sábado, 28 de noviembre de 2015

Giorgio di Giovanni




“Los colores son un arma potente para ir a los sentimientos”

Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán


Giorgio di Giovanni (Callao, 1966) exhibe un mundo propio en sus pinturas. Una serie de personajes  y colores que pueden intimidar o fascinar, según la capacidad de observación del espectador y su experiencia previa en apreciar un tipo de pintura no convencional.

Desde 1984 ha exhibido su trabajo artístico en muestras individuales y colectivas en diez países: Canadá, Corea del Sur, Alemania, México, Venezuela, Estados Unidos, Italia, Panamá, Ecuador y Perú. Su última exposición -realizada en agosto- ha sido Sobre jarros y pajaritos en la galería Fórum, en Miraflores.

Por la calidad de su obra, Di Giovanni obtuvo el Primer Premio del Primer Encuentro Latinoamericano de Artes Plásticas, en Ecuador, así como el Segundo Premio del II Concurso Johnnie Walker. Actualmente, es profesor de Dibujo Modelado y Composición en la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

En la siguiente entrevista, el artista nos detalla sobre sus referentes pictóricos, su última e interesante exposición, su metodología de trabajo, su visión del confuso arte contemporáneo, su profunda melomanía, su desconfianza en el arte como un obligado ojo crítico de la sociedad, e intenta una explicación del por qué el dibujo no tiene hoy tanto atractivo para los estudiantes jóvenes de arte como sí lo tenía para las generaciones pasadas.


Muchas gracias, Giorgio, por permitirme entrevistarte.
Gracias a ti. Yo lo tomo con un entusiasmo por difundir el arte peruano, meritorio por ambos lados.

Te lo agradezco, porque eres un artista diferente a la mayoría que hay acá, en Lima. Tienes una visión muy personal del arte y eso hace, también, atractivo tu trabajo. Yo quería empezar citando a Fernando de Szyszlo, quien me había comentado en una entrevista que le hice: “Todo lo que te ha impresionado en tu vida, los cuadros de Rembrandt, la pintura de Tamayo, la poesía de Saint-John Perse o los amores que has tenido o los paisajes que has visto, todo eso forma el magma del que va saliendo el cuadro”. En tu caso, Giorgio, ¿cuál es el magma del que salen tus cuadros?
Los referentes.

Tan alucinantes algunos.
Las referencias de literatura: (Jorge Luis) Borges. Admiro muchísimo la composición y el color de (Henri) Matisse. Me gusta, por ejemplo, lo macabro que es Witkin, Joel-Peter… un fotógrafo… En el momento se te pueden escapar esas referencias. Otro escritor, (Giovanni) Papini; otro escritor, (Howard Phillips) Lovecraft. Y de pintores, definitivamente, (Francis) Bacon es un dios.

Que es evidente la influencia en algunos de tus cuadros.
Es evidente en gran parte del arte postmoderno. Hay un punto de quiebre en la historia del arte con Bacon. Se sale de todo lo antes preconcebido en pintura. Él hizo un nuevo mundo en la pintura. Es indiscutible la imagen de Bacon.

Otra referencia creo que, también, es El Bosco.
¡El Bosco! Sí, definitivamente. Tilsa (Tsuchiya)… Admiro mucho el arte precolombino: hay mucho de simbolismo, de magia, de color. El color de un manto Paracas es una pintura impresionista, tranquilamente. Referencias hay muchas.

Marc Chagall decía que “el arte es el esfuerzo incesante por competir con la belleza de las flores, sin triunfar jamás”.
No se puede ganar a la naturaleza. No se puede ganar a la obra de Dios. Hay algo de hereje en los artistas, algo de diabólico en el arte, que trata de, incluso, ganarle a la obra de Dios. Algo de contestatario, de inconforme. Se supone que uno hace eso porque no está conforme con las reglas ya hechas por la armonía, salvo que, también, sea una especie de alabanza. Pero la alabanza es más humilde. El acto creativo es más discordante, más hereje, más contestatario. Sí, tiene de eso. Es el principio activo que da para hacer. Eso quiere decir que hay un yo creador fuerte; un ego, también, muy fuerte.

Y tus cuadros, Giorgio, que son tan distintos a la naturaleza, que quieren crear un mundo propio, básicamente, son formas casi primitivas.
Sí.

Y mucha fuerza en los colores.
Sí.

El color define los cuadros. Incluso, genera el tono, el ambiente, al cuadro.
Gracias por mencionarlo, porque hace tiempo que estoy luchando por ahí. El color es lo que no me sale naturalmente. Ahí sí acepto mis deficiencias y acepto, también, lo que me sale muy fácil: el dibujo. Yo no tengo ningún problema con el dibujo, absolutamente, pero con el color sí tengo que darme de cabezazos. Es con lo que estoy luchando diariamente. Entiendo la pintura como una lucha con el color. Más que con la forma, la pintura, como lo concibieron los impresionistas, es una lucha con el color. Gracias por decir que el color no está tan mal, porque por ahí va la lucha, por ahí va mi pelea particular. Más que con la forma. Las formas o todo lo que hay en concreto ahí, es un barajo, una excusa para mi propio enfrentarme con el color.

Yo lo decía porque, justamente, de tus trece obras de la última exposición, todas eran casi de un solo color. Por ejemplo, Caníbal triste es naranja…
Sí.

…casi total. Sobre jarras y pajaritos, si bien hay un amarillo profundo de fondo, hay un amarillo más profundo, que es el del gato.
Sí.

Y Conchán es un rojo un poco despintado.
Sí, tratando de asemejarse a los colores precolombinos.

Noche de surf es un rojo total. Malcriado también es naranja. Y Laudano es un verde muy interesante, porque esta mujer desnuda, sentada, que está de perfil, de cabello largo, tiene un rostro negro por ahí y un ave naranja… A mi modo de ver, modesto, son los colores los que definen en esta exposición tus cuadros y eso me llamó mucho la atención, porque pocos artistas ahora tratan de darle tanta importancia al color. Tú dices que es una lucha, pero yo siento que en tu caso es un logro. ¡Cómo se define cada cuadro según su color! Incluso, en el cuadro Caníbal triste hay un toque irónico porque es Caníbal triste, pero…
Bien alegre el asunto, je…

Claro. La mujer vestida de violeta parece que estuviera sonriendo malévolamente, incluso. Una cosa bien irónica.
Puede ser. Hay lecturas que se escapan de uno. Uno trata de tomar las cosas de un lado. Eso, también, es lo interesante del acto creativo, que hay cosas que van sorprendiendo. Y es necesario que siempre ocurra esa sorpresa o la combinación de ciertas cosas -que es casi milagrosa-. Después uno intenta repetirlas y ya no sale tal cual. Esa cosa de acto único. Muy interesante.

