medio señorones. He trabajado mucho en mantener los pies muy pegados a la tierra. Entonces, con el éxito y estas cosas, siento una especie de placer, una satisfacción, que trato de que no me afecte mucho en mi vida personal. Como yo le decía a un amigo la vez pasada: es como quien te da una palmadita en el hombro y te dice: “Oye, ¡qué bien! Te felicito”. Pero, al menos de manera consciente, no ingresa con mucha importancia a mi vida cotidiana. Es una reafirmación, definitivamente. Así como eso sucede de manera buena, hay también gente que opina todo lo contrario. Que devalúa mi trabajo, que no les parece importante lo que hago, que no tengo un contenido específico, que no soy políticamente correcto, que equivalen el éxito a la frivolidad, que me asocian a la escuela neoyorquina de manera peyorativa. Ocurren narrativas muy estructuradas, en ese sentido.

 

Por lo general, los que más critican, son los que menos hacen y los que menos éxito tienen.

Sí, pues. Claro.

 

Vienen del lado de los que se sienten menos. Por lo general, vienen desde ahí las críticas.

Yo lo sé. Yo le decía la vez pasada a un pintor: “Esa gente escribe acerca de lo que nosotros hacemos. Cada cual en su lugar. Nosotros sigamos haciendo cosas y que ellos sigan escribiendo acerca de lo que nosotros hacemos. Eso ya genera una jerarquía”. A menos que esa gente pretenda que si hace una crítica muy mala uno va a modificar o ellos van a modificar la comprensión de la historia del arte en el Perú. Por otro lado, le decía la vez pasada a una persona: “Yo he vivido 25 años en Nueva York y realmente he bebido mucho del expresionismo americano, entre otras cosas. Obviamente, entre muchas otras cosas”. Pero ellos se fijan por mi estadía en Nueva York, que es una época que coincide con un momento muy fuerte del antiimperialismo yanqui. Yo le decía a este amigo: “Es como que yo hubiera vivido en los 20s en París y me criticaran porque me influencié de Picasso, me influencié de Matisse. O decía que Cezanne era mi padre pictórico, ¿te das cuenta?”.

 

Claro. No había forma de evitarlo.

No. Además, es ridículo. Porque uno va a eso. Uno va a beber del momento donde se está dando la gran pintura contemporánea. Y en ese momento era Nueva York. Y, ahora, para la calma de los críticos, me estoy refiriendo mucho a la pintura del Quattrocento. Pero, ¿qué dirán ahora? No, es una tontería. Por ejemplo, yo leo mucho también sobre pintores. Y para calmar a mucha gente, ahora estoy leyendo una historia de Philip Guston, su biografía, y él tenía una pasión también por Piero della Francesca. Y su pintura no tiene nada que ver. Pero el arte va por otro lado y nuestros intereses, nuestras miradas, nuestras pasiones se organizan por otros asuntos.

 

Yo lo mencionaba porque de los muchos artistas con los que he podido conversar y otros que he podido entrevistar, quieren llegar no al éxito económico, quieren llegar al éxito intelectual, que sea reconocido su trabajo como un producto cultural, un producto intelectual, que pueda ser revisado o visto en las universidades. Pero muchos no llegan. La gran mayoría no llega. Y usted ya llegó. Además, se le analiza no de manera póstuma -como a muchos artistas-, sino en vida, que es algo que pocos artistas lo logran.

Lo que pasa es que hay, en el mejor sentido de la palabra, una cuestión de amistad de tu parte, de empatía. He dado muchas charlas. Como yo no soy un académico ni parto de un aparato teórico, lo cual no significa que todo el tiempo no esté leyendo o informándome, entonces, tampoco llego a las charlas con un papel escrito. Llego, los miro a los chicos y comienzo a hablar, es una interacción de mi parte. Al principio, del lado de ellos, silente, de escucha, pero yo estoy ahí mirándolos, cómo reaccionan. Yo no categorizaría ni adjetivaría mi trabajo frente a los estudiantes. No les diría: “Esto es bueno por tal razón” o “Yo vengo directamente desde tal cosa”. Pero sí me gusta hablar mucho del proceso. Primero, porque es de lo que más sé. Porque estoy muy cerca al proceso, es lo que hago veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Y entonces, les trato de comunicar qué es ser pintor, qué es mirar arte, qué es pintar, qué es desarrollar un cuadro o un proceso. Y los chicos responden bien. Primero, porque esperan otra cosa. Ellos se comienzan a interesar, creo yo, porque se comienzan a generar referentes a su propio trabajo. Se comienzan a identificar con sus propias búsquedas. Y después viene ya el momento de las preguntas y es fantástico, pues. Y muchas veces he escuchado, como un feedback, que se asombran de mi horizontalidad. Eso me da mucha satisfacción. Se sienten como yo. Ya no me están viendo como el de arriba encima del de abajo.

 

El señor.

Sí. Sienten que es un ser humano hablando con otros seres humanos. A mí me interesa mucho eso: hacer muy clara la posibilidad de que se pueden hacer cosas de ese tamaño, con esa ambición, con ese empuje. Sobre todo, en un país y en una ciudad donde el apoyo al arte, a veces, es muy básico. No hablemos del Ministerio de Cultura, que es espantoso. Los presupuestos son los más bajos de todos los ministerios. El Estado no se interesa por la cultura, lo cual es una tragedia, con el patrimonio cultural extraordinario que tenemos. La cultura es, en todo sentido, la última rueda del coche. Y ahora que hemos hablado de lo postcontemporáneo también: los pintores, de pronto, son lo último que importa. Primero están los museos, los historiadores, las galerías, los curadores.

 

Los curadores están antes del artista (injustamente).

Claro. Y todo eso se organiza en base al trabajo que hacemos en el taller.

 

Exacto.

Entonces, también se ha perdido ese… Ya no digamos “respeto”, porque es pedirle mucho a este momento tan irrespetuoso en el cual vivimos, que se ve en el trato cotidiano, en el tránsito, en el uso del lenguaje, la gente es soez. Se ha perdido el respeto a los mayores, a los maestros.

 

Sí.

Se ha perdido el asombro. Yo a Blanca, a Westphalen, a Szyszlo, teníamos un trato cotidiano, como el que estoy teniendo contigo. En mi caso, eso estaba estructurado por la admiración y el asombro. Además, con las ganas de… como una gigante aspiradora existencial, de absorber esa experiencia de esa persona que yo tenía el privilegio de estar al frente por un par de horas.

 

Como una esponja.

Una esponja. Eso se ha perdido. Y, además, es una actividad humana. Un ser humano coincidiendo en un instante con otro ser humano. No llegar con una agenda muy marcada, sino permitir que se dé con una complejidad, como dos galaxias que interactúan.

 

Eso corresponde, pues, a una falta de ego que no es la que tienen la mayoría de artistas. Al contrario, les sobra ego. Es por eso que usted, de repente, puede manejarlo de esa manera.

Yo siempre tuve éxito. A veces más, a veces menos. A veces, ese éxito se reflejaba en una situación económica, a veces no. Yo he tenido, durante muchos años, momentos de carestía económica, pero fundamentales. Donde tomar una Coca Cola o un vaso de agua era una decisión económica. Pero años seguidos. Uno no se va, uno no emigra para vivir en una situación de comodidad, uno emigra para jugársela. Pero en Lima, antes de irme la primera vez, yo tenía mucho éxito en las exposiciones. Se vendían en el primer día, en la primera noche. Recuerdo la primera exposición en Forum, la que mencionaste, en el 76: definitivamente, se vendió. La gente se peleaba por comprar cuadros. Querían comprar dos, tres. Me decían: “No, solo se puede comprar uno por persona”. Nos reíamos de eso.

 

En ese momento, era usted figurativo.

Era más figurativo. Digamos, estas formas que tú ves (en sus cuadros) tenían una sexualidad, lo cual te hacía, más o menos, darte cuenta que era un personaje masculino o femenino.

 

De lo que yo he visto de su obra, después de los 80s usted se vuelve menos figurativo.

Había cabezas, había dientes, tanto en la cara como en... Y eran claroscuros muy dramáticos. A pesar de eso, la gente lo compraba. Al día siguiente, fui a almorzar. Era mi rutina almorzar en la casa de mi madre todas las mañanas. Y ahí mi mami: “¡Qué lindo! ¡Qué tal éxito anoche!”. Entonces, mi mamá, que era muy sabia, voltea y me dice: “Pero que no se te vaya a subir a la cabeza”. Yo la quedé mirando y le dije: “Parece que no me conocieras, porque todo este trabajo que yo hago, todo este esfuerzo, es justamente para liberarme de esas categorías. Yo no voy a trabajar tanto y no voy a conseguir tantas cosas para aprisionarme dentro de una situación adjetivada, dentro de categorías que son paralizadas y paralizantes”. Yo eso lo tuve siempre muy claro y llevé mi adolescencia lo más lejos que pude. Mi asombro, mi anarquía, mi rebeldía.