Luz Letts me había comentado sobre ti que “muy pocos colegas pueden conjugar una carrera artística, un trabajo y una familia sin explotar en el intento y sin perder el entusiasmo por renovarse y la curiosidad por seguir adelante”.
Gracias por esas palabras. Estamos en el Perú, entonces, uno no puede dedicarse a una sola cosa. Es algo de lo que, con pena, me he dado cuenta en el transcurso de hacer esta muestra, porque antes de prepararla pintaba muy poco. A la hora que uno tiene que ya preparar algo, sí pisas el acelerador. Pero en ese pisar el acelerador me di cuenta de qué hubiese sido de mí si hubiese pintado todos los días a todas las horas. ¿Dónde estaría? Claro, eso es utópico, porque cuando tenía el tiempo y todas las horas, lo desperdiciaba rico. Lo ideal sería dedicarse a la pintura a tiempo completo: otra sería la potencia. Como un atleta profesional que se dedica a eso y toda su vida la consagra a eso. Sería lo ideal, definitivamente. Creo que no lo tengo. Entonces, no voy a llorar. No voy a lamentarme sobre eso sino continuar.

Pero la familia suele dar equilibrio. Muchos artistas, por lo mismo que tú has mencionado, tienen un ego muy grande, un yo muy fuerte, y terminan, a veces, despedazándose psicológicamente.
Sí.

O físicamente.
Sí, a eso iba. Sí, pues. Cuando era soltero tenía todo el tiempo, pero lo desperdiciaba. Ahora, con el poco tiempo hay que ser más preciso, aprovechar al máximo ese poco tiempo que se tiene. Tampoco es del todo desventaja. A veces, tiene que haber ciertas presiones para activar el gatillo de la creatividad. Hay que obligarse a eso. De repente, con todo el tiempo, se laxa el asunto y termina uno haciendo nada.

Es un tema de personalidad, también, porque…
Exacto.

…hay artistas que quieren pintar todos los días y otros que, como has mencionado: “Para la muestra ya me preparo”. Un mes antes o dos.
Definitivamente, es personal. Cada quien busca tiempos adecuados, las maneras de activar nuevamente este gatillo. Hay muchas maneras. Una de ellas -todos los peruanos la conocen-: la presión. Dejar al último: eso funciona. ¡Qué peligroso! Puedes no llegar. Puedes llegar, también.

¿Qué sientes, Giorgio, de que la línea que recorre tu arte no esté en el mainstream, no esté en la corriente principal? Por ejemplo, veo a otros artistas que se parezcan a lo que tú haces y veo a Ramiro Llona, a Patricia Eyzaguirre.
Ajá. Sí.

Pero no veo muchos más. De alguna manera, ¿te afecta, te interesa o te da igual ser como una especie de isla, en tu estilo, en nuestro país?
No. Es algo a lo que he llegado, humildemente. No creo que cambie mucho. No me interesan tampoco las modas. Hablando de referencias anteriores, Ramiro Llona sí es referencial. Yo, también, veo similitudes e, incluso, trato de alejarme de ellas. Hay que ser honesto y no ir tanto con las modas o las tendencias. O porque el mundo va así yo, también, me voy a alinear. En el arte creo que no sirve eso. Quizá en algunas otras carreras prácticas, si yo no estoy tecnológicamente al día, no puedo competir. Pero en el arte sí hay nichos o sitios para todos.

Y eso, también, me parece interesante de tu arte: que esos personajes en sus trazos parecen primitivos o del principio de los tiempos de los hombres.
Sí.

Estás totalmente alejado de lo tecnológico, que es lo que abunda en referencias en el arte contemporáneo.
Sí, ahora se hace mucho con tecnología y no está mal. Es, también, signo de las épocas. No sé cómo tomarlo. Más bien, yo sí creo en un hombre primitivo o con menos cosas. Si quieres, más romántico, más espiritual. Ir adentro de uno, no tanto hacia fuera.

Viendo algunos cuadros (tuyos) me acordaba de Paul Sérusier, un postimpresionista.
Sí.

(Me acordaba) de su cuadro El talismán (1888). Me pareció interesante. ¿Hay, de repente, alguna referencia con Sérusier o no?
No, que yo (sepa). Si hay cosas referenciales son involuntarias, no pensadas, no premeditadas. Es más, considero que cuando me enfrento a una tela, me le enfrento en blanco. Yo no sé lo que va a salir, lo que va a pasar. Algo intuyo, por la práctica, por el mismo lenguaje que manejo. Ya sé, si pongo una olla, un pajarito, no me va a ir tan mal. Si pongo una mesa y la lleno de cosas, ya tengo un punto de apoyo para comenzar a practicar, nuevamente, con los colores. Es más, si pongo un color y luego otro, yo no sé si el cuadro va a salir con tonos alegres, tonos tristes, si va a salir violento, armónico. Todas esas cosas las va pidiendo en ese momento el lienzo, el cuadro. Supongo que es como componer música: sale un bolerito, sale un rock n’ roll. No sé, a ciencia cierta, dónde exactamente voy.

Paul Gauguin decía: “Si ves amarillo, elige el amarillo más estridente que tengas en la paleta y aplícalo al cuadro”. ¿Eso, también, te rige?
¡Paul Gauguin es lo máximo! Gauguin es, para mí, uno de los mejores pintores. Claro. Sabias palabras. Si pones amarillos, pon unos amarillos fuertes. Eso va a lo emocional del asunto. Si yo me emociono al hacer la obra, probablemente, algún otro pueda captar esa emoción. Si es muy cerebral el asunto, de repente, no hay esa empatía. Siempre voy a lo emocional, a la cosa de sentimientos. Obviamente, los colores son un arma potente para ir a los sentimientos.

Claro.
Exactamente, no sé en lo que va a desencadenar. En un segundo momento, a una obra ya le agarras una especie de temperatura. Ya supiste: “Ah, esto salió así, esto salió triste. Sigamos con la tristeza” o “Esto salió muy alegre. Sigamos con el carnaval”. Pero una vez que el cuadro, más o menos, tomó una cierta forma, una cierta madurez.

Habías mencionado que sentías que tu obra estaba evolucionando, pero no sabías exactamente hacia dónde. Porque, además, no tenías una sola manera de hacer las cosas.
No, pues. Lo afirmo y lo repito: no sé muy bien hacia dónde voy a ir, en qué voy a terminar. Y eso, también, cuántos pensadores lo han dicho: lo divertido está en el camino, no en el llegar. El llegar implica que ya se acabó todo.

Todavía estás en el viaje.
Sí. Claro. Hay todavía cosas que hacer, en el sentido de color, en el sentido estético, en mi mismo caminar como persona. Siento que todavía estoy evolucionando. Entonces, obviamente, mi pintura va a ir evolucionando conmigo.

¿Hubo algún motivo en especial por el cual no pudiste exponer desde el año 2010?
Sí. Una bellísima maestría.

¡Qué bueno!
No es bueno. Las maestrías no son buenas para nadie. Son imposiciones un poco académicas. Por mí, no la hacía, para nada. Pero ya está…

Terminada.
No, falta la tesis. Falta lo peor. Espérame de acá a cuatro años, todavía. ¡Cuánto me demora la tesis! Sí, es un problema, un escollo. Hay que tomarlo como eso. No me voy a quejar: “Debería estar pintando”. Siempre hay un momentito para pintar. Y dentro de eso he pintado durante veinte años. Me casé, tuve hijos, tuve la maestría. Yo creo que recién me estoy acomodando al asunto. Estoy bien, ya pagué, ya pasó el vendaval. Tenía un taller, ya me estoy acostumbrando a este nuevo taller. Me estoy acostumbrando a cuándo trabajar cuando ellos (sus hijos) están acá, porque cuando están despiertos no puedo trabajar mucho. Busco horas de la madrugada. De a pocos, uno se tiene que amoldar a todo.

Fue John Lennon el que decía que la vida era lo que ocurre mientras uno está planeando otras cosas.
(Asiente con la cabeza). Ese John, también, otro genio.

Has mencionado bastantes referentes de lecturas. De repente, a la hora de pintar, ¿pones algo en especial de música o alguna lectura?
Tengo un montón de música.

¿Pintas con música?
Sí.

No puedes pintar sin música.
Sí, tranquilo.

Pero prefieres la música para pintar.
Sí, claro. Y tengo variado. Mis gustos musicales se han abierto un poquito más. Lo que tampoco implica que si pongo un rock n’ roll la cosa salga muy movida. Puede ser una cosa muy suavecita. La música es solamente un acompañante, pero creo que no influye exactamente en lo que estoy haciendo, por dónde estoy yendo, en el sentido de temperatura, sentimiento, intensidad.

Entonces, para el momento mismo de pintar, para ti más importante es la música que la lectura.
De chico comía libros, pero ya hace como veinte años que no leo. De joven devoraba los libros. Pero ya es el momento. Justamente, arriba hay una pequeña biblioteca, la estoy acomodando y, al menos, esta última etapa de mi vida, quiero terminarla leyendo todo lo que me falta leer. Es una deuda que tengo con la literatura. Considero que he leído lo suficiente, por no decir bastante. Obvio que me faltan un montón de cosas.

Nunca se acaba de leer.
No. ¡Imagínate!

Demasiados buenos libros.
Es un universo.

¿Y, también, lees biografías o libros escritos por pintores?
Sí he leído biografías. Por ejemplo, una de Irving Stone, La agonía y el éxtasis (1965), que es la biografía de Miguel Ángel. Alguna de Gauguin por ahí. Quiero leer mucho de filosofía. Esa parte creo que no la conozco mucho. Habré leído un par, pero quiero leer gran parte de la filosofía. Y luego retomo ya con la literatura, novelas.

¿Qué autores o grupos sueles escuchar cuando pintas?
La mayoría de esta colección (de música en su taller) es de rock n’ roll. Buena parte de ella, también, son grupos experimentales. Hablando de pintura, definitivamente hablas de composición. Y hay grupos que se dedican a mirar la composición. Y hay muchos de ellos que son pinturas. No te hablo, por ejemplo, de un Led Zeppelin, con canciones que empiezan, coro, estrofa, punteo, coro y termina. Hay cosas realmente raras en música. He estado tratando de buscar esa veta de compositores que hacen cosas realmente raras, en el sentido de que no es música convencional. Es música que usa los elementos como elementos pictóricos: un ruido, un grito, el espacio vacío. La música la usan como elemento, no simplemente como una cosa que comienza y termina, algo melódico y punto. No.

No es una línea horizontal, plana, sino que tiene muchos cambios, retrocesos.
Sí. Es que, en ese sentido, los músicos experimentales hacen cosas…

Algunos autores por ahí, que tengas.
Me gusta de estos, primero King Crimson, que es más conservador, y hay uno que es fascinante, que es Pere Ubu.

¿Pere Ubu?
Sí. Tomaron el título de (Alfred) Jarry: Ubu Rey. Estos sí hacen cosas realmente raras, pero a mí me motiva mucho, porque ¡cómo pueden hacer eso!, en el sentido de novedoso, de original, de conchudo o de capo. Ponen esto, ponen lo otro: están pintando con sonidos. Inclusive la voz, el cantar, no es un cantar sino que se vuelve elemento de la composición. Si conviene el susurro, no el grito. En otras (composiciones) se la puede pasar gritando toda la canción. Son elementos de composición.

Ahora que has mencionado voces medio experimentales, de repente, ¿te interesa Cocteau Twins?
He escuchado, sí. Son bacanes. Allí (señala sus estantes del taller) tengo casi todo. Sigo buscando y sigo encontrando.

Eres un melómano, también, por lo visto.
Sí. Bastante. Por ejemplo, mi esposa escucha flamenco. Y como me pedía discos, buscaba y me hice con cierta culturilla de todo lo flamenco. Escucho, últimamente, mucho son cubano, para variar un poco el asunto. Alguito de clásico, no mucho. (Edgar) Varese, (Arnold) Schonberg, John Cage, que experimenta con sonidos y estas cosas.

Estamos en esta época postmoderna y absolutamente rara para el arte porque mucha gente no puede definir ya qué cosa es arte. Muchos pintores de las décadas anteriores dicen que no entienden el arte (actual) o el mismo Szyszlo dice que el arte postmoderno es un arte para ociosos, porque no indagan en el dolor que produce la creación.
El acto creativo, sí.