 

Usted cumple con ese requisito: el artista tiene que ser un rebelde.

Si tú no miras a la sociedad desde un lugar crítico o de preguntas -ya si te incomoda la crítica-, de asombro, no mueves nada. Porque, además, los sistemas sociales tienden a sistematizarse. Esa es una decisión. Y dentro del arte también. Las escuelas de arte son eso. Tanto las escuelas donde se estudia arte, como los ismos: abstraccionismo, expresionismo. La definición es justamente la sistematización de lo nuevo que se detiene y entonces lo otro avanza. Ahora estoy leyendo un libro bien interesante, que es una historia comparativa entre Tiziano, Tintoretto y Veronese, que, por la larga vida de Tiziano -porque él llevaba treinta y cuarenta años a los otros dos-, coincidieron sus procesos en Venecia, en un momento de mucha efervescencia artística. Hubo mucha competencia entre ellos y, a la vez, mucha retroalimentación de los trabajos de los tres. Y el libro empieza diciendo: “Para nosotros no era Tiziano, Tintoretto, son los maestros”. Es el epítome del maestro. Pero no nos olvidemos que, en su momento, eran pintores contemporáneos.

 

Claro.

Y que proponían cosas nuevas y que eran absolutamente revolucionarios. Yo creo que uno tiene que vivir de esa manera. Yo he identificado, con mucha claridad, varios procesos de maestros que, hasta cierto momento, hay mucha búsqueda, mucho impulso, asimilan lo que está a flor de piel, en el aire, y lo reelaboran, lo reinterpretan. En el momento en el cual todos quieren ser el pintor oficial peruano. Y los procesos se pasman. Cada uno que haga su lectura y su interpretación de lo que estoy diciendo, pero los procesos se pasman, comienzan a ser nombres y a trabajar en eso. Y el público responde favorablemente, porque el público también es conservador. Al público le gusta que la persona que entre a su casa, a tres metros diga: “Ah, oye, tienes un tal” o “Tienes un tal otro”. Entonces, los pintores comienzan a trabajar dentro de un lenguaje ya muy establecido y pintan en mitad de camino entre la obra y el espectador. Le da al espectador un producto medio digerido y el espectador se vanagloria en su conocimiento y no es consciente de que le están robando lo que es más rico del proceso: el desconcierto, las profundidades. Es como la gente que lee un título en un cuadro y quiere leer eso en el cuadro y su experiencia se limita a eso. O se frustra porque no lo encuentra.

 

Ellos quieren encontrar un producto, pues.

Un producto, claro.

 

No quieren nada complicado.

Claro. Yo siempre he sido un antiestilo. Y como ves tú, mi pintura cambia mucho durante los años. Incluso, tú vas a ver mi exposición de ahora en el MAC y cada cuadro es diferente al otro. No son variaciones de un asunto. Y, sin embargo, tú te das cuenta que han sido pintadas por la misma persona. Y eso Westphalen lo rescataba. Te estoy hablando del año 80 y tantos. Hace cuarenta años, Westphalen decía: “Y lo más extraño en él es que no se repite”. Es algo que uno encuentra con mucha dificultad hoy en día.

 

Ya que mencionaba a Emilio Adolfo Westphalen, yo hace poco entrevisté a Silvia, una de sus hijas, y justo tiene una coincidencia con usted: que ella también estuvo en el Instituto Pratt.

¿Silvia ha estado en Pratt? No sabía.

 

Sí. Me preguntaba yo cuál era la atracción del Instituto Pratt para que los artistas quisieran estar allá. Porque usted fue becado para allá por la Beca Fulbright.

En el 77.

 

En ese momento, ¿qué era lo que más ofrecía para los artistas como usted o como Silvia Westphalen?

No sé el caso de Silvia. Además, como te digo, no sabía. Pero yo en la escuela estaba muy cercano a Szyszlo. Entonces, cuando uno se gana la beca, para poder implementarla, tienes que postular a varias universidades, a las cuales ellos te van a mandar becado. Y yo postulé a muchas en la costa del este, en la costa del oeste. El Rhode Island School of Design. Yo diría, con muy buenas notas, mi perfil era muy adecuado. Me aceptaron en todas. Pero conversando con Szyszlo me dijo: “No, te tienes que ir a Nueva York, porque es en Nueva York donde están pasando las cosas hoy en día. Y, finalmente, tú tienes una formación extraordinaria”, porque la escuela era muy buena. A estándares internacionales. “Lo que es importante es lo que tú vas a ver en las galerías, en los museos, en la calle”, me dijo. “Y, en este momento, Nueva York es donde está sucediendo todo”. En realidad, la escuela es muy simpática, conoces gente, todo, pero en sí no recuerdo que me haya aportado algo nuevo. Porque, incluso, los ejercicios eran los mismos de la Católica. Porque la enseñanza de la pintura en la segunda mitad del siglo XX, todo eso proviene de la Bauhaus, como provenía la escuela de nosotros. Más aún Winternitz, que era un vienés muy cercano a esas escuelas. Lo que sucede es que yo llego todavía a Nueva York cuando lo que se ve en las galerías es el coletazo final de un arte conceptual. Todavía estaban las ideas pegadas con tachuelas en papeles en las galerías. No encuentro lo que quería, lo que estaba buscando. Regreso, estoy unos meses acá y me voy a Europa, porque estaba buscando una ciudad en la cual pintar y, al final, me compro una mochila y hago un viaje que dura como un año. Llego hasta el sur de Egipto. Viajo como a 55 ciudades. Yo decía: “Hice mi historia del arte hacia atrás”. Porque voy a Francia, Italia, Grecia y Egipto. Y cuando regreso a Lima, después de un año, me doy cuenta que la ciudad a la que quiero ir es Nueva York. Entonces, me voy a Nueva York a terminar la universidad, no termino, me alquilo un cuarto, un taller, empiezo a trabajar y estoy ahí a los inicios de los 80. Que es cuando regresa la pintura a Nueva York, pero como si hubiera regresado un fin de semana. Porque llegan los nuevos salvajes alemanes, la transvanguardia italiana, los neoexpresionistas americanos y la ciudad se llena de pintura. Se llena de eso que yo había ido a buscar. Los grandes formatos, así como los formatos heroicos de los De Kooning, Rothko, Pollock, llega toda esta gente joven. Y las galerías se llenan de pintura. Tú salías un sábado en la tarde y había una exposición de Schnabel, había una exposición de Sandro Chia. Era alucinante. Era como el museo de lo contemporáneo en la calle. Yo me acuerdo haber entrado un día a una galería, creo que es Sperone Westwater, y haber visto un cuadro enorme, de cuatro por cinco metros, que se llama “El mito de Sísifo”.

 

Cuadros más grandes que los suyos.

Mucho más grandes. O yo los recuerdo mucho más grandes, en todo caso. Podemos averiguar de qué tamaño es. Y era, efectivamente, “El mito de Sísifo”, un personaje, un ser humano empujando una roca hacia arriba. Pero lo particular era que la roca estaba hecha de pintura. Como brochazos de pintura. Creo que vi la pintura y dije: “Pero eso es lo que quiero hacer”. Y regresé a mi taller y creo que no salí en dos meses. Y pinté y pinté y pinté. Cambió mi pintura y, claro, en un momento me dio como temor. Volví a ver la pintura de Sandro Chia y no se parecía en nada a la mía, pero el impulso lo había tenido ahí. Yo escribo en “Vocablo”. Entonces escribí sobre esto, pero volví a ver la reproducción y yo digo, de repente, no me di cuenta, en ese momento no fui consciente, pero lo que me sorprendió fue la metáfora, de que lo que el tipo estaba empujando para arriba era una montaña de pintura, de óleo.

 

Usted justo mencionó hace un rato a su señora madre Elsa.

Sí, Elsa.

 

Y me acuerdo que ella le dijo, cuando usted le reveló que quería ser pintor…

Ah, sí.

 

…“¿Crees que no me he dado cuenta? Voy a tener que resignarme a que seas un artista”. Y mi pregunta era: eso que le dijo su señora madre, ¿ahora cómo se lo diría? “Bueno, ya eres un…”

Primero me dijo… Porque yo le conté todo un cuento, que yo no quería ser mediocre, le conté todo mi drama. Me dijo: “Ay, hijito, ¿tú crees que no me he dado cuenta?”. Y se quedó pensando y me dijo: “Ya, pues, me tendré que resignar a que seas artista”. Pero yo fui a la Católica, comencé a trabajar mucho y teníamos medios económicos muy exiguos. Entonces pedí una reclasificación con una beca, en esa época existían. No pagabas la universidad y te daban un estipendio mensual a los seis meses. Por lo menos, el asunto económico dejó de ser una preocupación para ella y después vino lo que te he contado, el éxito. Pero lo más bonito fue cuando ella me fue a visitar la segunda vez en Nueva York en el año 82, 83, cuando yo estaba teniendo mi primera exposición, pero no le dije nada.