¿Cómo ves el arte contemporáneo o postmoderno que está en las galerías, ahora, inundando de palitos…
Inundando de palitos y televisores.

…y televisores que no dicen nada?
Aunque televisores ya no hay tantos. Ya ha bajado.

Sí, mucho. Pero hay, todavía.
Sí.

Hace un mes creo que he visto.
Tú que estás al día (viendo exposiciones)… Hay de todo, también. Como siempre. El mundo del arte plástico ha sido invadido por otro tipo de creativos. No está mal. Son creativos. Ha sido tomado, ha sido una invasión. Entonces, frente a la invasión los más conservadores (dicen): “¡Ah! ¿Qué pasa? ¡Esto es una basura!”. Yo creo que no necesariamente. Hay cosas buenas, pero hay de todo, también.

Todo empieza con Warhol.
No sé con quién… Con Duchamp. Hay de todo. Y creo que hasta que nos acomodemos a eso… Felizmente, estoy aparte. Felizmente, me he volteado frente a todo eso. Los curadores, ¡qué bestia! ¡Cómo han tomado importancia!

Más que el artista.
(Asiente con la cabeza) Más que el artista. Los curadores invitan a -llamémoslo argolla- ciertos artistas recurrentes. Entonces, mucho de lo bueno que hay no es cubierto por los curadores. ¿Cuál será su pensamiento? De repente, no escogen bien o escogen cualquier cosa.

O, de repente, puede estar metido en negocios con el (artista)…
Je, je, je… Tú has dado un punto importante. ¡Claro!

Porque el arte es un mercado.
Es un mercado, sí. Es cierto. Pero tiene que haber honestidad en él, a pesar de que se venden cosas. Ha variado mucho, está en pleno cambio. De repente, no tanto en otras latitudes, pero acá, ¿cuánto tiene? ¿Quince años? Quince años ya de esta invasión de otro tipo de creativos.

Como el videoarte, por ejemplo.
Por ejemplo. Pero sí, ese tipo de creativos ya tomaron el mundo. Bacán, pero que haya cosas de calidad. Creo que todavía no las hay, porque no tienen mucho tiempo haciendo esto. Hay cosas que uno ve y realmente (Giorgio pone rostro de profunda desazón)…

Incluso, a veces, uno (ve arte) tan experimentalmente postmoderno, que uno dice: “Pero si yo veo al Bosco, veo cosas (mejores)”.
Claro.

No creo que eso sea más elaborado ni de más calidad que algo del Bosco.
No.

El primer (pintor) surrealista fue este hombre, creo. Por los personajes y cómo creaba.
Y si te vas más atrás, también, hay surrealistas. Éntrate a las cavernas: hay cosas realmente marcianazas. Sí, pues. ¿Qué podemos hacer? Cruzarnos de brazos y aguantar el temporal nomás. Y sí, es cierto lo que dice Szyszlo de que hay un montón de payasos que no saben hacer nada.

Ni siquiera saben dibujar.
Dicen que ya no es necesario, pues (sonríe irónicamente).

Ja, ja, ja…
Por eso te digo: son otro tipo de creativos.

Pero un artista que no sepa dibujar, la verdad, creo que…
No debería de llamársele tal.

Claro. Porque está perdiendo gran parte de todo lo que pudiera expresar.
Yo no sería, a pesar de todo, tan duro. Por eso te digo, son otro tipo de creativos. Un filósofo, puede tener ideas muy innovadoras, muy pajas y, de repente, no tiene la habilidad de dibujar, pero ahora puede llamar un dibujante que, a pedido, le haga esto. Es decir, como una especie de director de orquesta, una especie de ingeniero que llama a tal y (le dice): “Hazme este producto”. También es válido que hayan entrado otro tipo de creativos para hacer competencia. Pero que lo que presenten sea realmente intenso en varios tipos de canales, porque, a veces, con la facilidad que dicen: “No, que el arte que se está viendo ahora no es para emocionar sino para pensar”. Yo no sé muy buen para qué es.

Parece un discurso un poco falso.
Sí, que te están hueveando. O peor aún -creo que esa sí ha sido clásica en el arte-, que uno al entrar a ver estas cosas raras, no tiene la capacidad suficiente de decir: “No me gusta” u “Oye, acá me están metiendo el dedo” sino que simplemente uno tiene que entrar, poner cara de circunstancia y mover la cabeza: “¡Ah, qué bien, qué interesante!”. Porque eso es un poco el público. ¿Y si no sabes? ¡Peor si no sabes! Si no sabes no puedes decir: “Oye, ¡esto es una basura!” sino “¡Ah, sí, qué interesante! ¡Ah, ya!”. Uno no puede ser tan discordante.

No se puede ir contra el sistema.
No, claro que no. Si te lo ponen, ha de ser por algo. Si quieres, por ahí, también, va la metida de dedo. ¡Lo ponen en una galería! Entras a una galería y ves estas cosas, estos palitos: “¡Ah! (Giorgio pone cara de asombro)”. No puedes decir: “¡Qué feo! ¡Qué tal basura!”. Tienes que poner cara de circunstancia, nuevamente.

La mano en el mentón.
Sí, la mano en el mentón: clásica. Moviendo la cabeza de arriba abajo: “¡Qué loco este pata!”. Sí, pues. Así estamos.

Te mencionaba esto, Giorgio, porque yo recuerdo mucho que cuando entrevisté a Tokeshi, él me decía… Es cierto que él ha hecho…
Instalaciones y cosas así.

Instalaciones que son de estas épocas.
Sí.

Pero él me decía -lo recuerdo claramente- que él, gracias a Luz Letts, que es una extraordinaria dibujante…
Sí.

…había revalorado el dibujo, que era algo que antes rehuía un poco. Si alguien con la tremenda calidad que tiene Tokeshi lo puede revalorar, entonces ¿por qué los chicos de ahora, las nuevas generaciones, no le dan ese valor?
Buena pregunta. Es que tiene que ver con tiempos. El dibujo, así sea un rasgado, lo que quieras, es conmigo mismo, es íntimo, es barato, es en un papel, es humilde. Tiene varias cosas que ahora, de repente, las generaciones modernas ya no tienen ni la paciencia ni el espacio para hacerlo. Puede ser que vaya por ahí. Es cierto: ellos quieren cosas más inmediatas. Creo que no deberíamos poner categorías de bueno o malo. Deberíamos entender, de repente, cuál es la razón. Yo te diría que el dibujo es tiempo. Es algo que a los muchachos no les interesa tener: esa intimidad. El dibujo es íntimo. Es un accionar totalmente hacia dentro. Si paran con la máquina (teléfono móvil) y comunicándose con otros, de repente, es época de comunicación y de estar al tanto de otras cosas con otras personas y no de meterse en una conchita y dibujar.

Y no escriben “vamos”, te dicen “vao”.
Son épocas. Yo entiendo que son cambios. Uno, a  veces, ya con ciertos años no puede cambiar tanto. Es como que yo salga ahorita con el skateboard a la calle. Tengo que ver qué otras cosas están surgiendo. Saber por qué. Mi hijo, mis nietos verán eso, cambiarán. Yo ya no puedo cambiar, je, je…

No te animarías a hacer una instalación, por ejemplo. ¿O sí?
No sé, no me dan ideas. Si alguien me explica cómo hacerlas, de repente, me vuelvo capo. No sé. Yo, con mis cuadros, todavía creo que hay cosas por hacer. Eso me enseñaron a hacer.

Y (tu pintura) dice algo.
Vamos a ver si algún día surge una instalación. No sé. No creo. Sentiría que me estoy disfrazando.

Tus alumnos en la Universidad Católica: ¿cómo sientes que abordan el arte? ¿Con la misma manera de ver que tú tenías cuando empezaste a estudiar? ¿O lo ven de otra manera, ya más de mercado, más publicitaria?
No lo sé. Siempre paro tratando de analizar y (estar) midiendo estas situaciones, por obvias razones. Trabajo con esos muchachos, les enseño cómo hacer arte, les enseño a partir de mi punto de vista. Y mi punto de vista es bastante emocional. Yo me emociono o debo emocionarme cuando veo algo. Yo comunico cuando hago (arte). Y el receptor, también, debe dar un feedback ahí. Sin embargo, si quieres un escaneo rápido de lo que ha sucedido con mi última muestra, los muchachos que la han visto llegan a emocionarse, a decir: “¡Qué bonito! ¡Qué bacán!”, pero otra medición no sé. Seguimos viendo los mismos puntos en el sentido de comunicación, en la universidad. No de lo que vayan a hacer: si una instalación, si un video. Yo enseño a primero y segundo año: ahí vemos temas de comunicación, transmisión de emociones o sentimientos. Por ahí va la cosa. Y ojalá que en esas bases, de repente, después hagan un video o una instalación. Eso no lo sé, pero sí trato de decirles que esto es así o así lo siento yo. Mucho ha cambiado, también, el tipo de pedagogía. Ahora a ellos no se les considera como alumnos, aprendices, sino gente capaz de generar ideas y ser muy imaginativa y creativa. En ese sentido, uno los asesora, los apoya. Si todavía seguimos botando artistas, que salgan mejores, más capaces.

¿Tú crees en el artista como un crítico de su realidad o el artista se puede desligar mediante su trabajo, su arte, de su sociedad, de su realidad que vive?
Me acuerdo que alguna vez una persona decía: “Ustedes como artistas tienen que llevar la bandera y luchar”. Yo no lo siento así. Si hay una persona que lo siente así, bacán. Es cierto que un artista siempre es reflejo de lo que ha vivido, de su sociedad, de su cambio, de las cosas que han ocurrido. Siempre, de ley. Por más que no parezca. Un diseñador gráfico o alguien que haya hecho otro tipo de arte, un diseñador de muebles, responde a su realidad, de todas maneras.

Giorgio, muchísimas gracias…
Gracias.

…por la entrevista y esperemos seguir viendo más de tu arte.
Sí, definitivamente. De acá a cuatro años. Antes era de a dos. Pero, ahora, de a cuatro me tendré que conformar.

(Muchos) éxitos con la tesis de maestría. Muchas gracias.
Es una nube negra que tengo, todavía.

martes, 24 de noviembre de 2015

Miguel Aráoz Cartagena




“El arte se está volviendo cada vez más pop”


Entrevista y foto por Gianmarco Farfán Cerdán

En nuestro país hay artistas jóvenes muy interesantes, con gran proyección. Miguel Aráoz Cartagena (Cusco, 1977) es uno de ellos. Es imposible quedarse indiferente frente a cualquiera de sus cuadros, los cuales transmiten espiritualidad, amor a la naturaleza, vitalidad y cierto misterio. Basta apreciar sus obras Constelaciones andinas, Cuernavilla, El tejido, La noche, Mujer corazón de hoja, El árbol de la vida o Las danzarinas de la Luna para comprobar dicha afirmación.

En la siguiente entrevista, Miguel nos detalla sobre su magnífico trabajo artístico (ha expuesto individualmente en Suiza, Perú, Uruguay y Francia; y colectivamente en Brasil), su labor sostenida con la destacada escritora Karina Pacheco Medrano, su creciente interés en realizar cine (su esposa, la canadiense Stephanie Boyd, es documentalista), su punto de vista crítico sobre el arte contemporáneo y su devoción profunda por la naturaleza.

Muchas gracias por esta oportunidad, Miguel. Por esta entrevista. Espero que sea una conversación muy agradable.
Gracias a ti, más bien, por llegar. En el sentido de todo lo que te ha tomado llegar.

Yo quería tocar varios aspectos de tu trabajo y tu biografía. Recuerdo que decías: “Es siempre un constante reto vivir para el arte y del arte”.
Por supuesto que sí.

¿Eso es algo que has aprendido en el camino de tu carrera o siempre, antes de entrar de lleno al mundo del arte, ya pensabas que iba a ser algo no muy fácil?
Cuando estaba en cuarto de secundaria conocí en Cusco un pintor limeño que me dijo que lo único que no haga es estudiar arte. Me dijo: “Si te gusta dibujar, pintar, estudia algo que sea paralelo, pero que te dé dinero”. Y le escuché. Me vine a Lima, estudié en el IPP hasta la mitad de (la carrera de) Diseño, pero de ahí me di cuenta que prefería pasar hambre, porque todo el tiempo diseñar cosas para la publicidad me parecía triste. Tampoco quería vivir en Lima. Volví al Cusco y me puse a estudiar arte.

¿No querías vivir en Lima porque no te gustan las ciudades? ¿No te gusta Lima?
Las dos cosas. Lima es agresiva, gris, y tampoco me gusta la ciudad, en realidad. Así que era una mala combinación.