 

En Nueva York.

En Nueva York ya. La galería quedaba en la avenida Madison, que es una de las avenidas principales más importantes de Nueva York. La galería estaba en el segundo piso, entonces tenía su anuncio en el primer piso, en la entrada.

 

Un banner.

No era un banner, era una vitrina, pero estaba la foto de mi cuadro y mi nombre bien grandazo: Ramiro Llona. Me acuerdo la dirección: era Madison 1000. Y yo la traje por ahí caminando de noche, ella miraba todo, es una persona muy atenta a las cosas, de repente hizo así y se encontró de golpe con mi nombre, con el cuadro y el anuncio de la exposición. Se emocionó muchísimo, pues. Yo creo que ese fue el momento más fuerte para ella, en este sentido. Después ella ha llegado a ver muchas… Sí, ha visto mis retrospectivas. En el MALI, la primera. Entonces estaba muy tranquila.

 

En 1998.

Sí. En el 98… Mi hijo Cristóbal va a cumplir 18, estamos en el 24… En el 2006 ha muerto ella, cuando nació Cristóbal. Entonces, ella ha visto de todas maneras la retrospectiva. Debe haber disfrutado, como los padres disfrutan de esas cosas. Un logro. Y, además, ella tuvo una historia muy dura. Ella fue madre soltera, su padre se murió cuando ella tenía 14 años, entonces, debe haber significado mucho para ella. En el sentido de que tomó la decisión correcta de tener el hijo y de criarlo. Ella me crió sola. Éramos los dos toda la vida. En un momento de la vida, ya estaba viejita, me dijo: “Ay, yo tenía tanta preocupación de qué iba a hacer en mi vejez”. Entonces estaba bien tranquila, porque yo, efectivamente, me he encargado de todo. No tenía que ver ninguna preocupación ella. Yo era buen hijo, además. Cuando estaba en Nueva York y no podía venir, le escribía cartas todos los días. Todos los días. Y ella me contestaba. Y era muy buena madre ella, porque yo, obviamente, me desesperaba, quería regresarme. Y ella me escribía, estaba sola y me decía: “No, hijito, vas a llegar, vas a estar contento un par de semanas, un mes, después vas a estar desesperado para irte. ¿Y qué vas a hacer? Ya no vas a poder regresar, porque no te van a dejar entrar, porque eres ilegal”. Ella tenía esa generosidad.

 

¿Usted es hijo único?

Por parte de madre, sí, soy hijo único. Por parte de padre tenía… -porque ya se han muerto, queda uno nomás- tengo cuatro hermanos más.

 

¿Y a su papá lo conoció?

Sí, claro. Sí, lo conocí. Mi papá estaba vivo y yo estaba muy cerca de él. Incluso, un par de veces durante la vida de mi madre han vuelto a salir, han vuelto a ser amigos. Han sido pareja de nuevo.

 

¿Usted se llevaba bien con su papá?

Sí, me llevaba superbién. Porque, además, yo era muy amigo de mis hermanos mayores.

 

Solo que se separaron en un momento sus papás.

Claro. Ya cuando yo soy adolescente y llego a la universidad, uno de mis hermanos era profesor, otro era arquitecto, entonces teníamos una relación muy frecuente, muy cercana. Almorzábamos con mi papá todos los domingos.

 

¿Y su padre que decía de su pintura? ¿Qué le parecía?

Mi papá, primero le parecía una locura. Imagínate, dejar la arquitectura, que era una profesión muy respetable. Belaúnde, arquitecto, había sido presidente. Estábamos en el pico de la respetabilidad. Pero no era su responsabilidad. Él no me había criado, entonces es diferente. “¿Cómo has hecho esto?” (le decía su padre), pero ya cuando era mayor, ya me iba bien y todo, me acuerdo un día haber subido a visitarlo, porque no podía levantarse de la cama, estaba enfermo, y su mesa de noche estaba llena de recortes, tenía un álbum. Obviamente, había aceptado y estaba disfrutando mucho de…

 

Era su fan también.

Claro, era mi fan… del éxito. Yo no soy un padre que le voy a exigir, de ninguna manera, a mi hijo que haga lo que yo quiero que haga. Más aún, mi hija mayor es poeta y mi hijo mayor me acaba de comentar de que va a ser pintor y ¡qué maravilla! Uno disfruta de los éxitos de los hijos, como los disfrutaría si fuera un abogado de mucho éxito o un doctor de renombre.

 

O un nadador.

O un nadador. Sí, pues.

 

¿Cómo ve usted el arte peruano? No solo ya con los consagrados como usted, de su generación, sino con los nuevos valores. Estos jóvenes de 40, 30 que vienen atrás. No sé si, de repente, ve algo de arte de los más jóvenes.

Después de mí viene la generación de Tokeshi, de Wiesse.

 

Luz Letts.

De Luz Letts, de todos ellos, muy profesionales, de mucho talento, mucho éxito y mucho renombre. Después, muy cercanos, por circunstancias personales, era la gente que tiene 40, 44 años. Alberto Borea, que desgraciadamente falleció. Huanchaco, que es un artista estupendo. Miguel Andrade, a quien yo encuentro enormemente talentoso, con una propuesta siempre nueva, siempre de vanguardia, pero muy sólido, además. Y muchos más. El problema de nombrar a personas es que dejas de nombrar a otros. Y de la gente más joven, quien me ha llamado mucho la atención y he sido muy público acerca de eso, es Wynnie Minerva. Encuentro que es un talento inmenso. Tiene esa cosa desde Lima, Perú, y circunstancias muy específicas: ha estado en San Marcos, ha estado en Bellas Artes, una chica con un origen bastante complejo. Y desde acá ella ha visualizado, imaginado y desarrollado una estética absolutamente contemporánea, internacional. A mí me impresionó mucho eso, desde que comencé a ver el trabajo de ella. Vino acá antes de empezar a viajar. Yo fui muy franco y muy abierto en decirle eso: “A ti te va a ir bien, pero a donde vayas, porque estás montada en la ola de lo contemporáneo”. Debe haber estado muy informada, pero, sobre todo, con mucho talento y mucha ambición pictórica. Hace estos cuadros inmensos, tiene ambición de lenguaje. A mí me hace acordar mucho una cosa que me decía mi psicoanalista Max Hernández… Siempre mencionaba esta anécdota de Octavio Paz, que en un momento le dice a un amigo, a un compañero: “Oye, voy a escribir el mejor poema que nunca se haya escrito”. Entonces, Max me decía: “Y no importa si el poema fue bueno, fue malo, o cómo estaba hecho. Lo que importa fue que él tenía dentro esa ambición”. No la ambición del éxito, ni la ambición del dinero, ni la ambición respecto a sus contemporáneos, sino la ambición del lenguaje. Voy a decir que en lo que yo hago, en mi métier (oficio), puedes llegar más lejos.

 

En su rubro.

Sí. “Oficio”, pero suena mejor en francés. Creo que Wynnie tiene eso. Y te estoy hablando de esta conversación de hace dos años y ahora está exhibiendo en Roma, Londres, Nueva York. Ha tenido una individual en el New Museum en Nueva York. Es una cosa de locos. Es lo último que he visto de ella, pero deben estar saliendo muchas más personas. Es que yo no logro visualizar, primero, por mi edad, por la ausencia de… ¿dónde los ves? Sale mucha más gente de lo que el sistema tiene capacidad de alojar. Hay poquísimas galerías, cada vez menos. Hay pocos institutos culturales, pocos museos. Y la vanguardia está como ubicada entre los 40 y los 45, los 50. Entonces, ¿dónde ves pintura de gente joven? No hay. No sabría a dónde ir. Pero jóvenes que tienen 30, 35.

 

Claro. Y el circuito clásico del arte en Lima es San isidro, Miraflores, Barranco.