¿Has podido vivir de algo de lo que estudiaste?
¿De diseño? No acabé el diseño. Lo dejé a la mitad de la carrera, porque me di cuenta que ni a Lima ni al diseño lo veía algo bueno para mí. Igual, el IPP fue bacán porque, hasta donde estuve, sus clases eran muy interesantes. Era divertido. Había varios profesores interesantes. Estaba Santiago Barbuy, que enseñaba en la Católica diseño industrial, que era un viejito que parecía Albert Einstein: sus métodos eran muy interesantes. Al comienzo del ciclo agarraba y te decía: “Escoge una imagen”. Y te decía que la escojas con algo que te guste. Por supuesto, la mayoría escogía algo que tenía a la mano. Luego te enterabas que habría sido bueno escoger algo que te guste porque durante cuatro meses te hacía dibujar la misma imagen, pero en diferentes formas: con puntitos, con equicitas, con rayitas. Entonces, si no te gustaba la imagen, acababas detestándola.

Tú decías que casi al final del colegio dibujar era lo único que te interesaba.
Claro. Cuando estaba yo al final del cole, por ejemplo, al profe de matemática le hice un trato en el que yo ya no seguía la clase. Estaba en la clase, pero estaba dibujando. Él me dijo: “Bueno”… Le expliqué que me gustaba dibujar y que mi vida iba a ir más por ahí que por las matemáticas. Y ha aceptado. Tenía que dar mis exámenes, pero en las clases me vacilaba dibujando a los compañeros.

¡Qué flexible tu profesor!
Sí. Además, yo era muy rebelde, así que muchas veces tenían que transar conmigo para que ambos vayamos bien.

Tenías una anécdota de niño: que a tu mamá (que era profesora de educación inicial) en sus informes, en sus actas, le pusiste dibujos, la pusiste en aprietos, “pero, por suerte, la directora del jardín lo tomó a bien y quedó contenta con los dibujos de un niño. Así parece que comenzó mi vocación”.
Sí, pues. De verdad. Mi mamá me cuenta que siempre que encontraba cualquier papel lo dibujaba hasta el último. Nunca dejaba -es lo que me cuenta- ningún espacio libre. Y sus actas pasaron por mis manos, ja, ja, ja…

¿Y aún las conservan tú o ella?
Esas actas no. Hay un montón de dibujos, pero no las actas, porque se fueron como parte de…

Fueron entregadas.
No sé si llegaron hasta donde tenían que llegar o se quedaron con la directora del jardín, pero sí (fueron entregadas).

Hay algo que me llamaba la atención de tu trabajo: estaba viendo tus cuadros en tu página web y muchos tienen una influencia bien evidente de Van Gogh. Y hay algunos pocos que tienen influencia de Edvard Munch. ¿Son estos dos, de repente, tus referentes principales?
No necesariamente. Alguna vez he ido al museo de Van Gogh y lo que más me ha gustado era un Monet. Eso sí, a Van Gogh lo he visto, a Monet, a todos esos los he visto, pero no… Los impresionistas siempre me han llamado mucho la atención. También los postimpresionistas.

Porque tu cuadro Soledad es lo más vangoghiano que tienes.
Además de haber visto mucho a Van Gogh, mi vínculo con Van Gogh está en el campo. Siempre me ha gustado el campo y el paisaje. Entonces, eso es lo que nos junta.

¿Cómo consigues esta mirada -por momentos- mágica en tus cuadros? Puedes hacer que las flores tengan un halo misterioso. O este campo del mismo cuadro Soledad. O en Ellas esta manera de hacer tan dinámicos los tallos y darles cierto movimiento. ¿Esto es algo que nace en ti, que aprendiste? ¿Cómo así viene tu estilo?
En buena parte, veo así la realidad. Si te metes bien a caminar por el campo y te sueltas y te relajas, la naturaleza es más que mágica. Más bien, toda la magia y todas las cosas que se pueden escribir o pintar salen de ella. Alguna vez, con un buen amigo, más que antropólogo, mi amigo, nos reíamos porque discutíamos y él me decía: “Tú ves así el mundo, yo no lo veo así”. Y hablábamos de colores, exactamente. Y él decía: “No todos vemos igual”.

Por ejemplo, Wayras te transporta a esa persona que está mirando el árbol. Igual me refiere, de nuevo, un poco a Van Gogh, pero digo: “¡Qué mágico, qué poder de captar estos momentos!”. Aparte de tu arte, ¿tienes alguna vivencia o filosofía espiritual?
Yo soy caminante. Me encanta caminar. Las montañas me encantan. De ahí he tomado muchas plantas, también. Esa puede ser una conexión con Van Gogh, si quieres. En realidad, el mundo se curva. La naturaleza, los árboles y todo tienen curvas. En apariencia, parecen, a veces, rectas.

Rosamar Corcuera me comentaba que, también, eras ukuku.
Sí. Soy ukuku.

¿Eso te influye en algo el modo de ver el arte, también?
Siempre he querido mirar adentro. Es curioso, porque yo soy cusqueño, pero siempre me han visto, dentro del mismo Cusco, como que no soy cusqueño.

No eres típicamente andino.
Claro. Entonces, siempre he querido ver más adentro de las raíces del Perú, por eso mismo, también.

Siempre paras viajando. ¿Por motivos de trabajo?
Porque me gusta, también. Ahora, por ejemplo, no estoy pintando. Vamos a hacer un documental con Steph, entonces viajamos harto por eso.

¿Y cómo nutre tu trabajo el que tu esposa sea una cineasta?
Ahora trabajamos juntos haciendo documentales. En el anterior documental de la Steph yo entré en la postproducción.

¿Cómo se llamaba?
Es Operación Diablo (2010). De casualidad (entré), porque la Steph estaba…

Sobre Marco Arana.
Sí. Estaban trabajando el documental y, de pronto, yo entré a un visionado y había cosas que pensaba que se podían hacer. Y ellos pensaron que también.

¿Cuál fue el momento del encuentro entre ustedes, un pintor y una cineasta?
El encuentro es esta familia, porque la Stephanie antes estaba casada con Tito Cabellos. Esta es la casa de Malú Cabellos, su hermana. Y Rafo Cabellos era mi amigo. Yo la conocí cuando estaba en Cusco y ella (estaba) proyectando uno de sus documentales. De ahí conversamos y bacán. Eso ha sido hace como ocho años.

2007.
Sí, más o menos. Y a la Stephanie le gusta caminar, también.

Se iba a convertir en ukuka.
No hay ukukas, pero es intrépida, así que es bacán.

Para haber hecho Operación Diablo debe ser bastante valiente.
Sí, pues. Y le gusta caminar, le gusta el campo. Y me soporta, ja, ja, ja…

No sueles hacer muchos retratos en tu arte.
No. He hecho algunos, pero no muchos.

Había uno que era Darío bajo la Luna y tenía yo la duda de si acaso era el hijo de Rosamar Corcuera, Darío.
No. Es un pintor cusqueño: Darío Jara Morante, que es mi amigo desde la escuela.

La puerta y El aroma de la rosa, sobre todo, me causan una grandísima curiosidad, porque parece un ser medio extraterrestre entre estas flores y todo el fondo, todo el cuadro celeste. Entonces, yo decía: “También hay un toque tétrico, tenebroso en tu pintura”.
No esos cuadros, pero hay un solo cuadro que me parece curioso, porque yo, por lo menos, no llego a percibir lo que los demás llegan a percibir. Hay un cuadro que se lo regalé a un primo y que lo ponía siempre en su cuarto, pero venían a visitarle mis sobrinas chiquitas y cuando venían, querían que lo saquen. Y lo sacaron. Luego, ese cuadro mi primo me dijo: “¿Sabes qué, Micky?”… Iba a viajar a Suiza y me dijo: “Llévalo y si lo vendes, bacán”. Lo llevé a Suiza. Estaba en Suiza y dos veces lo han tratado de vender. Y las dos veces lo han devuelto, ja, ja...

¿Cómo se llamaba ese cuadro?
No me acuerdo cómo se llamaba ni siquiera.

¿Pero qué tenía?
Es un personaje con unos ojos muy grandes y con el cabello levantado. Y nada más eso. Lo que tiene es fuerte la mirada. ¿Qué tendrá? Ja, ja, ja…

Algunos dicen que los artistas se adelantan en cuanto a las percepciones, que pueden percibir cosas que otros no logran. Tanto artistas en pintura, escultura, como en narrativa y poesía. ¿Crees que el artista tiene una sensibilidad especial? Algunos otros dicen que es, simplemente, un trabajo más ser artista.
Es una mezcla de cosas. Sí debe de haber algo de sensibilidad, solo que deberían preguntarle a otros que no sean artistas. Todos sentimos y de manera no muy diferente, pero lo especial del artista es que puede plasmarlo. Tu sentimiento, plasmarlo: eso es trabajo. A veces, cuando pintas, sí te adelantas al presente, pero no siento que eres consciente. Solo lo haces y luego cuando pasan las cosas ya lo reconoces.

¿En alguno de tus cuadros ha habido alguna premonición?
Con cosas de mí mismo sí, pero no tan puntual. En realidad, estás pintando de adentro. Entonces, puedes ver más allá de tu instante, pero no con conciencia. Tampoco los artistas, necesariamente, son…

Médiums.
…médiums. En algún punto sí, pero de sentirlo. Eso creo.

En todo caso, eres de una familia con muchos intereses culturales. Tienes un ancestro pintor, tu hermana mayor es poeta, tu hermana menor es actriz. El arte está en las venas de los Aráoz Cartagena.
Sí. Yo creo que mis papás nos ordenaron en muchas cosas. Siempre íbamos al campo, desde chiquititos. Siempre hemos sido libres. Y esa es una muy buena combinación o muy mala combinación, ja, ja…

El arte, tú decías que “en sí, es un destino”.
El arte es un destino.

¿Sientes que es un destino para toda la vida o es un destino hasta que puedas? ¿Es una tortura para ti el arte? Hay gente que pinta o hace esculturas porque necesita hacerlo, pero tienen un límite. (Unos dicen): “Yo, hasta que pueda, porque sufro cuando hago arte”. Otros dicen: “No, yo soy feliz”.
Es de las cosas que más disfruto: hacer arte. Me voy dando cuenta, con el tiempo, que me gusta hacer cada vez cosas distintas. Siempre voy a tener mi línea, que es ser pintor, pero me gusta aprender otras cositas porque me gusta esa sensación de estar fresco. Y el aprender me regala eso.

Ya tu arte ha hecho una buena combinación, por ejemplo, con Karina Pacheco Medrano, que es una escritora cusqueña que cada vez tiene mayor reconocimiento, lo cual me alegra. (Ella) ha tenido cuatro o cinco mesas en la Feria Internacional del Libro de Lima, lo cual es fantástico, siendo ella cusqueña, una escritora de provincia. Tu cuadro Fe justo ilustra la antología de cuentos Miradas. Y, también, (tus cuadros) han sido portada de su segunda novela, de su segundo libro de cuentos y te has encargado del diseño de la portada de su quinta novela.
Siempre he envidiado a los músicos cuando pueden tocar con otros músicos, en realidad. Además, siempre he querido hacer eso, pero siendo pintor. En algún momento me di cuenta que era un poco solitario ser pintor. Poder trabajar con otros artistas me parece increíble. Sea colaborando en hacerles el diseño de sus tapas o sus CDs o pintando a medias un cuadro con otro artista. Me parece bacán porque te llenas. El reto de trabajar con otro es bien bacán, es como una lucha. Cuando veo a los samuráis que tienen que medir sus fuerzas: pintar es igual. Mides tu carácter, tu fuerza, cuando trabajas con otro. Pero no hay una competencia desleal sino al contrario. Te alimentas. Y eso me parece chévere.

¿Y cómo surgió este trabajo conjunto con Karina Pacheco?
La Kari es amiga de mi familia. No la conozco tantos años, pero siempre ha sido amiga de mi familia. Entonces, por ahí había un vínculo. De ahí, cuando nos hemos conocido, la Kari es bien bacán en persona. También le gusta caminar. Me dijo si podía alguna de mis imágenes ser la carátula de su libro y le dije que sí, pero que la única condición es que yo diseñe todo lo demás. No lo de adentro, por supuesto, pero sí la carátula. Me dijo: “Bacán”. Lo hicimos y de ahí hemos comenzado a hacer eso más de una vez.

¿Has podido leer su literatura?
Sí, claro. Yo soy terriblemente malo para los títulos, pero la novela de Guatemala (El bosque de tu nombre) me pareció increíble. La leí en la selva, además, y me pareció buenísima.