Probablemente, hay mucha ignorancia de mi parte, porque tiene que haber un circuito alternativo. Tiene que haber galerías en la Plaza de Armas, como sé que las hay en la Plaza San Martín. Ni siquiera hay un lugar donde puedas ir a ver arte peruano contemporáneo del siglo XX. Pero vamos a terminar esto con una nota positiva y una buena noticia: la exposición que se ha hecho en el MAC es la última (individual), porque esa gran sala el MAC la va a dedicar a una muestra permanente de arte contemporáneo peruano. Entonces, la gente ya va a tener un lugar a donde ir y el MAC va a seguir siendo “El buen lugar”.

martes, 24 de diciembre de 2024

Sonia Luz Carrillo

 


“Yo soy una mujer que vive agradeciendo”

 

Entrevista y fotografía por Gianmarco Farfán Cerdán

 

A los grandes poetas se les recuerda por haber creado uno o muchos poemas memorables. Al trujillano Alejandro Romualdo (1926-2008) lo recordamos por “Canto coral a Túpac Amaru, que es la libertad”, “Si me quitaran totalmente todo” o “Perú en alto”. Al iqueño Abraham Valdelomar (1888-1919) por “Tristitia” o “El hermano ausente en la cena pascual”. Mientras que el salaverrino Arturo Corcuera (1935-2017) trascendió con “El hereje”, “Los amantes”, “Balada de la brevedad de la vida”, “Ciclos de vida” o “La rosa de la escritura”. Igualmente, recordamos al inmortal César Vallejo (1892-1938) por “Masa”, “A mi hermano Miguel”, “Los heraldos negros”, “Los pasos lejanos”, “Los dados eternos”, “El poeta a su amada”, “Piedra negra sobre una piedra blanca”, entre otros. Y no podemos referirnos a la limeña Blanca Varela (1926-2009) sin mencionar sus poemas “Bodas”, “Currículum vitae”, “Así sea”, “Nadie nos dice” y “Fútbol”.

En ese sentido, la estupenda poeta nacional Sonia Luz Carrillo Mauriz (Bellavista, 1948) tiene un abanico de poemas por los cuales permanecerá en la historia de la poesía peruana. Por ejemplo, “En el rostro limpio de la mañana”, “Cuando levante mis manos”, “Como sabiendo”, “Labor”, “Utilidad de los claveles rosa”, “Llueve”, “Lo sencillo” o “A mi hijo Ricardo Lenin, mientras llegaba”. Este último poema, dice así: “Saltarás hecho un ovillo / ciego y mudo / y te daremos las armas / para hacerte crecer. / Luego / nos negarás superándonos, / discutiremos / y tú saldrás ganando / -conocerás mejor los hechos de tu época- / te extenderás / te extenderás / mientras nos encogemos. / Pero somos conscientes: / tu sola presencia es nuestro triunfo”. De igual forma, es también conmovedor su poema “Nombrar las cosas”: “Hoy dijo árbol / y fui una hoja. / Nombró el agua / y sus novísimos labios / la inventaron. / Hoy la niña / repitió papá / y nació el hijo / ahora padre. / Hoy ella señala / el mundo / todo reluce nuevo. / 2004 / Angelina nombra las cosas / recrea el orbe, / resuena la voz primera. / Y todo es bello / y bueno”. Otro de sus poemas notables (que refleja muy bien el ambiente contradictorio y envanecido de muchos poetas en el Perú) es el irónico “Sobre los poetas de mi aldea”: “Ah los poetas / los poetas de mi aldea; / personas importantes / tienen un mundito / a su medida: / en él / todo les pertenece, las palabras / salen de sus manitas, / iridiscentes, / puras / iconoclastas. / Solo de vez en cuando / suelen abrir sus puertas / y entonces puedes verlos / revolcándose juntos, / dándose dentelladas / o suaves palmaditas”.

Este año, Carrillo ha publicado “Piedra labrada. Poesía total 1973-2023” (Artífice, 2024), donde están reunidos sus siete poemarios a lo largo de medio siglo de creativa producción literaria. Sobre este valioso libro dialogamos con la poeta, que también es una emblemática y querida catedrática sanmarquina, así como investigadora en temas de comunicación (tiene varios libros al respecto). Si bien la poesía ha sido el punto central de esta conversación, también hubo reflexiones sobre educación, cultura, periodismo y política. Igualmente, la renombrada poeta contó parte de su historia familiar, que viene desde España e Italia.

Sonia Luz Carrillo está incluida en numerosas antologías de poesía peruana, sus poemas están traducidos a varios idiomas, participa frecuentemente de recitales de poesía, así como también es invitada a ferias del libro y festivales literarios en nuestro país y el extranjero. Asimismo, ha formado parte de la directiva de la Unión Católica Latinoamericana de Prensa.

 

Es un honor ahora estar acá, en su casa. Es un privilegio para mí.

Gracias.

 

Usted sabe que la admiro, la respeto desde hace muchos años, desde que fui su alumno. Empezamos con “Piedra labrada”, su antología de 50 años. Si bien es cierto que es una antología sobre todos sus poemarios anteriores, hay uno nuevo: “Mientras cae la tarde”. ¿Cuál sería la diferencia de este último poemario, incluido aquí, en “Piedra labrada”, con sus anteriores poemarios?

Yo creo que laten los mismos temas. Hay una línea de preocupaciones, el conjunto de temas se va reiterando conforme pasan los años y tengo yo más vida, más lectura de la vida y más lectura de libros también. Se están acercando a mi libro, al que le tengo mucha gratitud, porque me está acercando con el afecto de mucha gente y me está haciendo sentir muy arropada, muy querida. Es decir, lo primero que yo veo es que de la joven que en el año 73 sale rompiendo todos los cristales del entorno, como dice el doctor Luis Alberto Grados… Entré a la poesía en 1973, se publica mi primer libro, pero, en realidad, yo había estado trabajando desde el año 67, 68. En el 68 tengo la redacción de una revista. Soy una chica bastante precoz. Todo eso lo hago entre los 18, 19, 20 años. Esta joven que a los 20, 21 años manda a rodar a Schopenhauer o le dice “peludo y mercenario”, a los poetas de mi aldea también, me río de ellos. En fin. Trajo a la poesía la irreverencia de esta joven. De esa poesía irreverente y con la pata en alto (sonríe), como digo yo, en términos coloquiales, a “Mientras cae la tarde”, la diferencia es que he vivido y he visto vivir y tengo la misma ira para las situaciones injustas, pero más calma para la reflexión.

 

Ese primer poemario “Sin nombre propio” entró fuerte al mundo literario porque tiene bastantes poemas potentes.

Sí.

 

Por ejemplo, “Ella no sabe nada”, “Sobre los poetas de mi aldea”, “Hablando de las cosas que ocurren en mi casa”, “Pongamos de una vez”, son poemas muy potentes y es muy raro, realmente, ver que alguien en su primer poemario ya impacta. Uno dice: “Si así empieza, ¡cómo viene!”.

El otro día yo leía una frase que decía que “en los últimos años Sonia Luz Carrillo”… Y yo te podría decir que no es cierto. Te podría decir que ese primer libro tuvo buena prensa, lo que pasa es que no tengo el testimonio, pero sí tuvo repercusión. Era una chiquilla. Yo trabajaba en la revista “Vistazo” y dice el director en la revista que era una chiquilla que llegó a plantear las cosas con mucha fuerza también en el periodismo. La actitud ha sido esa, de recusar lo que no me gustaba. Yo he sido una respondona desde chiquita.

 

Usted es una pionera del feminismo literario acá en Lima, sin quererlo.

Sí, puede ser. ¿Sabes qué pasa? Que yo llego de sectores muy populares a tener una educación. Primero, termino la secundaria en un medio donde no era frecuente que las mujeres terminaran la secundaria, ingreso a la universidad, y desde siempre he sido muy curiosa, me ha interesado lo que ocurría a mi alrededor. Entonces, esa curiosidad frente a la realidad y ese gusto por la palabra… Yo me he deleitado siempre con la palabra y todas sus posibilidades. Lo saben mis alumnos también, que a veces, en el aula incluso, se me viene el vuelo poético y los dejo un poco así, en la búsqueda de sentido. Eso me llevó a escribir tal como yo sentía la realidad. Y yo la sentía deforme y daba mi opinión.

 

Tengo una pequeña duda: yo sé que su madre se apellida Mauriz.

Sí.

 

Y sé que su abuela se apellida Larco.

Sí.

 

¿Usted ha tenido familia Larco, que son una familia de cierto renombre acá, en Lima?

Llegaron de Génova los familiares de mi padre. En realidad, eso se va perdiendo en el caso peruano, donde somos el resultado de múltiples mestizajes. Sí, pues. La familia Larco procede de Italia. La familia Mauriz es española. Chiquitito lo trajeron, pero mi abuelo había nacido ahí. Una historia muy curiosa, porque mi abuelo se junta con mi abuelita, él ya un hombre mayor, ella una adolescente. Allí hay una especie de nebulosa, nunca se sabe por qué él… Que la familia era vasca, otros dicen que no, que era asturiana, pero el caso es que en la casa de mi infancia había muchas costumbres que mi abuelo instauró. Mi abuela murió a los 32 años, después de dar a luz a diez hijos, una cosa así. Pero en la casa se instauró una forma muy castiza de hablar. Y yo recuerdo a mi abuelo explicándome que tenía que pronunciar todas las sílabas, por ejemplo. Eso no es muy usual. Entonces, “habla correctamente, habla bien”.

 

Parecía un abuelo lingüista.

Mi abuelo, un panadero. Mi familia ha sido muy humilde, de oficios muy humildes, pero ilustrada. Él sabía de literatura. Un tío que era obrero y, sin embargo, fue el que me enseñó a recitar. Luego las monjitas en el colegio del Rímac también, al ver mi memoria, que al parecer era notable para una chiquita de seis, siete años, me empiezan a dar ese papel de aprender de memoria largos poemas, de los que yo no entendía ni pío, pero los decía con un sentimiento tal que a ellas les gustaba. Entonces, sí, fui una niñita que estaba siempre sobre el proscenio diciendo las cosas. Elogiada por las monjas y envidiada por las alumnas. Sí. Porque es una cosa que también siempre he notado: que el cariño y el privilegio que te da el hecho de ser dicharachera también trae bastante rabia alrededor. Y yo me mato de risa.

 

Vemos ahora políticas y políticos que no saben ni hablar, entonces, escuchar a alguien que habla bien, siempre es un gusto. Sobre todo, en el Perú. De su poesía ha escrito mucha gente importante, pero yo quisiera mencionar a uno que, seguramente, la mayoría de lectores recuerda. Al menos, los lectores de poesía: Alejandro Romualdo, que usted, en las clases, lo mencionaba con mucho cariño.

Con cariño.

 

Con respeto.

Con agradecimiento, con gratitud.

 

Usted ha estado en la inauguración de la exposición de Alejandro Romualdo en la Casa de la Literatura Peruana.

Sí, he estado ahí por encargo de Laurita, la hija de Romualdo a la que conozco desde chica. Y el recuerdo de Teresa Pereira, la esposa del poeta, que también es una mujer maravillosa, que me regaló una amistad maravillosa también. Ya fallecida. Sí. Romualdo fue fundamental. Lo que no me daban las aulas universitarias, esta mirada global, también bastante desacralizada, que en eso coincidíamos mucho, me la dio Jano. De una generosidad, uy… Sería motivo de toda una entrevista.

 

Yo lo mencionaba porque a Romualdo, básicamente -aunque es evidente que no es solo por eso- se le recuerda por el “Canto coral a Túpac Amaru”. Hay poemas que marcan a un poeta para toda la vida.

Sí.

 

Después de su muerte, incluso.

Sí.

 

Yo lo mencionaba porque a usted muchas de las chicas, las poetas (que tienen) 30, 40, 50 años la consideran muy en alto.

Gracias, no lo sabía.

 

Sí. Por ejemplo, le menciono, yo he visto que una amiga que también es poeta, Navale Quiroz, que estuvo allá…

Ah, Navale, sí.

 

…en el Festival de poetas…

Sí.

 

…publica una foto con usted, orgullosa. Y había otra poeta también, creo que Úrsula Alvarado.

Sí, encantadora.

 

Estas jóvenes de 40 años la admiran y usted va a quedar, seguramente, con muchos de sus poemas, como un ejemplo a seguir para estas nuevas generaciones de poetas mujeres.

Sí. No soy más que un modelo. Yo soy una maestra. Sí me considero una maestra. Y lo digo con gusto. Lo que quisiera, más que marcarte mi palabra o mi nombre, es una actitud frente al arte, Gianmarco. A mí lo que me interesa es que la gente trabaje poesía, que se vayan olvidando del repentismo. No todo lo que sale de tus manos inmediatamente va a ser publicado. Esto a mí me duele. Porque yo digo, a veces: “Aquí late, aquí latía un poema… Esto es un protopoema. ¿Por qué lo publican como poema? Todavía no”. Y hay una cosa que yo he hecho siempre. De esto he hecho una cuestión fuerte: la poesía no tiene hora de cierre. Hay que darle su tiempo. Dejar el protopoema ahí y mirarlo a la semana y mirarlo cuando has vivido un poco más o has leído un poco más. Y ver las posibilidades de la palabra. El otro día que he estado yo… No sé si tú has visto, habían grabado mi exposición en los Poetas en la Arena, en Huacachina, y se ha publicado, está en YouTube.

 

El conversatorio.

Sí. Ahí está, es un fragmento, porque yo había empezado con un poema justo de Jano. Pero ahí también repito dos versos de Romualdo, cuando dice: “Soy del Perú / sencillamente siendo”. Para llegar a esa simplicidad tienes que haber observado, tienes que haber pensado, haberte esforzado en pensar la frase, pensar la palabra. Porque ha empezado con un verbo: “Soy del Perú / sencillamente siendo”. Entonces, ese tiempo presente y ese gerundio: le ha dado vueltas, pues.

 

Claro. No sale así, a la primera.

No sale. No. O cuando él dice también: “No se es peruano por partida de nacimiento / sino por partida de sentimiento”. Sencillo. Y esto te empareja con el habla imaginativa del lenguaje popular. Entonces es sencillo también proponerlo y hacer de la literatura -que es una de las cosas en las que yo me he interesado- un goce universal. No puedes dejar al docente en las aulas o para los grupos de los muy informados. Yo tengo una postura ética frente a la vida y creo que todo lo que uno alcance dentro de la experiencia humana, tiene que intentar distribuirlo.

 

Creo que usted es la poeta de su generación que más difunde poesía, de manera activa. Por lo menos, de lo que yo recuerdo, la veo en un montón de eventos que, si uno no supiera su edad, pensaría que es una poeta de cuarenta, treinta años.

Gracias, porque me acabas de hacer notar la edad que tengo, ja, ja, ja…

 

Lo digo de manera respetuosa, porque mucha gente no es tan activa cuando ya tiene un poco más de edad.

No. ¿Y sabes qué?

 

Por eso lo comentaba.

Este año fue curioso, porque empezó con cuatro cirugías a mi vista. Yo me quedaba ciega.

 

¿Qué tenía? ¿Cataratas?

Varias cosas. Y ahora veo, porque la maravilla de la cirugía ha sido muy buena. Yo tengo una protección divina. Porque realmente ya la cosa era bastante complicada. Entonces, me vi obligada a un año de descanso. Mentira. Porque ahí mismo Josué Barrón quería publicar “Sin nombre propio”. Lo publica y es un boom.

 

Con la editorial Qwerty.

Sí. Es un boom. Y me llaman, que entrevistas, y esto y el recital acá y la otra cosa. Entonces, sí, pues, da una idea de ser…

 

De ubicuidad.

Ubicuidad. Pero no. A mí me gusta mi vida reposada, me gustan mis plantitas, tener tiempo para la lectura. Y ahora que tengo la vista buena, puedo recuperar ese goce.

 

Es que, además, usted también es activa en las redes sociales.

Sí.

 

Entonces, eso le da una visibilidad mucho mayor que a otras poetas de su generación.

Claro, y si tú lo notas, y tú eres un hombre sensible, no solamente hablo de literatura. Estoy preocupada, por ejemplo, por…

 

Los temas sociales.

Los temas sociales.

 

Política.

Estoy muy preocupada por nuestra patria, porque no le veo un norte, todavía no hay nitidez. Estoy preocupada por el problema medioambiental. Yo tengo nietos y alumnos y digo: ¡Qué planeta estamos dejando! Resulta que habíamos sido muy felices nosotros y no lo sabíamos, cuando solíamos disfrutar de niños de tantas cosas que ahora la delincuencia, la inseguridad… Como dice Ribeyro: las ciudades son unas sociedades demenciales. Los niños antes podíamos jugar en la calle. Ahora no están. ¿Cómo está el parque? Solamente paseando perros y los niños están encerrados en pequeños departamentos, viendo televisión, jugando con su celular.

 

Yo podía quedarme afuera de mi casa -tenía ocho, siete años- con un amiguito del barrio, de la cuadra, y mi abuela iba después de dos horas a ver si estaba.

Y yo jugaba en la Alameda de los Descalzos también.

 

Ahora hacer eso con un niño es un peligro.

Y salía de compras al mercado, de nueve, diez años. Corriendo hasta el mercado y regresaba a la Alameda de los Descalzos. Un poema, que es el poema a mi alameda, es porque yo estudiaba la secundaria, teníamos un grupo de chicas y chicos que salíamos a estudiar de madrugada casi. La educación era bastante memorista, entonces salíamos a memorizar los temas recorriendo la alameda. Y por eso mi poema dice que “sube la niebla y yo descubro las estatuas” y no sé qué. En la pista hacíamos las operaciones de matemáticas.

 

Con libertad, sin miedo.

Con una sensación de seguridad. Sí. “Avisa, nomás” (le decían). Claro, avisaba: “¡Mamá, aquí estoy!”. Mi mamá se asomaba, yo estaba jugando en la calle. Sí, con esa sensación que era feliz.