Justamente, Karina me contó que eres uno de sus mejores amigos, que eras “brillante, juguetón y transparente, que indaga hasta lo más profundo en los temas que le interesan. Quizás por ello sus trabajos combinan tan bien fluidez y hondura”. Además de esos elogios, me contó una anécdota que me parece muy interesante porque demuestra el grado de amistad que tenían. En el año 2013, por su cumpleaños, subieron al Apu Linli, que es la montaña sagrada más alta de la zona de Pisac, y llegaron hasta la cima, pero justo les sobrevino una tormenta feroz y tuvieron que quedarse allí hasta la medianoche.
Sí. Nos perdimos por el Apu y de ahí tuvimos que dar vueltas. No soy el más aventurero del universo, pero sí me gusta la aventura y mejor si tiene buen fin. Así que esa vez nos perdimos, nos asustamos y todo, pero salimos bien. Y, al final, fue hermoso caminar hasta tan tarde… Con la Stephanita, con mi sobrina y otro amigo. Fue bacán.

¿Así sueles celebrar los cumpleaños, yéndote a las cimas de los (apus)?
La Kari quería subir. Esa vez me acuerdo que la Kari quería irse a una montaña y el Apu Linli le gustaba. Habíamos ido una anterior vez solo hasta la mitad. Y habíamos quedado: “Ya, vamos hasta arriba”. Y subimos al cerro.

¿A qué altura está, más o menos?
¿La altura del Apu Linli? No sé. Es alto.

¿Estará sobre 5 000 (m.s.n.m.)?
No está sobre 5 000.

¿Es nevado?
No es nevado, es montaña, pero igual es alto. Y el Apu Linli es bien peculiar en sus formas. Son bien empinadas.

Te resbalas y…
No tanto así. Más que eso, si no tienes costumbre de caminar no sé si llegas arriba.

¿Cuál es la altura máxima que has podido llegar?
Nunca he medido las alturas. Siempre me ha gustado caminar y más en los últimos años.

(Eres) un trekkero.
Sí. Me gusta la naturaleza. Me gusta ver, subir solo o con amigos, con mi perrita. Me encanta. En realidad, me encanta ver los Andes, igual la selva. Claro que los Andes son más mi espacio natural.

Tienes, también, dos óleos que parecen murales en la parte inca del Qorikancha. Eso debe ser motivo de orgullo para ti.
Claro. Sí. Nunca en mi vida he hecho nada por encargo, más que esos dos cuadros del Qorikancha. Y los acepté por eso. No me gustan mucho los encargos, pero era un honor estar en el Templo del Sol.

Ahora, en Cusco, me comentabas que cada vez hay menos espacios para exponer para los artistas.
Sí, pues.

Y cada vez hay más joyerías, me decías.
En realidad, es lo mismo que pasa en todo el mundo: todo es plata. El mundo se mueve por la economía. Entonces, supongo que mueven más dinero vendiendo joyas que cuadros, que obras de arte.

También mencionabas que los ministerios y entidades públicas ven a la cultura como Marca Perú solamente.
Muchas veces sí. Ahora, por suerte, está mejorando. Por lo menos, en este momento, el Ministerio de Cultura está poniéndose las pilas, en la medida de sus posibilidades. Siempre puede ser mejor. Pero ahora, en Cusco, está poniéndose las pilas. La municipalidad, la región, hacen cosas, pero a medias.

Decías, también, que lo único que se descentraliza en nuestro país “son los malls y el consumismo”.
Claro. Eso sí va por todos lados. Las iglesias de esta época son los malls. El culto es al dinero, completamente.

O a la ropa.
Claro.

Al look.
Consumismo. Lo cual es una tristeza, en verdad. Es difícil estar a la par. Nadie ya está, ahora, a la par. La cultura es hermosa. Vivimos en un país increíble, con tantas formas de manifestarse. Es triste que, al final, el mundo se globalice y aplaste todas las culturas y solo haya una forma de ver las cosas. Eso es bastante triste.

¿Tu rebeldía viene de familia? ¿Tu familia, también, tiene ese punto de vista crítico de las cosas, de la cultura?
Sí, pues. Creo que sí. Es difícil no tenerlo si amas la naturaleza. Cada vez el mundo va cambiando y cada vez la ciudad va comiéndose al campo. Lo cual es más que una pena.

Claro. Yo, como limeño, no estoy tan cercano al arte del Cusco, pero ¿qué artista del Cusco tú crees que sería recomendable que sea más conocido, que tenga más presencia en los medios de comunicación, tanto a nivel regional como nacional? ¿Tienes algunos nombres por ahí, en mente?
Desde mi amigo Darío Jara Morante -pero no porque sea mi amigo. Es un capo-, Karina Loayza, Franklin Álvarez, Carlos Olivera es más conocido.

Escultor.
Ajá. ¿Qué más…? Hay tantos. Javier… Es un amigo que trabaja esculturas en papel, que es increíble. Hay muchos.

Muchas veces, en Lima, suele haber una visión muy centralista del arte y ahora con esto de las instalaciones que se está haciendo cada vez más común verlas en las galerías, de repente, también, el arte ya no lo estamos viendo con ese cariño o cuidado que suele haber en provincias.
Igual en Cusco, igual en provincias. Es casi como la parte que le sigue al mall, igual el arte se está volviendo cada vez más pop. Como siempre, para mí es más ¡plop!, porque es comercial. A mí tampoco me gusta el arte comercial.

Tu arte no es comercial.
No, por suerte. Sí vendo, pero cada cuadro me toma mi vida. Y lo disfruto. Justamente por eso lo disfruto. No me gustaría hacer productos. No tiene gracia hacer productos.

Se nota que es un arte que viene -como tú has dicho al principio de la entrevista- de adentro. Has puesto algo más que, simplemente, colores, trazos y líneas. Has puesto tu alma. Se nota.
Me divierto. En eso me divierto mucho. Cuando deja de haber eso, ya no me divierto.

Muchísimas gracias por la entrevista. Sinceramente, espero que sea más difundido tu trabajo. Es fantástico. No creo que tenga algún adjetivo menor. Muchísimo gusto de estar acá, contigo, conversando en Jesús María.
¡Gracias, papá! Como te diría al comienzo, igual: ¡chévere que hayas llegado!

Muchas gracias, Miguel.