 

Su mamá Elvira.

Mi mamá Elvira, sí. Murió muy jovencita también, de 46 años.

 

Vi una foto de ella en que tenía, creo, un gorrito español.

Que se disfrazó, que fue un año antes que yo naciera. Se fueron con mi padre a un baile de disfraces. Y es que, en la familia, la cultura española estaba muy presente. Ahí está ella de manolas.

 

¿Y a usted le gusta la cultura española también?

He tenido la suerte de ir varias veces a España. La primera vez que fui, todo el avión yo iba con una canción en mi cabeza, de las calles de Alcalá. Una cosa que yo cantaba de niñita, que me hacían cantar en el colegio, disfrazada de españolita. Yo cantaba: “Por la calle de Alcalá, / la falda almidonada / y los nardos muy bien puestos en la cadera”. Una madrileñita. Una de las primeras cosas que yo quise fue recorrer la calle de Alcalá. Y luego en Salamanca he ido varias veces invitada, he sido homenajeada.

 

En el Encuentro Iberoamericano de Poetas, con Alfredo Pérez Alencart.

Dos, tres veces. Sí. Y después en Madrid también, con una familia amiga, con un joven estudiante, un exalumno sanmarquino que estuvo de primer secretario en la embajada también. He estado en varias ocasiones. He estado en Segovia y después conozco Béjar, Ciudad Rodrigo, he hecho un tour de poetas en una ocasión. Tengo lindos recuerdos. Yo puedo decir, como Romualdo, que he sido feliz en España.

 

¿Y todo, o la mayor parte, se lo debe a la poesía o también a su función de educadora?

No. A la poesía. Como comunicadora cristiana católica sí he viajado también, porque he estado en la directiva de la Unión Católica Latinoamericana de Prensa. Esa es otra dimensión que pocos conocen. Pero yo no solamente soy creyente, no solo practicante, sino también soy participante en muchas tareas. He tenido el privilegio de estar cerca del padre Gustavo Gutiérrez. También de ahí viene mi posición frente a la vida.

 

¿Y cuál de sus papás, o de repente los dos, le enseñaron este orden? Porque para hacer tantas cosas hay que ser muy ordenado u ordenada.

Sí. Ahora estoy un poco preocupada, porque tengo que corregir trabajos de los alumnos, que con la gripe ayer no terminé. Mis hijos me dicen: “Mamá, deja ya todo”. Es que San Marcos es una droga. He estado un año fuera y, en realidad, no he estado fuera. En ese año he dado una charla magistral para un grupo que terminaba (su carrera profesional). No sé qué cantidad de gente ha querido que le vea su proyecto de investigación. “Léemelo, léemelo, porque no lo puedo leer yo” (ella les decía). Sí, le tengo mucho cariño a San Marcos. Soy así, pues. Soy tonta con las cosas. ¿Quién me enseñó? La vida. Porque desde muy chica, como tienes ahí un poema, mi madre me decía: “Las niñas grandes no lloran”.

 

Sí.

Es un poema que a mí me duele, no lo puedo leer mucho en público, porque mi madre sabía que se iba a morir. Ella tenía el problema cardiaco. Como yo soy la mayor, desde muy pequeña muchas actividades descansaron en mí. Yo tenía que estudiar, yo tenía que cuidar a las niñas. Después ella falleció. Yo tenía que hacer la comida. Fue una cosa… Y el deseo de hacer cosas, pese a las limitaciones. Yo creo que no es nada excepcional. Lo que pasa es que tal vez se está luciendo una actividad que cualquier mujer del pueblo peruano la hace. De repente, es un poco más visible cuando una es escritora. Pero si tú revisas la historia de muchas mujeres en nuestro país… Yo tengo una teoría: que cuando nos nacen los hijos inmediatamente nos salen dos o tres pares de brazos más. Sí. Y somos capaces de tener al hijo acá y con la otra mano, y un poco el codo, como sea, estamos arreglándole la vida a la familia.

 

Esa función de multitareas, creo, es muy natural en la mujer.

Muy natural, sí.

 

El hombre está más enfocado en una labor. Puede hacer muchas labores, pero las va haciendo una por una.

Sí, en eso somos emperatrices del detalle. Mira, me salió una frase bonita. Sí, el detalle. Yo creo que es una cosa ya como que arquetípica. Una mujer descubre más rápido la tristeza de una persona, por ejemplo. En su forma de caminar, en el semblante que tiene, en cómo lleva los hombros. No necesita hablar. Si tienes un poco de sensibilidad y, además, eres mujer, dices: “A este le está pasando algo. Voy a tratar de conversar”.

 

Saben leer el lenguaje no verbal.

Sí. Y el reparto de los recursos. Aquí está faltando, ¿qué hago? Tengo poco pan, ¿qué hago? Lo cortaré, ¿no? Y otras mujeres se dan cuenta: esta cortó el pan porque le estaba faltando. Y tú tienes mamá, vives cerca de tu madre y seguro que te estoy haciendo recordar momentos.

 

Sí. Las mujeres siempre están viendo los detalles, como usted dice.

Hay un poema ahí (en su último libro) que habla de la lectura. Me encanta haber encontrado un poema de Romualdo, que lo dije, solo que no han difundido todo el video. Mira, ¡es una belleza! Ay, se viene este miserable a comerse mi flor de ruda (en su ventana de la sala).

 

Un colibrí.

Sí. Se vienen, pues.

 

Mucha gente conoce el lado de poeta de Sonia Luz Carrillo. Ese es el lado más visible.

No conocen a la maestra.

 

Claro. Y el lado de la maestra, más que nada, por los que han pasado por la universidad, por San Marcos. Pero si no eres de San Marcos, la conocen más como la poeta. Por eso yo decía que usted es ordenada para hacer tantas cosas. Tengo acá uno de sus libros de comunicaciones. Tiene varios libros de comunicaciones. Y escribir libros sobre investigación en comunicación no es una tarea sencilla. Aparte de la creatividad literaria, tiene ese espíritu de investigadora. Usted maneja muy bien los dos lados.

Creo que la curiosidad y la capacidad de ver detalles, más bien, es un valor en la investigación. La curiosidad y el gusto por el conocimiento también. Yo soy una mujer que vive agradeciendo. Definitivamente, he tenido mucha suerte. Tengo mucha suerte. Y una de las cosas que también tengo que agradecer a la vida es que me ha enseñado a perdonar, a no vivir rascándome dolores. Lo digo el otro día ahí, en el video. No vale ser víctima ni sentirse pesaroso por cosas que pasaron en el pasado. Yo creo que, en la medida en que uno es feliz, también puede dar cosas de buen sabor a la gente. Para eso es maravillosa la docencia, porque hay momentos en que uno está muy agobiado por circunstancias nefastas, pero entras al aula, te metes en el tema que tienes que exponer y te olvidas. Y sales a las dos horas y dices: “Ay, verdad, yo tenía tal cosa”. Y otra vez puede venir el pesar.

 

Algunos compañeros y compañeras la recuerdan a usted como estricta. ¿Usted siente que ha sido una profesora estricta?

Lo soy.

 

Que no ha sido una profesora para todos. Algunos, incluso, decían: “No me voy a poner con Sonia Luz en el curso, porque me va a poner baja nota y yo no quiero baja nota”.

Sí. Claudia Montalvo, una alumna que escribe muy bonito, dice que ella había llevado en un mismo semestre un curso con Ricardo Falla y otro conmigo, lo cual era algo así como un turismo de aventura.

 

A ver si sobrevivía.

Claro. Porque llevaba un curso tanto con Ricardo como conmigo. Y después un dibujante, Walter Mechato, una vez hizo una especie de caricatura de los profesores. Y nos pone a Ricardo y a mí como dos delincuentes, con un arma, y Ricardo me pregunta: “¿Cuántos te jalaste tú?”. Y yo le digo: “El 50%. ¿Tú?”. “A todos”.

 

Ja, ja, ja…

(Sonríe) Yo no soy de jalar. Sí soy de fregar, sí soy de insistir. ¿Y sabes por qué? Por respeto. Porque sé que cuando presionas al individuo, va a dar sus mejores frutos. Y años después me lo corroboran el testimonio de mis alumnos. Me dicen: “Profesora, por usted yo leí, por usted yo busqué, por usted…”. En fin.

 

También me acuerdo que nos incentivaba en la universidad a no solo temas literarios sino también a ver buenas películas.

Hasta ahora.

 

Cine clásico.

Ir a conciertos, ir a películas, indagar en la poesía, en la narrativa, en la pintura. Es decir, lo repito siempre: estar en permanente cultivo. Porque la cultura no es algo que aprendiste en un cuadernito y tu examen de cultura general. Eso no vale. Hasta el último día de la vida, me cultivo. Mira, acá, este poema. No es muy largo: “Lectura de gestos”. (Y lo empieza a leer) “Largo aprendizaje / pasión / por lo pequeño / lo que día a día / configura / el instante. / El eco de un saludo esquivo, / el rastro de una sonrisa velada. / La palabra / que dice / lo contrario. / Certezas que se imprimen / con el movimiento de una mano. / Tristeza de hombros / inflexiones y silencios. / Ojos desbordando / innombrables discursos. / Ya tersos / ya violentos / infinidad de / leves / menudos / gestos”.

 

Gracias por leerlo. Un gusto escucharla.

Gracias.

 

También han publicado un ensayo en la revista “Ptyx”, número 11, sobre su poesía. De Jorge Nájar.

Sí. ¡Qué bueno! Lo has visto todo.

 

Estoy enterado. Esta revista se presentó en la Biblioteca Nacional del Perú el miércoles 25.

No pude ir a la biblioteca porque tengo clases los miércoles.

 

Lo mencionaba porque, si bien ya han hecho muchos ensayos de usted, siguen haciendo estudios sobre su poesía.

Sí. Y traducciones. Este libro tiene esa virtud. Hay que mencionar que “Piedra labrada” y el trabajo de Artífice es maravilloso. Y tiene esta virtud.

 

De Jesús Raymundo.

De Jesús Raymundo, un exalumno, para variar.

 

No hay exalumno suyo malo, profesora.

¡Ah, qué bueno! ¿No? Ja, ja… Mira, esto tiene esta maravilla, me gusta mucho que tiene acá, no solo el relato, miradas y reflexiones, para que se pueda buscar y para leerlos, y algunos otros materiales. Se tiene este QR. Hay que decirlo. Porque, claro, es también hacer uso de una técnica contemporánea, moderna, para poder llegar. Porque, como me decía Jesús Raymundo: “Muchas de las cosas que usted tiene, permanecen totalmente desconocidas”.

 

Habría que digitalizar todo ahora.

Digitalizarlo o escanearlo. Porque he hecho mucho periodismo.

 

Ahora, lo que no está en la red, se desconoce.

Ahora, de alguna forma, hago periodismo en el Facebook, porque coloco temas.

 

Y sigue con su blog, además.

Sigo. El blog lo alimento poco.

 

Pero sigue ahí.

Pero sigue y es muy leído, sí. Es increíble, el blog ya tiene como dos millones y medio de visitas.

 

¡Felicitaciones!

Sí. Es muy fuerte. Todos los días, es un promedio de cien personas, mínimo, que llega por distintos materiales.

 

Magnífico.

Sí, tengo que alimentarlo. Pero es que me falta vida.

 

No alcanza el día.

No alcanza.

 

Justo escribió usted un post en su Facebook de que los días deberían tener muchas más horas.

Porque ese día estaba yo agobiada. Es que les había ofrecido a los chicos el día miércoles darle sus notas y no he podido. Y son muy buenos. Son chiquitos sanmarquinos de la nueva hornada, traen las dificultades de una secundaria limitada. La limitación en el contenido, definitivamente. Pero son sanmarquinos. Tienen una inquietud muy grande y una gratitud también. Me recompensan sus actitudes de gratitud por lo que les voy dando. No sé qué tanto les doy, pero ellos me agradecen (sonríe).

 

¡Qué bueno! Profesora, ¿se acuerda del año 2022 que tuve el gusto de invitarla y que usted pudiera participar en el II Festival Panhispánico de Poesía, de Casa Bukowski, con Antonio Cillóniz, Carlos López Degregori y Alejandro Susti?

Que estaba delicadito (de salud) Cillóniz. Sí.

 

¿Qué recuerdos de ese evento virtual, con esos compañeros suyos que no veía en mucho tiempo?

Sí, no los veía de años. A Antonio lo vi hace unos cinco años en Lima. Le tengo mucho afecto, por supuesto. Y a López Degregori también lo había visto en la Universidad Ricardo Palma. Hemos recitado. Al profesor…

 

Susti.

…no lo conocía (personalmente). Sí sabía quién era. Muy agradable. Fue muy lindo, las fotos preciosas. ¿Y has seguido tú con esa actividad?

 

En Casa Bukowski ya no están haciendo más recitales así, pero sí presenciales. Ese fue el último año, el 2022, cuando lo hicieron virtual. Fue como una especie de efecto postpandemia, que casi todo era virtual.

Tú estás dedicado a mucha pintura también. Exposiciones de artes gráficas y pinturas.

 

Igual que usted, tengo intereses culturales y siempre estoy tratando de difundir artes plásticas, en general: pintura, escultura, instalaciones, si son buenas. Porque hay instalaciones pésimas. No vale la pena ni siquiera comentarlas o publicar algo sobre eso. Pero sí de arte, de cine. Estoy haciendo crítica de cine. También estoy difundiendo deportes, porque he sido deportista. He sido medallista nacional de (la categoría) menores.

Y estás formando a una muchachita que va a ser una gestora cultural.

 

Si quiere, que lo sea.

Porque está teniendo una información…

 

Me acompaña, las veces que nos vemos, que yo la llevo.

Sí.

 

Sí, me acompaña (a eventos culturales). A veces no quiere ir y vamos a ver otra cosa, jamás le voy a imponer. Pero, en verdad, voy mucho a las galerías y suelen estar vacías. Las galerías de arte. Solo están llenas los días de inauguración, los vernissage, como le dicen. Después paran vacías.

Van por los bocaditos.

 

Por los bocaditos y por el chisme.

Sí.

 

Y que vi a fulana y a fulano, pero la verdad es que el peruano no es muy afecto a lo cultural, en cuanto al arte. A menos que sea ya tradicionalmente cultural, desde la familia.

He conocido en los últimos tiempos a un joven que se parece mucho a ti en esa actitud, que es César Panduro.

 

Es el que organiza lo del festival (Poetas en la Arena).

El festival. ¡Qué tal trabajo que se da! Convoca y llama y trae… El día que yo estuve en la exposición… Porque yo he tenido dos eventos. Ese día me llamó la atención tener la presencia de gente tan heterogénea del público. La gente que va paseando por el malecón y que se sienta para escuchar sobre poesía. Y profesoras con sus alumnos del colegio.

 

¡Qué bueno!

Y tomando apuntes. Y casi en la calle, pues, en el malecón. Yo cuando vi ahí, dije: “Pucha, ¿en qué me he metido? Pero aquí a lo que venga”. Pero te confieso que dije: “¿En qué me he metido? Voy a hablar acá” y la gente que pasaba. Un montón de gente que, de otra manera, no hubiera entrado, de repente, a un ambiente cerrado. ¡Qué inteligente!

 

De repente, también están haciendo un trabajo de 30, 40 años, de poetas o gestores culturales allá, que ya está teniendo ciertos frutos.

La ciudad de Ica está abandonada, pero ahí, ese es un oasis. Un auténtico oasis Huacachina. Y con, por supuesto, el patrocinio de Alberto Benavides, que es un hombre con mucho dinero, pero más que dinero, tiene una enorme generosidad y disposición para ayudar a estos jóvenes que están haciendo sus tareas. Y la biblioteca está muy bien dotada. Cosas que se hacen en nuestro país, mira. No hace mucho, fuimos con Ricardo a Chachapoyas y vimos una universidad que está haciendo en el campo de la biogenética tantas cosas maravillosas. Acaban de clonar un caballo de paso peruano.

 

¡Qué bonito! Pero tiene también algún riesgo, me imagino, la clonación.

Sí, pero en relación a los animales no.

 

Menos tiempo de vida, creo, ¿verdad?

Sí. Menos tiempo.

 

El clonado tiene un poquito menos.

El clonado, sí. Pero ahora tú ves que hay una actividad que los medios masivos desconocen por completo. Acá están más metidos en la vida de una cabaretera o de un futbolista, ese tipo de cosas. Y hacen que se apasionen los públicos por las naderías. Y es un país maravilloso con gente muy esforzada.

 

A los periodistas culturales nos queda como trabajo difundir justamente todo eso, a los personajes que hacen…

Una gran tarea.

 

…cultura como usted.

A propósito, me interesa que resaltes algo: en toda esta seguidilla de actividades con respecto a “Piedra labrada”, el día 24 de octubre tengo un recital invitada por la Biblioteca Nacional.

 

¡Qué bueno!

Allá en San Borja. Le voy a decir a Jesús Raymundo que te alcance todo.

 

¿Va a ser un recital solo de usted?

Sí, va a ser un recital con la presentación de una amiga, también egresada de San Marcos: Carmen Luz Gorriti. ¿La conoces?

 

Sí. He escuchado de ella.

Va a estar Carmen Luz. Tengo también unas invitaciones afuera, que ya después te voy a alcanzar, cuando se concreten, para salir al exterior con “Piedra labrada”. Se está vendiendo en Amazon. Ahora, vender poesía, uff….

 

Dificilísimo.

Claro. Si vender literatura en general es difícil, ahora, vender poesía… Pero esta ha tenido buena prensa. No me quejo. Hasta he podido decir que no. Porque me pedían una entrevista con Willax.

 

La derecha.

Sí, yo de imaginarme nomás ahí, en un ambiente muy contaminado. Jesús me dijo: “Pero, profesora, mire…”. No.

 

Iba a pelearse allá, profesora.

Sí. Además, que uno hace ahí política.

 

Le iban a preguntar algo de política, usted iba a decir lo que piensa y…

También. Iba a salir sacada así, a empujones (sonríe). Y la otra cosa fue que Sixto Sarmiento me pedía una entrevista para “Expreso”.

 

También de la derecha.

Sí. Y yo le dije: “Mira, si tú escribieras en otro lugar, con todo cariño. Discúlpame -le dije-, pero es que no quiero tener nada que ver con ‘Expreso’. En estos momentos, tú sabes -le dije- que está siendo dirigido por uno de los directores de ‘El Chino’”. “No sabía -me dice-, profesora”.

 

¿Cómo se llama?

No recuerdo en estos momentos, pero sí lo puedo googlear (la entrevistada se refiere a Antonio Ramírez Pando). El caso es que hay también que saber decir no. Yo no soy una ingenua. Eso fue el jueves.

 

Siempre ha tenido esta personalidad fuerte usted. Se impone. Porque mucha gente en el ámbito literario, profesora, se acomoda mucho. Yo he visto muchos poetas, narradores que están con gente que es inmoral, que tienen hasta cosas judiciales, sentencias.

Sí.

 

Igualito salen en fotos con medio mundo y yo digo: “Pero...”

Ahora, que estés en un grupo y te saquen una foto también, a veces, es involuntario.

 

Que sigan los éxitos para “Piedra labrada”.

Esta es una cosa que me gustaría precisar: yo salgo a la vida de poesía, a la actividad, a finales de los años sesenta. Mi libro del 73 recoge mi poesía de esos años de inicio del proceso revolucionario del general Velasco y todo eso. Luego, en los años 80, aparecen ya, de manera más grupal, las mujeres que empiezan con una poesía tal vez menos preocupada por los asuntos sociopolíticos, pero sí con una postura frente al hecho cultural del machismo. Entonces hablan más de sus cuerpos, hablan más de sus fluidos, la preocupación que estaba insinuada…

 

Como Carmen Ollé, por ejemplo.

Claro. Si tú revisas desde mi primer libro, hay una postura en defensa de la independencia y del valor de la mujer. Ellas lo hacen como un grupo. A veces, eso como que se pierde: que algunas fuimos antecedentes. Eso como que no se menciona mucho.

 

Para mí es evidente. Porque yo he leído poemas de su primer poemario “Sin nombre propio” y yo decía: “En la época (de los años 70)…”

Sí.

 

Imagino que deben habérsele acercado algunos poetas y le han dicho: “¿Por qué eres tan dura?”.

Sí, claro que sí.

 

Sobre todo, los varones.

Sí. Una chiquita demasiado respondona. Y por eso, uno de los primeros poemas también: “Dime Safo / tú que también fuiste hembra / e intentabas poesía / ¿Fuiste también tenida en bello, / apetecible, / gran estorbo?”. Ahí está (su poema “De mujeres”).

 

¿Para usted la belleza femenina es de doble riesgo?

No, es algo tan natural. Además, yo creo que soy muy femenina.

 

Se lo preguntaba desde el lado masculino.

Sí.

 

Usted que es ya una poeta consagrada, ¿ha sentido que su atractivo físico le ha jugado, alguna vez, en contra o siempre se han fijado en su producción literaria?

No.

 

A eso me refería.

Sí, pues, tiene su doble riesgo. Tiene su riesgo de marginación y tiene también el riesgo de la alta ponderación, no solamente en mi caso. Hay otras mujeres también. Elogios y todo eso es con doble filo, pero es así en todos los aspectos de la vida. La mujer tiene que tener muy bien puestos los pies sobre la tierra y saber dónde está lo valioso para ella. Yo no hago juicios acá, simplemente narro que sí, hay ese riesgo. Incluso, de la vanidad. Hace dos o tres años estuve en un recital y yo decía: “Esta chica…”. Para empezar, cómo se presenta, más parece una vedette que una (poeta). Y las cosas que ha escrito y que nos está presentando, pues, están lejos de ser poesía. Y después he visto algunas notas allí, elogiosas… Allá ella.

 

Los mismos círculos de amiguismo de siempre, que había hace treinta, cuarenta años y que sigue habiendo ahora.

Sí.

 

Entre amiguitos se echan flores, aunque no sean buenos.

Pero, ¿sabes qué? También el tiempo decanta.

 

Sí, es cierto.

El tiempo decanta. No hay tristeza ni nada, que se exprese la gente. Eso sí, yo puedo poner en la cabeza de las personas, hombres y mujeres, esta idea de que la literatura es un goce, pero es un arte-trabajo. El arte viene de la manera cómo se hace. El arte de la escritura tiene una dignidad. El hacedor tiene que ser muy consciente de esa dignidad. El trabajo con la palabra. La idea-pensamiento acompañada de una organización formal y que demanda un tiempo. No al repentismo. No hay necesidad de publicar algo que todavía no ha pasado por varios filtros del propio hacedor, del propio creador. Para hombres y para mujeres. Otra de las cosas que me preocupa también es tener este sentido valorativo y justiciero. También tiene sus riesgos. Lo digo con respecto a la llamada poesía identitaria. (Dicen): “Ah, esta poeta es buena porque escribe o utiliza algunos recursos lingüísticos de uno u otro idioma ancestral”. Sí, pero ¿dónde está la poesía? Hay que ver si ese recurso lingüístico cabe dentro del texto mismo. ¿Es buena porque hace poesía andina? No. Es buena porque hace poesía. ¿O es buena porque hace poesía expresando el mundo de los negros? Tampoco.

 

Sí, pues. Lo toman como un tema étnico.

Claro, entonces también eso. Y para el periodista cultural es todo un desafío saber distinguir. Cultura y más cultivo y más cultivo. No dejar de preguntarse y de leer, de darse respuestas, pero también buscar respuestas que ya están hechas.

 

Yo la escucho y digo: “Es la profesora que recuerdo de principios del año 2000”. Sigue siendo igual…

¡Cómo se ha pasado el tiempo!

 

…la actitud docente que tiene usted. En usted es natural.

El otro día decían una cosa bonita. Escuchaba lo que dijo mi nietecita, mi nieta mayor, en la presentación de mi libro “Sin nombre propio”. Dijo: “Yo estoy acá, la nieta, yo tengo las lecturas…”, porque a ella le gustan más las lecturas de teoría, “pero yo de Sonia…”. Ninguna de mis nietas me dice “abuela” sino me dice “Sonia”. Son tan irreverentes como yo. Dice: “Yo de Sonia lo que recuerdo es que siempre está haciéndonos conscientes de un sabor, de un aroma”. Y las (nietas) chicas que tengo, las dos últimas, me dicen: “Siempre nos acordamos que contigo corremos en el malecón para poder captar la hora del crepúsculo”. Ese tipo de sensaciones, del aprecio de las sensaciones, también es lo que he querido hacer muchas veces en las aulas.

 

Una cosa vivencial.

Sí. A veces, he ingresado a un aula y he dicho: “Todo el mundo en silencio, ahora solo vamos a escuchar”. Escuchaban un pájaro, un carro, una voz. ¿Por qué hacemos este ejercicio? Porque un comunicador tiene que saber ser receptor. El comunicador que no sabe recibir, ¿de qué va a hablar? Entonces, es una práctica consciente.

 

Ese es un punto crucial, ya que lo ha mencionado. Hay comunicadores que solo quieren el cartón (del título profesional) y luego estar solo rotando con sus notas de prensa…

Sí.

 

…y estar en instituciones y recibir su sueldo. Y no les interesa nada más. Quieren asegurar su futuro en un cargo y moviéndose en un ambiente burocrático. Lo que usted menciona es del comunicador con vocación.

Sí.

 

Que tiene que estar atento a todo, absolutamente todo.

Sí. Y que más es un profesional de la comunicación. Entonces, ¿qué misión va a tener alguien que no ha sabido ser, primero, un receptor? Y sensibilizar a la gente a través del arte, del cultivo, en general, del conocimiento, pero también sensibilizarla por esto que es la comunicación que la vida nos va brindando.

 

Cierto. Muchas gracias, profesora, por todo.

Gracias a ti. Está por llegar Ricardo.